Capítulo IV

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Después de dejar claro lo que pasaría a partir de esa noche, Williams intentó no pensar en ella, sentía que sería injusto darle esperanzas para después no cumplir sus expectativas. Tenía muy presente lo que le pasó a su hermana; por ella, por su dolor, el quería hacerlo bien.

Además, durante la ceremonia había visto ciertas miradas de su tío Cedric, que era como si estuviera controlando todos sus movimientos. Eso no le gustó y le hizo desconfiar.

Leslie se marchó a su habitación, poco después de esa conversación. En la estancia, como suponía, la esperaba su nana, Fedra, que había preparado la ropa de cama y el camisón de esa noche.

Sabía por las damas de la corte, lo que pasaba la noche de bodas. En su interior deseaba el contacto físico con aquel hombre, más de lo que ella quería admitir.

— Princesa, ese camisón es demasiado...

— ¡Fedra!

— ¡Hay hija! Es que tu tío...

— Nana, ya soy una mujer casada. A partir de hoy, dejaré muchas cosas atrás.

Dejo que su nana la vistiera, sin decirle ni una palabra de la conversación que había tenido antes con su marido.

A solas en la habitación, sólo pensaba en su orgullo herido, y en cómo podría realizar lo que su tío le había encomendado, sí Williams no la aceptaba a su lado.

Por el momento, se limitaría a ser comedida y mostrarle quien era ella, como mujer complaciente y considerada, para ganarse su confianza. Se ganaría a su nuevo clan con el tiempo, así nadie sospecharía si paseaba por el castillo.

Aunque intentaría acercarse a Williams, sabía que era muy pronto para que confiara en ella, pero cuando su familia se hubiera marchado, quizás, él relajaría y podrían comenzar a conocerse.

***

Aquella noche, Williams, no pudo descansar, sólo pensaba en aquella muchacha, que ahora era su esposa, en su cuerpo exuberante. En aquella sonrisa que le había regalado en la cena.
Pero sobre todo, en la mirada de decepción cuando le contó sus intenciones con ella.

Esa mujer no iba a ser para él, no tenía derecho a hacerla suya y después abandonarla, no le pertenecía. Simplemente, era un daño colateral, por su compromiso adquirido con los Mackenzie, que le ayudarían con su venganza, además de recuperar Kilmore, castillo que les había sido arrebatado, años atrás, y que pertenecía su familia. De lo que no estaba seguro era de soportar un año entero a su lado sin tocarla, sin volver a besarla.

Sus instintos más viriles se despertaban al estar a su lado, y no podía hacer nada por evitarlo. Desde la firma de aquel contrato un mes antes de la boda no quiso estar con ninguna mujer, pues creía que era lo mejor para que su clan, creyera en aquel pacto como algo firme y duradero. .

De momento, ante todos, debería disimular mientras estuvieran en su casa a los Mac Duggal, no podía dejar que sospechasen. Por eso, dos hora después de que ella hubiera subido a sus aposentos, él decidió seguirla y hacer que todos lo vieran subír a la habitación de su esposa.

Cuando entro en ella, no quiso hacer ruido para no despertarla. El espectáculo que Leslie le ofrecía, era mucho más de lo que podría imaginarse. Aquel camisón era casi transparente, se amoldaba a su silueta; sus pechos se marcaban y se podían ver a través de la tela, unos pezones rosados, eran de lo más tentadores. Sus cabellos sueltos y rizados, se extendían sobre la almohada como llamas encendidas.

Pensamientos lascivos inundaron su mente y se apoderaron de él.¿Como sería tocar aquellos delicados botones rosados de su piel? Y enredar sus manos en su cabello de seda, mientras la besaba, y después, posar sus labios y su lengua sobre su cuerpo, para saciar su apetito mientras ella le miraba, a través de sus largas pestañas, y gemía de placer ante sus caricias.

Amor IndomableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora