Cuddling - Park Jimin

By WhoisTae

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Caricias. Mantener cerca, apretado contra ti, como una forma de mostrar amor, o afecto. Cerca... así era como... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 11

Capítulo 10

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By WhoisTae

- Tengo que irme de tour...

Vaya...

***

Me senté en el suelo, con las piernas cruzadas a lo indio, en frente de la mesa baja blanca que había entre la televisión y el sofá. Mi hermana salió de la cocina, mordiendo una chocolatina que había sacado de un cajón que nos vetábamos la una a la otra cuando comíamos más de las que teníamos permitidas. Esta semana estaba vetada yo. Apoyé los codos en la mesa, un poco echada hacia delante, con los labios un poco arrugados y el corazón tierno.

Le echaba de menos.

- ¿No podías haber pedido para ser parte del staff que iban a acompañarlos? - Preguntó, frunciendo el ceño mientras se dejaba caer en la parte del sofá que no ocupaba el gato, soltando un suspiro cuando estuvo envuelta en la enorme manta de pelo. - Antes podías hacerlo ¿no? - Añadió, colocándose un cojín justo detrás de la cabeza.

- Sí que podría haberlo hecho... - Sus cejas se elevaron al mirarme y se inclinó hacia delante, haciendo que el cojín se escurriera hacia abajo, chasqueó la lengua, colocándolo otra vez, manteniéndose echada hacia atrás.

- ¿Y por qué no lo hiciste? - Solté aire, encogiéndome de hombros mientras me deslizaba hacia delante sobre la mesa, apoyando la mejilla en la madera blanca, con los brazos estirados, esquivando tazas vacías, un par de revistas de moda y un libro grueso.

- Porque no. Porque no quería que pensara que lo hacía porque no confiaba en él o... algo.

- Tonta.

- Es complicado - bufé, alzando la cabeza, con la barbilla apoyada, mirándola con el ceño fruncido. Ella se encogió de hombros, sin mirarme a mí, con los ojos clavados en su chocolate, se hacía la dura pero en realidad mi hermana era un dulce.

- Tres semanas, en realidad, no es nada de tiempo.

- Lo sé - asentí y ella levantó la vista.

- Entonces ¿de qué te preocupas? - Me eché hacia atrás, levantando el cuerpo de la mesa, negando con la cabeza, agarrándome a las patas de madera y echándome hacia atrás, haciendo equilibrio.

- No me preocupa nada. - Mi hermana rodó lo ojos y apreté los labios, fijando los ojos en una de las tazas del desayuno.

- Venga ya. - Nos miramos, a los ojos y en silencio durante unos segundos. No quería decirlo en voz alta porque no me parecía bien sentirme de esta manera, pero no podía evitarlo, y me daba un poco de rabia. Ella sonrió, subiendo los pies al sofá. - Es normal que te sientas insegura.

- No, no lo es - suspiré, volviendo a una posición normal, pasándome las manos por el pelo. - Es Jimin.

- Sí, y la última vez que estuvo de tour cuando estabais saliendo te dejó mientras estaba con otra tía.

- No hizo nada con ella. - Le defendí, poniendo los hombros rectos, hablando deprisa. Mi hermana se encogió de hombros.

- Aún así, ahí hubo una pérdida de confianza y habéis vuelto juntos solo hace dos semanas. Es normal. - Se inclinó hacia delante y soltó el envoltorio limpio de la chocolatina en la mesa, inmediatamente lo recogí, abriéndolo del todo, estirándolo con los dedos, dejando que los colores metalizados y las letras brillantes me llegaran a los ojos todos a la vez.

- ¿De verdad es normal?

- De verdad.

- Me siento mal por sentirme así. 

- ¿Tienes pensado contárselo cuando vuelva? - preguntó y yo negué con la cabeza.

- Ni loca. - No me atrevería, mirarle a los ojos y decirle que no confiaba en él... del todo. Si le decía eso sabía que iba a romperle el corazón, no iba a hacerlo, iba a guardármelo para mí y a solucionarlo. De todas formas era Jimin, Park Jimin, y... no sería difícil volver a estar como antes. - Lo echo un montón de menos - susurré, frunciendo el ceño.

- ¿Sabes? Mañana es viernes, te voy a llevar a tomar soju con mis amigos y se te pasará todo esto.

***

Me apoyé la mano en el estómago, soltando aire, con una de las rodillas en alto, balanceando el otro pie de un lado a otro, mirando al techo, escuchándolo hablar a través del teléfono, sobre el concierto, sobre las fans, sobre los chicos y sobre el restaurante al que los habían llevado a cenar después del concierto. Todo estaba delicioso pero echaba de menos la comida de Corea, y solo llevaba fuera una semana y media, ¿cómo podía ser tan bebé?

Tenía la voz un poco ronca.

- Jimin, ¿te duele la garganta?

- ¿Mm? - Lo escuché removerse y tirar algo al suelo, quizás las almohadas extra de la cama.

- Te noto la voz un poco ronca.

- Será del concierto - contestó, dejando escapar después un suspiro. - No te preocupes, estoy bien.

- No te fuerces demasiado.

- Tengo que hacerlo - bufó, chasqueé la lengua y él soltó una risa después, avergonzada, alejándose un poco el teléfono. Hice una mueca.

- Tienes que cuidarte. No te refríes.

- No lo haré - susurró, en voz más baja. - Te lo prometo, tranquila.

Tranquila. 

No podía estar tranquila, no con lo mucho que lo echaba de menos. 

Una hora antes de llamarme había hecho un Vlive con Taehyung y Jungkook en la habitación del maknae, le mandé un mensaje a su móvil, diciéndole lo guapo que estaba, y la sonrisa que se formó en sus labios al verlo me hizo querer cruzar todos los kilómetros que había entre nosotros para simplemente abrazarlo con fuerza.

El silencio entre los dos duró mucho rato, solo podía escucharlo respirar junto al teléfono y pensé que quizás se estaba quedando dormido. Era tarde y él había tenido que esforzarse mucho hoy. Tenía que despedirme de él y dejarle dormir.

- Jimin.

- Yo... yo no estoy hablando con nadie. - Su voz salió atropellada y parpadeé, interrumpiéndome durante unos segundos.

- ¿Qué?

- N-no me he acercado a nadie que no sean los chicos o el staff... - Se me saltó un latido y hundí los hombros. - No he hablado con nadie.

De pronto no podía seguir tumbada en la cama, me incorporé, estirando las dos piernas y cruzándolas. La puerta de mi habitación estaba entreabierta y Terciopelo se coló, estirándose al mismo tiempo que caminaba al interior del cuarto, buscando con sus brillantes ojos medio amarillos un sitio donde dormir. 

Tenía que decirle algo.

- Jimin.

- Te lo prometo - añadió, muy deprisa, con la voz nerviosa.

- Jimin, confío en ti. - Tomé aire, haciendo la voz más fuerte. - No quiero que no hables con nadie. Puedes... hablar y hacerte amigo de quien quieras. Confío en ti - repetí.

- N-no quiero hacerlo - murmuró, y sentí que se removía entre la cama.

- Jimin, lo digo en serio. Habla con quien te apetezca. - Rasqué la tela del cubrecamas, encontrando un hilo suelto, tirando de él, arrepintiéndome al instante de hacerlo porque ahora no podía volver a hacer que la tela estuviera como antes. - Debe de haber gente interesante alojándose en vuestros hoteles, no sé.

Los dos nos quedamos en silencio, otra vez. No sabía qué estaba haciendo él al otro lado pero yo tenía el corazón a mil, y sentía el latido en los oídos. Apreté los labios, llenándome los pulmones de aire, mirando hacia la ventana. Me picaban los ojos.

- Solo no me dejes - susurré.

- Jamás volveré a hacer eso.

***

Sentí la puerta de la habitación abriéndose a mi espalda y giré la silla del escritorio hacia ella, dándome la vuelta, observando a Jimin entrar despacio, cerrando a tras él con, Terciopelo, el minino mimado de tres meses, en los brazos. Sonreí mientras él avanzaba con el gatito estirado hacia su rostro, haciendo todo el esfuerzo por frotar su nariz de medio centímetro en su mejilla una y otra vez, olisqueando.

Jimin se reía mientras se acercaba a mí, seguramente porque le estaba haciendo cosquillas y me levanté de la silla de un salto, porque apenas había pasado por Bighit desde hacía tres días y casi no había podido verlo más de treinta minutos seguidos. Jimin giró un poco el rostro y sus labios rozaron la nariz del gatito durante unos segundos, y yo me mordí el labio inferior, pensando que no podía haber nada más adorable que esto.

Quería abrazarlo fuerte.

- Me ha abierto tu hermana y él ha venido a recibirme.

- ¿Crees que está más grande? – contesté, cruzando los tres pasos que nos separaban. – Tengo la sensación de que no crece.

- Lo hace – asintió. - Y cuando vuelva del tour estará gigante.

Su colonia me inundó cuando estuve cerca y cerré las manos en la tela de su camiseta, tirando de él hacia mí, estirándome para frotar yo también mi nariz en su otra mejilla. Su piel estaba suave y olía a manzana. Se rió, girando la cara hacia mí, haciendo que nos diéramos primero un beso de esquimal y después otro en los labios, suave.

Colonia y su crema favorita con olor a manzana, lo que quería decir que se había parado en casa después de llegar de Bighit y antes de venir hacia aquí. Se había parado para arreglarse un poco antes de venir a verme y quería abrazarlo mucho más fuerte que antes.

- Creía que ibas a venir antes – murmuré, separándome después de un tercer beso, cada uno más largo que el anterior, con las manos firmemente apoyadas en su cintura.

- Lo sé, lo siento. Es que he parado a comprarte una cosa. – Fruncí el ceño, echándome hacia atrás para verle mejor y Jimin estiró la mano con la que no sujetaba el gato, balanceando una bolsa de plástico hacia los lados.

Sonreí, sabiendo inmediatamente lo que era sin ni siquiera mirar.

- Me vas a hacer engordar cien kilos – me quejé, porque estos eran los dulces más ricos y adictivos del planeta y no podía seguir trayéndomelos cada vez que se daba cuenta de que me los había comidos todos. Estaba fomentando una adicción.

- Mejor, más que abrazar. – Sacudí la cabeza, sonriendo más.

- Tonto.

Y cinco segundos después mientras Jimin soltaba a Terciopelo en la camita hecha con una manta que el gato tenía en mi habitación yo ya estaba comiéndome un pepero de fresa.

- ¿Qué estabas haciendo?

- Facebook, Instagram, aburrirme y esperarte – respondí, encogiéndome de hombros y haciéndole sonreír. – ¿Quieres? – Negó con la cabeza y se tiró sobre la cama deshecha, tumbándose bocarriba con los ojos cerrados, soltando un suspiro. – ¿Han ido bien las prácticas para el tour?

Dejé el paquete sobre la mesa aunque quería comer más y me acerqué a la cama, apoyando una rodilla sobre el colchón, inclinándome hacia él. Sus ojos permanecieron cerrados mientras me hablaba muy escuetamente del día, de las prácticas y de lo que haría mañana, de lo cerca que estaba el tour de dos meses y de lo mucho que aumentaba la presión de hacerlo bien incluso antes de ir, y yo observé el movimiento de sus labios y de su pecho, subiendo y bajando con cada respiración casi hipnotizada.

Sus brazos se estiraron sobre la cama, con las palmas de las manos hacia arriba. Y treinta segundos después estaba callado de nuevo y había relajado el rostro. Era tan hermoso que dolía. Estiré una de las manos, apartándole con suavidad el pelo de la frente, despejando su rostro, sus labios se despegaron, soltando aire y pasé el pulgar por la parte superior de su mejilla. Se le marcaban un poco las orejas.

- ¿Estás cansado? – pregunté y Jimin suspiró, abriendo los ojos con un par de parpadeos, mirándome sin decir nada. Eso era un sí. Transparente. – ¿Quieres que nos acurruquemos y que hagamos la cucharita? – Apretó los labios, tomando aire, subiendo una de sus manos, rodeándome la muñeca con los dedos, y contestó, asintiendo con rapidez. Sonreí, inclinándome más hacia él, sus rodillas subieron y yo apoyé la mano que él no mantenía sujeta en el colchón, rozando con el interior del brazo la tela de su camiseta que estaba pegada su cintura. Posé un beso en sus labios y él soltó un gruñido con la garganta. – ¿Puedo ser la cuchara grande?

- Sí, por favor – suspiró, dejando escapar el aire de golpe, cerrando los ojos.

Era como un cachorrito, necesitaba mimos todo el tiempo.

Me tumbé en la cama y Jimin se puso de lado, encogiéndose un poco, dándome la espalda. Me estiré y me recoloqué, rodeándolo desde atrás con los brazos, apretándolo contra mí, pegando mi pecho todo lo que podía a su espalda, estaba calentito a pesar de venir de la calle. Hundí la nariz en su pelo y la froté, haciéndome cosquillas a mí misma, oliendo su champú.

Tenía que preguntarle cual era. Lo quería.

- ¿Qué has hecho tú hoy? – susurró, removiéndose para intentar estar más escondido entre mis brazos y enredé mis piernas con las suyas porque sabía que era lo que él quería. Se relajó.

- Lo de siempre. – Le di un beso en la nuca. – Oh, me ha mandado un mensaje una chica que era de mi instituto diciendo que venía aquí de vacaciones y que como sabía que yo vivía aquí quería que le enseñara la ciudad.

- ¿En serio? Eso es genial. Sería como un reencuentro o algo así.

- Bueno, sí, pero... no sé qué hacer – suspiré y él giró la cabeza ligeramente para intentar mirarme con el ceño fruncido. Estiré los dedos y froté las pequeñas arrugas que se habían formado entre sus cejas para que desaparecieran.

- ¿No te hace ilusión?

- Es que me caía fatal. – Jimin se rió, volviendo a mirar al frente y a descansar la mejilla sobre la almohada, y yo me reí ligeramente detrás de él. Sonrisa amplia y ojos casi cerrados por esa sonrisa, no había nada más hermoso en el planeta.

Su mano enganchó la mía, entrelazándolas, llevándoselas a los labios y comenzando a besar dedo a dedo. Me estiré para poder besarle yo la cara. Mejilla, sien, mandíbula, mejilla otra vez, aplastando bien los labios sobre su piel suave.

Jimin había cerrado los ojos, pero seguía sonriendo un poco. Froté los pies contra los suyos. Me estaba poniendo nerviosa, simplemente porque lo quería un montón y si él sonreía de esa forma solo quería saltar y sonrojarme y esconderme. Me hacía tan feliz que tendría que enfadarme con él, porque no estaba bien.

- Me he dejado los peperos en la mesa – susurré, hablando con los labios pegados a su cara. Su agarre a mi mano se hizo fuerte, empujando también su cuerpo más contra mí.

- Te aguantas – sonreí, soltando aire de golpe.

- Es que tengo hambre... no he merendado. – Los ojos de Jimin se abrieron y giró la cara hacia mí, obligándome a echarme un poco hacia atrás. Me miró, con el ceño fruncido otra vez.

- ¿Me obligas a hacer cinco comidas al día y tú no meriendas? – gruñó.

- Haces mucho ejercicio, tienes que comer y beber mucha agua.

- Ve a por los pepero.

- ¡Voy!

Salté, tardando cero coma en volver a la cama y volver a abrazarle por detrás, pero en lugar de quedarse quieto Jimin giró sobre sí mismo en cuanto me coloqué, haciéndome reír, estirando sus brazos para abrazarme también y pegar el rostro a mi pecho mientras enredaba nuestras piernas.

Rodeé mejor sus hombros con mi brazo, acariciándole pelo, peinando hacia atrás mechón a mechón con los dedos. Suspiró, abrazándose más a mí, frotando su nariz contra la tela de mi camiseta.

- Te quiero.

- Y yo más. Te voy a echar de menos cuando estés en el tour.

- Yo también, mucho.

***

- No tienes que irte si no quieres - murmuré, apoyada en la puerta del cuarto de baño, mirando a mi hermana frente al lavabo y al espejo, pintándose los labios muy despacio, con un color oscuro. - Nosotros estaremos en la habitación.

- Ya. No, gracias - bufó, poniendo los ojos en blanco. - Prefiero mil veces salir a divertirme que estar aquí y formar parte del reencuentro. O no formar directamente y quedarme encerrada en mi habitación en la única compañía de ese gato enorme y gordo al que llamamos Terciopelo. - Me reí, de una forma demasiado nerviosa porque mi hermana me miró alzando una ceja, moviendo los labios recién pintados, diciendo "loca" sin llegar a pronunciar nada. - ¿Qué te parece este color?

- Nada coreano - Me burlé y ella metió los labios hacia dentro, soltando un chasquido después.

- A mí me gusta.

- Es muy bonito y te queda bien. - Ella se asintió a sí misma, mirándose en el reflejo, moviendo la cabeza un poco hacia los lados para ver como le quedaba el pelo.

- ¿Vas a estar a mi alrededor hasta que me vaya?

- Es que estoy nerviosa - bufé, removiéndome.

***

Casi me da un vuelco el corazón al escuchar el timbre. Me froté las manos contra los pantalones mientras me acercaba a la puerta, colocándome bien el pelo antes de mirar por la mirilla. Por favor que fuera él, por favor, por favor.

Me había mandado un mensaje al aterrizar en Seoul, a las 20:22, y después me había dicho que tardaría una hora en llegar a Bighit, tendría que estar un rato allí y después pasar por el dormitorio a soltar las maletas. Eran las 23:17 y nadie vendría a casa a esta hora a no ser que a mi hermana se le fuera olvidado algo.

Jimin.

Abrí la puerta, encontrándolo ahí detrás, completamente recto, con las manos en la espalda y los ojos brillantes. Me había enviando una foto aquella mañana antes de montarse en el avión con los chicos y se había cambiado de ropa, y lo odié porque por eso había tardado más en venir.

Me lancé, saliendo de casa, mordiéndome el labio inferior mientas estiraba los brazos hacia él y lo abrazaba. Sus manos estuvieron en mi espalda casi antes de que las mías le tocaran y froté mi nariz cerca de su cuello mientras apretaba mis brazos a su alrededor, con el corazón en un puño, queriendo patalear de los nervios y saltar, dejando que el olor a su colonia me envolviera otra vez.

Suspiró y yo lo hice con él. 

Subió una de las manos, apoyándola en mi nuca, manteniéndome pegada su cuerpo. Giró el rostro hacia mí, apoyando los labios en mi cabeza, besándome una y otra vez. Sonreí, aguantando las ganas de gritar, poniéndome un poco de puntillas mientras cerraba mis manos en su camiseta y enterraba mi rostro en su cuello, empujándole contra mí. 

Más Jimin.

Su mejilla se frotó contra mi pelo y comenzó a balancearnos. Esta vez empecé a besarle yo, muy rápida y suavemente, en el cuello, bajando a su hombro y subiendo otra vez, llegando hasta el principio de su mandíbula, el pecho de Jimin se sacudió y supe que le estaba haciendo cosquillas. Su brazo en mi espalda se aplastó más contra mí cuerpo y sentí plástico crujir detrás de mí, sorprendiéndome.

Se separé, bajando las manos de su espalda a sus costados para mirar hacia atrás. Jimin se mordía el labio inferior y su agarre se aflojó también, enseñándome lo que tenía en la mano.

- Te he traído flores - susurró, con las mejillas rojas mientras extendía el ramo de flores blancas en mi dirección. Entreabrí los labios haciendo una mueca con ellos después, lanzándome a abrazarlo otra vez, obligándole a retroceder un paso, apoyando mi frente en su hombro, apretando mucho mis brazos a su alrededor.

- Tonto.

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