Pequeño ángel

De Miload47

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¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar si de un amor no correspondido se tratara? Eso es algo que jamas se... Mais

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De Miload47

Actualmente

El cielo resplandece la soleada mañana de un hermoso día de descanso, todo era tan fresco y jovial que se sentía la despreocupación de toda persona transitar. Parecía que toda la tranquilidad del mundo se concentraba en esa pequeña zona sin ninguna perturbación.

- ¡Ngh!

Bueno, excepto por una cosa...

- ¡Soy un estúpido! – A su paso una sonora maldición rompió el bello silencio mañanero.

Los fuertes pedaleos de un chico daban camino en la extensa calle, el aire le pegaba enrojeciendo su pálido rostro y su rubio cabello volaba al vals de su rápido choque de viento. La bicicleta era tan rápida que sentía que en cualquier momento se caería, tuvo que ignorarlo sin detenerse o los nervios acabarían con él causándole un inoportuno accidente ¡Y eso sería demasiada presión!

- ¡Alarma de mierda, es toda tu culpa! – Con palabras sueltas culpaba al viejo reloj que siempre solía despertarle cada mañana, pero por dentro sabía que todo el asunto no recaía en eso, sino en él mismo.

Sin remedio llegaría tarde a la cafetería de sus padres, estaba tan cansado el día anterior que por un momento pensó que dormiría dos días seguidos. Ya empezaba a creer que el café ya no lograba hacerle efecto del todo como antes.

El no dormir bien nunca había sido un problema para el rubio, siempre tenía un termo lleno de café a su disposición y con eso era suficiente para poder sobrellevar los días. Pero especialmente desde hace días que algo no estaba bien con él, sentía un presentimiento que le aquejaba y no lo dejaba tranquilo. Claro cualquiera diría que eso es muy normal, pues siempre era nervioso y paranoico, pero él con seguridad sabía, que no era lo usual que llegaba a sentir.

Siguió su rumbo y a lo lejos ya visualizaba "El negocio familiar" Generalmente el camino le era lejano, pero era lo suficiente como para poder llegar a tiempo a la hora acordada de su turno, claro eso era antes de que su reloj cerebral le fallara.

Fue hasta la parte trasera del negocio y prácticamente aventó la bicicleta estacionándola corriendo hacia la única puerta para empleados.

- ¡Gah! – Al entrar se sorprendió de un momento a otro, no esperaba encontrarse con ese semblante disgustado frente a sus ojos, o al menos no tan rápido – Pa-papá...

- Tweek Tweak ¿Otra vez tarde? – El padre del rubio se cruzó de brazos encarándolo.

- Papá, n-no hoy por favor – "¡Demasiada presión!" pensó el chico mientras jalaba su camisa harto, siempre era el mismo tema.

– ¿Hasta cuándo hijo? Ya son varias las ocasiones en las que llegas tarde – Era lo que menos quería Tweek para empezar el día, una reprimenda diaria en sus días de turno ya empezaban a cansarlo.

- ¿E-estuviste aquí en la puerta toda la mañana es-esperándome? – Cuestionó dándose cuenta de ese detalle.

- ¡Ese no es el punto! si dejamos que consiguieras un departamento en la ciudad fue porque confiábamos en que te harías cargo tu solo de tus responsabilidades y que no nos entrometeríamos en ...

- ¡Richard, por favor! – Sus palabras fueron interrumpidas por una mujer de cabellos castaños –Ya es suficiente de que siempre tengamos que oír tus gritos ¿No ves ya la cara que tiene nuestro hijo de todos tus escándalos? – Tweek sonrió aliviado viendo a su madre acercarse. Constantemente era así, su madre era la intermediaria de todos los regaños de su padre.

- Lo siento amor – Respondió Richard avergonzado, no le gustaba regañar a su único hijo, pero sentía que muchas veces debe ser así, aun cuando haya dejado de vivir junto a ellos siempre le haría ver sus errores como a un niño pequeño – pero Tweek debe aprender que es importante ser puntual a sus compromisos y no...

- Cariño ¿Por qué no vas a la barra? Craig también ha estado esperándote – Habló la mujer dirigiéndose al rubio cortando las palabras de su esposo de nuevo.

- Claro que s-si mamá – La madre acaricio su mejilla y le entregó el característico delantal con el logo de la cafetería. El joven lo tomó y con un ligero rubor en su rostro se retiró dejando solos a sus padres.

Tweek se colocó el delantal saliendo y su vista al frente se encontró con unas pupilas brillantes recibiéndolo.

- ¿Qué tal C-Craig? – El joven de chullo azul era el único en el lugar. Mostraba un aire aburrido y su mano derecha apoyaba su mejilla. Era tan de mañana que apenas y un alma se pararía a una cafetería, pero a pesar de eso al de ojos verdes no le sorprendía encontrarlo ahí.

- Hola Tweek ¿Otra vez? – Preguntó de manera comprensiva, además de la sonora voz de Richard, el semblante del rubio le decía todo.

- ¿Tengo opción? – Dijo refiriéndose al habito que llevaban haciendo entre padre e hijo – ¡Ngh! Ne-necesito mi café – Aprisa buscó lo necesario para prepararse la ansiada bebida, Craig solo se limitó a observarlo acostumbrado a sus repentinas reacciones.

– Ya sabes lo estricto que es el señor Richard con eso de la puntualidad – Dio énfasis al punto en sí, tanto el pelinegro como la señora Tweak sabían lo melodramático que podría ser el padre – No lo tomes tan a mal, él solo quiere que te evites problemas.

Todos conocían la personalidad del hombre, que suele ser sereno y comprensivo, pero para desgracia del rubio, un retraso era tocar uno de sus puntos más débiles de ira. Si había algo que en definitiva no toleraba el señor Tweak era la impuntualidad de su hijo.

El más pálido solo le quedó suspirar como respuesta mientras terminaba de preparar el brebaje. Sin esperar, caliente o no Tweek llevó sus labios al fino envase, con eso pudo sentirse un poco más tranquilo.

-Lo sé Craig – Habló con cierta quietud en su voz – No culparía a mi papá, es solo que, hay a-algo que me inquieta...

- Tweek...

- ¡Y antes de que digas que soy un paranoico! – El mayor de los dos mostró sorpresa, en realidad no pensaba hacerlo – He s-sentido algo, como si algo estuviera persiguiéndome desde hace tiempo – Con una mano el rubio se tocó el pecho con preocupación. Podría ser un maniático, acomplejado y nervioso chico del que todos podrían catalogar y hasta juzgar, pero nadie sería capaz de saber exactamente de su sentir o al menos comprenderlo, porque él en verdad presentía que algo o alguien estaría por alcanzarlo.

Craig cambió su estoica expresión a una triste con ligereza, conocía perfectamente bien al rubio frente a sus ojos como para saber leer su rostro aun cuando éste se encuentre lleno de tics; no era el inquieto jovencito que conocía, su rostro últimamente era triste y hastiado. Además de que el café; "un elixir bendecido por el mismísimo Jesús" según el blondo lo consideraba, ya no le hacia el total efecto que solía darle, en verdad había algo que le afectaba.

El del chullo estiró su mano retirando la de Tweek de su pecho y la entrelazó sintiendo el temblor en ella.

-Tweek. – El joven se dejó agarrar con la mano que le sostenía – Desde que éramos niños, tu sabes que yo jamás te he dejado solo, si algo o alguien viene y te quiere hacer daño, recuerda que yo siempre estaré para ti, protegiéndote y defendiéndote de cualquier mal nacido – Sus ojos verdes se abrieron ante sus palabras y un calor se apoderaron de sus pómulos – Conmigo nada te pasara.

– Cra-Craig yo... – El otro no apartaba su mano dedicándole una mirada profunda, Tweek apenas y pudo pronunciar algo nervioso, no se atrevía a alejarse.

No se movía, realmente no sabía qué hacer en este tipo de situaciones o más bien qué pensar sobre Craig. No era la primera vez que se encontraban en un momento así.

Para el sobresalto de ambos, la campanilla de la puerta de cristal se hizo sonar cortando la tensión que se apoderaba en cada rincón.

- ¡S-señor! – El rubio se separó teniendo al cliente como pretexto, el mayor que estaba a espaldas del recién llegado lo maldijo – ¡Que bueno ve-verlo otra vez! ¿Qué le s-sirvo? – Tomó la libreta y la pluma que tenía en la barra y se acercó al aludido.

El hombre que había entrado analizó los lugares y optó por sentarse en una mesa cerca del mostrador.

-Buenos días – Respondió con simpleza quitándose la chaqueta y luego miró a Tweek sacando una sonrisa de lado – ¿Serias tan amable de traerme un café negro?

- ¡En seguida! – El de ojos verdes anotó su pedido – Huh... ¿De-desea algo más, señor Damien?

- No Tweek, muchas gracias – Le guiñó un ojo agradeciendo sus atenciones.

El chico asintió avergonzado y de inmediato se retiró.

"¡Pero si es un ángel! No estabas mal Pete, no estabas mal" pensó Damien observando con malicia como el chico se alejaba a preparar su pedido.

Desde luego que el anticristo no iba al negocio precisamente por la atención o por lo que servían, su intención iba más allá de ir a comprar un café.

Mientras tanto, Craig observaba con curiosidad al recién llegado. Hacia varios días que el extraño recurría a la cafetería, su aspecto bien parecido y su actuar encantadora le hacían tener escalofríos.

Esas blancas sonrisas no le agradaban.

Damien con paciencia esperó al rubio, a sus adentros sabía que el otro joven lo miraba disgustado, cosa que le interesó en lo más mínimo.

Unos minutos pasaron y el demonio terminaba de beber en silencio, solo se encontraban él y Craig, el pelinegro al no ser empleado solo se quedaba a pasar el tiempo en ese lugar esperando por Tweek.

Dio el ultimo sorbo y dejó la taza levantándose de la silla.

- ¿Ya se va tan pronto? – Preguntó Craig con un toque de sarcasmo – Suele quedarse más tiempo.

El demonio la miró de reojo muy indiferente.

– ¡Oh discúlpeme señor! Creo que no nos hemos presentado formalmente, digo, como tiene la molestia de fijarse en todo lo que hago, solo soy un humilde cliente – Devolvió con el mismo toque – Que yo sepa usted no trabaja aquí ¿O me equivoco?

-No, pero soy muy cercano a estas personas y...

-Entiendo, en ese caso – Damien colgó su chaqueta por su brazo izquierdo y se acercó a la joven extendiendo su otra mano – Damien Thorn.

- Craig Tucker – No se dignó en estrechar la mano, solo respondió.

El anticristo entendiendo su intención, solo bajó su mano sin ninguna señal de molestia.

- ¿Sería tan amable de agradecer el café de mi parte, señor Tucker? – Saco de uno de sus bolsillos unas monedas y las puso sobre la barra pagando el café –– ¡Ah! Y no se angustie, no pienso quitarle a su "amigo" – "O al menos no yo" Se retiró a paso relajado haciendo sonar la campanilla anunciando que se había ido. "Vaya hijo de puta" pensó molesto. Como el anticristo, es un experto en ocultar su ánimo, pero eso no significaba que era inmune a no sentir enojo.

Craig levantó el dedo medio en dirección a Damien, definitivamente no le agradaba.

Tweek apareció por detrás de la barra pensando que había llegado alguien nuevo después de haber odio el tintineo.

- ¿Ya se fue el señor Damien? – Preguntó al más alto, éste solo tomó las monedas y se las dio en la mano.

- Genial ¿No? ...

...

El día fue pasando y los clientes llegaban conforme las horas, al no ser un día laboral la jornada se volvía más movida y el rubio sentía que el tiempo se le iba en un parpadeo.

- ¡Tweek, la mesa 6!

- ¡Gah! – El negocio al ser joven, solo había un único empleado; es decir Tweek, además de sus padres, él se encargaba en atender a cualquiera que se le ofreciera.

Craig por supuesto que no se había ido desde la mañana, su propia rutina de descanso era tan solo observar a su querido rubio trabajar.

Y antes de que se dieran cuenta la noche cayó ya muy tarde.

-Hijo, Craig. Ya se pueden ir, nosotros cerramos – Informo el señor Richard. Tweek levantó la mirada a su padre después de terminar de cobrar al último cliente.

- ¡Ngh! Yo puedo ce-cerrar por ustedes – Era lo menos que podía hacer, o eso sentía. Sus retrasos ya habían sido demasiados y quería demostrarles a sus padres que en verdad le importaba su trabajo.

- ¡Claro que no! No quiero que después te arrepientas y me hables a media noche que el fantasma del local quiere secuestrarte – Se cruzo de brazos el padre.

- N-no papá – De pensarlo se estremeció aterrado – No quiere secuestrarme ¡Quiere matarme!

- No se preocupen señores Tweak, yo me quedaré con él hasta que termine – Se ofreció Craig a un lado del rubio.

- ¿Seguro Craig? Tampoco quiero que el señor Tucker me reclame que llegaste tarde a casa.

- No señor, no tiene porque entrometerse – "Espero no me joda" pensó el pelinegro.

Sin más, los padres del rubio se fueron a descansar.

Acomodaban las mesas y Tweek las limpiaba, después de eso tendría que verificar el menú del día siguiente y la mercancía que quedaba, algo que por lo general le llevaría tiempo.

-Craig, deberías ir a casa – Pidió el de ojos verdes sabiendo que el otro llegaría a casa con una reprimiendo – Aun hay mu-mucho por hacer.

- No

- ¡Pero Craig!

- Tranquilízate, con nosotros dos acabamos pronto – De pronto el teléfono de Craig sonó interrumpiéndolos – Espera... ¿Si, papá? – Tweek lo miró expectante adivinando lo que su padre le decía – ¡Oye ya no soy un niño! Pero... ¡Pff! De acuerdo, de acuerdo... Sí, estoy con él... Muy bien, adiós – Guardó el aparato y se dirigió al rubio – Perdóname, pero me tengo que ir – "Carajo"

- Esta bien Craig, l-lo suponía.

- Acaba pronto y regresa con cuidado – El mayor abrazó al chico frustrado, pensaba acompañarlo hasta su departamento – Si el fantasma quiere matarte me hablas y vengo a ayudarte.

- ¡Gah Craig!

- Es broma – Se separó del rubio y antes de irse terminó de ayudar a levantar las ultimas sillas – Te veo mañana.

Tweek se quedó solo y en la trato de ocupar su mente por completo en su labor no queriendo pensar en otra cosa que le llegase a molestar, pensándose perseguido por algo le ponía los pelos de punta.

En una pequeña libreta verificaba todo lo que le habían encargado, se esmeraba en anotar las cuentas ya queriendo acabar rápido, sus ojos le pesaban y sentía que sus manos le entumecían de tanto sostener el bolígrafo.

Pasó más tiempo y estuvo a punto de terminar. Desde afuera sus oídos percibieron el sonido de una reciente llovizna.

-Huh... demonios - Pensó sabiendo que no tenía un paraguas cerca.

Como pudo puso sus cosas en su lugar y salió directo a la parte trasera de la cafetería. Con su mano alzada trataba de cubrirse el rostro para así poder ver, sentía su piel estremecerse al contacto del viento y las diminutas gotas chocaban contra él.

-Pero que mier... - Por un segundo creyó haber visto mal, la bicicleta que había dejado desde la mañana ya no se encontraba ahí – ¡Gah, me han robado! - Se jaló los cabellos desesperado, ya no tenía su único transporte barato a su disposición y ahora tendría que ir corriendo a casa con la lluvia encima – ¡Agh Mierda! – Ya no le quedó más y se apresuró cubriéndose con ambos brazos esperanzado de que la tempestad no aumentara en su rumbo.

0O0O0

Inglaterra 1880

En segundos la lluvia comenzó a caer de manera estrepitosa, nadie quiera percatase de lo que sucedía en el exterior de sus hogares y claro ninguno en su sano juicio saldría sin importar nada; algo para muy mala suerte de un desdichado. Unos descalzos, azulosos y arañados pies corrían entre charcos; un niño, tan pequeño y desesperado se cubría de las fastidiosas gotas con ambos brazos como podía, el cuerpo cada vez le era más pesado y sentía que en cualquier momento se desmayaría.

- ¡ngh! – Sus quejidos demostraban el frio y el dolor que sufría. En algunos instantes se detenía y trataba de divisar algún refugio a pesar de su cansada vista que este tenía, y es que el empobrecido se moría por encontrar algo, aunque fuere pequeño.

Totalmente mojado, siguió corriendo hasta que algo de cerca pudo divisar.

- ¡Po-por fin...! - Con la voz entrecortada pudo ver lo que parecía una pequeña morada de piedra y madera, sin dudarlo se ahí dirigió y entró cayendo sobre un montón paja luego de verla. Estaba tan cansado y friolento que ni se molestó en pensar en qué había caído o en donde estaba, su cuerpo se amoldó tan bien en su lecho que sintió un gran alivio el ya no saberse en peligro. El sonido de las pizcas de agua sobre el techado le hacía sentir seguro, pensando en que ninguna otra lograra tocarlo al menos por ese día. El lugar era tan cálido y seco que no tardo en quedarse dormido aun con sus ropas mojadas.

A las pocas horas, los poquísimos rayos de luz que ofrecía el día se fueron desvaneciendo de apoco junto con la lluvia, convirtiéndose en una noche de tenue llovizna.

El jovencito despertó con un escalofrió recorrerle. Abrió los ojos con pesadez y se abrazó a sí mismo no queriendo despertar de su profundo sueño... no queriendo despertar en su pesadilla.

¿Qué será del día siguiente? Era algo que el pequeño detestaba preguntarse todo el tiempo, pues siempre era la misma historia. Él, quien en todo momento buscaba un refugio, comida o siquiera un techo para cubrirse del mal clima, siempre era objeto de gritos y golpes. Y como siempre, es echado a su dolorosa realidad "Soy un niño sin hogar".

A sus tiernos años, dentro de su mente ya se maldecía a sí mismo, porque seguro había hecho algo muy malo para merecer tal suerte ¿Es que acaso hizo algo tan en verdad imperdonable y diabólico como para ser tratado así? Quisiera averiguarlo, pero, aunque lo supiera, no podría hacer nada. Era tan solo un chico y solo le quedaría esperar por algún milagro que se apiade de él, que le perdonase de lo que sea que hubiera hecho.

Miró a través de la ventana y sonrió al ver que la lluvia había parado por completo y las nubes se despejaban dejando ver un hermoso cielo estrellado, un cielo que solo se decidió a salir solo para él.

No se atrevió a moverse de su posición, quería quedarse y contemplar lo que parecía ser lo último que vería en este mundo tan sufrible.

Comenzaba a temblar y la temperatura subían a sus mejillas.

" Ya basta, por favor, ya basta..." pensó con unas cuantas lagrimas recorriendo su sonrojada cara "Quiero un mañana diferente, uno en donde ya no este triste" y con ese último pensamiento, la enfermedad que apenas nacía empezó a consumirlo dejándolo completamente inconsciente.

...

El sonido de las aves en las mañanas es algo de lo que muchos llegan a acostumbrar y más si estas te despiertan. Para este pequeño es más que natural, pero había algo que no solía sentir al despertar.

De a poco movió las manos y las recorrió sintiendo en donde se encontraba recostado, las texturas eran suaves y ricas como nunca lo hubiera sentido... ¡Una cama! ¿Pero cómo es eso posible? También estaba acobijado y un pañuelo húmedo descansaba sobre su frente. Abrió los ojos y ya no reconoció el lugar donde se encontraba antes.

Tardo en acostumbrarse a la luz del día y ya no distinguió la vieja y sucia ventana que había visto por última vez, ahora le remplazaba por una más amplia y con grandes cortinas. Se hallaba en un cuarto, uno limpio y fresco de paredes rojas con adornos dorados, un espacio por completo ajeno.

- ¿Dónde... estoy? – Susurró no completamente despierto.

Giró su panorama y pudo ver que aun lado suyo había un chico de cabellos negros, unos años mayor quizá, sentado a un lado de la cama recostando su cabeza sobre ella amoldándose con ambos brazos.

¿Qué sitio era éste? ¿Cómo llegó ahí? Todo estaba fuera de lugar para él que Intentó incorporarse de inmediato queriendo escapar, su cuerpo empezaba a tiritar de la presión pensarse estar indefenso o tal vez en peligro; todo era tan confuso.

Y antes de que pudiera hacer algo una voz suave y amigable lo detuvo.

-Tranquilo, ya todo está bien pequeño – De pronto, un hombre de mirada parda y cabello castaño rizado lo sostuvo por los hombros tratando de transmitirle confianza. El tembloroso niño le miró completamente ajeno a todo sin saber qué responder.

- ¿Qui-quienes son ustedes, por qué estoy aquí? – Preguntó sin dar rodeos un tanto a la defensiva con los puños en su pecho asustado.

El hombre le miró comprensivo, intuía que se comportaría de esa manera o de una forma similar, no quería asustarlo y por eso haría su presencia la más cómoda y serena posible.

- No temas, solo queremos ayudarte- Sonrió dándole tranquilidad- Yo soy el señor Richard y el chico junto a ti es mi hijo, Pete...- Antes de continuar, el hombre suspiró recordando la noche anterior. Fue una sorpresa para todos escuchar al pobre de Pete gritando por ayuda, pocas veces el señor Richard veía a su hijo tan desesperado y preocupado, y no era para menos, la escena de encontrar al jovencito de la mansión sosteniendo a un pequeño niño colapsando entre brazos no era algo que estaba acostumbrado a ver- Pues veras hijo, tal vez no lo recuerdes, pero anoche caíste en una terrible fiebre.

- ¿Fiebre? – No recordaba haberse sentido enfermo, solo un terrible cansancio fue lo que recobro en su mente cuando estaba sobre aquella paja.

- Había caído una fuerte lluvia y parece que no encontrabas un lugar para cubrirte – Al pequeño blondo le temblaron las manos de recordarlo – Estabas en el viejo establo de al lado, no sé cómo pasó todo, pero fue mi hijo quien te encontró y te sacó de ahí, eres muy afortunado pequeño, es un milagro que te haya sacado de ahí antes de que fuera tarde. - El señor Richard acaricio la cabeza del rubio. - Fue una noche muy dura y estamos muy felices de que ya te encuentres bien – Y lo decía con sinceridad, pues él compartió la misma preocupación que su hijo sentía al verlo tan indefenso. Ninguno de los dos se había movido en toda la noche.

El niño por su parte simplemente no terminaba de creerlo, miró al señor y al chico que dormía a su lado aun asimilándolo.

De alguna forma se sentía reconfortado, su vida en las calles no era nada comparado con lo que vivía en ese momento. Lo trataban como a un ser humano y las sonrisas del hombre le hacían entrar en un mundo de luz.

- ¿Él...ustedes, me salvaron? - El niño parpadeo mirándolos a ambos. "Alguien más fue capaz de preocuparse por mi" pensó.

Las voces ajenas hacían que Pete se removiera entre sus brazos ¿Por qué había dormido de esa manera? Levantó el rostro adecuándose a la luz y se encontró con algo que en ningún momento creyó esperar. Unos orbes color verde lo miraban intensamente queriendo transmitir algo, el mayor de los dos se quedó hipnotizado ante esas esmeraldas sintiéndose atrapado entre ellas. Después de eso logró recordar todo lo que había pasado horas antes; el niño que había encontrado se hallaba junto a él recuperado, despierto y vivo. Queriendo comprender lo que pasaba notó a su padre que también lo observaba despertar.

Richard los miró a ambos decidiendo el futuro del más pequeño, no había necesidad de palabras para darse cuenta de que el rubio no contaba con ninguna familia y mucho menos un hogar.

Si había algo en lo que el señor Richard creía es que para él las coincidencias no existían, pues siempre había fuerzas externas que destinan los caminos de las personas cruzándose con los de otros, y esta situación es una de muchas otras...

0O0O0

La lluvia cayó a todo lo que daba, pero eso no era problema para Pete. Con su enorme paraguas negro y su elegante gabardina caminaba con su andar elegante y seguro. No le molestaba empaparse, pero por esta ocasión deseaba que la lluvia no nublara su vista y le permitiera ver parte de la ciudad siendo iluminada por las luces artificiales de colores, el recorrido era solitario y ruidoso por el estado del clima ¡Que maravillosa noche de melancolia! Un hábito que considera relajante mientras grababa en su mente el particular olor que deja durante la tormenta.

Para él era un espectáculo del que aún no llegaba a acostumbrarse, siendo de un país lejano y una época tan remota todavía se sentía extraño a ese mundo tan futurista.

Con una mano en el bolsillo de la prenda se puso a pensar un poco de lo que podría venir después. De ver a su pequeño ángel.

Distraído iba en sus pensamientos que no notó que a su lado pasó una persona corriendo intentando huir de la lluvia, paso tan de cerca que sin querer chocó contra él. Pete solo se sorprendió y no perdió el equilibrio, sin embargo, quien lo había empujado si. El de ojos negros vio como un estropajo de cabellos rubios cayó sobre los charcos que se sostenia del suelo amortiguándose.

- ¡Disculpe! ¿Está usted bien? – No se demoró e intentó ayudarlo tocando su hombro mientras posaba el paraguas sobre ellos.

- ¡Ngh! – Un quejido provino del otro tomando la mano que sujetaba su hombro – Gracias.

La voz sumisa retumbó en sus oídos haciéndolo temblar "N-no puede ser..." lo miró impaciente y el misterioso chico levantó el rostro iluminándose con las luces de la ciudad dejándole ver cada marca de su delicada fisionomía.

-Di-disculpe – Los ojos verdes de Tweek violentaron sus nervios – No veía por donde corría ...

Pete sintió como un palpitar daba en su corazón y su cuerpo empezaba a emanar un calor que hacía mucho que no sentía. El tacto del rubio hizo que tuviera una regresión del pasado, uno que era imposible olvidar; cuando por primera vez se sintió atrapado entre unas esmeraldas semejantes llenas de duda y agradecimiento, como los que veía ahora.

A lo lejos, una presencia oscura observaba con picardía la escena que había logrado trazar.

-Desde este momento amigo, el tiempo avanza para ti – Dijo con una bicicleta color verde inclinándose en su regazo inmovilizada con su mano de garras afiladas. El anticristo es el responsable de la suerte de ambos.

Si le llegasen a preguntar, diría que en realidad su presencia no sería tan relevante como cualquier otro diablillo hubiera querido ¡Oh claro que no! Para Damien, de ponerse a pensar un poco más, todo el tema en cuestión es más divertido de ver cuando solo creas un sencillo movimiento, uno tan humilde y hasta ridículo, para que al final termines presenciando todo lo que una insignificante acción puede provocar.

______

Hola c: Espero les haya sido de agrado. Agradezco mucho a aquellos que les den oportunidad a esta historia :'D jeje

Si ven por ahí una incoherencia ruego que disculpen, estoy bien Juan Topo y a veces aunque lo revise mil veces se me escapa.

Estaré actualizando lo mas pronto que pueda :3 Esperaré impacientemente sus comments y si es posible sus votos. Un beso descomunal n.n

P.D. La música suelo ponerla conforme el trama del fic.

Hasta la próxima! 

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