El recuerdo de un amor ©

Від Lovely-night

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Primer libro de la trilogía "Amores Diversos" ❝...El amor puede ser el cielo y el infierno, la dicha y la inf... Більше

El recuerdo de un amor
Sinopsis
Dedicatoria
Epígrafe
I PARTE
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
II PARTE
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
III Parte
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capitulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66 |FINAL| Parte I
Capítulo 66 |FINAL| Parte II
Epílogo |Original|
Extra #1
Extra #2
Extra #3
Epílogo|Falso|
Agradecimientos, curiosidades, noticias y más agradecimientos
ERDUA 2021

Capítulo 11

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 Multimedia: Zedd & Elley Duhé - Happy Now

—¡Layla baja! —gritó mamá desde la planta inferior.

Agarré las maletas y salí de la habitación, bajé las escaleras con cuidado y salí de la casa. El cielo aún estaba oscuro, eran las cuatro de la mañana y nuestro avión salía a las cinco de la mañana—mamá quería llegar temprano al aeropuerto—. Caminé hasta el carro donde le entregué las maletas a papá, y él las metió en el maletero.

Ese día viajaríamos hacia el pueblo donde vivían los abuelos —Ashland, Oregón— allí nos íbamos a reunir toda la familia para festejar navidad, y antes de año nuevo nos nosotros regresaríamos a Minnesota.

Abrí la puerta y entré al carro.

—¿Estás feliz de visitar Ashland? —preguntó mamá, mientras se abrochaba el cinturón de seguridad.

—Sabes que lo estoy, Ashland es hermoso y tengo tiempo sin ver a los abuelos. —Sonreí—. ¿Tú debes de estar emocionada por ir a tu ciudad natal?

—Como no tienes idea, cariño. —Suspiró—. En esa ciudad están partes de mis mejores recuerdos, está mi familia y viejos amigos.

—Pero luego me conoció y se enamoró de Minnesota —manifestó papá entrando al carro.

Mamá golpeó su hombro.

—No te creas mucho cariño, tu ciudad es Portland y si no hubiera sido por la universidad, nosotros no nos habríamos conocido.

—Cierto, pero yo fui el que sugirió venir a Minnesota. —Ladeó la cabeza hacia un lado, sonriendo—. Así fue que se trasladó la compañía de mi padre desde Portland hasta Minnesota.

—Y no me arrepiento de haber venido hasta aquí. —Besó su mejilla—. Aunque parecía una idea descabellada cuando me lo dijiste.

—Pero valió la pena —añadió papá.

Mamá asintió y sonrió.

—Que romántico y todo, pero debemos irnos. —Miré el reloj—. Después me siguen contando.

Papá asintió, encendió el carro y arrancó. Me acomodé en el asiento trasero y cerré mis ojos para descansar mientras llegábamos al aeropuerto. Estábamos a unos veinticinco minutos de distancia, veinticinco minutos en los cuales podía dormir.

—¿Trajiste la cámara, Layla? —inquirió papá.

—Ujum —contesté y me dejé llevar por el sueño.




Mis ojos se cerraban y mi cuerpo pesaba, durante todo el viaje en avión una señora estuvo contándome su vida y eso era triste. Nos encontrábamos de camino a Ashland, el viaje duraba cuatro horas y llevábamos la mitad. Saqué el teléfono del bolsillo de mi abrigo y revisé, abrí el chat y ahí estaba el último mensaje que Arthur había enviado hace días, y ni siquiera había insistido en hablar, no me había llamado, no hizo nada.

Él me confundía, me hacía sentir estúpida por esperar algo de él.

Observé por la ventana las calles cubiertas por una gran capa de nieve; los autos pasaban en diferentes direcciones, mamá estaba dormida y papá manejaba.

—¿Por qué no duermes, princesa? —cuestionó papá.

Solté un suspiro y me acomodé entre los dos asientos.

—No puedo, pienso en muchas cosas.

O, mejor dicho, en una persona.

—Es normal. —Sonrió mirándome a través del espejo retrovisor—. Desde hace tiempo que no venimos a visitar a los abuelos, ellos siempre van a Minnesota. Será especial.

—Al parecer ya no le tienes miedo al abuelo.

—Nunca le he tenido miedo —me miró confundido—. ¿Quién te dijo eso?

—Mamá y el abuelo me lo dijeron. —Apoyé la cabeza en el asiento de mamá—. El día que le fuiste a pedir la mano de mamá, el abuelo te quería sacar a patadas y siempre te amenazaba con cortarte las pelotas sí la lastimabas. Lo mismo que dijiste que harías si alguien me lastimaba.

Soltó una carcajada.

—En mi defensa, tú abuelo tiene una escopeta llamada Abigail y me amenazaba con ella, aún lo hace. —Sonreí de manera inconsciente—. Tú abuelo da miedo, no le digas que dije eso. —Colocó cara de horror—. Si quieres verme vivo, no lo hagas.

Solté una carcajada.

—¿De qué hablan? —inquirió mamá, acomodándose en el asiento.

—De lo maravilloso que es tu padre, cariño —contestó de manera inmediata papá.

Mamá lo miró con cara de pocos amigos.

—¿Qué le dijiste a la niña de mi padre? —se cruzó de brazos.

—Nada. —Sonrió inocente.

Mordí mi labio inferior para no reír.

—Nunca dice que mi padre es maravilloso, Clark. —Alzó una ceja.

Eso es cierto.

—Dijo que lo amenazaba con una escopeta llamada Abigail y que da miedo —confesé rápido.

—¡Clark! —exclamó mamá.

—¡Layla! —exclamó él y yo solté una carcajada—. Traidora. —Acusó mirándome con los ojos achinados y le sonreí en respuesta.

Seguimos hablando y mamá insistía una y otra vez que el abuelo era una buena persona —cosa que nunca dudé—. Y que ha papá los años le estaban afectando. En ese momento entendí porque el abuelo siempre lo amenazaba con buscar a Abigail si no jugaba al póker con él.




—¡Margaret, Clark, Lía! —exclamó la abuela abriendo la puerta.

—¡Mamá! —exclamó mamá y la abrazó.

—Hola, mi amor. —Devolvió el abrazo y algunas lágrimas inundaron sus ojos.

Se separaron y extendió sus brazos hacia mí, no lo pensé dos veces y me lancé hacia ellos. El olor a manzanilla llego a mis fosas nasales y el calor que emanaba su cuerpo me rodeó.

—Hola, Abu. —Saludé al separarnos.

—Hola, Lía.

Papá se acercó a ella y la abrazó. Desde la muerte de su madre, papá miraba a la abuela como si fuera su mamá y ella lo miraba como otro hijo más. El abuelo apareció por detrás y mamá corrió y lo abrazó.

—Clark —dijo el abuelo, al separase de mamá. Y una sonrisa siniestra se extendió por sus labios.

Papá tragó saliva.

—Abuelo.

El abuelo se echó a reír y nosotros le seguimos, menos papá. El abuelo abrió sus brazos y dijo:

—Ven aquí, muchacho.

Papá caminó a pasos dudoso hasta él y lo abrazó, el abuelo le dio dos palmadas en la espalda y sonrió. —Papá le había tenido un gran respeto al abuelo, y siempre lo había admirado. Era un ejemplo a seguir para él—. Su mirada se clavó en mi después de separase de papá.

—¿No le darás un abrazo a este viejo, Lía? —inquirió y me lancé a sus brazos, los cuales me recibieron con fuerza.

—Sería un grave error no darle un fuerte abrazo, señor —musité con una sonrisa.

—Efectivamente, mi niña, lo sería.

—Vamos, entren, deben estar cansados y congelados por el frío —dijo la abuela.

La casa estaba igual a como la recordaba. La sala estaba a mi mano derecha, la cocina y comedor a la izquierda; las paredes pintadas de blanco y los muebles eran negros, la chimenea de ladrillo rojo y encima de ella estaba las fotos familiares. La abuela me guio hasta mi vieja habitación. Seguía pintada en rosa con algunos cuadros de unicornios en ella. Encima de la cama mi viejo oso Teddy yacía, me acerqué y lo agarré.

—Aún lo tienes. —Sonreí mirándola.

—¿Cómo iba a desechar a tu guardián, Lía? —cuestionó ella—. Cuando eras pequeña y venias a visitarnos, abrazabas al oso cuando tenías miedo. Él siempre te cuidaba a ti y a Anne. ¿Recuerdas?

—Cómo olvidarlo —la abracé—. Gracias abuela.

—Te dejó para que desempaques y arregles tus cosas —anunció y salió de la habitación.

Coloqué la maleta encima de la cama y desempaqué. Todo estaba tal y como lo recordaba, las mesitas de noche junto a la cama, el pequeño sofá color crema que estaba al lado de la ventana, los cuadros. Todo seguía igual a cuando tenía diez años. Los abuelos siempre me habían consentido, ya que antes de que mis padres se mudaran a Minnesota, ellos me cuidaban cuando tenían que viajar y casi todos los fines de semanas, con Anne, las pasábamos junto a ellos. Pero eso cambio cuando nos mudamos a Minnesota. Aunque hablaba con ellos e iban a visitarnos no era lo mismo que tenerlos cerca.

—¿Seguirá estando? —inquirí por lo bajo al fijar la mirada en la ventana.

Sonreí amplio y tomé mi teléfono, busqué entre los viejos cajones una linterna por si oscurecía más de lo que ya estaba comenzando a hacerlo y bajé las escaleras. Escuché las voces de mi madre y de la abuela, también la risa de mi padre. Salí por la puerta trasera de la casa y me estremecí al sentir una ola de frío abrazando mi cuerpo. El sonido de la nieve debajo de mis pies era lo único que escuchaba mientras caminaba, encendí mi teléfono —el cual había estado apagado—. Y los incontables mensajes de Anne comenzaron a llegar.

Anne: ¿Ya llegaste?

1:00 pm

Anne: ¿Por qué no respondes?

1:40 pm

Anne: ¡Layla!

2:30 pm

Anne: Seguro que el avión se cayó. Si, debe ser por eso que no respondes.

3:20 pm

Anne: ¡Te voy a extrañar! PD: Guárdame galletas en el cielo ;)

4:30 pm

Sonreí ante sus mensajes.

Layla: Eres una dramática y me encanta. Llegamos hace unos minutos, estuvimos en carretera debido a que papá tuvo que manejar despacio debido a la nieve. Voy a llamarte, quiero mostrarte algo.

6:00 pm

No esperé a que respondiera y le di a hacer videollamada, la cual fue rechazada. Fruncí el ceño y volví a llamar, pero volvieron a colgar. Observé extrañada el teléfono y antes de volver a llamar, Anne estaba haciendo.

—Eres una ingrata. Estas disqué preocupada por mí y me colgaste la llamada —dije con burla, pero fruncí el ceño al ver la cámara apagada.

Estaba dormida —respondió con la voz ronca y escuché un claxon—. ¿Llegaste bien? ¿Dónde estás?

Sonreí amplio.

—La abuela tiene al oso Teddy

¿El que juntábamos con la foca?

Sonreí.

—Ese mismo y justo ahora estoy caminando hacia el viejo refugio.

Hubo un largo silencio.

¿Para qué? Seguro esta todo muerto y lleno de mugre y nieve.

Hice una breve pausa. Su manera de decirlo fue brusco, quizás irritable. Anne también vivía en Portland ya que su padre era natal de allí. Siempre hacíamos fiestas del té cuando nos quedábamos y obligábamos a los abuelos a jugar con nosotras. Ella y sus padres se mudaron a Minnesota y a los meses nos mudamos nosotros.

Ella era como otra nieta para los abuelos. Y ese lugar que buscaba, era uno de los tantos sitios que teníamos en casa, era dónde jugábamos.

—Quizás si esté.

Quizás no.

No dije nada y me detuve un momento para encender la linterna, ya estaba más oscuro y los árboles no dejaban entrar mucha luz. Iluminé el lugar y sonreí al ver un lazo rojo, estaba cerca. Cuando niñas habíamos colocado algunos para guiarnos y no perdernos.

—¿No te haría ilusión venir aquí y recordar como era ser una niña pequeña?

Hizo una pausa.

No. No quiero recordarlo. —Fue clara, concisa y detecte la irritación en su voz. Su infancia no fue buena, no debido al bullying, no debido al acoso, no debido al dolor.

Asentí con la cabeza. No sabía que decirle. Sentía que cada cosa que decía terminaba peor que la otra. Alumbre hacía el lugar dónde estaba antiguamente el refugio y no pude ver nada más que nieve y viejas ramas.

Ya no estaba.

¿Por qué la cara? —inquirió Ann—. Oh, ya viste que no existe. Deberías dejar de aferrarte a las cosas, Layla, con el paso del tiempo todo se marchita y muere.

Mire hacia el teléfono, aunque no podía verla.

—Creo que no estas teniendo un buen día, Annabeth —musité

Sabía que, si pronunciaba su nombre, si lo decía con cierto enojo. Se daría cuenta que estaba comportándose como una idiota. Porque solo quise mostrarle que algunas cosas seguían existiendo, no todo había sido malo, también había buenos recuerdos, pero parecía que los malos eran los únicos que importaban para su mente.

Lo siento. Solo he estado cansada.

—Podrías decirme que lo estás y hubiera cortado la llamada, pero últimamente no me dices nada y te guardas todo, Ann.

No dijo nada por un momento.

Mamá me está llamando —musitó y me quedé helada—. Hablamos luego.

Y colgó.

Estaba mintiendo y eso me dolió. Porque su mamá estaba en Wisconsin junto a sus abuelos, mientras que ella se quedó en Minnesota con su papá, y lo sabía porque Chloe me lo había dicho. Mire la llamada finalizada y trague saliva.

Estaba alejándose y no era paranoia o algo así. Realmente lo estaba haciendo y no sabía que hacer. Dejé salir un suspiro y me giré sobre los talones, dejando atrás el montón de ramas muertas y volviendo a casa. Tenía frío, estaba cansada y quería hacerme una bolita.

¿Y si estaba cayendo de nuevo? Era lo mas probable y aterrador. Cerré los ojos con fuerza por un momento. No, no quería que volviera al agujero, eso solo significaba que me alejaría de ella.

Entré en la casa con cuidado y lamí mi labio inferior.

—¿Dónde estabas? —inquirió papá cuando intenté subir las escaleras. Él iba bajando.

—Fui a ver el refugio, pero ya no existe.

Asintió.

—Aunque acabo de ver al oso Teddy en la cama. —Sonrió amplio—. Deberías tomarle una foto y enviarle a Anne, seguro estará feliz de ver al oso que las protegía cuando niña.

No, no lo estará.

Me esforcé en sonreír.

—Lo haré.

—¡El chocolate está listo! —escuché gritar a mamá.

Los dos nos giramos y entramos en la sala, lugar dónde se encontraban los demás. Cada uno tenía una taza de chocolate caliente con algunos malvaviscos encima y una galleta de vainilla en la mano. Me senté en uno de los muebles individuales y empecé a tomar mi chocolate y comer mis galletas.

La abuela comenzó a reír mientras me miraba.

—¿Qué? —la miré confundida.

—Tienes un bigote de chocolate, Lía —contestó el abuelo.

Sonreí y limpié con la punta de mi lengua el bigote.

—¿Cómo está Anne? —inquirió la abuela en mi dirección.

—Oh, está bien. Hablé con ella hace rato y les mandó a decir que los extraña, al igual que a este delicioso chocolate caliente. —Tomé un sorbo para intentar que creyeran mi mentira.

—No hemos visto a la pequeña Anne, desde hace unos cinco meses —dijo el abuelo.

—No es tan pequeña, papá. —Corrigió mamá—. Ambas ya son todas unas señoritas.

—Siempre serán unos bebes —dijeron papa y el abuelo al unísono.

Ellos dos se parecían más de lo que creían. Entre charla y charla tomamos el chocolate y comimos las galletas. Los abuelos junto a mis padres salieron a hacer las compras para la cena, y yo coloqué la excusa de estar algo cansada.

Cuando me quedé sola en la casa, me tiré sobre la cama y busqué mi teléfono, abrí el chat con Anne y mordí mi labio inferior con fuerza.

Layla: Cuando estés lista, puedes hablar conmigo. Estoy aquí, Ann.

Miré el mensaje y terminé borrando lo que había escrito. No quería que se sintiera presionada, tampoco que me terminará de alejar, pero a la vez quería tanto que hablará conmigo, que me dejará entrar en su mente. Aunque ella no quería hacerlo. Tiré el teléfono a un lado y abracé al oso Teddy.

Annabeth Foster era tan suave y delicada como una flor, pero cuando el dolor y la tristeza la consumían, se convertía en una bomba tiempo que pronto explotaría, y cuando lo hiciera, sería pedazos que lastimarían.


—Lía. —Escuchaba que me llamaban, mientras me movían.

Me cubrí la cabeza con la cobija y gruñí en forma de respuesta.

—Vamos Lía, tienes que bajar a cenar. Tenemos invitados.

Destapé mi cabeza y abrí los ojos. Enfrente de mi estaba la abuela mirándome con ternura. Tras darme una última sonrisa caminó hasta la puerta, salió y dijo un Te veo abajo, con el cual cerró la puerta. Me levanté de la cama y froté mi rostro, caminé hasta el baño que estaba en el pasillo, lavé mi rostro y cepillé mis dientes; acomodé la camisa y salí del baño.

A medida que bajaba las escaleras las voces y risas se intensificaban, fruncí el ceño y terminé de bajar las escaleras. Restregué mi ojo izquierdo con el dorso de mi mano y volteé en dirección a la sala. Mi mano se apartó con cuidado de mi ojo y las risas y voces cesaron.


N/A

Buenaaaaaas, buenaaaaaas.

 Espero que estén teniendo una bonita semana, si no es así, espero que mejoren. Recuerden que en toda oscuridad siempre hay una pequeña, solo hay que buscarla. No se guarden las cosas para ustedes solos y si pueden hablen, escríbanlo. ¿Bien?

Ustedes pueden <3

Saben que me da tristeza, Anne, en esta versión estoy intentando mostrar más de ella y dar pistas. Ahí están, entiéndanlas. :c

¡Nos vemos luego!

¡Cambio y fuera!


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