Sweater's Boy

Oleh mychemicalacc

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[frerard] Frank trabaja en una pastelería. Un día un par de ojos verdes, mejillas rojas, piel pálida y sweate... Lebih Banyak

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EXTRA 2.
AGRADECIMIENTOS.

EXTRA 1.

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Oleh mychemicalacc


Los papeles y fotos cubrían todo el piso de la habitación, era un verdadero desorden.

—Deberíamos estar empacando —suspiró Gerard mientras pasaba foto por foto de una gran pila.

—Esto es más entretenido —dejando un beso en su mejilla, Frank se estiró para alcanzar un sobre de papel madera con la fecha de su boda en la solapa—. Limoncito —desde que el mayor se había dejado el pelo rubio lo llamaba así—, mira esto.

El aludido miró a su marido mientras examinaba fotos del día que se casaron.

—Gee, esto fue hace un mes... y quiero que sepas que fue el mejor mes de mi vida, te amo demasiado.

El castaño lo acercó a si tomándolo por la cintura, sentía sus ojos picar por la repentina presencia de las lágrimas.

—Yo también te amo, Frankie... —pronto se sintió caer de espaldas con el menor sobre él, que soltaba quejidos ahogados contra su hombro y lo abrazaba con fuerza—. ¿Qué pasa?

Frank estaba llorando, no de nostalgia o tristeza, si no que lo hacía por pura felicidad.

—Nada, y-yo te amo —le costaba hablar gracias a los espasmos—, mucho y estoy t-tan enamorado de ti...

El rubio lo pegó mas a él, dejando pequeños besos sobre su pelo.

Cuando se hubo calmado, volvieron a sentarse, pero el de ojos avellanas no se movió de las piernas de su marido.

Siguieron revolviendo fotos y papeles hasta que el sol se escondió y Gerard decidió que debían seguir empacando, en una semana estarían viviendo en California, exactamente en Los Ángeles.

El enano se puso de pie de mala gana, le desagradaba mucho guardar todas sus pertenencias, sin embargo, no tardaron más de media hora en empacar los cuadros del salón-comedor, siendo lo único que quedaba en dicho ambiente, y luego los del pequeño estudio.

Habían decidido vender todo el mobiliario para que el más alto pudiera diseñar la nueva casa como él quisiera, solo se llevarían los cuadros, televisores y elementos de arte.

La ropa estaba envalijada desde el día anterior, Gerard la había guardado para evitar el aburrimiento.

El mayor se dejó caer en el piso, apoyándose contra una pared, extrañaba su sillón. Segundos después el otro lo siguió, pero dejando todo su peso sobre él.

—Tocame algo —pidió el rubio, recibiendo una mirada pícara del menor, causando un violento sonrojo—. Me refería a... Con la guitarra.

—Como quieras, cariño —dejó un beso en sus labios y fue en busca del único instrumento de la casa. Gerard le había regalado una guitarra blanca hacía unos meses y él la había nombrado Pansy, hasta le había pegado calcomanías con dichas letras.

Adoraba como, desde hacía tres años, su amor por por ese chico no había disminuido ni un poco y seguía necesitando sus labios, no había nadie que encajara tan bien con él.

Volvió y se sentó frente al de ojos verdes, dedicándole una sonrisa.

—¿Qué canción?

—Cualquiera.

Frank comenzó a tocar algunos acordes mientras pensaba, no se le ocurría nada.

—All the angels —susurró Gerard. Era una de las primeras que el tatuado había escrito y, simplemente, le encantaba.

Frank asintió, comenzando a tocar, ambos decidieron cantar, sus voces se unían a la perfección.

El castaño pensó cómo sería su vida de ahí en adelante, una vez vivieran en California; él sin dudas quería tener una familia a la que brindarle su amor, criar niños para inculcarles su amor por la música, comprar una gran cantidad de regalos en navidad para poner debajo del árbol y tener que acallar sus gemidos y los de su marido cuando tengan sexo y los niños estén durmiendo; tal vez no sonaba muy romántico, pero para él lo era.

Terminaron el último verso de la canción al mismo tiempo y dejó de la guitarra a un lado, tirándose sobre su marido para abrazarlo.

—¿Por qué te amo tanto? —el menor fingió un tono molesto.

El vez de contestar, el rubio dejó pequeños besos por todo su rostro.

—Olvidalo, creo que ya tengo la respuesta —atrapó sus labios y se separó luego de unos segundos—. Muero de hambre, ¿Salimos?

**

Se maldijo a sí mismo por no haber tomado más abrigo, sabía que hacía frío, pero no tanto. La nieve aún no había comenzado, tal vez si tenían suerte caería un poco antes de que se marchasen.

Lentamente se acercó al mayor, que no parecía tener frío, en busca de calor humano, siendo concebido al instante. Gerard pasó su brazo por la cintura del otro, intentando atraerlo más a él.

—Podemos volver... Si quieres —ofreció el de ojos verdes, mirándolo.

Frank sonrió, tenía otros planes. Comenzó a correr, siendo seguido por el más alto y las risas y gritos no tardaron en llegar.

Recorrieron una gran cantidad de cuadras antes de detenerse a tomar aire.

—Gee... Esto me recuerda que dejamos algo sin terminar hace unos años —comentó una vez normalizó su agitada respiración.

—¿Qué?

El tatuado tomó sus manos y se arrojó de espaldas al piso, llevándose a su marido con él. Gerard quedó a horcajadas sobre él y sus caras muy pegadas, el recuerdo de esa noche no se hizo esperar. A diferencia de aquella noche, no nevaba, pero era igual o más perfecto.

Se acercó lentamente, dejando un casto beso en sus labios para luego dejar otro en la punta de su nariz.

El castaño solo podía sonreír cono tonto enamorado, porque eso era. Tomó al más alto por las mejillas y volvió a acercar sus rostros, iniciando un lento y amoroso beso.

**

De vuelta en el departamento, decidieron hacer un brillante desfile hasta la habitación, donde se cambiaron de ropa, poniéndose antiguas pero abrigadas prendas, y metiéndose en la cama.

—Frank —lo llamó, recibiendo un "hm" como respuesta—. ¿Tendremos niños?

El castaño lo miró a los ojos, con duda.

—¿No quieres? —no pudo evitar sonar desconcertado.

—Claro que si, amor. Me encantaría que seas el padre de mis hijos, no hay nada que desee más.

—Ojalá fuera mujer... Así podría darte lo que quieres, unos lindos hijos que se parezcan a ti...

—No importa Gee, y lo sabes. No necesito que se parezcan a mi o a ti para amarlos —quitó los mechones de pelo de la cara del otro—. A demás así no tengo que preocuparme por usar preservativo.

Ambos soltaron una risotada.

—Eso es bueno —apuntó Gerard—. Significa que no tenemos que ir a comprar ahora.

Antes que de Frank entendiera lo que acababa de decir, el rubio atacó sus labios y coló sus manos por la remera del menor, acariciando su pecho.

Se sentaron en la cama y pronto estuvieron sin remeras. El castaño se movió hasta el cuello del otro, dejando pequeños besos.

Gerard se dedicaba a cerrar con ojos y echar su cabeza hacia atrás, dejándose hacer. Suspiró cuando el menor comenzó a succionar su piel para dejar una marca.

El de ojos verdes dirigió sus manos al pantalón del otro, introduciendo sus manos por los costados y bajándolos un poco.

Siempre era así, el tatuado nunca empezaba nada, dejaba que el mayor eligiera. No había una razón concreta, trató de convencerse a sí mismo de que era porque no quería obligar al teñido.

Antes de darse cuenta, ninguna prenda cubría sus cuerpos. Gerard lo tomó de las mejillas dándole un profundo beso y se echó boca abajo en el colchón, sosteniéndose con las rodillas manteniendo arriba su trasero.

Frank se posiciono detrás y apretó sus nalgas ganándose un jadeo por parte del mayor, lo que lo animó a dejar pequeños besos y mordidas. Se llevó una mano a la boca, humectando sus propios dedos para luego meter uno lentamente e el mayor comenzando un vaivén.

El rubio gimió por lo bajo y movió sus caderas en busca de más, logrando otro dedo en su interior, que no tardaron en ser tres.

El castaño alejó su mano de la entrada del otro y se acercó, rozando su entrada.

—Hazlo.

El más bajo obedeció, entrando con cuidado. Comenzó a moverse cuando Gerard se pegó más a él, dando suaves estocadas que fueron aumentado segundo a segundo.

Los dos eran un desastre de gemidos y gritos, aunque los de Gerard eran los que más se escuchaban a pesar de tener su cara enterrada en una almohada. Frank dejó húmedos besos por la espalda baja del otro, se sentía cerca así que llevó una de sus manos al miembro del mayor y comenzó a masturbarlo.

—¡Si! A-ahí Fran-kie —levantó la cabeza para hacerse oír cuando el menor tocó su próstata.

Unos empujones más y los dos se corrieron, Frank en el interior de Gerard y este en la mano del castaño, que lo tomó por la cintura, dándole la vuelta para quedar boca arriba y besarlo.

El rubio enredó sus brazos sobre los hombro ajenos y volvió a dar la vuelta, quedando sobre el tatuado. Apoyó la cabeza en su pecho y acomodó las piernas a sus costados. Frank llevó sus manos a la espalda de este y comenzó a moverlas por toda la extensión de su piel.

—Te amo tanto, tanto que no debe ser sano —soltó el teñido, el otro rió.

—No más que yo —aseguró.

—¿Lo hacemos de nuevo?

Se miraron sonriendo y se sentaron, ahí iban otra vez.

Nota: me cebe un poco con el smut, espero que no les moleste

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