Nunca
nos quisimos
del todo bien.
Pero somos nosotros,
y el caos
jamás tiene un orden
Siempre íbamos a fuego
entre carreteras de cenizas
que nos pedían tiempo para arder
Jamás supimos esperar
a las agujas del reloj.
Siempre nos desesperaban los tic-tac,
que parecían no marcar nunca
la hora de querernos.
Por eso,
aquel día
cuando me besaste sin prisas,
cuando llegaste a tiempo
a todos nuestros semáforos en verde,
supe que tú
habías dejado de quererme.