•Luz En La Oscuridad•

By Crazy-Always

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Amber, tiene 18 años, y su vida no va muy bien. Tuvo que sufrir la pérdida de su madre a muy temprana edad, l... More

"Luz en la oscuridad"
1.-Conexión.
2.- Atracción.
3.-Destino y frialdad.
4.-Solo un juego.
5.- Tormento.
6.- Te necesito.
7.-¿Me quedo o me alejo?
8.- Un Mes, y novios de la nada.
9.-Maite.
10.- Oscuridad.
12.- Papá.
13.-Te necesita.
14.-Dime lo que sientes.
15.- Maldita sea, te amo.
16.-Mundo de Luz.
Epílogo.
-Song-
+

11.- Volverás a brillar.

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By Crazy-Always

Llegaron al hospital, y bajó a Amber en brazos. Aunque ésta estaba consciente, se encontraba en otro mundo lleno de dolor, del que le costaría bastante trabajo salir.

Sus ojos no brillaban como siempre lo hacían. Ian lo supo. Ese monstruoso idiota con esa estúpida mujerzuela le arrebataron esa luz que la caracteriza, pero no, no se quedará así.

La tomó en brazos, y la llevó adentro. Un policía lo siguió para explicar a los doctores, y tomar también algunas declaraciones de Ian.

Junto con el policía, llegó también Alexa. Necesitaba ver a Amber.

Cuando Ian entró con ella en brazos, trajeron de inmediato una camilla, y anotaron sus datos.

Ian explicó todo lo que había sucedido, o bueno, solo hasta el punto de lo que él sabía.

-Por favor Paco, realiza todos los exámenes necesarios, todo lo que quieras, pero verifica que ella esté bien, y que ese imbécil hijo de puta no le haya pegado alguna enfermedad.-Ian estaba desesperado. Enserio lo estaba.

-Tranquilo, está en buenas manos.-Dijo Paco, golpeando amistosamente el hombro de Ian antes de irse.

Ellos se conocían desde que la madre de Ian pasó su último tiempo en el hospital. Él fue el doctor de su madre. Paco lograba calmar a Ian cuando él iba a visitar a su mamá. Se había hecho un buen amigo de la familia, y trató de salvarla hasta el último minuto. Lamentablemente, Paco no controlaba el destino.

-Disculpe señor, necesito tomar sus declaraciones.-Dijo el policía, dirigiéndose a Ian.

-Claro.-Dijo éste en tono firme.

Se sentaron, y comenzaron a declarar todo lo vivido, junto a Alexa.

Rato después, salio Paco para dar noticias sobre Amber.

-¿Cómo está?-Dijo Ian mientras se acercaba.

-Ella está bien.-Él y Alexa soltaron un suspiro de alivio.-Por suerte no hay ninguna enfermedad de transmisión sexual, pero está débil. Deberá quedarse aquí, hasta que se curen sus heridas, y pueda recuperar fuerzas.-Ian asintió.-Ah, y... Necesitará un psicólogo... Lo que sufrió, fue muy fuerte...

-Losé, conseguiré uno lo antes posible.-Dijo Ian mientras la rabia y el odio lo carcomían por dentro.-¿Puedo pasar a verla?

-Claro, solo un momento.

-Ok.

Paco lo guió hasta la sala, y cuando entró, quiso llorar.

Vio a su chiquilla, esa chiquilla antes llena de luz y de vida, ahora yacía con su cuerpo lacio lleno de heridas, y su mirada perdida en un punto desconocido.

-Necesito un momento a solas con ella, por favor.-Dijo con un nudo en la garganta.

-Claro.-Paco hizo un gesto a las enfermeras y todos salieron del lugar.

Se acercó lento, y Amber giró con cuidado su rostro hacía él. Sus miradas chocaron, y las lágrimas comenzaron a caer de los ojos de Amber. Ian seguía soportando, pues necesitaba verse fuerte, para proteger y cuidar a su chiquilla. Se acercó a ella rápido, y la abrazó, cuidando de no tocar sus heridas.

-No sé cómo me recuperare de esto.-Decía Amber incrustada en el pecho de Ian, sin que sus lágrimas cesaran.

-Tranquila pequeña...-Ian suavizó su voz, a un tono tan sereno, que de inmediato logró tranquilizar un poco a Amber.-Esos dos hijos de puta las pagarán. Van a pagar por cada vez que te pusieron un puto dedo encima, no saldrán limpios de ésta.-Tomó un respiro, y siguió hablando.-Desde ahora no estás sola, estás conmigo. No volverás a esa casa, Amber. Te protegeré con mi vida si es necesario, pero nadie te volverá a poner un solo dedo encima. Lograremos superar esto juntos, no dejaré que apaguen lo que hay en ti, no dejaré que te opaquen...-Tomó otro respiro, y dijo decidido.-Saldrás de la oscuridad pequeña... Volverás a brillar.

Con estas palabras, se encendió una pequeña y frágil luz dentro de Amber. Era tan frágil, que apenas lograba iluminar, pero Ian sería el encargado de cuidar que esa luz no se apagué, si no que se intensifique. Dentro del roto interior de Amber, de a poco, se comienzan a levantar y a unir las piezas, y todo con tan solo esas simples palabras.

-Por favor, no me dejes.-Le dijo Amber aferrándose más a su pecho.-No puedo salir de este hoyo sin ti.-Las lágrimas aún corrían por sus ojos.

-Tranquila.-Dijo mientras acariciaba su pelo.-No me iré a ningún lado.

Paco entró momentos después, para decirle que debía irse, Amber ya no podía recibir más visitas.

Ésta, al oírlo, se aferró a su pecho.

-No, no te vayas, por favor.-Dijo entre sollozos.-Llevame contigo si es necesario, prefiero estar contigo en vez de aquí.

Ian la miró con ternura.

-Dejame hablar con Paco, ¿si?-Dijo mientras acariciaba su cabello.

Amber asintió. Sabía que Ian no la dejaría.

Salieron con Paco al pasillo.

-Por favor, deja que me la lleve.-Decía Ian un tanto suplicante.-Se que estará bien conmigo.

-Ian, sabes que no puedo...

-Si que puedes. Tú mandas toda esta puta mierda. Por favor, se que estará mejor en mi casa. Mañana puedes ir a examinarla, te pagaré.-Decía aún mas suplicante.-¡Mi madre murió en este maldito hospital carajo!

Paco se la pensó un momento. Luego miró a Amber, y se dio cuenta de algo. Había vuelto a estar como estaba cuando recién llegó. Su cara se había vuelto a tornar oscura, distinto a cuando estuvo con Ian, que incluso pudo verla mucho mejor con su compañía.

-Ok.-Ian sonrió.-Pero si empeora o algo, debes traerla.

-Gracias Paco.-Se dieron un apretón de manos.

Ian volvió adentro con Amber.

-A que no adivinas chiquilla.-Trató de hablar como si nada estuviera pasando.-Podemos largarnos de esta mierda.

Amber dio una pequeña sonrisa de lado, pero con la misma oscuridad que la abrumaba. Su cara demostraba lo rota que estaba, y eso corrompía el corazón de Ian. Odiaba ver así a la chiquilla flacucha que le robaba los pensamientos. Pero no podía demostrarse débil ahora. Debía ser mas fuerte que nunca. Por su chiquilla.

La vistió, y con cuidado la llevó hasta el auto. Amber se quejaba con cada movimiento por las heridas que tenía, pero agradecía que la sacarán de ahí y la llevarán al apartamento de Ian.

Fue todo el camino con la vista fija en la nada. Ian la miraba de reojo, sin que ella lo notara. Su labio estaba roto, tenía marcas de manos en su cuello, y chupones.- Asqueroso de mierda, las pagarás.-Pensó apretando el volante.

Llegaron y se bajaron con cuidado. Apenas entraron al apartamento, Ian llevó a Amber a la habitación, y trató de recostarla en la cama.

-Ian.-Dijo esta con su voz quebrada.-Quiero... Necesito du-ducharme.

Ian la miró sintiendo todo su dolor. Debía estar pasando por algo horrible, y quería sacarse todo lo que ese repugnante gusano le había hecho.

-Claro pequeña, ¿quieres que te ayude?-Dijo dulce, sentándose a su lado y apartando un mechón de su cara.

-No.-Dijo Amber sin poder decir mucho más.

Ian comprendió. Asintió despacio, y fue a preparar la ducha.

Cuando estuvo todo listo, Amber  entró. Cerró la puerta con llave, y se despojó de toda su ropa. Sus lágrimas comenzaron a caer. Todo su cuerpo tenía abolladuras, moretones, y heridas para nada superficiales. Se metió bajo la ducha y dejó que el agua recorriera todo su cuerpo. Las heridas se limpiaron, al igual que todo su cuerpo. Pero había algo que no se podía limpiar. Jamás olvidaría esa horrible sensación de ese imbécil tocándola, pasando sus asquerosas manos por su cuerpo. De solo recordarlo comenzó a llorar amargamente, y se puso en cuclillas en la esquina de la ducha, mientras el agua tibia seguía recorriendo su cuerpo, y mezclándose con sus lágrimas.

Amber salió en ropa interior de la ducha, e Ian la ayudó a ponerse un pijama que él mismo había comprado. Mientras se lo ponía, la observaba. Sus ojos ya no brillaban como siempre lo hacían, y su mirada estaba perdida.

-Hey.-Dijo tomando delicadamente su rostro con sus manos fuertes entre las que Amber se sentía segura.-Estarás bien. Ya no tienes que temer. No dejaré que nada malo te vuelva a pasar chiquilla, ¿comprendes?

Amber lo miró con ojos llorosos, y asintió. Al momento, sintió como sus lágrimas volvían a caer y se acurrucó en el pecho de Ian.

Éste la tomó en brazos, y la llevó a la cama. La acostó con cuidado, y se acurrucó junto a ella. El rostro de Amber estaba escondido en su pecho.

-¿Quieres que te cuente una historia chiquilla?-Dijo en un tono dulce.

Amber no dijo nada, pero Ian sintió como asentía, moviendo la cabeza.

-Cuando era pequeño, mamá siempre me la contaba, y me ayudaba a no tener miedo por las noches... Comienza así. Había en una tierra muy lejana, lejos de todo lo abrumador, un valiente caballero que luchaba cada día por mantener a salvo el castillo de su rey. Peleaba contra duendes, brujas, y hasta con dragones. Todos le tenían respeto por su valentía, pero nadie sabía su secreto... Al igual que todas las personas, tenía un miedo oculto, que no era capaz de superar... Le temía a la oscuridad, y a todo lo que hay en ella. Temía a las sombras oscuras, a como te asechan en medio de la noche. No soportaba la oscuridad. Por eso dormía todas las noches con una vela encendida. Pero resulta que un día, mientras todo el reino dormía, el rey de la oscuridad se hizo presente. Todas las luces en el reino dejaron de funcionar, ninguna vela se podía prender. El valiente caballero despertó, y se halló envuelto en una oscuridad que lo espantó. Agarró a tientas su espada, y salió al pasillo. Estaba totalmente asustado. De repente, sintió gritos en la habitación del rey. Corrió hacia allí, y al entrar, vio como una figura oscura, estaba encima del rey, queriendo matarlo. Sintió como el pecho se le apretaba, y un dolor de otro planeta se alojaba en él. No podía respirar. Había entrado en shock.
De pronto, en su mente, se dibujo la imagen de su padre, que había sido caballero antes de él. Y escuchó su voz, que le decía... no le temes a las sombras, ellas te temen a ti... Con éstas palabras, el caballero logró regular su respiración, saltó encima de la sombra que agobiaba al rey, y le enterró la espada justo en el pecho. Un grito de otro mundo se escuchó en todo el castillo, y luego la oscuridad desapareció. Las sombras se habían ido, ya no estaba más. Había logrado vencerlas.
Al otro día, el rey le dio la mano de su hija, de la cuál siempre había estado enamorado.
Y nunca olvidó las palabras de su padre, que también las incluyó en su discurso... no le temes a las sombras, ellas te temen a ti...

Ian sintió como la respiración de Amber se había calmado. Respiraba profundo. Se había dormido al fin.

Se levantó con cuidado y la tapó bien. Buscó en su wathsapp el grupo que tenía con sus amigos.

-Chicos, mañana necesito su ayuda.

Jorge: Cuenta conmigo.

Andrés: Dónde sea, cuando sea, y para lo que sea hermano.

Marcos: Allí estaré, no lo dudes.

La justicia muy bien podría hacer lo suyo, pero el no estaría tranquilo hasta hacer pagar a ese maldito con sus propias manos.

Volvió al cuarto. Amber aún dormía, pero emitía quejidos de vez en cuando. La miró con tristeza. Su Amber, esa luz que encontró en el camino, la que lo ayudó a salir de la oscuridad, no podía dejar de brillar. Esa estrella brillante tenía que seguir irradiando luz.

Se acostó junto a ella, y la abrazó con cuidado. Amber se acurrucó en su pecho. En unos minutos, cayó en un sueño profundo...

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