El infierno de Victoria Masse...

Por ValeriaValverde

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[PRIMER LIBRO] Victoria Massey es trasladada al internado Fennoith tras intentar envenenar a su padrastro co... Mais

× Epígrafe ×
¡Booktrailer!
¡¡¡PUBLICACIÓN EN FISICO!!!
Capítulo 1: El comienzo de la locura.
Capítulo 2: ¿Quién eres?
Capítulo 3: Dame las pastillas.
Capítulo 4: La primera muerte.
Capítulo 5: ¡Te pillé!
Capítulo 6: Amenaza.
Capítulo 7: Consecuencias.
Capítulo 8: Pánico.
Capítulo 9: ¿Hay alguien ahí?
Capítulo 10: Sospecha.
Capítulo 11: Lobo callado.
Capítulo 12: Dulce caramelo.
Capítulo 13: Teatro.
Capítulo 14: Salvación.
Capítulo 15: Hazlo tú por mí.
Capítulo 16: Confesión.
Capítulo 17: La locura de Bellamy.
Capítulo 18: Desaparecida.
Capítulo 19: Nuevo profesor.
Capítulo 21: Sangriento.
Capítulo 22: Psicótico.
Capítulo 23: Expediente "E".
Capítulo 24: Muerte súbita.
Capítulo 25: Toc, toc, ¿quién es?
Capítulo 26: Enigma.
Capítulo 27: Roedor.
Capítulo 28: El bosque.
Capítulo 29: Advertencia.
Capítulo 30: Investigación
Capítulo 31: El sótano.
Capítulo 32: Error.
Capítulo 33: Carmesí.
Capítulo 34: La cabaña desconocida.
Capítulo 35: Lamento.
Capítulo 36: Salto.
Capítulo 37: ¿Suicidio?
Capítulo 38: La llave.
Capítulo 39: Ajedrez.
Capítulo 40: Tiembla.
Capítulo 41: ¡Despierta!
Capítulo 42: No tengas miedo.
Capítulo 43: Llamado.
Capítulo 44: Deja Vu.
Capítulo 45: Juguetes.
Capítulo 46: ¡Dispara!
Capítulo 47: Dúo.
¡La segunda parte ya está aquí!
TRILOGÍA.
✨AUDIOLIBRO✨

Capítulo 20: Furia.

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Por ValeriaValverde

Dwayne tenía una hoja en su mesa de todos los nombres y apellidos de sus nuevos alumnos. Fue pasando lista para saber a quiénes correspondía dichos nombres. Para la edad que tenía el hombre estaba de muy buen ver, su personalidad risueña y jovial era totalmente opuesta a la de Bellamy. De vez en cuando soltaba algún chiste para romper el hielo, ya que el ambiente estaba cargado de seriedad.

Victoria odiaba los chistes. No había cosa mas horrorosa e incómoda que le contasen un chiste absurdo. Fue la única que no se rió y eso lo percibió Dwayne. Hizo contacto visual con ella observando sus ojos esmeralda. Los ojos de él eran similares a los de su hermano: azul zafiro.
El hombre se colocó su dedo en su mentón y sonrió a la muchacha, que poseía esa seriedad en su rostro.

—Veo que no te hace mucha gracia. ¿Añoras al profesor Bellamy?—indagó al ver que lucía taciturna. De inmediato, las miradas rodearon a la joven.

—Sí, va a ser eso —respondió apretando sus dientes. Recordar que intentó violarla, sus deseos de arremeter contra él se deslizaban por su mente. Hubiera deseado que estuviera vivo solo para matarlo con sus propias manos.

Desvío la mirada de ella y se centró en dar la clase.

Cuando finalizó la hora, Dwayne había puesto un par de libros en una caja de cartón. Eran libros que había dejado Bellamy y que por ahora no necesitaba. Como desconocía el internado, detuvo a Victoria haciéndole llamar hasta su mesa. La joven se acercó a regañadientes.

—¿Podrías recordarme cuál era tu nombre?

—Victoria Massey —respondió.

—Genial. Massey, ¿podrías llevar estos libros a la biblioteca por mí, por favor? Tengo cosas pendientes que atender y no tengo tiempo—sonrió con dulzura.

«¿En serio? ¿Qué demonios es esa sonrisa en su cara? Cualquiera diría que está feliz de ser profesor en esta cárcel.», pensó la chica para sí.

—Claro, no tengo problema —dijo agarrando la caja que le tendía el hombre.

━━━━━━ஜ۩۞۩ஜ━━━━━━━

Deambuló por los pasillos con la caja encima hasta llegar a la biblioteca. El internado era bastante grande, daba gracias al letrero que llevaba cada puerta y anunciara que era cada aula. El bullicio de los alumnos hablando por los corredores se fue disipando conforme se adentraba en otro corredor. En el tiempo que llevaba allí aún no había estado en la biblioteca. Cuando finalmente encontró la susodicha puerta, giró el pomo y entró.

Gran cantidad de enormes estanterías decoraban la sala. Los estantes eran muy altos, y éstos llevaban una escalera con la cual poder moverte y llegar hasta las repisas más altas para obtener un libro. La luz de los ventanales alumbraba la sala luciendo cálida y acogedora, a diferencia de otras habitaciones. El color pardo se pronunciaba en cada esquina que rodeaba, buscando la sección del género de los libros que indicaba en la caja.
Para su fastidio debía subirse en una de las escaleras si quería dejarlo en su correspondiente sección. Bufó con hastío y sacó los libros de la caja.

Cuando la joven se subió a la escalera de madera, escuchó la puerta de la biblioteca cerrarse. Se alarmó girando su cuello. La madera crujía en cada paso que daba. No supo quién fue el individuo que había entrado, pero unos pasos paulatinos se escucharon con eco en el lugar.
Victoria se quiso dar prisa y dejar los libros en sus estantes correspondientes. No obstante, aquellas pisadas la inquietaban.
Respiró aliviada cuando el individuo que había entrado había sido Caym.

—¿Por qué no me has avisado que me seguías?—inquirió con fastidio.

—Porque me es más divertido si te observo de espaldas.

El muchacho se posicionó al lado de la escalera donde se hallaba la joven subida. Él miró hacia arriba observando su ropa interior bajo esa falda. Sonrió con perversidad al encontrarse de nuevo con aquel encaje rosa pastel.

—¿Qué te ha parecido la bienvenida de Dwayne?—indagó él con las manos metidas en sus bolsillos.

—Una bienvenida muy sorprendente —respondió conforme colocaba los libros en los estantes.

—¿Crees que será un problema, Vicki?—preguntó entre una risa. Victoria lo miró asqueada.

—¿"Vicki"?—enfatizó con desagrado—. ¡Ni se te ocurra llamarme de ese modo o te haré pedazos!

—No puedo tomarme en serio una amenaza venida de alguien que usa lencería rosa pastel.

Victoria reprimió soltar blasfemias por su lengua. Quiso darle una patada, pero éste la esquivo con rapidez. La joven tropezó en la escalera y se resbaló de ella. Soltó un alarido y, de inmediato, Caym la agarró por los aires antes de permitir que se dañara. Se miraron mutuamente sin decir nada. El rostro de Victoria denotaba enfado ante ese apodo que consideraba tan desagradable. Los ojos grisáceos del chico decorados con su sonrisa picara te hacía olvidar la razón de tu molestia. Ella quedó perdida en su pupila como si sus ojos fueran el mejor de los bestsellers que se hallaba escrito allí dentro. Sus fuertes manos agarraban su cintura tras impedir que ella se lesionara.

—¿Acaso quieres morir?-rompió el silencio Caym—. No puedes bromear subida en una escalera.

—No estaba bromeando, iba dispuesta a patearte. ¿No te ha quedado claro que odio los diminutivos? ¡Son repugnantes!

—No sabes cuán divertido es hacerte perder los nervios.

La puerta de la biblioteca se abrió con brusquedad. Un joven exasperado se dirigía con rapidez a una de las estanterías.
Caym agarró a su compañera y se ocultaron a la vista del muchacho. Cuando Victoria inspeccionó bien al individuo, se fijó que era uno de los amigos de Elliot, era el chico de cabello rizado que con anterioridad se paseaba por el salón. Desconocía su nombre, pues no le interesaba tanto como para saberlo. Sin embargo, después de lo que iba a contemplar a continuación sí mostraría interés en ello: Aquel varón había escondido un objeto dentro de un libro, en las repisas más altas. Acto seguido, bajó con rapidez de la escalera de madera y se apresuró en irse de allí.

—¿Qué diablos ha escondido? ¿Te has fijado? Brillaba demasiado —murmuró ella con curiosidad.

—No me interesa —se encogió de hombros.

Hizo caso omiso a las palabras del muchacho y se dirigió a la estantería en la que había ocultado el objeto. Caym puso los ojos en blanco soltando un suspiro. Sí, nuestra querida Victoria le gustaba entrometerse en asuntos que no le conciernen. Su curiosidad era más poderosa que su ignorancia.

—No quiero saber nada si te pasa algo —espetó el joven cruzándose de brazos.

—Repítelo hasta que te lo creas —dijo ella.

Subió los escalones hasta llegar a la repisa mas alta. Agarró el libro que había cogido el chico y lo abrió; las páginas estaban rotas con un enorme cuadrado profundo. Era una desgracia ver un libro roto de esa manera. Cualquier amante de la literatura se echaría las manos a la cabeza si observaba aquella obra.

Alzó ambas cejas con asombro al ver lo que había custodiado.

—¿Qué hay ahí?—indagó el joven.

—Son unas tijeras de cocina —informó.

—Menudo misterio.

—¿No te extraña? Ha robado unas tijeras de la cocinera. Tiene un arma y no se sabe si la ha utilizado contra alguien.

—Sí, Victoria, y eso no te concierne. Por lo tanto baja de ahí y sé una niña buena.

Dudó en llevarse las tijeras, pues opinaba que era mejor que el arma que poseía ella; una jeringuilla no le daba la confianza para utilizarla. Sin embargo, prefería no llevársela. No quería que sospecharan de ella, más de lo que ya lo hacían.


━━━━━━ஜ۩۞۩ஜ━━━━━━━

La psicóloga Jenkins estaba en su habitación sentada en la silla de su escritorio cuando Melissa la interrumpió llamando a su puerta. La mujer la invitó a pasar con amabilidad. No obstante, la rubia pudo apreciar que no lucía bien. A su lado había una caja de pastillas contra los nervios. Era muy normal que se encontrara tan angustiada, defendió a Victoria de la agresión sexual de Bellamy, y eso la conllevo a matarlo. No quiso hacerlo, pero desafío la fuerza con la que empleó el bate contra su cabeza.

—No tiene que preocuparse, psicóloga Jenkins —comentó Melissa tratando de tranquilizarla. La joven agarró los dulces que había decorando la mesa y se llevó uno a la boca.

—Es muy fácil decirlo—murmuró ella—. Es el hermano de Bellamy quien lo va a sustituir. ¿Tienes idea de la gravedad del asunto?

—El asunto será tan grave como usted quiera darle importancia —contestó tumbándose en el sofá de cuero. Resultaba gracioso ver como una adolescente hacía de psicóloga con la propia psicóloga—. Ahora usted se ha unido a nuestra manada. Ahora comparte un secreto con nosotros. ¿Quiere que le diga una realidad? No sienta preocupación por la muerte de Bellamy. Se merece estar bajo tierra.

Jenkins se mantuvo en silencio. Miraba a la joven con un ápice de fascinación. ¿Cómo podía digerir comida sabiendo lo que sucedió con Bellamy? ¿Cómo podía seguir sonriendo? Debía aprender de ella. Melissa había sufrido tanto que estaba curada de espanto, pues la muerte de alguien a quien consideraba escoria no podía sentir ni la más mínima empatía por ello.

El profesor Dwayne interrumpió los pensamientos de la mujer llamando a la puerta. Aún no se le había presentado. El hombre sonrió a la mujer con cortesía, Jenkins trató de no notarse su mal estar.

—Buenos días. ¿Está usted ocupada? No sabía que tenía consulta tan temprano —juzgó observando a la joven zamparse todos aquellos dulces.

—Oh, no. Ella es una paciente... especial —dijo soltando una risa. Se levantó del asiento para atender al hombre—. Soy Laura Jenkins. Un placer conocerlo —se presentó dando dos besos a sus mejillas.

Dios, ¡su aroma! No podía ser. Era como tener la misma presencia de Bellamy allí mismo. El perfume varonil que desprendía Dwayne se la hizo muy familiar y la mujer no pudo evitar emitir un pequeño exhalo. De inmediato, ella volvió a sus sentidos y carraspeó aclarándose su garganta.

—El placer es mío, señorita Jenkins. Mi nombre es Dwayne. ¿Se encuentra usted bien?

El hombre la ojeó con disimulo. Laura Jenkins era una mujer muy atractiva y era inevitable pensar que lucía bien con esa falda de tubo, realzando sus glúteos y piernas. Su gafas la hacían parecer interesante y su labial rojo conjuntaba muy bien con sus ojos avellana. La mujer siempre llevaba su cabello recogido en un alto moño.

—Ah, sí. Es sólo que hoy no he dormido muy bien, no se preocupe.

—Vaya, espero que concilie mejor su sueño. Una hermosa mujer como usted no debe tener ojeras en su rostro.

—Las ojeras es signo de inteligencia —interrumpió Melissa.

Dwayne soltó una pequeña risa provocando que la psicología hiciera lo mismo. Demasiado encantador para ser real, ¿cuál es tu historia Dwayne?

—Bueno, he de marcharme. Espero volver a reunirme con usted. Seguro tiene muchas cosas que contarme de mi hermano —dijo agarrando el pomo de la puerta. La psicóloga tragó saliva—. Nos vemos, señorita Jenkins.

—Claro. Hasta luego.

━━━━━━ஜ۩۞۩ஜ━━━━━━━

El director Newell había llamado a Dwayne para que acudiera a su despacho. En sus manos poseía la carta falsa de renuncia de Bellamy. Por más que la miraba quería asimilar que simplemente tenía motivos para irse, pero sus sospechas eran inevitables. Dewayne acudió al despachó encontrándose con la mirada circunspecta del director.

—¿Qué ocurre, director Newell?

—Mire esto. Es la carta de renuncia de su hermano. Obsérvala y dime si concuerda lo que hay escrito aquí algo relacionado con algunos aspectos de su vida.

—Claro.

Leyó y releyó la carta. Newell estaba ansioso por escuchar su opinión. Quizá él sí estaría de acuerdo en que las palabras halladas ahí no eran muy normales. No obstante, se le fue el santo al cielo cuando Dewayne emitió una risa burlona. No entendió su regodeo, inclusive podría decirse que su risa sonó maliciosa.

—¿Le hace gracia?

—No, es sólo que sabía que pasaría esto, director Newell.

—¿A qué se refiere?

—"Estoy teniendo problemas en mi vida que me impiden seguir en el profesorado"—releyó una de las frases que había escritas—. Era cuestión de tiempo que saliera huyendo. Bellamy tiene antecedentes de abuso sexual. En varios institutos en los que ha estado se ha obsesionado perdidamente de alguna alumna. Más de una vez le llamé la atención, pero lo único que obtuve fue un conflicto. Se negaba a escucharme, ¿entiende? Seguro ha huido por miedo a la cárcel o Dios sabe qué. Pero espero que consiga vencer su problema mental.

Newell quedó atónito ante la respuesta de Dewayne. Jamás se imaginó que alguien como él pudiera tener problemas de ese tipo. Para colmo lo había tenido a escasos metros sin percatarse de su enigma. El director empezó a figurarse que Bellamy mató a Benister por obsesionarse con la joven. Sin embargo, su cuerpo aún no aparecía. ¿Realmente fue Bellamy u otra persona? ¿Cuántas estaban involucradas?

No entendió completamente la relación familiar que tenían ambos hermanos, pero, a juzgar por su forma burlona de hablar de él, no era buena. Nadie se atrevería a contar aquello con la más absoluta soltura, esperando que los demás reaccionen como él. Lo echaba por tierra-nunca mejor dicho- No parecía importarle que se hubiese esfumado. Podría decirse que Dewayne estaba contento de poseer el puesto de su hermano.

—Debió escogerme a mí en vez de a él en un principio—reprochó resentido. Dwayne fue el primero en enviar una solicitud para ser profesor en el internado Fennoith, Bellamy tan solo imitó sus pasos por envidia en sus triunfos-. Se hubiera ahorrado muchos disgustos. ¿No cree?

━━━━━━ஜ۩۞۩ஜ━━━━━━━

Lucas Ashworth estuvo espiando la conversación en todo momento que mantuvo Dwayne. Quedó un tanto impresionado, pues si su hermano sabía todo aquello, quizás no indagaba tanto respecto a su desaparición. El hombre abrió la puerta encontrándose con Lucas, que fingía atarse los cordones de su zapato. Lo ignoró y se marchó a su clase.

—No está bien espiar conversaciones ajenas, Ashworth —murmuró Elliot tras su espalda. Lucas giró sobre su eje.

—No estaba espiando.

—Ya, claro que no—se mofó—. Al director no le hará gracia saber lo que escuchaste.

«¡Mátalo, mátalo, mátalo!»

Lucas zarandeó su cabeza tratando de silenciar la voz que le hablaba.

—¡Déjame en paz, Elliot!—gritó dándole un empujón con agresividad. Elliot tan sólo soltó una risa.

Melissa salió de la consulta de Jenkins al escuchar los gritos de su compañero. Acudió apresurada a él y se lo llevó de la mano. Elliot los observó marchar, corriendo por los pasillos. Sabía que Lucas estaba más nervioso de lo normal, pues llevaba más de una semana sin tomarse los antipsicóticos. Ambos jóvenes se metieron en un aula que estaba vacía.

—Lucas-mencionó ella recobrando el aliento—. ¿Cuántos días llevas sin tomarte el tratamiento?

El joven se silencio mirándola. Ella seguía insistiendo.

—¡Lucas!

—¡Muchos días! ¿Vale? Muchos días...

—Debes tomarlo. No te va a pasar nada, Lucas.

—¡Ja! Lo dice alguien que no toma nada, tan sólo se zampa dulces a lo bestia —atacó él. Melissa se apenó apartando la mirada de él. Lucas se percató de su expresión melancolía y se arrepintió de inmediato.

—Para tu información, que sepas que tomo pastillas para la depresión.

El muchacho se apoyó en la pared y se dejó deslizar en ella hasta quedar sentado en el suelo. Se llevó los codos a sus rodillas más las manos a su cabello.

—Lo siento, Melissa—confesó—. No quería decir eso. Estoy irritado.

—No importa —musitó ella sin mirarlo.

Le había herido por ponerse a la defensiva y eso no era correcto viniendo de alguien que se preocupaba por él.

—Parecerá absurdo lo que te voy a decir pero, si no quiero tomarme las pastillas es porque con las voces actúo y pienso mejor. ¡Ellas me dan pistas! Me dicen como actuar frente a personas venenosas y...

La rubia lo abrazo tirándose al piso con él. El castaño tardó unos segundos en corresponder su abrazo, pues lo había pillado desprevenido. Lucas en su pasado, jamás había tenido amigos. Era el típico aislado asocial de clase, sentado en la esquina de la ventana sin conversar con absolutamente nadie. Tener amigos como Caym, Melissa y Victoria lo había dejado un poco noqueado. Nadie se había preocupado tanto por él.

—Jamás supe ser complaciente—confesó él—, por eso nunca pude tener amigos, ellos siempre esperan y yo sé, que esperar, es planificar una herida.

Melissa no respondió, siguió abrazándolo respirando sobre su cuello. Lucas finalmente rodeó su cintura con sus brazos.

━━━━━━ஜ۩۞۩ஜ━━━━━━━

Caym estaba en los baños de caballeros acicalándose el cabello cuando el amigo de Elliot salió de una de las puertas mirando al joven en el espejo. El moreno no le dio la suficiente importancia, pero ese chico pareciera estar esperándolo ahí durante mucho rato. Se acercó al lavamanos fingiendo hacer lo mismo que él y siguió inspeccionándolo.

—¿Qué diablos me miras tanto? ¿Te has enamorado de mí?

—¿Tú eres el amigo de Victoria?—cuestionó—. ¿Eres ese chico que interrumpe las conversaciones de Elliot?

—Sí, efectivamente.

—Pues toma, esto es para ti —habló llamando su atención.

No lo vio venir cuando el muchacho clavó las tijeras en la mano de Caym, que estaba apoyada en el lava manos. El joven soltó un gemido de dolor y fulminó al chico con la mirada. De inmediato, sacó las tijeras de su mano y se las guardó en su bolsillo.

—¿Acabas de apuñalarme? ¡Miserable y patético humano! Qué valiente por tu parte decidir provocarme —masculló malhumorado.

Las venas del varón se empezaron a marcar de manera sobrenatural, emitiendo un sonido espeluznante ante los oídos de los humanos. Su respiración casi parecía estar oyendo a un oso enfurecido. Sus dientes se transformaron afilados, como la más pura punta de una espada. Nadie, absolutamente nadie, se atrevería a dañar a Caym si lo conocían. Aquel joven había rozado las mismísimas llamas del infierno.

Cuando el chico apreció en el monstruo que se estaba convirtiendo, huyó de los baños como alma que lleva el diablo-y así era-Ningún objeto en el mundo humano podía causar daño al cuerpo de Caym, por esa razón la herida de la palma de su mano se cerró en cuestión de segundos, dejando visible la sangre que se había derramado.

«Tú, querido amigo, acabas de provocarme una incontrolables ganas de crear una masacre», pensó para sus adentros.

Cuando Caym salió del baño, agarró a Victoria que estaba entretenida esperándolo y la pegó contra la pared. Ella pudo notar que su respiración estaba acelerada, la inquitó sobremanera su reacción tan enfurecida, y a la vez excitada. La joven exhaló sin comprender tal molestia.

Él le susurró al oído una frase que por alguna extraña razón sintió escalofríos.

—Tenemos fiesta esta noche. Veamos cuántos parásitos quieren estar vestidos de rojo. No vas a negarte a ir, porque tú seras la reina.


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