Give Your Heart A Break Libro...

By DOITONODERA

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¿Qué es la vida de Takano y Onodrra después de su aventura intentando enamorar al otro? ¿Qué sucede antes y d... More

Hola!
Memorias de Navidad
Introducción; Historia de Yuki
Nuevo miembro de la Familia 1/1
Embarazo 2/3
Embarazo 3/3

Embarazado 1/2

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By DOITONODERA

ADVERTENCIA: Gracias a cierta persona este capítulo contiene altas tendencias a películas y música.

ADVERTENCIA 2: Esto es MPREG. Si no te gusta, no lo veas y espera a la parte SIN mpreg que saldrá en poco. ¿Mañana? Tengo tarea y acabo de entrar (BUAAAH)

RECOMENDACIÓN: Disfrutar y dejar muuuchos comentarios. De eso vivimos.

Una mañana donde no era día para ir a la oficina, me encontré a mí mismo en el baño otra vez, vomitando. Pero era más que de costumbre y tenía dolores de estómago intensos. Masamune me trajo un vaso de agua, pero ni siquiera pude sostenerlo. En algunos momentos, estaría tan aturdido, que casi me desvanecería.

Takano no sabía qué hacer. Su preocupación se profundizó durante una hora. Eso no me gustó nada. Pero no podía evitarlo: Lágrimas de dolor comenzaron a reunirse en mis ojos mientras me sentaba junto a la toilette, gimiendo de agonía. Masamune tenía sus sospechas de que era una intoxicación alimentaria, pero decidió comprobar mi temperatura para confirmar. Metió el termómetro en mi boca y maldijo cuando leyó 38 grados centígrados.

—Ritsu, tienes una intoxicación alimentaria—dijo Takano-san—.Tienes que ir al hospital, tu temperatura es alta.

Yo asentí, con demasiado dolor para responder. Él me ayudó a levantarme, ya que estaba extremadamente débil.

Takano-san pasó un brazo alrededor de mí y tomó mi mano. Me preguntó si debía cargarme, pero obviamente me negué rotundamente que lo hiciera. Aunque al final, claro que tuvo que alzarme como una princesa para bajar las escaleras hasta el estacionamiento. Mal día para que el elevador estuviera fuera de servicio. Takano-san me colocó en el asiento de su auto, cuando entró el de piloto me di cuenta de que estaba jadeando un poco.

—Lo siento.

—No lo sientas; has estado vomitando mucho, pero has ganado peso. —sonrió.

—Ugh...

Le lancé una mirada asesina, pero al final salió un quejido en vez de un refunfuño.

Takano-san se dirigió al hospital, afortunadamente sin ningún vómito de mi parte. Pero tan pronto como llegamos al estacionamiento abrí la puerta y salí del auto para apoyar mis manos sobre mis rodillas pero éstas me temblaban demasiado. Takano-san se situó detrás de mí y me sostuvo por detrás. No hice más que babear y emitir arcadas que sonaban asquerosas. Llevé una mano atrás para empujarlo y decirle que no se acerque, pero mis malogradas fuerzas eran nulas ante él.

—N...no...o... ack...

—Shhh... —Al mismo tiempo, sobaba mi espalda circularmente, haciéndome sentir de una forma tan reconfortante.

Si tan solo tuviera una mano extra, me encantaría tomarla fuerte hasta que se ponga azul. Me detuve con el constante siseo de Takano-san en mi cabeza y su cálida mano en mi espalda apaciguándome al fin. En serio me siento tonto y débil.

—Muy bien, aunque tú no quieras...

Takano subió mi brazo, lo puso detrás de su cuello y flexionó las rodillas levantándome con agilidad. Esta vez no puse objeción alguna, no pude. Sólo dejé que pendiera de sus brazos, mis ojos estaban demasiado agotados para mantenerlos abiertos y toda la fuerza me abandonó. Incluso la de mis manos que una reposaba en mi estómago y otra en la nuca de mi esposo. Así que parecía un muñeco de trapo con la cabeza y extremidades colgando por ningún lado.

—Resiste, Ritsu. —dice él.

Una vez llegamos, una camilla llegó por mí y me llevaron inmediatamente ya que el hospital no estaba demasiado ocupado.

—Te registraré y te esperaré aquí. —gritó mi pareja.

Alrededor de media hora más tarde, descansaba en la cama del hospital, encima de la sábana, ya que sabía que me iría pronto. Mi intoxicación alimenticia finalmente había pasado y había conseguido los antibióticos. El doctor Madoku entró, con un portapapeles en la mano.

—Señor, Onodera ¿Cómo se siente? —preguntó con una sonrisa amistosa.

—Mucho mejor, gracias, ¿cuándo puedo irme?

—Bueno, sólo quiero comprobar algunas cosas antes de que se vaya sólo para asegurarnos de que estás cien por ciento otra vez —El Dr. Madoku escribió una nota rápida en el portapapeles, todavía sonriendo.

—Bueno. —suspiré.

—Tendré que levantar la camisa con mucha rapidez —dijo el doctor Madoku, colocando el portapapeles en la silla junto a la cama mientras levantaba mi camisa de mi estómago. Pero el doctor Madoku inmediatamente frunció el ceño una vez que miró mi estómago.

—¿Cuánto hace que tienes esta protuberancia?

—¿Protuberancia? —miré mi estómago. Efectivamente, había un bulto muy pequeño que se formaba en la parte inferior de mi vientre. Debe ser por esto que Takano-san dijo que gané algunos kilos recientemente, pero no había notado el golpe—. No recuerdo haberlo tenido antes.

Fruncí el ceño, mi preocupación iba creciendo.

El doctor Madoku en silencio extendió las manos y las colocó sobre el bulto en mi vientre. Empezó a presionar ligeramente, descubriendo que el golpe era duro.

— ¿Has estado tomando algún medicamento últimamente? —El doctor Madoku tomó la nota y empezó a mirarla.

—Sí, algo para mi estómago hace unos meses.

Finalmente, el Dr. Madoku encontró un cierto gráfico en la parte posterior. Mientras lo interpretaba, sus ojos se abrieron. Rápidamente miró hacia el golpe y volvió. Noté su mirada y rápidamente me puse nervioso.

— ¿Qué... hay algo mal? —pregunté con mi voz llena de ansiedad, colocando mis manos sobre el golpe.

—... Dice aquí que una cantidad creciente de estrógeno, las hormonas femeninas, se han encontrado en su torrente sanguíneo Un efecto secundario muy raro y poco común, especialmente para un hombre Tengo mis sospechas, pero sería... imposible —El doctor Madoku murmuró sus últimas palabras, más para sí mismo—. ¿Has tenido algún síntoma inusual últimamente?

—Umm... Sí. He tenido antojos, fatiga, vómitos, dolor de espalda, y algunos otros.

— Por favor, espere señor —El Dr. bajó la tabla y salió de la habitación bastante rápido.

Mi corazón se aceleró, a mil por hora. Pensé en llamar a Takano-san, pero decidí esperar y ver.

Pronto el doctor de nariz curveada regresó, rodando en lo que parecía una máquina de ultrasonido. Lo situó a mi lado y se volvió.

—Tengo que revisar algo, pero podría ser bastante... —Madoku se detuvo. Pude ver sus dientes chuecos cuando abrió la boca. Sí la palabra era alarmante, ya lo estaba—, solo por favor trabaje conmigo —Se volvió todo serio ahora, poniéndome más nervioso.

—Ehh...-está bien. —acepté vacilante. El Dr. Madoku puso en silencio un gel frío sobre mi estómago que me hizo estremecer, asegurándose de extenderlo uniformemente. Luego encendió la máquina, tirando una sonda al estómago.

—¿Listo? —preguntó. Yo sólo asentí.

El doctor apretó la sonda al estómago, moviéndola antes de que se detuviera de repente. Escuché un sonido extraño de repente.

Agudicé el oído. ¿Estaré volviéndome loco? ¿Por qué mi corazón se acelera tanto?

El sonido de un tambor batiendo rápidamente procedente de la máquina, la confusión reemplaza mi miedo.

—¿Qué es eso? —Fruncí el ceño.

El doctor miró fijamente la pantalla, con la mano contra la boca y el ceño fruncido. Se quedó en silencio un momento antes de volverse lentamente hacia mi rostro.

Respiró hondo y apuntó hacia la pantalla y dijo: —Ese, señor Onodera..., es el latido de su bebé.

Lo miré como si se hubiera vuelto loco.

Tengo que cambiar de hospital. Este doctor con proporciones indefinidas está loco. Tal vez le afectó su mandíbula torcida, sus dientes afilados y chuecos y su nariz aparentemente fracturada en cinco veces o más.

Mis ojos se encontraron con la pantalla, luego volvieron al médico.

—¿Bebé? —Emití una risita—. Pero yo soy un hombre...

—Sé que parecería imposible, pero créame, está aquí —Señaló de nuevo a la pantalla—. Sólo hay un caso que se acerca de este mismo asunto... pero fue en América.

—P...ero... No puedo estar embarazado —exclamé alarmado. Mi corazón se aceleró, el pánico se asentó.

—Onodera-san, lo siento, pero claramente lo estás. Yo diría acerca de cinco semanas —Afirmó el doctor Madoku, mirando de nuevo a la pantalla. Momentos de silencio pasaron antes de que volviera a hablar—. No sé cómo su cuerpo está apoyando a un bebé exactamente, pero creo que se relaciona con los altos niveles de estrógeno en la sangre. Estoy pensando que las hormonas engañaron a su cuerpo, y que de un óvulo comenzó...

—¡No bromeé! —le interrumpí. Me quité el aparato del vientre y me senté.

Mi cabeza giró desde la imposible situación y explicación. Miré al médico, que tenía una mueca de pena por mí. Me disculpé en voz baja, él asintió diciendo que entendía y después murmuró colocándome una mano en el hombro que sentí más pesada que un bebé de cinco meses.

—Por favor, intente no entrar en pánico. Lo dejaré solo por unos minutos y luego dejaré que su esposo entre. ¿De acuerdo?

Asentí incapaz de abrir la boca. Creía que, apenas lo hiciera rompería en llanto, y el nudo en mi garganta podría delatarme.

El doctor Madoku apagó la máquina, retiró el gel con una toalla de papel y salió de la sala en silencio. Dejándome pálido y solo. Pero necesitaba este tiempo para comprender todo esto. Me llevé las manos a la cabeza y tiré de mi pelo.

Me dolió, no es un sueño.

—Oh Dios, ¿qué voy a decir a Takano-san?

¿Embarazado?

Por fin las lágrimas pesadas cayeron de mis ojos a mi rostro y abatieron dispersadas por el suéter gris que Takano-san me regaló nuestro primer aniversario. Takano-san... Takano-san...

—¡Voy a asesinar a Takano! ¡Ese bastardo me ha impregnado! —El rostro me hierve por dentro.

Si no fuera tan persistente con hacerlo todas las noches no estaría ahí. Sentado en una cama de hospital, observando un monitor apagado. Llorando desconsoladamente. Perdido y enojado. Tocándome el vientre. Mareado de preguntas como:

¿Un bebé? ¿Por qué un bebé? ¿Estoy preparado, o soy incluso capaz para tener un bebé? ¿Por qué? ¿Por qué tengo que quedarme embarazado? ¿Por qué yo? ¿Por qué ahora?

La incertidumbre me comía vivo.

Mi bebé y el bebé de Takano-san estaba creciendo en mi estómago. Íbamos a tener un bebé. Yo iba a ser un padre, así como Takano-san. Un padre. Un bebé. Una familia.

¿No es algo que Takano-san quería? ¿Tener una familia para cuidar y amar?

En realidad nunca había pensado en una familia, ni siquiera cuando Takano-san y yo nos casamos y él lo mencionaba. Aunque él lo mencionaba más antes de que nos juramos amor eterno ante el altar, después pocas veces. Éramos felices estando juntos que la idea de adoptar dejó de ser tentada.

Pero ahora... tengo nuestro bebé. Fruto de ambos en mi cuerpo y nacerá dentro de nueve meses, 40 semanas si todo va bien. Y cuando se cumplan la última semana, lo tendría en brazos... y Takano-san también y estaría tan feliz...

¿Pero qué?

Entre más pensaba en ello la idea pasaba de ser aterradora a conmovedora, pero aún aterradora. Puse mis manos sobre mi estómago, consciente de la redondez ahora. Siempre tuve una familia amorosa. Takano-san nunca lo hizo. Tal vez sería el momento de que pudiéramos tener la familia perfecta y la que él siempre quiso.

Relajé mis hombros. Sacudí la cabeza.

Esas cosas no pasan en la vida real... hay que ser honestos. El pequeño golpe crecerá hasta que salga... y no sé qué haría yo yendo por ahí con una enorme esfera en el abdomen. ¿Cómo le explicaría a nuestros amigos, Takano-san cuando no puedo explicarlo a mí mismo?

Las dudas del embarazo, el parto y la cosa de ser un buen padre aún rondaban por mi cabeza y me llenaban de estrés.

—¿Que voy a hacer? —Suspiré lentamente, pero incluso mientras me preguntaba esto, sabía la respuesta.


Minutos pasaron antes de que Takano-san abriera la puerta del consultorio. Él caminó hacia mi cama y se sentó en el borde a mi lado. Pasó su gran mano por mi rostro, sonriendo ligeramente.

—Hey, ¿te sientes mejor? —preguntó.

Asentí, bajando los ojos. Tenía las manos en el estómago.

Takano-san siguió la línea de mi nariz y bajo para entrelazar una mano con la mía.

—¿Qué sucede? —escuché la súbita preocupación en su voz.

Sabía que fruncía el ceño, pero no subí la mirada para comprobarlo. No pude encontrar la voz. ¿Cómo le dices a un hombre que impregnó a su propio esposo?

Takano inclinó la cabeza para intentar mirarme a los ojos. Alargó la mano y la colocó en mi mejilla.

—Ritsu, vamos, habla conmigo.

Odio verlo tan preocupado y triste por mí. Aún no tengo idea de cómo lo tome, pero tarde o temprano tendría que decírselo.

—Masamune — dije su nombre. Sus cejas se relajaron. Yo hice una pausa, mordiéndome el labio—, ¿recuerdas ese sueño de tener una familia?

—¿Una familia? —Takano estaba completamente perplejo. Me inspeccionó los ojos como si estuviera removiendo en su cabeza—. Por supuesto pero ¿Qué tiene que ver ahora?

—Honestamente, ¿has pensado alguna vez en niños, verdad?

Traté lo mejor que pude en sostenerle la mirada, pero fue inútil y mis ojos volvieron a clavarse en mis manos.

—Ritsu..., dime qué pasa —Takano-san se rindió y pegó su frente con la mía.

Mis mejillas comenzaron a ruborizarse de color rosa brillante.

—No... vayas a besarme ahora...

—¿Por qué no?

—Porque no quiero —Aparté ligeramente a Takano-san.

—Intentaré no hacerlo si me dices porqué me preguntas todo esto.

Endurecí la boca. Hice puño su camiseta negra y tomé una gran bocanada de aire.

—No sé cómo decir esto —Fruncí el ceño de nuevo.

Masamune frunció el ceño también.

—Takano-san —Alcé la mirada finalmente—. Estoy embarazado.

Masamune me dedicó la misma mirada que yo le di al médico cuando me dio la misma noticia.

—... No entiendo —Takano-san sacudió la cabeza lentamente, su ceño se profundizó.

—Estoy embarazado —repetí apretándole la mano.

—Ritsu, no puedes estar embarazado —Takano-san rio nerviosamente.

—Yo también lo dije, pero el doctor Madoku lo probó, lo oí Takano-san, oí el latido de nuestro bebé—susurré desesperado.

—Pero... eso es —el hombre de pelo azabache sacudió la cabeza de nuevo, mirando hacia sus manos—... ¿Cómo?

Lo expliqué como el doctor lo hizo sobre la medicación. Masamune escuchó en silencio después de que él lo explicara. Me mordí el labio, alargué la mano para cepillar los mechones de mi esposo que caían apáticamente sobre su rostro.

—Sé que es... imposible, pero es verdad, Takano-san, vas a ser padre —Traté de consolarlo—. Estoy llevando a nuestro hijo. ¿Entiendes?

Takano-san asintió, con la garganta demasiado seca para hablar. Estaba demasiado en shock para responder.

No es como si hubiera esperado que tomara mi rostro entre sus manos, me besara sonriendo y gritara con las manos en alto "¡Seremos padres! ¡Tendremos un bebé!". Tampoco es como si esperara que me levantara en el aire lleno de júbilo como nunca.

Tal vez esperaba una reacción lenta, pero positiva.

Ya hará todo eso, cuando comprenda mejor y lo asimile como yo. Aun así, no puedo evitar sentirme algo decepcionado.

Ambos nos volvimos al oír abrirse la puerta. El Dr. Madoku entró. Sonrío, pero dejó de hacerlo cuando vio nuestros rostros pálidos.

— Parece que le ha dicho —Sus manos se encontraron emitiendo un pequeño aplauso. Asentí con la cabeza, un poco sombrío de que Takano-san no respondiera—. Sé que esto es mucho para tomar —Se refiere a Takano—, pero quiero mostrarle el milagro que los dos están teniendo.

El Dr. Madoku caminó a la máquina de ultrasonidos y nuevamente la encendió.

Sin vacilación, volví a acostarme, enrollé mi camisa y Madoku-sensei repitió el proceso. Pronto encontró el latido del corazón, un punto latiendo rápida y fuertemente. Takano-san se limitó a mirar la pantalla con la cara vacía.

—El latido del corazón es muy saludable, señor. Está embarazado con cinco semanas —Sonrió el doctor, tratando de alentar a mi esposo.

—¿Cuáles son los riesgos para mí esposo estar embarazado? —preguntó de inmediato. El doctor Madoku pestañeó, contemplando la pregunta.

—No creo que...

—Responda por favor —Takano-san elevó su tono.

Abrí los ojos. Lo miré a él, luego al doctor.

—Bueno, el cuerpo de un hombre no está diseñado para transportar a los niños de forma natural, sino que ejercerá mucha presión sobre su cuerpo, especialmente en el momento del nacimiento. Hay un mayor riesgo de que el bebé no sobreviva y algún riesgo del portador no sobrevivir. Para el niño, yo diría que hay sólo un treinta por ciento de posibilidades de sobrevivir. —informó.

Jadeé un poco, con el corazón partiéndose en dos.

—¿Y para el transportista? —preguntó Masamune.

El Dr. Madoku hizo una pausa, suspiró y reanudó:

—Dependiendo de la persona y la dificultad del embarazo, hay un cincuenta a setenta por ciento del portador que sobreviva.

—Gracias —murmuró Takano—. Me gustaría hablar de esto con Ritsu a solas, por favor.

El doctor me miró, asentí con las lágrimas en los ojos y mordiéndome el labio. Después apagó silenciosamente la máquina se fue.

Yo mismo tomé la toalla y me limpié el estómago con ella. Posteriormente me senté listo para lo que venía.

—Ritsu —Takano-san finalmente me miró a los ojos—. No tienes que tener el bebé.

—¡¿Qué?!

Ampliamente abrí los ojos. Estaba llevando a nuestro hijo, y Takano estaba sugiriendo que debía hacer un...

—¿Estás diciendo que debo abortar?

El tono de mi voz se hacía más débil con cada palabra que emitía.

—Sí —contestó él seriamente determinado.
—No puedo creer que estés diciendo eso —Sacudí la cabeza—. Este es nuestro hijo. ¡No creo que entiendas lo que eso significa!

—Pero no creo que valga la pena tenerlo, ¡sólo tiene un treinta por ciento de posibilidades de sobrevivir de todos modos!

En un momento a otro nuestras voces ya estaban por arriba de la otra.

—¿De eso se trata esto? ¿Tienes demasiado miedo de tener la oportunidad de tener al bebé? —me burlé, yo mismo asimilando lo absurdo de la situación. De todas formas, mis ojos no pararon de lagrimear sobre mi rostro hirviendo—. ¡Creí que lo querías!

—¡Tengo miedo de perderte! —ladró.

Cerré la boca, desconcertado por la verdadera razón. ¿Perderme? ¿Por qué se consideró eso?

Yo iba a tener el bebé, no importa qué.

Si Masamune no iba a sostenerlo, entonces a la mierda. A pesar de que la tasa de supervivencia era baja y rompió mi corazón, estaba dispuesto a dar mi vida para darle esa oportunidad de sobrevivir.

—¿Así que prefieres matar a un niño inocente, nuestro hijo, sólo porque tienes miedo de mi escasa oportunidad de morir? —retrocedí.

—Eso no es lo que quise decir —su voz era tranquila ahora, pero tensa. Admito que lo hice sonar mucho peor, conduciendo un cuchillo a través de su pecho.

—No, eso es exactamente lo que querías decir. ¿Qué crees que es un aborto?

Takano-san no respondió, sus ojos como anclas. Nadie dijo nada durante unos minutos.

—Quiero al niño Takano, no voy a ser un cobarde y lo mataré. Si no me vas a apoyar, entonces... tal vez deberíamos separarnos...

La cabeza de mi esposo se alzó, mirándome los ojos.

—¡No hablarás en serio!

—Creo que sería mejor si tuviéramos un poco de espacio y pudieras pensar en esto..., Por el tiempo que te tomé. Sólo digo esto por el bien de los dos —dije.

Takano-san estaba boquiabierto, mirándome con los ojos brillantes y muy tristes. Parece incrédulo de lo que acaba de escuchar, pero estaba hablando muy en serio. Estaba molesto, estaba dolorido y completamente despechado.

—Me voy a quedar con mis padres durante la semana, creo que es mejor.

—No —dijo—, quédate en casa por favor...

—Tengo que pensar solo y tú también.

Takano-san mordió el interior de su mejilla, apartando la mirada. Me levanté de la cama del otro lado, dándole la espalda a Masamune.

—Ritsu —me detuve apenas Takano-san llamó mi nombre—. Si lo que quieres es espacio. Quédate en casa donde es seguro, no sería fácil explicarle a tu madre. Yo... yo me iré si eso es lo que quieres.

Me mordí el interior de la mejilla y asentí de acuerdo.

—Yo puedo volver solo a casa.

—¡Ritsu!

Salí de la habitación. Caminé por los blancos pasillos del hospital tragándome las ganas de romper en llanto. Anduve a zancadas, rápido antes de que alguien pudiera detenerme. Pero si lo hicieron; una vez llegué fuera del hospital un taxista se ofreció a llevarme. Acepté sin pensarlo dos veces. Tenía que huir de ahí a toda costa y a la vez necesitaba un espacio donde podía llorar sin que nadie me viera. El taxista no se contuvo todo el camino a mirar por el espejo retrovisor y preguntar cómo estaba en ocasiones.

Ese fue el peor momento en nuestra vida, cuando quise separarme de Takano y a la vez, necesitaba todo su apoyo, pero sabía que era lo mejor.

Tal vez no cambiaría de parecer y yo tampoco, pero no podía mirarlo taciturno, molesto por nuestro bebé igual que yo.

Definitivamente, en ese momento, no llamaría un divorcio algo que haya pensado. Lo amaba demasiado y amaba la frase «Hasta Que La Muerte Los Separe» en nuestros votos. Del modo que prometimos que así sería.

Pensando en el bebé, dejé de llorar y opté por pasear las manos sobre mi estómago.

—No te preocupes pequeño golpe, yo resistiré por ti. Te tendré porque eres nuestro bebé... y te amo.

El conductor se aclaró la garganta y volvió los ojos al camino acercándose a casa.

El resto del viaje a casa fue silencioso. Miraba por la ventanilla del coche con tristeza, con la cabeza apoyada contra la ventana. Podía sentir la tensión en el coche y la ira silenciosa de él.

Respiré unos instantes para mantenerme firme, luego saqué el celular del bolsillo.

Como temía; cinco llamadas de Takano-san y ocho mensajes de texto y dos de voz. Vaya neurótico. Apagué el celular y volví a guardarlo, estaba a punto de llegar y por lo que vi su auto estaba aparcado en el estacionamiento.

—Es aquí —informó el chófer como si no conociera mi propio edificio.

—Sí.

Subí la vista cansada al taxímetro. Antes de ver la cantidad de números que ya imaginaba, el chófer cubrió la señal con una mano.

—No se preocupe por eso. —dijo.

—Pero...

—Es el primero de hoy. No hay cuidado.

Me sonrío, su aliento olía a tabaco que me dio nauseas, pero su acto de bondad llenó mi corazón y el mundo dejó de ser despiadado y terrible de nuevo.

—Muchas gracias —hice una reverencia.

Y salí del auto aún enjuagándome unas lágrimas. Toqué el botón del elevador y subí de inmediato. Cuando llegué a mi piso saqué las llaves y entré.

La persona que no quería ver estaba de pie frente a mí, tenía una bolsa deportiva en una mano. Me pregunté si tenía lo suficiente, no creo que ninguno de los dos entré en razón en una semana.

—Estaba preocupado —suspiró.

Le esquivé y arrojé la cartera, las llaves y el teléfono al sofá en donde me dejé caer rendido.

—¿Crees tener lo suficiente?

—Sí, tengo otra maleta arriba.

«Así que realmente no esperas entrar en razón. Takano idiota»

Me revolví haciéndome un ovillo con las piernas y cerré los ojos.

Escuché sus pasos viniendo hacia mí. Como si pudiera leer mi mente, mejor retrocedió y se encaminó a la puerta.

—Te amo, Ritsu. —dijo antes de cerrar la puerta e irse del edificio.

Me abracé el cuerpo y tirité.

Ahora de verdad estaba solo.

La soledad no duró mucho, cuando desperté apenas había luz de sol aunque apenas eran las siete. Desperté con una fuerte tristeza, mis ojos húmedos —estuve llorando mientras dormía—, y temblado ante el frío de mis huesos. No estoy cuidándome como debería, y tengo un bebé en camino.

Me levanté, pesado como un ancla. Busqué por el apartamento, era obvio que Takano-san no iba a estar ahí. Pensé en llamar a una sirvienta. En vez de eso, tomé una frazada yo mismo, el teléfono y llamé el único número que se me ocurría en ese momento.

—¿Cómo está el mejor jefe del mundo? Sabía que me llamarías.

Su animada voz hizo que sonreír se volviera casi inevitable, al menos un poco.

—Hola, Kisa-san. ¿Qué tal estás? ¿Cómo supiste que te llamaría?

—Takano-san me dijo que lo hiciera. Estaba a punto de hacerlo.

Vaya.

—¿Todo bien?

—¿Todo bien con Yukina-kun? —evadí la pregunta.

—De lo mejor ya que tengo un buen jefe que me deja dormir y a la vez prosperar.

—No soy yo entonces, es Takano. —pronunciar su nombre en mi estado dolido era tan intenso como tragar vidrios.

—¿Por qué te escuchas tan triste? ¡Ambos lo son!

—No estoy triste... sólo que... —suspiro todo el aire en mis pulmones.

—¿Y Takano-san?

—No... está.

Kisa-san guardó silencio por unos minutos, su voz se volvió seria y se limitó a decir; —Ya.

Como si ya entendiera qué quería decir. Él suspiró también y su tono volvió a ser tan enérgico como siempre cuando se dirige a mí

—Hoy fiesta de pijamas. Ordena pizza. Llego antes de que llame a tu puerta el repartidor, yo invito.

Y colgó. Lo vi imposible ya que Kisa-san no vive cerca pero él lo dijo. Ordené una pizza, apenas dice la dirección y ya podía oler y saborear el queso derretido, el salmón ahumado en su salsa de tomate.

Mi estómago rugió. Gracias a la medicina que obtuve en el hospital, mi vómito cesó y mi apetito reapareció.

Después de siete minutos alguien tocó a mi puerta. Tenía la idea de quién sería, una pizza no llega de inmediato.

—¿Qué hay que hacer?

Dijo un chico bajo de facciones juveniles cuando abrí la puerta. Tenía una almohada bajo el brazo, un pañuelo amarrado en la cabeza, pantuflas de conejo y un pijama no muy varonil. Me quedé mirando como mi mejor amigo acodó su camino más allá de mí, en mi apartamento.

—Kisa-san, Yu... ¿Yukina-kun no estará molesto si te quedas aquí?

—Bah, aún no estamos casados —dice a la vez que se instalaba en mi sofá—. Además tú eres mi bromance.

En circunstancias como estas, me alegra tener a alguien tan incondicional como Kisa-san como compañero. Eso lo agradecí desde lo profundo de mi corazón.

Así que cerré la puerta y fui a su lado.

La pizza llegó después y como lo prometió, él pagó.

Nos sentamos en la sala y la adaptamos para que pareciera una sala de cine:

Sofás juntos como camas.

Pizza en medio.

La enorme televisión con plataforma de películas encendida.

Y no faltó de Kisa-san... mascarillas de todo tipo para que fuera una verdadera pijamada. Él abrió una negra brillante y comenzó a ponérsela en la cara.

—Háblame —dijo con un tono más serio—, dime por qué Takano-san no está aquí y por qué te ves terrible.

Por un minuto lo había olvidado, aunque era el único que se estaba comiendo la pizza jumbo familiar con extra queso y diámetro de 46cm.

Suspiré.

—¡Ahh, ñ...no! ¡No quise decir terrible! Tú te ves lindo en cualquier tono de piel que uses y cualquier talla pero —quiso reponer— esto me da un Vu.

—Yo lo saqué de aquí.

—¿Eh?

Kisa-san se quedó en silencio con una mano en la mejilla. Su mascarilla, aún líquida, empezaba a andar por su brazo. Parecía que iba a decir algo, así que no dije nada.

—Pe... ¡pero... apenas llevan un año y medio de casados! ¿O dos? Takano-san luchó tanto para esto, después de once años y ahora... ¿van a divorciarse?

—Ah —reí incómodo—. No quiero que nos divorciemos, Kisa-san —él pequeño se quedó mirándome fijamente consternado—. Fue una discusión.

—¿Qué tan malo fue?

—¿Eh? Ehh... muy malo.

Kisa-san me tomó ambas manos. Me estremecí por la sensación que ellas tendrían llenas de esa viscosidad, pero ya estaban secas.

—Ricchan, puedes decirme lo que sea. Contener el dolor tú solo es muy duro y puedes enfermarte.

De inmediato pensé en mi pequeño golpe. ¡Ambos estábamos conectados, sí yo sufro, eso significa que él también sufrirá! No estoy combatiendo el dolor yo solo. ¡Golpecito también lo hace!

Sin dudas debería decirle a Kisa-san todo. Algún día se va a enterar de todos modos. Y prefiero que sea ahora en mi apariencia común que cuando tenga dos o tres kilos más y ya no pueda respirar o incluso si yo... muero.

—Kisa-san, tal vez no creas lo que voy a decirte pero... es una locura pero...

Y así transcurrió, desde que le conté de mi mal estado y de la ida al hospital comencé a sentirme más relajado para seguir la historia. Entonces le conté de todo lo que me dijo el doctor, mi embarazo y sus riesgos. Kisa-san abrió los ojos como platos a punto de cristalizarse en lágrimas.

Después le conté de cuando Takano lo supo y su plan de abortar por mi bien y el bien suyo pero que yo estaba de lado de bebé y que no me rendiría por tenerlo.

Kisa-san terminó hecho un mar de lágrimas que arruinaron la parte que tenía de mascarilla en el rostro. Sollozó dramáticamente por unos segundos y luego me atrajo a sí para abrazarme.

—Ritsu, lo siento tanto. Lamento que tengas que pasar por esto. Todo va a salir bien —me reconforta con sus palabras, aunque no sea suficiente para mí; estoy temblando de miedo—. Takano-san aún no se da cuenta de lo valiente que eres. Entrará en razón y vendrá por esa puerta con un ramo de rosas diciéndote que eres la mejor mamá del mundo.

—¡¿Qué?! ¡¿Mamá?!

—Eres parte de un milagro, y es eso es por lo que deberías de sentirte muy afortunado.

—¿Afortunado?

—Sí —me dio el último apretón y se separó parar mirar la decoración—, no tienes idea como me gustaría que Yukina y yo pudiéramos tener algo así —exhaló melancólico—. Sería hermoso tener un bebé tan hermoso como él.

—Y divertido como tú.

Kisa-san volteó a verme y soltó una carcajada.

—Querrás decir paranoico. Siéntete tan bendecido como María que dio a luz por obra del Espíritu Santo. Claro que, por el contrario de ti, ella era virgen pero...

Rompí en carcajadas y le di un empujón a Kisa-san. Ambos nos doblamos en risas estruendosas. Reí tanto que me dolió la espalda. Haberlo llamado fue la mejor idea que pude haber tenido. Creí que no volvería a reír de verdad.

Luego Kisa-san se acercó y acarició mi vientre y dijo:

—Saldrán juntos de ésta mi sobrinito, tú y Takano-san. Y si no, aquí me tienes.

Le sonreí con sinceridad y le agradecí desde lo más profundo de mi corazón. Se limpió las lágrimas y volvió a aplicarse su mascarilla negra para los poros (eso es lo que me dijo)

Kisa-san insistió en ponerme la mascarilla verde pálido que según él, trajo para mí. Dijo que me rejuvenecería cinco años, supuse que este es su secreto. Él se atacó en risas cuando vio mi mirada de duda. Le aplicó mascarilla a mi abdomen en plan juego y bromeamos que el bebé desaparecería si lo hacemos rejuvenecer cinco años cuando no tiene ni cinco semanas. Posteriormente, tomó el control de la TV y pasó la lista por las películas

—¿Qué género deberíamos de ver en este maratón de películas intensas?

—Definitivamente no de romance.

—Estoy de acuerdo.

Al final de repasar por un minuto la lista de películas, terminamos viendo ese género. Primero, una película de un chico recordando cada día enamorado por una chica promedio que nunca quiso estar en una relación con él. A pesar que se lo dijo, él sufre cada día de su vida por ella. Qué aburrido.

La segunda película la eligió Kisa-san. Yo había votado por Orgullo Y Prejuicio, pero él me ignoró completamente y le dio clic a una horrible.

Cada escena se volvía más larga.

Terminamos la pizza y Kisa-san cayó dormido con la mascarilla puesta. No lo culpo, lo único intenso en ese filme fueron las constantes y aburridas escenas eróticas. En aquel momento me levanté un momento y retiré la mascarilla de mi rostro y mi abdomen.

Yo no tenía ni una pizca de sueño. Por lo tanto, tuve que aguantar lo que restaba de la película. De todos modos, ya había llegado a la última escena en donde Jake Gyllenhaal le dice a Anne Hathaway que la acepta con la enfermedad que carga como cruz en su espalda y que saldrán juntos adelante. Ella rompe en llanto y contesta.

—Siempre te necesitaré más a ti que tú a mí... ¡no es justo!

Pensé "Qué tontería: Esto no pasa en la vida real."

Y prontamente mis pensamientos giraron a él. Mi esposo. La razón por la que estaba embarazado, Kisa-san estaba haciéndome compañía y la cual me sentía tan triste.
Levanté la vista hacia la silueta dormida de mi amigo. Ronca un poco, babea y está extendido como una estrella de mar.
A pesar de eso, una sensación de soledad cruda, amarga y humillante me recorre el cuerpo. ¿Cómo ha podido? ¿Cómo ha podido no aceptar a mi pequeño golpe? Unas lágrimas calientes y furiosas corren por mis mejillas.
Puedo entender su ira y su miedo, su necesidad de rendirse, y puedo perdonarlo... más o menos.
Subo las rodillas para apretarlas contra mi pecho y las rodeo con los brazos protegiéndome y protegiendo a mi Golpe. Empiezo a balancearme mientras sollozaba en voz baja.
¿Qué esperaba? Me casé con este hombre demasiado rápido. No sabía... no sabía que llegaríamos a esto. ¿Por qué? ¿Por qué lo extraño? Pienso en él todo el tiempo y cuando no lo hago, la duda me carcome más y más. ¿Dónde está? ¿Qué está haciendo? El cuchillo que siento en el corazón se está hundiendo lenta y dolorosamente, haciendo la herida más profunda. ¿Siempre va a ser así?
Con los ojos llenos de lágrimas, la silueta de la pareja enamorada y abrazándose se emborrona.

Acepté casarme con él porque lo quería y sabía que él me quería. Sé que es así. Las palabras que nos decíamos en su cumpleaños y en el mío me vienen a la cabeza:
«Felicidades por tu primer cumpleaños como mi esposo. Pasemos más años juntos así. Te amo.»

Sacudí la cabeza.
No, no, no... No podía creer que siempre fuera a ser así, dos pasos adelante y tres atrás. Pero siempre había sido así con él. Después de cada revés, volvemos a avanzar, centímetro a centímetro. Lo conseguirá... lo hará. Pero ¿podré yo? ¿Podré recuperarme de esto? Pienso en cómo ha sido este fin de semana, tan horrible y maravilloso a la vez.

«Takano-san... ¿Por qué siempre me enfadas tanto, pones a prueba toda mi confianza, toda mi fe... y aún te amo?»

Pero ahora ya no solo se trataba de mí. No, no iba a dejarlo hacernos esto a mí y a nuestro Golpe. Me sequé las lágrimas de los ojos y me limpié la nariz con el dorso de la
mano.

Ritsu... mi amor...

Cierro los ojos y escucho su voz en mi cabeza. No ahora, subconsciente... no ahora. Apago la televisión y cubro a Kisa-san con la larga frazada que tenía enredada entre las delgadas piernas.

Tomé el otro extremo y me cubro con ella listo para dormir cuando de pronto.

TOC. TOC. TOC.

Escucho que aporrean la puerta desde afuera. Abrí los ojos de sorpresa y me sobresalté. Creí que sería Jason a punto de cortarnos a los dos en pedacitos ¿Acaso seguridad lo dejó pasar? Debería llamar a la policía.

—Y yo estoy aquí.... —larga pausa— ¡borracho y loco!

Es un hombre, cantando en balbuceos. No suena peligroso, más bien suena muy familiar pero penoso para mí.

Me levanté del sofá y escuché pacientemente por lo siguiente que diría.

—Te marchas y que...yo no intento discutírtelo, lo sabes y lo sé. Al menos... déjame quedarme sólo esta noche no prometo no tocarte...

¿En serio, Dios?"
Me voy acercando a la puerta. Frunzo el ceño. El hombre afuera sorbe por la nariz, tiene la voz cortada y da golpes en la puerta marcando su indefinido compás.
—Me muero por abrazarte —se interrumpe y maldice no encontrando las palabras—... y que me abraces tan fuerte...

Hasta que abrí la puerta y me encuentro con la persona que esperaba ver. Desalineado, una cerveza en la mano, cuatro botones de su camisa perdidos. Apesta a alcohol y a tabaco.

Abrí la boca, no estaba seguro si sentirme molesto o compasivo de su estado herido.

Takano-san me miró. Abrió los ojos y estos se suavizaron. Acto seguido; cae de rodillas y me entregó un intento de ramo de flores. En realidad son florecitas muertas que encontró en el parque y las comprimió en su puño tan fuerte.
—Recuerda que también a ti te he perdonado...

—¡¿Qué pasa contigo?! ¡Cállate!

—Shhh, no puedo despertar a nadie. Todo el piso es nuestro. No te preocupes.

—¡Si puedes! ¡Pero no es eso lo que me preocupa! ¡Estuviste bebiendo!

—Eres muy observador, ¿verdad?

Renegué, no respondí. Aún ebrio es un sarcástico y egocéntrico así que no tiene caso contraatacar con un bobo con el que estoy seriamente molesto. Takano-san intenta levantarse, pero al no tener éxito con eso, se queda arrodillado aún tendiéndome las flores aplanadas a las narices. Se aclara la garganta, y continúa cantando.

—Bueno, quiero que sepas que eres todo lo que quiero ahora. Bueno te estoy rogando, por favor...

—Ya basta —dije entre dientes.

—No vayas... Podría decir que no te echo de menos pero mi corazón sabe que eres el único para mí.
Tomo las flores, con la espera de que por fin, se calle. Cuando lo hago, Takano-san se levanta y me roba un pequeño besito. Retrocedo y me llevo la muñeca a los labios, como si pudiera borrar su perdón de mi cara.

—¿Qué rayos haces? —volví a cuestionar.

—No puedo dejarte solo con el bebé. —dice.

—Ya lo hiciste —repliqué notando lo obvio de la situación.

Takano se volvió herido, pero al final estaba hablando con la verdad.

—Mientras estaba bebiendo, no pude tragar el hecho de que te amo, y que quiero hacerte feliz.

—¿Volviste a recordarlo? Creí que no éramos así. Creí que no necesitábamos recordarnos cuánto nos amamos...

—No lo necesito —balbucea. Se tambalea hacia delante y se sostiene de la pared. De modo que me mira a los ojos más de cerca—. Te amo y me lo digo todos los días —pausa—. Tenemos que hablar. Déjame entrar.

—¡No! ¡Llámame cuando estés sobrio! '

Intento empujar a mi esposo ligeramente, se siente más suave de este modo. Nunca lo vi así, por eso es más difícil para mí discutir cuando esté vulnerable. Takano-san se tambalea, está a punto de caer cuando lo sostengo del cuello de su camisa. Lo atraigo hacia a mí y de pronto su frente está contra la mía inconscientemente.

—Ritsu...

—¡Apestas a alcohol! —murmuré ligeramente celoso de que él pudiera beber sus penas, llenar su estómago irritado con alcohol y yo no.

—Onodera Ritsu, te amo.

—Shhh... no...

—¡Te amo! ¡Te amo! ¡Siempre quise decirlo!

—¡Está bien, dilo en voz baja!

—Déjame entrar, maldita sea. Es mi casa, bobo.

Takano-san me esquivó de cualquier manera, fue fácil. Dentro, me abrazó con la fuerza inconfundible que tendría un borracho. No le devolví el abrazo, pero sí que lo necesitaba para derramar la última lágrima a escondidas, en su pecho.

—Ritsu... hablemos... —Tomó mi muñeca y se encamina a la sala.

—No. ¡Kisa-san está dormido en el sillón!

—Vamos a nuestra habitación entonces —pegó los labios a mi oreja—... es a contra de gritos.

—¡¿Eh?!

—Shhh... —siseó—, vas a despertarlo.

Cambiamos el rumbo a nuestra habitación, él a tropezones por las escaleras hasta que ahí. Cerró la puerta, zafé mi mano con agilidad y me crucé de brazos. Ésta vez no iba a ser tan fácil para él; ¡me había dejado solo con mi golpecito! Y no se inmutó en sugerirme en eliminarlo para siempre cuando lo único que me consolaba era pensar que él podría quererlo también.

Sentí una pequeña punzada en el corazón.

Takano-san esbozó una media sonrisa amigable, sus ojos brillaban al mirarme y sus pasos acercándose a mí sigilosos, como si quisiera probarme.

—No me molesta que hayas estado con Kisa-san durmiendo en el mismo sofá. Después de todo tú eres mío y él está comprometido con Yukina ya.

—Primero; háblale con más respeto a ese chico. Segundo; no tiene nada que ver que esté comprometido o no, él no es así. Y tercero; no te engañaría aunque esté molesto contigo.

—Ese es mi chico.

—¡No me hables así cuando estoy muy, muy molesto!

—Ritsu, déjame explicarte.

Cerré los ojos, sacudí la cabeza de lado a lado. Pero él me ignoró y decidió contarlo todo.

—Mientras yo estaba en aquel bar, aún estaba en la tercera cerveza creí que estaba siendo testarudo, y traté de ponerme en tu lugar. Y todavía bloqueaba la posibilidad de que un hombre pudiera tener un bebé normalmente. El barman me hizo pensar algo.

—¿El barman?

—Yo estaba planeando cómo disculparme. Él sólo dijo; "Es tu chica, ¿cierto? Mientras tú te sientas aquí ella está sola y molesta teniendo un duro momento"

Eso me dejó boquiabierto y estupefacto. Ya sabía de qué barman se trataba. Los ojos amielados brillaron pidiendo compasión, pero no me sentía apto aún para darla.

—¿Y? Se equivoca. No estoy solo.

—Escucha, quiero que esto funcione —de repente su voz ya no balbuceaba. Parecía estar completamente sobrio, y entonces cuestioné si realmente había bebido más de una cerveza—. Nunca olvidaré mi promesa de hacerte feliz cada día de mi vida, pero no podía superar el hecho de que había una posibilidad de perderte.

Takano-san dio una zancada a mi dirección. Esta vez no me aparté, pero mis brazos se relajaron y colgaron por mis costados. Cada paso que avanzaba mi corazón se aceleraba más y más, y no podía salir de eso. Estaba atrapado en sus palabras, pero yo quería mantenerme firme y salir fuerte de esta situación con o sin él.

—Y tomaste la peor decisión.

—Dije algo terrible —afirmó—. Pero no vas a decirme que no hubieras reaccionado igual.

Bajé las pupilas y comprendí. También fue mi culpa.

No consideré sus sentimientos. Ni siquiera traté de ver a través de sus ojos cómo se sentía. Estaba dispuesto a hablar de ello ahora, y mantener mi mente abierta.
—Lo siento.

—No, tú no. Esto es culpa de que yo te amo más que a nada en el mundo.

—¡No juegues ahora! ¡Creí que querías hablar seriamente!

—No estoy jugando. Soy un egoísta y sólo pienso en mí mismo. Me había acostumbrado a pensar en ti durante todos estos años que me olvidé de lo que importa también.

Llegó a mí, estiró una mano para alcanzar la mía, pero yo puse ambas en mi vientre marcando de qué lado estaba. Él hizo lo mismo posando su mano sobre las mías. Ahí supe...

Lo miré. Él me sonrió con cierta nostalgia.

—Estoy dispuesto a correr el riesgo contigo. Porque sé que eres un terco que jamás desistirá.

—Tú también lo eres —sonreí.

—Esta vez haré la excepción contigo.

—¿Ah sí?

—Sí —Él se arrodilló ante mí, tomó mis manos para apartarlas y pegó los labios a mi vientre, después besó ambas palmas—... Porque sí quiero al bebé. Lo quiero.

De pronto sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas. ¡Lo quiere! ¡Quiere a mi pequeño golpe! De verdad lo quiere. Si pequeño Golpe pudiera patear ahora mismo, lo haría. De eso estaba seguro.

Cuando Takano-san se levantó lo abracé con gran emoción. Mi corazón palpitaba apasionado y él me levantó del suelo un poco.

Estaba más bien agradecido de que lo hubiera aceptado y dejarme quedarme con él sin que me hiciera sentir la carga yo solo. Tenía el sentimiento eterno de que lo amaba, si lo amaba.

—Perdóname.

—Está bien.

Eché la cabeza hacia atrás para que pudiera besarme. Y nos besamos. Y nos besamos como si hubiera pasado años sin hacerlo, en una forma de comunicar lo que sentíamos por el otro. Fue tanto, que la mandíbula se me durmió y mis labios comenzaron a hincharse.

Me separé un poco, ambos jadeamos.

—No creí que fuera posible —murmuró contra mis labios—... pero tienes la piel más suave.

Sonreí por dentro, me sentí la satisfacción de que Takano-san de frotara los pulgares sobre mis mejillas y sintiera la lisura que la mascarilla de Kisa-san me concedió.

Caímos en nuestra cama.

No hicimos nada, al menos no llegamos más lejos de besos y caricias.

Cuando acabamos, estaba a su lado, con la cabeza sobre su brazo. El acariciaba mi vientre, trazando figuras imaginarias sobre mi piel y miraba fijamente. Me sentí incómodo, pero lo anhelaba mucho.

—¿Qué crees que sea? —preguntó.

Reí.

—Creo que aún es muy pronto para saberlo. Prefiero que sea una sorpresa. ¿Tú qué esperas que sea?

—... Un varón.

—¿Por qué? —pregunte envuelto en curiosidad.
—No sé. Nunca me he encargado de una chica antes. Me da miedo pensarlo. ¿Qué hay de ti?

Miré abajo, me lleve una mano cerca de la suya y sonreí.

—Una niña.

—¿Una niña? —Takano-san hizo una mueca divertido.

—¿Por qué no?

—¿Por qué esperas que sea una niña?

—No lo sé, eso es lo que siento. Tener una niña puede ser interesante. Tener tres chicos en la misma casa sería...— fruncí la nariz.

Me puse una mano en la frente. ¡Un pequeño Takano-san!

—Mhm... una niña, ¿eh? Una mujer —resopló. Luego sonrío y me cubrió con sus brazos a su pecho desnudo—. No importa mientras esté saludable y se parezca a ti.

—Más bien a ti.

—¿Eh? ¿A mí?

—¿Qué pensarías si no se pareciera nada a ti?

Takano-san frunció los ojos, las cejas y los labios. Me estudió por un buen rato y luego dijo:

—¿Qué significa eso?

—Nada.

Reí. Él no lo hizo, pero supo que estaba bromeando.

—¡Eh! ¡Seremos padres!

Takano-san suavizó sus facciones y descendió la mirada dándole vueltas a algo en su cabeza.

—Yo... padre —Me miró consternado—. ¿Crees que seré un buen padre?

—Creo que lo tienes todo para ser un buen padre. Eres... cariñoso... y sobreprotector... adicto al trabajo...

—Cariñoso y sobreprotector —repitió—. Es así como un padre debe ser, ¿Cierto? —hizo una pausa larga que no me atreví a interrumpir—. Mi padre nunca fue así conmigo, Ritsu. Tengo miedo de convertirme en él.

—¿Cómo podrías...?

—Tú mismo lo dijiste, soy un adicto al trabajo. Así fueron mis padres, por esa razón nunca tuve su atención. No podemos encargarnos de un gato.

Se mordió el labio. Llevé inconscientemente mi mano a su nuca e hice que me mirara a los ojos.

—No será así, yo sé que no seguirás sus pasos y serás el mejor padre, porque amarás a Golpecito más que a nada.

—¿Golpecito?

—Ah... quiero decir al bebé.

—Por supuesto que lo haré. Es nuestro.

—No tienes que preocuparte, tengo fe en ti.

Takano-san sonríe, une nuestras frentes juntas.

—Te amo muchísimo.

—Y...o también.

—Hablando de padres...

Y así es como Takano-san tala una atmósfera perfecta que tardó tiempo en construir en cuestión de segundos.

¡Mierda, lo había olvidado!

—No creo que lo entiendan.

—Gracioso, ¿no? ¿Piensas esconderte de ellos por meses?

—Así hasta que podamos decirles que la hemos adoptado. Cuando sea más notario dejaré de ir a la oficina.

—Mhm... ¿Quién ya lo sabe?

—Sólo Kisa-san.

—¿Por qué Kisa-san está en los sofás dormido, con una porquería en la cara y vestido como adolescente?

—Era una pijamada. Yo lo llamé.

—Me alegra que se divierten. Y que estuvo ahí para hacerte compañía.

—Por supuesto, antes de que arruinaras todo —bromee.

—Lo siento. —Por la forma en que sus ojos cambiaron su mohín supe que no se refería a la broma.

—¡Hey! ¡Seremos padres!

Eso lo hizo sonreír de nuevo. Después de los siguientes meses, siempre uno de nosotros parecía estar deprimido en ocasiones, culpándonos a nosotros mismos, no intentando pensar en el hecho de que tengo una alta probabilidad de morir apenas mi bebé llegue al mundo.

Esa frase era más que una regla, una promesa, un signo de esperanza que me mantenía peleando.

ESTA HISTORIA CONTINUARÁÁÁÁÁÁ!!!! La próxima semana: / me cansé.


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