Defender Mi Honor (D.M.H. 1)

By EstephaniaMendez360

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Ante la sociedad londinense, la vida de Camille y Danielle Britt era perfecta, ambas hijas del Marqués de Win... More

Prólogo*
Capítulo 1*
Capítulo 2*
Capítulo 3*
Capítulo 4*
Capítulo 5*
Capítulo 6*
Capítulo 7*
Capítulo 8*
Nota
Capítulo 9*
Capítulo 10*
Capítulo 11*
Capítulo 11 parte 2*
Capítulo 12*
Capítulo 13*
Capítulo 14*
Capítulo 15*
Capítulo 15 parte 2*
Capítulo 16*
❤¡Feliz 2017!❤
Capítulo 17*
¡Eligan rápido!
Defendiendo Tu Honor (D.M.H. 1.5)
Capítulo 18*
Capítulo 18
Capítulo 19*
Capítulo 20*
Capítulo 21*
Capítulo 21 (prueba)
Capítulo 22*
Capítulo 23*
Capítulo 24*
Capítulo 25*
Capítulo 26*
Capítulo 27*
Capítulo 28*
Capítulo 29*
Capítulo 30*
Capítulo 31*
Capítulo 33*
Capítulo 34*
Capítulo 34 parte 2*
Capítulo 34 parte 3*
Capítulo 35*
Capítulo 36*
Capítulo 37*
Capítulo 38*
Capítulo 39*
Capítulo 40*
Capítulo 41*
Epílogo*
Nota
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Historia En Edición

Capítulo 32*

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By EstephaniaMendez360

28 de octubre de 1815

Me miré una vez más en el espejo y toqué mi cabello rojizo, mientras Amélie me ajustaba el corsé aún más.

Miré a través del espejo como algunas lágrimas salían de los ojos de Amélie, lo que me preocupó.—¿Amélie? ¿Estás bien?

Se limpió las lágrimas.—Sí. No se preocupe por mí, milady.

—Puedes decirme lo que quieras.—le sonreí.

—Gracias...

Después de eso, caminé junto con ella hacia el salón donde quedé de encontrarme con Clarisse.

Bajamos las grandes escaleras del hotel, y caminamos al salón donde ya estaba Clarisse con su doncella, una joven de unos quince años.

—Señora Miller.—hablé.

—Que bueno que ha llegado, señora Becher.

—Es un placer. ¿Vamos?

—Claro.

Y ambas caminamos a nuestros carruajes.

Me subí al mío y Amélie detrás de mí.

—Señora Becher.—me habló mi doncella después de unos minutos de camino.

—¿Sí?

—Yo... Bueno...—la vi nerviosa jugando con sus dedos y la mirada en otros lugares.—U-ustedes me han tra-tratado muy bien, y se los agradezco mucho, enserio, pe-pero y-yo me preguntaba, me preguntaba s-si u-usted...

Agarré sus manos y le di una sonrisa.—Amélie, dilo solamente. No me enojaré y trataré de ayudarte en lo que pueda.

—N-no es nada económico milady, es algo más...

—Trataré de ayudarte en lo que pueda.

—El día de ayer que usted me dio permiso de ir a visitar a mi familia, me di cuenta de lo mucho que los había extrañado, y no sólo a mi familia, sino que desde que me vine dejé a mi prometido aquí.—hizo una pausa.—Y él todos estos años me ha esperado y yo no pude, lo siento que no lo haya hablado antes con usted, l-lo s-siento pero le dije que me quedaría y nos casaríamos. Y y-yo quiero quedarme, quiero quedarme y casarme, formar una familia junto con él, por favor.

Me quedé muda, no supe qué decir ante tal confesión y todo lo que ella hacía, pues comenzó a derramar lágrimas y yo sólo pude quedarme viéndola, mientras lloraba desconsoladamente.

—Amélie.—la llamé después de unos segundos. Ella levantó su mirada y sólo me observó.—Yo no soy nadie para impedirte que te quedes al lado de tu familia y tu prometido, pero yo no puedo darte el permiso. Sin embargo, lo hablaré con mi esposo y haré lo posible.

—Muchas gracias, milady.

Sólo sonreí y el carruaje paró, por lo que bajamos y fuimos junto a Clarisse a cada tienda, buscando a una costurera que nos hiciera los vestidos en la menor cantidad de tiempo.

\\\\

—Muchas gracias por acompañarme.—me dijo Clarisse.

—No tienes que agradecer, yo también quería ir.

Hizo una reverencia y se fue hacia las escaleras con su doncella detrás de ella.

Empece de igual manera yo a caminar y  entonces alguien agarró mi codo.

Con el ceño fruncido, volteé hacia la persona que había agarrado mi codo. La señora Le Brun.—Si va a decirme algo...—quité mi codo.—...no me toqué sin mi autorización.

—Pero qué delicada.—dijo con burla, a lo que enfurecí.—Sólo quiero conversar.

Me di la vuelta estaba Amélie que traía  todo.—Toma...—le entregué lo que traía en manos.—...ve con el señor Becher y dile que subo enseguida.

—Con permiso.—hizo una reverencia y se fue. Yo me di la vuelta para verla, con esa sonrisa que me hacia querer golpearla.

—Señora Le Brun, le agradecería si deja de hablarme y seguirme, creo que he dejado claro con mis acciones que no estoy interesada en una amistad.

Dije y sonreí a lo que ella soltó una carcajada.—No me interesa su amistad.—dijo.—Yo sólo quiero llegar a Damien.

—¿Perdón?—dije molesta.

—Que sólo quiero llegar a Damien.

—Damien es mi esposo.

—Iba a ser mi esposo, pero lo rechacé.

—No me importa lo que él haya hecho o sido con usted, es pasado.

—Supongo que le encantaría revivir aquellos tiempos en los que escapábamos juntos a los rincones más escondidos de Wellington.

Fruncí el ceño.—Qué indecorosa, por favor tenga respeto, ahora yo soy la esposa de Damien y le repito, eso es pasado, además de que sólo me deja ver la clase de dama que es usted.

—¿Me llamó indecorosa?—soltó una carcajada.—Yo no fui la que me puse en situación comprometedora con él para obligarlo a casarse conmigo.

Abrí mis ojos con asombro.—Yo no tengo porqué hablarle de mí a usted. Le diré por última vez que la quiero lejos de mi marido, con permiso.

Agarré mi vestido y me apresuré a las escaleras, para poder subir a mi habitación, donde probablemente Damien estuviera esperándome para ir con mi tía Anáe a visitarla.

—¿Por qué tardaste tanto?—preguntó Damien cuando entré.

—Tuve un pequeño contratiempo, lo siento, ¿estás listo? Yo sólo me cambio de vestido.

Asintió y se puso en pie.—Te espero en el salón.

—No.—dije recordando a la señora Le Brun.—Será rápido, lo prometo.

—Está bien.—se dejó caer en el sillón.

Fui al pequeño cuarto, donde Amélie tenía listo mi vestido y accesorios para sólo ponerlos.

Espero que mi tía sea amable con Damien, no me gustaría que la velada sea incómoda, mi tía tiende a hablar sin pensar mucho y Damien no puede ocultar su disgusto, lo que sería horrible si mi tía lo ve hacer gestos de desagrado o disgusto.

—¿Lista?—preguntó él después de unos minutos.

—Un minuto.

Mi puse los pendientes y terminé. Salí del cuarto y me fui del brazo de Damien al carruaje.

****

—Espero y enserio hables francés.—dije en el carruaje nerviosa. Creo que estaba más nerviosa yo que él.

—Oh, por favor, Camille.

—Lo siento por estar nerviosa, pues parece que yo estoy más nerviosa que tú pero, mi tía tiende a hablar antes de pensar así que, por favor, te lo suplico, no hagas muecas ni gestos a lo que no te guste que ella diga.

—¿Por qué?

—No sé y no quiero averiguarlo.

Pasamos en silencio el resto del viaje, hasta que llegamos a la casa de mi tía Anáe, donde nos recibió felizmente y entramos tomados del brazo, a la sala donde tomaríamos el té.

—Esperen aquí, ya regreso.—dijo mi tía en francés mirando solamente a Damien, quien mantenía su cara seria.

Volteé a verlo y estiré mi mano para acomodar su cravat, y él también estiro su mano para acomodar un mechón de cabello mío.

Nos quedamos mirando el uno al otro en silencio, nuestras miradas estaban conectadas, sentía como nos acercábamos, hasta que la voz de mi tía nos sacó de aquel momento tan perfecto.

—A que las francesas son cautivadoras.—volteé de inmediato con mi tía matándola con la mirada mientras mis mejillas se encendían por aquella pequeña frase.

Escuché a Damien soltar una pequeña carcajada para después decir:—Sí, lo son.

Volteé a verlo con el ceño fruncido y él me dio una sonrisa que apenas duró unos segundos.

—Ahora me siento como una intrusa.—dijo refiriéndose a nosotros.—Pero lo seré hasta poder hablar con ustedes.

—Oh, por favor tía, creo que te dije todo la otra vez.

—Yo enserio, quiero saber cómo es que se conocieron. ¿Té?—preguntó ofreciendo una taza a cada uno.

Damien la vio y supe que la quería rechazar por su gesto, a lo que mi tía puso mucha atención. Agarré la taza y la puse en sus manos mientras le hablaba en inglés, idioma que mi tía no sabía, pues jamás le había interesado:—Acéptala, pero si quieres no la tomes.

—Bien.—dijo simplemente agarrándola.

Mi tía sonrió.

—Gracias.—dije volviendo al francés.

—Damien, señor Becher, ¿cómo prefiere ser llamado?—preguntó.

—De la manera que usted desee llamarme.

—Damien.

Reí ante su disimulación por ocultar su disgusto, no le gustaba que nadie -casi- lo llamara Damien, de hecho, sólo deja que los más allegados a él lo hagan, debería sentirme privilegiada.

—Camille, es de mala educación reírse sin motivo.—me dio una mirada de reproche y Damien una de cansancio.

—Discúlpeme tía, sólo que pienso que "señor Becher" suena mejor, ¿no lo cree?

La vi pensando.—Si, suena más formal.

—Exacto.

Damien miraba a todas partes deseando irse de una vez.

—Señor Becher, ¿qué fue lo que más le gustó de mi hermosa sobrina?

—¡Tía!—abrí los ojos a tope.—Por favor.

—¿Qué? Es curiosidad cariño.—ocultó la sonrisa detrás de su taza.—Lo escucho.

Se aclaró la garganta.—Fue su carácter, la manera en que habla, en que camina, la manera en que mira...—¿ensayó algún discurso?—...es hermosa.

—Muy profundo, señor Becher.

—Sí.

—Vuelvo el un segundo.—me levanté de mi lugar.

—¿Quieres que te acompañe?—preguntó Damien poniéndose de pie.

Iba a decir que no, pero vi su mirada de súplica por sacarlo de allí.—Por favor.

Caminó hasta mí y me ofreció su brazo, así que lo acepté y caminé a la salida no sin antes voltear y darle a mi tía una mirada de disculpa que parece haber comprendido, pues me sonrió.

Caminamos a la salida que daba a los jardines, la casa estaba cambiada a la última vez que había ido allí desde muy pequeña.

—¿Qué ocurre?—me preguntó una vez lejos.

—¿De qué?—lo miré confundida.

—Te he visto muy sospechosa estos últimos días, no sé qué te pasara, pero estás muy pensativa.¿Tiene que ver con la señora Le Brun, de la que preguntaste la otra vez?

En ese momento supe que debía preguntar.—Sí.

Se sentó junto a mí en una de las bancas, donde yo estaba sentada.—Qué es lo que pasa con ella.

—Antes que nada, ¿la conoces?

—Jamás he escuchado ese nombre, Camille.

—Ella dijo que te rechazó una vez.

Sus ojos se abrieron con asombro y de repente pude ver tristeza en estos. Volteó a otro lado y escuché:—Esmee...

—¿Esmee? ¿Se llama Esmee?

Volteó de nuevo hacia mí.—Camille, te lo diré antes de que ella te diga otras cosas que nos afecten, aunque me duela recordarlo.—dijo herido.—Y por favor, escúchame y no me juzgues, es pasado.

—Lo haré.

—Ella es Esmee Jussieu, es de aquí, de Francia. Cuando yo tenía apenas cinco años, ella llegó a Londres juntó con su familia, los señores Jussieu. Mis padres...—hizo una pausa y siguió.—...mis padres se conocieron con los de ella en una función de ópera y los llevaron a casa para la cena, con Esmee, quien tenía cuatro años, con ella iba su niñera, y yo solo tenía cinco años, pero no me gustaba estar con niñera y mis padres me la quitaron. Ella y yo, desde allí empezamos a ser amigos, luego se unió Shannon.—hice mueca de disgusto pero seguí escuchando.—Éramos muy amigos los tres, pero como nunca puede faltar...

—Se enamoraron de ti...

Asintió.—Sí, ambas, y se supone que debía sentirme orgulloso, pero no, sólo me sentí triste y traicionado por ellas, pues yo siempre las vi como hermanas, y ellas en su codicia, quisieron casarse conmigo al sólo cumplir los quince años pero, yo tenía dieciséis años, imposible, apenas iba a Eton. Cuando les dije lo que en verdad sentía, se molestaron en sobremanera que Esmee se fue un tiempo de Londres al igual que Shannon, pero apenas un poco. Días después, la casa de Wellington, durante la noche, ardió en llamas, cuando yo regresaba de una caminata, corrí y en el camino vi a Esmee bajo aquel árbol que aún permanece, estaba en llamas el árbol y ella inconsciente bajo él; la cargué y la llevé lejos, entonces me acordé de mis padres y la dejé en un lugar seguro, pero cuando llegué a mi hogar, me dijeron los sirvientes que mis padres no habían aparecido en el incendio, ellos habían desaparecido.

—Lo siento mucho...—dije.—Pero, ¿qué fue lo que lo provocó? Debieron de haber investigado.

—Nadie sabe Camille, algunos piensan que el incendio fue un descuido de los cocineros, pero yo no lo creo, ese incendio fue provocado, además de que aquel día mi madre les había dado el día a todos y cada uno de los sirvientes.

—¿Y de quién es el anillo de piedra blanca?—pregunté recordando el que vi en su habitación.—¿Era de tu madre?

—¿Cómo sabes de ese anillo? ¿Robert te dijo de él?

—Lo siento.—me sonrojé.—Yo entré un día en tu habitación y lo vi.

Él negó con la cabeza.—Ay Camille...—suspiró.—Pero bueno, dije que te diría todo y estaba olvidando esa parte.—se puso recto.—A mi madre y a mi padre les agradaba mucho Esmee, además de que su padre y el mío eran socios, así que les convenía de que nos casáramos en un futuro. Un día, mi padre llegó a mí con una caja entre sus manos, mostrándome el anillo que tú viste, y me dijo que de lo diera a Esmee como garantía de que me casaría con ella en un futuro; yo siempre quise agradar a mi padre, hacerlo feliz con mis decisiones, así que lo hice, le di el anillo unos pocos días antes del incendio. Supe que Shannon se había ido a Bath con su familia, por lo que Esmee le mandó una carta diciéndole todo, obviamente ella se molestó, pero no supe más de ella hasta años después del incendio.

—¿Tú crees...?

—Robert lo cree al igual que tú.—dijo adivinando lo que iba a decir.—Yo ya no sé qué creer.

—Gracias por contármelo.—dije sabiendo cuánto le dolía recordar.

—Está bien.

—Si gustas, le digo a mi tía que ya nos vamos, ya no quiero estar aquí.

—Es tu decisión, lo que tú quieras.

Lo miré a los ojos.—Vámonos.

*******

Bueno, espero les haya gustado!

Estephania🌸

....................................

Editado el 6/junio/2020

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