La Niña que llegó al 221B de...

By DeyaRedfield

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Isabelle es una niña pequeña que, por desgracia, presenció el asesinato de su madre. En aquel momento, oyó al... More

Introducción
Soldiers Orders
Capítulo 1 La Pequeña que provino de Northampton
Capítulo 2 Ella me recuerda a ti
Capítulo 3 Con los archivos
Expediente 1: Samara Jones
Capítulo 4 Con tanto y con tan Poco
Capítulo 5 A mi manera
Capitulo 6 Mi Departamento, Mis Reglas
Capítulo 7 Son solo mis tormentos...
Capítulo 8 Un Peón contra el Rey
Capítulo 9 Palacio VS Castillo
Capítulo 10 Nictohilofobia I
Capítulo 11 Nictohilofobia II
El Blog del Doctor John Watson
Capítulo 12 La Vida en Baker Street
Capítulo 13 La Gracia del Saber
Capítulo 14 Imaginación Suicida
Capítulo 15 Bienvenida: Rosamund Mary Watson
Capítulo 16 Criptografía Simétrica
Capítulo 17 Vídeo manía
Capítulo 19 Encrucijadas
Capítulo 20 #OhQueHermosaMañana
Capítulo 21 Mira A Los Valientes.
Capítulo 22 Pequeña Princesa.
Capítulo 23 Trastornos Históricos
Capítulo 24 Genética Total
Capítulo 25 No es un Regalo
Capítulo 26 Las Cuatro Estaciones I
Capítulo 27 Las Cuatro Estaciones II
Capítulo 28 La Muerte y el Pirata
Capítulo 29 ¡Oh, Blanca Navidad!
Capítulo 30 Feliz Primer Año
Expediente 2: Sarah Jones
Capítulo 31 Sonata para Bell
Capítulo 32 La Gente Miente Todo el Tiempo
Capítulo 33 Gajes del Oficio
Capítulo 34 Las Damiselas de Hierro
Capítulo 35 Rebeldes con Causa
Capítulo 36 Los Chicos No Son Buenos
Capítulo 37 El Pasado siempre está Presente
Capítulo 38 Azul Profundo
El Blog del Doctor John Watson
Capítulo 39 Tierno Azúcar
Capítulo 40 Una Pausa Para Reflexionar
Capítulo 41 Cenizas y Fantasmas
Capítulo 42 Mi Corazón Arde
Expediente Final: Isabelle Elicia Jones
Capítulo 43 ¡Cuidado! El Amistoso Extraño
Capítulo 44 Salmos de Amor y Obsesión
Capítulo 45 Corazón Maternal
Capítulo 46 La Melancolía de los Ángeles
Capítulo 47 Aguas Profundas
Capítulo 48 Lazos de Sangre
Para la Niña que llegó al 221B de Baker Street
Capítulo 49 No es un Adiós, es un Hasta Pronto
Especial
¡Gracias!
Regalitos (Actualizada)

Capítulo 18 Cuentos para Dormir

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By DeyaRedfield

Si a Isabelle le preguntas: ¿Cuál era su mayor temor? Sin pensarlo ella respondería: La oscuridad.

Esa negrura era el peor enemigo de la pequeña de nueve años. Siempre buscó evitarla teniendo algo cercas para que la iluminará pero, dentro de su palacio mental, la cosa era diferente a la realidad. Las veces que Bell se adentraba, le generaban un pánico terrible rodearse por esa oscuridad, en ella lograba que la ansiedad y el pavor se hicieran presentes. Era por ello que la mayoría de las veces trató de evitar acceder, pero Sherlock Holmes se había ofrecido a ser una guía, hacer una luz en ese lugar. Un lugar que poco a poco se alumbraría.

Bell se mantuvo con sus ojos cerrados y respiró agitadamente. La imagen de su madre la había hecho ponerse a pensar en muchas cosas, tantas que no impidió entrar en su palacio mental. Ante ese acto Sherlock y Craig se miró, uno más sorprendido que el otro.

—Viejo, es en serio, ¿qué le pasa a tu hija? —preguntó Craig preocupado.

—Que no es mi hija —respondió el detective con hartazgo.

—¿Sherlock? —interrumpió Bell asustada. Ambos posaron sus ojos en ella, se veía temblorosa.

—¿Isabelle, me escuchas? —la niña afirmó—. Bien, ¿dónde estás?

—No lo sé... Está oscuro... Sherlock tengo miedo —contestó desesperada.

—Calma Isabelle. Concéntrate, solo escucha y sigue mi voz. ¿De acuerdo?

Bell no respondió, lo único que hizo fue mover sus manos en lo que parecía ser una búsqueda. Poco a poco movía sus manos con más ansiedad hasta que el temor se hizo presente.

—¡Sherlock! —llamó casi en llanto.

Ante ese llamado el mundo del detective se había cerrado; no hubo tiempo de ponerse a analizar o meditar, así que, tomó una de las manos de la niña y la apretó con suavidad.

—Aquí estoy Isabelle —respondió mientras se hincaba a su lado—. Aquí estoy.

La niña al sentir la mano del detective posó su otra mano sobre la de él y poco a poco controlo la respiración. Craig seguía sin comprender lo que pasaba.

—De acuerdo Isabelle, ¿dónde estás?

Dentro de su palacio, a su lado, Bell miró a Sherlock sosteniendo su mano y mirándole con su clásica seriedad y esperando por una respuesta. Se había controlado, su luz había llegado.

—¿Isabelle? —cuestionó molesto.

—Yo... estoy recordando...

Bien ¿Qué estás recordando?

No contesto. Bell intentó reunir toda la información que pudiese, así que, su mejor opción fue caminar y guiar a su luz en esas memorias. Sherlock sabía que, sea lo que ella estuviese recordando, debía ser importante, debía mantener la calma y esperar un resultado en la niña.

—Ah... Viejo —habló Craig; Sherlock le ignoró—. Es en serio, ¿qué diablos le pasa a tu hija?

—Vete —respondió ante esa cuestión. Craig le miró extrañado.

—¿Perdón?

—Vete —insistió mientras volteaba a mirarle con ojos nada amistosos—. Está en su palacio mental y necesita concentrarse.

—¿Palacio mental?

—¡Vete! —mantuvo una voz baja y molestó gritó.

Craig furioso por ello se alzó de su silla y a regañadientes maldijo al detective. Salió de su habitación dejando a los dos pero se olvidó de su canino Toby, quien se mantenía fiel a la pequeña. Bell y Sherlock caminaban entre la oscuridad, lo que parecía ser recorrido como un enorme pasillo, poco a poco, se convirtió en unas enormes escaleras. La niña sentía una familiaridad con el lugar, volteó a ver al detective, quien observaba analíticamente.

—Recuerdo este lugar —habló después de un largo silencio.

¿Qué es lo que recuerdas? —preguntó ansioso el detective.

Bell detuvo la caminata y bajo las memorias que almacenaba, trató que aquel lugar fuera más visible. A paso lento se formaba una oficina, de gusto exquisito, un amueblado tan moderno y elegante que era envidiable y, para finalizar, una vista de Londres hermosa.

—Aquí... —dijo sorprendida— Aquí solía trabajar mi mamá.

Sherlock vio impactado a la pequeña.

¿Magnussen? —Preguntó sin ocultar su asombro. Bell cabeceó—. ¿Estás recordando sobre Magnussen?

—¿El hombre malo? —cuestionó curiosa mientras le volteaba a ver. Sherlock afirmó, fastidiado, pero sin ocultar sus ansias.

La niña conservó la mirada en el detective para, lentamente, cambiar esa curiosidad por perplejidad. Poco a poco las piezas importantes se estaban formando en su palacio y esas piezas deberían de incluir a esa persona.

« Borreguita » se escuchó por todo el lugar. Aquella palabra, convirtiéndose en un eco molesto, retumbó sin parar. Bell apretó con todas sus fuerzas la mano de Sherlock. « Borreguita »

¿Qué pasa Isabelle? —preguntó extrañado, pero ella no dijo nada, estaba en shock.

« Borreguita. La adoración de mamá » continuó esa voz masculina y frívola. « El secreto de mamá »

Isabelle —insistió Sherlock, tratando de no sonar tan preocupado—. Isabelle, ¿qué es lo que está pasando?

« Borreguita » repitió, está vez no siendo un eco sino una voz común, a espaldas de ellos. Bell lo reconoció.  

—El hombre malo —respondió aterrorizada—. ¡Es el hombre malo, Sherlock!

En la realidad Bell se encontraba estremecida, apretando con todas sus fuerzas la mano del detective. Este no sabía qué hacer, estaba desesperado con que la niña hablará sobre Magnussen, necesitaba que dijera todo sobre él para armar las piezas más importantes, pero ella se veía en shock. Para la niña, Magnussen era un "hombre malo", un ser malévolo que solo una pequeña de su edad podría imaginar, y no la culpaba. Magnussen era un Napoleón del chantaje, un humano amenazante y temible para cualquiera, incluso para el mismo Sherlock.

El detective suspiró e hizo lo que parecía ser correcto en este momento. Su mano libre terminó de rodear las manitas de la niña y excavó en lo más profundo de si para buscar las palabras adecuadas ante esta situación.

Bell —llamó en un tono cálido que la pequeña volteó a mirarle sorprendida—. Bell, ¿qué hace el hombre malo?

Ella bajó la mirada con un miedo indescriptible para a través del rabillo de su ojo mirar a Charles Augustus Magnussen. Él portador de una sonrisa cínica, una mirada frívola y una mente calculadora, estaba a no más de cinco metros de distancia.

« ¿Por qué te esconden, borreguita? » preguntó mirando a la pequeña.

Al escucharlo la niña retomó la vista en Sherlock.

—¡Aquí está! —Gritó—. ¡Sherlock aquí está!

—Calma Bell. ¿Qué es lo que te dice? —la pequeña no respondió solo apretó más las manos—. Isabelle, por favor, dime ¿qué es lo que te dice? Yo no puedo escucharlo y no puedo ayudarte si no me dices que es lo que está diciendo. Necesito saberlo, por favor.

« ¿Por qué te esconden, borreguita? Dile a tu mami que no te esconda »

—Bo... Borreguita... —respondió a balbuceos— Me dice borreguita...

¿Borreguita? —Preguntó confuso—. ¿Por qué te dice así?

—Mi mamá me decía así... El hombres malo, sabía que mi mamá me decía así...

Magnussen acomodó sus anteojos sin dejar de observar a la temblorosa niña.

« Dile a mami que no te esconda. Ellos saben que estás aquí. Ellos van a venir por ti... »

Las palabras poco a poco se convertían en ecos resonando por todo el lugar. Bell no resistía esa horrible voz, repitiendo lo mismo e intensificándose a cada segundo. Sin más que tolerar abrió sus ojos de golpe y su primer ver fue a Toby, quien tenía su cabeza recargada en su vestido, y una cara triste le acompañaba. Sonrió con suavidad al ver al canino y sintió que apretaba algo con todas sus fuerzas, movió sus ojos para ver de qué se sostenía y observó unas manos enguantadas.

—¿Sherlock? —preguntó nerviosa.

El detective al cruzarse con esos ojitos marrones no dudó en soltar con brusquedad las manos y alzarse del suelo.

—Has vuelto —dijo con su natural seriedad mientras se acomodaba su saco—. Me alegró. Ahora, ¿qué fue lo que recuerdas de Magnussen?

Bell le observó y parpadeó confusa. Al no obtener la respuesta el detective arqueó su ceja y vio hartado a la niña.

—¿Isabelle?

—"Dile a mami que no te esconda. Ellos saben que estás aquí. Ellos van a venir por ti" —respondió en tono robótico.

Sherlock esfumó la seriedad de su rostro y mostró una cara confusa.

—¿Qué?

—"Dile a mami que no te..." —Sherlock alzó su mano y la pequeña se detuvo.

—Si escuché. A lo que voy es, ¿qué significa eso? —Bell parpadeó para finalmente encogerse de hombros. Sherlock suspiró lleno de amargura—. De acuerdo —respondió con crudeza.

—Lo siento Sherlock —mencionó la nena con un nudo en la garganta—. ¡Lo siento!

—Está bien, pero no llores... —expresó preocupado— No llores.

Bell pegó sus labios, apretándolos con suavidad, y miró al detective con unos ojitos rojizos. El detective suspiró de nuevo, al momento que posaba sus dedos sobre el hueso de su nariz, en el fondo comenzaba admirar su paciencia.

—¡Eh! —exclamó Craig desde la puerta. Ambos voltearon a verle—. ¿Ya terminó la sesión espiritista?

Bell no comprendió el sarcasmo en esa pregunta, en cambio Sherlock lo asimiló muy bien, a tal punto que se había arrepentido de negociar con el informático.

—¿Hola?

—Si Craig —respondió molesto el detective—. Ya acabo, puedes entrar.

—¡Válgame la ironía! —Exclamó molesto—. Expulsado de mi propia madriguera. ¿A dónde vamos a parar? —Ambos ignoraron la molestia y el sarcasmo del informático. Craig tomó lugar en su silla y vio a los dos—. ¿Y qué pasó? —preguntó ansioso y ambos fruncieron el ceño.

—Isabelle —habló Sherlock mirando a la pequeña—, ¿por qué no vas al jardín a jugar con Toby?

—Pero aquí no hay jardín —dijo curiosa.

—¡Ve al jardín! —exclamó. Bell no dudó en alzarse y llamar a Toby para salir al jardín descuidado del informático.

Cuando el perro y la niña desaparecieron de sus miradas, Craig observó al detective, quien no se veía muy bien que digamos.

—¿Fue algo grave?

—Necesito ver completo ese vídeo —dijo ignorando su pregunta y apuntando a la pantalla.

—De acuerdo —respondió curioso.

—Y necesito algo más.

—Ok.

—Necesito que me averigües donde enterraron a Samara Jones.

Craig miró pasmado a Sherlock Holmes pero su única respuesta fue encogerse de hombro y girar su silla hacia el monitor

—Como digas jefe —respondió sarcástico y lo primero que hizo fue reiniciar el vídeo.

"Hola señor Holmes. Mi nombre es Samara Jones y le mando este vídeo porque... mi vida y la de mi hija, pende de un hilo y usted es el único que puede ayudarnos. Así que por favor, le ruego que acepte mi caso."

Sherlock mostró una expresión fría durante aquel vídeo mensaje. Craig jamás notó expresión alguna en la cara del detective, menos cuando escuchaba la mención de su hermano. El vídeo finalizó después de ocho minutos, contando sobre su vida adolescente y su relación turbia con Mycroft.

—¿Pasa algo? —preguntó preocupado el informático, al ver que el detective no decía ni hacía nada. Sherlock negó con la cabeza.

—Búscame la información que te pedí —dijo con su tan natural frialdad. Craig alzó sus cejas y, sin más que decir, obedeció al detective.

Sherlock obnservaba a través de la ventana como la pequeña Isabelle jugaba con Toby. El perro no se veía animoso como la niña por querer jugar. Veía como ella le insistía que buscará una vara pero el perro solo observaba a la niña y como está, poco a poco, agotaba su insistir con los trucos.

—Aquí tienes —apareció Craig con una carpeta, haciendo volver a Sherlock a la realidad. Este al ver la carpeta la tomó y observó su contenido—. A Toby le agrada tu hija —soltó mientras miraba a la niña jugar con su perro.

—No es mi hija —respondió seco.

—¿Sabes que te oyes muy sospechoso cuando dices que no es tu hija? —mencionó mientras se cruzaba de brazos. El detective no dudó en alzar una mirada furiosa hacia él—. ¡Eh, yo solo digo! —exclamó.

Sherlock rodó sus ojos junto a un suspiro amargo.

—Es mi pupila —confesó retomando la vista a los papeles. Craig solo cabeceó con suavidad y no dijo nada más. Al terminar de leer los papeles, Sherlock cerró la carpeta y miró con una leve sonrisa a su nuevo informático—. Gracias. Para el próximo mes tendrás triplicada tu pensión.

Sherlock se dio la media vuelta para ir rumbo a la puerta principal y Craig se fue detrás de él. Bell, al escuchar el sonido de la puerta, volteó y miró ambos hombres salir de la casa.

—Es hora de irnos —dijo el detective mientras abotonaba su abrigo. Bell se acercó a él y Toby se fue detrás de la niña.

—¿Ya? Le estoy enseñando a Toby ir por la vara.

—En otra ocasión le enseñarás.

—Pero aún quiero jugar con Toby —confesó triste y mientras se abrazaba al canino.

—Será en otra ocasión —mencionó serio el detective.

Bell mostró un puchero en su rostro. No se iba a dar por vencida.

—¿Podemos llevarlo a Baker Street? —preguntó como última esperanza.

—La señora Hudson no permite mascotas —respondió mientras volteaba mirarle. Bell seguía con esa expresión triste sobre su rostro sin soltar a Toby, quien parecía contribuir a la tristeza mostrada. Sherlock suspiró— No podemos llevarlo a Baker Street, pero puedes visitar a Toby las veces que quieras.

—¡¿En serio?! —exclamó alegre la niña al mismo tiempo que Craig preguntó incrédulo.

—En serio —respondió Sherlock con una falsa sonrisa y volteó a mirar a Craig. Este se asustó al ver la cara del detective—. Dile que sí —susurró.

—¿Decirle sí?

—¡Hazlo! —exclamo entre dientes.

Craig se estremeció y miró a la feliz niña.

—¡Claro niña! —Contestó confuso—. Puedes visitar a Toby las veces que quieras.

—¡Si! —gritó sin dejar de abrazar a Toby, el cual ladró como respuesta. Sherlock borró su tétrica sonrisa y expulsó, muy aliviado, una gran cantidad de aire.

Después de un largo abrazo Bell se despidió de Toby y de Craig también. Bell se sostuvo del abrigo de Sherlock y ambos salieron de la residencia del informático.

En el camino, sobre la avenida más popular de Brixton, Bell observaba todo con curiosidad. La gente iba y venía, las tiendas comerciales eran llamativas y uno que otro evento sobre el pavimento hacían brillar los ojos de la niña. Sherlock, mirando lo fascinada que ella estaba, sacó su teléfono móvil y marcó un número conocido. Espero y al segundo timbre le atendieron.

— Malas noticias —dijo veloz, sin dejar que la otra persona pudiera decir "hola".

¿Qué es lo que pasa Sherlock? —Cuestionó extrañado John Watson—. ¿Descifraron la USB?

— Eso y más. Samara realizó un vídeo en donde me pide atender su caso —Sherlock detuvo la caminata al escuchar como John exclamaba un "Oh", por otro lado Bell seguía mirando cuando a ellos se acercó un mar de burbujas—. En él me cuenta sobre su vida, pero el problema es que, dividió el vídeo en tres partes.

¡Oh Diablos! —Exclamó John—. Déjame adivinar, esa USB solo contiene una parte del vídeo —mencionó preocupado.

— Así es. Samara realizó una larga nota hablando sobre su pasado, Magnussen y Mycroft.

Bueno Sherlock, no es de sorprendernos, sabemos que Mycroft tiene su pasado con Samara —dijo curioso.

—Cierto —contestó serio. Bell seguía mirando con maravilla las burbujas—. Pero hubo detalles que mi querido hermano me omitió.

¿A qué te refieres?

La niña comenzó a buscar de donde provenían aquellas burbujas cuando dio con la persona encargada de hacerlas aparecer. Era una joven pareja al otro lado de la calle.

—En el vídeo, Samara menciona ciertos detalles que Mycroft, o pareció olvidar, o quería que no los supiera.

Bell estiró el abrigo del detective y de mala gana volteó a mirarle. Ella muy emocionada apuntó hacia la pareja de burbujas, dándole a entender que quería ir. Sherlock movió su cabeza diciendo "No" y regreso la vista al frente. Bell frunció su ceño molesta.

¿Pero por qué? —preguntó John sin creerlo.

—Es lo que debo averiguar —Bell, molesta por la respuesta, se soltó del abrigo para caminar a la calle pero fue detenida por la mano del detective, quien tomó de la suya y la acercó a él—. Pero lo que nos debe de importar más son esas dos USB, en ellas tenemos la clave principal de quien mató a Samara.

Esto se está complicando cada vez más —confesó John con un enorme suspiro—, pero tienes razón, tenemos que averiguar de esas dos USB. ¿Regresaremos a Northampton?

—Así es.

¿Cuándo? —preguntó desanimado.

—Más adelante —respondió. Sabía que John quería pasar tiempo con Mary y la bebé—. Primero tengo que resolver unos pendientes y después regresaremos a Northampton.

—Perfecto Sherlock.

Quedado claro aquel asunto y dejando pasar una conversación trivial, Sherlock y John terminaron la llamada. Él guardó su móvil en su abrigo y volteó a mirar a la niña.

—¿Te dije que no te separarás de mí, verdad? —Ella cabeceó—. Perfecto, ahora retornemos a Baker Street.

Sherlock retomó la vista a la calle, pidió un taxi sin dificultad y se destinaron a Baker Street.

La noche había caído, la señora Hudson entró al living room para encontrarse con Bell recostada en el suelo y coloreando sobre hojas de máquina y a Sherlock sentado en su sofá, tranquilo y relajado, mientras leía un libro.

—¡Hora de dormir! —exclamó alegre. Bell no protestó, se puso a guardar sus colores y recoger las hojas.

Sherlock no movió la vista del libro, se mantuvo esperando hasta que la niña termino de guardar sus cosas. Una vez acabó, se acercó a la señora Hudson, lista para ir a ser arropada cuando el detective les interrumpió.

—Yo me encargo señora Hudson.

Ambas voltearon sorprendidas.

—¿Tú te encargas?

—¿No escucho? —Dijo mientras cerraba el libro—. Descansé.

Sin poder negar su sorpresa la señora Hudson se despidió de ambos y se fue rumbo a su habitación. Sherlock, estando en la puerta, cedió el pase a la niña para que subiera al segundo piso. Aún sin creerlo ella obedeció y se condujo a su habitación.

Al llegar a la habitación Isabelle se acercó a su cama y removió las sábanas para poder acostarse. Ya dentro de la cama y siendo cubierta con las sábanas hasta el cuello, gracias a Sherlock, Bell dio un gran bostezó, estaba muy cansada.

—Creo que lo hice bien —dijo victorioso el detective. Bell cabeceó a pesar de sentirse asfixiada—. No te falta nada, ¿verdad?

—El señor conejo —respondió cansada. Sherlock chasqueó los dedos y se acercó al pequeño buró donde el afamado peluche reposaba. Lo tomó y se lo entregó a la niña—. Gracias.

La pequeña abrazó a su peluche para hacerse bolita y embarcarse al sueño, pero Bell aun no debía dormir. Sherlock debía reconocer que, en el fondo, no le nació arropar a la niña, había forjado un plan para que ella hablará sobre Magnussen pero no sabía cómo actuar sin presionarle.

—Isabelle —llamó algo inquieto. Ella alzó su mirada—. Tal vez no es un buen momento pero... Pero necesito que me digas algo más sobre Magnussen.

—¿El hombre malo? —preguntó angustiosa. Al oírle Sherlock suspiró preocupado.

—Solo, solo dime una cosa —Bell negó—. Solo una cosa y... Y te contaré un cuento.

—No te sabes ningún cuento —dijo molesta. Sherlock rodó sus ojos mientras juntaba sus manos y las acercaba a sus labios—. Tú mismo me lo dijiste.

Un incómodo silencio se forjó.

—Te mentí —habló dejando caer las manos—. Si se alguno que otro cuento pero, no te contaré ninguno, al menos que me digas una sola cosa de Magnussen. Solo una. Por favor.

Los ojos marrones de la niña se cruzaron con aquellos ojos verdes grisáceos que suplicaban por esa respuesta, pero para los nueve años de la niña, ella comprendía lo que era un chantaje.

—Siempre lo supe —afirmó seria—, siempre supe que conocías cuentos para dormir.

Sherlock suspiró.

—¿Entonces? —demando ansioso.

—Quiero una cosa antes de que me preguntes.

—¿Qué?

—Antes de que me vaya a dormir, cuéntame historias. Mi favorita es Alicia en el país de las maravillas y también las que tú conozcas o las que tengas en libros.

Sherlock no ocultó la sorpresa en su rostro, la niña resultó ser más lista que él. El chantajista resultó ser chantajeado.

—De acuerdo. Me parece justo —dijo sin más opciones—. ¿Puedo preguntar?

—Ajá.

—Perfecto. Me dijiste que Magnussen te decía borreguita porque tú madre te llamaba así —Bell afirmó—. Bien, supongo que tú madre te decía así en privado, no delante de cualquiera, la única forma en la que él pudo saber que te llamaba así es porque él tenía un palacio mental. Ahora mi pregunta es: ¿Tú sabías que Magnussen tenía un palacio mental?

—Sabía que era muy listo. Y él decía que su inteligencia provenía de un lugar llamado, Apple... Apple...

—Appledore —continuó y ella afirmó.

—¡Eso! —Exclamó—. Pero es todo lo que recuerdo.

—Ok. Ya has logrado recuperar a Magnussen en tu palacio y eso era lo que importaba —ambos se miraron angustiosos—. Es hora de dormir.

—¿Y mi cuento?

—Mañana empezamos. Te lo prometo.

Bell no dijo nada más, abrazó con fuerza al señor conejo y apretó sus ojitos, esperando poder dormir. Sherlock en el fondo empezó a sentir un raro piquete que calaba en la boca de su estómago. Sentía horrible y comenzó a temer que fuera lo que solían llamar culpa. Decidió que era mejor ya retirarse de la habitación, pero ese piquete se incrementaba, sentía que le perforaría sus órganos, así que, para ya no sentir esa sensación suspiró y se maldijo por dentro.

—Isabelle —habló y ella abrió uno de sus ojos para observarle—. Puedo contarte, algunos de mis casos, como cuentos para dormir. Obvio tendré que omitir la sangre y los muertos pero supongo que te servirán para dormir.

Ella abrió sus ojos sin poder asimilar lo que acababa de escuchar y Sherlock miró curioso la reacción de la niña.

—¿De verdad?

—Si...

Esta vez la niña mostró una enorme sonrisa. Sherlock iba a contarle sobre sus casos para poder dormir, era como cuando su madre le contaba los casos del blog del tío John, pero esta vez sería la perspectiva del detective.

—¿Qué te gustaría que te contará?

—Mhhh... ¡El caso del elefante en la habitación! —exclamo animada.

—Oh sí, ese caso fue inesperadamente peculiar, dime Isabelle, ¿te das una idea de cómo meter un elefante, en habitación de cuatro metros cuadrados? —dijo mientras se desenvolvía en su tono natural. Bell negó ante esa pregunta pero escuchaba maravillada.

Después de esa anécdota llena de teorías y locuras, Bell cayó dormida, luciendo tranquila y segura, las probabilidades que tuviese alguna pesadilla eran nulas, así que antes de retirarse el detective dejo encendía una pequeña lámpara y se retiró de la habitación.

Al llegar a su living room Sherlock apreció que, ese piquete que le molestaba se había desvanecido y era un alivio, pero ignorando esa molestia, recordó que necesitaba hacer una llamada importante. Sin pensarlo más tomó su celular y marcó el número de su hermano. Mientras el tono se escuchaba tomó la información que le había pedido a Craig, y observó una hoja en especial. La llamada fue respondida.

—¿Qué sucede? —preguntó un desganado Mycroft

—¡Hola hermano mío! —Exclamó sarcástico Sherlock—. Me alegra encontraré despierto.

—¿Qué pasa, Sherlock? —insistió molesto.

—Me urge verte —dijo cambiando de tono.

—¿No puedes esperar hasta tu reunión en el parlamento?

—Esto no puede esperar Mycroft. Mañana a las tres de la tarde en el cementerio Kingsthorpe, en Northampton.

Al otro lado de la línea Mycroft Holmes frunció su ceño con confusión y sorpresa a la vez. Sherlock adivinó la expresión que su hermano mayor había tomado, no era necesario verle, el silencio lo delataba por completo. La parte de su hermano, en este caso, pronto llegaría a su fin.

—Buenas noches, Mycroft —en tono amargo, se despidió de su hermano mayor.



**

¡HOLA! ¿Cómo están mis hermanas/os Sherlockians? Espero y bien 😁
Hoy hago esta nota para compartirles algo muy lindo. Como habrán notado, ¡Habemus nueva portada! Y esto se debe a que este, su humilde fanfic, ganó el primer lugar en los PremiosSherlock del 2016, bajo la categoría "Elemental Fanfic".
Me encuentro muy sorprendida, contenta y agradecida por ello ya que a este fic, le he dedicado todo mi tiempo, cariño y amor. La historia no es perfecta y aún falta mucho por contar, pero no puedo a parar de decir lo agradecida que estoy por ello 😊
Ahora los premios Sherlock se están preparando para este 2017, si conocen de fickers o eres ficker de nuestro amado detective consultor, ¡Invítalo, nomínalo y/o únete a las categorías a anunciarse! Somos muchos en la comunidad Sherlockian de Wattpad, y estos premios son lo mejor para demostrar y premiar todas esas maravillosas historias que están por ahí. 😁
Mucha suerte a los próximos concursantes, felicidades a todos los que participaron y ganaron en los premios 2016, y gracias a PremiosSherlock por esta oportunidad para la comunidad Sherlockian.

¡Muchos besos y abrazos! Nos leeremos en los próximos capítulos.


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