El secreto de la Chica Pente...

By Lulu_2017

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MDUP #2 [Sin editar] [Sin corregir] será editada y corregida solamente a el final de la obra. Si vas a decir... More

Introducíon.
Dedicatoria.
Prólogo
Capitulo 1.| Ceo White.
Capítulo 2. | ¿Señorita violenta? o ¿señorita desequilibrada?
Capitulo 3. | Miranda Wang.
Capitulo 4. |Comportamiento y excusas aceptadas.
Capitulo 5 | No anules las reuniones.
Capítulo 5.1 | todas tus verdades, para mi fueron mentiras.
Capitulo 6.| Proyecto 2.0
Capítulo 7. | Un completo caos mental.
Capitulo 8.| Carlos, no te enamores.
Capitulo 9. | Japón + dos mujeres en problemas.
Capitulo 10. | Una situación poco coherente.
Capitulo 11| creo que deseo protegerla.
Capitulo 11.1 | Si Dios no me salva ¿quien lo hará?
Capitulo 12. | Me cansé, voy a dejar de esperar.
Capitulo 13.| Ternura Extrema parte 1.

Capitulo 7.1 | Luna blanca pintada de algodón.

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By Lulu_2017

Mi madre..—tragó la bilis que sube y que desea ser expulsada por mi boca.

El hombre delante de mi. Abre sus ojos sorprendido, es la primera vez que habló. Era el momento perfecto para contarle lo que realmente pasó.

Él no dice nada. Espera, paciente. No digo nada, envuelvo mis rodillas con mis brazos, hundiendo mi cabeza en el hueco que hacen mis miembros. Mi cabello cae en cascadas sobre mis hombros.

Mis ojos están cargados de ese líquido molestoso que desea salir, y no lo retengo. He mantenido durante más de tres años, esas lagrimas dentro de mi.

Quiero vivir, deseó volver a ser la niña de antes, no la que carga con ese yugo.. no la que está herida.

Tiró de mi manga, y seco mis ojos. Él hombre me extiende un pañuelo azul que extrajo de su bata . Parece complacido de ver que estoy sintiendo de que no estoy totalmente entumecida, de que estoy volviendo hacer humana.

De que comunicó alguna emoción, aún si estás solo son transmitidas en lágrimas.

Tomó una profunda respiración. Parpadeo varias veces, mi ceño se frunce, mis manos tiemblan y entonces caigo de nuevo en esa cerradura, en esa casa.

Mi madre me hacía daño.—digo cerrando con fuerza mis ojos, tratando de no ahogarme más, de no destruirme más.

Decir esas palabras en voz alta,
Me hacen estremecer. Me crean náuseas, temblores, dolores..

Una madre debe proteger, debe amar, su deber es limpiar tus lágrimas, regañarte por tus malas decisiones, abrazarte cuando tu corazón está roto por un idiota que lo destrozó, no ser la causa de tu trastorno de pánico, tu miedo a los hombres y tus lagrimas de impotencia.

El hombre se pone de pie, lo sigo con mis ojos. Da unos pasos hacia mi y todo mi sistema reacciona en modo defensivo.

Tiro más de mis pies hacia mi. Debo protegerme. No puedo permitir que se acerque.

Entonces lo hago: gritó, grito como animal que está listo para ser llevado al matadero.

Mi cuerpo se sacude con violencia, imploró para que no se acerque. Lloro como nunca antes lo he hecho, gimoteo con tanta fuerza que siento que cada fragmento de mi se está rompiendo, como si la poca inocencia en mi, se quebrará.

—mírame Ky, mírame no soy ese hombre, no lo soy.

Lo escucho, pero lo único que puedo ver, es un hombre imponente, de mirada azulada abusando de mi, robándome toda oportunidad de libertad, tomando todas mis oportunidades de luchar.

Grito, gritó hasta no poder más. Hasta no ver esas risas, hasta no escuchas sus sonidos de satisfacción, gritó.

—¡déjame ir! ¡Déjame, déjame!.

Gritó. No sé ni de dónde saco tanta fuerza, rasco mi piel tan fuerte que no soy consciente del daño que me estoy haciendo.

Mis lágrimas no me dejan ver, no me dejan. Esos gritos y expresiones faciales en mi mente me atormentan, me hacen querer morir.

no merezco esto, no merezco esto.

—escucha mi voz Ky, estás a salvo. Ellos no están aquí. Solo estas tú. Mírame.

Mi grito comienza a detenerse.
Mi cuerpo deja de sacudirse, mi respiración está agitada, mi cuerpo duele, mi mente me traicionó. Lo volvió hacer.. volvió a burlase de mi, ella toma placer verme así, destruida.

No lo merezco. No lo merezco.

—abre tus ojos ky.

No sabía que tenía mis ojos cerrados, cuando los abro me encuentro con la mirada café del sicólogo Wiliams, sus ojos no destellan dolor, ni lástima. El no me mira como una niña que fue destrozada, me mirada como si él pudiera salvarme.

Como si deseará socorrerme, como si anhelará borrar ese dolor que está en mi, como si pudiese ayudarme.

Permanece en una distancia bastante moderada, se acuclilla y extiende su mano. Con precaución. Con calma, como cuando tratas de acercarte a un animal que fue violentado por sus dueños.

Entonces una sonrisa radiante aparece en su rostro. Mueve un poco su mano, para que yo la tome. No lo hago. No quiero tocarlo, no quiero hacerlo.

Suelta el aire que contiene y observándome habla:

—vamos a salir de esta Ky, voy a ayudarte. Seguiré siendo paciente, seguiré esperando que desees contarme cada uno de tus dolores.

Sonríe, de medio lado y es como si la luna se pintara en su rostro.

El doctor William no me tiene lástima, él no me mirada como una niña.

Él, si quiere ayudarme..

Lo escucho dar un pequeño suspiro, agita su mano nuevamente.

—toma mi mano, a partir de ahora. No haremos secciones en mi oficina. Saldremos al patio. Para que te sientas libre.—hace contacto con mis ojos, que no deja de observarlo intrigada.—voy a ayudarte, a recuperar tu vida..—vuelve a mover su mano.—¿quieres?.

Desvió mis ojos hacia su blanca mano. Sus dedos se mueven, a espera de que mi mano toque la suya, es paciente y amable .

Él quiere ayudarnos.

Doy un suspiro, alzó mi mano bajo su atenta mirada, estoy temblando. Él lo sabe, yo también.

Es como si él viniera de pedirme lo imposible. Su mano sigue extendida, y mi pulso es desenfrenado, cierro fuertemente mis ojos, me armó de valor y lo hago: la tomó.

***

Las secciones an pasado volando desde que dejé de ir directamente a la sala de consultas del Sicólogo Smart.

Cuando llegó no hago la rutina de siempre, quitar mis zapatos, aferrarme a mis piernas y fingir que soy invisible.

Ya no. Ahora el sol y las nubes me observan. Sonrío cuando estoy a solas y murmuró palabras de aliento a la niña que trata de hundirse en su dolor:

Yo.

Acomodó mi cabello, y deslizó por mis hombros mi ruana de lana, esa que me regalo papá cuando todo parecía ir bien.

Sacudo mi cabeza y dejo caer mi espalda en el firme pasto.

Tomó profundas respiraciones. Sé que el doctor Smart, debe estar observándome. Lo hace a distancia, pero ya no deseo que permanezca lejos de mi.

El doctor Smart, me hace creer que saldré a delante, cuando lo veo, me hace creer que la luna está pintada de algodones.

Sé que debe soñar raro, pero William me ha hecho sonreír, hace más de tres años que perdí el deseo de reír, de sentirme feliz.

Frotó mis pies contra el pasto. Sentirlo entre mis pies y la brisa fresca me hacen sentir:

Humana. Viva. Más Ky. Más yo.

Abro mis brazos, mientras que la brisa acaricia mi rostro, una pequeña sonrisa aparece en mi cara.

Hace tiempo no sentía esa sensación de libertad.

—me alegra ver que sonríes, Ky.

La voz ronca del doctor Smart me saca de mi calma, el pánico se acopla a mi cuerpo y comienzo a temblar. Por instinto e inercia llevo mis piernas a lo más cerca de mi cuerpo.

—no hay nadie, solo somos nosotros dos Ky. Él sol y las nubes, no  debes tener miedo.

Lo veo caminar y tomar asiento delante de mi a una distancia moderada, quita su bata blanca. Sube sus mangas y me observa.

—¿quieres hablarme de algo que te haga feliz?.

Pregunta de repente, frunzo mi ceño.

Quiero salir adelante, quiero sentir que este incidente no me destruyó como todos me quieren hacer creer. Como yo misma quiero hacerme creer.

Sabes que estás destruida, eres un caso perdido.

—ky, habla conmigo.

Rebuscó entre mis buenos recuerdos, y trato de concentrarme solo en ellos.

Doy un suspiro, clavando mi mirada en el doctor. El sonríe haciendo que pequeñas  arrugas, se instalen debajo de sus ojos.

Muerdo mi labio con fuerza.

—cuando tenía ocho años papá me regalo una muñeca, la amaba.—digo y trato de perderme en ese recuerdo, cuando lo logró mis ojos se van llenando de lagrimas.

El doctor William, me regala una mirada alentadora.

—respira. ¿Y que pasó con esa muñeca Ky?

limpio mis lágrimas, el doctor Smart me sonríe, su sonrisa me transmite calma.

Respiró profundamente, dejándome ir nuevamente en esos recuerdos, que en algún momento fueron mi felicidad.

—Era muy linda, sus ojos eran claros y su color de piel era canela, su cabello era largo y muy liso.—esbozó una sonrisa incómoda mi mirada se vuelve negra y mi pulso es tan fuerte que tengo la impresión de que todo el mundo puede escucharlo.—hasta que mamá, la destruyó.

Él doctor Smart me regala una sonrisa triste, puedo imaginar que mis ojos verdosos ya han cambiado de color.

—¿porque lo hizo?

Pregunta, intrigado.

Muerdo mi labio y inhalo con fuerza. Nunca antes he dicho esto. Y la sola idea de decirlo en voz alta lo hace sentir más real.

Deseo terminar con todo esto, no quiero volver a ese recuerdo donde esa mujer fingía amarme, muerdo el interior de mi mejilla, bajo la atenta mirada del doctor, su mirada me alienta entonces lo digo;

—porqué ella me odia.

Ivan me observa desde el marco de la puerta. Lo odio. En este momento lo aborrezco más que nadie.

No quiero, no deseo volver a Canadá. Estar estos últimos años en Francia me ha hecho regresar a ser la misma de antes, mi cabello y mi piel an tomado más vida y brillo, sonrío más y ya mi corazón no está lleno de odió.

Regresar ahora sería perderlo todo. Mi carrera aquí esta completa y a pesar de que me especialicé en algo con moda, no es realmente lo que deseo estudiar.

Nunca lo fue.

—en tres horas, en tres horas.

Canturrear el indocta, incompetente de Iván. Quien decidió sin mi autorización reservar un vuelo, directo ahí, a ese lugar.

—te odio.

Es todo lo que digo cerrando completamente la maleta.

Volcó sus ojos. Frotando su frente.
Luego apoya su mano sobre mi hombro derecho, estoy delante de él con mis brazos cruzados.

—me amas, Ky. Soy el único que es capaz de hacer esto y saber que internamente lo aprecias.

Me provoca maldecirlo. Pero me retengo porque evidentemente él tiene toda la razón. Jamás por mi propia voluntad yo hubiese tomado la decisión de regresar.

—¿he dicho que te odio?—murmuró para luego alzar mi dedo y golpearlo contra su pecho, Ivan niega divertido.—te odio.

Finge indignación.

—vamos Kalyn. Tú y yo sabemos que lo que sientes por mí es amor.

Golpeó su hombro.

—cállate.

Pasa su hombro izquierdo por mi cuello.

—ya no me escucharas hablar hasta que regrese a Canadá, con mi novia.—murmuró lo último, con nerviosismo.

Enarque una ceja.

—ya decidieron, ¿ponerle un nombre a todo eso que sienten?.—golpeó su hombro, haciendo que el lo retire de mi cuello.

Lo veo asentir.

—la verdad es que tuve que hacerlo. Fue obligación hacerlo yo no deseaba hacerlo.

Comienza a parlotear como siempre que está nervioso.

Alejo mi cabello de mi rostro, una sonrisa burlona aparece en mi rostro.

—alguien trato de quitártela, y entonces tú actuantes diciendo que eran algo más que amigos.. ¿cierto?.

El chico palidece, para segundos después ver cómo su rostro se sonroja.

Lo oigo balbucear.

—si, si si.. mejor vamos antes de que me deje el avión.

Le guiñó un ojo y tiro de mi maleta para salir del apartamento que hace unos años me brindó paz y calma.

***

Iván va dándome indicaciones de que hacer cuando llegue a Canadá. Donde ir y quien me estará esperando en el aeropuerto.

Acomodó mi chaqueta, y el pequeño béret, que reposa en mi cabeza.

Asiento a todas sus palabras.

Mirna O'taller, lo observa y luego me observa. Ella rueda los ojos al mismo tiempo que yo, estamos cansadas, si Iván sigue hablando no tomaré nunca ese bendito avión.

—..no olvides orar, digo por precaución.

Es lo último que dice, y siento cómo mi corazón se encoge.

Hace tiempo que no escucho la palabra orar.. en una frase o de la boca de alguien, sus últimas palabras me hacen sentir nefasta.

Aprieto mis labios, asintiendo.

Veo como pasa su brazo por la cintura de su novia, quien me sonríe y me desea que todo me vaya bien.

Apunto a Iván, con un nudo en mi garganta hablo.

—no vendas el apartamento en mi ausencia, tampoco lo uses para tus desmadres y múdate lo antes posible. No toques mi cuarto..—el rueda los ojos y mueve su mano como restándole importancia mis advertencia, Mirna ríe.—y te voy a extrañar.

Lo veo regalarme una sonrisa triste, se despega de su novia y viene hacia mi dando un fuerte abrazo.

—si las cosas se ponen difícil.—Acuna mi rostro, haciendo que lo observé, mis ojos se llenan de lagrima. Hay tanta determinación en sus ojos.—No huyas, si debes decirle todo. Hazlo. Nadie puede robarte la felicidad, si no tú mismo.

Sobró por mi nariz y lo aprieto en mis brazos, asintiendo como lunática.

Me alejo de él.

Aprieto mi mano con fuerza en mi maleta, dejo que las últimas lágrimas caigan.

—gracias por..

Iván niega, impidiéndome terminar la frase.

—quien te debe las gracias soy yo, gracias por salvarme y no olvides. —apoya sus dos manos sobre mis hombros.—Pase lo que pasa, no huyas.

Asiento una última vez y me doy la vuelta, dejando atrás lo que un día fue mi familia y mi hogar.

***
Suspiró ruidosamente. Acomodando mi chaqueta y aferrándome con fuerza a mi maleta.

El nerviosismo y el pánico me acompañan y todo dentro de mi tiembla. Debo calmarme, ya no soy esa niña.

Suspiró buscando con mis ojos una pancarta que diga mi nombre. Una cartelera blanca con muchos dibujos y mi nombre en una perfecta caligrafía llama mi atención.

Me acercó, nerviosa. Quizás un tanto temerosa, no puedo ver el rostro de la persona que sostiene la pancarta ya que la sostiene de manera que su rostro no sea visto, lo único que notó son unos zapatos negros que me parecen un poco conocidos.

Carraspeo.

—yo soy Kalyn..—murmuró cohibida y extremadamente nerviosa.

La persona baja un poco la pancarta y mis ojos hacen contactó con unos muy conocidos para mí.

Mis manos comienza a temblar y entonces las palabras de Iván retumban en mi cabeza.

Pase lo que pase, no huyas.

Tengo la impresión que el silencio se ha hecho presente en el aeropuerto Pierre-Elliot-Trudeau, mis manos tiemblan y mis piernas también, no creo tener la capacidad de soportar mi peso en este momento.

Entonces la persona delante de mi habla.

—ha pasado un largo tiempo Ky.—sus ojos también están llenos de lágrimas, sus manos que sostiene la pancarta tiemblan.—te extrañé.

Sus palabras son como música a mi corazón y me sorprende ver cómo mi cuerpo retoma vida propia y corre hacia esos brazos que conocen más secretos de mi, de los que yo misma conozco.

Escondo mi rostro en el hueco entre su cuello y su hombro y me es imposible no reírme nerviosamente mientras lágrimas brotan de mis ojos.

—también te extrañé, papá.

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