SUSTITUTA

By KookingKookies24

664K 9.9K 2.2K

"Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una espo... More

Advertencias
Prรณlogo
1. El caos estรก servido
2. Parรญs
3. ยฟY si nos escapamos?
4. Mente vs. cuerpo
5. Deseos ocultos
6. Punto de no retorno
7A. Predestinado
7B. Predestinado
8. Casualidad
10. Defectos de Familia
11. Soy el anzuelo

9. Caja de Pandora

11.8K 693 321
By KookingKookies24

"El amor es un sentimiento voluble y traicionero".

Capítulo 9: La caja de Pandora de los secretos está entreabierta, y no hay forma de volver a cerrarla.

"¿Hola?"

"¿Hola, All?"—Respondo ansiosa y expectante.

"Ahhh, te engañé. En este momento no puedo contestarte, seguramente estoy ocupando haciendo cualquier pendajada o alguna mierda así. Deja tu puto mensaje después del tono y si me da la gana, te llamaré." Bipppppppp....

Pongo los ojos en blanco—Estúpido All—mascullo antes de exhalar un suspiro frustrado y cerrar la llamada.

Con impaciencia, muerdo la carne muerta y cutículas alrededor de mi pulgar mientras observo la pantalla de mi móvil, esperando ansiosamente que mi hermano devuelva la llamada.

En este instante, solo soy consciente que sé tres cosas: Es domingo, son las 6:45 a.m. y deseo insasiablemente café. Me gustaría ir a la cocina a buscar un poco del preciado líquido oscuro, pero enfrentarme a Harry otra vez no me entusiasma en lo absoluto.

La noche ha sido implacable. No logré conciliar el sueño ni un instante. Mi cuerpo parece un lastre, mis párpados pesan como plomo por la falta de sueño y mi boca está seca agudizando mi jaqueca, consecuencia del exceso de champán. Y como si fuera poco, me resulta casi imposible deshacerme de tres pensamientos que me atormentan y carcomen:

1. Ese beso que aún resuena en mi mente.

2. La angustiante situación de mi familia, que parece desmoronarse a pasos agigantados sin que pueda hacer nada para detenerlo y,

3. Las iniciales de mi hermana parpadeando en la pantalla del móvil de mi esposo, indicando una llamada entrante.

Normalmente, a las 5:00 a.m., estoy más que despierta y a estas horas, ya estaría empapada en sudor tras una sesión intensiva de entrenamiento. Como bailarina, la perfección es mi constante meta, y para alcanzarla, debo ceñirme a reglas y horarios estrictos. Cada mañana, me levanto antes del amanecer para realizar ejercicios de estiramiento y calentamiento, preparando mis músculos para las exigentes clases matutinas. Sin embargo, hoy me desperté sin el habitual entusiasmo; después de todo, es domingo. Así que, decido que lo mejor será concederme un merecido descanso, una indulgencia que raramente me permito.

Me incorporo de la cama con el teléfono en mano , y marco una vez más el número de mi hermano. El timbre suena, alimentando mi esperanza de una respuesta, pero solo me encuentro con la misma grabación: "¿Hola? "... "Ahhh, te engañé. En este momento no puedo contestarte, seguramente estoy ocup..."

La llamada vuelve a caer en el buzón de voz, y la extrañeza se apodera de mí. All es inseparable de su celular; literalmente duerme con él, desayuna, almuerza, cena e incluso lo utiliza en el baño. No me sorprendería que tuviera sexo con el aparato. Pero ahora, cuando más lo necesito, no responde. Es francamente exasperante.

Con un suspiro frustrado, arrojo el dispositivo sobre la cama y arrastro mis pies hacia el baño adjunto a la habitación. Una ducha fría parece ser la solución más adecuada en este momento; quizás ayude a endurecer mis músculos adormecidos y, quién sabe, tal vez también levante un poco mi ánimo.

El agua helada golpea mi piel, enviando una sacudida a través de mi cuerpo y arrastrando consigo parte de la tensión acumulada. Cierro los ojos y dejo que el frío me envuelva, llevándome a un estado de calma momentánea hasta que ese beso se materializa en mi mente junto con los innumerable insultos que podría haberle dicho y no se me ocurrieron ayer.

—¡Maldito kessler!— reniego envolviéndome en la cálida bata de baño que cuelga disponible y mientras me cepillo los dientes, repaso mentalmente la lista de tareas pendientes para hoy:

Lo primero será ver a mi hermano para verificar que las palabras de Kessler sean sinceras y saber cómo proceder después. Luego, haré una visita a Peach para asegurarme de que se esté recuperando adecuadamente de ese brote de sarampión que le impidió asisitir a mi boda.

Después de eso, planeo hacer una breve parada en la academia para estirar las piernas y practicar un poco. Cualquier excusa para mantenerme alejada de esta casa es más que bienvenida en estos momentos.

Me convenzo a mí misma de que puedo hacerlo, puedo pasar todo un año evitando a Harry. Después de todo, esta casa es inmensa y si logro pasar el menor tiempo posible aquí, las probabilidades de encontrarnos en la misma habitación son prácticamente nulas. Es solo cuestión de mantener la distancia y ocupar mi mente en otras cosas.

Recojo mis jeans y mi camisa del suelo, acercándolas a mi nariz para comprobar si apestan o puedo volver a usarla, huelen a él, al olor distintivo de su colonia mezclado con el penetrante aroma a humo de sus interminables cigarrillos.

Con una mueca de desprecio las aparto. Mi orgullo es incapaz de soportar el recuerdo que evocan. No solo es el olor físico lo que me golpea, sino también el peso de los recuerdos que llevan impregnados.

Sentada en el borde de la cama verifico si All se ha dignado en llamarme, al comprobar que no, hago tiempo observando minuciosamente las llagas doloridas que han surgido en mis pies después de ensayar las piruetas que aún no logro dominar por completo. Suspiro. Necesito ir en busca de mi equipaje y encontrar las vendas adecuadas para mis pies. Las que llevaba puestas antes se han vuelto inservibles, las he desechado antes de ducharme.

Tal vez deberías venir y ver esto, Kessler, en vez de lanzar tus ataques y prejuicios sobre mi vida de "niña rica".

Si viera mis pies se daría cuenta de que soy lo opuesto a sus palabras. El camino de una bailarina es duro, doloroso y lleno de sacrificios. Mis pies no son los más hermosos del mundo, pero cada marca y secuela muestra mi dedicación y mi lucha.

Con cuidado, paso mis dedos sobre las cicatrices y las deformidades que han quedado en los nudillos de mis dedos, torcidos y retorcidos por las numerosas veces que se han fracturado en el pasado.

Dejo escapar otro suspiro mientras cubro mis pies con los calcetines coloridos que me regaló Peach, mi mejor amigo además de Jessie y compañero de danza. Debo admitir que la comodidad no siempre viene con la belleza, y estos calcetines son épicamente horribles. Considerando que los gays tienen buen gusto, Peach evidentemente está fuera de esa liga.

Me precipito para ver el teléfono cuando vibra y los mensajes de Caiden aparecen en la pantalla llenándome de desilusión. En este momento, no es información sobre mi exnovio lo que deseo desesperadamente, sino...

¡Información! ¡Eso es! ¿cómo no se me ocurrió antes?

Me dejo caer de estómago sobre la inmensa cama y rápidamente desbloqueo mi teléfono. Mis dedos vuelan sobre la pantalla mientras tecleo en Google: Harry Kessler. Si voy a declararle la guerra a ese maldito demonio arrogante y seductor, mi prioridad será armarme con toda la información posible para obtener cualquier ventaja que pueda.

Una sonrisa expectante y esperanzada se forma en mis labios al ver cómo los resultados se despliegan ante mis ojos, y mi corazón late con anticipación. Entre los primeros enlaces, uno captura mi atención de inmediato: "Harry Kessler: El misterioso magnate que reniega de sus raíces".

Intrigada, no puedo resistirme y hago clic en el enlace y comienzo a leer el artículo ansiosa y detenidamente.

—¡Qué estafa! —Mascullo al observar que no hay mucho de él específicamente, todo es muy genérico.

La información es tan escueta y superficial que a duras penas aporta algo útil. Según los artículos, Harry Kessler es descendiente de una antigua y noble familia, conocido por su enigmática y hermética personalidad. Se le describe como heredero, accionista y empresario, pero más allá de esos títulos, parece que el misterio que lo rodeaba es más profundo que cualquier otra cosa que pudiera descubrir en línea.

Presiono otro enlance que más parece una página de chismes que periodismo real y mi asombro crece. Descubro que Harry Kessler es el primer hijo ilegítimo de Dess Kessler. Sin embargo, lo más impactante es la incógnita que rodea a su verdadera madre, cuya identidad permanece en la sombra, oculta al mundo.

"Esto es como una puta novela donde la tragedia parece haber tejido su destino de manera cruel" pienso, pues, su padre falleció en un trágico juego de polo, tras caer de su caballo. Luego, la muerte de su madrastra y hermanastros menores en un fatídico accidente automovilístico dejó a Harry Kessler como el único y exclusivo heredero de Jhon Kessler, su abuelo, quien a diferencia de los demás, murió aburridamente por vejez.

Leo que su pasatiempo es coleccionar empresas, siendo las compañías de automóviles y tecnología sus favoritas, y la preocupación se incrusta en mi sistema como una astilla que no puedo sacar.

Los demás enlaces no proporcionan más información. Giro el teléfono para observar con más detalle las fotografías que muestran a un Harry en eventos de alta sociedad, acompañado de un hombre mucho mayor que él pero extraordinariamente parecido, es su abuelo, no cabe duda. Se encuentran rodeados de personas influyentes. La imponente figura de Harry y su mirada penetrante dejan en claro que es un hombre de poder y prestigio. Busco ansiosamente si hay alguna imagen en la que esté acompañado de alguna mujer, pero no encuentro nada.

—Se toma su privacidad muy en serio, señor Kessler—Murmuro, ampliando una fotografía donde mira directo al camarógrafo con gesto de desagrado —La fotografía no te hace justicia, reconozco que eres muchísimo más atractivo en persona...—Un golpecito en la puerta me saca bruscamente de mi ensimismamiento, y suelto el celular como si estuviera cometiendo un crimen y acabara de dejar caer la evidencia incriminatoria.

Algo indecisa y preocupada, arrastro mis pies hacia la puerta. Nunca he actuado como una cobarde y no comenzaré ahora. Además, debo acostumbrarme a mi nueva vida en esta casa con Harry Kessler complicando mi existencia y esa maldita forma de hacerme sentir nerviosa.

Cuando entreabro la puerta para ver por la rendija, solo alcanzo a vislumbrar la espalda de Marc alejándose por el pasillo. A mis pies yace mi valija rosa, cuidadosamente colocada frente a mi puerta.

—¡Gracias!—Grito a lo que el chofer alza el pulgar a modo de respuesta.

Cuando estoy lista, bajo las escaleras, esperando ansiosamente no toparme con Harry mientras hago un safari por la casa en busca de la cocina.

El salón donde estuvimos anoche está totalmente vacío y no hay nada diferente excepto la cantidad de colillas de cigarrillo sobre una mesilla junto al sofá rojo.

Mientras camino por los pasillos, trato de ser lo más sigilosa posible, manteniendo mis sentidos alerta en busca de cualquier indicio de su presencia. No sé si sería apropiado comer aquí, no quiero que me lo cobre y aumente aún más la deuda que ya de por sí tenemos.

Mientras me aproximo, el tentador aroma del café recién hecho, del huevo y el bacon, junto con el suave murmullo de voces, me guían por el pasillo mientras se filtran por las angostas paredes. Al principio, las voces son indistinguibles, pero a medida que avanzo, dos voces masculinas que asocio con Harry y Marc se vuelven cada vez más nítidas. Finalmente, doblo la esquina y me encuentro frente a las puertas dobles abiertas de la cocina, donde las espaldas de los susodichos me reciben.

Por un instante, me detengo en el umbral, sintiendo el cosquilleo en mi estómago que después recorre todo mi cuerpo. No estoy segura de si debo entrar y unirme a ellos o retirarme discretamente. Sin embargo, la combinación de hambre y curiosidad me impulsa a dar el paso hacia adelante, esperando no interrumpir una conversación importante.

—¿Entonces prefieres que me quede para vigilarla o que te lleve a la oficina antes de acompañarte al almuerzo con el joven Collins? —la voz de Marc se distingue con total tranquilidad sobre el sonido de los cubiertos chocando contra la sartén.

—Sabes que detesto conducir... —responde el pelinegro con un deje de molestia.

—Te llevo. Entendido.

Están tan inmersos en su conversación que no me sorprende que no hayan escuchado mis pasos. Harry está sentado en la isla de la cocina, mientras que Marc parece estar ocupado preparando algo sobre la encimera.

Vacilo en la entrada, indecisa sobre si debo entrar o no. Una mezcla de emociones contradictorias arremeten en mi pecho: la atracción que siento hacia él me tira hacia adelante, mientras que el deseo de mantener la distancia y evitar otro enfrentamiento innecesario me insta a retroceder.

Finalmente, con una mirada furtiva hacia el interior de la cocina, donde la espalda ancha de Harry se destaca con su postura arrogante, tomo la decisión de dar media vuelta y regresar por donde he venido.

No doy ni dos pasos cuando escucho la voz profunda de Marc resonar en el espacio:—¿Ya pensaste qué vas a hacer con tu chiquilla?—Pregunta curioso, y mi corazón da un salto en mi pecho al reconocer el apodo.

"¿Qué demonios significa eso?"

Giro instintivamente la cabeza hacia la cocina. La curiosidad me consume por completo, y sin pensarlo dos veces, vuelvo con pies ligeros para no delatarme hacia la esquina, donde no puedo ser vista pero sí puedo escuchar su conversación. Agudizo el oído, apenas atreviéndome a respirar, mientras la voz de Marc se vuelve tan baja que me cuesta poder distinguirla. Me inclino hacia adelante, ansiosa por captar cada palabra.

—No es mi chiquilla...—Desdén baña el tono de mi esposo.r

—Ahora lo es. Admito que me alegré cuando no te casaste con la señorita Debra, pensé: "Ahhh, por fin este crío entró en razón", porque sabía que era una locura. Pero no, demostraste que en verdad perdiste la cabeza. ¡Te casaste!, y ni más ni menos que con su hermana menor —comenta Marc. Su voz cargada de preocupación no me pasa desapercibida.

Harry parece desinteresado en contestar, y al no recibir respuesta, el chofer añade con tono grave: —Te aseguro que nada bueno saldrá de esto. NADA.

—No tenía otra opción—Harry se defiende e indiferencia se escurre entre sus palabras.

—Pienso que siempre tenemos más opciones—insiste Marc, con un dejo de angustia.—Debiste considerar otras alternativas...

—No te pedí tu opinión. —Mi esposo lo interrumpe con brusquedad y tono altanero. Me asomo lo suficiente por el contorno de la pared para ver al aludido, pero solo puedo distinguir su ancha espalda cubierta por un traje a medida gris oscuro. Su peso parece caer sobre el respaldo del asiento y sus hombros se mueven con cada palabra que pronuncia.—Además, sabes por qué lo he hecho de esta manera, así que deja ese pesimismo a un lado. Un cambio de elemento no altera el producto. Es otra novia, pero la situación no ha cambiado.

Escucho esas palabras despectivas y frías que me reducen a un simple "elemento", y una mueca de indignación se escapa de mi rostro sin que pueda evitarlo. El malestar me perfora el estómago. Eso significo para él: un simple elemento. Es tan mezquinamente arrogante que exaspera.

Respiro profundamente, empujando la desazón que siento fuera de mi sistema, y me enfoco nuevamente en la conversación.

—Pues yo no lo veo así, es arriesgado. — El hombre mayor ejecuta una pausa, posiblemente sopesando sus siguientes respuestas — Tu amante y esposa están emparentadas y es evidente que esa chica es muy joven, Harry, es casi una niña. No creo que comprenda ciertas cosas. Deberías ser honesto con ella o simplemente no involucrarla más... —previene Marc, el desasosiego afianzándose en las palabras mientras se voltea con un cuenco en sus manos. Mientras tanto, yo aprovecho para volver a mi escondite como un resorte para evitar ser vista.

¿Su amante?. Trago con dificultad el nudo en mi garganta. Mi aturdido cerebro intentando trabajar con toda la información tan rápido como puede. Entonces, yo tenía razón, hay una relación entre mi hermana y Harry.

—Baja la voz—espeta el pelinegro de forma cortante y abrupta—En todo caso, Angelina sabe en lo que está metida. Es adulta y sabe lo que significa un trato. En un año, ella no formará parte de mi vida. La relación que tenga o no con otra mujer, ese es mi asunto, no de ella, ni mucho menos tuyo.

—Intenta ponerlo en perspectiva—continúa el chofer con un tono más suave—Esa niña no es Debra ...

—¿No me digas que ya te encariñaste? ¿Es eso? ¿Ya te convenció su cara y sus ojos de niña buena, Marc? —Su voz es una burla cargada de crudo sarcasmo, y mi corazón se detiene cuando escucho el sonido de una silla arrastrándose en el suelo, indicando que se ha puesto en pie.

Espero en estado de petrificación, anticipando sus pisadas que me indican que se acerca hacia mí, pero no llegan. Entonces, me obligo a tranquilizarme.

—No es eso—prosigue Marc con serenidad entretejida a sus palabras—Debra es una mujer astuta y codiciosa. En cambio, esta chica se ve muy inocente. Si le explicas la verdad, posiblemente te ahorres inconvenientes en el futuro. Podrías intentar convencerla. Eres bueno manipulando y logrando que la gente haga lo que deseas...

—No lo sé... —el murmullo de Harry llega a mis oídos después de una pausa que me parece interminable—Me costó mucho convencerla de que no se marchara anoche. Su mera existencia me molesta y juro que estoy poniendo volundad para soportarla, pero es muy rebelde y contestona. Pensé que, por su edad, sería más fácil domarla. No es lo que esperaba...—La silla vuelve a arrastrarse al suelo, lo que me indica que ha vuelto a ocupar su asiento.

—Pues no es la primera vez que la realidad no se ajusta a tus expectativas, Harry. Es por ello que creo que esa niña podría sorprendernos todavía más. ¿Qué tal si se entera de todo? La prensa te haría pedazos...

—Si eso pasa, le daré más dinero para que cierre la boca.

—Algún día te darás cuenta que el dinero no lo resuelve todo.—replica Marc como advertencia.

—Pués algún día tú te darás cuenta de que no hay nada que no tenga precio.—Harry contraataca— En todo caso, muy diferentes no pueden ser. Son hermanas, por el amor de Dios. Algo de parecido tienen. Esa chica no es muy convencional, lo admito, y tal vez piensas que es inocente e ingenua porque no la has visto sacar las uñas. Pero es una fiera. Si me descuido, me ataca.

—¿Y si intentas mostrarte más...no lo sé, benevolente, Harry? Más amable y abierto. Explícale la situación y lo más probable es que entienda. Me parece que es inteligente y confiable... —sugiere Marc, y a decir verdad, no comprendo nada mientras intento leer entre líneas.

—De nada me sirve la sinceridad ahora. Ya viste lo que pasó, y espero que tú tampoco le comentes. Ya me advirtieron sobre su carácter. No es buena idea que esté enterada... —La respuesta de Harry es contundente, cerrando cualquier posibilidad de diálogo abierto.

—Pero...

—Marc, ya basta —interviene con un tono más brusco.

—Lo que intento hacer que entiendas que lo que estás haciendo es muy osado. Es que... ¿Casarte con la hermana menor?—Marc se detiene por un momento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas para expresar su incredulidad—Por lo que vi ayer, ni siquiera congenian. No puedo imaginar una semana juntos antes de recoger el cadáver de uno de ustedes. Ahora ¿un año? Se necesitará recoger los dientes para identificar los restos de sus cuerpos...

—Me las ingeniaré...—frialdad se cuela de su boca.

La charla parece llegar a su fin. Solo se siente el destilado de incomodidad en el aire, mezclándose con el familiar sonido de los cubiertos al chocar contra platos.

Doy un paso hacia atrás para retirarme, pero como la primera vez, escucho la voz de Marc y mis pies quedan anclados al suelo.

—Con respecto a tu amante, ¿ella...? — Deja la frase incompleta en el aire, y siento un escalofrío recorrer mi espalda. Mi corazón late con fuerza mientras busco concentrarme aún más para seguir el hilo de la conversación.

—¿Qué pasa con ella?

—¿Qué opina del hecho de que te hayas casado con su hermana?—La voz de Marc parece cautelosa, cargada y densa, como si temiera la respuesta.

—Está furiosa, ya la conoces.

—Supongo que lo esperabas.

—No así. Está fuera de sí. Me llamó varias veces anoche para exigirme que me divorcie, que la envíe de vuelta a su casa y que no se me ocurra tocarla. Jamás la vi tan insegura. Es evidente que entre ellas dos no hay buena relación al punto de que nunca me mencionó que son tres hermanos—Admite y mi ceño se frunce tan rápido como las palabras dejan la boca de Harry.

Una mueca que refleja mi incredulidad se asiente en mi rostro: ¿Ella está furiosa? Entonces, debió quedarse aquí y contraer matrimonio con su cretino.

—¿Y lo harás? —trata de indagar Marc directo al punto, obligándome a despejar mis pensamientos a un lado y enfocarme todavía más.

—¿Hacer qué?—Es evidente que Harry se hace el desentendido.

—¿Divorciarte, Harry, enviarla de vuelta a su casa y no tocarla?

El silencio se extiende y desde mi escondite puedo setirlo cargado de una tensión palpable que parece estrangular la habitación.

—Ella sabe que no tenía más remedio. Además, fue una boda canónica. No puedo divorciarme así como así, a no ser que la repudie y busque la anulación. Tarde o temprano desistirá y entenderá que estoy haciendo todo esto por ella, por nosotros...

—Suenas como si quisieras convencerte a ti mismo. Pero ¿En verdad lo haces por ustedes?— Inquiere Marc con un tono evidentemente escéptico.

—¿Insinúas que me casé con Angelina por mí?—La incredulidad tiñe su voz, como si la mera idea le resultara absurda.

—Eso lo dijiste tú, yo solo pregunté —aclara Marc con tono neutral, y siento que el ambiente se carga aún más de tirantez.—¿Me imagino que vas a ir a verla para tranquilizarla?—continúa, confirmándome que Harry sí sabe el paradero de mi hermana.

—No, hoy no. No quiero ponerme en evidencia y no quiero verla despotricarme por mi elección... Si soy sincera no quiero verla ahora.

—Eso es nuevo. Usualmente no perderías tiempo antes de ir a buscarla ¿En serio vas a traerla aquí a pesar de todo?

—En su momento lo haré. Por ella he venido, no voy a dejarla escapar entre mis dedos de nuevo...

—Estás enloquecido con esa mujer, no es para ti, entiéndelo...—Los intentos de disuadir a Harry por parte de Marc parecen desesperados, urgentes, o eso creo yo por la intensidad del tono de su voz.—Sabes que ante todo soy tu amigo, tu único amigo, y sabes que te quiero como si fuera tu padre. Intento abrirte los ojos ante ese error. Olvídate de esa mujer, hijo, ¿no te das cuenta de que arruinarás tu vida? Ya se alejó de ti una vez, pero sigues empeñado en tenerla. Tu madre tiene razón, estás obsesionado con siempre ganar... —continúa, expresando sus preocupaciones con franqueza, y me hace caer en el punto de que, otra vez yo tenía razón: Harry Kessler no es correspondido.

—Lo intenté—La voz de Harry es ahora un susurro perezoso—Pensé que la había olvidado, que no significaba nada para mí y el destino me trajo aquí ¿No te das cuenta? No puede ser una simple casualidad...

—Tal vez el universo intenta decirte otra cosa, considerando que te casaste con otra, Harry, pero no creo que tenga que ver con esa mujer. A lo mejor es tu conciencia que te hace sentir culpable por lo que le hiciste.

El sonido de una silla arrastrándose, el chorro del agua al abrir el grifo del fregadero y el tintineo de utensilios chocando llenan la cocina hace que me confíe y me asomo nuevamente. Poso mi exclusiva vista en la ancha espalda del ser que más detesto y su cabeza cubierta por ese hermoso cabello oscuro, espeso y brillante.

—¿Tu madre sabe que te casaste con alguien más?, ¿Te molestaría si se lo menciono?.

—Haz lo que quieras, de todos modos se va a enterar. A esa bruja no se le escapa nada.—Responde sin siquiera mirar a Marc lavar los platos.

—Por cierto, noté las colillas y el alcohol... ¿No te parece que te estás extralimitando? Los excesos no son buen... —comienza a decir Marc, pero se detiene abruptamente. Es entonces cuando reparo en el cofer y me doy cuenta que se ha girado hacia mí, percatándose finalmente de mi presencia. Mis mejillas arden de vergüenza al encontrarme con su mirada. Contra todo pronóstico sus ojos no son duros y una pequeña y afable sonrisa se desliza por sus labios

—Buenos días, señorita Angelina —comenta con tanta amabilidad que me hace sentir peor, recostándose sobre la encimera con los brazos cruzados.

—Buenos días —respondo, saliendo de la esquina, devolviendo una sonrisa tímida al hombre de pelo castaño entremezclado con canas. Por el rabillo del ojo, soy consciente de que Harry gira su cabeza siguiendo la mirada de Marc hacia mí, y no necesito verlo para percibir el enojo cincelando sus bellas facciones.

—Yo... yo... —aprieto mi nariz entre mis dedos con nerviosismo— acabo de bajar y... —Intento mentir, sonar lo más convincente posible, pero las palabras se atascan en el nudo que se aprieta con fuerza en mi garganta. —No escuché nada. Yo estaba a punto de regresar a la habitación y...

—¿Nunca te dijeron que es de mala educación estar espiando conversaciones privadas, chiquilla? —Harry me interrumpe con su comentario despectivo, sacudiéndome con sus palabras. Es el impulso que necesito para enderezar mis hombros y dejar que mi lengua afilada haga el resto:

—Lo dice el hipócrita que le paga a un camarero para escuchar conversaciones que no le son de su incumbencia. ¡Qué irónico! —Le reprocho sin mirarlo directamente, dejo caer mis palabras con un tono cargado de desdén mientras camino hacia la encimera—. Yo solo sigo tu ejemplo... —murmuro, ofreciéndole mi espalda mientras me alejo de él.

—Y creéme, salió barato...—Harry inicia, pero el chofer carraspea, interrumpiendo con cortesía antes de que pueda continuar.

—Nos complace que pueda acompañarnos a desayunar...

—Habla por ti.—Harry espeta. Ambos lo ignoramos.

—Gracias, pero solo vine por un poco de café. Si me dices dónde está yo...

—No se preocupe.—Marc rebusca entre las alacenas y encuentra una taza para mí —¿Cómo lo prefiere? ¿expresso, americano, con leche? —Inquiere colocando el recipiente en el compartimiento .

—Negro está perfecto.

—¿Azúcar?— Me aproxima el frasco y una cuchara.

—Sí, gracias.—Me lo ofrece y el calor en mi mano que se desprende a través de la taza me reconforta.

—Es un placer. Hice huevos y tocino —Me señala hacia la estufa, y se me escapa una mueca al ver el alimento quemado —Lo sé, no tiene buena pinta, pero si raspa la parte quemada, seguro sabrá bien ¿Le apetece?—niego con la cabeza y el hombre mayor frente a mí exhala una risita— Chica inteligente—me elogia— Yo podría hacerle un sándwich si lo prefiere, eso se me da mejor.

—No eres su cocinero. Si ella quiere comer algo, bien puede hacerlo ella misma... —Cada palabra de mi esposo escurre desprecio, y aunque no lo miro, puede sentir sus ojos oscuros e insidiosos perforándome la espalda —¿O es que no sabes? Olvidé que a las niñas de tu clase no se les enseña a cocinar...

Aprieto la taza con fuerza, dando pequeños sorbidos a mi café para resistir el impulso de responderle de la misma manera. Opto por ignorarlo—No quiero molestarlo, Marc. Un café es más que perfecto....

—Para mí no es molestía. Debe comer. El desayuno es la comida más importante del día —Sonrío al recordar que mi abuelo solía decir lo mismo—¿Le gusta el cereal? —Pregunta, y yo asiento en respuesta. Su amabilidad me obliga a aceptar— A mí también. A Harry no le gusta nada que tenga azúcar, por lo que es mío y puede tomarlo cuando guste, ¿bien? —añade con una sonrisa, antes de servir un poco de cereal en un cuenco— ¿Leche? ¿Algo de yogurt? Hay fruta fresca en la mesa —continúa ofreciendo opciones, y asiento sin realmente detenerme a pensar, solo para no hacerle el desaire.

Me siento incómoda al ver a Marc atareado, acomodando un lugar en la misma mesa donde se encuentra Harry.

—Coma, por favor. —Arrastra una silla frente a Harry para mí, y trago fuerte— Si gusta algo más, tómelo con confianza. —murmura, sacando una jarra de jugo de naranja del refrigerador— Después de todo, ahora usted es la esposa del dueño de la casa y, por ende, la dueña también —vierte el líquido en un vaso y lo acomoda en una bandeja con algunas galletas, antes de lanzarme una significativa mirada que no consigo descifrar y salir apresuradamente de la cocina, dejándome sola con... él.

La amplia cocina ahora se me antoja estrecha, como si él y yo no debiéramos compartir el mismo lugar. El ambiente es tirante y asfixiante, especialmente ahora que sé que es el amante de mi hermana. Me siento incómoda, el peso de lo que soy cae sobre mis hombros: una sustituta. Lo miro de reojo e inmediatamente me obligo a apartar la mirada de él. Me concentro en cualquier cosa que no sea el hombre atractivo con su traje oscuro y corbata perfectamente ajustada, sentado con su taza de café a un lado y sus ojos oscuros fijos en la pantalla de su móvil.

Cada leve movimiento que hace resuena en el silencio opresivo de la cocina. Intensificando mi angustia.

Bebo con prisa el líquido negro y humeante. Mantengo la vista fija en el fondo de la taza, evitando deliberadamente cualquier contacto visual con Harry.

—¿Dormiste bien?—Su voz ronca, casi un susurro, me llega desde atrás, enviando escalofríos que recorren mi columna vertebral y erizan los vellos de mi nuca, expuesta por el chongo en mi cabeza. Antes de contestar, escudriño en su tono algún indicio de sarcasmo. Con Harry, nunca se sabe.

—No mucho, tu beso me causó pesadillas—miento, mientras llevo la taza a mi nariz, dejándome llevar por el aroma antes de soplar un poco y tomar un gran sorbo que me quema la lengua. ¡Mierda, está caliente!

Cuando pienso que no dirá nada más, me giro sobre mi eje sin sostener su mirada y avanzo con grandes pasos hacia la salida.

—Siéntate—Me ordena en tono de voz plano, aburrido y sin vida. Mi pecho se contrae y mi espalda se irgue ante su mandato. Así que finjo que no le he escuchado antes de dar otro paso y un sorbo pequeño al café sin enfrentarlo —¡Dije que te sentaras!

Ruedo los ojos y le hago frente, dejándole claro con mi expresión que no necesito que me diga lo que tengo que hacer. Sin embargo, en cuanto mis ojos lo encuentran de lleno, las palabras se atoran en mi garganta. Lo estudio con curiosidad y codicia. Está sentado en la enorme isla de la cocina, que parece diminuta ante su imponente presencia. Su bello rostro imperturbable, su cuerpo sentado impecable y elegantemente. Una taza de café humeante reposa frente a él. Si no fuera por su pulgar deslizándose sobre el celular en sus manos, parecería una estatua inmóvil y perfecta.

Mi instinto primal me incita a huir, a regresar a mi habitación y cerrar la puerta con fuerza, pero algo en su presencia me retiene, anclándome al suelo. No puedo apartar mi mirada absorta. Su cabello negro luce impecablemente peinado hacia atrás. Bajo la luz diurna, su estructura ósea es casi escultural, una manifestación de poder contenida dentro de los límites de la carne y la piel. Sus ojos oscuros no me miran y me recrimino por desear que lo hagan, en cambio, los veo absortos en la pantalla brillante que sostiene entre sus manos, ajeno a mi avariciososa mirada.

Tanto la camisa como la corbata que lleva son de un negro profundo, que contrasta con su traje gris oscuro, recordándome el color de sus ojos. Camino, acortando la distancia entre nosotros, mientras separo los labios para respirar con facilidad. Luce impresionante, lo admito, luce tan inalcanzable, y no lo digo por su caro traje, sino por el cuerpo delgado y atlético envuelto en esa tela.

—Siéntate—Su voz adquiere un tono aterciopelado, pero sigue siendo un mandato al tiempo que busca mi mirada. —Quiero que desayunemos juntos...

¿Quiere desayunar...conmigo? La idea se filtra en mi mente y caigo en la conclusión anticipada de que posiblemente yo le guste y mi pecho se hincha de orgullo.

—No me apetece, pero espero tener visitas muy pronto; lo mejor será practicar comer juntos para acostumbrarnos el uno al otro y evitar que se sienta una atmósfera tan cargada y pesada a nuestro alrededor. —Dice, y mis ilusiones se quiebran como cristal golpeado por un martillo.

—Tal vez esa atmósfera no sería tan densa si tomaras en cuenta los consejos de tu amigo y te esforzaras por ser más amable, en vez de ganarte a pulso el desprecio de la gente... — Le sugiero teñido de reproche.

—Veo que escuchar se te da bien, excepto cuando yo te ordeno—Musita arrastrando su mirada de vuelta al artefacto en sus manos, en cambio yo me encojo de hombros, restándole importancia a su comentario.—Sientate y come, Marc lo hizo para ti con agrado— agrega como si intentara rectificar el ambiente tenso que ha creado.

Aparto la vista de su atractiva cara para contemplar el desayuno que ha dispuesto Marc para mí: Cereal, leche, yogurt; fue tan amable que no quiero despreciarlo, por lo que, arrastrando la silla tomo asiento.

Me concentro en preparar mi desayuno. Vierto la leche y el yogurt sobre el cereal, añadiendo algunas uvas y mezclándolo todo con la cuchara. Aunque siento la incomodidad de la situación, decido hacer un esfuerzo por romper el hielo.

—¿Qué lees?—pregunto, tratando de romper el silencio incómodo que se ha instalado entre nosotros.

—Noticias —responde brevemente sin apartar la vista de su dispositivo, llevando la taza a sus labios mecánicamente. Lo imito, tomando un sorbo de mi café. Su voz neutra me hace sentir más inquieta que cuando está enojado.

—¿Sobre qué? —pregunto casualmente, buscando generar un poco de conversación.

—Economía —masculla apático.

Arrugo la cara y tomo otro sorbo de café.No sé para qué quiere que me siente con él si va actuar de esta manera. Entonces decido probar un enfoque diferente: Sonrío con malicia antes de llevar la taza a mi boca y hacer sonoros sorbidos, absorbiendo el líquido. Y aunque trato de ocultar mi sonrisa, no puedo evitar sentir un atisbo de satisfacción cuando noto que su mandíbula se tensa y entonces vuelvo a aspirar con más ímpetu.

—¿Podrías dejar de hacer eso?, intento concentrarme y además es repugnante—ruedo los ojos ¡Amargado!

Soplo un poco de mi café para tomar otro sorbido aún más largo y sonoro antes de que mis dedos repiqueteen molestosamente en la madera y por un momento creo escuchar el crujir de sus dientes. Aprieto mis labios y muerdo el interior de mi mejilla para contener la risa.

Levanta la vista, mirándome a través de sus pestañas sin mover la cabeza—Deja de hacer eso...

—¿Hacer qué?—Musito con fingida inocencia.

—Muy madura, Angelina—Dice entre dientes. Entrecierra los ojos al punto de reducirlos a dos finas lineas antes de volver la vista a su celular, pero algo de mi desayuno parece llamarle la atención porque inmediatamente proclama —¿Qué demonios es eso?

—Cereal con yogurt, leche y uvas—Digo ante lo evidente, llevando un gran bocado a mi boca. Reconozco que el resultado se ve algo repugnante pero sabe rico.

Él mira mis mejillas infladas con cierto desdén.

—Es un pecado consumir esa clase de basura —comenta con un tono despectivo.

—¿Qué tiene de pecaminoso un cereal? —respondo tapando mi boca llena con una mano hasta deslizar el cereal por mi garganta. Con una sonrisa desafiante, levanto la cuchara procurando lamer descaradamente los bordes del utensilio bajo su atenta mirada—. Deberías venir y profanar la cuchara también. ¿No se te antoja cometer un pequeño sacrilegio?

—No...¿Tú sí? ¿Te quedaste con ganas de más?. Suelo producir ese efecto.—Murmura con una sonrisa sarcástica. Abro la boca para insultarlo pero inmediatemente prosigue—Espera, lo diré por ti: "Imbécil"—Resalta la palabra con un tono de voz cargado de dramatismo, similar al que yo misma usaría.

— ¡Tienes un don para lograr que te odien! ¿Ya te dije lo mucho que me desagradas?—Exclamo, sintiendo la frustración e indignación palpitar en mis venas.

Chasquea la lengua—¡Qué lástima!—Responde con voz plana, sin mostrar ningún signo de preocupación—Lastimas mis sentimientos, cariño.

¡Sí, por supuesto! pienso mientras lo contemplo volver su vista al aparato con total tranquilidad, así que, decido perturbarlo un poco con aquello que más odia: Las preguntas.

—Entonces... ¿Desde cuándo conoces a mi hermana? —lanzo sin preámbulo, pero ya sé la respuesta, él no me dirá. Así que, subo un poco el nivel—. ¿Desde cuándo son amantes?

Total silencio. Ni sus músculos ni sus facciones muestran reacción alguna. Sin duda, no era lo que yo esperaba, pero no me doy por vencida. Voy a sacarlo de quicio para obtener otro poco de información.

—Olvidaba lo comunicativo y elocuente que eres— Saboreo el sarcasmo en mi boca, en cambio él solo se mueve para parpadear pesadamente y atraer la taza a sus labios.

Casi dándome por vencida y con un dramático suspiro, recorro con la mirada la enorme cocina. Me tomo mi tiempo para observarla; es amplia y extravagante, igual que toda esta jodida casa, pero a diferencia del resto, es bastante moderna y cargada, rodeada con acero inoxidable y mármol negro por todas partes.

—¿Cuántas habitaciones tiene esta casa? —recurro a la estrategia de lanzar preguntas triviales para ver si responde e ir allanando el camino, pero fallo estrepitosamente, también me ignora. Tomo una servilleta del centro de la mesa y haciéndola una bolita se la lanzo. Él deja escapar un pequeño suspiro mientras cambia la dirección de sus ojos del móvil y los posa en mi figura, con certeza está molesto. Le ofrezco una sonrisa de boca cerrada, provocando que ponga los ojos en blanco.—¿Cuántas, Harry?

—No lo sé, ¿quieres ir y contarlas?—Lleva otra vez la taza de café a su boca volviendo a la pantalla.

—No es mi idea de diversión, pero...—hago otra bolita de servilleta y se la lanzo, esta vez vuelve a ignorarme. Pongo el codo en la mesa y apoyo mi mejilla en mi mano—Intento descifrar por qué una persona como tú viviría en una casa tan estratósferamente grande, pero ya llegué a una conclusión.

—Wao, me muero por saberla, por favor, dila, antes de que me mates con la espera...

—¿Es por el espacio, cierto? —Esta vez sí levanta la cabeza y una mirada de ojos negros cansada me perfora. Sus parpados están hinchados, dándome a entender que no ha dormido tampoco. —Necesitas espacio para que tú y tu ego puedan habitar en el mismo sitio ¿A que sí?

—¡No pero qué afortunado!, me casé con la hermana bromista.

—Hablo en serio—Digo haciendo una cruz en mi pecho en señal de juramento—Es más, sabes qué, vamos a jugar —Me repaso la boca con una servilleta para sacar los restos del yogurt.

—¿No lo estamos haciendo ya?—Ruedo los ojos por enésima vez ante su antipatía.

—El juego se llama "suposiciones".

—¡Qué original!

—El juego va así:—Ignoro su comentario cargado de sarcasmo—yo inicio haciendo una suposición de sí o no sobre cualquier tema que te compete, si la suposición es correcta, estás obligado a compartir detalles al respecto. Si la suposición es incorrecta, pierdo el turno y te toca a ti.

—No me interesan tus juegos infantiles.

—Vamos, no seas aburrido. Primera suposición: Supongo que... naciste aquí en Cheshire...

—No—dice el monosílabo de manera cortante y vuelve a prestarle atención exclusiva al celular y seguir desplazando su pulgar mientras lee.

—Te toca.

—Supongo que... nunca vas a callarte— Lanza y me hace rodar los ojos por enésima vez y una.

¡Dios! ¡¿Cómo puede ser tan joven y a la vez tan aburrido y estirado?!

—A veces tienes un acento muy marcado como mi cuñada, la esposa de All, por lo que supongo que... eres de Londres—Prosigo.

—Así es—Dice sin ofrecer detalle alguno, pero igual me entusiasmo al ver un progreso, al menos esta me la responde; así que me aprovecho de mi golpe de suerte y la estiro más para lanzar otra suposición. —Viniste aquí por mi hermana...

No hay respuesta alguna.

—Supongo que siempre fuiste así...—Murmuro deslizando mi dedo por el borde de la taza vacía.

—¿Así cómo?

—Como un grano en el culo...

—Te crees muy graciosa ¿No?—Nuestros ojos se encuentran, su entrecejo siempre fruncido.

—Responde sí o no... Supongo que fuiste criado como un niño mimado por tu abuelo.— Digo, manteniendo mi tono casual mientras me levanto para ir por un poco más de café. Mantengo mi mirada fija en el remolino del líquido que gira lentamente en mi taza cuando remuevo la azúcar. Espero su respuesta, aunque sé que probablemente será evasiva.

—Vamos, confiésalo. —Giro la cabeza para buscar su mirada con una sonrisilla en mi boca—Tienes todas las características de un tirano y eso solo es consecuencia de un niño malcriado.

—¿Lo dices por experiencia?

—Contestaré cuando sea tu turno —respondo desafiante, manteniendo mi mirada fija en la suya. —Mírame a los ojos y niega eso. Apuesto a que nunca se ha dado el caso de que no hayas podido conseguir lo que deseas. —Giro el resto de mi cuerpo, apoyándome en la encimera, mientras doy otro pequeño sorbo.

—Claro que sí, niña, pero en qué mundo fantaseoso vives. Justo ahora deseo que te calles y no lo logro —añade con sarcasmo, demostrando su frustración.

—Dime una vez que no te hayas salido con la tuya...

—Justo ahora...—me flagela con su tono de voz —Cómete tu horrendo desayuno y manten la boca cerrada.

—No hasta que me lo digas— Vuelvo a mi asiento realmente emocionada al ver que ya estoy logrando alterarlo un poco. —Pero cita casos concretos —añado, inclinándome sobre la mesa y cruzando los brazos sobre la misma—. Apuesto a que no podrías hacerlo, aunque lo intentaras. Eres joven, atractivo y rico, y puedo ver que eres consciente del efecto que tienes en las personas. Si no puedes intimidarlos y comprarlos con dinero, obtienes las cosas así de rápido...—chasqueo los dedos—...solo con darles un par de sonrisas. La vida es cruelmente generosa para aquellos con tus cualidades.

—¿Y tú?—Bloquea el aparato por primera vez desde que estoy aquí para dejarlo sobre la fina mesa y veo la curiosidad cernise en todo su rostro.—Has tenido todo lo que has mencionado, ¿Qué tal tú?, ¿te ha servido para conseguir algo...?

—Un marido rico.—Digo con acritud y una amplia e incomoda sonrisa de labios cerrados.

¿Y yo qué consigo de ti?, porque al parecer silencio no.—su tono es más serio ahora.

—¿Qué ocurrirá el día que te enfrentes con un obstáculo que no puedas superar sin importa tu dinero, tu físico, juventud o despotismo? ¿Qué pasará cuando aquello que tanto deseas se te escape de las manos?

El silencio se explaya entre nosotros, parpadea lenta y perezosamente antes de volver la vista insidiosa hacia mí: —Entonces destruiré el mundo a mi alrededor si es preciso, y crearé los caminos que necesito para llegar a eso que deseo, sin importarme a quien pisotee o a quien me lleve por delante.

—Entiendo—me enderezo, con la espalda recta, y me remuevo incómoda en mi asiento—¿Héroe o villano? ¿Cuál serías?

—Tú sabes la respuesta. Soy un hombre sin escrúpulos a la hora de conseguir mis objetivos, soy un villano—Su mirada es intensa, profunda, insidiosa que me quema y me pone nerviosa al punto de casi entumecer mi lengua.

—Supongo que te casaste conmigo para conseguir ese objetivo y supongo que... aunque el matrimonio no fuese canónico, no te divorciarías de mí aunque mi hermana te lo haya exigido.—Los músculos de su mandíbula se endurecen tras la firmeza de mis palabras—Pero dime, ¿en verdad la amas o tu meta es más importante que tus sentimientos hacia ella?

—Ya estoy harto de tu estúpido juego—Se levanta sin responder a mi pregunta mientras lo sigo con la mirada. Deja la taza sobre la encimera y mete su celular en el bolsillo de sus pantalones.

—¿A dónde vas?

—A mi oficina—responde lacónicamente—Tengo algunos asuntos que atender

—¿Un domingo?—inquiero, sintiendo curiosidad genuina.

—Holgazaneando no se hace dinero. Debes saberlo, tu familia es experta en ello.—Dice e intento recordarme a mí misma que no debo dejarme afectar por su actitud ni por lo que dice, después de todo, tiene razón. Pero es difícil no sentir el impacto de sus palabras y la frialdad en su mirada.

Hago caso omiso y tomo una uva del cueco bañada en yogurt y me la llevo a mi boca con altivez antes de preguntar:—¿Solo piensas en dinero?

—¿Hay algo más importante?—Sonríe, pero siempre hay un pozo de agresividad en sus ojos.

—Eres igual a mi padre.—Voy por otra uva— Solo que tú haces dinero y él los despilfarra. Con razón se llevan tan bien. Se complementan—lamo los restos del lácteo en mis dedos con mi lengua. El procura no mirarme pero cuando hago eso parece no contenerse y seguir mis movimientos.

—¿Cómo has llegado a esa conclusión?

—Si te da consejo de cómo controlarme es que ya se han hecho buenas migas.

—Tu padre es la última persona a la que podría considerar mi amigo—responde con un tono de voz que indica que no tiene intención de seguir con la conversación antes de girarse para dirigir sus pies a la puerta.

—¡Espera!—Lo detengo. Sonrío con insolencia cuando lo logro. Sus manos sumergidas dentro de sus bolsillos con tranquilidad mientras se gira a medias hacia mí—Tengo otra suposición—No reacciona, solo parpadea despacio y espera a que yo formule mi conjetura—Supongo que... no. Doy por sentado que no te has atrevido a mencionarle a mi hermana sobre nuestro beso—Su ceño se frunce percatándose a dónde quiero llegar —o sobre los roces, las caricias, cómo me has tocado y te has prendado de mi cuello para olerme. Si está furiosa por nuestro matrimonio... —Meto mi dedo en el cuenco para empaparlo de yogurt y llevarlo a mi boca, sacándolo con un pop sonoro— ¿Te imaginas su reacción cuando se entere?—Enciendo la mecha y aguardo con toda la satisfacción del mundo a que la bomba estalle.

Una sonrisa ladeada curva mis labios y al percibir una reacción genuina en su rostro, me siento poderosa, pero esa sensación efímera se desvanece rápidamente. La sangre hierve en mis venas cuando sus pasos acortan la distancia entre nosotros. Se inclina hacia adelante, apoyando las manos en la mesa.

—¿Me estás amenazando? —su voz es un susurro.

—Te estoy advirtiendo.—Me levanto e imito su postura con mis manos sosteniendo mi peso sobre la mesa, aproximándome sin apatar la vista de sus oscuros ojos —El juego ha cambiado, ahora te toca ser el obediente y responder a todas mis preguntas si no quieres que ella se entere.

—¿Se lo dirás? —levanta una ceja, esperando mi respuesta, asiento—. ¿También le contarás lo mucho que lo disfrutaste? ¿Le mencionarás cómo gemías y te retorcías en busca de sentirme, aliviando tu excitación? —indaga, y al notar que mi mente reproduce una y otra vez ese beso, sonríe lascivo—. Por mí, no te detengas, ve y dile, y de paso hacemos un trío.

—Eres un retorcido—Mascullo. El brillo enaltece sus negros ojos, mi mirada, en cambio, es puro veneno.

No esperaba esa respuesta, no teniendo en cuenta la vehemencia con la que ha expresado su preocupación por perderla. Entonces me percato de su juego: —Ya entiendo—Me dejo caer sobre la silla—Sé lo que haces. Eres un arrogante.

—Wao, descubriste América.

—Es común que algunos hombres en nuestro círculo utilicen la arrogancia como escudo para ocultar sus inseguridades. Estoy segura que eso haces. Tú, mi amigo, barres y ocultas el polvo bajo la alfombra.

Frunzo mi labio con dureza y me levanto para apartarme de él. Lanzo el café que queda al fregadero y abro el grifo para lavar la taza y el cuenco, intentando ignorar que sigue allí de pie, perforándome la espalda con su fría mirada.

—Admiro tu fuerza de voluntad, incluso tu intento de sacar provecho de la información que tienes, pero, ¿qué importa si uso mi arrogancia como escudo o si se lo dices? Siempre tendré el control sobre ella, sobre ti, sobre cualquiera —siento su calor irradiando de su cuerpo mientras una mano desliza un fajo de billetes y una tarjeta de crédito sobre la encimera a mi lado. En ese instante, recuerdo su conversación con Marc acerca de sobornarme con dinero si alguna vez quisiera hablar más de la cuenta—. No lo mires así —se ríe y, como si leyera mi mente, añade—. No te estoy sobornando. Úsalo para pedir comida o lo que desees. La servidumbre no vendrá hoy y no quiero que pases hambre.

—Da igual. Puedo resolver yo misma—mascullo arrastrando el dinero de vuelta hacia él con las manos mojadas.

—No te estoy preguntando, mocosa —no muestra intención de recuperar el dinero—. Si no quieres comer fuera, prepara un sándwich o toma lo que desees de la cocina, pero come.

—Deja de ordenarme lo que tengo que hacer...—Me giro abruptamente, dejándo la taza sobre el escurridor de acero, arrepintiéndome en el acto al ver lo cerca que está.

—Pues deja de ser tan terca y come. No quiero que tu padre piense que te estoy dejando morir de hambre, a menos que quieras que te alimente yo mismo...

Lamo mis labios que de pronto están secos—mientras le pagues a mi padre le importa muy poco lo que pase conmigo —Le aclaro, cruzándome de brazos para no sentirme tan expuesta.

—Pues en mi caso...—Da otro paso con una sonrisa ominosa y mi respiración se detiene—necesito que estés viva durante un año entero. Después, puedes morir de hambre si así lo deseas. Toma el maldito dinero y deja de lado tu orgullo fingido. Sé que eventualmente lo harás de todos modos...

—¡Eres un demonio engendrado por el mal!—Lanzo sin pensar. —No quiero tu estúpido dinero...

La malicia brilla duro en sus ojos y mi corazón se atora en mi garganta cuando sus manos tocan el canto de la encimera acorralándome. Su sonrisa desaparece y sus ojos se oscurecen cuando inclina su cara hacía bajo para toparse con mi mirada. Realmente maldigo el hecho de que él sea más alto que yo, me hace sentir desorientada, turbada e insegura.

—Qué curioso, eso solía decirlo mi abuelo, pero prefiero eso a ser una malcriada. ¿Nunca te han dado latigazos? Es un método efectivo para corregir a niñas mal portadas. Siempre se ha dicho que tiene efectos saludables en temperamentos como el tuyo —su aliento acaricia mi rostro, el aroma a café mezclándose con la menta de su aliento.

—¿En eso piensas?, ¿en eso fantaseas?, ¿en darme latigazos en el trasero mientras me acomodo sobre tus rodillas y te llamo papi?. Qué chico tan perverso y extraño eres.—Espeto, intentando pasar por alto lo cerca que están nuestros rostros.

No aparto la mirada cuando desliza la lengua por sus rosados labios antes de separarlos para hablar —Señor Kessler, ya estoy listo para... ¿irnos?—Busco con la mirada cargada de sorpresa la familiar voz de Marc en dirección a la puerta. Soy consciente de que sus ojos cambian de sorprendidos a divertidos en cuestión de segundo al percatarse de la situación. Mi cara tiembla y se calienta cuando llevo de vuelta la vista a Harry que no ha dejado de mirarme impasiblemente. —Lo siento. Esperaré fuera si necesitan privacidad...

—Voy a prescindir de tus servicios por hoy. Quédate aquí, por si mi esposa te necesita. Conduciré el otro auto—Harry le interrumpe, su voz retumba con fuerza en mis oídos y la forma en la que no aparta la vista de mí me hace sentir mareada. Mi estómago se retuerce, la tensión atenaza mis entrañas y diversos sentimientos se agitan dentro mí —¡Déjanos a solas!

—Harry, no creo que...—Marc comienza dubitativo.

—Dije que nos dejaras—Apenas si escucho los pasos de Marc alejarse y como por acto reflejo, bajo la vista a su pecho para no encontrarme con sus profundos y brillantes ojos negros que intentan escudriñar mi interior a través de los míos.

Dos botones de su camisa están desabrochados, dejando entrever la tez pálida y aterciopelada de su pecho. Enmarco los ojos tras ver las puntas de lo que tal vez son alas de algún pájaro en tinta negra, sobre una piel nívea, emergiendo de los límites de la tela. Mis manos hormiguean, deseosas por apartar la cobarta, y la tela de su camisa para contemplar el tatuaje en su totalidad. —Quédate aquí —su voz emite una orden, pero su tono suave la convierte en una súplica apenas susurrada. Su mano se alza y se posa sobre mi mejilla, transmitiendo su calor, mientras su pulgar traza suavemente la comisura de mis labios, eliminando los restos de yogurt para luego llevarlos a los suyos, lamiendo su dedo—. Espérame. Volveré al mediodía y traeré algo para que almorcemos juntos.

Levanto la vista temblorosa, sorprendiéndome sobremanera sus palabras. No lo comprendo, ¿por qué querría compartir el almuerzo conmigo después de un desayuno tan desastroso?

Lucho contra el impulso de decirle que sí; así que, me obligo a recordar que él es el amante de mi hermana y que por ende, ahora menos que nunca, él es un plato que no puedo probar —No—Levanto mi barbilla

Sus manos se posan en mi cintura. Una corriente eléctrica recorre mi cuerpo mientras sus hábiles dedos se hunden en mi piel, levantándome. Me veo obligada a deshacer mi cruce de brazos para apoyarme en sus hombros mientras mi trasero cae sobre la encimera. Nuestros rostros se encuentran en perfecta alineación.

Se percata que me ha sentado lo suficientemente lejos, entonces, con sus manos en la curva de mis rodillas, me atrae hacia él, dejando mi culo justo en el borde antes de separar mis piernas para introducirse entre ellas.—Entonces, cenemos—Me está resultado imposible controlar mi cuerpo. Anhelo aceptar lo que me está ofreciendo, sin embargo, la imagen de mi hermana vuelve a aparecer en mi mente, obligándome a retroceder.

—Tengo cosas que hacer. Aléjate... —mi voz sale entrecortada, luchando contra la tentación y la confusión que me embargan.

—Si salgo por esa puerta, ¿escaparás? —sus dedos deslizan un mechón de mi cabello detrás de mi oreja mientras espera mi respuesta. Niego con la cabeza, incapaz de apartar la mirada de sus ojos intensos—. De verdad espero que no lo hagas —una pesadez repentina invade mi pecho, dificultándome respirar con normalidad. Se inclina más hacia mí, su aliento cálido rozando mi piel mientras deposita un beso amable en mi mejilla, para luego deslizar su ávida lengua por la comisura de mis labios. La vergüenza me embarga al admitir que separo mis labios para recibirlo, anhelando otro de sus besos —¿Quieres que te bese? —susurra junto a mi boca, desafiante y seductor.

—No—A duras penas exhalo con toda la firmeza que pude acumular, luchando contra el impulso desenfrenado de dejarme llevar, rodear su cuello con mis brazos y sentir el sabor de esos labios rojos que me están pidiendo a gritos que los bese.

—¿Entonces por qué me miras así?—Su voz es cada vez más ronca, sus ojos en mi boca provocando que me de vueltas la cabeza. Su brazo rodea mi cintura, una mano ahuecando mi rostros impidiéndome escapar, sus labios descienden hacia los míos de forma hambrienta y desesperada como anoche, su lengua invadiendo mi boca borra todo pensamiento sensato de mi mente. Oleadas de sensaciones recorren mi cuerpo de arriba abajo, con cada embestida de su húmeda lengua.

Estoy ardiendo ahora mismo en su infierno, puedo sentir el fuego extenderse desde mi coño a mis pezones que se tensan hasta el punto del dolor.

No quiero responder así, no quiero sentir que puedo tenerlo cuando estoy lejos de pertencerle. Desliza sus manos por mis piernas, mis muslos, mi cintura y mi espalda, apretándose más contra mí con pura codicia y desasosiego. Muerdo su labio inferior y lanza un gruñido que me dice que le gusta y eso me incita a ir por más. Mis manos tienen vida propia cuando bajan a su ondulado pecho. Busco con desesperación aflojar el nudo de su corbata para luego ir por su botones y poder darle a mis palmas lo que tanto desean tocar. Estoy fuera de mí, mientras su cálida lengua arremete más contra la mía y sus dedos se arremolinan contra mi nuca. Entonces me empuja con brusquedad fuera de él, separándose al instante. Fuerzo otro aliento dentro de mis pulmones y vuelvo a respirar cuando sus manos ya no me rodean.

—Tus acciones contradicen tus palabras — Su boca dibuja una sonrisa burlona mientras acomoda el nudo de su corbata y se abrocha los dos botones que ya de por sí tenía sueltos.— Espero que no escapes de verdad, porque tengo una mañana complicada. ¿Entiendes lo que eso implica?—Su frialdad ha vuelto. Observo con atención, buscando entender más allá de lo evidente. Finalmente, el golpe del entendimiento llega: esta proximidad, sus besos, sus intentos de acercarse, todo indica que es su forma de manipularme.

—¿Qué vas a estar más quisquilloso y de peor humor?—Sonrío con descaro. Recriminándome el error de dejarme llevar. Ese beso será el último, no permitiré que me humille otra vez.

—Significa que no quiero que me lo compliques intentando escapar o haciendo algo estúpido—Toma de mi barbilla y me aproxima más a él para rozar sus labios con los míos mientras habla—Tienes una boca hermosa, pero muy imprudente. Y eso provoca que me sienta tentado en meter algo en ella para conseguir que te calles. —Recuerdo que ya me ha dicho esa frase antes y hasta ahora es que me aplasta el entendimiento de sus palabras cargada con doble sentido.

Sonrío—¿Eso te gustaría, cierto?—Deslizo mi lengua provocadoramente sobre mi labio superior y echo una degenerada mirada a su entrepierna, fingiendo un gemido—Pero tendrás que conformarte con solo ver mi lengua porque no pienso tocar tu polla con ella.

—Eso dices ahora, pero cuando la veas, te delitará su tamaño, y estoy seguro que me vas a suplicar por tenerla en tu perfecta boca, así como suplicas por mis besos. Me rogarás morderla, lamerla, saborearla como si de tu helado favorito se tratara—Tengo la intención de replicar y me toma por sorpresa cuando incrusta sus dedos en mis mejillas y pega sus labios a los míos en un beso rápido y brusco—hasta luego, cariño. Procura portarte bien y ser una buena niña. Te dejo a Marc de niñero.

—Me encantaría ver la reacción de Debra si te escuchara —una mirada burlona brilla en mis ojos mientras observo cómo su actitud segura se transforma en titubeante e inestable—. ¿Sabes que cuando le diga, no te perdonará, cierto? —sé que estoy rozando los límites, pero no puedo detenerme—. Dices que viniste para estar a su lado, pero te casaste conmigo en lugar de ir tras ella. Te dejas tentar con mis besos y me seduces, mientras te quejas de que no puedes perderla, pero lo harás de todos modos. ¿Crees que ella te perdonará? La perderás, perderás a la mujer que dices amar tanto, porque no la amas, solo te amas a ti mismo. Ególatra, presuntuoso y engreído.

—Entonces no me quedará más remedio que detruir el mundo para recuperarla, llevándote a ti de por medio. —Da un paso y por instito me empujo hacia atrás, acto que le saca una sonrisa—No te confundas Angelina, solo estoy cuidado de mis intereses —Me da la espalda y camina destilando confianza.—Te veré para la cena— Su rostro gira sobre su hombro mostrando esa estúpida sonrisa de superioridad —Tengo prisa, pero primero iré a lavarme y sacar tu desagradable sabor de mi boca—Sus palabras son tan filosoas como miles de cuchillos perforando y desgarrando mi carne sin compasión. Me mantengo firme, tratando de no ceder ante su desdén, pero por dentro, mi corazón se retuerce y mi confianza se tambalea.

Lo veo atravesar la puerta. Limpio mi boca con la palma de mi mano con aspereza, mientras la ira bulle en mi interior—¡Mil veces Imbécil!

Continue Reading

You'll Also Like

2.4K 266 10
[๐™Ž๐™ฌ๐™š๐™š๐™ฉ ๐™‡๐™ค๐™ซ๐™š] ๐š‚๐šŽ ๐š›๐šŽ๐š™๐š›๐šŽ๐šœ๐šŽ๐š—๐š๐šŠ ๐šŒ๐š˜๐š— ๐š‹๐šž๐šŽ๐š—๐šŠ๐šœ ๐š’๐š—๐š๐šŽ๐š—๐šŒ๐š’๐š˜๐š—๐šŽ๐šœ ๐š›๐š˜๐š–๐šŠ๐š—๐š๐š’๐šŒ๐šŠ๐šœ ๐š๐š’๐š๐š’๐šŒ๐š’๐š•๐šŽ๐šœ ๐š๐šŽ ๐š๐šŽ๐š๐šž๐šŒ๐š’๏ฟฝ...
72.9K 5.1K 33
Secuela de "Rayo de Luna"
513K 22K 30
Hola queridos/as lectores/as!!!! Me llamo Noah y este es el segundo libro de lobos milenarios. Como ya dije en el primero, esta historia no es mรญa...
12.6K 845 47
yo, yo esperaba un prรญncipe azul que sea dulce y gentil pero me tope con todo lo contrario un maldito sรกdico, ustedes que pensarรญan si un dรญa se leva...