29 de septiembre de 1815
—Señora Becher.—volteé hacia la señora Collins.—¿Desea desayunar?
—Sí, en unos momentos voy.
Dejé a un lado el libro que había empezado a leer, y me levanté para ir al comedor.
Llegué al comedor y me llevé la sorpresa de que Damien estaba allí. Mis ojos se abrieron de inmediato al verlo sentado en la cabecera del comedor, leyendo las noticias del día de hoy.
—Buenos días, Camille.—me dijo sin despegar la mirada del diario.
—Buenos días.—dije simplemente y caminé al lugar donde ya estaba puesto un plato y un hombre ya había corrido la silla para mí, a un lado de él.
Me senté y sin decir nada más, comencé a comer al igual que él lo hacia sin dirigirme la palabra, más que leyendo.
Unos minutos después, terminé de desayunar y me levanté.—Con permiso.—dije al levantarme.
Él sólo asintió y siguió leyendo.
Me di la vuelta y me dirigí a mi habitación donde había dejado mi cuaderno de dibujo, ya que no tenía más que hacer.
Al llegar, abrí la puerta y me topé con una hermosa sorpresa.
—¡Qué hermoso!—grité de alegría y ternura acercándome al pequeño y peludo cachorro que se encontraba en el suelo jugando con uno de mis zapatos.
Lo agarré en mis brazos y ella se dedicó a lamerme la cara.—Eres tan hermosa.
La acaricie y la bajé para verla como jugaba con su pequeña cola. Moría de ternura al ver su blanco pelaje.
—Espero te guste mi regalo.—escuché a mis espaldas.
Me di la vuelta y lo vi recargado en el marco de mi puerta.—Gracias, pero, ¿por qué me has regalado un cachorro?
—Porque dijiste que te gustaban los cachorros.
Rodé los ojos.—¿Y..?
—Y es parte para pedirte disculpas.
—¿Disculpas?—dije con burla inclinándome con la cachorra y acariciándole la pancita.—Bueno, da igual, gracias.
Levanté la mirada y lo vi sonriendo, a lo que me sonrojé un poco y baje de inmediato la mirada nuevamente a la cachorra.
—Estaré en mi estudio, por cualquier cosa.
—Sí, gracias.—asintió y lo vi irse.—Vamos a dar un paseo.—la tomé en mis brazos y salí de mi habitación nuevamente para ir a pasear.
En todo el camino, la pequeña se dedicó a lamerme la cara y jugar con mi cabello, yo sólo reía y bajaba las escaleras para ir al jardín más cercano.
—Vamos pequeña.—la baje de mis brazos una vez fuera.
La vi echarse a correr persiguiendo a algunas aves que estaban cerca, ella quería jugar con todo lo que veía a su paso. Yo comencé a correr para que ella me persiguiera, y así lo hizo, me persiguió y luego yo la perseguía a ella, era tan hermosa.
—¿Cómo te pondré, pequeña?—acaricié sus orejas.—Nunca he sido buena poniendo nombres.—le hablé como si ella me pudiera responder.—De hecho, espero que cuando tenga a mis hijos, se me ocurran bonitos nombres.
Me ladraba para volver a jugar mientras movía su colita felizmente, muero de ternura.
Corrí detrás de ella y ella detrás de mí. Después me di cuenta de que entramos por el mismo jardín donde había visto el árbol quemado.
—Detente pequeña.—la llamé deteniéndome para tomar algo de aire.—No hagas nada pequeña, que no correré más.
Ella me miraba desde el suelo mientras seguía moviendo su cola. De repente, se puso a escarbar cerca del árbol quemado.-No pequeña, te vas a ensuciar.-dije acercándome a ella y tomándola en brazos.-No te ensucies.
Pero al levantarla, traía entre sus pequeños dientes un pedazo de tela, se veía muy maltratada y muy mal estado, pero me llamó la atención las iniciales bordadas en hilos de oro. Eran E. J.
—¿Qué tenemos aquí?—dije, y de lo que parecía haber sido un guante, cayó un pequeño collar el cual agarré.
Lo abrí pero no había nada, seguro habían quitado las fotos de aquella cadenita.
—Está bien, es hora de regresar.
Empecé a caminar mientras ella me seguía oliendo todo a su alrededor y moviendo su colita de un lado a otro.
Mientras me acercaba, vi a Damien parado en la entrada de la casa donde me estaba esperando. Me puse un poco nerviosa pero seguí caminando como si no me afectara.
—Camille.
—Damien.—dije y me agaché por la perrita.
—Pasa.
Lo miré y me apresuré en entrar.
Seguí caminando mientras sentía a él detrás de mí caminando.
—Por aquí.—me agarró suavemente del brazo.—Dale el cachorro a la señora Collins, no pasa nada.
—Me gustaría tenerla conmigo.—remarqué tenerla, dándole a entender que era hembra.—Muchas gracias.
Sonrió, haciendo que mis mejillas se sonrojaran.—Está bien.
Y así seguí junto a su lado, él caminó en silencio al igual que yo, era un silencio cómodo, a decir verdad, pues no traía un intención de discutir, y menos él, eso se notaba desde lejos.
Estar paseando me había traído muchos recuerdos a mi mente, como cuando mis padres se peleaban, siempre escuchaba a mi madre gritar desde su habitación, mi padre de igual manera le gritaba, recuerdo que cada vez que pasaba eso Ian entraba corriendo junto a Danielle y a mí y nos abrazaba tratando de distraernos de aquellos gritos infernales.
Hubo una época en la que los gritos fe mi madre eran constantes y fuertes, nunca había entendido el porqué, yo era muy joven. Una vez mi padre le dio una fuerte bofetada a mi madre frente a nosotros, al día siguiente desapareció por dos meses enteros. Mi madre nos tomó a Ian, Danielle y a mí y nos fuimos a la casa de campo donde pasamos todos esos dos meses. Él fue por nosotros, y desde allí se relación cambió, y supe que mi madre ya no era la misma con mi papá.
—¿Camille?—me llamó sacándome de mis pensamientos.
—¿Sí?
—Aquí es.
Abrió una puerta y dejó a la vista un hermoso lugar. Abrí mi boca ligeramente asombrada de lo que veía. Era de noche y las estrellas de veían perfectamente alineadas a la luna, las flores que había alrededor brillaban y se movían en una dulce danza al son del suave viento. Bajé a la cachorrita y ella se echó a correr mientras yo sin darme cuenta, me agarraba del brazo de Damien quien se sorprendió a mi tacto. Él me miraba, sentía su mirada sobre mí con dulzura.
Allí me di cuenta cuánto deseaba arreglar mi matrimonio, si así quería que fuera, dejaría mi orgullo de lado y dejaría que Damien se abriera a mí y que este matrimonio funcionara realmente.
—Damien.—volteé a verlo.—Él me miró esperando que siguiera.—¿Por qué la luna y el sol son tan parecidos, pero a la vez no?—pregunté recordando como me había propuesto matrimonio frente a los demás.
Él tragó duro y se acercó a mí mientras agarraba una de mis manos y se la llevaba a su boca depositando un beso en los nudillos. Se acercó a una pequeña flor a nuestro lado y la arrancó para después ponerla detrás de mi oreja.—No lo sé cariño, eso lo descubriremos juntos.
Su respuesta me gustó, me agradaba la idea de que él nos mencionara, que no dijera como, ya lo descubriré, o ya lo descubrirás. Sus ojos plateados conectaron con mis orbes azules y nos quedamos así por mucho tiempo hasta que el besó mi frente y agarró mi mano, dirigiéndome dentro. La cachorrita fue frente nosotros y subió las escaleras como si conociera el camino a mi habitación.
Llegamos a mi habitación y abrí la puerta.
Me giré hacia él.—Descansa Damien.
—Descansa Camille.—y se acercó nuevamente a besar mi frente.
Él entró en su habitación y cerró la puerta detrás de él al igual que yo entré.—Vamos a dormir.
Dije después de alistarme y puse a la cachorrita en su pequeña camita donde se quedó y durmió al igual que yo me caí en un profundo sueño pensando en Damien.
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Editado el 6/junio/2020