La chica perfecta

By RitaHamann

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Cuando te dicen la palabra "Playboy" ¿En qué piensas? Es bastante obvio que te imaginas a un mujeriego ganánd... More

Capítulo 1: París.
3. Jodido.
4. ¿Salvación o condena?
5. ¿Dónde lo conociste?
Wattpad me odia.
6. ¿Profesor Gael?
9. Viejas costumbres.
10. Robada y perdida.

Capítulo 2: Una y otra y otra vez.

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By RitaHamann

Amelie pensó que entrar a ese lugar iba a resolver todos sus problemas. Por primera vez desde que llegó a París quiso ser una chica que rompe las reglas, entra al lado prohibido y consigue una mirada de lujuria y no unos signos de dolar en los ojos de los chicos con los que pasa el tiempo.

Mientras estaba mirando lo que se iba poner para salir ahí afuera y dejar que un hombre posea su cuerpo y su virtud, recordó las palabras del director antes de firmar el contrato.

«Puedes usar el vestidor para cambiarte. Elige lo que quieras, total terminaras sin el al final de la película»

Se sorprendió al saber que iba a empezar ese mismo día. No es que se quejara, pero le pareció extraño que no le dieran un tiempo o algo así.

Era más que evidente que el señor Jefferson buscaba su propio beneficio, sus ojos reflejaban el símbolo del dolar y obviamente no le importaba su virtud porque dijo: —Una virgen como tú puede valernos oro en el mundo de las películas románticas.

Hace tan sólo una semana había estado despidiéndose de América y ahora estaba despidiéndose de su virginidad. Tan fácil como sonaba. Parada ahí no parecía tan fácil escoger ese traje que se ajustaba a ella. En la zonas de los pechos no se ajustaba ninguno; el de ella no eran tan grandes y rebosantes como lo hacía parecer aquellos trajes.

Jefferson le había mostrado un corto vídeo antes y sabía que ella iba a ser sólo un doble para la chica que iría antes de ella. No es que se sintiera muy bien con eso, pero era lo que había. Y ella quería poner en práctica todo lo que sabía sobre actuación. El director le había dicho que los espectadores debían estar conectados con el personaje.

«Sentimientos y emociones más reales frente a la pantalla»

Ahora solo debía tratar de ajustar ese hermoso conjunto de lencería fina que encontró entre todas las cosas nuevas del gran armario. Jamás usaría ropa que estuviera sin su etiqueta o que fuera de segunda mano, así que separó los paquetes de ropa nueva de la ropa que estaba suelta.

Sus instintos le decían que corriera, que huyera de aquel lugar que profería un olor carnal por todos lados, pero una parte de ella quería vivir y tomar un riesgo por primera vez en la vida, algo en lo que pudiera centrarse y contarles a sus amigos después que no sean de sus aburridas clases en la universidad.

Cuando la chica nueva que mencionó que había abandonado su trabajo para estudiar verdadera y real actuación le proporcionó información sobre el edificio en donde trabajaba, que casualmente era donde filmaban todo tipo de películas. La chica había tenido un lugar importante en el set, pero lo había abandonado porque no era lo suyo. Amelie la había mirado como si estuviera loca por dejar algo por lo que muchas chicas como ella matarían por tener, así que se aventuró a hacer el casting y por alguna razón fue la primera en llegar y ser admitida. Demasiado fácil, se dijo.

Se alegró por aquella oportunidad y prometió dar su mejor esfuerzo.

Se aplicó por el rostro un poco de maquillaje que la hacía lucir bonita; así el hombre con el que estará no podrá ver a través de ella y toda su farsa, no verá a una mujer distinguida de la alta sociedad para tratar como un diamante, verá a una joven mujer buscando un camino a través de la fama con mucho encanto y cuerpo para el trabajo. Alguien a la que desear y tomar. Sin complicaciones.

Salió al pasillo el cual conducía a las salas del rodaje porque pensó que un tour por el edificio no estaba fuera de los límites, ya que el director le dio serias instrucciones de esperar a que alguien la llamase cuando fuera su turno. Su piel picó a través de la tela de su albornoz rosado. No había un alma en el pasillo y se estremeció, ¿dónde estaban todos?

Escuchó un gemido que sonó practicado y muy sensual. Sólo se escuchaba ese gemido, el de una mujer, y llegaba a sus oídos como una melodía a través de un estudio de grabación.

Siguió ese sonido, como si la guiase con una cuerda alrededor de la garganta, arrastrándola hasta una puerta entreabierta.

Distinguió el movimiento de la luz a través de la rendija y se asomó un poco.

Todo lo que pudo ver era a una mujer sobre sus manos y rodillas, y a un hombre desnudo detrás.

Los gemidos de la mujer se volvían desiguales, como si no pudiera controlarlo por mucho tiempo y la guiase a explotar en mil pedazos.

Las caderas del hombre desnudo se impulsaban hacia adelante mecánicamente. Atrás y adelante, y otra vez.

Lo que vio le dio nauseas y, contrariamente a ese sentimiento, un estremecimiento de deseo recorrió su cuerpo. Quería salir huyendo en la dirección contraria, pero los ángulos pronunciados de ese trasero espectacular la mantenían anclada en su sitio. Esos músculos en su espalda que se flexionaban cada vez que bombeaba la hacían sentir débil. Olvidó todas las razones por la que estaba ahí.

Pervertida, susurró su mente.

Cuando pudo apartar la vista de esa mata de pelo negro en su cabeza, se dio cuenta de las cámaras enfocándose en el rostro de la mujer.

Jefferson, el director,  se encontraba ahí, y un par de personas que no soltaban sus cámaras en ningún momento para darse un respiro.

Se sorprendió cuando se dio cuenta de que diez minutos transcurrieron desde que estaba parada ahí. ¿Qué tipo de película romántica estaban grabando?, se suponía que las cámaras captaban  la reacción del personaje desde un ángulo lejos de los genitales. No tenía sentido y no sabía que pensar, además de la pregunta que rondaba en su mente: ¿Quién tenía semejante capacidad para terminar en pie después de esa follada?

No escuchó un gemido de parte del hombre, y tampoco lo vio correrse al igual que la chica rubia lo hizo reiteradas veces. Lo supo porque ella cambió de posición y se notaba cada vez que perdía energía y otra ronda comenzaba de nuevo.

Supuso que ella ya estaría muerta de cansancio para aquel entonces.
Él cambió de posición, de modo que ella podía ver su rostro. Gotas de sudor se deslizaba  por su frente y un mechón de su cabello cayó hacia adelante obstaculizando su visión, tenía una expresión de infinita concentración.

Amelie sintió la necesidad de apartar ese cabello, de entrar en aquella habitación y sacarlo de ahí a rastras. ¿Qué hacía un chico como él ahí?, pero desde luego uno podía hacerle la misma pregunta a ella.

El chico alzó la cabeza y su cabello se apartó de sus ojos. Ella se quedó paralizada en su lugar cuando él la vio ahí, observando desde la puerta como una total pervertida.

Él derramó su mirada sobre ella, haciéndola sentir increíblemente atractiva y comestible. No había mucho que pudiera hacer ante aquellos ojos azules, solamente quedarse ahí parada observando como la miraba y al mismo tiempo empujaba sus caderas más profundo haciendo gritar a la chica debajo de él.

No la delató, tampoco apartó la mirada cuando la chica se arqueó debajo de él y sus gritos se desvanecieron.

El director dijo algo y ellos se detuvieron. La chica se retiró con una cara de satisfacción pura y se puso un albornoz igual que el que llevaba puesto ella. El contacto visual se rompió, pero siguió callado cuando el director le explicó algo y le palmeó en la espalda.

Se dio cuenta de que tenía que salir de allí cuanto antes. Ir a ese lugar había sido un error. La habían mentido de una manera humillante. Supo que debió haber leído aquel contrato antes de haber firmado cegada por la emoción. Creyó las palabras del hombre cuando le dijo que estaba ahí para hacer una pequeña escena para una película basada en un libro muy popular y la verdad le había explotado en la cara.

Mientras corría hacia el vestidor para buscar sus cosas, planeó un breve escape a América. Por suerte no les dio todos sus datos personales, no les dio su dirección y tampoco su número. La realización le dio una bofetada en la cara ¿qué empresa seria no pediría algo tan esencial como sus documentos?

Solo una estúpida como ella no se daría cuenta. Había estado toda la vida bajo el ala de su madre que cuando apenas sale de su capullo comete una tremenda estupidez.

No oyó a alguien acercarse mientras peleaba para entrar en sus jeans.

—¿Eres la que me va a reemplazar?

Alzó la cabeza y se quedó paralizada en su lugar sin decir una palabra.

La chica que había estado debajo de aquel muchacho estaba parada un paso dentro del vestidor. Parecía una de esas sexys entrenadoras del gimnasio al que ella antes iba para bajar de peso. Su cabello rubio estaba atado en una desordenada coleta alta, ni siquiera le hacía lucir fuera de lugar, y sus enormes ojos miraban hacia ella con desagrado. Llevaba una botella de agua mineral en una mano y lucía un verdadero diez en el departamento de mejores folladas hechas por el hombre.

—¿No hablas francés?

Asintió, haciendo un movimiento por primera vez. Claro que sabía hablar francés, su madre la había metido en todas las clases de idioma cuando era pequeña, forzándola a aprender más de lo que su cerebro admitía.

—Entonces sólo eres retrasada. Bueno, el director requiere de tu presencia.

Iba a decirle que se joda o que se vaya a la mierda, que no era un puta barata, pero si decía eso tal vez después tratarían de forzarle con el contrato. Además, no era propio de una señorita decir aquellas groserías.

No le dio oportunidad de pensar en una respuesta alternativa porque continuó diciendo: —No lo harás mejor que yo, así que pon tu mejor esfuerzo. Ahora, tomaré un largo descanso.

Ella se dio la vuelta y, con aire de suficiencia, desapareció por el pasillo.

Aquella mujer le cayó como un golpe en las tetas, era una verdadera puta, y si en eso ella iba a convertirse estando ahí prefería mil veces ser como su madre. Tal vez al negar a personas de ese tipo estaba siendo la niña perfecta de mamá, pero por primera vez prefería ser eso a la chica de la película pornográfica.

Cuando terminó de vestirse, salió al pasillo atendiendo a que estuviera despejado, no quería que uno de los camarógrafos la viese tratando de huir, así que fue sumamente cuidadosa al doblar la esquina.

Cuando le tocó pasar por la habitación donde minutos antes estaba parada, rezó para que nadie saliera. Al cruzar velozmente redujo su paso y soltó un suspiro.

Recordó el ascensor y pensó en lo rápido que bajaría con él, pero había mayor probabilidad de que alguien estuviese dentro o chocara con alguien en su descenso, así que no era una opción; en cambio, las escaleras sí. Porque nadie usaba las escaleras cuando había un ascensor en funcionamiento y podía subir ocho pisos sin esfuerzo.

Tomó la ruta hacia las escaleras con el fin de bajar sin obstáculos; sin embargo, lastimosamente la suerte no estaba de su parte y Jefferson salió del ascensor ajustando su chaqueta.

La vio parada allí y sus ojos se iluminaron.

—¡Amelie! Estaba yendo a buscarte, estamos casi listos sólo debemos hacer algunos ajustes.

Se acercó y puso una mano en su hombro. Tal vez vio que ella estaba trazando la distancia entre ellos y el ascensor aún abierto porque le dio un pequeño empujón hacia la dirección contraria.

—Te llevaré al cuarto del rodaje.

Su llevaré sonó a empujaré. Y Amelie no pudo pensar en otra escapatoria. Esa mano estaba pesando sobre ella, casi inmovilizándola en su sitio.

Cuando atravesaron la puerta de la habitación que milagrosamente había logrado cruzar segundos antes, escaneó el lugar. No había nadie detrás de las cámaras y sobre la cama. El lugar olía a sudor y a fluidos corporales. Era asqueroso.

—Volveré en un minuto. Puedes prepararte y ponerte cómoda.

La puerta se cerró detrás de ella y le tomó un segundo tener pegado su oído a ésta para oír los pasos desvanecerse. Puso una mano en el pomo ya lista para abrir y correr hacia las benditas escaleras cuando alguien se aclaró la garganta detrás de ella y preguntó con un bonito acento en frances: —¿Vas a algún sitio?

Fue derrotada por esa simple pregunta que la hizo cerrar fuerte los párpados y jurar por lo bajo. Tomó aire y se dio la vuelta. Abrió los ojos y se encontró con unos ojos profundamente azules que la hizo jadear.

¿Cómo no lo había visto ahí?

Una puerta detrás de él estaba abierta y se podía vislumbrar un inodoro y un lavabo.
Se dio cuenta de que había interrumpido el momento en que se vestía, porque una camisa colgaba de su mano y los botones de su vaqueros desgastados estaban desprendidos. No tenía un solo pelo en aquel cuerpo escultural. Interesante.

—¿Eres Amelie Grey?

Amelie regresó su mirada ante la mención de su nombre completo. Abrió los ojos de par en par. Aturdida dio un paso atrás que solo la condujo a chocar contra la puerta.

—Sí, yo... —tragó saliva —por favor, te pagaré, sólo tengo que salir de aquí.

Suplicarle eso a un completo extraño no era un buen plan, pero al ver que no tenía escapatoria, y que aquel muchacho no la había delatado antes, su única salida la contemplaba con una expresión indescifrable. Esa única salida pasó una mano por su cabello que estaba apuntando en todas las direcciones y lo apartó de sus ojos. —¿Quieres salir de aquí?

Amelie asintió frenéticamente. —Yo no debería estar aquí.

—¿Entonces, por qué estas aquí?

Ella iba a entrar en pánico. No había tiempo para las preguntas y respuestas o a lo que sea que él estaba jugando. Empezó a pasearse nerviosamente y a jugar con los anillos en sus dedos. —No sé que hago aquí, ni siquiera sé porqué vine aquí. Yo solo debo salir de aquí y puedo pagarte si me ayudas.

Él se rascó la barbilla. En seguida iba a saltar sobre él y sacudirlo para que la ayudase, pero apareció Jefferson y con una alegría inmensa lo saludó.

—Gael, ya conoces a Amelie, ella será la que hará contigo el antes de tu pareja.

Amelie sólo parpadeó hacia ellos con la boca abierta. No entendió una mierda de lo que dijo, y tampoco pudo creer que el tal Gael sería el que la tomaría. Tuvo que admitir que llevaba un nombre bastante lindo y un cuerpo para lamerse los dedos, pero había metido la pata al pedirle a la estrella que la sacara de aquel lugar. Por Dios, tenía diecinueve años, debía ser mas sensata con respecto a eso.

Pedirle a alguien al que tal vez no le importaba las malas decisiones de los demás y no daba una mierda por ellas fue lo peor que pudo haber hecho sin pensar en las consecuencias. Ahora sólo debía asumir el hecho de que su destino iba a ser el peor y ese chico no iba a hacer nada para ayudarla.

Estaba en serio problemas y lo había empeorado para mal.

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