Bestia

Por ariadnasl

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-No te acerques demasiado. Esta oscuro haya adentro. Es donde mi demonio se esconde. Apreté los labios. El co... Más

Disclaimer
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41-Final
Agradecimientos.

Capítulo 1

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Por ariadnasl

¨

Estaba saliendo del baño. Aún  no estaba segura de ir a la fiesta. Apenas era el principio del verano y los de último año celebraban que ya salieron del bachillerato y están a punto de irse a la universidad. Muchos se van a quedar en la universidad local a ser  un estudiante mediocre y más tarde tener un trabajo mediocre.

Maldita sea Clarisa que me obliga a ir a esa condenada fiesta.  No quiero realmente ir. Prefiero quedarme en mi cuarto leyendo una de mis tantas novelas románticas, o a escribir poesía o incluso para estudiar para mi examen de ingreso a la universidad.

Mi celular antiguo y rosado comienza a vibrar y a emitir pitidos molestos. Acomodo mi bata morada ajustando el nudo. Corro por el piso de madera con los pies aún mojados a contestar el bendito celular.  Si, tal como me esperaba era Clarisa. 

-Hola. –Contesto.

-¿Lista? –Pregunta rápidamente.

-Clarisa, la fiesta empieza en dos horas, apenas salí del baño, aún no me arreglo.  

-Pues apura que pasaré antes a tu casa. Digamos una hora.

-¿Por qué?

-Para arreglarme contigo. –Hace una pausa para reírse un poco. –Y arreglarte a ti. Con todo respeto no sabes maquillarte.

-Tú me ensañaste, recuérdalo. –Digo a la defensiva.

-Fuiste la peor alumna que tuve. –Dice y después se ríe.

-Adiós Clarisa, nos vemos después. –Cuelgo.

Dejo mi celular en el mismo lugar, ajusto una vez más el nudo de mi bata. Voy a mi armario a escoger la ropa que me pondría para ir a la fiesta. Vi un short que me había regalado Clarisa el año pasado, lo he usado pero solo cuando vamos a la playa o en días de mucho calor. No lo usaría para la fiesta. Saco unos tejanos nuevos, una blusa de tirantes morada y ya.

Poco después de acabar mi labor con mi cabello el timbre sonó. Bajo por las escaleras de madera. Y a través del mosquitero de la puerta veo la cara de Clarisa. Una chica de estatura media, con un cuerpo bello, envidia de cualquiera, su cabello largo y negro. Abro la puerta y Clarisa entra de un brinquito.

-Hola, ya llegue bella. –Dice moviendo las caderas.

-Hola. –Respondo.

Mi madre apareció de la cocina con su delantal aún puesto. Se frotó las palmas en el delantal para limpiarse. Sonrió abiertamente a Clarisa y luego le dio un abrazo.

-Muchachas, ¿si van a ir a la fiesta? –Pregunta.

-Pero claro que si señora Sousa. –Le responde Clarisa.

-Y bien, nos vamos a arreglar. –Interrumpo.

-Muy bien chicas, pero creo que tú ya vienes muy bonita. –Señala lo último a Clarisa y no puedo evitar rodar los ojos.

-Muchas gracias, pero nunca hace mal una manita de gato.

-Ya basta, que vamos a llegar tarde. –Tomo la muñeca de Clarisa con fuerza.

-Te ves muy emocionada con la fiesta, pensé que no querías ir.

Gemí y la jale escaleras arriba. Oí las risas agudas de mi mamá y las risas de Clarisa mientras la acercaba a mi cuarto.

Después de tener una intensa discusión sobre el maquillaje con Clarisa al fin cedió a solo delinearme los ojos. Las sombras, rubor y todos esos no me gustaban, no me sentía yo misma. Me miré al espejo y no me reconocía.

Bajamos las escaleras y nos despedimos de mi madre, Kate Sousa. El auto de Clarisa estaba mal estacionado al frente, era un Ford Escort antiguo, de color rojo oxidado.

Me metí en el asiento de copiloto a la espera de que Clarisa abordara el asiento del conductor. Antes de entrar Clarisa fue a la cajuela y sacó algo. Abrió la puerta trasera y lo arrojó ahí. Luego se metió al carro.

-¿Qué es eso? –Pregunto.

-Una falda, si mi mamá me veía salir con eso de casa no me dejaría ir a ningún lado.

Tuvo que girar dos veces la llave ya que a la primera el auto no arrancó. Comencé a sentir el temblor del auto bajo mis muslos. Salimos por la calle oscura.

Vivíamos a las afueras de la ciudad, era muy árido y siempre hacía mucho calor. La casa en la que vivíamos mi madre y yo era antigua, era antes de mis abuelos, mi abuelo la construyo cuando era joven. Cuando mis padres se casaron mis abuelos ya habían muerto. Mis padres tenían cinco años viviendo ahí cuando yo nací. Y cuando yo cumplí doce años mi padre murió por un ataque al corazón.

La música resonaba en el pequeño auto y hacia qué temblara aún más el auto. Clarisa y yo cantábamos a todo pulmón las canciones de Taylor Swift mientras avanzábamos por las calles más iluminadas del pequeño pueblo. Pasamos al lado de la cafetería Michael’s. Nos alejamos más.

Paso una media hora antes de llegar a la parte cara de la ciudad. Subimos por la colina, avanzando por las casas que se volvían cada vez más grandes. Paró al lado de una casa enorme, con las puertas abiertas y luces moradas y rojas se podían ver por las ventanas.

Clarisa se mal estacionó en la casa de enfrente. Tomó una bolsa negra de plástico que había puesto en el asiento trasero. Se retorció por el  asiento mientas se subía la falda y se quitaba el pantalón negro que se había puesto antes. De la bolsa negra también saco un par de tacones rojos de tacón de aguja y plataforma.

Salimos del auto y Clarisa se acomodó la falda de estampado de leopardo negro. La falda era demasiado corta para mi gusto, le llegaba a la mitad del muslo. Con los tacones era más alta que yo por unos cinco centímetros. Se revolvió el cabello con las manos haciendo que su cabellera negra cayera estupendamente sobre sus pequeños hombros y espalda.

Los grandulones que estaban en la puerta de entrada se quedaron embobados por el caminar de Clarisa y casi no me prestaron atención cuando pase junto de ellos.

La casa estaba llena de chicos y chicas que salieron del último año. Clarisa y yo apenas estábamos por entrar al último año, pero ella se veía como ellos, mientras que yo me veía como una chica de primer año.

Había muchas personas que nunca antes había visto en la escuela. Las mujeres eran hermosas, altas, de piernas largas. Los hombres altos, con cuerpos de atletas.

Seguí a Clarisa a través de la casa hasta llegar a una barra improvisada. Nos sentamos en unos banquitos. Había un chico que estaba de barman, de cabello rubio y ojos miel.

-Me das un cosmo por favor. –Dijo Clarisa con voz seductora.

-Lo siento guapa, pero a lo máximo que llegamos es al vodka. –Dijo con una voz profunda.

-Bueno, dame un tequila.

-Trabajando. –El muchacho se dio vuelta y sirvió tequila en un pequeño vasito que luego le pasó a Clarisa.

-¿Y para ti? –Dijo dirigiéndose a mí.

-Solo una coca cola. –Respondí fingiendo una sonrisa.

-No, no le hagas caso, tráele una cerveza, y limón para mi tequila. –Interrumpe Clarisa tomándome de la muñeca. El chico se dio vuelta para sacar una botella de cerveza fría, la destapo y la dejó en frente de mí. –Ya tienes dieciocho años, ya puedes beber una cerveza.

-Sí, pero no me gusta mucho. –Tomo la botella y le limpio la boca con los dedos, me la llevo a los labios y le doy un trago. -¿Contenta?

-Algo. –Dirige su mirada a su tequila y lo deja otra vez en la mesa. -¡Guapo! –Grita y el chico apareció.

-¿Qué sucede linda?

-Creo que olvidaste mis limones para mi tequila.

-No los olvide, solo te los daré con una condición.

-¿Cuál?

-Dame tu teléfono, hermosa.

Ni una hora en la fiesta y Clarisa ya había conquistado a uno. Rodé los ojos mientras Clarisa escribía su teléfono en una servilleta de papel.

-Bueno, me puedes traer una Coca-Cola también. –Le digo al chico.

-Eso es con costo extra, lo único que no te cobramos es la primera bebida.

-Está bien, cóbrame lo que quieras.

No me acabé la cerveza. La dejé tirada por ahí sin que Clarisa se diera cuenta. Me había gastado más dinero comprando coca-colas aquí que comprando ropa. Había bailado un par de canciones con Clarisa porque ella estaba bailando con chicos distintos que la sacaban a bailar.

Estábamos sentadas en los mismos banquitos de la barra. Miré el reloj de mi muñeca, era la una de la mañana. Yo me estaba cayendo de sueño, me dolía la cabeza por todo el ruido de la música y de las personas.

Una bolita de chicos entró en la habitación. Al final de la fila estaba un muchacho. Mi cuerpo se estremeció al verlo. Era muy alto, con piel clara, no mucho, tampoco moreno, algo entre los dos tonos. Tenía cabello negro y alborotado. Estaba vestido con unos tejanos desgastados y rotos en una rodilla. Una playera ajustada color negro de cuello en V. Se podía ver su abdomen marcado a través de su playera.

-Wow. –Dijo con Clarisa con la boca abierta.

-¿Quién es él? –Alcancé a preguntar.

-Sat.

-¿Sat?

-Acaba de salir del último año.

Sat giró su cara hacia mí. Tenía una nariz larga y respingada. Sus labios eran finos y estaban apretados. Llevó su mano a su boca y pasó su pulgar por sus labios mientras sonreía. Sus dientes eran perfectos, un poco afilados y blancos. Me miró a los ojos mientras sonreía. No pude evitar sonrojarme. De pronto alguien lo llamó y se volteó a saludar a otro chico y después desapareció en la multitud.

-Dios, es guapísimo. –Dice Clarisa con un hilo de voz.

-SÍ.

-Vaya, hasta que te gusta alguien. –Su comentario me provocó abrir los ojos y dar un leve respingo.

-No me gusta, solo no voy a negar que está muy guapo. –Ruedo los ojos.

-Bueno.

-¿Y cómo sabes que se llama Sat? –Pregunté girando mi cara para verla a los ojos.

-Todos saben quién es Sat. Nadie se mete con él. Pero todos lo respetan. Dicen que es malvado.

-¿Malvado?

-Sí, dicen que una vez un chico, que jugaba futbol americano le dijo algo sobre su hermano y Sat lo dejo casi muerto en la acera.

-Wow.

-Si, por eso es mejor no meterse con él, además a él solo le interesan las chicas fáciles, ya sabes, esas que puede llevarse a la cama.

-No me iba a meter con él de todas maneras, ¿y cómo sabes tanto de él?

-Yo estoy enterada de todo lo que pasa en la escuela. –Agita su cabeza hacia los lados demostrando su superioridad respecto a los chismes escolares.

-Ya vi. Me sorprende que nunca me hayas hablado de él. Digo nunca paras de hablar de muchachos.

-Probablemente te lo haya mencionado pero tú nunca me escuchas cuando hablo de muchachos.

-Probablemente.

Paso rápidamente una hora. Había bebido otras dos coca-colas y Clarisa tenía el bolso repleto de papelitos con números telefónicos y ella también había dado varios. Era raro que saliera con algún chico que conociera en alguna fiesta. Era más bien un deporte para ella conseguir números de chicos, que nunca llamaba. No sé si este mal o bien pero es mi amiga y la quiero.

Después de un rato nos decidimos a irnos. Salimos por el arco que separaba al salón de la sala de estar. Había menos personas que cuando llegamos. Algunas estaban sentadas en los sillones y había algunas que estaban incluso tiradas inconscientes en el suelo.  No voy a negar que me divertí un poco.

Estábamos saliendo por la puerta principal para irnos al auto cuando una voz grave, fuerte y un poco ronca nos llamó la atención. Ambas nos giramos y vimos a Sat parado en el umbral con un brazo extendido al aire y con una botella de cerveza en la otra.

-¡Guapa! –Volvió a gritar.

Clarisa y yo nos quedamos perplejas. Miramos por la calle para ver si había alguna chica que estuviera ahí, pero no había ninguna persona de sexo femenino aparte de nosotras dos. Y estaba claro que entonces se dirigía a ella.

Sat comenzó a caminar hacia nosotras. A la medida que se acercaba entraba en pánico, suspiré hondo para tratar de obtener valor. Miré a Clarisa. Tenía una sonrisa de satisfacción. Estaba a punto de decirle que me iba a esperarla al auto cuando Sat llegó a nosotras.

-Hola. –Su voz era profunda, grave y sensual. Mi cuerpo dio una sacudida al escucharlo.

-Hola. –Dice Clarisa. Pero Sat la ignoró por completo.

-¿Cómo te llamas? –Me pregunta.

-Christina. –La voz se me escucha a un volumen bastante bajo.

-Clarisa. –Dice rápidamente mi amiga pero Sat como antes la ignoró.

-Soy Sat. –Me tiende la mano. Llevo mi mano temblorosa a su apretón seguro. Tiene la mano grande y larga con los dedos largos y delgados. –Eres muy guapa.

No pude evitar sonrojarme. Siento mi cara roja, hasta mis orejas y todo mi cuerpo se debió haber puesto rojo como un jitomate con su comentario. Miro a Clarisa en búsqueda de apoyo, pero su cara estaba indescifrable, no sé qué siente, si está enojada o feliz.

-¿Ibas en último año? –Pregunta.

-No, acabamos de entrar a último. –Responde por mi Clarisa.

Levanto mi cara para poder verlo mejor. Estaba sonriendo. Me estremezco al verlo. Casi me derrito cuando veo sus ojos. Son verdes, color aceituna, con algunos toques dorados. Muy bellos.

-Muy bien, realmente espero verte de nuevo Christina. Bello nombre, no tan hermoso como tú, claro. –Dijo y después me colocó un mechón de cabello detrás de la oreja.

-Sí, me tengo que ir. –Dije.

-No te vayas. Dame antes tu teléfono. –Dijo.

Abrí los ojos como platos. Él sonrió y sacó su celular del bolso trasero de su pantalón. Pude ver que tenía un pequeño arete en la oreja izquierda. Tocó algunos botones en su celular táctil y me lo tendió. Puse mi teléfono lentamente porque mis dedos torpes no me respondían. Se lo regrese. Él lo tomó firmemente y lo regresó a su bolsillo.

 -Adiós Christina, te llamaré y no lo olvides, me llamo Sat. 

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