Octubre Oscuro

By Alguiendel95

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Obra dedicada para aquellos que a pesar de sus problemas siguen luchando, al igual que el protagonista de est... More

Capítulo 1 Una tras otra...

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By Alguiendel95

1982: Alex un niño como cualquier otro, vivía con sus padres, una humilde familia londinense, Helena y Harry, por 1982 era un chico de unos cuatro años, era un niño de pelo muy negro distintamente a el rubio de su padre pues aquel cabello lo había sacado de su madre, era un pelo oscuro como la noche que contrastaba con su piel pálida, en su rostro tenía unas graciosas pecas, de ojos también negros como la noche, era un niño que siempre estaba con sus padres o jugando con aquellos de su edad, sobre todo con Ann, una niña rubia de cabellos largos y ojos claros, sobrina de Carl Wensley que quedó a regencia de este debido a la muerte de su madre en el parto, el padre cayó en depresión y fue encerrado en un psiquiátrico debido a que enloqueció tras la muerte de esta, Ann quedó bajo la tutela de el pariente mas cercano, su tío Carl Wensley. Ambas familias se veían mucho. Todo empezó una mañana fría en Londres cuando Alex salió con sus padres a la calle. Helena llevaba un abrigo negro que le quedaba ideal con su cabello y ojos oscuros en contraste con su piel, era idéntica al pequeño Alex. Su padre Harry vistió con una camisa blanca y unos vaqueros, su cabello era corto y rubio, también de piel muy pálida y ojos claros, tan claros como el agua cristalina. Vistieron a Alex con una chaqueta y unos pantalones vaqueros con botas negras. Preparada la familia salieron a la calle.

-¿Vamos a ir a comprar pasteles?- El pequeño Alex era un chico muy glotón al que le encantaba comer, siempre solía ir a pasear con sus padres a la calle

-Si Alex, pero antes debemos de hacer una visita a un señor que conocemos Papá y yo, ¿Vale?- Su madre lo cogió de la mano al salir de el portal ya que le solía gustar a el pequeño bajar a el solo por el portal corriendo de escalera en escalera.

-Este muchacho tiene mucha energía Helena, cuando sea mayor se convertirá en un muchacho muy fuerte y atractivo, no te pierdas hijo mío vamos a ir a ver a un señor muy simpático.

La familia fue andando hasta la casa de Carl Wensley, uno de los hombres mas ricos de todo Londres y de toda Inglaterra muy probablemente en aquel momento, vivía en una gran mansión en Riddick Street, en una calle de el centro de Londres al lado de un parque donde solían ir muchos turistas debido a la zona céntrica donde estaba el hogar de Wensley.  Cuando la familia llego a la casa tocó al timbre.

-¿Si, quien es? Malditos testigos bastardos, como volváis de nuevo cualquiera a tocar a mi puerta os juró que os coseré a balazos, ¡Sois peor que los amarillos y los monos cobrizos!- Aquellas palabras llenas de racismo hacia las culturas orientales de Londres eran las de Carl Wensley, igual de racista que rico, sentía un gran remordimiento por todo lo no-inglés, parece que los veía como seres inferiores, como algo por debajo de la escoria, un hombre que parecía estar sacado de la Edad Media, una dantesca versión de Adolf Hitler pero a lo británico.

-Carl, son la familia Corwin...- 

-¡Oh, que cabeza la mía, pasen amigos míos pasen!

Aquellas palabras de aquella voz parecieron apaciguar la locura de Wensley.

La familia al entrar a la casa pudo ver una escalera de caracol de alfombra roja al fondo, al subir había dos ventanas que permitían alumbrar toda aquella estancia parecida a una mansión victoriana, al igual que los pensamientos de el residente de la casa. El pequeño Alex contemplaba la estancia detenidamente, observaba aquellas losas blancas, aquellas vidrieras enormes, aquel candelabro sujeto al techo que acaba en una graciosa forma triangular, corría por las escaleras de caracol mientras sus padres vigilaban que no se callese, vigilando sus cortos pasos y rápidos como los de un polluelo que ha salido del cascarón. -Cariño, ten cuidado no te caigas!- Dijo la madre que iba detrás de los pasos de Alex cruzando la alfombra roja levantando su vestido para no resbalar

-¡Vaya energía tiene este chico, no se a quien ha salido!

-Pasen pas...- Alex golpeó sin querer contra un hombre que abrió la puerta doble de cristal que había justo arriba de las escaleras, al subir la mirada pudo ver al hombre, su cumbre canosa como la nieve parecía tener luz propia por el reflejo de las ventanas que había detrás de esta puerta de cristales y madera maciza con unos bordes increíbles- Oh perdón pequeño, parece que mis piernas tienen hambre y quieren comerte jeje. El hombre intentó esbozar una sonrisa, pero era falsa, sorda, carente de sentimientos, tal vez se debía a la mirada abstracta de aquel hombre, su sonrisa hacía que sus cejas formasen un arco muy gracioso parecido muy probablemente al de triunfo debido a la graciosa circunferencia que formaban estas al unirse cuando sonreía haciendo unos malabarismos muy graciosos sobre su cara, sus ojos tal vez también ayudasen a notar su inexpresividad debido a su pequeño tamaño, eran alargados y pequeños, llenos de arrugas, como si sus ojos quisieran hundirse en las profundidades de sus cuencas, la boca parecía ser lo mas agraciado, si no mirabas fijamente a sus dos dientes restantes del lado superior e inferior de la boca formando algo bastante cómico similar a un cuadro cubista de Picasso.

-¿Son ustedes los Corwin verdad? Yo soy Walter el mayordomo de el señor Wensley. Walter Vans, un hombre que vivía en la mansión de Carl, debido a la dejadez de este, Vans cuidaba de la casa de este, iba vestido con un traje negro y una camisa blanca, con unas botas enormes de el mismo color, parecía sacado de una obra de terror recordando a aquellas películas antiguas de el Conde Drácula, el mayordomo hizo un ademán de hacer pasar a la familia a el cuarto que estaba custodiando. 

-¿Ustedes se dedican a la caza?- Preguntó Alex al observar una escopeta recortada que había escondida en la mesilla de el comedor.

-¡Alex me cago en la leche!- Harry dió una palmada en la cabeza de su hijo- ¿No ves que eso es de el señor de esta casa que ha sido tan amable de invitarnos, eh?

- Deje al pequeño, déjelo- Harry cogió la escopeta recortada y la guardó en la mesilla- Acompáñenme, Carl debe estar en su despacho probablemente. Salieron del comedor contemplando el centro de este, una alfombra morada cubría el suelo con unos carácteres budistas y unos sofás con una tela que parecía muy cara, ambos de un color rojo muy vívido, las ventanas cuadradas cubridas en los extremos por cortinas rojas iluminaban la estancia. Siguieron subiendo aún mas escaleras de caracol, la casa en si parecía tener 4 pisos, el sótano que era por supuesto el más bajo y donde se guardaba todo tipo de alcoholes que Carl había comprado para su propio consumo y una sala donde tenía todo tipo de reliquias sobre el Imperio Británico que Dios sabe donde las compró, el primer piso era la entrada con unas escaleras de caracol y unas cuantas salas a las que se accedía mediante unas puertas que había en esta sala en el extremo izquierdo, derecho y al lado de las escaleras había un cuarto de baño, subiendo estas se llegaba al comedor y a algún sitio que la familia no pudo ver. Arriba del todo estaban los dormitorios y en el tercer se encontraba en ese momento Carl, esta es la información que dio Walter sobre la casa.

-¡Carl!- 

-¿Que pasa?- Se oyó una voz ronca desde la puerta de ébano, de un color marrón muy brillante y una madera muy gruesa, parecía una voz de ultratumba, a el pequeño Corwin le resultaba muy familiar aquella voz, como si ya la hubiese escuchado antes en alguna parte, pero sin saber porque ni de donde- Oh, deben ser los Corwin, que pasen, que pasen.

En la sala estaba el dueño de la casa, su piel era oscura, pero no era el clásico color cobrizo o tostado de la gente India, si no era un color artificial, un marrón tirando a un color naranja, mas corrupto que el de los Asiáticos, de quien su piel era muy exótica la de las chicas Asiáticas entre las de las jóvenes Británicas que solían envidiar a aquellas criaturas orientales.

-Muy buenas señores- Se levantó de la mesa cerrando unos documentos en los que parecía estar muy atareado, guardándolos en una carpeta que sacó de uno de los cajones de el escritorio en el que estaba sentado a pesar de tener también un ordenador en el escritorio haciendo caso omiso de el y prefiriendo escribir a mano, un hombre chapado a la antigua como pocos en este mundo a pesar de el modernismo que estaba emanándose en esta época.

-Encantado, soy Carl, Carl Wensley- 

-Yo Harry Corwin, tiene una gran fama, ahora se a que se debe que sea conocido en todo Londres, sin duda se merece esta casa que se la ha ganado con el sudor de su frente.

-Gracias, gracias- Tras el estrechón de manos entre la pareja de los Corwin, un par de palabras graciosas a Alex como "Pequeño campeón" o "Chavalote" Se dirigió a la licorera que había en la pared próxima a la ventana, Walter vigilaba la puerta mirando de frente a todos, aunque todos parecían hacer caso omiso de el mayordomo que fijaba sus ojos hundidos en todos los presentes- ¿Quieren una copita?- Su sonrisa no fue igual de mueca que su compañero de casa pero si igual de siniestra o más, sus labios pequeños y su voz ronca, podía notarse el porque lo era debido a que los 5 minutos que habían estado en la casa Carl estaba con un puro en la boca, a pesar de su piel malcuidada vestía un traje de rayas que recordaba a aquellos de los gánsgsteres de la mafia italoamericana, la frialdad de su sonrisa se combinaba con sus ojos de un color azul muy pálido y pequeños parecidos a los de un cochinillo, su tos hacía probablemente eco en toda la casa, una tos seca de hombre que lleva fumando y bebiendo desde los 20 años de edad y no conoce lo que es un día sin entrar a su mueble-bar para prepararse un chupito de Whisky:

-Siéntense, siéntense, como si estuvieran en su casa, yo mientras tanto prepararé algo rico rico para ustedes.

-¡Oh muchas gracias! ¿Puedo ver la marca de el Whisky?- Preguntó el padre de familia

Harry pudo ver que se trataba de un Jack Daniels, el quiso probar un poco ya que un chupito no le prohibiría conducir a pesar de que no estaba de acuerdo Helena en que tomase un chupito

- ¡Yo quiero de eso, yo quiero de eso!- Alex se levantó de las piernas de su madre y se abalanzó sobre las de Carl que por suerte se había sentado ya en una de las butacas del despacho ya que si no muy probablemente lo habría tirado al suelo con su energía y nervio. 

- ¡Vaya! ¡Ese chico suyo promete jajaja!- Carl pareció tomarse a risa aquel incidente- Me caes bien chavalote, se que pronto serás un hombre joven y fuerte, caramba si fuerte ya eres mira solo te falta un paso, pero tus papas y yo tenemos que hablar de cosas de mayores, ve con el tito Walter, ese señor tan simpático que esta allí detrás tuyo.

Alex contempló de nuevo a el mayordomo, sentía en el algo que no le gustaba

-Ven muchacho, tus padres necesitan arreglar unos asuntos con el señor Wensley, mientras tanto vas a portarte como un buen chico y vas a estar jugando sin molestar, ¿Eh?

-Vale... ¡Quiero jugar al escondite! Yo me escondo y tu me tienes que buscar-

-Está bien, contaré hasta diez y te tendré que buscar.

Alex subió las escaleras en cuando Vans se dirigió a la pared para contar hasta diez, a pesar de su pequeño cuerpo logró llegar en 7 segundos hasta el piso de arriba.

-¡Ya esta voy a por ti chavalote!- Los pasos de el mayordomo se oían, pero el muchacho dudaba de si se oían subiendo escaleras o entrando a otra sala debido a lo grande que era la estancia, se acercó a la escalera agachado y vio al viejo que estaba subiendo, con cuidado reptó hacia una sala con una puerta enorme de madera, aquella sala se trataba de una habitación que constaba de una alfombra morada, dos camas y unos cuantos armarios, se decidió esconder en uno de ellos, para su desgracia se cayó algo, si, pudo oír el estruendo y se abrió la puerta.

-¿Pero que demonios?- Vans oyó el ruido y se dirigió al dormitorio sobresaltado, maldito crío te voy a...

-¡Mira que tengo!- El niño cogió una escopeta recortada apoyado en el suelo y cogiendo con una mano los dos cañones- Vamos a jugar ahora a los vaqu...

-¡EH, eh espera chico!, ¡Eso no es para niños joder, que eso no es un juguete!

El mayordomo cogió a Alex y lo tiró al suelo de un puñetazo, pero cuando cayó al suelo agarró la escopeta de los cañones y disparó con el gatillo muy débilmente pero logrando accionar el arma que se dirigió contra el mayormo

-¡Serás hijo de p...! Vans cayó al suelo- ¡Ahhhh, maldita rata asquerosa! Mientras seguía soltando alaridos en el suelo y quejándose Alex se fue de el cuarto sabiendo la bronca que podía caerle si descubrían lo que había hecho y por la pura inocencia de el niño que había intentado defenderse frente a el agresor, el mayordomo seguía hay tirado, a pesar de el tiro no le afectó a ninguna parte vital, esto lo pudo comprobar el mismo con su espejo que solo le había rapado la parte derecha arriba de su cabellera haciéndole una raya bastante cómica, aunque si el niño hubiese sido mas mayor muy posiblemente le hubiera podido acertar y haberlo fulminado.

-¡Papa, mamá quiero irme de la casa de el señor con cara de malo!- Alex irrumpió en la sala de la reunión sin permiso alguno abriendo la puerta de una patada.

-¡Hijo mío!- Helena saltó sobresaltada al ver tan nervioso al niño y debido a la frase de la criatura- Por dios un poco mas de respeto por el señor Wensley.

-¡No, yo me refería al señor con cara de malo y tonto, el otro solo tiene cara de malo!

Walter parecía que iba a estallar, su bigote dibujaba unos arcos violentos junto con sus cejas y su cara se tornó de un color rojo como el pimentón, aquellos ojos porcinos miraban con una mirada macabra a aquel niño

- No mires así a el chico Walter, si un crío no se mueve eso es mala señal- Dijo Carl mientras echaba de la sala  -  Alex, pórtate como un chico mayor y espera a tus papas en el pasillo, ¿Eh? Que se vea que eres un chico grande y responsable, y tu Walter anda ve y compra algo de whiskey, asegúrate de que sea un Jack Daniels y no esa porquería de todo a 100.

Alex se quedó en el pasillo como mandó Carl, mas que nada porque sabía que le caería una buena bronca si seguía allí adentro, aunque a pesar de su corta edad el niño sabía que había gato encerrado dentro de aquella casa y aquellos turbios negocios que tenía aquel anciano calvo sesentañero y con un puro como extremidad de su cuerpo, aunque mas que respeto por el viejo Wensley lo hacía por el amor que guardaba hacia sus padres, aquellos con los que siempre había estado llevándolo al campo de fútbol, a las casas de sus amigos, pero esta vez el pequeño Alex a pesar de sus travesuras se quedó sentado en una de las sillas que había al lado de la puerta como si se tratase de una sala de espera







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