Sol Durmiente.

By AlbenisLS

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PRIMERA PARTE DE LA TRILOGÍA 'ROSA INMORTAL' Rosa Arismendi, una chica recién graduada de periodista consigue... More

Provincia de Río Negro, Argentina. 1978.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34: Necromancia en San Antonio.

Capítulo 28.

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By AlbenisLS

Pasaba mi mirada a cada uno de los integrantes de aquella familia de vampiros, ignorante de lo que acababa de decir. Habían más misterios en aquel mundo sobrenatural de los que podía contar. Vampiros sedientos de sangre bebiendo sangre de brujos para poder pasar las protecciones de las casas humanas... Era tan loco el asunto que si alguien más me hubiese contado esto, lo habría creído loco.

-No... De... ¿De qué están hablando? ¿Es malo beber sangre de brujo? ¿Qué hace?- pregunté, mientyras caminaba lentamente hacia los espectaculares sofás color miel que contrastaban con el suelo de madera.

Los Bolívar me siguieron, caminando de esa manera tan grácil que daba la impresión de que flotaban. Lucía y Héctor se sentaron frente a mi, mientras que Cristóbal lo hizo a mi lado, donde me tomó suavemente de la mano con las suyas, de una temperatura bastante más baja que las mías.

-Rosa, aún hay tantas cosas que no sabes...- dijo Cristóbal, mirandome de forma compasiva.

-Exacto, y hago un esfuerzo enorme por entender qué es lo que sucede. Ahora mi vida y posiblemente la de mi amiga están en riesgo, y tengo que saberlo todo. Unos asesinos están sueltos por el pueblo, y hasta que ustedes o yo no hagamos algo, no se va a detener.- dije, exasperada.

-Bien...- carraspeó Héctor, con su voz ronca- El asunto es que hace más o menos ochocientos años, las comunidades de brujos y los vampiros hicieron un pacto, el cual consistía en no matarse el uno al otro. Nuestras especies habían estado en continuas guerras antes de ese pacto. Fueron tantas, que por poco desaparecieron de la faz de la Tierra, hasta que una bruja y un vampiro sensatos decidieron acabar con todas esas estupideces por los territorios y las cacerías. Luego del pacto, vampiros y brujos se convirtieron en neutrales. Nosotros no atacaríamos a ninguno de su especie y viceversa, pero si por alguna causa ese pacto se rompiera, estamos jodidos.-

-¡Héctor!- gritó Lucía, molesta.

Le hice un gesto a la mujer con la mano de que todo estaba bien. Sabía que Héctor era un tipo despreocupado, y la forma en la que había resumido la asombrosa historia del pacto entre los vampiros y las brujas me causó gracia... Hasta que me di cuenta de lo que había pasado.

-El pacto sigue en pie hoy en día ¿verdad?- dije, asustada. Temí por la vida de mis salvadores.

Los tres me miraron, pero luego bajaron la mirada. Algo no andaba bien, y esta vez no pude aguantar más ignorancia. Exploté.

-¡Ya diganme de una vez!-

Los Bolívar se sobresaltaron por mi respuesta ante su incómodo e inquietante silencio, y luego Lucía reanudó la conversación.

-Bueno... Puede haber una pequeña fractura en el pacto.- contó - Ariel no ha matado a un brujo, pero está bebiendo sangre de él.-

-Pero no es válido si se trata de un nigromante.- interrumpió Cristóbal- Ese brujo mató a una persona, y según las leyes de las brujas, la magia con sangre humana está prohibida. Por eso es que los nigromantes se van del aquelarre.-

-Pero ellos no saben que hay un nigromante en el pueblo. Si lo supieran, la reina de esta zona se habría encargado de expulsarlo.- dijo Lucía, preocupada.

-Si lo saben.- dije, luego de un rato de haber permanecido en silencio- Bueno, Sonia lo sabe. Luego de contarselo, pudo ver al brujo en la entrada de la carretera a la montaña. No hay duda que está cooperando con Ariel, pero no se por qué.-

Al parecer, ninguno lo sabía. No existía razón alguna por la que un nigromante trabajara con un vampiro, e incluso le dejara beber de su sangre, cosa que no sabía cual función tenía. Me dio hambre, pero en una casa donde vivían personas que no habían comido algo desde hace siglos, ¿Dónde podría haber comida? De estar en casa, Sonia me habría hecho una deliciosa cena, pero ahora que estaba molesta conmigo, no querría ni hablarme. Eso me lastimaba terriblemente.

Héctor se puso de pie y caminó hasta la cocina, que se veía desde la sala. Al rato, regresó de ella con un sandwich de jamón y queso y jugo de naranja, y lo puso en la mesita en el centro de la sala, justo frente a mi. Parecía como si Héctor hubiera leído mi mente.

-Creí que deberías cenar algo. Han pasado algunos años, pero aún recuerdo que en la noche los humanos suelen cenar. Lamentamos no tener algo mejor que ofrecerte.- dijo Héctor, sonriendo de repente, mostrando aquellos dientes tan blancos, dientes de vampiro.

-No hay problema.- dije, y agradeciendole por el gesto, comencé a comer el sandwich. La verdad, estaba delicioso. Héctor y Lucía salieron de la sala, diciendo que iban a cazar, si no era problema para mi, a lo que respondí que no. Ya había cenado, era hora de que ellos lo hicieran también.

-Una pregunta.- dije, terminando el jugo de naranja- ¿Qué pasa cuando un vampiro bebe sangre de brujo?-

-Bueno...- comenzó a decir Cristóbal - Nunca lo hemos hecho, pero sabemos que si un vampiro bebe sangre de brujo, sus poderes se aumentarían considerablemente.-

-¿Poderes? ¿Como cuales?- pregunté, curiosa.

-Además de la velocidad, la fuerza y los encantamientos con la mirada, los vampiros tenemos ciertas habilidades extra. Pero solo pueden hacerlo los que sean realmente antiguos, o los que beban sangre de brujo. Algunos pueden volar, otros pueden transformarse en animales... Y si bebe mucha sangre de brujo... Es posible que pueda entrar en una casa humana.-

No era posible. Ahora si que estaba perdida. Ariel estaba usando al brujo como fuente de sangre para intentar entrar en la casa y poder matarme.

-Pero... No es seguro ¿verdad?- pregunté.

-Exacto, no sabemos si sea cierto. Hay demasiados rumores con respecto a cuando un vampiro bebe sangre de especies mágicas, pero por lo menos nosotros jamás hemos querido comprobarlos. Solo bebemos lo necesario y es todo.-

Me puse de pie y caminé hacia la puerta corrediza que daba al patio, y lo que vi me sorprendió. En el jardín trasero de la casa de los Bolívar había una hermosa piscina. Abrí la puerta y corrí hacia el borde, donde vi el agua sumamente cristalina y profunda. Me quité los zapatos y metí los pies en el agua, que estaba muy cálida. Fue una sensación agradable. Por un momento, quise estar apartada de los problemas de vampiros, brujos y humanos.

-Pareciera que nunca has visto una piscina.- dijo la voz oscura de Cristóbal en forma divertida, que al voltear la cara lo pude ver acercándose a mi con aquel caminar felino y sensual.

-La verdad si he visto piscinas. Cuando era niña estaba en natación, y fui campeona por tres años seguidos. No gané el cuarto año porque caí del techo de mi casa y no pude competir en meses.-

-¿Quieres darte un baño?- preguntó, sentandose junto a mi. Se había quitado tambiñen los zapatos y metió sus pálidos pies en el agua, al igual que yo.

-¿Estás loco? Cuando salga del agua el frío me mataría.-

-Vamos, no seas cobarde. Además, la piscina tiene calentador.- dijo él, sonriendo. Sus labios curvos hacia arriba lo hacían ver excepcionalmente guapo.

-Ustedes no escatiman en lujos.- dije, divertida.

-¿Qué te puedo decir? Nos gusta el agua caliente.-

-Bueno, vamos a bañarnos.- dije, y lo empujé al agua, donde hizo un salpicón enorme, mojándome casi completamente. Me reía a carcajadas cuando el sexy vampiro salió del agua, con su cabello oscuro peinado hacia atrás, todo empapado. Me miró con aquellos ojos oscuros y atractivos, y en un segundo, no se como pasó, pero estuve también en el agua.

La calidez del agua me rodeó. Podía sentir como caía lentamente a la profundidad de la piscina. Abrí los ojos bajo el agua, y vi las lámparas que iluminaban el espacio rectangular azul claro. Y luego lo vi allí, frente a mi, con sus cabellos flotando en todas direcciones. Me miraba fijamente, y mis pulmones comenzaron a fallarme, había estado bastante tiempo bajo el agua. Comencé a subir hasta que llegué a la superficie, respirando el delicioso aire frío de la montaña. Ya no me molestaba para nada el hecho de vivir en el pueblo. Si pudiese viajar en el tiempo y le contara eso a la Rosa de hace dos semanas, no me habría creído.

Entonces Cristóbal asomó su hermoso rostro fuera del agua, y se acercó a mi lentamente, mientras yo respiraba de manera agitada. Estabamos tan juntos que pude sentir su respiración, lenta y relajante, con su aliento delicioso, encantador. Rozó su nariz recta y perfilada junto a la mía, haciendome estremecer. Luego, tomó mi rostro entre sus manos, justo como hacía un rato, y me besó. Sus labios no estaban tan helados como de costumbre, quizás por el agua de la piscina, pero incluso así era delicioso. Pude sentir su lengua moviendose dentro de mi boca, deslizandose lentamente, meintras yo, torpemente, intentaba imitarlo. Luego de eso nos separamos, y el se mordió levemente el labio inferior.

-Rosa Arismendi, estoy enamorado de ti. ¿Te gustaría darme el honor de ser mi novia?-

Su novia. Oficialmente era su novia. La llamarada que sentía cada vez que estaba junto a él se elevó al máximo. El agua de la piscina a mi alrededor probablemente se evaporó con el fuego que salía de mis poros.

-Pensé que ya lo éramos.- dije, sonriendo, y lo atraje de nuevo a mi, para besar a mi nuevo novio.

La mañana siguiente fue la mejor que alguna chica pudo haber tenido. Dormí en casa de Cristóbal, un chalet bastante ostentoso ubicado después de la piscina en la que me había pedido que me convirtiera en su novia. Estaba embobada en el trabajo, me sentía como en las nubes. Ya no me agobiaban los problemas en la editorial. No habían vampiros locos, ni brujos locos, ni mujeres locas como Laura, la jefa de redacción, que me había atormentado el trabajo con constantes indirectas que insinuaban que no hacía bien mi trabajo. Ella también era joven, tal vez un año mayor que yo, no entendía por qué me despreciaba tanto. Bueno, si sabía. Era porque ella no era la gerente de la editorial, y envidiaba mi puesto. Algo completamente infantil.

Tuve dos entrevistas con dos autores que querían publicar sus libros bajo nuestra editorial, pero ya había suficiente trabajo con los ocho que habían llegado continuamente, esperando que sus obras estuvieran listas. La lista de costos para llevar a cabo todo el proceso estaba hecho, ahora solo quedaban ser ordenadas y revisadas nuevamente.

En líneas generales, el día en la editorial fue normal, a excepción de las miradas furtivas que Sonia me lanzaba desde su cubículo, como si esperara que caminara hasta allá a pedirle disculpas. Algo que deseaba desesperadamente. No podía dejar que Sonia siguiera molesta conmigo por preferir irme a dormir en casa de los Bolívar, ella era mi mejor amiga en todo el pueblo. No pude salir de la oficina hasta que terminó la jornada, pero ella ya se había ido. De todas formas la vería en casa, porque iba a dormir esta vez allá. Sería demasiado estar dos días seguidos con... mi novio. La sola palabra me hacía sonrojar. Me sentía estúpida, así como las chicas de las películas románticas.

Las seis de la tarde, hora de irse a casa. Toda la editorial andaba ajetreada por tanto trabajo, que aún habían personas alrededor. Salí de la oficina, donde vi a Marie Deveraux, mi asistente, saliendo de su pequeño escritorio frente a mi, y con un gesto amable me dio las buenas noches. bajé las escaleras que separaba el área de oficinas del lobby de la editorial, y al pie de ellas vi a quien había querido ver todo el día. Cristóbal me estaba esperando, erguido, sonriente y demasiado irreal.

-Hola.- dijo, con su voz profunda de galán de películas, en un tono super atractivo.

-Hola, Cristóbal.- dije cuando llegué hasta donde estaba él. Tenía una camisa de botones azul oscuro con una chaqueta de cuero negra, junto a unos jeans negros.

-¿Salimos a comer esta noche?- preguntó, mostrando esa sonrisa tan radiante suya.

-¿Acaso vas a comer conmigo?- pregunté de manera coqueta, acercandome a él y tomando ligramente su brazo.

-Podría hacer el intento, si quieres verme vomitar.- dijo, y ambos reímos.

Luego fuimos acercando nuestros rostros, hasta que juntamos nuestros labios en unos besos que sabían a gloria. Gloria que fue interrumpida por un sonido de espanto. Me separé de él y vi hacia arriba, a las escaleras. De pie, con su bolso y varias carpetas entre sus morenos brazos, estaba Laura, mirándome con completo desdén, pero en sus labios se ocultaba una maquiavélica sonrisa.

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