" Un solo reflejo " - 3a. Tem...

By SomechaptersOfme

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Demostrando una vez más la madurez y sensatez de ambos, Michelle y Michael deciden separarse por unos meses... More

Sinopsis
Capítulo 1 : " Al fin "
Capítulo 2 : " Una gran idea "
Capítulo 3 : " Sensaciones permanentes "
Capítulo 4 : " Abrir los ojos ante más mentiras "
Capítulo 5 : " En calma "
Capítulo 6 : " Realidad "
Capítulo 7 : " Ni una mentira más "
- NOTA IMPORTANTE -
Capítulo 8 : " Te quiero, Michael "
Capítulo 9 : " Te veo en mi, me veo en ti "
Capítulo 10 : " Teorías innecesarias "
Capítulo 11 : " Tiempo "
Capítulo 12 : " Entre sonrisas cínicas y Demerol "
Capítulo 14 : " Lo siento por quererte tanto "
Capítulo 15 : " Caer "
Capítulo 16 : " Proposiciones "
Capítulo 17 : " Recuerdos "
Capítulo 18 : " Verdad "
Capítulo 19 : " Cambiando"
Capítulo 20 : " Al fin "
- Agradecimientos -

Capítulo 13 : " En silencio "

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By SomechaptersOfme

(Michael's P. O. V) [I]

Cerré la puerta del coche de un portazo y corrí literalmente hacia la entrada de casa perseguido por los pasos de Frank.

Había recibido una llamada de Marvin en la que me decía que Michelle no estaba bien y necesitaban que volviese rápidamente hacia Neverland. Y así lo hice. Supe, por el tono nervioso y sofocado de Marvin que algo serio estaba sucediendo por eso, desde la empresa, llamé a David para que fuese hasta allí pues sentí que Michelle necesitaba asistencia médica.

Lo sentí.

Un dolor amenazante se concentró en mi pecho causado por la preocupación de no saber exactamente lo que estaba sucediendo. Cerraba los ojos y rezaba por ella en silencio. Pidiendo porque tan solo se quedase conmigo para intentar cuidarla.

Rezaría un poco más.

No pude evitar quedarme petrificado al pisar la entrada del salón. Mi mirada fue directa a parar al rostro de Michelle mientras que mis oídos se centraban en los gritos que emitía junto a los sollozos acompañados por lágrimas que tenían a los presentes sin saber qué hacer.
David, mi médico de siempre, era el único que no dejaba de coger cosas de su maletín y de dirigirse hacia mi mujer tratando que le dijese qué sentía, porqué gritaba.

- Joder - susurró Frank apartándome con un movimiento sutil que hizo tambalearme sin apartar la mirada de ella. - ¿Qué cojones ha pasado?

Fue como bajar el volumen en mitad del estudio de grabación. Las voces desaparecieron por completo en un solo momento cuando por mi mente pasaron todas esas imágenes que veía en el reflejo de aquel instante que estaba viviendo a tiempo real.

Michelle era como yo.
Le sucedía lo mismo que a mí y sufría por ello.

Tiempo atrás en Francia, podría apostar que incluso antes de plantar mis pies en terreno francés, ya iba gritando, pidiendo regresar junto a Michelle. Así durante meses. No podía evitarlo. La soledad y la tristeza seguía dentro y por mucho que me alejase, de esa sensación no podía huir.
Ella estaba en mi pensamiento constantemente. Era la persona de la que siempre debía alejarme por trabajo pero, en ese momento el motivo era otro. Las acusaciones, las difamaciones, el miedo por salir aún más herido de esa situación y llevarme entre tanto dolor a Michelle no era viable. No pude soportarlo ni veinticuatro horas... Los gritos, el sufrimiento eran latentes entre mis cuerdas vocales y mi pecho, derivando en lágrimas y más soledad sin ella.

"Déjame ir a por ella, Frank. Por favor"; grité sintiendo como mi voz se partía en dos. "Te lo ruego, deja que regrese".

Recordaba claramente esa sensación de no tener aire, de sentirse abordado por todo ese dolor que no cesaba ni cuando me llamaba. Quería estar ausente, apartado, fingiendo que todo estaba como debía estar pero, ni mintiéndole al fondo del vaso de alcohol podía convencer a alguien. Nada estaba bien si no estaba con ella.

"¿Por qué no me dejáis volver?"; lloraba tras haber pedido gritando a pleno pulmón que escondiesen sus cartas. Estaba fuera de mi. Las palpitaciones podía sentirlas en mi pecho, en mi cuello. A penas podía articular palabra, aunque mis lágrimas ya se encargaban de decirlo todo.

Ataques de histeria.

¿Cuántos pude vivir en esos meses en los que ella no dormía junto a mí? ¿Diez a la semana? Quizás alguno más.

Al volver a atraer esos instantes a mi memoria supe que a ella no le estaba sucediendo algo diferente. Había pasado por eso y no podía permitir que ella sintiese ni un cuarto de lo que yo llegué a sentir.
Retirando las lágrimas de mi rostro me acerqué a todos ellos para plantarle cara a la situación y cuidarla de una vez por todas.

- Michelle - me incliné hacia ella tratando no molestar a David que había puesto un aparato en su brazo el cuál, no recordaba como se llamaba. - ¿Puedes oírme?

Sus ojos se abrieron un poco al escuchar mi voz. "Vamos, Michelle. Dime que estoy equivocado"; pedí mentalmente intentando llegar a su mejilla para acariciarla. Entonces, David retiró aquel aparato y llamó mi atención dando un ligero toque en mi hombro antes de que pudiese hacerlo.

- Tenemos que llevarla a la habitación.

Solo asentí como si fuese un robot antes de cargarla en mis brazos y subir las escaleras a toda prisa sabiendo que todos los demás nos estaban siguiendo. Pero tenía a Michelle en mis brazos, no podía fijarme en nada más.
David abrió la puerta y tras de mi, la cerró dejando a todos los demás con mil preguntas que aún no respondía el médico. No tardó demasiado en dejar el maletín a un lado mientras yo dejaba a mi mujer en la cama. Ahora no me miraba. Y dolía. Seguía llorando sin abrir los ojos y su palidez me hacía querer abrazarla hasta que todo pasara.

- ¿Puedo quedarme?

Me oí preguntar dando unos cuantos pasos hacia atrás viendo como abría de nuevo aquel maletín y sacaba tres objetos cada vez que metía la mano dentro. Él me miró entonces a través de ese mechón de pelo castaño que se colocaba justo encima de su ceja izquierda. Seguro me encontró como un niño indefenso cuando suelta la mano de su madre y no sabe regresar a ella pues, le vi encoger sus hombros : - no me importa que te quedes, Michael pero, quizás a ti sí te importe quedarte para ver como le inyecto Demerol a tu mujer.

Demerol.
No parecía terminar de salir de mi vida.

- ¿No hay otra alternativa? - Me apresuré a preguntar.

- Michael.

- Sabes que es mortal si...

- ¿Confías en mí? - Me interrumpió.

- Por supuesto.

- Tu mujer está sufriendo un ataque de histeria que, sinceramente, solo lo había visto en otra persona antes. En ti. - Sacó una jeringuilla con rapidez de su envoltorio blanco y transparente. - Rose me dijo que le dio un tranquilizante antes pero no sirvió de nada. Mejor que nadie lo sabes, Michael. Cuando una crisis llega a este nivel...

- Es mejor dormir.

- Exacto. - Dijo antes de mirarme a los ojos. - Solo intento hacer mi trabajo, Michael pero si no quieres, podemos llevarla al hospital y que le inyecten lo mismo pero con mayor número de médicos y enfermeros pendientes de ella.

Al menos que sueñe con el pequeño. Que lo haga.

Tragué saliva costosamente antes de verme asintiendo haciendo unos puños con mis manos culpando a la impotencia por no poder hacer más por ella. Solo esperar. Ser paciente y pedir una vez más que se quedara conmigo un poco más.
No sabía si quería mirar o no. Al desplomarme en aquel sillón tapé mi boca con ambas manos y cerré los ojos en el momento en el que ella estaba volviendo a gritar.

"Estoy contigo. No voy a dejar que te pase nada, Michelle"; repetí en mi mente una y otra vez antes de ver como David acercaba esa aguja al brazo de Michelle.

Cerré los ojos.

" Balanceé mi cuerpo antes de volver a caminar de un lado a otro con las manos a mi espalda pensando qué estaría pasando dentro de mi habitación en la que se encontraba Michelle. Era la segunda vez que venía a Neverland y tras una improvisada ronda del juego el escondite con Mac y los hijos de David, Michelle terminó en el suelo torciéndose un tobillo. Estaba preocupado y nervioso, ya listo para salir pues hoy se celebraba una gala de premios a la que había sido invitado y debía asistir pero no me iría de casa sin saber qué tal se encontraba ella.

David estaba reconociéndola, vino a casa con su familia para disfrutar de Neverland junto a todos y terminó trabajando a las tantas por culpa de la inesperada partida que sin duda, se descontroló un poco. Hasta yo terminé saltando sofás y sillas para ganar aunque, debía reconocer que me había hecho daño en más de una ocasión tratando de pillar a Olivia, la hija pequeña de mi doctor. Se me pasaría pronto, esperaba.

- MJ, ¿cuándo piensas bajar? ¡Llegaremos tarde!

Frank irrumpió mis pasos y mis pensamientos encontrados por tener que salir ya o querer quedarme con ella para cuidarla, aunque solo fueran cinco minutos más y que me diese tiempo para disculparme en nombre en los niños y en el mío propio.

- Frank, estoy esperando a que David me diga qué tal está Michelle. Dame diez minutos más.

- ¿Diez minutos? - Asentí cuando vi que me señaló con la mano en la que llevaba su puro encendido -. Pero después nos vamos.

- Sí, tranquilo.

No supe porqué contesté eso cuando al ver como la puerta se abría dejándome ver al fin a David, no pude evitar sobresaltarme acortando esa distancia para preguntarle por ella de una vez por todas.

- ¿No deberías haber salido ya? - soltó riendo al verme con el traje que pensé llevar puesto hacía sólo unas horas.

- Quería saber qué tal estaba...

- ¿Qué te traes con ella? - Inquirió despreocupado pasando una mano por su pelo.

Supe que me ruboricé, el calor y seguramente, un color rosado subió hasta posicionarse tranquilamente en mis mejillas demostrando que no podía mentir. Sobre ella y yo, no. Era preguntar por Michelle y sentir mis rodillas temblar, mis pies no parecían estar tocando el suelo y, luego las taquicardias que sentía al verla solo de reojo, cerca o con distancia de por medio gritaban la verdad a pleno pulmón. Los amigos no sentían esas cosas pero era curioso porque yo por ella sí.

- E-Ella es hija de Taylor.

- Sé que es hija de Taylor. Por eso no te he preguntado de quién es hija - dijo volviendo a reír. - Me ha dicho que eres increíble.

"Se trata de mantener la compostura, Michael".

- Suele decírmelo. - Solté haciendo mayores esfuerzos por no parecer involucrado.

- ¡Pues cómo todo el mundo, Mike!

- No, como todo el mundo no, David. - Susurré agachando la cabeza sabiendo que estaba en lo cierto. Demasiado tarde.

- Debes cuidar de ella, se lo debes. - Apuntó sonriendo. - Efectivamente ha sido un esguince pero con la pastilla que le he dado y el vendaje mejorará. Si necesita algo más, solo tiene que llamarme, ya se lo he dicho. - Puso una mano en mi hombro - qué vaya bien la noche, Michael. Vas muy elegante.

- Muchísimas gracias, David - susurré antes de ver como se alejaba hacia las escaleras.

Era mi turno de hacer algo, de cuidarla aunque solo fuese momentáneamente. Cogí del mueble el peluche que Mac me había dado para dárselo a Michelle, junto a unas notas que Olivia, él y el pequeño Dave le escribieron como disculpa y deseando su pronta recuperación antes de caer dormidos en la sala de cine y, llamé un par de veces preguntando si podía entrar.

- ¡Puedes entrar sin permiso! - Exclamó ella riendo nada más verme asomar medio cuerpo bajo el umbral. - Es tu cuar... ¡Vaya! - Soltó una risilla que mis oídos ya echaban de menos.

¿A quién quiero engañar?
Necesitaba quedarme con ella.

- ¿Qué? - Pregunté entrando mordiendo mis labios vehementemente acercándome a un lado de la cama para dejar el peluche pero, no dijo nada. Y yo aún no me había atrevido a mirarle a los ojos. - Mac y los niños te lo quieren regalar por... Bueno ya sabes, por haberte animado a jugar.

- ¿Tienes que irte ya? - Inquirió cogiendo el oso de peluche entre su manos. - En cuanto Rose suba con mi pantalón arreglado dejaré libre tu habitación. - Volvió a reír un poco -. Se me ha roto de las dos rodillas con el golpe.

Respiré hondo volviéndome loco con su forma de hablar y reír a la vez.

La miré entonces, estaba observando el peluche y tirando del lazo azul que rodeaba su cuello. Ahora llevaba el pelo recogido en una simple coleta baja y sus mejillas estaban encendidas. Dirigí la mirada hacia sus piernas y vi que efectivamente en la derecha llevaba un vendaje. Sin querer me quedé unos segundos de más observando sus piernas advirtiendo que solo llevaba una camiseta gris que le quedaba enorme. Volví a ruborizarme al ver que cubría un poco menos de la mitad de su muslo. Debía dejar de mirar.

- Tuve suerte, es de Will - dijo riendo al ver que la estaba mirando. - La tenía en su coche.

Al añadir aquello su voz se fue apagando como si encontrase incómoda la situación. Vi confusión en su rostro, dudas... Quizás fue mi mirada lo que le hizo reaccionar de esa manera tan extraña para mí. Pocas veces nos quedábamos quietos sin ganas de seguir hablando o simplemente mirándonos.

- ¿A qué hora debes irte?

Oí su pregunta cuando mis ojos fueron dirigidos hacia su preciosa mirada negra. Ella sabía que debía marcharme pero lo que no sabía era que no quería hacerlo. Me apetecía quedarme con ella allí, viendo una película o simplemente hablando de lo que fuese hasta las seis de la mañana.

- Quizás estoy molestando, Michael -. Comentó apartando la espalda de la almohada sobre la que estaba descansando. Inmediatamente tomé asiento a su lado para que viese que no tenía ninguna prisa por irme de allí. - Tienes que irte. Además, en cuanto Rose tenga mi ropa preparada me iré a casa así que mientras podrías...

- Parece que tienes prisa porque me marche. - Dije alzando mis cejas.

Giró su rostro hacia el mío y sonrió ampliamente llevando una mano a mis rizos engominados. Ya no quería que la apartase cuando sus dedos acariciaron sin intención mi oreja.

- No lo digas ni en broma. Has estado hablando toda la semana de la gala y debes asistir, mira lo guapo que te has puesto para ir. ¿No pretenderás que sea la única que disfrute de esta chaqueta militar?

- Pues ese era mi plan, que solo la disfrutaras .

Al oírme decir aquello Michelle volvió a sonrojarse acompañando su rubor por una sonrisa amplia y llena de timidez al mismo tiempo. Dejé de verla cuando giró y salió de la cama cojeando para llegar a la puerta. Seguía insistiendo en marcharse y yo necesitaba estar ahí, con ella. Daban igual mis planes, había cientos de galas más pero, esta vez ella necesitaba atención y yo... Tenía toda mi atención puesta en ella.

- ¿Dónde vas? - Pregunté levantándome a paso lento pues, podía perseguirla sin problema.

- A buscar a Rose - dijo apoyándose en mi brazo entrelazando su mano con la mía -. Vas a ir a esa gala, vas a beber champán después y luego bailarás hasta las tantas.

Detuve mis pasos consiguiendo de ese modo que ella hiciese exactamente lo mismo, la atraje un poco más hacia a para que también pudiese agarrarse de mi otro brazo y tener así, un apoyo más. Alzó su rostro hacia el mío teniendo que retirar algunos mechones que se soltaron de su coleta con ligeros movimientos de cabeza que me parecieron graciosos. Era increíblemente preciosa. Desde que la vi por primera vez lo supe y mi opinión no cambió lo más mínimo. Cada vez que la miraba sentía que de verdad tenía frente a algo que no merecía en absoluto.

- No quiero ir, tampoco quiero champán y , reconozco que quiero bailar pero, prefiero esperar a que se cure ese tobillo y así bailar contigo - dije riendo -. Quiero quedarme cuidándote.

- No, no. No vas a quedarte. Además me voy a casa a dormir.

- De eso nada, te quedas aquí. Y nada de forzar el pie - frunció el ceño viendo la prisa que me estaba dando a la hora de hablar - créeme, se de lo que hablo.

Con cuidado la hice girar para regresar de nuevo a la cama pero como no, ella volvió a detenerse agachando la cabeza antes de alzar su mirada hacia la mía mostrándome de nuevo, esa sonrisa que guardaba mil cosas que quería saber.

- Siendo una casa tan grande, seguro que podría quedarme en otra habitación que no sea la tuya, ¿verdad? No quiero molestarte más, Michael. No vas a la gala, cuidas de y encima te robo el cuarto y la cama.

Sin decir nada más, conseguí aprovechar que guardó silencio unos segundos para volver a sentarla en la cama antes de inclinarme hacia ella apartando aquellos mechones oscuros de su pelo que no dejaban de tapar sus facciones. La quería mirar sin que nada interrumpiese mi campo de visión. Cuando se trataba de Michelle era así.

- Es curioso porque eres la única persona que tiene todo el derecho, con todo el significado de la palabra, a robarme. - Respiró con dificultad al escucharme -. Así que puedes quedarte con todo lo que desees y que sea de mi pertenencia.

- No lo veo justo - susurró contra mi rostro fijándose en el por completo.

- Aunque te quedaras con todo lo que está bajo mi nombre, la balanza no quedaría equilibrada aún, Michelle.

Volvió a tratar de respirar entonces, soltando su aliento contra el mío como si ya me tuviese a su completa merced embriagándome con aquella corta distancia que me separaba de esos labios que ya probé una vez cuando aún nos volvíamos locos por creer en los duendes o en las hadas. La besaría una y mil veces solo para recordar que seguía en lo cierto, esa chica debía pasar conmigo el resto de mi vida así de cerca, volviéndome loco con solo pronunciar mi nombre, haciendo que me rindiese con su poder al caminar de mi mano. Era consciente de que al querer en silencio el amor no se frena, sino que aumenta y continúa su proceso de crecer hasta límites insospechados. Pues así quería a Michelle. En silencio.

Con muchísimo cuidado, rocé su nariz con la mía y respiré sus ganas de quedarse junto a las mías por acercarme un poco más. Noté como mis manos aguardaron acunando a su rostro a recibir esa mínima señal por su parte que me indicara que era digno de besarla después de tanto tiempo. Sus ojos estaban pendientes de lo que mi mirada le pedía e inseguros, parpadeaban sin creer que un amigo quisiera más de una amiga.

- ¿Por qué quiero besarte?

Que preguntase aquello, tan cerca de mi boca me hizo sonreír lentamente recordando lo adorable que esa chica podía llegar a ser pues, cualquier otra chica seguro, hubiese reaccionado de la manera contraria y no hubiese tenido ante esa magia que ella me regalaba con solo pestañear.

- Por el mismo motivo por el que yo quiero hacerlo, supongo -. Respondí haciendo un gran esfuerzo por no romper esa distancia ya.

- ¿Qué pasaría después?

La puerta de la habitación se abrió entonces lentamente viéndonos irrumpidos por la presencia de Frank que, nada más vernos a Michelle y a , sonrió agachando su rostro mientras yo tomaba asiento a su lado pasando un brazo por su femenina cintura sin darme ninguna prisa. ¿Quién de nuestra familia y amigos no sabía como nos comportábamos ella y yo? Todos veían abrazos, besos en las mejillas a todas horas, y risas provocadas por batallas de cosquillas que terminaban con ella muriendo a carcajadas en mi pecho.

Frank nos volvió a mirar con cariño : - ¿qué tal ese tobillo, Michelle?

- Aún me duele pero algo menos. Gracias por preguntar - agradeció ella en su respuesta.

- Entonces no vamos a la gala de premios, ¿verdad, MJ?

Negué con la cabeza : - me quedo con ella, Frank.

Él asintió sabiendo desde un principio que terminaría quedándome en casa, a su lado. Como debía ser.

- Que paséis una buena noche, chicos.

Estando con ella lo sería ".

Traté de mantenerme quieto hasta que escuché como la puerta de la habitación se cerraba tras David. Había salido del cuarto y por fin, tenía un momento a solas con mi mujer. Mi mente tampoco sabía con exactitud qué debía hacer pero, lo que no iba a hacer era fingir que no había pasado nada después de que tuviese que salir e iba a averiguarlo. Solo que, antes, mi mente ya había optado por acercarme a ella y abrazarla tomando asiento justo a su izquierda. Aún no estaba dormida del todo pero parecía no estar ahí conmigo. La arropé con la sábana mientras sentía como su mano rodeaba mi muñeca.

Ese gesto me hizo sonreír.

- Relájate, Michelle. Solo vas a dormir.

Entreabrió sus ojos con lentitud cuando escuchó que era yo quién le hablaba. Acuné entonces su rostro entre mis manos y besé su frente deseando que soñase con lo más bonito que sus ojos pudiesen ver.

- No me dejan...

Fruncí el ceño confundido por sus palabras. Quizás ya estaba soñando y no se daba cuenta de lo que decía.

- ¿No te dejan qué? - Pregunté acariciando su mejilla con cariño.

- Hacerte feliz.

Parpadee sabiendo que no estaba medio dormida, que aún estaba consciente y vivía la misma realidad que yo. Seguía preocupada aún tiempo después de sufrir la crisis que sufrió y aún no estaba descansando como debía. Debía calmarse de una vez por todas, principalmente por su salud, luego por la mía.

- Soy feliz. Muy feliz contigo, Michelle. Solo yo puedo dar fe de como lo consigues.

Fue lo último que pude decirle antes de que David volviese a irrumpir en el cuarto. Sabiendo que él iba a quedarse con ella, salí de allí para respirar un poco y recuperar fuerzas. Bajando las escaleras vi a Janet y a Johnny junto a los demás, ya debían haberse enterado de toda la situación. El siguiente era yo.
Al estar delante de todos, se quedaron en silencio observándome como si estuviesen esperando una mala noticia por mi parte. La mala noticia me la tendrían que dar ellos a mí seguro.

- Está empezando a dormir - susurré haciendo que todos volviesen a respirar algo más tranquilos.

Johnny no tardó en acercarse a mí para empezar con un interrogatorio del cual, desconocía la mayoría de las respuestas. Se notaba en su semblante que estaba bastante preocupado por la situación acaecida en Neverland. Me di cuenta una vez más de cuánto quería a Michelle.

- ¿Sabes que vine a verla antes de salir a por Janet? - Le miré de reojo intentando no llorar de impotencia -. Solo me dijo que no durmió bien.

- Tuvo una pesadilla, es cierto.

- ¿Qué la hizo ponerse así? Me dijo que intentaría regresar a la cama y no creo que un simple monstruo que se le pueda aparecer en un sueño cause un ataque de histeria.

Que volviese a susurrar esas palabras una vez más me cansó, yo también quería obtener información y sacar así conclusiones de una vez pero estaba siendo tan complicado llegar a Rose o a Marvin que, no tuve más remedio que girar hacia a Johnny y poner una mano en su hombro.

- Yo aún no sé nada y tengo muchísimas dudas que resolver. No estaba aquí cuando empezó a estar mal. Lo sé, cúlpame de nuevo. Por eso solo me queda saber qué fue lo que sucedió realmente para no terminar muriendo psicológica ni físicamente.

Mi voz sonó tan apagada y sin fuerza como la de Michelle. No estaba enfadado, ni él tampoco parecía molesto pero en ese momento no necesitaba más preguntas que añadir a la lista, sino respuestas rápidas que me hicieran dar con la bendita solución de todo esto.

Avancé entonces hacia Rose que estaba junto a Janet que, tenía a nuestro bebé en brazos. Casi sin mirarle pues, me recordaba muchísimo a Michelle, hice un esfuerzo y clavé mis ojos en Rose : - ¿sabes qué sucedió aquí?

Rose abrió su boca para segundos después cerrarla al ver como todos estaban pendientes de sus palabras. Cuando asintió empecé a prepararme para escuchar cualquier locura. Sus manos oscuras se unieron a la altura de sus labios mientras que las lágrimas recorrían sus mejillas como si de una carrera se tratase.

- Si hubiese llegado cinco minutos antes seguro que esto no estaría sucediendo, Michael. - Dijo cerrando los ojos.

- Al menos llegásteis para llamarme, ella no lo hubiese hecho.

- Todo sucedió porque la señorita Lisa Marie empezó a gritarle cosas horribles, la amenazó incluso ante mí y...

Dejé de escucharla cuando giré sobre mis talones para mirar a Johnny. Su mandíbula estaba tan tensa como mis manos que de nuevo estaban formando puños por culpa de la tensión que poco a poco iba acumulando. Agaché la mirada y volví a los segundos, a encontrarme con la mirada de Rose.

- Hicisteis los correcto llamándome. Ahora voy a salir.

- ¿Adónde? - Inquirió mi hermana siguiendo mis pasos con el pequeño entre sus brazos.

- ¡Michael, chico! ¿Dónde vas a ir solo? - Exclamó Frank siguiéndome también.

Giré antes de abrir la puerta : - no os preocupeis, ¿de acuerdo? Voy a hablar con Lisa.

- ¿Qué? - Exclamó Janet. - Michael, no...

Cerré la puerta seguro de que iba a regresar antes de que mi mujer despertase. Necesitaba hablar con Lisa de una vez por todas, ¿para qué alargar esta situación? Iba a pedirle explicaciones por su visita a Neverland y sus desagradables palabras hacia mi mujer que por supuesto, no merecía.

- ¡Michael! - Giré de inmediato al escuchar mi nombre saliendo de la boca de Johnny que se acercaba a mi con rapidez -. Déjame acompañarte.

- No es necesario que lo hagas - susurré caminando de nuevo hacia el coche.

- Pensaba que tú y yo ya nos llevábamos bien - insistió siguiendo mis pasos.

- Y no tengo problema alguno contigo, Johnny pero quiero hacer esto solo.

- No creas que voy para recordarte que no deberías tirártela - giré en cuánto le oí decir aquella barbaridad. Me miró de forma sincera y sonrió -. Sé que no vas a hacerlo.

Claro que no. Iba a solucionar esto de una vez por todas.

- Ven si quieres.

Continuará...

¡Felices 59, M!

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