La busca problemas y el medio...

By addictedtopunk

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Abeill es una chica mitad muggle, mitad mago. Decidida a conocer cada centímetro del castillo de Hogwarts, su... More

Halloween
El retrato de Percival Pratt
3 Primero de Noviembre
4 El pasadizo de las faltas
5 Jueves antes de la luna llena
6 Música
7 Wingardium Leviosa
8 Sala de trofeos
9 Parte de crecer
10 Caramelos explosivos
11 Vacaciones
12 Enero
13 Lizarraga el investigador
15 El protegido de Slug
Epílogo
~Contenido adicional~
Agradecimientos y comentarios

14. 27 de Enero

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By addictedtopunk

―Lo voy a probar.

―¿Qué cosa?

―¡La poción!

Violet lo miró escandalizada.

―Y tú se la darás.

―¡¿QUÉ?!

―Escucha...

―¡No, tú escucha! –insistió Violet- Slughorn dijo que el acólito es muy, muy peligroso de usar. Si no se mezcla con cuidado, puede matar de manera dolorosa. ¿Quieres eso?

―¡Estoy seguro de que hice esto bien!

Se hablaban en susurros, temerosos de que alguien los escuchara. Abi había ido al baño antes de la cena, y Wallet llegaría en cualquier momento, así que Simon tenía que darse prisa antes de que se sentasen en las mesas a comer.

―Por favor, Violet...

―¡No!

―¡Violet!

―Hola, Simon.

―¡Abi!

Violet lo miró con los ojos muy abiertos y las cejas inclinadas hacia abajo. No se le ocurriría pedírselo a Abi ¿O sí?

―Quiero hacerle una broma a David... Me preguntaba si...

Violet lo miró, indignada.

―¡Te lo prohíbo, Simon! ―a Simon se le pusieron las orejas rojas.

―No eres nadie para prohibirme esto.

―Es peligroso.

―No, no lo es. Ya lo probé.

―¿Cómo que lo...?

Abi pasaba la mirada entre sus dos amigos mientras se respondía. Sentía que estaba viendo un partido de tenis.

―Me comenzó a dar Potilugos y se me quitó con eso.

―¡Simon, no es seguro!

―¡Es seguro! Mi teoría está bien.

―¡No! CREES que está bien, no hay manera de...

―¿Tenías Potilugos? ―dijo Abi.

―¡Sí hay manera, y es probándola?

―¿De qué se supone que están hablando? ―exigió al fin la chica.

―¡De nada! ―respondieron ambos al mismo tiempo. Abi apretó sus pequeños puños y alzó la cabeza.

―¡Está bien que no me quieran decir! Pero yo no tengo la culpa de... lo que sea que esté pasando. Idiotas.

Se alejó varios asientos de ellos, justo cuando apareció Wallet.

―Oh ¿Todo bien?

―Sí, Bram, Vamos a comer.

―Nos vemos, Simon. ―se despidió Bram, un poco incómodo por la obvia discusión que había tenido su novia.

Simon se quedó allí, sintiéndose estúpido. Tenía un frasco pequeño de poción blanquecina que olía a cloro, escondida en el puño. Se sentó junto a Abi.

―Vete de aquí, Lizard.

―Lo siento, Abi. No debí gritarte. ―ella como toda respuesta le golpeó en el brazo― ¡Au! Lo siento.

―¿De qué rayos hablaban?

―No te quiero decir ahora ¿sí? Es complicado.

―No tenías Potilugos, no te vi con ojeras, y menos azules, en ningún momento.

―Sí tenía, tenía todos los síntomas. Pero después de un experimento, se me quitó.

David interrumpió su conversación, sentándose frente a ellos. La comida apareció cuando se sentó.

―¡Mi madre está mejor!

―¿Qué?

―¿En serio? ¡Qué bueno, Dave!

Simon aprovechó para servirles jugo de moras a los tres, y de manera muy cuidadosa echó la poción a la copa de David, dejándosela cerca. Comió como si nada, y estaba alegre por la noticia de la señora Renuel, pero miraba constantemente a su amigo, hasta que tomó un larguísimo trago de jugo. Simon casi contuvo la respiración igual que él.

―¿Qué pasa?

―Ah... uhm... pusiste una cara rara.

―Es que el jugo... me supo muy extraño.

―¿Sí? ―Abi tomó del suyo―.Yo no siento nada.

―Abeill, tienes la boca llena de carne, no vas a sentir nada raro si...

Simon suspiró, totalmente aliviado de que David no se diese cuenta... y no se muriera al instante, también. Estaba un noventa y nueve por ciento de que no pasaría nada malo, pero estaba tan ansioso de que su amigo mejorase...

El resto de la comida sintió la mirada acusadora de Violet penetrándole la nuca.

• • •

―¿Quería hablar conmigo, profesor?

―Sí, Lizarraga... perdona que te llame a esta hora.

―Está bien.

―Tienes una hora para estar en la cama, no te retendré demasiado tiempo.

Simon dejó su mochila junto al escritorio del profesor Black, cuando se sorprendió que, junto al estante, parcialmente tapado por su sombra, estaba el profesor Neuffert.

―Ah, profesor.

―Hola, Simon.

Se sentía confundido de que Neuffert se quedase allí, paseándose por el despacho mientras Black se sentaba tras la silla. Los miró a los dos, un poco intimidado. Black le ofreció a Simon un pequeño tazón de vidrio lleno de caramelos y lo invitó a sentarse frente a él.

―Sírvete. A ver, Lizarraga. Recordarás sobre... lo que me comentaste en noviembre ¿verdad?

―¿En...? ―¿Qué se supone que le había comentado? Black alzó las cejas, y se acordó de inmediato, pues había alzado las cejas también en esa ocasión―. Ah... sobre... sobre mi tío.

«¿A qué viene eso ahora?»

―Sí. Discúlpame por ser... bocón en ese aspecto, pero no le comenté a nadie de tu situación, salvo al profesor Neuffert. Verás, él fue un auror por unos pocos años, y se dedicó por un tiempo a tratar con hombres lobo. Es por eso que le pregunté algunas cosas, esperando alguna respuesta que pudiera ayudarte.

Simon se sentía de repente, muy tenso. ¿Lo habían llamado por eso? Sin contar que ese día había luna llena, y estaba completamente nervioso de no estar presente para cuando saliese el satélite, quería ver los efectos de su poción. Quería comprobar que todo estaba bien, pero más que su trabajo, si David estaría mejor.

―Veo que no te ha gustado mi decisión, y la comprendo, Simon. De veras. Confiaste en que yo no dijera nada, pero quería saber si...

―Esto está muy mal, Corvus.

―¿Qué dices, Pascoe?

El profesor Neuffert tenía en las manos el libro y la agenda de Simon. Simon se levantó, ofendido y asustado de que tomaran sus cosas. No se dio cuenta de nada, vio su mochila abierta. Neuffert tenía la varita tras la oreja.

―¡Pascoe! No puedes tomar las cosas de un alumno sin...

―Sé lo que hago. Corvus. Siéntate, Lizarraga.

Simon se sentó, incapaz de pensar en nada. Había dos profesores, dos magos competentes frente a él, evaluando qué hacer. ¡No dejaría que se corriese el rumor sobre David!

―¡Usted tomó...!

―Por motivos no académicos, sino preventivos, señor Lizarraga ―dijo, sin dejar de leer―. La señorita Callahan me previno de que usted había...

―¡Violet! ¡Esa maldita Slytherin!

―¡Cinco puntos menos para...!

―BASTA. ¡Pascoe, déjale las cosas al chico de inmediato!

―Mira esto, Corvus ―dijo Neuffert, mostrándole el libro lleno de anotaciones, señalándole alguna línea.

Black tomó el libro con ambas manos, leyendo con rapidez. Neuffert leía también, a la vez que miraba a Simon. Black alzó la mirada, mirando a su alumno con una expresión asustada.

―¿Cuándo te hirió un hombre lobo?

• • •

―¿Qué tienes, David?

―No lo sé...

Abi lo convenció de ir a la enfermería, aunque él simplemente quería irse a dormir a su cama.

―Iré, pero ve a tu sala común, ya son casi las ocho.

―No importa.

―Sí importa... recuerda que Shelley descubrió ayer a Bolton y a su novia Ravenclaw en la noche en los pasillos. Ahora tienen una bonita línea en la espalda que recordarán por siempre por su noche romántica.

―Nosotros no vamos a una salida romántica. Además le diré a la señorita Shelter que me acompañe a mi sala común. Vamos, te ves muy pálido.

¿Y si fuera una salida romántica?

Abi ese día tenía un cintillo negro delgado, que le quedaba bien pues dejaba caer a ambos lados de su cara cascadas ordenadas de color naranja. Se había mandado a ajustar las túnicas como Violet, y se veía mucho más femenina que antes. No dejaba de ser la chica ruidosa y graciosa de siempre, y eso le encantaba mucho más que su nueva apariencia.

«No te hagas ilusiones, sólo te acompaña porque tienes un malestar estúpido».

Pero ¿y si no?

Abeill por su parte se sentía tonta, y obvia. No tenía por qué acompañarlo, David no estaba tan mal, simplemente se veía pálido y actuaba como si tuviese migraña. La luna se asomó tras las nubes e iluminó los pasillos por donde caminaban. Al cabo de unos segundos, David se aferró la cabeza con una mano.

―Agh...

―¿David? Vamos, no vayamos rápido, tranquilo.

―Es que... es que... ―gruñó dolorosamente, se apretujó la cabeza con ambas manos y cayó de rodillas.

―¡David! ¡DAVE! ¡ALGUIEN, AYUDA!

David se retorció en el suelo, gruñó como un animal, los colmillos le crecieron y su nariz se oscureció, Abi vio cómo el rostro le cambiaba rápidamente y se deformaba de una manera muy extraña, parecía que su cuerpo no se decidía, veía su rostro de chico gritar de dolor, pero al segundo siguiente tenía la nariz negra y la mandíbula alargada, casi como un perro. Abeill gritó, sin saber qué hacer.

―¡AYUDA!

Sacó su varita, quedándose a su lado e intentando sostenerlo. Pero se asustó de verdad cuando David rugió violentamente, y después de eso, se quedó inmóvil, mirando al techo.

―¡DAVID! ¡DAVID!

Pero David no le respondió.

• • •

― ¡NO PUEDEN HACER ESTO!

―¡Cálmate, Lizarraga!

Simon sacó su varita, sintiéndose totalmente en desventaja, pero tenía que hacer algo.

―¡No pueden enviarme a San Mungo! ¡No es...! ¡No lo entienden!

Black se veía sumamente molesto con Neuffert, quien torció la boca al ver a Simon apuntarle en el pecho.

―Tú eres el que no lo entiende. Estás infectado por la enfermedad, de alguna manera u otra no te transformas, pero según tus propias anotaciones tienes síntomas.

―¡Y creo que he hallado una cura!

―Es precisamente lo que dijo la señorita Callahan. Ahora, haz el favor de dejar de apuntarme con la varita, Lizarraga, o habrá peor consecuencia que quitarte unos cuantos puntos

Simon estaba sumamente dolido y enfadado con Violet. Justo después de hablar con él, ella había ido a buscar a Neuffert, el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras a partir del quinto año, para hacerle saber que Simon tenía una poción poco fiable casera para sopesar los efectos de la licantropía. Neuffert estuvo al tanto de inmediato que se refería a Simon, pues su amigo y colega Corvus Black se lo había comentado.

―¿Te tomaste esa poción? Hoy es luna llena, Simon ―dijo Black, poniéndose entre ambos. Pero ninguno suavizó la expresión―. No hagamos nada estúpido. Lizarraga, baja esa varita, anda. Te juro que no vamos a lastimarte, ni nada de eso. Sólo queremos comprender ―dijo mirando esta vez a Neuffert―. ¿Sí, Pascoe?

―Sí...

Simon bajó la varita lentamente, y la puso en su bolsillo.

―No eres un hombre lobo, Simon, pero no podemos ignorar sus efectos. Tú mismo has notado tu agresividad creciente en los días de luna llena ¿Qué nos aseguraría que no atacarías e infectarías a otros?

Un grito lejano los interrumpió. El despacho de Black se encontraba en la entrada del cuarto piso, el mismo donde estaba la enfermería.

―Ignora eso, seguro es Peeves.

Pero a Simon se le hizo familiar. ¿Por qué sentía que había escuchado tan mal?

―¿Están seguros...? Es que...

―Tal vez el Muffliato impide que escuchemos.

―¿El qué?

Neuffert pareció incómodo. Black lo miraba boquiabierto.

―¡Has aplicado un encantamiento silenciador en mi despacho! ¡Sin mi permiso!

―¿Y qué esperas que haga? Estamos hablando de algo delicado.

Simon sintió una fuerte corazonada, y aprovechó la oportunidad de que Neuffert estaba de espaldas, se levantó, dejando su mochila y sus cosas allí y salió corriendo hacia la puerta.

―¡Petrificus tot-!

―¡Impedimenta!

El hechizo fue preciso y fuerte, y golpeó a Neuffert en el pecho, haciéndolo tambalearse. Black estaba horrorizado y apenas sacaba su varita. Simon salió del despacho, corriendo hacia cualquier parte sin pensar qué hacer. Dobló por el pasillo, volteando a mirar atrás. Escuchó los pasos de los profesores siguiéndolo, y chocó con alguien. Alguien alto que lo atrapó.

―¡Chico! ¿Estás bien?

Simon reconoció al profesor Dumbledore.

―¡Profesor! ¡E-e-es...!

―¿Quién gritaba? ¿Eras tú?

Nuevamente escucharon otro grito, esta vez muy nítido.

―¡DAVID!

―¡Esa es Abi!

Dumbledore no respondió, sacó su varita y corrió con una energía que Simon no esperó que tuviera, tenía la barba marrón larga, y era un profesor bastante mayor. Simon lo siguió sin dudarlo. Abi estaba con David, pero ¿Por qué gritaba? ¿Y si...?

Giraron nuevamente llegando al pasillo donde la escucharon gritar. Abi estaba en el suelo arrodillada frente a alguien que estaba en el suelo. Cuando se acercaron, Simon sintió el alma en los pies. Era David.

Dumbledore lo alzó, y corrió con él hacia la enfermería. Simon alzó a Abi y corrieron con él.

Fue una noche muy, muy larga.

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