𝒑𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓 𝒂𝒄𝒕𝒐 • 𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒔𝒆𝒊𝒔:
𝒅𝒊𝒆𝒄𝒊𝒔𝒊𝒆𝒕𝒆 𝒑𝒆𝒄𝒂𝒅𝒐𝒓.
Nina Archibald apagó su teléfono, guardándolo dentro de su bolso y olvidándose de él por el momento. La infinita cantidad de llamadas que había recibido por sus dos mejores amigos, Blair Waldorf y Chuck Bass, no le dejaban ni pensar. Ella supuso que se trataba por los cargos que se enfrentaban su padre y, siendo la situación que quería hacer cualquier cosa menos hablar sobre ello, prefirió no contestar ninguna llamada.
Pero lo que la proclamada reina del engaño nunca hubiera creído es que aquellas llamadas guardaban un sólo sentimiento: pura y completa culpa. Después de todo, aquellos dos habían compartido una humeante noche —una de la que ninguno de los dos se encontraban orgullosos en cuanto volvieron a su estado de sobriedad y pensaron en los hermanos Archibald—.
Con una mueca aburrida, Nina se acercó a la puerta donde su familia y el abogado de su padre se encontraban. Ella no les prestó atención a su discusión y, en su lugar, posó su mirada en su hermano, quien hablaba con su madre.
Fue innecesario que la morena anunciara su llegada y llamará a Nate, ya que él mismo se marchó de la habitación molesto. Nina intercambió una mirada con él y, cuando el rubio siguió su camino, ella miró a sus padres un momento antes de seguir a su hermano —. ¿Nate?
—Va a terminar en la cárcel—, masculló Nate, tirándose del pelo y apoyándose contra la pared.
—No digas eso, puede que lo solucionen—, comenzó la morena, aunque parecía querer convencerse a sí misma de aquellas palabras.
Nate negó, manteniendo su mirada en un punto sin rumbo —. No si papá sigue concentrándose en negar todo en lugar de hacer algo que realmente ayudará en su caso.
—Tal vez insiste porque realmente es inocente—, instó Nina. Una vez, sin creerse sus propias alegaciones.
El chico de cabellera rubia miró por primera vez a su hermana, escaneando su rostro un momento antes de mirarla a los ojos —. ¿Realmente crees que sea inocente?
La mirada de Nina cayó, sus labios temblaron y sus rodillas se sintieron débiles cuando notó que un velo de inocencia que no creía poseer caía y se destruía al impactar contra el suelo. Ella se relamió los labios antes de volver a mirar a su hermano, quien nunca había dejado de investigarla —. No.
— ¡Nate, Nina! ¡La comida está lista!—, gritó Anne.
La menor de los Archibald suspiró, volviendo a pensar una vez más su idea. Sus ojos escanearon su reflejo, reparando en la bufanda cobriza que le había regalado Chuck un par de días atrás.
Tomando finalmente su decisión, ella se levantó del sofá y tomó su celular antes de salir de su casa sin avisar. Ella encendió el aparato en cuanto cruzó las puertas de la residencia y posó pie en la acera de Manhattan.
Su celular comenzó a vibrar unas cuantas veces, dando señal de la llegada de nuevas llamadas y mensajes por parte de Blair y Chuck. Sin embargo, volvió a ignorarlas y llamó a la única persona con la que creía que podría tener una conversación que no girara en torno a su situación familiar ni a los últimos chismes de la élite.
—Hola, soy Nina. Nina Archibald—, aclaró, con la esperanza que el chico la recibiera.
—No hacía falta tanta aclaración, sé quién eres Nina—, rió Daniel Humphrey al otro lado de la línea telefónica —. No creí que me llamarías.
—Sí, bueno, me preguntaba si querías salir un rato—, sugirió la morena y notó el silencio incómodo que guardó el chico —. Sé que tienes algo con Serena, no sé si están saliendo pero no es mi intención interponerme en su relación. Sólo buscaba hablar con alguien que no le importase qué vestiré para la próxima fiesta.
Una genuina sonrisa se expandió en el rostro del chico al escuchar aquella. Nina realmente quería hablar con él porque era él y no porque necesitara su ayuda ni nada por el estilo —. De acuerdo. Yo también necesito hablar con alguien de.., cualquier cosa, en realidad.
— ¿Mal día?—, preguntó la morena acercándose a la calle, en la búsqueda de un taxi.
—De hecho, fatal. ¿Nos vemos en Manhattan?
—En realidad, prefiero ir a Brooklyn—, comentó la chica.
—Bien por mí—, rió Daniel —. Nos vemos.
—Nos vemos—, se despidió Nina, cortando la llamada.
—Entonces, ¿qué sucedió en tu trágico día, Brooklyn?—, inquirió la morena al encontrarse con Daniel.
—Realmente no quiero hablar de eso—, hizo una mueca el chico —. Por cierto, quedé en juntarme con mi mejor amiga más tarde, espero que no te moleste.
Nina negó —. Claro que no. Me extrañaría que tengas toda la tarde libre.
—Sí, bueno, no tendría problema en librarme la tarde si así lo quieres—, aclaró Daniel.
—No es necesario que hagas eso, Dan—, aseguró la morena —. Todo está bien mientras que pueda tomar un café.
— ¿Asumo que eres una adicta?—, preguntó el castaño, quitándose el abrigo en cuanto ingresaron a la primera cafetería en su camino.
Nina rió mientras se acercaba al mostrador —. Creo que aún no consumo lo suficiente para ser adicta. Un descafeinado, por favor.
—Que sean dos, gracias—, sonrió Dan al hombre detrás del mostrador antes de mirar a la chica —. Escuché sobre tu padre y--.
—Prefiero no hablar de eso. Nate se está volviendo loco, Chuck y Blair no dejan de llamarme para asegurarse que esté bien. Realmente es un desastre, por lo que me gustaría hablar de tonterías.
El hombre volvió con los cafés y cada uno pagó por lo suyo antes de sentarse en una mesa, justo al lado de la ventana. Nina volcó bastante azúcar en su taza antes de revolver —. Cuéntame, ¿tienes algún pasatiempo?
—Bueno, me gusta escribir—, se encogió de hombros, restándole importancia.
Nina abrió los ojos, con interés —. ¿Puedo leer algo algún día? Espera, no serás Gossip Girl, ¿no?—, bromeó y ambos rieron.
—Ya has leído suficiente de mis cosas, ¿o no lees Gossip Girl todos los días?—, continuó la broma el escritor, posibilitando que la morena riera más y se olvidara de sus problemas —. Te mostraré algo algún día si así quieres.
—Me encantaría, siempre quise hablar con un escritor.
Dan frunció el ceño —. ¿Por qué?
—Siempre encuentro a los escritores como personas realmente fascinantes. He hablado con otros, pero nunca compartían mi edad. Además, se dedicaban a eso por lo que puede ser que no lo hagan por completa pasión aunque lo afirmen.
Los labios de Dan se estiraron en una sonrisa —. ¿Lees?
—Siento sonar cliché, pero mi escritor favorito es Stephen King—, admitió la chica y Dan soltó una risa.
— ¿Sufriste con It?
Las mejillas de Nina se cubrieron de un leve rosado, dándole un aspecto aún más angelical para los ojos del castaño —. Vi la miniserie a escondidas de mis padres con mi hermano cuando tenía seis. Dormí con las luces encendidas en el cuarto de Nate por un mes. Años después, comencé a leer sus libros.
Dan asintió, riendo junto con ella —. Mi hermana no terminó de verla y aún así tuve que hacer de hermano protector.
Nina se encogió de hombros —. ¿Qué puedo decir? Cuando eres la hermana menor, te acostumbras a correr a los brazos de tu hermano.
—No creí que fueras el tipo de damisela en apuros—, comentó Dan, tomando un sorbo del líquido oscuro.
—No ahora—, aseguró la morena, también llevándose la taza a los labios.
Nina bufó antes de, finalmente, atender las llamadas de Chuck Bass —. ¿Qué?—, rugió.
— ¿Qué diablos hacías con Humphrey?
—Tranquilo, Bass. Comienzas a sonar como un novio celoso—, reclamó Nina —. Sólo charlamos, no es como si fuera asunto tuyo.
—Lo es cuando no atiendes mis llamadas. Fui a buscarte a tu casa y me dijeron que te habías ido, por lo que recurrí a Gossip Girl y descubrí que estabas con él—, explicó Chuck —. Fue golpe bajo, princesa.
La chica suspiró —. Estoy de camino a la fiesta, cúbreme con Blair.
—Oh, créeme que tiene otras cosas en mente que por qué tú no apareces.
— ¿Y eso es?
—Digamos que no eres la única Archibald ausente—, informó.
La morena bufó —. Ugh, ¿sabes algo sobre eso?
— ¿Debería?
Nina volvió a suspirar —. Solo intenta distraerla hasta que llegue. Veré si Nate me contesta.
—No puedo esperar para verte, princesa.
La chica cortó la llamada en cuanto escuchó aquello, ignorando el tono indecente que solía adoptar Chuck cuando hablaba con ella. Aquel tono que le encantaba que utilice con ella. No era el mismo que el que utilizaba con otras chicas, sino que esté mantenía cierta elegancia, la autenticidad Bass.
Ella marcó el número de su hermano y soltó el aire en cuanto contestó —. Nate, ¿dónde estás? ¿Por qué no estás en la fiesta de Blair?
— ¿Ya estás dentro?
—No, en camino, ¡pero no me cambies de tema!—, insistió la menor.
—Estoy en la puerta—, admitió el chico —. Ya estaría dentro si no hubieras llamado.
—Oh, bueno, lo siento. Entra, llegaré pronto—, prometió la chica y cortó la llamada. Lo que nunca sabría ella era que, si no hubiera llamado, Nate realmente habría asistido a la fiesta de Blair. En cambio, ahora se marchaba con Jenny Humphrey.
Nina Archibald llegó a la fiesta a las once en punto. Una gran sonrisa decoraba su rostro mientras saludaba a las personas que se cruzaba, pero aquella sonrisa se desvaneció en cuanto notó el rostro desesperanzado de Blair.
Su hermano no había asistido, y tampoco pensaba hacerlo.
En cuanto las dos chicas cruzaron mirada, supieron por lo que pasaba la otra.
Blair sabía que Nina estaba por sobre todo asustada. Temía perder a su padre, al mismo tiempo que debía lidiar con aceptar el hecho que su padre no era el hombre justo que creía que era. Su familia se estaba desmoronando y eso le afectaba de tal manera que la dejaba perdida en cierta forma.
Nina sabía que Blair tenía el corazón roto. Ya había sido destrozado en cuanto se enteró de la infidelidad de su novio. Sin embargo, ella intentó seguir adelante, intentó reparar su relación, pero sólo logró que su corazón fuera nuevamente pisoteado por el susodicho dueño actual de su corazón.
En silencio, ambas caminaron la una a la otra y se fundieron en un cálido abrazo. Un abrazo que compartía muchas más palabras y sentimientos de lo que podrían expresar a través de una conversación. Ninguna de ellas se encontraban en un buen momento de su vida y, justo en ese momento, se necesitaban más que nunca.
Nina cerró los ojos y abrazó con fuerza la persona que consideraba su mejor amiga.
Blair sintió ganas de vomitar cuando notó a Chuck al otro lado de la habitación, quien miraba con cariño a su amiga antes de cruzar mirada con ella. Los rostros de ambos demostraban el sentimiento que hacía que su alma pesara: la culpa.
—Debe ser un error—, aclaró Nina cuando Blair se acercó al grupo —. B, él me prometió que no volvería a hacerlo. Lo prometió.
—Blair, lo siento mucho—, negó Serena, actuando como un ángel —. Nunca creí que esto pasaría.
Nina le miró mal, sin poder realmente creer sus palabras. ¿Realmente estaba diciendo que nunca hubiera creído que Nate la engañaría cuando en primer lugar la engañó con ella? La morena se mordió el labio inferior y se tragó las ganas que tenía de gritarle a Serena antes de volver a mirar a su amiga.
—No es infiel—, aclaró Blair, presionada por los comentarios de Katie e Is —. Terminamos, ¿está bien? Él iba a volver conmigo, pero para que mi mamá ayudará a su papá.
—Blair, espera—, la detuvo Nina.
—No, por favor, no—, rogó Blair, al borde del llanto —. No quiero hablar contigo sobre esto. Eres--, no quiero, ¿está bien? No estoy molesta contigo, sé por lo que están pasando, pero no puedo hablar de esto contigo.
Nina sintió que le faltaba el aire —. Pero, ¿con quién sino?
La castaña negó en respuesta antes de girarse y marcharse del lugar. Nina sintió cómo si se ahogara y comenzó a caminar hacia atrás hasta tropezarse, siendo atrapada por los brazos de Chuck.
El castaño la miró, su rostro bañado en preocupación mientras ayudaba a la chica al sentarse al notar su pálido rostro —. Nina, ¿estás bien?
La chica no contestó en lo absoluto. No hizo ni una seña mientras inspiraba profundamente para calmarse. No era como si estuviera perdiendo a todas las personas que consideraba sus pilares, no, claro que no.
Se recordó a sí misma de quién realmente era. Ella era Nina Archibald y no necesitaba de nadie más para serlo.
Recuperada, se levantó sin ayuda, algo que muchos miraron con admiración teniendo en cuenta sus finos tacos de diez centímetros. Sin mirar atrás, se marchó de la fiesta. No le importaba nada, porque volvía a ser la reina que solía ser.
La reina de los engaños estaba de vuelta y estaba lista para realizar la mayor ilusión que nunca había dado: sobre su propia vida.