ECOS ETERNOS © NUEVA VERSIÓN

By cassandra_picazo

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¿Qué ocurre cuando una decisión tomada desde la desesperación, prolonga por siglos el sufrimiento ante el cap... More

PREFACIO
Capítulo 1
Capítulo 2

Capítulo 3

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By cassandra_picazo

La puntualidad podía llegar a ser una de mis mejores y peores cualidades, y al menos hoy era la segunda. Miré por quinta vez la hora en la pantalla digital del auto comprobando que únicamente habían transcurrido siete míseros minutos desde la última vez que la comprobé.

Aún debía aguardar ahí otros veinte minutos más parqueada en la acera a unos metros de la entrada en cuya casa fui citada por Kavanagh.

No había sido una buena noche para mí y honestamente me habría gustado hacer algo mejor por mi imagen, pero no dimensionaba hasta qué punto el encuentro de hoy me iba a afectar.

Revisé nuevamente mi aspecto en el pequeño espejo del auto plantando una suave sonrisa en mis labios. Acomodé ambos mechones frontales de mi cabello por detrás de mis orejas y finalmente detrás de mis hombros con el resto. Por más que había intentado distraerme en las primeras horas del día con preguntas triviales por hacerle a Kavanagh, y que claramente olvidaría hacer llegado el momento; mi mente me traicionaba nuevamente y me hacía volver de nuevo a la razón de mis pesadillas.


Papá me había comprado para mi cumpleaños número siete un escenario montable en donde podía interpretar todas aquellas historias que solía imaginar y deseaba volver realidad. La sala de mi casa ya no era suficiente y hacer un desorden por todos lados con la ayuda de sábanas, cojines y sillas del comedor ya no eran del agrado de mamá.

Miré mi aspecto frente al espejo del tocador de mi habitación, para una niña de siete años la imagen que había conseguido en mi búsqueda por caracterizarme como un pirata con el maquillaje "prestado" de mi madre, era bastante decente para hacerme sentir satisfecha. Sonreí apreciando con orgullo el hueco frontal en mi dentadura por la reciente caída de uno de mis dientes de leche.

— ¿Todos listos? ¡Esta es la tercera llamada! —anuncié corriendo detrás de las cortinas rojas que cubrían el frente del escenario.

Mi única audiencia serían unas cuantas muñecas, peluches, y la mujer que solía hacerme compañía mientras mis padres se encontraban fuera de casa trabajando. Ella siempre entraba a mi habitación y permanecía en silencio sentada a los pies de mi cama mostrando tranquilidad en su rostro.

Era mi más fiel espectadora.

Los siguientes minutos dejé mi imaginación volar visualizando que en verdad estaba sobre un barco, sintiendo el oleaje meciendo la embarcación, el olor a sal, la brisa húmeda y al monstruo que intentaba atacar.

Mis diálogos acompañados de órdenes, gritos y risas eran lo único que llenaba la habitación.

— Rebeca salvó a toda su tripulación de aquel malvado y temido monstruo de aguas inexploradas. Pero no, ahí no fue donde terminó su misión. Emprendió camino a tierras lejanas para seguir luchando y hacer el bien. ¡Su historia ahora es contada por cada rincón del mundo pues fue la primera mujer pirata en gobernar los océanos!

Corrí a un costado del escenario para dejar caer las cortinas dando por terminada la función. Los aplausos llegaron hasta mis oídos, sonreí pues sabía que le había gustado mi obra como todas las anteriores.

— ¿Puedes creer que pasé toda la noche escribiéndola? Pero... no le vayas a decir a mis papás, dicen que debo dormir ocho horas, aunque, ¿Quién necesita dormir tanto? —reí tomando asiento en la alfombra circular rosa en el centro de la habitación donde yacían los demás juguetes o espectadores, como me gustaba llamarles.

Sus ojos marrones me miraron con diversión mientras su sonrisa parecía haber crecido solo un poquito más alejando la tristeza que siempre decoraba su rostro. Pronto su mirada se movió con lentitud en dirección a la puerta de mi habitación, imité su acción descubriendo ahí a mamá la cual arqueaba una ceja con extrañeza y a juzgar por la seriedad en su rostro sabía adivinar lo que diría.

— Josephine no quiero volver a preguntar con quién estás hablando. —sentenció al adentrarse en la habitación para comenzar a recoger los juguetes y demás cosas que tenía esparcidas por el lugar—. Quiero que salgas y convivas con tus amigos, los reales. Esa amiga imaginaria tuya no sé en qué momento se te ocurrió materializarla, pero si vuelvo a oírte hablar con ella voy a tener que...

— ¡No! No quiero ir de nuevo a hablar con un doctor, no me gusta, es aburrido y además no me entiende.

Tal vez en aquel entonces no comprendía la preocupación de mi madre, pero después comprendí que debí haberle hecho caso cuando me lo pidió. Puesto que, conforme los años pasaron y ellos creyeron que aquella amiga imaginaria había quedado en mi niñez, terminó por continuar acompañándome en las siguientes etapas de mi vida siendo una compañía silenciosa en mis momentos de soledad.


Llamé al timbre en el portón de la residencia, desde afuera se podía apreciar como un lugar bastante acogedor, una casa de un tamaño considerablemente grande me recibió cuando las puertas se abrieron tras un breve intercambio de información a través del comunicador con una mujer.

El camino empedrado bajo mis pies hacía que el bajo tacón de mis zapatos resonara a mi paso por el lugar, de cerca todo lucía aún más impresionante. Desde los arbustos, árboles y figuras de diversas esculturas.

Quien suponía fue la mujer del comunicador esperó en el último escalón de la entrada al hogar con rostro tranquilo. Hizo un movimiento de cabeza a manera de saludo e indicó con su mano que pasara delante de ella.

— El señor Kavanagh...

— La está esperando ya. ¿Se le ofrece café, té? —sus manos fueron directamente a mis hombros ayudándome a retirar el abrigo que me cubría tomándome por sorpresa, accedí a su ayuda sonriendo en agradecimiento.

— Té, por favor.

Se limitó a asentir y tras colgar el abrigo sobre el perchero del recibidor terminó por guiarme a la estancia que reconocí como una sala perfectamente iluminada de una forma que llegaba a ser acogedora, todo el sitio en sí lo resultaba pues cada mínimo detalle parecía bien pensado.

Los cuadros colgados en las paredes con diversos paisajes, el color crema en las paredes y los muebles oscuros gritaban elegancia desde cada rincón. Instintivamente pasé mis manos sobre la tela de mi suéter verde olivo pensando en si era algo apropiado que estuviera a la altura del lugar.

Tomé una profunda respiración observando aún los detalles del lugar dejando que una sensación de satisfacción me recorriera, en conjunto el espacio era de lo más agradable.

De pronto, mi vista fue a parar en un objeto común e inusual a su vez. Sobre una vitrina donde descansaban más objetos como un pequeño florero, un juego de té que podría jurar sería de porcelana, portarretratos con pinturas a tamaño escala, entre otros; un reloj de arena estaba iluminando ese pequeño espacio desde dentro reflejando una tenue luz contra el cristal que lo resguardaba.

Mis pies se movieron por sí solos llevándome hasta estar de frente y poder descubrir el origen de tan inusual objeto. Fuego. Dentro del reloj de arena en la parte inferior emanaba tenues llamas rojizas entre los granos que descansaban indicando una medida de tiempo transcurrido. Mi mano se dirigió hacia el cristal, buscando encontrar aquella fuente de calor cuando una voz a mis espaldas, frenó mi acción.

— Un objeto bastante inusual para todo el que lo ve. Aunque funciona como un recordatorio de lo efímera que es la vida.

La figura alta de un hombre de cabello y barba rojiza se posó a mi lado mirando lo mismo que yo instantes atrás, el reflejo de las llamas de aquel reloj en sus ojos hacía que el verde en ellos se viera consumido. Su mirada pasó a posarse en la mía con reconocimiento, tal vez aprobación de su parte provocando que mi corazón se acelerara como no había hecho anteriormente ante su repentina aparición.

— Jamás había visto algo igual. —respondí en un vago intento por hacer continuar la conversación y no verme como una criatura cohibida por sus repentinos nervios.

— No hay uno igual en el mundo, y tampoco pretendo que exista otro para alguien más.

Bien. Ese lado irracional y curioso que siempre me había caracterizado había despertado con esas palabras que pronto me ví señalando a dicho reloj.

— ¿Una especie de capricho por poseer algo único? — cuestioné con una sonrisa discreta al imaginar su mención afirmativa.

Su mirada volvió hacia mí negando una vez, después sólo se quedó ahí por unos pocos segundos en silencio observando a detalle cada facción en mi rostro, pero volviendo finalmente a mis ojos.

— El significado de lo que no he podido poseer.— respondió de vuelta con una sonrisa ladina mientras metía ambas manos dentro de sus bolsillos delanteros de los pantalones en aquel traje marrón que vestía con perfecta pulcritud.

Mi respuesta no salió de entre mis labios como pretendía, no tenía una en concreto pues el sentimiento de que aquel objeto debía tener un valor más allá de lo material inundó mis pensamientos.

— Creo que ha sido muy descortés de mi parte entrar sin dar aviso. Tiendo a saltarme los protocolos pues no es muy común tener visitas por aquí como verás.— su voz flotó por la estancia a su vez que avanzaba hasta los sofás que estaban frente a las altas y amplias ventanas de la estancia, instintivamente lo seguí tomando asiento donde me señaló dejando de lado el bolso que había traído conmigo— Dentro de lo descortés que he sido, no me presenté. Soy Declan, y claramente tú eres a quien he estado esperando todo este tiempo.

La sonrisa que mostraba al hablar hizo que hiciera lo mismo.

— Me vi intrigada en conocer más de la historia que me ofreciste... Aguarda, ¿Puedo...?

— ¿Tutearme? No hay necesidad de tanta formalidad, Josephine. Si al final de este encuentro decides aceptar trabajar conmigo lo que más esperaría es que existiera un ambiente cómodo entre ambos.

— Por supuesto, sí. Mmmh... Debo admitir que busqué tu nombre en distintos sitios y no encontré nada sobre tu carrera dentro de la escritura, tampoco redes sociales o algún blog. Eres anónimo en su totalidad.

Nuevamente aquella sonrisa apareció en su rostro con un toque de diversión, asintió al tiempo que cruzaba una pierna sobre la otra en un movimiento elegante. Resultando en que corrigiera mi postura moviéndome en mi lugar hasta encontrar una posición cómoda.

— Me permito admitir que estoy chapado a la antigua.— La confianza en sí mismo no demostraban pena o incomodidad por admitir dicho distintivo en su persona— Tanto fue el caso que me vi en la necesidad de aprender a enviar un e-mail porque una oportunidad como esta, Josephine, no me podía permitir dejarla pasar.

Mi mente comenzó a trabajar digiriendo la intención detrás de un discreto motivo de su parte. ¿Por qué escogerme a mí para trabajar en su historia? Aunque, si bien no había existido un contacto lejos de esa simple llamada donde aceptaba venir y conocer su propuesta, existía la posibilidad de que Declan contara con una lista de otros autores a los cuales pudiera hacerles el mismo ofrecimiento.

— ¿Cuántas más? — cuestioné volviendo su expresión en una de extrañeza.

— ¿Perdona?

— ¿A cuántos más has contactado? — ahora me daba cuenta que mis preguntas no sonaban del todo propias o educadas por lo directas que estaban siendo — Me refiero a que me gustaría saber con quienes compito, de cierta forma, con obtener los derechos de tu obra. Hay muchos mejores que yo y al menos quisiera sentir la presión de tomar una decisión.

La risa nerviosa y abrumada que me invadió no le pasó por alto pues ladeó la cabeza entrecerrando los ojos, fueron apenas unos pocos segundos donde pareció tener una plática consigo mismo. Sonrió con amabilidad, o un intento de su parte por tranquilizarme.

Por mi parte no dejaba de pensar en que de aceptar tendría que pasar otro año antes de poder ver a mi madre como prometí, realizar un viaje pactado con tanta anticipación por un proyecto que podría significar mucho para mí. Y un beneficio que esperaba compartir con ella un día eventualmente.

Sólo tenía que decidir.

— Una.

— ¿Perdón? — cuestioné esta vez al escuchar su voz fuera de mis pensamientos.

— Hay una persona en mi lista. Ahora está frente a mí y espero que acepte porque no quiero confiarle a nadie más algo que es valioso para mí, y que eventualmente lo será para tí, Josephine. Ni siquiera necesitamos de un contrato porque mi palabra tiene el suficiente peso para asegurarte que no me interesa obtener un beneficio monetario, tampoco deseo fama, como verás.

De pronto la mano de Declan estaba apuntando en mi dirección tomándome por sorpresa, Clare me mataría si supiera que acepté algo sin previamente leer las letras pequeñas como ella tantas veces me había hecho hincapié.

— Podemos ahora mismo cerrar nuestro trato y descubrir la perfecta dupla que podemos ser... o privar al mundo de descubrir una historia como ninguna otra.

Mi mano se elevó con duda, pero como si de un imán se tratara y buscó la de él cerrando dicho pacto. Tal vez no con fuerza física, pero sí con uno que ahora sentía sobre mí porque yo quería saber más de esa historia. Yo necesitaba saber más.

— En ese entonces, cuéntame qué sucedió con Darek y Leonora.




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