Amor Indomable

By Mangelesmorcillo

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Williams del clan de los McGregor odiaba a muerte a los MacDuggal. No podía perdonarles la humillación que su... More

Prólogo
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XVI
Epílogo
Personajes

Capítulo IV

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By Mangelesmorcillo

Después de dejar claro lo que pasaría a partir de esa noche, Williams intentó no pensar en ella, sentía que sería injusto darle esperanzas para después no cumplir sus expectativas. Tenía muy presente lo que le pasó a su hermana; por ella, por su dolor, el quería hacerlo bien.

Además, durante la ceremonia había visto ciertas miradas de su tío Cedric, que era como si estuviera controlando todos sus movimientos. Eso no le gustó y le hizo desconfiar.

Leslie se marchó a su habitación, poco después de esa conversación. En la estancia, como suponía, la esperaba su nana, Fedra, que había preparado la ropa de cama y el camisón de esa noche.

Sabía por las damas de la corte, lo que pasaba la noche de bodas. En su interior deseaba el contacto físico con aquel hombre, más de lo que ella quería admitir.

— Princesa, ese camisón es demasiado...

— ¡Fedra!

— ¡Hay hija! Es que tu tío...

— Nana, ya soy una mujer casada. A partir de hoy, dejaré muchas cosas atrás.

Dejo que su nana la vistiera, sin decirle ni una palabra de la conversación que había tenido antes con su marido.

A solas en la habitación, sólo pensaba en su orgullo herido, y en cómo podría realizar lo que su tío le había encomendado, sí Williams no la aceptaba a su lado.

Por el momento, se limitaría a ser comedida y mostrarle quien era ella, como mujer complaciente y considerada, para ganarse su confianza. Se ganaría a su nuevo clan con el tiempo, así nadie sospecharía si paseaba por el castillo.

Aunque intentaría acercarse a Williams, sabía que era muy pronto para que confiara en ella, pero cuando su familia se hubiera marchado, quizás, él relajaría y podrían comenzar a conocerse.

***

Aquella noche, Williams, no pudo descansar, sólo pensaba en aquella muchacha, que ahora era su esposa, en su cuerpo exuberante. En aquella sonrisa que le había regalado en la cena.
Pero sobre todo, en la mirada de decepción cuando le contó sus intenciones con ella.

Esa mujer no iba a ser para él, no tenía derecho a hacerla suya y después abandonarla, no le pertenecía. Simplemente, era un daño colateral, por su compromiso adquirido con los Mackenzie, que le ayudarían con su venganza, además de recuperar Kilmore, castillo que les había sido arrebatado, años atrás, y que pertenecía su familia. De lo que no estaba seguro era de soportar un año entero a su lado sin tocarla, sin volver a besarla.

Sus instintos más viriles se despertaban al estar a su lado, y no podía hacer nada por evitarlo. Desde la firma de aquel contrato un mes antes de la boda no quiso estar con ninguna mujer, pues creía que era lo mejor para que su clan, creyera en aquel pacto como algo firme y duradero. .

De momento, ante todos, debería disimular mientras estuvieran en su casa a los Mac Duggal, no podía dejar que sospechasen. Por eso, dos hora después de que ella hubiera subido a sus aposentos, él decidió seguirla y hacer que todos lo vieran subír a la habitación de su esposa.

Cuando entro en ella, no quiso hacer ruido para no despertarla. El espectáculo que Leslie le ofrecía, era mucho más de lo que podría imaginarse. Aquel camisón era casi transparente, se amoldaba a su silueta; sus pechos se marcaban y se podían ver a través de la tela, unos pezones rosados, eran de lo más tentadores. Sus cabellos sueltos y rizados, se extendían sobre la almohada como llamas encendidas.

Pensamientos lascivos inundaron su mente y se apoderaron de él.¿Como sería tocar aquellos delicados botones rosados de su piel? Y enredar sus manos en su cabello de seda, mientras la besaba, y después, posar sus labios y su lengua sobre su cuerpo, para saciar su apetito mientras ella le miraba, a través de sus largas pestañas, y gemía de placer ante sus caricias.

El olor a lavanda inundaba toda la habitación y se le hacía muy difícil apartarse del lateral de la cama. Por un instante, creyó que ella abría los ojos. Contuvo el aliento hasta que se cercioró de que no era así, y seguía durmiendo. Su deseo era tan fuerte, qué pensó que ella habría podido leer su mente, si le miraba a los ojos. Esa ninfa le había hechizado, sin ninguna duda.

Se dirigió a la gran chimenea y añadió unos troncos para caldear la habitación. Aunque él ya estaba ardiendo de deseo, creyó que ella podría coger frío, con aquella ropa. Frente al fuego había un gran sillón, y decidió sentarse allí, mientras contemplaba a su reciente esposa. Una fuerte presión en la entrepierna, por su erección, le instaba a moverse, incómodo.

«Señor ayúdame, mis instintos y mi deseo por ella aumentan y debo frenarlos. Es una mujer digna de ser amada. Ojalá yo fuera el hombre de su vida. Pero no lo soy. Mi decisión está tomada desde hace tiempo. Me debo a mí clan y a mi familia. - rogó y se auto convenció, a sí mismo, de que aquello era lo mejor»

Pasado un tiempo, salió de la habitación y se dirigió a la torre del hada, dónde le esperaba su su lecho vacío y frío.

Solo cuando Williams cerró la puerta Leslie abrió los ojos y se incorporó en la cama, con la respiración acelerada. Durante todo ese tiempo, bajo sus grandes y largas pestañas, había mantenido su vista clavada en él, en sus movimientos.

Una brisa de aire frío la envolvió, justo cuando su marido se encontraba cerca de su cama Se debía haber destapado mientras dormía y su cuerpo estaba expuesto ante él. Con los ojos entrecerrados y detrás de sus pestañas pudo ver la figura imponente de Williams e intuyo mirada penetrante de él. Su cuerpo reacciona dándose cuenta de que sus pechos se endurezcan miles de mariposas se posaban en su vientre, aunque su intención no era moverse no pude evitar tomar aire de forma profunda y eso hizo que el se quedase petrificado frente a ella.

Fueron segundos pero a ella le parecieron una eternidad. Hubiera jurado que los dedos de Williams estaban recorriendo su cuerpo de arriba abajo provocándole sensaciones carnales y despertando su alívido, de una forma que, hasta entonces, nunca había conocido.

Solo cuando él se separó de su lecho, y creyó ver la sombra de su silueta sentada en el sillón, al lado del fuego, pudo tranquilizarse y volver a respirar con normalidad.

***

A la mañana siguiente llegó la despedida de su padre, sus hermanos y su tío. Decidieron marcharse cuanto antes del castillo de sus enemigos; su función allí había terminado, ahora le tocaba a ella realizar su cometido.

En la misma estancia en la que un día antes Williams los había recibido, Leslie se despedía de su familia.

El jefe del clan MacGregor junto a su hermano y sus capitanes, se mantuvieron a una cierta distancia de aquella despedida.

Leslie sentía mucho la partida de su familia. Sabía que pasaría mucho tiempo, antes de volver a verla ; quizás un año, nada más y nada menos. Si lo que le había dicho Williams se cumplía, ese era el tiempo que tendría para conseguir sus objetivos; la bandera del Hada y un pasadizo, para entrar a la fortaleza.

Ajeno a sus tribulaciones, su marido, observaba atentamente todos sus movimientos. Desde el desayuno había podido ver la pena en los ojos tristes de Leslie. Podía imaginarse que es lo que sentía, pues, se parecía mucho a lo que él sintió cuando tuvo que dejar a su hermana en manos de Cedric. Su hermano mayor Adam le convenció de que esa era la mejor decisión, para La Paz entre los dos clanes. No sabía cuán equivocado estaba, el jefe de su Clan, en aquel entonces. Ahora era él el que estaba al otro lado y veía como una muchacha con gran pesar se despedía de su familia.

Se dio cuenta de que su padre se despidió de ella con un gesto no demasiado cariñoso, entre un padre y una hija, simplemente tocó su cara y su pelo, después se dio media vuelta, y apenas le dirigió dos palabras.

Los ojos de Leslie se veían decepcionados, aunque no había soltado una lágrima, se podía ver el esfuerzo que hacía por no derramarlas.

Sus hermanos, igual que su padre, no denotaban sentimientos, hacia su ella; tan solo el más pequeño, Dylan, parecía sentir su marcha y dejarla sola. Ella los abrazó con fuerza y Williams vio que ellos la soltaban mucho antes de que ella quisiera dejarlos marchar. Por último, pero no menos importante, fue la despedida de su tío Cedric. Éste, la aparto de todos los presentes, tomandola del brazo, con firmeza, y camino con ella hacia las almenas. Ese gesto hizo saltar todas las alarmas a Williams, el jefe de los Mac Duggal parecía muy interesado en que nadie les escuchará hablar.

Con disimulo Williams dio un toque a su hermano y ambos caminaron unos pasos, por detrás de ellos, para poderlos observar con disimulo.

— ¡Espero que cumplas con las expectativas que hemos depositado en ti!

— Si tío, cumpliré con mi obligación.

— Tu fin es conseguir que tu clan prevalezca, sobre nuestros enemigos. Si cumples yo cumpliré con tu padre.

Las tierras de su padre y de los Mackenzie eran colindantes y la mayoría de los conflictos venían porque su ganado entraba en las tierras de labranza y estropeaba muchos de los cultivos. Otras veces sus hermanos llevaban a las ovejas a pastar a los campos de los Mackenzie, provocándoles. Aquello era una espiral interminable de desagravios entre ambas familias.

Leslie se escabullía del castillo Durham y perseguía a sus hermanos, en un afán de conseguir un acercamiento; al principio la dejaban participas en sus juegos de guerra, Y se reían de ella por su torpeza y debilidad, pero su padre la recriminaba, con dureza, por distraer a sus "hermanos guerreros" de sus Ejercicios de lucha diaria. «Una mujer no puede hacer cosas de hombre, eres un estorbo y una inútil». Aquellas palabras se clavaron a fuego en su corazón, pero la ayudaron a superar todos los obstáculos, con su orgullo herido, se propuso ser mejor, que todos ellos.

A escondidas Leslie aprendió a defenderse y a luchar, como sus hermanos. Refugiada en la oscuridad del bosque imitaba todos sus movimientos, pero eso jamás lo supieron. Una mañana de invierno, sus hermanos se internaron en el bosque y fueron interceptados por los Mackenzie. Leslie estaba entrenando cuando escucho voces y ruido metálico de espadas chocando entre sí; ante la lucha cuerpo a cuerpo y desigual, pues sus hermanos eran tres y los Mackenzie muchos más. Ella, escondida entre los árboles, tuvo que intervenir para salvar la vida de su hermano más pequeño. Ella poseía muy pocas armas para defenderse, pero contaba con su espada y con su ballesta. Al ver el peligro, disparó una certera flecha, que dio entre los ojos de subjetivo, éste, cayo fulminado a los pies de Dylan. Desconcertado vio una figura menuda entre unos matorrales, cuando parpadeo para fijar su vista en aquella sombra, ésta había desaparecido.

Cuando sus hermanos regresaron al castillo y contaron lo ocurrido en el bosque, omitieron la ayuda de un extraño para poder salir vivos de allí. Leslie escondió su espada y su arco, en su lugar secreto, antes de regresar al castillo. A partir de aquel día noto un pequeño cambio en su hermano menor. La trataba con más cariño que antes, cuando estaban a solas.

Cuando pensaba en todo lo que había logrado por si misma, se sentía orgullosa, y no iba a dejar en su empeño, y conseguir lo que quería.

Poco después de que los barcos zarparan, Williams acerco a Leslie.

— ¿Te encuentras bien?  Mi señora. — él inclinó su cuerpo, para verle mejor la cara, pues la tenía a su lado, en la cena.

—Si si, estoy bien. — deseaba estar a solas, para desahogarse y llorar.

Leslie declinó la invitación para comer y no apareció hasta la noche, para cenar en el salón.

— Entiendo que estés triste, por la marcha de tu familia.  — la sonrío con amabilidad y cortesía —, En el tiempo que estés aquí, te prometo que... serás bien tratada.

Esas no eran las palabras que Leslie quería oír pero se giró para mirarlo a los ojos, y le puso una leve sonrisa. Ese gesto hizo que él se estremeciera y retirará su mirada.

— Gracias, mi señor.

— No hay de qué señora, es mi deber como esposo cuidar de tu bienestar. — Él frunció el ceño, aunque intento suavizar sus facciones.  tenía la sensación de estar mintiendo la no iba a estar con ella de forma íntima y no iba a ser un esposo como el que ella esperaba.

Su relación, no iba a ser nada convencional, los intereses de sus familias y de sus propios clanes estaban por encima de ellos dos, como una losa pesada; si no tenían cuidado con sus pensamientos y sus sentimientos esa losa los aplastaría.

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