Y si te enamoras de mi

By Urbina2016

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Ella es una joven migrante latina que se radica en los Estados Unidos por razones de seguridad. Su principal... More

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Parte 2
Parte 3
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte sin título 11
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Parte sin título 13
Parte sin título 14
Parte sin título 15
Parte sin título 16

Parte 4

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By Urbina2016

Edward se retiró a su habitación y se lanzó sobre su cama. Había finalmente cerrado otro capítulo de su vida y la verdad es que no se sentía tan mal como en algún momento lo consideró. Hasta se extrañó de sentirse relajado y más liviano de peso.

Estaba meditando sobre sus últimos días, cuando su IPhone le avisó que un nuevo correo había llegado.

Se lo sacó del bolsillo, vio el remitente que decía: Vicente Martínez & Cía. y ató cabos, diciéndose para sí:

-Es la hoja de vida de Florencia-

Y, en efecto. Ahí estaba el archivo. Lo pulsó y el documento se desplegó. Ahí estaba, al inicio, la foto de Florencia.

-Bella-, se dijo Edward.

Y luego leyó detenidamente su hoja de vida: era Ingeniera Industrial con una maestría en Administración de Empresas. Hablaba inglés, portugués y español. Su carrera profesional la había desarrollado, en su mayoría, en el ámbito privado y principalmente en una empresa hotelera en el ámbito de las telecomunicaciones.

-Buen punto a su favor-, dijo Edward.

Continuó leyendo y se percató que luego había tenido un ascenso en esta cadena de hoteles llegando a ocupar la jefatura de gerencia de ventas. Pero algo que llamó su atención fue que su última experiencia laboral era en el negocio familiar, en el área de ventas, pero en los años reportados no aparecían más de dieciocho meses y no se encontraba qué había hecho durante ese tiempo.

Edward se quedó pensando en ese desfase de fechas pero se resignó a que, con la investigación que le había pedido a Mauricio, esas dudas quedaran despejadas. De todas maneras, se levantó de la cama, fue a su impresora, conectó su IPhone e imprimió el documento. Él sabía que en la cena de esa noche lo iba a necesitar.

Al tenerlo impreso lo depositó en su maletín de cuero y lo cerró. Tomó nuevamente su IPhone, verificó la hora y eran casi las cinco de la tarde. Tocó el nombre de Florencia y sonaron tres timbrazos. Al cuarto, la voz inconfundible de Florencia, contestó:

-Hola-

-Florence, ¿cómo estás?-.

-Bastante mejor. Le agradezco me haya prestado su hombro para llorar ayer. Tenía que hacerlo algún día-. Le contestó Florencia.

-Ya sabes. Me alegra mucho saber que te sientes mejor. Quería saber qué harás mañana al mediodía. Quería invitarte a almorzar-, le dijo Edward.

-Gracias, le respondió Florencia, -pero estoy en la ciudad de Pinole con unos tíos y regresaré mañana a mi apartamento-.

Edward se quedó callado. Nunca le había gustado que nadie le diera excusas que no fueran valederas y mucho menos que éstas vinieran de algo o alguien que realmente le interesara. Así que le dijo:

-Pinole es una ciudad muy linda. Cerca de ahí se encuentra un restaurante en el que venden cangrejo. Podemos encontrarnos ahí al mediodía y yo te traigo de regreso a la ciudad. ¿A qué hora nos vemos Florence?

Florencia se quedó pensando un rato y guardó silencio. Realmente admiraba la forma en que Edward la dejaba sin excusas. Al buen rato le contestó.

-Veámonos a las doce y treinta. ¿Le parece?

-Perfecto, hasta mañana. E insisto: si tienes una emergencia, por favor, no dudes en llamarme que Mauricio o yo podemos ir por ti. ¿Me lo prometes?

-Sí, señor Morgan-. Le dijo ella.

Edward colgó de inmediato por temor a algún arrepentimiento por parte de ella.

Después de esa llamada se duchó por un buen rato.

Luego se vistió y tomó su móvil para llamar a Tomás Craig, quien era el gerente de recursos humanos de su compañía.

El teléfono de Tomás sonó tres veces, a la cuarta cuando Edward estaba por colgar, Tomás contestó y casi gritó:

-EDWARD, ¿a qué debo el placer que me llames?

-Tomás, espero no interrumpir nada personal pero la verdad es que como casi nunca te llamo quiero pedirte un favor-.

-Lo que digas, jefe-; le bromeó Tomás.

-Mira-, le dijo. -el lunes llegará una chica que se llama Florencia Martínez, es una latina con un impresionante currículo en su país. Sé que en este país las cosas son diferentes pero te pido que le hagas todos los exámenes y que por favor la consideres para incorporarla de inmediato a la compañía. Mira tú donde estamos un poco faltos de personal y toma la mejor decisión para su incorporación rápida-.

Tomás se quedó meditando en las palabras de Edward. Primero porque nunca le había llamado para pedirle o indicarle algo y segundo porque la candidata era latina y venía recomendada por él, cosa que nunca había hecho con anterioridad.

-¿Tomás, me has escuchado?-, quiso saber Edward.

-Sí, perfectamente.

-Entonces, ¿por qué no me has contestado?

-Bueno, me tomas por sorpresa pero la verdad es que sí contamos con puestos de trabajo vacíos que podemos completar con buenos candidatos. Yo la espero y te mantengo informado de cómo van las cosas con ella ese mismo día. ¿De acuerdo?

-Perfecto, cuídate y nos vemos el lunes-. Finalizó Edward.

Luego de hacer esa llamada, tomó el teléfono de su apartamento y llamó a la portería, al lobby y a todos los accesos del lugar para prohibir la entrada de Laura. Lo último que deseaba era continuar dándole largas a ese tema.

Se preparó para irse a la casa de sus padres. Y se vio al espejo. Comenzó a meditar en todas las posibles palabras que tenía que decirles para convencerlos sobre la entrevista de Florencia.

Bajó al estacionamiento con su maletín de cuero. Llevaba unos jeans color azul. Una camisa rallada de colores pasteles. Botas café. Y abrigo de antílope color café. En vez de optar por la camioneta se dirigió a su Audi sedán color gris y se sentó al volante. Arrancó el motor y se dirigió por toda la ciudad hasta la casa de sus padres.

Al llegar, su madre fue la primera que salió a su encuentro. Cuando se bajó del coche, su madre lo abrazó y lo colmó de besos. Le dijo que lo notaba delgado y le preguntó si se estaba alimentando bien. Al entrar, su hermana Jennifer corrió hacia él y le dio un fuerte abrazo.

Su padre, como siempre, lo saludó con un fuerte abrazo. Así mismo salió a su encuentro su nana Sara, que a su edad, aún seguía sirviendo a su familia.

Después se sentaron en la sala. Hablaron de fútbol, de básquetbol y de la escuela de Jennifer, que ya casi se encontraba por salir del High school.

Luego su padre como buen inquisidor, le hizo la pregunta que todos esperaban, incluyéndolo a él:

-Bueno hijo, ¿de qué quieres hablar?-, preguntó secamente Matheo enfrente a su mujer e hija.

-Mira padre, he conocido a una persona que podría incorporarse a la empresa en algunas de las plazas vacantes con las que contamos en la actualidad. Entiendo perfectamente que debemos pagar el derecho a piso y que todos comenzamos desde abajo pero creo que es el momento para darle la oportunidad a ella-. Finalizó Edward.

Rosemarie, esbozó una sonrisa. Sabía que la premura de su hijo de venir a comer con ellos se debía a la existencia de alguien. Pero aún con ese enorme placer concedido prefirió callarse y esperar que su marido continuara el tema.

Matheo, se quitó las gafas y dijo:

-¿Edward Morgan, recomendando a alguien?

Edward no dejó de sentirse un poco molesto por el comentario de su padre pero trató de disimularlo. Se agachó y tomó su maletín, lo abrió, sacó la hoja de vida y se la dio a su padre.

Matheo se colocó de nuevo los lentes y comenzó a leer en silencio el documento. Sus ojos se abrían cada vez más, según avanzaba la lectura y se abrieron por completo al llegar a las referencias personales: todas eran de empresarios extranjeros del país de Florencia, con los que ellos, más de alguna vez, habían cerrado negocios.

-Interesante, dijo Matheo y le pasó las páginas a su mujer.

Rosemarie tomó el documento y leyó con asombro y en voz alta el nombre de Florencia Isabel Martínez Dueñas y agregó:

-¡Pero si es la sobrina de Vicente! Bien dije yo que esta muchacha no era sólo para la limpieza.

Todos, incluyendo Matheo la volvieron a ver.

-Edward, puedo preguntarte: ¿cuál es tu interés en que ella entre a la empresa?

Lo sabía dijo para sus adentros Edward. Él sabía que esa era una de las clásicas preguntas que le iba a hacer su padre.

-Ella habla perfectamente, tanto el español como el inglés y nos puede ayudar para las próximas negociaciones que tendremos con algunos de los empresarios latinos. Además ha estado expuesta a lo que es nuestro giro del negocio por lo que no le será desconocido, ni las actividades a realizar así como la jerga que se maneja.

Matheo lo miró fijamente a los ojos queriendo averiguar cuáles eran las verdaderas intenciones de su hijo pero Edward desvió la mirada para esquivarlo. Miró a su madre, quien no le había quitado los ojos de encima y ambos se pusieron a reír.

-Es una chica guapa, dijo Jennifer.

Todos la volvieron a ver.

Matheo se dirigió de nuevo a Edward y le dijo:

-Deberá comenzar desde abajo, hijo. Yo la colocaría de entrada en la recepción para que ayude a Ramona y de esa manera conozca todas las áreas de la compañía así como su funcionamiento. Si en tres meses se observa que las maneja, podría considerársele para cambiarla. Esa es mi opinión.

-Pero padre, ¿no crees que estaríamos desperdiciando un buen elemento?

-Tal vez - le dijo Matheo- y agregó: -pero una buena parte de todos los empleados han pasado por ahí. Incluyéndote a ti y no por eso pienso violar esa regla.

Edward no pudo seguir argumentado, primero porque su padre tenía razón y segundo porque iba a quedar claro otro tipo de interés el cual él no quería que aflorara por ese momento.

-Gracias amor, le dijo Rosemarie. Yo siempre le dije a Vicente que esa chica tenía potencial. Sé que lo sabrá hacer bien.

-¿Cómo la has conocido, Edward?-, quiso saber su madre.

Pero Edward contestó evasivamente:

-Coincidimos en una celebración de cumpleaños.

Matheo no dijo nada, solo mostró una pequeña risa. El sabía adónde se habían visto y cómo su hijo al día siguiente había ido a su oficina a preguntar por ella. Pero prefirió dejarlo así y que poco a poco, Edward fuera sacando lentamente la verdad.

-Mamá-, dijo Jennifer - ¿conoces a esa chica?

-Bueno, sí. Hemos hablado un par de ocasiones. Es sincera, trabajadora y bastante reservada. Lo que me gusta es que no es de las alocadas de ahora en día que andan sólo buscando a quien las mantenga. Sé que ha trabajado en la venta de comida rápida y con su tío-. Dijo Rosemarie.

-¿Tiene novio, mama?-, preguntó Jennifer de nuevo.

Edward no pudo disimular que esa pregunta le re-contra interesaba, así que levantó la mirada y esperó la respuesta de su madre.

-Pues, que yo sepa, no. Aunque según me ha dicho su tío hay varios que andan pretendiéndola pero ella los sabe esquivar muy bien.

Edward sintió que la paz le regresaba. En ese momento sonó su IPhone y vio en la pantalla: Florence. Se paró de inmediato y se alejó de la sala para dirigirse a la terraza.

Su padre mostró asombro ya que su hijo pocas veces hacía eso enfrente de ellos.

En el camino a la terraza, su familia, le alcanzó a escuchar:

-¿Hola, estás bien, te ha pasado algo?

-No-, le dijo ella: -Sólo quería decirle que me regreso esta noche en coche con mis tíos a mi apartamento. Así que no podremos vernos mañana en el restaurante que habíamos quedado.

-Gracias, por avisarme-, le dijo Edward y agregó: -Pero ese no es pretexto para que no te puedo invitar a almorzar a otro lugar acá en la ciudad. Voy a pasar por tu apartamento al mediodía y te llevaré a comer, le indicó Edward.

-Señor Morgan, yo pienso que...

-Florence, no voy a aceptar un no como respuesta. Paso por ti a las doce y treinta y de ahí nos ponemos de acuerdo a donde vamos. Hasta mañana, ¿de acuerdo?

Y Edward se quedó esperando.

-De acuerdo-, le dijo ella.

Ambos colgaron.

Edward regresó a la sala y su madre aprovechó su regreso para invitar a todos a pasar al comedor para cenar.

Al llegar, se sentaron y comenzaron a comer. Nadie tocó de nuevo el tema de la contratación de Florencia durante la cena.

Jennifer le contó a su hermano sobre el chico que la andaba pretendiendo y le dijo que era un latino y agregó:

-No sabes lo cariñoso y atento que es: ¿verdad, papa?

-Sí-, le dijo secamente su padre.

-Dicen que todos los latinos son así y cuando aman lo hacen con pasión y entrega total-. Concluyó Jennifer.

Edward se quedó callado y meditó las palabras de su hermana. Recordó el beso y se dijo que si eso fue solo por un momento, no podía imaginarse al tenerla por completo rendida ante él.

Su madre se percató de su ausencia y adivinó enseguida hacia dónde se divagaban sus pensamientos. Ella intuía que su amado hijo se comenzaba a enamorar y sabía quién era la causante. Le gustaba esa chica. Lo que sabía de ella era que era buena hija: amable, inteligente, decorosa y muy inteligente. En el aspecto físico, era alta, linda y contaba con un muy buen cuerpo, perfecto para su hijo y sus futuros nietos.

La cena acabó y Edward se levantó. La noche anterior se había desvelado bastante y no soportaba más el cansancio. Se despidió de su adorada hermana, halándole el cabello al salir. Luego de su padre, a quien se le acercó y lo abrazó.

Matheo aprovechó el acercamiento para decirle que hablaría con Tomás de recursos humanos para comentarle el caso.

Edward le mantuvo la vista fija y le dijo:

-No te molestes padre. Ya lo hice y él está enterado del asunto.

Matheo abrió los ojos en señal de asombro y le dijo:

-¿Lo has hecho tú? Ten cuidado, hijo, no mezcles placer con negocio. Nunca acaban bien.

Edward iba a contestarle, cuando su madre le dijo:

-Matheo, basta ya-. Y tomó a su hijo de la mano y lo acompañó a la salida.

Mientras iban caminando, Rosemarie, le preguntó a su hijo:

-¿Te gusta esa chica, hijo?

-Sí madre-, le dijo.

La conexión entre los dos siempre había sido buena. Ambos se imaginaban lo que pensaban sin decirse nada con palabras.

Rosemarie agregó:

-A mí también y creo que te calza bien a ti. Pero debes ser diferente con ella porque es una chica especial. Por otro lado, hay algo que debes saber.

Edward se paró en seco, la vio a los ojos y le dijo:

-¿Qué sabes tú madre? ¿Algo me dice que a ella le pasó algo pero no he podido averiguarlo? Le he dicho a Mauricio que lo hago y en eso está.

-Mira Edward: Vicente me dijo que en su país ella había sido abusada por un tipo por mucho tiempo en paga para que no tocaran a su familia.

-DESGRACIADO-, grito Edward.

-Cálmate-, le dijo Rosemarie: - Nos escuchará tu padre-.

-Sé que es duro y creo que además de esa triste historia hay más que aún no sabemos que dañó a Florencia. Llévala con cuidado y trátala bien, hijo. Yo quiero lo mejor para ti.

Edward abrazó a su madre con tanto amor que ella derramó más de una lágrima. Luego le dio un par de besos y salió de la casa de sus padres.

En el camino de regreso, meditó cada una de las palabras de su madre y pensó en la situación de Florencia y en ese momento se dijo para sí mismo:

-No voy a dejarte sola y pienso averiguar cada uno de tus temores para borrártelos de una sola vez.

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