Bestia

By ariadnasl

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-No te acerques demasiado. Esta oscuro haya adentro. Es donde mi demonio se esconde. Apreté los labios. El co... More

Disclaimer
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41-Final
Agradecimientos.

Capítulo 33

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By ariadnasl

Cuando el ruido del agua se detuvo esperé por unos minutos antes de decidirme a subir las escaleras. Entre y se sintió el calor generado por el agua caliente. Giré mi cabeza y me encontré a Asaiah, con una toalla enrollada en su cintura frente al espejo. Ladeé la cabeza para observarlo.

-¿Qué? –Me llamó la atención.

-¿Qué haces? –Pregunté.

-Querías que me rasurara.

Me acerqué a él y lo miré de enfrente. Tenía la mitad de la cara cubierta por crema para afeitar y la otra mitad la tenía limpia. Hice un gesto con la mano para decirle que continuara. Se pasó la maquinilla por el cuello, sus venas resaltaron cuando alzó la cara frente al espejo. Nunca pensé que ver a un hombre rasurarse pudiera ser tan irresistible.

-No había visto a un hombre rasurarse desde mi padre. –Comenté.

-Oh. –Se pasó otra vez la maquinilla. –Por cierto.

-¿Qué?

-Nunca me has hablado de tu padre. –Y con eso fue suficiente para que me diera una punzada de dolor en el corazón.

-No me gusta hablar de él. –Suspiré. Él ya me ha contado todo, confía en mí y yo en él. –Murió hace ya varios años, cuando era una niña. Lo quería mucho pero ya no recuerdo muchas cosas de él.

-Te comprendo. –Terminó su labor con la maquinilla y se enjuagó la cara, y luego se la secó con una toalla que estaba cerca. -¿Y bien, paso la inspección? –Dijo en tono bromista.

-Déjame ver. –Tomé su barbilla en mi mano y sentí su piel suave y tersa. –Has pasado. –Dije con una sonrisa.

-Bien. –Se llevó las manos al borde de la toalla y estuvo a punto de abrirla.

-¡Asaiah! –Grité. Él soltó una carcajada. -¿No puedes esperar a que salga para que te quites eso?

-¿Qué? –Dijo después de reír. –No tengo nada que no hayas visto ya.

-Sí, pero… -Eso es cierto y no tengo nada en mi cabeza para objetar.

-¿Pero?

No respondí.

Dio una zancada y me golpeó el pecho con su abdomen. Me apretó contra su cuerpo, sintiendo su piel y su calor. De pronto quiero volver a sentir su piel contra la mía. Sus labios se dirigieron a los míos, mientras caminábamos hasta llegar a mi cama. Oí un ruido, fue su toalla que cayó al suelo. O Dios. Deslizó la poca tela de mis shorts por mis piernas y las subió para que queden en su espalda. Quiero, pero ahora no. Tengo que frenar esto. Logré zafarme de sus labios para pronunciar unas palabras.

-Asaiah. Hoy no. –Dije mirándolo a los ojos.

No me respondió. Soltó aire rendido y se retiró. Yo clavé la mirada al techo por un rato antes de asegurarme de que era seguro mirar. Alcé la cara y lo vi con unos pantalones de deporte.

-Lo siento. –Dije. Pero no me respondió. –No me digas que te enojaste.

-No lo hice. –Ladró. –Te entiendo, pero la verdad que le hagan eso a un hombre no es exactamente una buena experiencia.

-¿Qué le hagan qué? –Alzó una ceja como si yo no hubiera captado algo que era obvio. -¿Qué? –Exigí saber.

-Eso. Calentarnos y luego dejarnos así. –Solté una carcajada.

-¿Yo, te caliento? –No me rio de la idea de eso, si no de su explicación.

-Sí, Christina, tienes un cuerpo hermoso. Eres hermosa. –Pero a pesar de sus halagos no puedo parar de reír.

-Vaya. –Dije entre risas. -¿Seré la primera mujer que calienta a Sat Civatti y luego le deja, así caliente? –Dije bromeando.

-Tú has sido la primera en muchas cosas. –Dijo y entonces paré de reír.

-Tú también has sido el primero. –Dije.

-Ya lo sé. –Rodeé los ojos.

-Tú, parece que no puedes no halagarte en ningún momento.

-Pero así me quieres, ¿no?

-¿Qué me queda? –Dije en tono bromista.

Se levantó de un salto con una sonrisa de oreja a oreja en la cara y me estrechó con sus enormes brazos y me dio un suave beso en la frente.

-Oye. –Lo llamé. –Tengo hambre.

-¿Quieres que te cociné algo?

-No, quiero pizza.

-Desprecias mi comida.

-Sí, quiero pizza.

Él rio.

Y los días siguientes pasaron como un rayo, sobre todo por haber estado con él. No hacemos nada que se pueda considerar inapropiado.

Hicimos una pequeña rutina, que era despertar. Luego era estar un rato en la cama hablando o haciendo cualquier otra cosa. Después bajábamos a desayunar y no hacíamos nada el resto del día. Excepto ayer. Ayer tuvimos que ir al supermercado a comprar los víveres de mi casa, ya que no había nada de comer y él insistió que no volveríamos a pedir una pizza por todas las calorías que contiene. Ese hombre es más vanidoso que Clarisa.

Las llamadas con mi madre en las noches se han vuelto un problema, porque él no hacía más que molestarme cuando hablaba con ella, tal como lo haría un niño pequeño.  Así que me tuve que esconder en el baño mientras hablaba por el teléfono.

Mañana es el día en el que mi mamá llega de su viaje.

Tengo sentimientos encontrados por eso. Quiero a mi mamá, la extraño y ya quiero que regrese. Pero cuando la haga, Asaiah ya no podrá quedarse más conmigo y la verdad lo voy a extrañar por las noches en mi cama.

Hoy es nuestro último día juntos y tenemos que disfrutar eso, vamos a estar solo hoy juntos y solos. Mañana a las cinco de la tarde mi mamá estará en mi casa de nuevo y Asaiah en la suya.

Estamos en Michael’s. He logrado que él haya concedido venir y poder comer algo con muchas calorías como unas hamburguesas. Aunque la verdad todos los días que hemos estado juntos me he dado cuenta de que él como demasiado, a pesar de todas sus estrictas reglas respecto a la comida, no impida que coma lo que coman quince personas normales. No lo sé es raro.

-Oye. –Lo llamé.

-¿Qué sucede?

-¿Has vuelto a pelear?

-¿En el Kill Jam? Sí. Es una manera de ganar dinero.

-Pero, tienes un trabajo, ¿no?

-Sí.

-¿Cuál es?

-Trabajo en un estudio de tatuajes.

-¿Eres tatuador? –Pregunté sorprendida.

-No. –Sonrió. –Yo, yo llevo las cuentas del lugar.

-Eres algo así como un contador.

-Sí.

-Entonces, eres bueno para las matemáticas.

-Ah, no me gustan, pero se me facilitan y puedo manejarlas bien. Me han dado trabajo.

-¿Y te pagan bien?

-Trabajo en un buen estudio de tatuajes. Sí, me pagan bien. Pero siempre es bueno conseguir más dinero.

-Por eso las peleas y las carreras.

-Sí.

-¿Si ganas bien, para que quieres ese dinero de esas cosas?

-Porque no quiero que me falte nada. Viví carencias toda mi vida y ahora quiero estar bien.

-Oh. –Le di el último trago a mi limonada.

-¿Terminaste?

-Sí.

-Bien, vámonos.

Nos levantamos de la mesa y antes de que pudiera sacar mi dinero, Asaiah pagó la cuenta con una sonrisa de triunfo en su cara.

Salimos al estacionamiento y una lluvia suave comenzaba a caer. Corrimos a mi coche para que Asaiah pudiera ponerle la capota. Nunca se la había puesto al auto y se veía bien. Costó un poco de trabajo sacarla porque estaba un poco atorada pero en el momento que cubrimos el coche la tormenta comenzó y entramos al auto sanos y secos.

Llegamos rápidamente a mi casa y la tierra del terreno se había vuelto lodo. Corrimos hasta entrar donde la casa permanecía tibia y seca. Subimos a mi cuarto y me quité los empapados zapatos.

-Esta es nuestra última noche. –Dijo con un tono distante.

-Lo sé. –Dije.

-Te voy a extrañar. –Dijo con un hilo de voz.

-Yo igual, me acostumbre a mi cama contigo.

-Ven.

Me tendió la mano y al aceptarla me apretujó contra él.

Nuestra ultima noche. Estoy sola en mi casa, con mi novio y mi madre no llegará hasta mañana. Tengo diecinueve años. Es el escenario deseado de cualquier adolescente. Y si fuera Clarisa ella no desaprovecharía esta oportunidad. ¿Cuándo se va a repetir esto?

Metí mi mano por debajo de su playera oscura para tocar su abdomen perfectamente marcado. Sus labios se fueron a mi cuello y me levantó en brazos. Hasta depositarme en la cama.

-Es nuestra última noche juntos. –Repitió.

Y pude sentir como me necesitaba detrás de la tela.

Lo que pasó antes, en mi sueño y después de él. Se repitió. Volvimos a ser uno. Fui poseída por él de una manera que mi mente no hubiera imaginado jamás. Llevó mi cuerpo al límite hasta que ambos llegamos al límite y caímos agarrotados uno encima del otro.

Desperté sin abrir los ojos. Me pesan aun. Me siento cansada y entumecida pero contenta. Algo pasa mi espalda desnuda, son los dedos de Asaiah que hacen figuras abstractas en mi espalda.

Estoy sobre mi pecho, con la cara de lado y mis brazos debajo de mi almohada. Giré mi cara para verlo y me lo encontré con una sonrisa vibrante. Me dio un beso en l nuca y siguió pasando sus dedos por mi columna.

-Buenos días, Cure. –Me dijo en un susurro.

-Hola. ¿Cuánto tiempo llevas despierto? –Pregunté.

-Lo suficiente. –Sonaba relajado. –Esta semana se pasó muy rápido.

-Más de lo que hubiera querido.

-Te voy a extrañar por las noches.

-Igual yo. –Nos quedamos en silencio por unos segundos, o minutos.

-Ven a vivir conmigo. –Abrí los ojos como platos.

-¿Qué? –Pareció que grité.

-Era solo una idea tonta. Sabía que me dirías que no. –Aún seguía jugando con sus dedos y aun sonreía.

-¿Es, en serio? –Pregunté.

-Me gustaría que vinieras a vivir conmigo, pero es mejor así. Sé que tu madre no te dejaría.

-Nunca lo haría.

-No importa, nada impedirá que te siga queriendo.

-¿Sabes qué hora es? –Cambié de tema.

-Las doce.

-Mierda. Mi mamá llega a las tres.

No me había dado cuenta de que él ya tenía unos pantalones puestos. Tomé la sabana que me tapaba de la cintura para abajo y me envolví en ella y entre corriendo al baño para tomar una ducha.

Estaba a punto de subirme a mi coche. Estamos afuera, despidiéndonos.

-¿Estás seguro que no quieres acompañarme? –Pregunté.

-No, está bien. Tengo muchas cosas que hacer. Ve con tu mamá. Te llamo más tarde.

-¿Seguro?

-Sí.

Me dio un beso en los labios y me ayudó a subir al coche. Arranqué y me fui a la dirección del aeropuerto. 

Me comienzo a sentir culpable. Nada de lo que ha pasado se lo podré contar a mi mamá porque es más que seguro que me castiga hasta los cincuenta años. Ahora me siento pésimo y como si hubiera abusado de su confianza. Lo hice, pero la verdad no me arrepiento de nada. He logrado una conexión con Asaiah que quiero que dure. No me arrepiento, es lo que me repito hasta llegar al estacionamiento.

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