El chico de arriba #1 | EN FÍ...

By MarieJenn

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Sentir algo por Kem Wood no está en los planes de Ruby Graham, no después de que él le arrojara agua desde su... More

Sinopsis
Personajes
01: El baldazo de agua
03: Apodos en vez de nombres
04: Palabras malentendidas
05: Amenazas vacías
06: Momentos incómodos
07: Pasando mucha vergüenza
08: Competencia en la mesa
09: Sin palabras
10: El alcohol nunca es bueno
11: El pasado vuelve
12: Querer retroceder el tiempo
13: Sensaciones inexplicables
14: Hallazgo en la basura
15: Votación de nombres
16: Sensación extraña
17: Esquivando personas
18: Agradeciendo el regalo
19: Fiesta arruinada
20: Abriendo los ojos
21: Juego de preguntas
22: Confrontaciones incómodas
23: Sensación en el pecho
24: Descubriendo la verdad
25: Corazón herido
26: Escapar de los sentimientos
27: Imposible escapar
28: Pequeña travesura
29: Noche de karaoke
30: Tensión en el aire
31: Cayendo en el engaño
32: Declaraciones incómodas
33: Amistades traicioneras
34: Verdaderos sentimientos
35: Búsquedas y encuentros
36: Cambios necesarios
37: Verdaderos sentimientos
38: Tarde agradable
39: Los borrachos dicen la verdad
40: Última noche
41: Plan de viernes
42: Locura total
43: Pequeña función
44: Papelones en la madrugada
45: Fuertes revelaciones
46: Sufrimiento
47: Soltar por amor
48: Aprender a perdonar
49: Noche de fiesta
50: Equivocaciones
51: Nada de chicos
52: Es el destino
Epílogo
Extra #1: Todo en familia
Extra #2: Reecuentro
Extra #3: Revelación
Extra #4: Como la primera vez
📚 EN FÍSICO POR PENGUIN RANDOM HOUSE 📚
• Segunda parte: "La chica de abajo"

02: Ofrenda de paz

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By MarieJenn


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Cuando entré a casa lo primero que hice fue esconder la cubeta de plástico en el pequeño armario de limpieza afuera de la lavandería y luego entré a la cocina con expresión seria, tratando de no parecer culpable; mi mamá me esperaba allí, mirándome como si supiera exactamente lo que había hecho. Tenía las manos ocupadas porque estaba preparando lo que parecían bizcochitos, metiéndolos en el horno.

—¿Hablaste con el vecino? —preguntó limpiándose las manos en su delantal celeste. Su cabello marrón igual al mío estaba anudado en lo alto de su cabeza. Me mostró una sonrisa satisfecha.

Mamá amaba hacer postres y pasteles, era uno de sus pasatiempos favoritos y a mí me encantaba ayudarla cada vez que hacía. Solo que en esta ocasión había desistido solo para cometer mi venganza. Y no había salido tan bien como lo esperaba.

—Sí —respondí sin mucha convicción.

—¿De verdad? —Mamá parecía muy sorprendida. Ella sabía lo tímida que era, pero hoy estuve más abierta que nunca; no había titubeado ni un poco al hablar con ese chico. Estaba un poco satisfecha conmigo misma, aunque mi verdadero cometido no se hubiera realizado. Ahora debía ahorrar el dinero que me daban mis padres para comprarme el libro. Mientras tanto, dejaría que se secara en el sol, y si eso no funcionaba lo leería online.

—No me pagará mi libro. Ese idiota lo arruinó y no me quiere comprar otro. Dijo que volviera a su casa más tarde o mañana, pero sé que es mentira... —Me di cuenta que cometí un error cuando mamá gritó de alegría.

—¡Genial! —Señaló el horno—. He hecho unos bizcochitos bien ricos para regalárselos a los nuevos vecinos. Puedes ir tú.

—No —refunfuñé, negando con la cabeza e implorando con mi mirada—. Ni loca volveré allí.

—Ruby... —me regañó—, son nuestros nuevos vecinos. Debemos darles la bienvenida.

Yo ya le había dado la bienvenida al tal Kem, arrojándole un balde con agua. Estaba segura que ya no quería nada más de mí, ni siquiera los bizcochitos deliciosos que mi mamá preparaba. Apuesto que iba a aventármelos a la cara si se los regalaba. O tal vez los pisoteara. Cualquier cosa que fuera para vengarse. Había visto en sus ojos el mismo odio que sentí yo cuando observé mi libro mojado y arruinado.

Kem iba a cobrárselas, de eso estaba segura.

—Tal vez deberías dárselos tú, mamá, ya que tú los preparaste.

Me miró con una sonrisa conocedora.

—Nuestros nuevos vecinos tienen tres hijos de tu edad, tal vez deberías ir allí y hacer amigos. Trata de olvidar el asunto del agua y conócelos mejor. —Se encogió de hombros—. Pueden ser amigos e ir al cine o salir a pasear un poco. Solo conoces a Amber, ya es hora que hagas más amigos. ¿Qué mejor oportunidad que ésta?

En realidad era la peor oportunidad, pero no iba a discutir con mi madre. Era una pérdida de tiempo.

—Como sea, mamá —acepté reacia, sin otra salida—. Cuando estén los bizcochos me avisas.

Me alejé de la cocina para leer en mi habitación, pero cuando me acerqué al balcón vi el desastre que el agua había ocasionado. Mi precioso libro de tapa dura estaba todo mojado, seguía sin secarse a pesar de haberlo dejado bajo el sol. Las páginas se encontraban todas arrugadas. Mi desilusión se hizo enorme.

Ese idiota de Kem era el único culpable.

Mientras más lo pensaba, más segura estaba de ello. Tal vez habría parecido confundido, pero eso solo afirmaba su culpabilidad. Además, ¿por qué su hermana habría mentido? Ella fue quien me dijo que había sido Kem el culpable. Lo había delatado. Eso me tenía que bastar.

Cuando mamá apareció en mi habitación, fue para avisarme que los bizcochos ya habían salido del horno. Por muy reacia que estuviera a ir a la casa de los vecinos, nada podía salvarme de esta situación. Tenía que obedecer a mi madre a toda costa porque era probable que si me negaba una vez, sería ella misma quien me jalara de las orejas hasta la puerta de Kem y aumentar mi humillación.

Cogí la bandeja que mamá me tendió con una sonrisa.

—Ya están fríos, así que llévalos cuanto antes. —Me sentía como una niña siendo forzada a hacer amigos en el jardín de infancia.

Mierda. Realmente iba a volver a ese apartamento.

Había pasado solo una hora y yo rogaba para que Kem no estuviera. Al parecer iba a salir y esperaba de corazón que lo hubiera hecho.

—Ya vengo, mamá —dije con retintín en mi voz para que pareciera alegre, cuando realmente estaba molesta.

Mi mamá me palmeó el hombro al pasar mientras se quitaba del cuerpo el delantal para hornear. Me había cambiado de ropa minutos atrás a algo mucho más cómodo que un vestido, ya que estaba por anochecer escogí ponerme un short veraniego y una camiseta sin mangas. Mi cabello estaba anudado en lo alto de mi cabeza; esta era mi ropa usual para estar en casa antes de dormir.

Con las pintas que estaba subí al apartamento de arriba y toqué el timbre. La bandeja en mis manos contenía diez bizcochitos con chocochips, todos elaborados por mi mamá. Estaba tentada a comer uno pero mamá sabiamente había hecho más para comerlos en la familia. Papá y yo éramos fans de sus postres, especialmente de estos bizcochos que eran su especialidad.

Esperé unos segundos más antes de que abrieran la puerta.

Joder.

Mi sonrisa elaborada pasó a ser una mueca de rabia.

—¿Tú otra vez? —pregunto Kem mirándome con diversión. Lo primero que vio fueron los bizcochitos en la bandeja y luego giró el rostro fuera de la puerta buscando algo—. ¿Ya no traes agua para tirarla de nuevo?

Entrecerré mis ojos.

—Si tanto quieres que te arroje agua de nuevo, espérame un ratito que ya vuelvo.

—No hace falta —contestó luego de rodar los ojos—. Una vez fue suficiente.

—Ni que lo digas —murmuré recordando mi libro mojado.

Nos quedamos en silencio un rato, nivelándonos con la mirada. De toda su familia, solo él podría haberme abierto la puerta. Gracias, joder.

—¿Qué te trae de nuevo por aquí? —preguntó.

Al parecer no había nadie más en su casa porque todo se oía en silencio.

Levanté mi bandeja de bizcochitos.

—Mi mamá ha horneado esto para ti y tu familia. —Se la tendí, pero él no hizo amago de tomarla, sino que me miró con extrañeza.

—¿Prepararon bizcochitos para nosotros? —Asentí. Kem hizo una mueca—. ¿No tendrán un ingrediente extraño no? ¿Veneno tal vez?

Fue mi turno rodar mis ojos.

—No tienen nada, están muy buenos. Mi mamá los hace deliciosos.

—Permíteme dudar de ti.

—¿De verdad crees que tienen algo? —Cuando asintió firmemente me reí—. Te juro que no tienen nada. Mira esto como una ofrenda de paz. Estamos a mano, ya no quiero más problemas. Toma, coge la bandeja.

Kem estaba tan reticente que solté un suspiro de frustración.

Tomé un bizcocho de la bandeja y le di un mordisco. Mastiqué lentamente bajo su atenta mirada mientras sentía la deliciosa esponjosidad en el interior junto con la nutella. Creí haber soltado un sonido de disfrute de tan rico que estaba y con unos bocados más me lo terminé.

Él seguía mirándome, pero esta vez con entretenimiento.

—Parece que están muy deliciosos. —Fueron sus primera palabras.

Asentí.

—Y no me morí, así que no tienen veneno. ¿Viste? —Volví a entregarle la bandeja—. Ahora tómalos y dáselos a tu familia, son de parte de mi mamá.

En vez de tomar la bandeja, tomó un solo bizcochito. Lo puso en su boca y mordió un pedazo. Sus cejas se alzaron al masticar.

—Realmente está delicioso —dijo entre bocado y bocado. En menos de un minuto ya se lo había terminado—. Tu mamá hace unos increíbles bizcochitos.

De un momento a otro sentí que ya no estábamos hablando más de bizcochitos, sino de otra cosa. Le tendí la bandeja por tercera vez y por suerte me la recibió. Quería salir de allí cuanto antes.

—De nada —dije retrocediendo para irme—. Uh, tengo que volver a mi casa, adiós.

—Adiós —se despidió.

Oí su risa detrás de mí mientras bajaba las escaleras tan rápido que me sujeté del pasamanos para mayor estabilidad. Algo en su mirada me hacía sentir consciente de mi cuerpo, y del suyo. Como una corriente que me invadía cada vez que sus ojos verdes miraban directamente los míos.

Era una calidez que no quería sentir, así que escapé.

* * *

Un par de días después, mi mejor amiga, y vecina mía también, anunció que haría una fiesta. ¿El motivo? Las clases comenzaban el próximo lunes y solo nos quedaba este fin de semana libre.

Conocí a Amber hace varios años atrás, cuando éramos pequeñas y salíamos a jugar todos los días desde que ella y su familia se habían mudado. Como yo era la única niña en el edificio, nos hicimos grandes amigas y hasta el día de hoy éramos inseparables. Íbamos al mismo colegio y parábamos juntas siempre que podíamos. Sabíamos todo la una de la otra, éramos confidentes y compartíamos secretos constantemente. Ella era como la hermana que nunca tuve.

Yo ya le había contado sobre el incidente con el chico de arriba y ella sólo se había reído.

En ese instante no me pareció para nada gracioso, pero ahora que lo pensaba mejor, luego de algunos días, sí lo era. Aun así no dejaba de estar furiosa, porque al fin y al cabo, él era el culpable de haber arruinado el preciado libro que estaba leyendo.

Amber no opinaba igual, decía que debíamos ser sus amigas y, de paso, ella lo aprovecharía. Amber y Ada, su hermana, lo habían conocido días atrás y a ambas le parecía el chico más guapo que habían visto. La verdad es que lo era, pero aun así no dejaba de ser un imbécil. Y eso contrarrestaba todo su atractivo.

El asunto aquí era que Amber había organizado una fiesta para el día siguiente, aprovechando la salida de sus padres para dar una pequeña celebración de bienvenida al nuevo semestre en el colegio. Yo estaba segura que ese no era su único motivo, apostaba que la fiesta era una excusa para invitar a nuestro vecino y coquetear con él. Conocía a Amber y sabía cómo actuaba con chicos guapos alrededor. Se volvió un poco loca, tal y como su hermana.

Todavía le había pedido permiso a mis padres, pero estaba completamente seguro que ellos me dejarían asistir a su fiesta. Ellos conocían a Amber desde hacía años y la apreciaban, estaban contentos con que yo fuera su amiga. Sí, era obvio que mis padres no conocían a la verdadera Amber, la alocada amiga que siempre hacía travesuras o se metía en problemas.

Amber había bajado a mi departamento para llevarme a rastras al suyo, no literalmente, pero tuvo que insistirme mucho para ir. Quería que viera los nuevos vestidos que había comprado y, de paso, ayudarla a escoger uno para la fiesta de mañana. Sus padres estaban de viaje y la habían dejado con su hermana mayor. Gran error, porque su hermana, tres años mayor que nosotras, era mucho más alocada que Amber; tenía veinte años pero se comportaba como una adolescente. Yo no le caía muy bien, pero no podía hacer nada, era la hermana de Amber y tenía que soportarla.

Ya en la habitación de Amber, ella sacó sus tres últimas compras colocándolas sobre la cama. Su cabello negro estaba sujeto en una cola de cabello ordenada. Parecía muy emocionada por escoger un vestido.

—He comprado estos tres vestidos para escoger. Quiero verme bien, pero que parezca que no me arreglé mucho, ¿entiendes? —preguntó ella, mirando sus atuendos colgados en el perchero. Ya estábamos así hace varios minutos, ella no podía decidir qué ponerse.

Cogió el vestido negro de la derecha y unos tacones altísimos de su armario, éstos eran del mismo color del vestido. Combinaban bien porque eran abiertos, casi perfectos para la estación de verano. El problema era la altura de aquellos zapatos.

—Son altísimos, ¿podrás caminar con ellos? —La plataforma era tan grande que si yo me los pondría, caería ni bien ponérmelos. Jamás había usado tacones tan altos. De solo verlos me daba vértigo.

—Claro que sí, no son tan altos —señaló con un encogimiento de hombros. Me estremecí al verla calzándose en ellos.

—¿Están bien éstos? —Dudó mirando el vestido y caminando con sus tacones como si nada.

Me encogí de hombros.

—Me gusta mucho el vestido, creo que ese es el correcto —respondí con franqueza. Era uno negro con pequeñas lentejuelas en el escote. La parte trasera era descubierta hasta la mitad de la espalda, y la falda le llegaba hasta la mitad de los muslos, lo sabía porque se lo había puesto minutos antes para ver cómo le quedaba. De hecho, se había probado los tres vestidos y me había hecho la misma pregunta dos veces. Estaba empezando a aburrirme verla probarse vestidos.

Me eché sobre su cama mirando el techo.

Asintió.

—Sí, creo que tienes razón. Me pondré este —replicó satisfecha y sonriendo. Sus ojos brillaban de emoción. Se le notaba súper feliz por la fiesta—. ¿Tú que te pondrás?

La verdad no tenía ni idea de que me pondría, pero no era una preocupación para mí. Mañana por la noche, antes de la fiesta, escogería un vestido de mi armario y me lo pondría. Nada tan sofisticado ni elegante como los vestidos que poseía Amber, pero sí suficiente para una fiesta en la que todos terminarían borrachos y nadie se daría cuenta de mi vestimenta.

No era la primera vez que ella hacía fiesta en su casa, y siempre que hacía una venían nuestros compañeros de la secundaria. Algunos de ellos invitaban a sus amigos y al final de la noche ya no se podía ni respirar por la cantidad de gente. Los departamentos de este edificio eran grandes, pero no como para que hubiera más de treinta personas en un mismo espacio. Así que la fiesta se alocaba y luego era un caos.

Cuando aquello ocurría era mi señal para irme. Mañana no sería para menos.

Amber se quitó los tacones de una patada y se sentó a mi lado en la cama. Sentí su mirada penetrante en mí, la miré con temor. Cuando Amber estaba muy callada era porque quería decir algo y no sabía el cómo. La conocía tanto que me preparé para ello.

—Hoy hablé con Dan —dijo.

Mentalmente gemí.

Dan era mi ex novio. Y también el mejor amigo de Amber. Era una completa mierda nuestra amistad porque Amber era mi mejor amiga, pero también era la mejor amiga de mi ex. Nuestra situación había funcionado bien cuando Dan y yo estábamos juntos, pero luego de nuestra ruptura las cosas entre Amber y yo empezaron a enfriarse. Ella estaba en un limbo, entre la espada y la pared, no sabía a quién apoyar o cómo hacer para mantener una estabilidad. Y no podía culparla, conoció a Dan antes que a mí y fue su primer amigo antes que yo.

Pero Dan me había hecho mucho daño y eso ella tampoco podía ignorarlo.

—No quiero hablar de él —murmuré colocando un brazo sobre mi rostro, escapando de su mirada.

—Es importante, Ruby. —Por su tono de voz, temí lo peor.

Me levanté poco a poco para ganar tiempo mientras trataba de no mostrar mi dolor.

—¿Qué es tan importante sobre Dan?

No parecía querer decírmelo, se tomó su tiempo para hablar. Aquellos segundos me parecieron eternos. Aunque no quería insistir, prefería que no hiciera esto tan eterno y lo soltara de una vez. Me estaba poniendo nerviosa.

Amber puso una mano sobre mi la mía. Sus ojos marrones me miraron con cierto temor y disculpa.

—Va a regresar.

—¿Qué? —pregunté sin aliento.

—Volverá a vivir con su mamá, vendrá aquí, al edificio.

¿Aquí? ¿Al edificio? Eso era algo... imposible. Y a la vez no.

Dan se había mudado hace un año para irse a vivir con su papá luego del divorcio entre sus padres. Pero ahora..., ahora iba a volver.

Para vivir aquí, de nuevo. Como en los viejos tiempos.

Mierda.

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