La vida es un sueño.

By LauraKatalinaCS

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Nuestra vida es un sueño incesante de ilusiones, que nos mantienen con Vida cada vez que lo buscamos y no pod... More

Prólogo
Una Adolescente Rota.
Florencia Italia
el intento de un nuevo amanecer
Aprendiendo sobre ángeles.
incógnitas
Cosas de familia.

Secrets

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By LauraKatalinaCS

Noches sin dormir, sueños extraños, lugares que no conozco, dibujos que salen de maneras terroríficas, tanto así que trato de esconderlos o quemarlos sin éxito alguno, aparecen en mi maleta, mis libros,mis tareas. No puedo decir nada sobre ello, ya he sido avisada.

"Una palabra y estás muerta heredera, muerta al igual que todos los que te rodean"

una frase que apareció con sangre en mi habitación, no pude decir nada. Temía por todos y menos sabía que hacer, no dije nada de aquello y aquél día comenzaron a acudir a mi mente visiones, visiones horrorosas, gente muerta, espacios negros, gritos en agonía, gritos de ayuda y yo siendo atrapada por cada uno de ellos. Ya no podía más.

Ya no entendía que sucedía, la última vez había tenido un sueño peor que los anteriores, estaba atrapada y confundida hasta que una voz se hizo presente entre aquella oscuridad, una voz tenebrosa.

"Nadie puede saber que sigues viva en especial ellos..."

— Ya deberías entregarte, nadie aguantaría tanto. — La voz volvió a aparecer y sólo me dispuse en posición fetal, no resistía más pero tampoco sabía la manera de acabar esto, ni lo que necesitaba o quería. era un asco total.

— No se que es lo que buscas, sólo soy una humana. — Aquella voz tomó forma y una mujer con aspecto mucho mejor que el mío se acercó y me hizo mirarla, solo lo hice sin más, ya no me importaba.

— Te dejaré por el momento pero deberías saber que esto no se ha acabado y que pondré tu vida de cabeza, hay cosas que no sabes. Princesa. — Desapareció​ y fruncí el ceño, como sea podría olvidar aquello así me tomara tiempo.

Entré al baño e hice mi rutina diaria, me sentía un poco mejor desde que aquella locura había comenzado, creo que era el momento para salir un poco más, vestirme de una manera diferente y dejar de pensar en todo.

Y así lo hice.

— Buenos días pequeña, me alegra verte alegre. — Asentí y me senté a comer desayuno de la manera más rápida posible. Me limpié y salimos al camino para llegar a clase.

Me dejó allí y tomé mi camino hasta la clase pero de un momento a otro me ví contra el suelo tapándome a toda velocidad las piernas para que mi ropa interior no se viera, una risita nerviosa me alertó de la presencia de alguien más, me levanté rápidamente pero volví a caer, una sombra se acercó.

— Lo lamento, sólo voy un poco apurado a clase. Te ayudaré a levantar y por cierto lindas bragas de animalitos. — Me ayudó a levantar antes de que me cruzara de brazos esperando una disculpa por haber sido un idiota.

— Oh verdad, ten - Me pasa un papel y hago una mueca. — Llámame lindura, me gustaría conocer mejor lo que tienes y no sólo tus bragas. — Rodé los ojos antes de hacer el papel una bolita, lanzarlo a su cara y salir de allí de malas pulgas.

— Clase tenemos un nuevo estudiante, el señor Thomas Sauvignan. Denle una cálida bienvenida. — No presté atención a lo que decía el maestro al estar hablando con Alex y riendo los dos, un ligero golpe en mi cabeza me hizo alzar la mirada y rodar los ojos.

— Vaya la señorita bragas de animalitos está en mi clase, el gusto es tuyo. — Me voltee y seguí hablando con Alex pero el tipo ese tomó el asiento al lado de nosotros. Que puto día.

— ¿Katy, este soquete te molesta? Porque si es así podemos irnos y hacernos detrás de Madeline. — Negué, prefería estar aquí al lado de un niño que intentaba ser gracioso a estar detrás de una bandada de perras sin cerebro y tampoco quería más problemas con ella, ya bastante tenía con que intentara manchar la poca dignidad que tenía.

— ¿Ah, con que te llamas Katy? Lindo nombre, pero no tanto como señorita bragas de animalitos. — No lo mire, tan solo bufé y me concentré en la clase.

— Hagan tríos de a tres, no tríos de cuatro, no tríos de dos, no tríos de uno. Hay trabajo que hacer. — Alex me miró y tan sólo con un gesto ya sabía que decía que si, bueno no a todo lo que me proponía.

— Oye tú chico nuevo ven aquí entra al grupo. — Mi cara creo que era digna de una fotografía de enmarcar, aquél chico se acercó y comenzamos a trabajar con sus constantes chistes tontos, que ya no soportaba y me sacaban de quicio cada vez que podía.

— Listo, solo falta tu parte Katy. — Asentí y se la pasé para luego seguir observando por la ventana, desde allí se veían dos chicos que parecían mellizos creo. Me entraba curiosidad bueno curiosidad insana, extrañaba a mi familia mucho más de lo que podía decirlo, podría estar jugando con un Gabe de 12 años y riendo a carcajadas pero sabía que aquello era imposible, los tres estaban dónde todos decían que era hermoso "el reino de los cielos".

Debia dejar de pensar en ellos pero ¿Cómo se componía un corazón roto después de tantos años? No lo sabía, no sabía que existiera en los libros la respuesta, si no conocía donde busca me quedaría así, para siempre.

— ¿Que observas? — Negué y dejé de hacerlo, cada vez más me molestaba aquél chico con sus actitudes fanfarronas, me tocó el brazo y lo aparté de un manotazo.

— ¿Sabes qué? Me cansé de tu actitud de niño rico, que puede joder a cualquier chica que se le dé la gana, jodete. — Salí de allí enfurruñada sin dirección alguna, tenía que tranquilizarme antes de entrar de nuevo o podría pegarle y no quería problemas.

— ¿Ya te cansaste? Pensé que serías malvada, tal y como lo fuiste antes. — Ahora una nube de humo densa llenaba todo el baño, me daba tan solo un poco de pánico. Más bien para que  le voy a mentir, tenía miedo, no sabía que era lo que yo estaba haciendo  para que tantas cosas horrorosas llegaran a mi vida o si ya era el momento de morir, cerré los ojos.

— Puedes usarme y solucionar todos tus problemas heredera ya lo sabes, así como antes y seremos una sola para siempre. — Me tapé con fuerza los oídos, no puedo usarlo de ninguna manera no sabría que sucedería con ello. Era un canto de sirena que no debía seguir demasiado peligroso me gritaban mis sentidos.

— No sé quien seas pero no lo haré, no quiero no puedo vete. — La sombra se hizo más densa y abrí los ojos aterrorizada, si iba a morir aquí vería la causa de aquello y abrí los ojos.

— ¿Porque te resistes a ti misma eh? Acéptalo y déjalo fluir ven toma mi mano ven... — Era una niña, una pequeña niña y me extendía su mano. Sus ojos tenían la parte de la esclerotina de color negro y su pupila era roja de un color como la sangre y unas línea dentro de color negro, me sonreía y mostraba sus dientes con sus colmillos asomándose con descaro, volví a negar.

— ¡Déjame tranquila! Fuera de aquí... — Siguió sonriendo de manera tranquila pero malévola en el fondo, de un momento a otro las sombras se me tiraron encima, comencé a gritar.

— Ya tranquila tranquila. — Alguien había acudido al escuchar los gritos, sólo podía temblar y llorar del miedo que me había dado aquella experiencia, la persona que había aparecido me acariciaba la mejilla y me transmitía un poco de paz entre aquella situación.

— Lo lo siento por haber gritado. — Dije en un tono muy bajo que usaba cuando realmente estaba avergonzada de lo que estaba sucediendo, abrí los ojos. Era una chica.

— Creo que es hora de qué te santifiquen y puedas dejar ir eso dulzura, hay varios demonios acechandote. — Rodé los ojos, no creía en nada de eso eran invenciones de las diferentes religiones para dar miedo y peor aún ganar adeptos, que patético.

— No creo en nada de lo que me estás diciendo estoy alucinando eso es. — Me aparte con el ceño fruncido y abrí la llave del lavamanos para lavarme la cara.

— Puedo sentir cosas de ese tipo dulzura, deberías creer en lo que te estoy diciendo. — Suspiré meneando la cabeza, no se rendía.

— Y yo siento que debería irme a clase en este momento. — Estaba a punto de salir y noté que observaba la eslava que se notaba en mi tobillo, no recordaba quién me la había puesto allí sólo dolía sí quería retirarla nada más, le dirigí una mirada de advertencia.

— Soy Helen, Helen Black. Un gusto en conocerte Catharina Alighieri. — Y desapareció dejándome más confundida por como me había llamado.

Volví a entrar a clase unos Minutos después cuando supe que  estaba totalmente calmada y que no le daría un golpe al estudiante nuevo, nadie dijo nada en relación a mi ausencia prolongada y lo agradecía.

"¿Mejor?"

Descubrí la notita que había caído a mis pies, una nota de Álex, lo observé y asentí prestando atención a la clase sin escuchar al molesto chico hablar. Lo observé todavía teniendo mis preguntas, había estado todo el resto de la clase observandome pensando que no me daría cuenta, era perturbador.

La profesora dictó la tarea y algunos minutos después salimos con su voz hablando en nuestra dirección.

— La próxima vez que tenga un ataque de pánico no dude en decirlo señorita Thompson, estamos para ayudarla. — Le asentí devuelta con media sonrisa y salimos de allí.

— Entonces tenías un ataque de pánico. — Solo asentí, no necesitaba meter a mi mejor amigo en estos problemas y más que no sabían de dónde provenían hazle caso a Hellen, negué debía dejar de pensar en eso.

De un momento a otro caí al suelo, me sobo el trasero antes de levantarme y escuchar una voz detrás mío.

— Lo lamento tanto, no me fijé por donde estaba corriendo. — Era una chica de cómo 14 años más o menos, negué con una sonrisa conciliadora y nos quedamos en silencio.

— Emma Alessia ¿Dónde estabas? — Un hombre de mi altura, cabello castaño y expresión molesta se acercó a la niña y a donde estábamos reunidos desde que habíamos tropezado, su expresión de inmediato cambió al observarme a mi.

— Beatriz estás viva. — Mi expresión cambió a una sonrisa  sarcástica y molesta, no sabía de quién me estaba hablando y más que se habia dado el permiso de hablarme sin presentarse o algo así.

— Obviamente estoy viva, ¿O es que acaso soy un fantasma de carne y hueso? — Se me quedó viendo, esto cada vez más me irritaba y más porque parecía conocerme y yo no a él.

— Pensé que jamás te volvería a ver — Se acercó unos pasos más en mi dirección, retrocedí los mismos que dió, no admitía que se me acercara y más si podría golpearlo.

— Disculpe pero ¿Usted quién es? — Mi ceño cada vez se vuelve más profundo de la confusión y de la situación que me irritaba constantemente.

— Soy tú padre. — Mencionó en voz autoritaria buscando mi atención.

¿¡Mi padre!?

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