La Niña que llegó al 221B de...

By DeyaRedfield

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Isabelle es una niña pequeña que, por desgracia, presenció el asesinato de su madre. En aquel momento, oyó al... More

Introducción
Soldiers Orders
Capítulo 1 La Pequeña que provino de Northampton
Capítulo 2 Ella me recuerda a ti
Capítulo 3 Con los archivos
Expediente 1: Samara Jones
Capítulo 4 Con tanto y con tan Poco
Capítulo 5 A mi manera
Capitulo 6 Mi Departamento, Mis Reglas
Capítulo 7 Son solo mis tormentos...
Capítulo 8 Un Peón contra el Rey
Capítulo 9 Palacio VS Castillo
Capítulo 10 Nictohilofobia I
Capítulo 11 Nictohilofobia II
El Blog del Doctor John Watson
Capítulo 12 La Vida en Baker Street
Capítulo 13 La Gracia del Saber
Capítulo 14 Imaginación Suicida
Capítulo 15 Bienvenida: Rosamund Mary Watson
Capítulo 16 Criptografía Simétrica
Capítulo 17 Vídeo manía
Capítulo 18 Cuentos para Dormir
Capítulo 19 Encrucijadas
Capítulo 20 #OhQueHermosaMañana
Capítulo 21 Mira A Los Valientes.
Capítulo 22 Pequeña Princesa.
Capítulo 24 Genética Total
Capítulo 25 No es un Regalo
Capítulo 26 Las Cuatro Estaciones I
Capítulo 27 Las Cuatro Estaciones II
Capítulo 28 La Muerte y el Pirata
Capítulo 29 ¡Oh, Blanca Navidad!
Capítulo 30 Feliz Primer Año
Expediente 2: Sarah Jones
Capítulo 31 Sonata para Bell
Capítulo 32 La Gente Miente Todo el Tiempo
Capítulo 33 Gajes del Oficio
Capítulo 34 Las Damiselas de Hierro
Capítulo 35 Rebeldes con Causa
Capítulo 36 Los Chicos No Son Buenos
Capítulo 37 El Pasado siempre está Presente
Capítulo 38 Azul Profundo
El Blog del Doctor John Watson
Capítulo 39 Tierno Azúcar
Capítulo 40 Una Pausa Para Reflexionar
Capítulo 41 Cenizas y Fantasmas
Capítulo 42 Mi Corazón Arde
Expediente Final: Isabelle Elicia Jones
Capítulo 43 ¡Cuidado! El Amistoso Extraño
Capítulo 44 Salmos de Amor y Obsesión
Capítulo 45 Corazón Maternal
Capítulo 46 La Melancolía de los Ángeles
Capítulo 47 Aguas Profundas
Capítulo 48 Lazos de Sangre
Para la Niña que llegó al 221B de Baker Street
Capítulo 49 No es un Adiós, es un Hasta Pronto
Especial
¡Gracias!
Regalitos (Actualizada)

Capítulo 23 Trastornos Históricos

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By DeyaRedfield

—¡Sherlock! —Exclamó la señora Hudson al pie a los escalones—. ¡¿Ya están listos?!

Nadie respondió. En el living room, el detective se encontraba alistando todo para el bautizo, y con eso se refería a arreglar a Bell, ya que se disponía a peinar el cabello de la niña. Si alguien le viera, sabría que era algo inconcebible en él; la imagen de Sherlock Holmes cepillando el cabello de la pequeña Isabelle era algo para registrarse en la historia. Imposible de creer, pero ahí estaba, peinando tranquilamente el castaño cabello de la niña.

Sherlock terminó, dejó el cepillo en la mesa y le entregó una diadema, que combinaba con el color del vestido, y estaba adornado con unas pequeñas flores.

—Póntelo —ordenó.

Ella tomó la diadema y la puso suavemente sobre su cabeza.

—¿Así? —preguntó curiosa.

Sherlock entre cerró sus ojos y observó a la pequeña de pies a cabeza.

—Bien, todo en orden —dijo moviendo su vista para otra parte—. Ve con la señora Hudson, ya bajo.

La niña afirmó con una sonrisa mientras se alzaba de la silla. Dejando el living, Sherlock agudizó sus oídos para verificar que la niña llegará a la planta baja, y al escuchar los halagos de la señora Hudson, se dispuso a realizar una rápida búsqueda. Se acercó a su mesa, en donde yacían todos sus experimentos químicos, tomó una bolsa de evidencias y regresó al living room donde con una gran delicadeza tomó aquel cepillo que contenía varios de los cabellos de la niña. Lo hecho en la bolsa y se dispuso a guardarlo en un lugar seguro.

—¡Bell, luces hermosa! —exclamó la señora Hudson al ver a la pequeña y tomar sus mejillas. Ella sonrió—. No cabe duda que Sherlock tiene buen gusto.

—Sí, todos dicen eso —dijo aún sonriente.

En esos momentos escucharon los pasos del detective quien venía sin despegar la mirada del celular.

—¿Listas? —preguntó.

—Querido, te he estado esperando desde hace dos horas.

Sherlock frunció su ceño.

—¿Dos horas?

—¡Si! Sabes que tengo que llevar el pastel y los postres para la fiesta.

—De acuerdo —respondió como si nada—, será mejor que nos vayamos o se nos hará más tarde.

Sherlock se alistó con su abrigo y los tres se fueron rumbo a la iglesia.

Llegando al recinto sagrado se encontraron con Molly y su sobrino Tommy, quien al ver a Bell, no dudó en decirle lo linda que lucía hoy, a pesar de que sus mejillas se pusieran rojas y temblará de los nervios. Bell agradeció con una sonrisa curiosa y también le dijo lo bien que se veía. La señora Hudson y Molly sonreían con gran ternura al ver a los pequeños. Ellas ya habían notado que Tommy sentía un amor puro e inocente hacia Bell, en cambió Sherlock observó con gran intimidación al pequeño. Desde hacía mucho tiempo el detective había deducido ese "amor"; Thomas no podía negar ser un Hooper. En esos momentos Mary Watson salió para recibir a sus amigos y terminar de preparar lo restante para el bautizo.

Dentro de la iglesia todos se alistaron y guardaron silencio para mantener respeto y que él sacerdote bendijera a la pequeña Watson. Atentos a las palabras del padre, a excepción de Sherlock que en ningún momento había dejado de textear, escucharon el nombre de la pequeña bebé.

—Rosamund Mary Watson —mencionó Mary con una gran sonrisa.

—¿Rosamund? —preguntó Sherlock confuso.

—Significa la rosa del mundo —susurró Molly—. ¿No leíste los mensajes de John?

—Nop. Siempre suelo borrar sus mensajes.

—¿Y Bell? Ella siempre te decía como se llamaba la bebé.

—Cuando tiene largos temas de conversación, suelo ignorarla.

Molly miró extrañada a Sherlock pero veloz cambió esa expresión al escuchar al sacerdote llamarles. Ella, la señora Hudson y Sherlock dieron un paso al frente a la pila bautismal, y al notar que Sherlock seguía ignorado su alrededor le dio un codazo a sus costillas. Este reaccionó poniendo la mirada al frente y escondió su celular entre sus manos para ponerlas a su espalda. Los niños miraron sorprendidos como el detective podía textear sin mirar al celular.

—¡Wow! —exclamó a voz baja Tommy.

—¡Ay Sherlock! —continuó Bell mientras ponía su mano en su frente.

Justo en dar los votos, Sherlock apretó por equivocación a una aplicación que dio eco por toda la iglesia. Todos le observaron, algunos molestos otros con pena ajena, pero los Watson le miraron hastiados. Se la iban cobrar muy caro al detective.

La ceremonia religiosa concluyó y la hora de la fiesta llegó. En el jardín de la iglesia los invitados disfrutaban de conversaciones triviales y un delicioso pastel de vainilla y fresas hecho por la señora Hudson.

Sherlock estaba sentado, texteando e ignorando a las personas a su alrededor y junto a él estaban Bell y Tommy degustando de su pastel. Los niños se divertían gracias a las pequeñas bromas de Tommy con los utensilios, poniéndoselos en la boca como si colmillos de vampiros fueran, logrando que Bell riera por montón. El detective cada vez que oía a la niña reír alzaba la vista impactado. En todo el tiempo que ella vivía con él nunca la había escuchado reír tan fuerte.

—Tommy, te puedes lastimar —mencionó Molly, quién llegaba a la mesa.

—Lo siento tía —contestó con una apenada sonrisa.

Los niños mantuvieron sus sonrisas y continuaron con sus pedazos de pastel. Molly tomó asiento a un lado de Sherlock y un suspiro sacó de sus teclear al detective

—¿No son lindos? —preguntó Molly. Él le miró confuso.

—¿Lindos?

—Sí, Bell y Tommy —dijo con una sonrisa—. Son ese amor infantil...

—¡¿Perdón?! —Cuestionó irónico—. ¿Amor? Molly, son niños, ¡por favor!

Molly volteó a mirarle entre confusa y sorprendida.

—Sherlock... ¿Por qué te pones celoso? —cuestionó sin creérselo.

Al escucharle volteó casi trastornado a mirar a su amiga.

—¿Celoso?

—Si... —respondió mientras alzaba su cabeza— No creas que no he visto como miras a mi sobrino cada vez que halaga a Bell.

—¿Y?

—Estás actuando como un padre celoso —confesó con una sonrisa y Sherlock frunció su ceño—. Y está bien, entiendo que quieras cuidar de Bell, pero ellos son niños, Sherlock, su amor es inocente.

El ceño fruncido desaparecido para que una gran incógnita se formará en el rostro pálido de Sherlock Holmes. Molly no paró de sonreír.

—¡Por favor! —contestó después de procesar todo lo mencionado—. Yo no actuó como padre celoso, Molly. Eso es ridículo.

—Sherlock, no tienes por qué avergonzarte...

—Y tienes algo de razón —interrumpió—, en eso de "amor inocente" por el hecho que son niños. Pero no se puede negar que tu sobrino empiece alborotarse sus hormonas.

Sherlock retomó la vista a su celular mientras Molly le vio confusa y pasmada. Ella buscó una manera de responderle al detective, pero no encontraba las palabras adecuadas ante lo que acababa de decir. Molly decidió darle un trago a su bebida y prestar atención a los pequeños que seguían divirtiéndose con sus bromas infantiles.

La fiesta seguía y Sherlock comenzó aburrirse con respecto a socializar. Si no fuera por la insistencia de Bell en quedarse más tiempo, este se hubiera marchado al momento en que dio sus votos como padrino.

Bell y Tommy jugaban entre las mesas, cuando una idea provino de la mente del pequeño Hooper en esconderse debajo de un mesa para observaba curiosos a todos los invitados y no ser vistos en tomar varios biscuits que había sobre la mesa. Tomando varios biscuits bajaron el mantel y comenzaron a repartirse en cantidad justa.

—¿No crees que deberíamos hacer caso a tu tía Molly? —Preguntó curiosa la niña—. Dijo que ya comimos mucha azúcar.

—Unos cuantos biscuits no nos harán daño —contestó sonriente.

—Tienes razón.

Ambos continuaron comiendo los biscuits sin remordimiento alguno.

Sherlock se mantuvo en su planeta, respondiendo tweets de su interés cuando a su mesa llegó John y sentó junto a él.

—¡Vaya! —Exclamó—. Una gran fiesta, ¿no?

—Simple, aburrida, la mayoría de tus invitados son estúpidos... ¡Sí que es una gran fiesta! —exclamó sarcástico.

John le observó seriamente.

—Sherlock, no te pido que socialices u algo por el estilo pero, de perdido, finge alegría en el bautizo de mi hija.

El detective alzó la mirada y le mostró una falsa sonrisa.

—¡Gracias! ¿También podrías dejar el celular?

—Nop. Estoy trabajando.

—¿Trabajando? Estas respondiendo tweets... —dijo fastidiado. 

—En parte, pero me mantengo al margen con el caso de Samara Jones.

—¿Lestrade ya te consiguió los restos de Casey? —preguntó atónito.

—Aún no.

John se extrañó.

—¿Ya des encriptaron la segunda USB?

—Tampoco...

—¿Algo nuevo?

—Todo igual.

—¿Entonces...? —cuestionó hartado.

—Estoy investigando sobre Rupert Casey.

—Creí que tenías todo sobre Casey de los archivos que le robaste a Mycroft.

—Sí, casi todo, pero necesitaba otro punto de vista sobre él, algo ajeno a lo que el gobierno pensaba.

—¿Y eso es...?

—La prensa amarillista —soltó con esa falsa sonrisa.

John frunció su entre cejo ante esa respuesta, pero al momento de decir algo, Mary y Molly arribaron a la mesa.

—Chicos ¿han visto a Bell y Tommy? —preguntó Molly un poco preocupada. John y Sherlock les miraron confusos.

—¿No estaban en el jardín? —cuestionó el doctor.

—Sí pero les perdimos la pista —continuó Mary.

Sin decir palabra alguna Sherlock se alzó de su silla observando a Molly y dándole a entender que le siguiera. Ella sin comprender cómo le obedeció.

Los niños seguían escondidos y comiendo sus biscuits.

—¿Por qué nos escondimos, Tommy? —preguntó curiosa Bell.

—Ya te lo había dicho —respondió apenado.

—No te creo —dijo seria—. Quiero la verdad.

El pequeño Hooper trago difícilmente uno de los biscuits que comía y miró a su amiga que no dejaba de observarlo con mucho detalle.

—Bueno Bell —habló muy apenado—, hay... hay algo que te quiero decir... Pero no sé cómo decírtelo, bueno no sé cómo empezar —terminó con una nerviosa sonrisa.

Esta vez la niña le vio perpleja.

—Pues Sherlock siempre dice que hay que comenzar por el principio.

—Es cierto —continuó nervioso.

Bell siguió comiendo sus biscuits sin dejar de mirar a Tommy. El pequeño tomó una gran bocanada de aire y se preparó mentalmente para poder decirle a su amiga lo mucho que la quería.

—Bien Bell —habló al expulsar todo el aire—. Lo que quiero decir es que yo te...

El momento fue interrumpido cuando notaron como el mandil de la mesa se alzaba. Los niños miraron sorprendidos y vieron a Molly.

—¿Niños que hacen ahí? —preguntó curiosa.

—Comiendo biscuits —dijo Bell enseñando sus manos.

—¡Sí tía Molly! —Exclamó asustado Tommy—. ¡Comíamos biscuits!

Molly observó a su sobrino, no muy convencida, pero decidió no hacer más preguntas.

—Salgan de ahí, se están ensuciando sus ropas.

Ambos pequeños se arrastraron por el pasto y al salir notaron que Sherlock era quien sostenía el mantel.

—Se puede saber ¿qué estaban haciendo? —cuestionó molesto. Ambos niños le observaron.

—Comiendo biscuits —respondió Bell mientras se acercaba a él.

—¿Y para eso tenían que esconderse?

—Sherlock... —interrumpió Molly mientras tomaba a su sobrino de los hombros. El detective frunció el entrecejo— Bien niños, es hora de las fotografías, limpien el pasto de sus ropas y prepárense —finalizó con una sonrisa.

Los niños sonrieron y se alistaron para la sesión fotográfica. El resto de la tarde paso rápido pero para el detective fue un martirio.

A punto de terminar la fiesta Sherlock logró convencer a la niña en que era hora de volver a casa y, para despedirse, Sherlock le pidió a John que fuera a Baker Street una vez terminado su deber con los invitados.

Ya en casa, Sherlock y Bell fueron directos al living room pero antes de que la niña pudiera ir a su habitación a cambiarse de ropa, Sherlock le hizo una seña en que tomara asiento en el sofá de John, logrando que ella se extrañará.

—¿Pasa algo Sherlock?

—Quiero hablar contigo —confeso serio, al momento que tomaba asiento frente a ella.

—¿Si?

—Me gustaría hablar contigo sobre un tema importante: Los niños.

—¿Los niños? —cuestionó confusa.

—Así es. Existen cosas que debes saber sobre los niños, Isabelle.

—¿Qué cosas? —preguntó curiosa.

—A veces, los niños suelen ser... —paro en busca de una buena respuesta. Bell no parpadeó—. Suelen ser malos con las niñas.

—¿Malos?

—¡Sí! Malos. Pueden lastimarte, ya sea estirando tus cabellos, dándote golpes en los brazos, cara o cualquier parte de tu cuerpo y también insultándote.

Bell se mostró desconcertada.

—Pero... Tommy es un niño y no es malo —dijo deduciendo la indirecta.

Sherlock arqueó una de sus cejas, dentro de él se había sorprendido.

—Nadie hizo mención sobre el joven Hooper —respondió evitando sonar impresionado.

—Ya lo sé —contestó mientras se abrazaba de sus piernas—, pero es mi único amigo y nunca me ha hecho esas cosas.

—Cierto. Pero no habló solo por él, habló en general.

La niña se extrañó.

—¿Cómo en general?

Sherlock suspiró. Esto comenzaba a estresarle.

—Mi punto, Isabelle, es que procures no estar sola con un niño. ¿De acuerdo?

—¿Ningún niño? —preguntó aún confusa. Sherlock cabeceó suavemente—. ¿Eso incluye a Tommy?

—Es un niño, ¿no? —Ella cabeceó—. Bien, ya lo sabes. Cada vez que estés con un niño debe haber un adulto cercas. Ejemplo, cada vez que estés con el joven Hooper, deben estar Molly, La señora Hudson, Mary, John o yo. De preferencia yo —recalcó.

—De acuerdo Sherlock —mencionó la niña con una suave sonrisa.

—Perfecto. Ya aclarado el tema, puedes retirarte y haz lo que tengas que hacer.

La niña afirmó con una leve sonrisa y se alzó del sillón para irse a su habitación.

Sherlock sintiéndose más tranquilo, se dispuso a tomar su laptop y varios de los papeles pegados a su pared y seguir investigando sobre Rupert Casey.

¿Quién era en sí Rupert Casey? ¿Un terrorista? ¿Un asesino a sangre fría? ¿Una de las mejores mentes criminales del siglo XXI? Y lo principal y peor de todo, ¿el padre de Isabelle?

Sherlock se dispuso a ver las fotografías de Casey en internet, ya que no había tenido el placer de conocerle. En los archivos que le había robado a su hermano no contenía una fotografía del susodicho. Casey era un hombre de tez blanca, posiblemente en sus treinta, a pesar de que su físico demostraba lo contrario; poseía cabello castaño, ojos marrones, una barba descuidada y una cara de pocos amigos. Sherlock había leído que Casey sufría trastorno maníaco depresivo, eso explicaría porque su cara "amistosa," pero había algo en él que no convencía al detective en ser la mente maestra de un atentado terrorista.

Sherlock se condujo en los profundo de sus recuerdos. Era Junio del año 2004, Inglaterra estaba devastada por el atentado al metro londinense. Según las noticias quince personas murieron y unas cuarenta salieron lastimadas de gravedad. Un día que Inglaterra no olvidaría tan fácilmente. Por aquellas épocas Mycroft estaba a punto de convertirse en una de las figuras con mayor relevancia en el gobierno británico. El mayor de los Holmes sabía que este incidente le haría sacar lo mejor de sí y ganarse una gran reputación a nivel global, por otra parte, Sherlock Holmes siendo un joven enfocado en sus estudios universitarios y meterse cuánta morfina y cocaína le fuera posible, sabía que Rupert Casey, o como los periódicos lo llamaban: "El maníaco del metro", no había planeado tal idea, ni mucho menos ponerle fin a su vida de esa manera.

« Él no fue la mente maestra en esto, Mycroft » decía un joven y fastidiado Sherlock.

« Disculpa, pero ¿ahora tú te encargas de los asuntos del gobierno, hermano mío? » preguntó déspota Mycroft « Fuera o no fuera el líder de esto, no cambia el hecho de que Casey hizo estallar un bomba y crear una gran herida en Londres... Hermanito concéntrate en tu carrera de químico y deja a los expertos hacer su trabajo. »

Molesto Sherlock abandonó sus memorias para concentrarse en sus pensamientos.

—Casey no lo planeó —mencionó en voz baja.

—¿Qué? —preguntaron. Sherlock curioso por esa voz, volteó hacia la puerta y miró a John entrando al lugar—. Perdón por la tardanza, no tengo excusa. ¿Qué dijiste?

—Nada —contestó serio.

—¿Alguna novedad?

Sherlock movió la laptop y le mostró una la fotografía.

—Supongo que es Casey —dijo curioso.

—Supones bien.

—Vaya, no es como me lo imaginaba... —susurró mientras examinaba la fotografía— Sherlock, ahora que lo veo, tiene cierto parecido con Bell.

Sherlock se extrañó.

—Yo no le encuentro parecido.

—¡Por Dios, míralo! —Exclamó—. Ojos marrones, cabello castaño...

—Samara también poseía ojos marrones, cabello castaño.

—Bueno, puede ser la mezcla de ambos.

Sherlock bufó ante la sugestión.

—Tenemos que esperar a que Lestrade venga con los restos y hacer la prueba.

John confundido por lo que escuchó, observó a Sherlock con cierta duda

—¿Lestrade ya consiguió los restos?

—Está tarde ex húmero la tumba de Casey.

—Me dijiste que aún no conseguían los restos.

—Fue después de decirte eso, pero estabas tan concentrado en la fiesta que por ello mejor te dije que vinieras.

—De acuerdo, ¿qué es lo que haremos?

—Primero haremos un perfil sobre Casey, después esperaremos a Lestrade con los restos y al final la prueba de ADN.

Sherlock se alzó de su lugar y se acercó a la pared a tomar más documentos con respecto a Casey.

—Bien. ¿Qué sabemos sobre Rupert Casey? —preguntó John.

—Era un hombre monótono, infeliz, hartado de la vida. Versión corta: era un tipo con un trastorno maníaco depresivo —mencionó Sherlock.

—Ok, eso puede explicar porque decidió atarse una bomba al pecho y hacer explotar una estación del metro.

—En parte, pero ese no fue el verdadero motivo —continuó el detective mientras tomaba su celular. John miró confuso—. Yo le dije a Mycroft que él no pudo concretar tal plan, ya que Casey no era un hombre de valor para atarse una bomba al pecho. Él era más bien para lanzarse de un edificio o tirarse a las vías del tren, dependía mucho de su nivel de depresión, más no era para lastimar alguien más.

John volteó a mirarle sorprendido e intrigado.

—Eso es perturbador, pero creo que eso no cambia el hecho que al final hiciera eso.

—Es verdad, pero fue motivado a hacerlo. Alguien supo manejarlo en su estado depresivo y convencerlo de atarse la bomba.

—¿Tú crees? —preguntó John sin creerlo.

—Es lo más seguro.

—Sherlock —continuó John preocupado—, ¿no creerás que Samara fue la que influenció en Casey?

—Podría, pero no. Y sé que te preguntarás ¿por qué?

—Si. Porque tal vez, nota que digo tal vez, Samara pudo tener una cierta influencia en él.

—Bueno John, Samara también fue una víctima pero no niego que ella influyera en la unión de Casey a este círculo —dijo mientras soltaba su celular—. Hubo alguien más que planeo todo esto y el primero en sufrir las consecuencias fue Casey.

—Y la última fue Samara.

—Así es. Ese alguien terminó con la vida de Casey y martirizó a Samara hasta su fin —el detective junto sus manos y las adjuntó a sus labios—. Es solo cuestión de esperar a que des encripten la segunda USB y ver que tiene. Mientras a seguir con el perfil de Casey.

Sherlock tomó asiento y ambos se dispusieron armar un expediente del susodicho.


Octubre 2003


Rupert Theodore Casey yacía en el consultorio de su médico general para su "estúpido" chequeo anual.

El frío tacto del doctor lo hacía sentir un escalofrío por su espalda y se estremecía a cada momento. Era horrible.

—Bien señor Casey, todo se encuentra en buen estado.

—¿Qué bueno? —preguntó desanimado.

—Señor Casey, ¿aun toma sus medicamentos? —Cuestionó el doctor ante su estado—. Y me refiero a los otros medicamentos.

—Si lo hago Doctor —respondió mientras movía sus ojos hacia él—, de hecho hoy tengo sesión.

—Bien señor Casey, me alegro que aún este en la psicoterapia.

Él no respondió. Se alzó de la camilla y se dispuso a poner su saco para poder salir lo más pronto posible de ese lugar. Su doctor observó preocupado el desinterés y las pocas ganas de su paciente, y sabía que no era buena señal.

—Señor Casey —llamó. Este volteó a mirarle—. Sabe que para cualquier cosa, aquí tiene un amigo.

Rupert no dijo nada. Sin despedirse de su doctor, abandonó el consultorio y se fue caminando hacia donde el viento lo llevará.

Hoy no iría a su terapia, sabía que era estúpido ir a un lugar donde más miserable lo hacían sentir, así que la caminata sería una buena ayuda.

Entre tanto andar por las calles londinenses, Casey se detuvo frente a un puente para contemplarlo como si de una señal se tratará. ¿Acaso este sería el día? ¿Ese día por el cual había esperado desde hace mucho tiempo? ¿Era hoy su día para morir? Casey no lo pensó más, caminó por el puente y contempló aquel río que había sobre él. Desde hacía mucho tiempo que lo había pensado, ya era hora de dejar este cruel y frívolo mundo que no tenía más porque ofrecer. Miró hipnotizado al agua hasta enfocarse poco a poco en la profundidad, cuando una enorme mano se posó sobre su hombro, Casey se asustó y apreció a un policía.

—¿Qué hace señor? —cuestionó dudoso.

—Yo... —habló calmado— Nada. Solo miraba al río.

—¿Solo miraba el río? —Preguntó irónico—. Sabe, conozco a los de su tipo y si quiere un consejo, regrese a su casa y haga lo que quiera con su vida ahí, no en la vía pública.

El policía le soltó y con una mirada tuvo para darle a entender que se fuera. Aún asustado Casey se abrigó y retomó su camino.

Rupert suspiró amargamente al llegar a su vecindario, caminaba cohibido y molesto por culpa de aquel policía que había frustrado su más anhelado deseo, pero entre más pasos daba fue interrumpido por la voz y frescura de joven muchacha.

—¡Hola! —exclamó alegre.

Rupert se detuvo y observó fascinado aquella belleza que adornaba su estúpido vecindario.

—¿Hablas? —preguntó divertida al no obtener una respuesta. Casey afirmó rápidamente—. Qué bien, ¿podrías ayudarme? Soy nueva en el vecindario y necesito meter mi mudanza a la casa.

Rupert estaba hipnotizado por la alegría y encanto de esa joven mujer. Jamás en su vida había visto tantas emociones en una belleza de mujer.

—¿Entonces, si me ayudas?

—Por supuesto —respondió maravillado.

—¡Vaya que linda voz tienes! —Exclamó como una sonrisa—. Pasa por favor, tengo unas cuántas cajas pesadas por acá.

Sin dudarlo Rupert se adentró junto a ella a la casa y le ayudó con su mudanza. Durante todo ese momento la joven mujer platicaba, sonreía y lograba sacarle una que otra conversación a Casey, quien se encontraba fascinado con ella, jamás en su vida se había logrado tanta conversación con una mujer, y eso lo hacía sentir bien.

—Muchas gracias Rupert, eres todo un caballero.

—No agradezcas, el placer es mío al ayudarte.

—Eres muy dulce —dijo con una gran sonrisa—. Sabes te mereces una limonada como muestra de gratitud.

Casey sonrió hasta el punto de sentir sus mejillas tan calidad por la sonrojes.

—Gracias, pero debo de retirarme.

—¡Oh! —Exclamó sorprendida—. ¿Vas tarde a casa?

—Algo así...

—De seguro te han de estar esperando y yo te retuve —mencionó apenada.

—No. De hecho vivo solo.

—Ya veo... —dijo algo confusa. Casey se preocupó—. ¿Entonces tú casa pude ser un buen lugar para una reunión?

Sorprendido volteó a mirarle.

—Pues... Sí, porque no.

—Asombroso —mencionó mientras juntaba sus manos—. Ahora déjame te acompaño a la puerta, no quiero ser mala anfitriona.

Ambos sonrieron y caminaron hacia la entrada en donde su despedida se concluyó con un honesto gracias. Rupert dio la media vuelta y comenzó a caminar de vuelta a la calle cuando escucho a la joven hablarle. Este volteó lleno de algo que había perdido hace mucho tiempo, de esperanza.

—Que tonta soy, olvide presentarme me llamó Samara. ¡Un gusto en conocerte Rupert!

Presente.

Lestrade entró al living room del 221B en Baker Street y consigo tenía una caja de archivo policial.

—Aquí está tu cadáver.

John alzó la vista y Sherlock apuntó hacia su mesa de proyectos químicos. Lestrade obedeció y dejó la caja en ese lugar.

—Tienes cuarenta y ocho horas para extraer esa prueba de ADN. Si fuera tú, empezaba ya.

—Gracias George —dijo Sherlock con una gran sonrisa.

—Es Greg —respondió molesto.

—Como sea...

Sherlock se alzó y se dirigió a su mesa. Lestrade le observó y al sentir el peso de la mirada, alzó sus ojos hacia el inspector.

—¿Qué?

—Sherlock, es en serio...

—Perdón por cambiarte el nombre —interrumpió molesto.

—¡No me refiero a eso! —exclamó molesto.

—¿Entonces?

—Me refiero a que hagas esa prueba de ADN. Tuve que conseguir los restos de una manera, no muy convencional, y los necesito antes de esas cuarenta y ocho horas.

—No te presiones Lestrade. Tendrás a Casey antes de lo previsto.

—Si Greg —continuó John mientras se acercaba a ellos—. Haremos que todo sea rápido.

—De acuerdo. Espero que sí van a un laboratorio les den un resultado pronto.

John miró a Greg y cabeceó para tranquilizarle. El inspector, aún nada confiado, se retiró y dejó al detective y al doctor hacer lo suyo.

Sherlock tomó asiento, cogió unos guantes y abrió la caja para encontrarse con los restos de Casey. John y él analizaron la poca cantidad de huesos; lo que más destacaban era el cráneo, la mayoría de los huesos conformaban las piernas y los huesos de su brazo izquierdo. Este hombre sí que hizo desaparecer su pecho y parte de sus brazos.

Analizando pieza por pieza, Sherlock posó uno de los huesos bajó su microscopio y comenzó analizar más a profundidad. John acechó curioso.

—¿Será bueno llevarlos a un laboratorio o ir a Barts?

—Descarta el laboratorio. Iremos a Barts —respondió veloz.

—Perfecto, ¿conoces alguien que haga pruebas? —cuestionó

—Lo estás mirando.

—¿Tú harás la prueba de ADN? —preguntó asombrado John.

—Ajá —respondió Sherlock mientras limpiaba el hueso.

—¿No crees que es mejor llevarla con la gente de Barts?

—No hay necesidad. Yo puedo hacerla, por eso iré a Barts, aquí puedo contaminar las mayoría de las evidencias.

—Ya veo —dijo sorprendido—. Y hablando de evidencias, ¿qué obtendrás de Bell?

Sin despegar la vista del microscopio Sherlock sacó, de entre un mundo de papeles, una bolsa transparente que dentro llevaba un cepillo con cierta cantidad de cabellos. John quedó impactado.

—¿Son de Bell? —cuestionó sin creerlo.

—Sip.

—¿Cómo los...? —El doctor Watson se detuvo y sacudió su cabeza— Sabes, no me molestaré en preguntar cómo.

—Qué bueno —contesto mientras tomaba el hueso con sus pinzas y mucha delicadeza.

—¿E irás a Barts cuando termines de examinar esos huesos?

—Así es. Puedes acompañarme, si quieres...

—No, no es eso, es solo que me tomó por sorpresa que tú quieras hacer la prueba.

—Soy químico. Puedo realizarla.

—Lo sé. Nunca dije que no pudieras.

—Siempre lo haces —dijo seriamente. John frunció el entrecejo.

Pasaron veinte minutos en los que el detective se dedicó a examinar y guardar los huesos con gran profesionalismo. Concluyendo con su labor se dispuso a llevar sus muestras a Barts. Iba acompañado de John y de Bell, ya que está última insistió en ir con ellos y Sherlock no pudo negarse, ya que no quería un berrinche de la niña. John se había quedado impactado por el doblegar de su amigo. Al llegar a Barts notaron que venían a la par con Molly y su sobrino. John curioso, iba a preguntarle a Sherlock cuando esté respondió que necesitaba asistencia de una forense.

Todos se encontraban en el laboratorio, Bell y Tommy jugaban con el celular de John, Sherlock y Molly alistaban todo y John curioseó, recargado en una mesa, en como su amigo se movía de aquí para allá, como si de un tornado se tratará.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó mientras se acercaba al detective. Este adquirió lugar en el microscopio y se dispuso a checar los restos.

—Si. Llévate a los niños alguna otra parte.

—¿Perdón?

—Conociéndolos se van aburrir y arruinara todo el proceso. Necesito que los distraigas unas dos o tres horas —respondió ignorando su pregunta.

—¿Y a donde los puedo llevar?

—Yo le prometí a Tommy llevarlo al cine —dijo Molly mientras ponía un montón de utensilios sobre la mesa—. Pero surgió esto así que...

—¿Los llevo al cine? —cuestionó John. Sherlock rodó sus ojos.

—El comentario fue evidente, John.

—Bien —respondió mirando a Sherlock molesto—. Los llevaré al cine y a la plaza comercial, eso los distraerse por unas tres horas.

—¡Gracias John! —exclamó Molly regresando al estante a sus espaldas.

John sonrió a su amiga y se dispuso acercarse a los niños cuando Sherlock le llamó.

—¿Qué pasa?

—Necesito pedirte otro favor —sonó serio.

—Dime...

—Trata de que... —decía algo nervioso— trata de que Bell y el joven Hooper, tengan una cierta distancia.

John se quedó pensativo un momento.

—¿Cómo?

—Que no estén tan... Juntos.

—¿Juntos?

—¡John! —exclamó molesto.

—¡Bien! —Dijo con una sonrisa—. Creo que ya te entendí. Si yo me encargo de que no estén tan "unidos"

John empezó a burlarse ya que había comprendido porque la advertencia de su amigo. Esto pasaría a la historia.

El doctor Watson sin ninguna dificultad se llevó a los niños al cine. Ellos ni siquiera se despidieron, estaban emocionados por su salida.

—Molly, esto nos tomara un largo rato.

—No te preocupes Sherlock.

Fue la fiel y agradable respuesta de su amiga. Y así ambos comenzaron a trabajar en la prueba de ADN.


**

Hoy, es un bonito día.

¿Saben por qué?

Porque hoy cumpleaños nuestro lindo y Sassy Martin Freeman. 🍰🎂🎉🎆

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