Sentía que su garganta se secaba ante el recuerdo. Sus manos sostuvieron ansiosas las hojas que leía, y lamió sus labios, consciente de que había pasado demasiado tiempo desde aquel momento y ya no había rastros de Jungkook en su boca.
La verdad era que, luego de aquella fiesta, se habían vuelto a besar otro par de veces. Por juego, porque estaban bebidos, pero jamás porque el menor lo deseara tan desesperadamente como él lo hacía. Mentiría si dijera que no le dolía, pero Jimin estaba tan enfermo de amor por él, que era capaz de aceptar incluso migajas.
Era penoso.
El tiempo pasaba y él sabía que debía de hacer un movimiento. Jungkook era inocente, un poco lento, jamás notaría sus sentimientos al menos que fuese capaz de pronunciarlos en voz alta. Y Jimin quería hacerlo, verdaderamente quería hacerlo, pero el miedo muchas veces le había ganado cuando por fin se había decidido a dar el gran paso. Arriesgar su amistad por aquel amor siempre lo había dudar.
Y se arrepintió más tarde de esas dudas; se arrepintió tantas veces. Porque llegó el día en que el mayor de sus temores se cumplió y simplemente ya no hubo vuelta atrás.
Jungkook finalmente se enamoraría de alguien, y ese alguien no se trataba de él.
♪♫♪
Entraron a la sala riendo y empujándose, como los buenos amigos que eran. Jimin había ido a buscar a Jungkook después de su clase de deporte y no había demorado en abalanzarse sobre él para secar su cabello que escurría agua tras la rápida ducha. Su maestra de coro seguramente se habría infartado de haber visto al menor siendo tan descuidado consigo mismo.
Así que ahí estaba Jimin, velando por él, persiguiéndolo para que se comportara, incluso si el chico parecía no tomarlo en serio y sólo reía yendo un paso por delante de él.
Ambos se sentaron en sus lugares habituales, Jimin por fin quitando la toalla del cabello del menor y riendo al verlo hecho un desastre. El chico sólo le enseñó la lengua con burla antes de decidirse a sacar su carpeta de música.
Las audiciones para la próxima obra de navidad con el club de teatro estaban a la vuelta de la esquina y ambos muchachos estaban ansiosos por ser elegidos entre las voces principales, sobre todo tomando en cuenta que en esa ocasión se trataba de un dueto. ¿Y para qué mentir? La mayoría sabía que Park y Jeon eran los favoritos a obtenerlo.
El menor comenzó a tararear dulcemente la canción de la audición y Jimin lo miró con una sonrisa, incapaz de concebir algo más. ¿Cómo alguien podía brillar tanto como Jungkook lo hacía?
―¿Por qué me estás mirando tanto? ―Jungkook se detuvo de repente, frunciendo levemente su ceño mientras lo miraba. Jimin sonrió, extendiendo su mano para pellizcar su mejilla.
―Jungkookie-ah, ¿cómo puedes ser tan bonito? ―Dijo con voz burlona, provocando que su amigo entornara los ojos, apartando la mirada de él. El mayor quitó su mano, deseando dejar de actuar de esa manera y tratarlo seriamente.
Porque sí, Jungkook era lindo, en realidad completamente adorable, jodidamente hermoso. Jimin estaba encandilado por esa inocente belleza y deseaba como un loco tenerla sólo para él. ¿Pero por qué no podía ser más sincero consigo mismo en vez de seguir tratándolo como un niño y reírse de él? Él hace bastante había dejado de pensar en él como un niño.
Su hombre. Jimin quería que Jungkook fuera su hombre.
―Kookie... ―Murmuró, aclarando su garganta mientras se llenaba de valor. ―Siendo honesto, pienso que eres-
―¿Qué está pasando ahí? ―El menor le interrumpió, mirando con curiosidad hacia una de las esquinas del gran salón.
Jimin giró automáticamente para encontrar a la mayoría de los estudiantes rodeando a alguien y, dándole una mirada cómplice a su amigo, se levantaron para unirse al grupo de curiosos. Abriéndose paso entre sus compañeros, rápidamente se encontraron con su maestra, quien estaba en compañía de un desconocido. El chico era alto y esbelto, facciones bastante finas. Jimin sintió un poco de envidia debido a su porte; parecía un maldito modelo.
Girándose hacia su amigo para hacer una broma, la sonrisa se desvaneció en sus labios al notar que Jungkook seguía mirando con interés al desconocido.
―Oh, chicos, que bueno que los veo ―Su maestra apenas notó la presencia de ambos, disminuyó la distancia entre ellos, con el chico alto siguiendo sus pasos. ―Quiero presentarles a Kim Taehyung, un estudiante transferido que llegó este semestre. ¡Quiere formar parte de nuestro grupo! ―La mujer se dio la vuelta para verlo, sonriente. ―Joven Kim, ellos son Jeon Jungkook y Park Jimin, parte importante de nuestro grupo ―El orgullo rebosaba en su voz.
Los tres se miraron, haciendo una pequeña reverencia con su cabeza en manera de saludo. Jimin pudo notar como la mirada de Taehyung se detenía absorta en Jungkook, quien seguía estudiándolo. Creyó que iba a explotar de cólera cuando el nuevo le sonrió de manera bastante coqueta, provocando una divertida mueca en los labios del menor.
¿Pero quién se creía que era?
―¿Puede ingresar a esta altura? ―Jimin se vio obligado a intervenir. Estaba dispuesto a todo con tal de sacar a ese tal Kim Taehyung del grupo, lejos de su mejor amigo. ―Es decir... ―Aclaró su garganta, aparentando solemnidad. ―No funciona de esa manera, no hasta donde yo sé ―Y sonrió, escrutándole, con una malicia que sólo el nuevo estudiante fue capaz de percibir.
―Tienes razón, Jimin, por supuesto que no funciona de manera tan azarosa ―Jimin comenzaba a sentirse tranquilo hasta que... ―¡No sin una prueba, claro! ―Hasta que agregó tal estupidez. ―Jungkook, cariño, ¿me haces el favor? ―La mujer rápidamente entregó una hoja a su mejor voz. ―Necesito que cantes con él
Jimin sintió que su alma escapaba de su cuerpo, la sala repentinamente sintiéndose fría. Incluso el resto de sus compañeros no podía dar crédito de aquella petición, pues estaban demasiado acostumbrados a que Jeon Jungkook trabajara única y exclusivamente con Park Jimin, su mejor amigo, otro de los favoritos. Dos voces dulces que parecían haber nacido para entrelazarse, pertenecerse.
¿Pero qué más se podía hacer? Si alguien era capaz de sacar lo mejor de una buena voz, ese era Jungkook.
Taehyung y Jungkook se acercaron, ambos sosteniendo la hoja con la canción, dándose miradas cómplices mientras intercambiaban breves palabras, poniéndose de acuerdo. Unos minutos más tarde, todos estaban rodeándoles para saber qué pasaría a continuación. Jimin se abrazaba a sí mismo, perturbado de antemano por lo que presenciaría.
Por favor, por favor, que no funcionen juntos. Rogó, pero pasó. Pasó lo que menos deseaba.
La voz de Taehyung, demasiado profunda y envolvente, se entrelazó con la voz melodiosa y dulce de Jungkook, haciendo de aquella canción la más exquisita de las armonías. El público contuvo el aliento, dejándose encantar, sintiéndose a la vez sobrellevados, porque esos dos chicos acababan de hacer una obra de arte tan bellísima, que parecía que te tomaban entre sus brazos, te quitaban el aire y te dejaban caer en un pozo sin fondo; sin retorno.
Jimin sintió que la rabia recorría sus venas. La frustración era demasiado palpable y quería llorar. Porque Jungkook era malditamente perfecto; malditamente perfecto junto al chico nuevo. Y tuvo que tragarse sus maldiciones cuando al terminar todos aplaudieron a la hermosa interpretación improvisada que ambos chicos habían regalado.
Taehyung estaba dentro.
―Gracias por tu ayuda ―Dijo Taehyung a Jungkook habiendo terminado la prueba, sonriéndole con sincero agradecimiento. ―Tienes una voz preciosa, Jungkook
Jungkook parpadeó un par de veces, preguntándose por qué él estaba siendo tan confianzudo con él al llamarlo rápidamente por su nombre. Sin embargo, en vez de cuestionárselo, sólo sonrió de regreso.
―Lo mismo digo, Taehyung-ssi ―Y terminando de decir aquello, regresó hacia su amigo que lo esperaba.
El menor no pudo evitar mostrarse confuso al notar lo aturdido que se encontraba Jimin.
―¿Jiminie? ¿Ha sucedido algo? ―Tocó su brazo, queriendo que reaccionara, sorprendiéndose un segundo más tarde cuando el muchacho simplemente lo rodeó fuertemente con sus brazos. ―¡Jimin, me estás avergonzando! ―Chilló. Demasiadas miradas habían ido a parar sobre ellos y no pudo evitar sentirse cohibido. ―¿Hyung? ―Ahora susurró, más despacio, sintiéndose nervioso ante la falta de respuestas.
―Tengo un mal presentimiento, Jungkook ―Confesó en un murmullo.
―¿Un mal presentimiento? ¿De qué se trata? ―El mayor no dijo nada y el chico suspiró, abrazándolo de regreso. Dio palmadas sobre su espalda para brindarle apoyo. ―Está bien, nada malo pasará, me tienes aquí
Lo tenía, cierto. Pero, ¿por cuánto más? Fue eso lo que se preguntó Jimin mientras sentía la intensa mirada del chico nuevo sobre ambos.
Es mío. Es mío. Es mío. Quiso decir, quiso demostrar.
Pero eso no era cierto. Jungkook no era suyo. Nunca lo fue.