Rescatando su sonrisa

By MaryKaos

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Todos cambian, todos. Incluso cuando quieras enmarcar un momento en una fotografía y mantenerlo así por siemp... More

La razón.

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By MaryKaos


A medida que los sextillizos fueron creciendo, su mundo, sus relaciones y sus posibilidades también lo habían hecho. En su propia manera, todos fueron adoptando rasgos distintivos. Quizás, a simple vista a cualquiera seguían pareciéndole solo un grupo de desordenados muchachos con el mismo rostro, pero para ese momento, en la preparatoria, ya todos habían cambiado. Sus gustos se habían definido mejor y ya no eran una solo identidad conformada por seis niños con el mismo rostro.

Osomatsu entendía esto mejor que todos los demás sextillizos, de cierta forma, él parecía distante a ese cambio o al menos su personalidad no se sentía demasiado afectada o singular como la de los menores. A él le parecía bien así, se aceptaba totalmente, y con el tiempo, aprendió también a aceptar el cambio de sus pequeños hermanos.

Sin embargo, había ciertos aspectos que más que aceptar le causaban cierta inquietud. No preguntaba abiertamente sobre estas cosas, no quería acosar a sus hermanos en asuntos que no fueran triviales, entre más privado e íntimo, Osomatsu solía ser más sutil en su acoso y en su investigación. Si el asunto era trivial o ridículo, como el gusto reciente de Choromatsu por las Idols, era escandaloso y molestoso, pero, si era más íntimo como aquella extraña y retraída actitud que Ichimatsu estaba presentando hace unos meses era mucho más sutil.

No preguntaba, no hostigaba, pero algo en él no podía mantenerse quieto. Sus pasos eran ligeros como una hoja descendiendo sobre el agua de un cristalino lago, pero se acercaban a lo que buscaba, a lo que lo molestaba y lo inquietaba profundamente.

¿Quién o qué le había robado la hermosa sonrisa a su hermanito? Era algo que por más que intentaba, no se alejaba de su mente.

—Llegaste algo tarde Ichimatsu —comentó Osomatsu llevándose un trozo de pescado frito a la boca.

Ichimatsu se paralizó un segundo, deteniendo su mano que se dirigía a las ensaladas. Los demás hermanos seguían ruidosos y hablando banalidades, pero uno que otro también se unió al cuestionamiento de Osomatsu de una manera más superficial y hasta desinteresada.

—Oh yeah, ¿En qué ha andado my little brother? ¿Quizás tienes...? —susurró al levantarse llevándose dramáticamente las manos sobre el rostro para manifestar una pose incluso más exagerada de lo apropiadamente normal—. ¿Una Ichimatsu girl?

El gatuno muchacho apretó la quijada y empuñó los palillos como si de un cuchillo se tratara enterrándolos en la pantorrilla de Karamatsu que se había levantado ceremonialmente a su lado.

Ahora, la mesa estaba incluso más ruidosa y tambaleante que antes con los gritos de dolor de Karamatsu girando de lado a lado por los palillos que parecían hasta haberse incrustado en su pierna.

—Solo me quedo a cuidar a los animales de la escuela.

—Ehhh... —susurró Osomatsu restándole interés o simulando que lo hacía, el menor estaba sumamente alterado como para golpear tan sorpresivamente a Karamatsu, no estaba controlando sus impulsos, y Osomatsu lo comprendió enseguida.

El tema era importante, era delicado.

—Si fuera una chica tampoco creo que nos la presentaría, supongo que es inútil querer saberlo todo de mis pequeños bebés.

—¿A quién le dices bebé? No me pongas a mí en el mismo grupo, es asqueroso —susurró Choromatsu con desaprobación.

—Tienes razón, los hubiera ahogado antes de quererlos de hijos, en especial a cierto amargado virgen con eyaculación precoz que por desgracia conozco —susurró mordaz Osomatsu mientras el fanático de las idols también pareció querer usar los palillos como una arma letal contra él.

La mesa y la comida se volvió incluso más ruidosa cuando una batalla digna de la edad media con palillos chinos como espadas comenzó en la casa de los Matsuno.

Otra vez parecía que Osomatsu no había llegado a nada con las preguntas sutiles, sin embargo, el alivio que sintió Ichimatsu cuando el tema de conversación se desvió totalmente del asunto de su llegada tardía a casa fue algo que de cierta forma aterró a Osomatsu.

Algo estaba pasando, algo que parecía muchas cosas menos bueno.

Osomatsu repitió una rutina para no levantar sospechas, cada día, inventaba un pretexto, una salida o una instancia para pedirle a Ichimatsu que se fuera con él al llegar al termino de las clases. Sabía el día en que ocurriría, el día en que Ichimatsu no podría irse con él, pero empezó a hacer de sus salidas una rutina para que éste no sospechara de su intriga en ese específico día.

Ese mismo día que lo invitaría a un nuevo refugio de animales que se había instalado cerca de su vecindario.

E Ichimatsu se negaría, llegando tarde como cada jueves.

—¿Ehhhh? —casi gritó Osomatsu en el amplio portón de la salida de su preparatoria—. ¿Es una broma verdad? ¿Qué podría ser más importante que salir con tu increíble hermano mayor? ¿Acaso no quieres ver a los nuevos gatitos bebitos que trajeron este miércoles?

El menor bajó la mirada, nervioso, soltando una sonrisa torcida mientras se metía sus manos en su capucha morada debajo del uniforme, apretando con fuerza sus dedos dentro de sus bolsillos tratando de encontrar un pretexto cuando lo único que quería en esos instantes era poder seguía al primero de los Matsuno, incluso si éste lo llevara al fin del mundo o hasta el final de su vida.

—T-Tengo cosas que hacer Osomatsu, no seas infantil ni hagas un berrinche por esto... —susurró, su voz se trizó un poco, nerviosa y precipitada.

Algo en ese preciso instante también pareció quebrarse en Osomatsu.

—Puedo acompañarte, y luego podemos...

—¡No! ¡Dije que no, entiéndelo! —gritó fuerte y potente haciendo que varías miradas se posaran en ambos hermanos. Ichimatsu enseguida se encogió haciéndose más pequeño y apretando la quijada, sumamente asustado de ser notado.

De que aquello que quería ocultar se supiera. Porque Ichimatsu pensaba que de alguna manera, todo era su culpa.

—Ichimatsu, teníamos un horario, ¿No? —una voz resonó entre la distancia a unas cuantos metros de donde se encontraban los dos hijos de la familia Matsuno.

El menor no levantó la mirada enseguida. Los primeros ojos que se centraron en las figuras que llamaban a Ichimatsu fueros los de Osomatsu, fijos y penetrantes.

—¿Eh? —susurró Osomatsu haciéndose el desentendido, observando a un grupo de cuatro personas con el mismo uniforme que se usaba en su preparatoria. Seguramente, eran compañeros de la clase C a la que asistía Ichimatsu.

Los chicos se acercaron con una sonrisa socarrona en su rostro y una actitud arrogante y temeraria. El mayor no hizo más que levantar ligeramente las cejas y juntar ligeramente los labios.

—Ichimatsu vienes con nosotros, ¿Verdad?

Osomatsu dejó de observar a los sujetos, ignorándolos completamente para mirar fijamente a su hermano que yacía entumido y congelado a su lado. Le tomó con cuidado del brazo despertándolo de aquel transe. El menor parpadeó y levantó la cabeza al fin correspondiendo la mirada del mayor.

—¿Qué están diciendo estos sujetos, Ichimatsu? ¡Tú saldrás con tu hermanito mayor, cierto! Hasta gastaré un poco de mi preciada, preciaaaaaada mesada en ti, ¿Qué te parece? —sonrió animado Osomatsu jalándolo suavemente a su lado.

Sin embargo, el menor no se movió, pero tampoco apartó su intensa y sentimental mirada.

—No podrá ser hoy, Osomatsu. Tengo planes, un trabajo de nuestra clase, es importante que vaya.

—Si vienes conmigo, te prometo hacerte sonreír Ichimachu... —intentó Osomatsu nuevamente, sujetando con más fuerza la muñeca del menor que tembló ligeramente.

El cuarto de la familia miró al suelo con los ojos casi apretados seguramente aguantando aquello que tanto luchaba por retener.

—Quiero ir con ellos, así la paso mejor. Ya no somos los sextillizos que tienen que hacerlo todo junto, ¿Sabes?

—Ichimatsu... —insistió con fuerza.

—Maldito mayor, solo déjame ir. Ya no eres mi líder ni el de nadie, déjame hacer lo que quiera con mi maldita vida. Ya no soy tu sombra, y nunca volveré a serlo.

Osomatsu le sonrió sutilmente a Ichimatsu incluso ante esas frías y agrías palabras mientras le daba un pequeño vistazo más a los sujetos que se empeñaban en llevárselo aquella tarde.

—Entonces, el siguiente jueves te juro que será diferente... el siguiente jueves vendrás conmigo y te haré el chico más feliz del mundo Ichimachu.

—E-Estaré ocupado... ya no molestes... —se zafó con fuerza del agarre insistente de Osomatsu dándole la espalda yendo hasta donde aquellos tipos le extendían los brazos.

El de rojo pestañeó, sin ninguna expresión visible en el rostro, observando su mano con detenimiento, aquella misma que su pequeño hermanito había apartado segundos antes. Levantó la mirada una vez más, abriendo un poco más los ojos.

—Será para el próximo jueves... —repitió Osomatsu, sin nadie que lo escuchara mientras veía a su hermanito marchándose tras la silueta de aquellos sujetos.

Algo se quebró totalmente aquel día al igual que la bella sonrisa del cuarto de los Matsuno.

Osomatsu miró con detenimiento la hora. Había otro día que aquella rutina no era precisamente puntual. Todos los jueves Ichimatsu llegaba tarde, y solo un lunes en dos semanas también parecía llegar a una hora inapropiada.

—¿Sabes a qué horas estás entrando a clases Osomatsu? Puedo aceptar un pequeño retraso... ¡Pero llegas a media jornada! No podrás entrar a la clase, retiraré ahora mismo.

Osomatsu pestañeó, mirando de reojo a Karamatsu que agitaba su cabeza de lado a lado en modo de resignación. El mayor se retiró en silencio, sin siquiera discutirle al que le parecía el profesor más amargado que ha tenido en toda la tortuosa preparatoria. Sabía que tenía cosas más importantes que hacer. Fue al baño a cambiarse, quedándose solo la capucha que llegaba debajo de la suya, una de un distintivo color morado, dejó la suya en un casillero sin dueño cerca de la clase a la que volvería asegurándose de que nadie lo haya visto.

Se desordenó el cabello y bufó al tener que poner una cara tan desanimada y muerta como la de Ichimatsu.

Esta vez, entró a una clase diferente a la que había entrado hace unos segundos, volvió a ingresar a la que había simulado estar durante toda la jornada, la clase C.

No entró como Osomatsu Matsuno, sino como Ichimatsu Matsuno.

—Permiso —pidió al entrar, inclinándose un poco.

—Toma asiento Ichimatsu —le ordenó el profesor de matemática para seguir escribiendo la ecuación en la pizarra, para éste, solo parecía que Ichimatsu había vuelto del baño.

Miró al frente, sintiéndose el mejor actor del mundo. Seguramente, él debió entrar a teatro en vez del sobreactuado de Karamatsu.

El ahora sustituto de Ichimatsu miró una vez más el reloj, meditando lo que había hecho.

Observó ligeramente por sus costados, buscando a aquellos chicos del pasado jueves, elevó un poco las cejas, un tanto sorprendido.

No estaban allí.

Aquel día había dos clases que terminaban a horarios sincronizados. La clase B y la C. Osomatsu miró hacia abajo unos segundos arreglando los cuadernos, observando con detenimientos los rallones profundos que había en aquellos libros que habían empezado solo con unos lindos gatitos como adorno. Terminó de ordenar todo en la soledad del salón despidiéndose de Choromatsu que era quien acompañaba a Ichimatsu en aquella clase.

—Ga-ti-to —susurró una voz conocida detrás de él, volteó con simplicidad mirando nuevamente el rostro de hace unos días. Eran exactamente los mismos chicos, incluso llevaban la misma ropa de aquel día.

A Osomatsu no se le olvidaba aún la asquerosa mancha de mostaza que traía el que parecía el líder de ese patético grupo. Esa mancha que seguía allí, en su manga derecha.

—Una mancha... difícil de quitar... —susurró con monotonía.

—¿Eh...? —otro de los acompañantes salió del grupo, el de cabello negro y corto con unas cejas algo gruesas y una nariz demasiado respingada—. ¿Nuestro gatito está más hablador hoy?

Osomatsu, imitando las expresiones de Ichimatsu no dijo nada, solo se acercó a ellos sintiendo la mano de uno de ellos desordenando sus cabellos y empujándolo para que los siguiera.

Caminaron aproximada veinte minutos, hasta llegar a un edificio abandonado cerca de la escuela. El mayor de los Matsuno parecía distraído sin tomar en cuenta la conversación que sostenían esos cuatro sujetos. Miró el lugar, seguramente fue algún centro de reuniones o algo similar en su pasado. Ahora, su interior solo era adornado con manchas, trapos sucios, colillas de cigarros, cervezas y uno que otro preservativo.

Se detuvo en medio de uno de los cuartos de atrás, volteó a ver un colchón con unas cuantas sábanas que no combinaban con el resto del recinto. Estas parecían mucho más limpias y recientes. Los ojos caídos que trataban de imitar a los de Ichimatsu se abrieron detallando cada rincón de esa habitación.

—Hey, te estamos hablando Ichimatsu —lo reprendió uno de los sujetos—. Si empiezas pronto solo jugaremos con tu boca esta vez, ¿Bien? Esta vez me toca a mí... —sonrió el último de los sujetos, moreno y de estatura media, marcando las comisuras de sus labios más de lo necesario haciendo que los rasgos desagradables se marcaran en su ya poco agraciado rostro.

Osomatsu se quedó mirando la cama, sin responder a nada. Una parte de él consideró que lo que podría estar pasando era incluso obvio, pero no fue hasta que estuvo allí, parado en los mismos zapatos que Ichimatsu que aquella desagradable y horrible sensación empezó a escocerle los ojos y a presionarle el pecho.

Algo en él quiso creer que solo se trataba de un acoso escolar. Estúpidos brabucones tratando de hacerse los fuertes humillando y golpeando a otros o tratándolos como simples esclavos.

Esperó eso, en realidad quiso esperarlo.

Pero eso de allí era diferente. Eso de allí era algo que difícilmente se podría borrar.

Una mancha persistente.

¿Cómo podría devolverle la sonrisa a Ichimatsu después de eso? Era lo que el mayor de los Matsuno se preguntó segundo tras segundo en esa sucia habitación.

Los dos de atrás se hartaron de llamarlo a gritos para que obedeciera y lo obligaron a arrodillarse dejando de lado aquel pequeño transe al que había entrado. Sin embargo, Osomatsu siguió mirando fijamente el suelo con los ojos abiertos de par en par mientras sin ningún sollozo ni ruido saladas y gruesas lágrimas corrían a través de sus ojos acabando en el manchado suelo.

—Woahhh, ¿Qué tenemos aquí? ¿Qué te sucede pequeño? ¿Estás llorando gatito? ¿Tan pronto? ¿No te alegra que hoy solo queramos tu boquita? Antes parecía agradarte más de esa manera, ¿Eh? Así no llorabas tanto.

Osomatsu no respondió ni levantó la cabeza hasta que sintió su cabello ser jalado obligándolo a mirar a esos asquerosos sujetos.

—Ichimatsu... mi hermanito... —susurró, manteniendo la mirada penetrante en ellos mientras una que otra lágrima se deslizaba aun por su mejilla—. Mi lindo hermano... su linda sonrisa, lo tocaron de una forma irreparable.

Los otros se miraron entre ellos, mientras una sonrisa amplia y socarrona de formó en cada uno de sus rostros.

—¿Eres otro de ellos? ¿Acaso se turnan para esto? —se rio con potencia el tercero, el más pequeño que parecía que solo obedecía a los demás—. ¿Les gusta eso? ¿Tomar el lugar? ¿Se sienten heroicos? Ichimachu también lo fue, ¿Verdad? ¿A quién tenemos esta vez? ¿Acaso todos los molestos sextillizos son unas putitas arrogantes?

—De alguna forma... —abrió los ojos Osomatsu, soltando una sonrisa de sus labios—. La traeré devuelta, porque soy el mayor, porque lo amo.

—¡En serio! ¿Qué tenemos aquí? ¿Estás un poco celosito? ¿Qué tipo de relación tenían? ¡Qué miedo, qué miedo! —se burló el de cabello corto acabando la frase con una sonora carcajada.

—Devuélvanme... la sonrisa de mi hermano menor —sonrió el mayor nuevamente.

—¿Eh? ¡Este tipo está realmente mal de la cabeza, eh! —se rieron a coro nuevamente, mientras el de cabello desordenado hacia atrás daba un paso en frente—. Sujétenlo, cambio de planes, como no es Ichimatsu yo pido su boca primero.

El grupo entero siguió riéndose, mientras el que acababa de hablar se desabrochaba el pantalón—. ¿Eh? ¿Acaso no me escucharon? Devuélvanmela... —repitió, entrecerrando los ojos y abriendo una sonrisa más amplía y vigorosa—. Devuélvanmela.

Osomatsu llegó más temprano que sus hermanos aquel día lunes, estaba algo perdido, vagando, pero sus labios soltaban una pequeña sonrisa, estaba de humor.

Se dirigió a su habitación abriendo el armario, allí, encogido en un espacio restante lo suficientemente grande para que cupiera se hallaba durmiendo Ichimatsu enroscado como un pequeño y lindo gatito. El mayor se enterneció, acariciando las hebras negras que se deslizaban entre sus dedos.

—El jueves... iremos al refugio Ichimatsu —fue todo lo que dijo con una suave y cálida sonrisa en los labios acercándose ligeramente a la mejilla del menor depositando un pequeño beso.

Era miércoles ya a media jornada escolar. Todo el colegio fue citado a una pequeña reunión.

Ichimatsu miró hacia todos lados nervioso hasta que sintió como alguien le apretaba cálidamente los dedos soltándolos al instante, pero dándole el confort necesario.

—¡Aquí estás Ichimachu! ¿Me extrañabas?

El cuarto no habló, subiendo y bajando la mirada vacilantemente.

Los demás Matsuno llegaron de forma gradual sentándose en las filas traseras para poder hablar sin tener que guardar tanto silencio en el enorme auditorio donde se realizaba el anuncio.

"Cuatro estudiantes de este establecimiento se encuentran desaparecidos hace dos días, si alguien sabe algo de ellos por favor comuníquese con las autoridades pertinente y entregue todos los antecedentes que pueda aportar" era el comentario más repetido que había comenzado a ser trasmitido desde la mañana de ese miércoles.

—Wow, gente desaparecida, ¿Será que los sextillizos de la familia Matsuno se verán envueltos en una increíble y trágica contienda contra una oscura y temible amenaza? ¿Qué nos deparará el destino? ¿Seré quizás yo, el siguiente elegido en esta terrible cadena? ¿Podré evitar mi trágico destino? ¿Podré revelarle al mundo el culpable o terminaré pereciendo en manos de mi---? ¡Ugh! —terminó por fin en un quejido.

—Solo cállate de una vez Karamatsu, ojalá y alguien en serio te secuestre de una vez —suspiró Choromatsu dándole una vez más un pequeño codazo a su doloroso y exagerado hermano.

Aunque el asunto de la desaparición de cuatro compañeros en un solo día no era algo del todo pequeño.

—Creo que se perdieron desde el lunes y aún no se les encuentra... ¡Quizás se metieron en un problema! ¡Quizás se metieron con chicos más malos que ellos!

—Oh, my little Jyushimatsu, ¿Los conocías?

—¡Síp síp! ¡Eran de mi clase! ¡Eran raros, raros! Aunque creo que yo no les agradaba mucho pero... ¡Ichimatsu se juntaba con ellos! ¡Sí, se juntaba con ellos! —comentó animado Jyushimatsu a modo de curiosidad mientras las miradas se centraban en el cuarto menor nuevamente.

Ichimatsu levantó la mirada y luego la bajó nervioso sin saber qué decir, esos sujetos, aquel lunes... solo ese lunes él no los vio, ese día ni siquiera asistió a la escuela. La simple idea de que la gente lo relacionara con ellos lo asustaba. Ichimatsu apretó los labios, desesperado. Si llegaban a buscarlos y encontrarlos quizás alguien llegaría a descubrir qué tipo de relación realmente lo ataba a ellos.

Y eso era lo último que Ichimatsu podría soportar.

Algo que el primero de los hijos de la familia Matsuno sabía mejor que nadie.

—Yo estaba enfermo así que...

—Me fui con él más temprano ese día —lo interrumpió Osomatsu.

—¿Después de que te suspendieran no fuiste a vagar? ¡Raroooooo! —se burló Todomatsu socarronamente.

—Puedo ser un buen hermano mayor, ¿Saben? —encaró ofendido el mayor mientras le botaba la linda libretita rosada a Todomatsu donde garabateaba algunos dibujos.

Ichimatsu abrió sus siempre decaídos ojos sin comprender. Se llevó la mano a la cabeza tratando de recordar algo de lo mencionado por su contrario. Él no había asistido a la escuela ese día... es más, no había despertado en gran parte del día, esa era una de las únicas cosas que recordaba de ese día.

Y la segunda, estar recostado entre los brazos de...

—Osomatsu... —repitió casi en un jadeo mientras sentía un sudor frío recorrerle el cuerpo.

Había algo allí que Ichimatsu no podía hacer calzar.

—Shhh, hay que guardar silencio —sonrió Osomatsu, mirando fijamente al menor que tembló ligeramente por la mirada tan fija de su hermano—. O nos castigarán.

Finalizó llevando su mano hasta el desordenado cabello de su contrario. Ichimatsu guardó silencio como el mayor le recomendó, pero era completamente consciente que aquella señal difería totalmente de solo guardar silencio para respetar aquel anuncio escolar.

Era algo totalmente diferente.

Era jueves por la tarde, el timbre sonó una vez más marcando el final de las clases nuevamente. Osomatsu e Ichimatsu iban en silencio, o al menos, sin conversar. El mayor se balanceó de lado a lado tarareando una pegajosa canción que había estado de moda esos últimos días.

—Lo de que me fui contigo aquel día...

—Los gatitos... ¡Al fin podremos verlos! Sé que el más pequeño te encantará Ichimatsu.

El aludido se mordió los labios, casi tartamudeando para poder hablar. Esos cuatro seguían sin aparecer y los eventos de ese día eran difusos, y sin embargo, con tan solo mirar al mayor parecía que todo estaba increíblemente claro como si hubiera sido tallado en piedra. Era cristalino y a la vez cubierto en un rojo sofocante que solo podía definirse como Osomatsu Matsuno.

—Aquella mañana tú hiciste que yo... en la escuela... nosotros nunca nos fuimos juntos, pero tú lograste que ambos estuviéramos. Tú podrías, quiero decir, es imposible insinuar algo así pero...

El mayor se rio sonoramente mientras pasaba su brazo derecho sobre los hombros del muchacho de morado atrayéndolo hacia él—. ¿No te dije que había que guardar silencio? Es obvio que ves a través de mí como yo veo a través de ti.

Ichimatsu jadeó, apenas sabiendo si dar otro paso hacia adelante—. Tú... entonces en serio tú...

Osomatsu se detuvo a media calle, tomando repentinamente de los hombros al menor manteniendo aquella suave sonrisa—. Para la próxima Ichimatsu, solo cuéntaselo a tu hermano mayor, ¿Bien...? La próxima vez, solo cuéntamelo antes de que me sea imposible retroceder.

El silencio se prolongó una vez más. Un escalofrío recorrió el cuerpo entero del menor sin saber bien cómo reaccionar, entumido en una sensación de alivio, terror y agradecimiento al mismo tiempo.

—Osomatsu tú... —el más joven abrió los ojos queriendo retroceder por unos segundos, sin embargo, su cuerpo permaneció estático, simplemente no podía huir de él, aunque Osomatsu fuera un monstruo, un demonio o un ser despiadado, no podría huir de él—. ¿Por qué...?

Osomatsu infló las mejillas conteniendo una risa que escapó acelerada y algo errática de sus labios ante tan obvia pregunta que se cuestionaba su hermano menor—. Porque te amo a ti y amo tu adorable, única y especial sonrisa Ichimachu, yo tan solo... hice lo que debía hacerse para recuperarla. Y aunque no esté intacta aún, sé que algún día la recuperaré. No había otra forma... de deshacerse completamente de tu amargura que no fuera esta Ichimatsu, porque te conozco. Porque tú eres mi preciado, preciado hermanito menor.

—Osomatsu...

—Además, te lo dije, ¿No? Te haré feliz... el chico más feliz del mundo. Y lo que hice solo es un simple e inevitable... primer paso, aún tenemos mucho más por hacer para que vuelvas a ser feliz mi sombrío hermanito, ¡Juntos, tú y yo Ichimatsu!

Ichimatsu se quedó estático, contemplando a Osomatsu luego de esas palabras. Ichimatsu pensó que Osomatsu estaba totalmente equivocado, su sonrisa no era nada especial ni fabulosa, o al menos eso pensaba el menor de su propia existencia y su sonrisa.

Sin embargo, la sonrisa de Osomatsu en aquellos instantes era diferente, era única y cargada de fuertes sentimientos.

Era la sonrisa más aterradora, dulce, agría y amorosa que Ichimatsu haya podido contemplar en toda su vida. Una sonrisa a la que le temería y admiraría hasta que su último suspiro en ese mundo fuera dado.

Y ojalá, ese último suspiro fuera dado al lado de Osomatsu, quien había incluso sacrificado su propia humanidad para hacerle sonreír.

—Sí... vamos juntos, Osomatsu.

Y allí, bien o mal, correcto o incorrecto, apareció en el rostro del cuarto de los Matsuno lo que anhelaba con todo su corazón el mayor.

Una tímida, pequeña, confusa y sincera sonrisa.

Esta historia básicamente es un oneshot, no profundicé demasiado en los hechos o acciones, porque quería que la historia tuviera ese gusto donde las acciones que sucedían eran claras pero no especificadas.

Como dije, básicamente esta historia es de capítulo único, sin embargo, pondré un extra donde se aclaran algunas situaciones y está ubicado en la actualidad, donde Osomatsu e Ichimatsu tienen veintiún años y una relación mucho más marcada e intima, pero con cicatrices de este hecho que aclaran parte de la personalidad de Ichimatsu y la actitud que tiene hacia Osomatsu. Aquí tienen entre dieciséis y diecisiete.

Esta historia fue escrita con ayuda de Fredo Godofredo, pueden encontrarla en Fanfiction.

Muchas gracias por leer y darle a esta historia una oportunidad.

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