La Niña que llegó al 221B de...

By DeyaRedfield

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Isabelle es una niña pequeña que, por desgracia, presenció el asesinato de su madre. En aquel momento, oyó al... More

Introducción
Soldiers Orders
Capítulo 1 La Pequeña que provino de Northampton
Capítulo 2 Ella me recuerda a ti
Capítulo 3 Con los archivos
Expediente 1: Samara Jones
Capítulo 4 Con tanto y con tan Poco
Capítulo 5 A mi manera
Capitulo 6 Mi Departamento, Mis Reglas
Capítulo 7 Son solo mis tormentos...
Capítulo 8 Un Peón contra el Rey
Capítulo 9 Palacio VS Castillo
Capítulo 10 Nictohilofobia I
Capítulo 11 Nictohilofobia II
El Blog del Doctor John Watson
Capítulo 12 La Vida en Baker Street
Capítulo 13 La Gracia del Saber
Capítulo 14 Imaginación Suicida
Capítulo 15 Bienvenida: Rosamund Mary Watson
Capítulo 16 Criptografía Simétrica
Capítulo 17 Vídeo manía
Capítulo 18 Cuentos para Dormir
Capítulo 19 Encrucijadas
Capítulo 20 #OhQueHermosaMañana
Capítulo 21 Mira A Los Valientes.
Capítulo 22 Pequeña Princesa.
Capítulo 23 Trastornos Históricos
Capítulo 24 Genética Total
Capítulo 25 No es un Regalo
Capítulo 26 Las Cuatro Estaciones I
Capítulo 27 Las Cuatro Estaciones II
Capítulo 29 ¡Oh, Blanca Navidad!
Capítulo 30 Feliz Primer Año
Expediente 2: Sarah Jones
Capítulo 31 Sonata para Bell
Capítulo 32 La Gente Miente Todo el Tiempo
Capítulo 33 Gajes del Oficio
Capítulo 34 Las Damiselas de Hierro
Capítulo 35 Rebeldes con Causa
Capítulo 36 Los Chicos No Son Buenos
Capítulo 37 El Pasado siempre está Presente
Capítulo 38 Azul Profundo
El Blog del Doctor John Watson
Capítulo 39 Tierno Azúcar
Capítulo 40 Una Pausa Para Reflexionar
Capítulo 41 Cenizas y Fantasmas
Capítulo 42 Mi Corazón Arde
Expediente Final: Isabelle Elicia Jones
Capítulo 43 ¡Cuidado! El Amistoso Extraño
Capítulo 44 Salmos de Amor y Obsesión
Capítulo 45 Corazón Maternal
Capítulo 46 La Melancolía de los Ángeles
Capítulo 47 Aguas Profundas
Capítulo 48 Lazos de Sangre
Para la Niña que llegó al 221B de Baker Street
Capítulo 49 No es un Adiós, es un Hasta Pronto
Especial
¡Gracias!
Regalitos (Actualizada)

Capítulo 28 La Muerte y el Pirata

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By DeyaRedfield

—Sherlock —llamó Bell emocionada. El detective quien estaba sentado en su sofá y meditando, alzó sus cejas—. Mañana es Halloween —dijo con una gran sonrisa.

—¿Y?

—Mañana iré a pedir dulces.

—¿Con el permiso de quién?

—Ah... ¿Tuyo? —preguntó curiosa y aun sonriente.

Sherlock abrió sus ojos y la observó.

—¿Con quién irás?

—Ah... Tommy, Molly, mi tía Mary y Rosie —Bell se mantuvo sonriente y Sherlock no dejaba de mirarle con seriedad—. Ya tengo mi disfraz —continuó la niña para romper el silencio.

—¿Y...?

—Y quiero ir a pedir dulces.

Sherlock rodó sus ojos.

—De acuerdo, puedes ir a pedir dulces.

—¡Gracias Sherlock! —exclamó y la pequeña le dio un gran abrazo que lo tomó por sorpresa.

Sin saber cómo reaccionar Sherlock le dio unas leves palmadas en la espalda y espero, con gran paciencia, a que ella se quitara. Unos segundos después Bell se alejó aun con una enorme sonrisa sobre su pequeño rostro

—¡Adivina de que será mi disfraz!

El detective parpadeó perplejo por unos momentos hasta que una respuesta, la más lógica, llegó a su cabeza.

—¿Un conejo?

—No.

—¿Una princesa?

—No —repitió juguetona.

—Entonces, no tengo idea.

—Mañana lo veras. Mi tía Mary hizo mi disfraz.

—¡Oh! —fingió.

—Bueno, iré a decirle a la señora Hudson que me diste permiso.

—Perfecto. Ya que vas para allá, moléstala un rato, tengo que trabajar.

Bell cabeceó rápidamente y se dio la media vuelta hasta que salió del living room. Ya encontrándose solo en el lugar, Sherlock se alzó del sofá y se acercó a la mesa para sacar toda la investigación del caso Moran.

Durante los últimos meses, Sherlock comprobó que el coronel Moran no había ejecutado a su familia y todo había sido efectuado por alguien más, ahora dependía de él afirmar que la gente de Moriarty estaba implicada. Otro caso más a la lista. También faltaban menos de dos meses para que el caso de Samara cumpliera un año y Sherlock había caído en una interminable espiral de confusión. Había veces en que el detective quería pegarse un tiro a la cabeza, jamás, en todos sus años como detective, había tenido un caso que le efectuara tantas incógnitas, ya que cada vez que se sentía cerca de las respuestas algo nuevo surgía y daba pasos gigantescos hacía el comienzo. Entre tanto pensar observó la libreta donde estaban todos los dibujos del niño Moran, desde hacía varias semanas había analizado cada dibujo y descubrió algo que lo hizo sentir perturbado. Entre los dibujos del niño había unos dedicados a una pequeña fabula que Sherlock conocía muy bien y a la vez odiaba.

—¿Qué dijiste? —escuchó a sus espaldas, volteó y observó a John quien colocaba su abrigo en el perchero. Había escuchado como el detective susurró, pero este negó con la cabeza—. Bien, no me digas, no pasa nada. Me encontré a Bell, está muy contenta porque le diste permiso para pedir dulces el día de mañana.

—¡Ah! —exclamó.

—La verdad, pensé que no le darías el permiso.

—Insistió mucho.

—Me alegró que cedieras. Sabes que no te tienes que preocupar, estará con Mary y Molly a un radio de dos kilómetros.

—Lo sé.

—Además Mary te hubiera matado si no accedías, tardo dos semanas en preparar el disfraz de Bell —dijo John con una sonrisa mientras tomaba asiento en su sillón. Al no obtener respuesta volteó a mirar a su amigo—. ¿Todo bien?

Sherlock pareció volver en sí, cerró la liberta y la dejó en la mesa.

—Sí, todo bien —respondió no muy convencido. John lo notó.

—¿Qué es lo que pasa Sherlock?

—Nada —dijo mientras juntaba sus manos—. Tenemos que trabajar, necesito revisar unos detalles del caso de Samara y también darle resultados a Lestrade con el último caso que trajo.

—Perfecto. ¿Comenzamos?

Sin más que decir Sherlock retomó el asiento en su sofá y ambos comenzaron con sus deberes.

Desde el comienzo tomaron el caso de Lestrade, ya que el detective no quería batallar con casos simples, luego a lo que correspondía: El caso Jones.

—¿Alguna conexión entre Samara y los Moran? —preguntó John mientras releía los documentos.

—Aun pienso en ello —dijo Sherlock algo estresado—, la única conexión que hay es que Samara y Eloise Moran poseían el mismo segundo nombre: Karina y ambas tenía hijos. Isabelle y el niño Moran son de la edad.

—Qué curioso... —mencionó John con un enorme suspiro— Aquí existe gato encerrado.

Sherlock rodó sus ojos. John lo notó y le miró seriamente.

—¿Por qué esa cara?

—Creo que es obvio, lo que acabas de decir. Ya te lo había dicho John, esto no es una casualidad y el problema es que, hasta que no llegue Sarah Jones a Inglaterra, no poder confirmar al cien por ciento el hecho de que Moriarty esté implicado con las Jones.

—Cierto, tienes razón. Pero Sherlock, ¿qué Mycroft no te había dicho que ya había localizado a Sarah Jones? —preguntó curioso el doctor.

—Sí, pero me estoy empezando a temer que, tal vez, y digo tal vez, mi hermano mayor soltará una mentira.

—¿Lo crees?

Sherlock volteó a ver a John irritado.

—Por favor John, es Mycroft de quién hablamos.

—Es verdad... —mencionó John con un largo suspiro— ¿Y si presionamos a Mycroft? Tal vez nos diga en donde este Sarah y nosotros la buscamos.

Sherlock se burló con cierta ironía. 

—Perdón. Solo quiero buscar maneras para saber quién mató a Samara y quien quiera lastimar a Bell.

—¿Y tú crees que yo no John? —Preguntó molesto—. He pensado mil y un formas en obtener información de Mycroft. Sé que él ha saber quién está detrás de esto. ¿Cómo? Fácil ¿Por qué proteger a Samara? Pero se ha encerrado mucho y más al conocer de nuestros avances.

—Tienes razón Sherlock —continuó John dejando de lado los papeles—, pero, ¿no te ha dicho nada con respecto a los Moran?

—No —dijo seriamente—. Es lo que me ha dejado algo... intrigado.

—¿Estará jugando al tonto con nosotros? —preguntó curioso.

—Es muy probable —mencionó Sherlock mientras se alzaba de su sofá—. De momento sé que no puedo pedirle las cosas, así como así. Pero podré saber dónde está Sarah Jones exactamente.

—¿Y cómo lo sabrás?

—Tú por ello no te preocupes, solo enfoquémonos en armar el resto del rompecabezas de este caso, antes de que se cumpla el año.

Sherlock se mostró tensó ante esto y John procuró cuidar mejor sus preguntas.

El día había terminado y como siempre con más interrogantes que respuestas. John se dispuso a retirarse a su hogar, no sin antes despedirse de todos y toparse nuevamente con una Bell emocionada por el día de mañana.

Era la hora de dormir. Bell se había alistado desde temprano solo esperaba al detective para que le contará su cuento. La pequeña yacía sentada sobre las almohadas y jugaba con su señor conejo, Sherlock entró a la habitación y observó, con algo de asombro, lo preparada que estaba la niña para dormir.

—¿Aún querrás un cuento? —preguntó mientras se acercaba a ella. Bell cabeceó muy rápido—. Ya veo. ¿Algún libro o uno de mis casos?

Bell se quedó pensativa unos momentos.

—Cuéntame, ¿qué hacías en Halloween? —dijo con una enorme sonrisa.

El detective frunció su ceño curioso por la petición.

—¿Perdón?

—Lo que te acabo de decir. ¿Cuando eras niño, qué hacía en Halloween?

Esta vez Sherlock parpadeó rápidamente y hubo unos segundos de silencio hasta que volvió en sí.

—Sabes, sería mejor si leemos Pippi Calzaslargas o Alicia.

—Sherlock... —dijo la niña con un puchero. El detective como odiaba que la niña hiciera esas expresiones.

—Por favor... cualquier cosa menos eso.

—¿Por qué?

—Porque no. Así que mejor leeremos a Pippi.

—Pero Sherlock, solo quiero saber de qué te disfrazabas o que dulces comías —Sherlock negaba con la cabeza y Bell seguía insistiendo—. ¡Por favor!

—No Isabelle —respondió irritado.

La niña miró a Sherlock con unos enormes y tristes ojos. El detective suspiró y no le quedo de otra más que sucumbir ante esos ojos exigentes.

—De acuerdo —soltó agotado—. No sé para qué quieres saber esto, pero tú ganas.

—¡Si! —exclamó victoriosa.

Bell se acomodó en la cama y esperó a que Sherlock tomará asiento y se preparará para contar su historia.

—No será una historia muy larga —advirtió.

—No importa, yo te escucho.

—¿Qué quieres saber? —preguntó entre un largo suspiro.

—Cuéntame ¿de qué te disfrazabas? —preguntó mientras abrazaba al señor conejo.

Sherlock se mostró pensativo por unos segundos.

—Tengo vagos recuerdos de eso pero, estoy muy seguro, que era de un pirata.

—¿Un pirata?

—Así es. Cuando era niño, quería ser un pirata, no un detective —dijo algo apenado.

—¡Vaya! —Exclamó sorprendida—. ¿Qué te hizo cambiar de parecer?

—No lo recuerdo —respondió veloz—. Pero ese era mi disfraz.

—¿Siempre lo fue?

—Si. Hasta los once años.

—¡Oh! ¿Por qué hasta los once?

—Porque pedir dulce se me hacía algo muy ridículo —Bell miró a Sherlock con el ceño fruncido y este lo noto—. Pero eso no quiere decir que, si para mi es ridículo, para ti tenga que serlo.

—Lo sé —dijo no muy convencida—. ¿Y tu hermano también se disfrazaba?

—¿Mycroft? —Se preguntó sorprendido. Ella cabeceó—. De él no recuerdo... creo que si llegó a disfrazarse. Estoy seguro que lo vi vestido de chef.

—Nada mal para tu hermano —mencionó con una sonrisa. Sherlock suavemente sonrió—. ¿Qué dulces te gustaba comer?

—Recuerdo comer de todo, no tenía un preferido.

—¿Cómo no puedes tener un dulce preferido? —Cuestionó sin creerlo—. Mira a mí me gustan el maíz dulce y los bombones. ¿Eso te gustaba a ti?

Sherlock ladeó la cabeza dando a entender que sí.

—Creo que el maíz dulce era mi favorito —la niña sonrió—. Ahora que recuerdo, viene algo a mi mente... mi madre solía preparar "elixir de bruja" —Bell vio sorprendida al detective, sabiendo que ella no comprendía que era eso—. Es una bebida de zumo de varias frutas.

—¡Ah...! Nunca lo he probado.

—Es una buena bebida. Podría decirle a la señora Hudson que prepare uno para mañana.

—¡¿De verdad?! —preguntó alegremente. Sherlock afirmó con la cabeza—. ¡Qué bien!

—¿Algo más que quieras saber? —preguntó con una delgada sonrisa.

—Creo que ya... Si, ya es todo.

—Perfecto porque ya es la hora de dormir y mañana tendrás un día muy ajetreado.

—Cierto —dijo la niña mientras se acomodaba en la cama.

—Ahora —prosiguió Sherlock mientras la cubría con las sabanas—, descansa.

—Si. Buenas noches Sherlock —mencionó Bell entre un gran bostezo.

—Buenas noches, Bell.  

En el día de Halloween Isabelle despertó muy temprano para alistarse y esperar a que llegará su disfraz. En el desayuno la niña le preguntó a Sherlock si ya había adivinado su disfraz, pero el detective, y siendo muy honesto, no tenía idea alguna de que podía disfrazarse. No le quedaba más que esperar y ver cuál sería el famoso disfraz de la niña.

—Cariño —llamó la señora Hudson, después de que Bell terminara de desayunar y fuera a continuar sus preparativos—. ¿Ni idea alguna del disfraz de Bell?

Sherlock observó pasmado a su casera.

—No.

—¡Ay Sherlock! —Exclamó entre risas—. Te llevaras una gran sorpresa.

El detective ignoró el comentario de la señora Hudson y prosiguió a leer el periódico.

Llegó la media mañana y al living room llegaron John, Mary y la bebé Rosie.

—Hola Sherlock —saludó Mary. Sherlock respondió con una leve sonrisa y apreció como la pequeña Watson venía vestida en un traje de princesa. ¿Era blanca nieves o era cenicienta?—. Mira amor, saluda a tu tío Sherlock —dijo Mary mientras tomaba la mano de la niña y la agitaba en el aire. Sherlock ensanchó más su sonrisa—. ¿Y Bell?

—Arriba en su recamara, te está esperando.

—Gracias. Los dejare solos unos momentos.

Mary tomó una bolsa, en donde venía el disfraz de la niña, y se fue directa al segundo piso. John sonriente vio a su amigo.

—¿Alegre por el primer Halloween de Rosie? —preguntó.

—¿Alegre? ¡Estamos tan emocionados que todo el día le hemos tomado fotos en su traje de Bella!

« ¡Oh, Bella!» pensó el detective, casi le atinó a que princesa venía vestida—. Rosie luce muy bonita.

—Gracias —dijo mientras tomaba asiento en su sofá—. ¿Emocionado por el disfraz de Bell?

—La verdad no tengo idea de que sea su disfraz. Desde ayer me anda pidiendo adivinar su disfraz.

—¡Oh bueno Sherlock —exclamó—, en cuanto lo veas te sorprenderás!

—¿Tan especial es? —preguntó dudoso.

—Para todos nosotros, sí. Así que procura dar tu mejor cara en cuanto lo veas. 

—De acuerdo —dijo confundido y John sonrió.

Ambos comenzaron a platicar, aunque John era quien más hablaba y más de lo emocionado que estaba por hoy. Sherlock, como buen amigo, disimulaba escucharlo. Entre cada palabra fueron interrumpidos por el sonido de la puerta, ambos miraron a Molly junto a su sobrino quienes ya venían disfrazados.

—¡Hola! —exclamó Molly alegremente.

—¡Molly —dijo John sorprendido— vaya, no pensé verte disfrazada, te vez bien!

La joven mujer sonrió nerviosamente. Sherlock observó a su compañera, sin disimular su extrañez. Molly venía vestida en un vestido negro, llevaba el cabello azabache y se veía pálida de su piel pero maquillada con sombras negras y un labial en rojo intenso.

—Gracias John —respondió apenada.

—¡Y Tommy —continuó John— veo que eres un vampiro!

—Así es, Doctor Watson —respondió el pequeño mientras alzaba su capa—. ¡Soy Drácula!

Molly y John sonrieron y Sherlock mantenía sus ojos en Molly.

—¿De quién se supone que es tu disfraz? —preguntó de golpe.

—¡Oh! Soy Morticia Addams.

—¿Quién? —cuestionó confuso.

En esos momentos Mary llegó al living room y llevaba en brazos a Rosie. Al mirar a Molly y Tommy no dudó en elogiar sus disfraces. Molly se dispuso a cargar a su ahijada y maravillarse por lo hermosa que se veía.

—¿Ya está lista Bell? —preguntó Tommy.

—¡Oh sí! —exclamó Mary muy alegre.

—Ya quiero verla en su disfraz —mencionó Molly muy emocionada.

—Yo también —continuó Tommy.

—Esperen —interrumpió Sherlock—. ¿Saben cuál es el disfraz de Isabelle?

—Si —dijo Tommy con una sonrisa—. ¿Que usted no?

—¿Todos saben, menos yo?

—Eso parece —respondió Mary muy sonriente.

—¡Ya estoy lista! —gritó Bell desde fuera del living room.

—¡Perfecto Bell! —Exclamó Mary—. Ya puedes entrar.

La niña entró al living room y al verla todos quedaron maravillados. El disfraz de Bell era del indiscutible detective Sherlock Holmes. La pequeña llevaba un idéntico abrigo obscuro, la clásica bufanda azul marino, los usuales guantes y el afamado sombrero que el detective tanto odiaba usar.

—¡Bell! —exclamó el pequeño Hooper mientras corría abrazarle.

—Hola Tommy —respondió curiosa ante el abrazo—. Siempre si fuiste un vampiro.

—Sí, ¿te gusta?

—Luces bien.

Todos los adultos sonreían con ternura a excepción de uno.

—¡Se ven tan lindos! —Exclamó Molly—. Necesitamos fotos.

—¡Cierto! —mencionó John mientras se alzaba de su sofá y sacaba su celular.

En ello Tommy soltó a Bell y ella, rápidamente, corrió hacia Sherlock con una enorme sonrisa.

—¿¡Ya viste!? ¡Soy tú! ¿Te gusta?

Sherlock se inmutó ante aquellas preguntas. La verdad era que no sabía cómo sentirse. No sentía pena ajena pero tampoco se sentía honrado ante tal decisión. John tenía razón, el disfraz era especial pero, lo único que pasaba por su mente, en ese extraño momento, era: ¿Por qué ese disfraz?

Mary posó su mirada hacia su amigo y le observó con gran ánimo de obtener una respuesta de su parte. Estas últimas semanas le había dedicado a realizar el disfraz a la niña y de verdad quería su opinión.

—Yo... —titubeo— A yo...

Sherlock movió sus ojos hacia John, este le observaba seriamente y parecía recordarle que tenía que poner una buena cara, por el bien de todos.

—¿No te gusta? —preguntó desanimada Bell. Todos encajaron sus ojos en Sherlock.

—No... Bueno, sí, si me gusta —dijo aun tratando de procesar todo este momento—. Te vez muy bien, el traje es idéntico hasta el sombrero —Sherlock dio una leves palmadas a la cabeza de la niña que aún se veía desanimada—. Excelente trabajo Mary, capturaste muy bien mí... Esencia.

Mary sonrió.

—Gracias Sherlock, me alegro que te gustará, porque si no...

John sonrió con un gesto divertido y se preparó para la toma de fotografías, mientras Bell seguía mirando al detective y él, sintiendo la presión en esa pequeña mirada, suspiró nerviosamente.

—Fue... Fue un lindo detalle, Bell —susurró el detective.

Al escucharle una enorme sonrisa se formó en su rostro y su respuesta fue un gran abrazo. Después de eso se dispusieron a tomar las fotos a los niños y adorar sus disfraces. Varias sesiones de fotos después, todos se alistaron para ir a pedir dulces.

John y Sherlock se quedaron solos y se habían propuesto a continuar con sus casos, en lo que todos regresaban de pedir dulces. Sherlock yacía sentado y se encontraba en su laptop mientras John releía sobre sus avances en el caso Moran.

—¿Sabías que, en Estados Unidos, se han reportado cinco casos de dulces envenenados y en Inglaterra dos? —de la nada cuestionó Sherlock.

John alzó la vista hacia él y le observó confundido y aterrado.

—¿Perdón?

Sherlock suspiró amargamente.

—Dije: ¿Sabías que, en Estados Unidos...?

—Sí, sí, te escuché —interrumpió—. Pero ¿a qué se debe esto?

Sherlock movió su laptop y John se acercó para ver las notas amarillistas sobre Halloween. Con su entrecejo fruncido John miró a Sherlock quien se encontraba con una actitud tranquila y pasiva.

—¡¿Qué diablos pasa contigo?! —Exclamó furioso—. ¿Podrías dejar de lado tu morbo por cinco minutos?

—Me mantengo informado —contesto seriamente.

—¡¿Oh deberás?!

—Así es. En algún punto llegue a escuchar este tipo de situaciones, quería corroborar y calcular las probabilidades en que algún dulce de los niños pueda llegar a estar envenenado o con objetos punzo cortantes en su interior.

—¡Oh Sherlock! —exclamó John agotado.

—Existen probabilidades que en los dulces de Isabelle venga uno o varios con estas opciones. Ya sabes, está en peligro. Rosie y el joven Hooper podrían quedar exentos... Y digo podrían.

—¡Ay Sherlock!

—Solo debemos estar seguros de que no pase nada malo, John.

—Sí pero... —se detuvo y suspiro profundamente— De acuerdo, ok, tienes razón. Cuando llegue Mary y Molly les diremos que revisen los dulces.

Sherlock sonrió victorioso, John miró la sonrisa satisfactoria de su amigo y luego retomó hacia la laptop para cerrarla, cuando notó algo curioso a lado del aparato. John, frunciendo a un más su ceño, acercó su mano y pudo notar que era la libreta de dibujos del pequeño Sebastian Moran.

—¿Sherlock, esto es...?

—Si —respondió seriamente.

John tomó la libreta, abrió en una hoja al azar y miró uno de los dibujos.

—¿Lo has analizado? —preguntó ansioso.

—Muchas veces —respondió severamente.

John alzó su rostro hacía su amigo y no dejó de mirarlo con gran asombro, en todo este tiempo pensó que Sherlock había ignorado esa libreta. Cuando le mostró, en la casa de los Moran, todo lo que el pequeño expresaba a través de sus dibujos, sabía que Sherlock lo había ignorado, es más, ni siquiera le había importado, pero ahora Sherlock había demostrado interés en ello.

—¡Vaya! Yo creí que a ti...

—¿No me importaba? —Preguntó mientras alzaba una de sus cejas—. Reconozco mi indiferencia pero, tenías razón, los niños se expresan de muchas maneras.

John dibujó una suave sonrisa sobre su rostro.

—Ya lo estas entendiendo —Sherlock miró dudoso a John—. Bueno, realmente me alegro que analizaras mejor todo esto.

—Bueno, en sí no es gran cosa de lo que ya te había dicho antes. El maltrato familiar y las repercusión en el niño Moran, pero algo llamó mi atención y necesito que me ayudes analizar.

—Claro, ¿qué es?

—Mira —dijo Sherlock mientras volvía a sentarse y tomar la libreta—. Necesito que mires estos dibujos.

El detective comenzó a buscar ciertos dibujos, John empezó a mirarlos y notar en ellos algo extraño. El niño Moran dibujaba personas adultas gritando, golpeándose, sangrando, violencia por doquier y a un pequeño niño siempre asustado o llorando. Eso afirmaba las teorías de Sherlock pero los demás dibujos que le mostró, dejaron pensando a John. Algunos de los dibujos se veían a un hombre, vestido en negro y con un largo abrigo café, acompañando a un sonriente niño mientras a la lejanía miraba a sus padres discutir. Otros de los dibujos mostraban al niño paseando y ahí aparecía aquel hombre, en veces lo acompañaba el dibujo de una mujer; posiblemente su madre, y otras veces ese hombre al quien siempre venía descrito como la muerte: "Hoy me encontré a la muerte. Es alguien muy amable." "Mamá y yo vimos a la muerte en el mercado. Nos sonrió alegremente." Los últimos dibujos mostraban al pequeño sonriente junto a ese hombre y con una oración que decía: "Pronto iremos a Samarra."

—¿Pero que...? —se dijo John confundido.

—Exacto —prosiguió Sherlock—. ¿Alguna idea?

—No, ninguna pero...—mencionó mientras miraba el último dibujo— esto que dibujo el niño, "Pronto iremos a Samarra" y lo de la muerte, me suenan. Creo que ya lo había oído.  

—Es... es una fábula —mencionó Sherlock algo incómodo.

—¿Una fábula?

—Si. Se llama "La cita en Samarra."

—¡Cierto! —Exclamó—. La cita en Samarra. Recuerdo vagamente esa historia, alguna vez mi madre me la contó de pequeño.

—Y a mí Mycroft—susurró pero aun así John le escucho.

—¿Pero a que se referiría con ello? Digo, puede que tenga sentido que el pequeño alguien le contará la historia, pero...

—¿Quién es la muerte en los dibujos del niño?

—Tal vez, la persona que los mato.

—Y dime John, ¿por qué llamarlo la muerte? ¿Sabría que los iban a matar?

—Cierto, no existe lógica, pero tal vez el pequeño hizo conexión con la fábula o pudo escuchar algo de sus padres. Imagina una conversación que tuviera Moran con su esposa y el niño escuchará.

—Puede ser pero, aun así, ¿por qué un niño estaría feliz de "ir a Samarra" a encontrarse con la muerte? No seré un experto en infantes pero no tiene sentido.

—Y si...—John se detuvo y tragó saliva difícilmente— ¿Y si era lo que el niño quería?

Un silencio incomodo les abrazó. Sherlock miró a John creer lo que este le había sugerido e incluso John se sintió tan mal por lo dicho que solo pudo volver a pasar saliva.

—¿Por qué un niño de nueve años querría algo así John? —frívolo preguntó.

—Yo... yo... —titubeó— El niño estaba creciendo en un ambiente violento y tal vez, él podría pensar que...

—¿Qué la muerte era la solución? —preguntó incrédulo.

Otro incomodo silencio se forjo. John quería solucionar lo dicho hasta que a su mente llegó una conexión de idea.

—¿Y si el niño no se refería al acto de morir? —preguntó sorprendido—. Tal vez ese hombre, al que llamaba la muerte, podría ser el amante de Eloise Moran y el niño pensaba que con él las cosas serían diferentes.

Sherlock frunció su ceño por un momento para después mostrar un rostro iluminado por una idea. John podría tener razón, él había deducido que Eloise Moran tuvo un amante. ¿Y si ese amante fue el quien los mató? ¿Ese amante, apodado la muerte, pudo ser quien también matará a Samara Jones? Ambos comenzaron a forjar sus teorías y buscar el hilo que conectara a los Moran con Samara y también descubrir quién era la muerte.

Eran casi las nueve de la noche, Mary, Molly y los niños llegaron a Baker Street. Los dos pequeños estaban llenos de energía, aun querían pedir caramelos pero amabas damas se había agotado de caminar, incluso la bebe Rosie llegó dormida, así que, John y Sherlock hicieron su tarea de avisar de los dulces y ponerse de acuerdo en cómo revisarlos. Bell y Tommy no estaba contentos con esa idea, pero tuvieron que conformarse. Molly prometió que llegando a casa los examinaría y John y Mary también, haciendo que la ansiedad de Sherlock se calmará.

Todos se retiraron. Sherlock y Bell se quedaron en el living room y la niña abrazaba su calabaza con todos sus dulces.

—Tienes que dármelos, Isabelle —ordenó Sherlock.

—¡No!—exclamó muy triste la niña.

—No empieces con berrinches —dijo molesto—. Necesito revisarlos y mañana, en cuanto despiertes, podrás comerlos.

—¡¿Para qué los quieres examinar?!

—Porque...—Sherlock cerró los ojos y suspiró amargamente— es por tu bien —Bell le miró confundida—. Así es, es por tu bien. Ahora quiero que dejes esa calabaza en la mesa y te prepares para dormir porque ya es tarde.

—Apenas son las diez.

Sherlock abrió sus ojos y volteó a mirar a la niña nada amistoso. 

—Ya es tarde —repitió mucho más molesto.

La niña, al ver lo enojado que el detective estaba, no lo pensó dos veces; se alzó, dejo la calabaza llena de dulces sobre la mesa y se fue rápida a su habitación a prepararse para la hora de dormir. Al dejar la pequeña el living room, Sherlock suspiró de alivio y esperó un poco para poder ir arropar a la pequeña.

El tiempo correcto paso y Sherlock fue a la habitación de la niña. Ella ya estaba en pijamas y sentada en la cama esperando por el cuento para dormir, aunque no estaba muy segura si habría lectura esta noche. El detective se acercó, tomó asiento y observó a la niña quien aún llevaba puesto el sombrero que él tanto odiaba usar y abrazaba a su señor conejo.

—Isabelle —llamó Sherlock un poco cansado.

—Ya estoy aquí.

— Ya lo sé.

—¿Habrá cuento? —preguntó curiosa.

—Si quieres...

—Hoy tengo una petición especial —dijo muy seria. Sherlock alzó su ceja muy curioso.

—¿Petición especial? —preguntó extrañado.

—Ajá.

—¿Qué petición especial?

—Cuéntame un cuento.

—Es lo que haré...

—No de los libros Sherlock, uno que tú conozcas.

El detective arqueó su ceja muy confundido mientras la niña se abrazaba a sí misma.

—¿Uno de mis casos?

—Nop. Un cuento. Tú me dijiste que te sabías algunos.

—Sí, por esos te cuento mis casos.

—Sherlock... —dijo muy seria.

El detective suspiró y observó a la niña.

—Bien, conozco una historia —dijo poco animado— su nombre es "La Cita en Samarra."

***

¡El pasado 27 de Noviembre, este, su humilde fic, cumplió un añito!

🎂🎉🎂🎉

🎂🎉🎂🎉

  🎂🎉🎂🎉  

Muchas gracias por un año maravilloso. Sin ustedes, este fic no hubiera seguido. 

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