Dame una razón.

By solbvs

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Denia. Un corazón roto, un alma quebrada y una mirada que busca con gritos que la salven de sí misma. Nichola... More

Prólogo
Uno
Dos
Tres
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Díez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince.

Cuatro

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By solbvs

   Sábado por la mañana. El desayuno con mamá estuvo tranquilo, luego se fue a hacer las compras para la semana mientras yo me ocupaba del aseo de nuestra casa. Para cuando ella regresó, yo tenía todo limpio y ordenado. Le ayudé a poner la mercadería en la despensa y refrigerador, mientras ella decidía qué hacer de almuerzo. El teléfono suena. No seré quien contesta. Ella va.

Me quedé sola en la cocina terminando de poner cada cosa en su lugar. Sólo escuchaba partes de la conversación que mamá tenía en la siguiente habitación. Debía ser el doctor Dobbs, se que llama para preguntar cómo va todo conmigo. Preguntas de rutina, supongo.

Mamá se acerca, sus zapatos al caminar hacen eco sobre la madera pulida.

— ¿Quién era? -pregunté yendo hasta el lavado, tomé un vaso y di el agua.

— Denisse, nos ha invitado a almorzar a su casa, hoy -contestó animada.

— ¿Quien es Denisse? -mi vaso estaba lleno, cerré el paso y bebí.

— La mamá de Nick, por supuesto.

— Y dijiste que...

— Si -se apresuró a decir ella- le dije que si, Dev.

No iba a replicar después de obtener una de sus miradas asesinas. Era una muerte súbita.

— Entonces ¿a que hora es? -Dejé el vaso en el fregadero y metí mis manos al bolsillo canguro de mi polerón.

— En una hora, así que ponte de humor mientras. Sería buen momento para usar la blusa blanca, ve a cambiarte -me dejó sola.

   Mamá dió tres golpea a la puerta de madera y yo toqué el timbre de manera molesta. Me obligó a sostener una cazata de helado justo antes de que la dueña de casa abriera para nosotras.

— Vicky -saludó Denisse a mi madre, y abrió la puerta, dejándonos entrar- Que linda estás Dev.

— Trajimos postre -comenté incómoda. Ella miró entre mis manos y una sonrisa genuina apareció en su cara. Ahora sabía que Nicholas la heredó de ella.

 Entramos directo al salón de la casa. Era una copia de la nuestra en cuanto a estructura, el amueblado y decoración era diferente, obviamente. Así que sabía exactamente como ubicarme aquí. Mamá y Denisse conversaban sobre el trabajo del Sr. Miller y yo fui hasta la cocina para poner el helado en el freezer.

Entré por la puerta doble y encontré a... ¿Cuál era su nombre?

— Oye, Joe -Nicholas había aparecido por la puerta al patio, traía un ramito con lo que parecía ser albahaca-. Dev, hola.

Joe gira con la cuchara de palo envetunada de salsa de tomates, salpicando por todos lados. Me mira. Oh, genial, otro más con aquella sonrisa.

— Hola -les saludé- traje helado.

— Ponlo allí arriba -me indicó Joe con amabilidad- ¿te gustan las pastas?

— Claro -asiento. Nicholas deja las hierbas en el mesón- ¿les ayudo en algo?

— Ya estamos acabando, gracias -Joe vuelve a las ollas y empieza a tararear algo. Le agrega las hierbas a, lo que supongo que es, la salsa.

— Oye, tu camisa está... -había estado mirando a Nicholas, su camisa se había salpicado de rojo. Debió pasar cuando su hermano se giró. Era una camisa muy bonita, lástima.

— Demonios, Joseph -se quejó- mantén tus manos quietas.

— Lo siento, ve a cambiarte antes de empezar a comer -dijo su hermano y Nicholas se retiró desabrochando los primeros botones de la camisa.

La risa de Joseph me trajo a la realidad. Lo miro ceñuda.

— ¿Puedes ir poniendo los platos en la mesa? -veo que el mesón tiene tres platos de espagueti con salsa boloñesa ya listos. Agarro dos y voy hasta la mesa en la siguiente habitación.

 Los pongo sobre los individuales, entre los cubiertos. Vuelvo a la cocina y cuando voy cruzando por las puertas, algo me hace chocar. Oigo una maldición y dudo si volver a entrar ahí, pero de todas formas lo hago. Estoy viendo a Joseph con dos platos en sus manos, intacto, bien. Entonces veo a Nicholas en el lavaplatos, sus zapatillas tenían fideos. Voltea y muestra una camisa distinta pero empapada en salsa y uno que otro fideo pegado. Maldición triple.

— Mierda, Nick no fue mi intención...

— Está bien -me detiene. Su cara de fastidio es divertida- aún me quedan camisas por ensuciar, tranquila.

— Deja que te ayude -sin pensar mucho, me acerqué y tomé un paño de cocina para limpiarle las zapatillas de la salsa. Estaba por agacharme y él me detiene por el brazo.

— No tarden -escuché a Joe decir y sus pasos desaparecieron tras la puerta.

— Déjalo, yo las limpio luego -su agarre no me dañaba, y me mantenía cerca de él. Huele a tomates. La salsa que cocinó su hermano... y pienso que el almuerzo estaba caliente ¡Debía estar quemándose!

 Mis manos buscan los botones de su camisa y empiezé a quitársela. Lo tomo por sorpresa y se queda mirándome con los ojos muy abiertos.

— ¡Qué haces! -Me agarró de las muñecas para detenerme.

— ¿No te quemó?  -Estoy sorprendida. El sigue sorprendido, mucho más que yo ¿qué estoy haciendo? Enrojezco violentamente- Nicholas, yo no... lo siento, esto es terriblemente vergonzoso.

— Estoy bien... Bueno, bien sucio pero es todo -me suelta y se pone a reír, su risa relaja mis músculos ¿Cuando empecé a tensarme?- ¿Puedes servir un plato más? Iré a cambiarme... otra vez.

- Si, si -asiento aliviada. Nicholas se va riendo aún. 

 El almuerzo estuvo genial. Al principio, Joseph se la pasó burlándose del cambio de ropa de su hermano, nuestras madres reían mucho acerca de eso. Me di cuenta de que son una familia super unida, parecen felices a pesar de que el Sr. Miller no les acompañe a menudo en las comidas, trabaja mucho. Es jefe de local en una tienda deportiva en el centro comercial. También existe un tal Kevin, ya tiene su propia familia, se mudó hace un par de años, según nos cuenta Denisse después de contestar una de sus llamadas. Franklin llega cerca de las cuatro de la tarde de lunes a viernes después de clases, así que no creo que hoy le veamos, no creo que nos quedemos por tanto tiempo aquí.

   Me molesta, en cierta forma, sentirme cómoda entre ésta gente. No me miran como si necesitara ayuda, como si estuviera loca o algo por el estilo. De hecho, pensaría que ellos no supieran que su hijo me salvó de morir intoxicada, pero lo saben y no sienten lástima por mi.

— Traeré el postre ¿quien quiere? -Denisse se pone de pié, mamá le ofrece ayuda. Todos queremos helado. Ellas van a por ello.

— La pasta estaba deliciosa, son buenos cocineros -les alago a los hermanos Miller-, gracias.

— Me divierte cocinar -confiesa Joseph sonriendo-, mi especialidad es la de hoy.

— ¿Nicholas a la boloñesa? -Bromeé.

— Claro, si te lo comiste con la mirada -genial, me salió el tiro por la culata. Siento las mejillas calientes- uh, di en el clavo.

— Cierra la boca, Joe -le riñe su hermano, Joe salta, supongo que acabó por golpearlo por debajo de la mesa.

 El postre estuvo bien. Helado de vainilla, galletas de bocado y mucha crema batida.

— Vamos -Nicholas se puso de pié y con su porción de helado salió por la por la puerta al final del pasillo, al patio.

— Ven, dejemos a las señoras cuchichear en paz -Joseph les dedicó una sonrisa a nuestras madres, luego me miró aún sonriendo, tomó la crema batida y su helado para hacer el mismo camino que su hermano menor. Le seguí los pasos.

  El patio era amplio, había una zona cercada donde Elvis tenía su casa, un lugar para sus necesidades, y sus juguetes también. La puerta estaba abierta por lo que debía andar corriendo por alguna parte. En el extremos opuesto estaba la parrilla y la terraza, todo lo demás era verde, y olía a  pasto recientemente cortado.  Nicholas había quitado uno de los cojines de las sillas de la terraza de mimbre y lo puso en el suelo para sentarse. Joseph le imitó. Volví a hacer lo mismo y me les uní.

— ¿Más crema? -asentí y él cubrió mi helado con la espuma.

— Para, es mucho -retiré mi postre- gracias.

— ¿Sabes? Pensaba que eras toda gruñidos y palabrotas -soltó de repente el mayor. Fruncí el ceño- pero estaba equivocado, lo siento.

— Yo pensaba que eras tan payaso -metí una cucharada a mi boca- y estaba en lo cierto.

Nicholas me miró con diversión.

— Es broma -dije- me agradan.

— Ah, menos mal porque si no me gustara tanto el helado, ya lo tendrías en tu cabeza -él me apuntó con su cuchara y una pequeña parte de su helado me cayó en la cara- oops.

— Lo hiciste con intención -le fulminé mientras quitaba lo pegajoso de mi mejilla derecha-, ya no me agradas tanto, Joseph.

— Ella está realmente enfadada, hermano -Nicholas se pone de pie y desaparece de mi vista- acaba de llamarte por tu nombre completo.

— Estoy tan asustado -Joseph sigue comiendo su helado como si nada. En verdad no estoy enojada, pero odio lo pegajoso en mi.

Ambos acabamos nuestros helados a la vez, me pongo de pie, él me imita, acomodamos los cojines en su lugar y cuando estoy girándome para meterme a la casa, el chorro de agua me da en la cara- ¡WOHOO, AHÍ TIENES TU LAVA-CARAS!

— ¡NICHOLAAAS! -grité tratando de que no me de en la boca- ¡Detente! 

— Ahora ya no tienes helado en la cara -deja la manguera a su lado, y me mira esperando a que explote furiosa, o algo así.

— Eres un imbécil -susurré, sin embargo. Estaba empapada- no caeré en tu juego. Me voy a mi casa.

— ¿No estás enfadada? -pregunta Joe a mi espalda, niego mientras camino. Ellos vienen tras de mi. Volteo a verlos y tienen cara de póker. 

 Suena una canción, no se de quien es y escucho la voz de Joseph responder. Eso me da una idea. Me detengo y antes de que Nicholas asimile o se haga una idea de lo que haré, estoy con la manguera en las manos y apuntándole directo a la mano con la que Joe sostiene su celular. Abre los ojos como plato y disparo el chorro contra él.

- ¡No! -Grita sorprendido el de las cejas oscuras- ¡Detente, Dev! Mi celular... Nick, detenla por Dios.

— Te haz pasado de lista -dice a mi lado y sus brazos me agarran por detrás para intentar quitarme la manguera ¿por qué lo hace así? Perfectamente pudo ir por el frente- suéltala, ya.

— No tan fácil -respondo luchando entre sus brazos.

   Logro voltearme y podría meter la manguera en su boca, pero ambos las estamos apretando y nos salpicaba la cara. Reímos como locos y estamos mojados hasta los huesos. Nick se aleja dos pasos de mi, con las manos en alto.

— Me rindo -dice entre jadeos ¿le di lucha? Interesante- ganaste, mataste el celular de Joe, y me tienes mojado. Aunque también gano, porque la vista que tengo de ti... no está nada mal.

¿Qué?

 Mierda, es un cerdo. La blusa blanca, que dijo mi madre que usara, se me había pegado al cuerpo, y dejaba expuesto un sostén de encaje que dejaba poco a la imaginación ahora que estaba mojado. Rápidamente suelto la manguera y me cubro los pechos con los brazos. Mojada, mojada, mojada. El agua escurre de mi. Mierda.

— No me mires -digo, más que indignada, nerviosa. Busco a Joseph a mi alrededor, pero se ha ido. Sólo somos Nick y yo.

Él se había quitado la camisa y la estaba estrujando con las manos. Los músculos de sus brazos de marcaban más aún. Santa mierda. Su pecho. Parecían tan suave, esculpido, como hecho a mano.

— Si sigues babeando no te secarás nunca -se burla de mi-. Como si nunca hubieras visto a alguien sin polera.

Claro que había visto hombres sin polera, sin... ropa igual. Pero ninguno como él. 

Trago saliva.

– Ya, igual eres un poco presumido, y... exhibicionista ¿no crees? -le increpo poniéndome las manos en la cintura.

— Mira quien habla, tu con ropa muestras más de lo que ves en mi.

Vuelvo a mirarme, y el acto de cubrirme me había jugando en contra y a su favor. Aquel color más oscuro de mis pechos se notaban aún más ahora. La cara, y todo el cuerpo me ardió. Me apresuré a entrar a su casa chorreando hasta poder llegar a la mía y sentirme segura.

¿Segura?

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