Capitulo 11.1 | Si Dios no me salva ¿quien lo hará?

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Se necesita fuerza, voluntad y corazón para actuar como lo hago yo.

Si mi dolor hablará, entonces él en este momento tomaría la palabra y gritaría cuán dolida y abrumada estoy.

Las preguntas y los comentarios que brotan de la boca del doctor Smart, son como dardos llenos de veneno, que se infiltran en mi ser con ferocidad, con dolor y odio.

Mis manos cubren con fuerza mis oídos y mi cuerpo tiembla, soy un puñado de nervios, rocas pesadas son lanzadas contra mi sien y soy apenas consiente que son solo palabras, palabras que me comen viva, que me matan poco a poco.

Los flashback que atraviesan mi mente me hacen querer morir, quiero vomitar, la bilis sube y baja con fuerza, siento asco de mi persona, siento asco de las imagines que traspasan mi mente con lentitud, como si yo no valiera nada.

—sé que es difícil Kalyn, sé que es doloroso.—su voz suena firme.—pero debes contarme, debes abrir esa puerta.

Niego. No quiero abrir esa puerta, ese portón está lleno de maldiciones, de gritos, de lagrimas, de dolores. No quiero abrirlo, no deseo hacerlo.

—si no lo haces, no vas a mejorar.—su voz suena cansada, pero al mismo tiempo paciente.—debes hablarme de lo que ese hombre te hizo Kalyn. Solo así podrás salir adelante.

Mi cuerpo tiembla. ¿Como podré decirle a cualquier persona, lo que ese hombre. Ese mísero animal hacia en presencia de esa mujer? y que ella simplemente no hacía nada. ¿Como? Cómo actuar y ¿fingir que abrir esa puerta no me dolerá?

—n-no puedo.—gimoteó, mordiendo con fuerza mi labio al punto de sentir el gusto metálico en mi boca.—yo n-no puedo.

Es como si una parte de mi, sintiera aún ese dolor. Sé que jamás me recuperar de eso, estoy convencida que si Dios no me salva nadie lo hará.

No importa cuantas veces hable, no importa cuántas lágrimas derrame, si Él mismo Dios de gloria, no lo hace entonces quien. ¿Quien me salvará?

***

Parpadeo desconcertada, no sé dónde estoy. Así que me hago rápidamente en ovilló, no quiero ser golpea.

Un vaso de agua es depositado sobre la mesa delante de mi, puedo escuchar el ruido abrumador cuando este hace contacto con la mesa.

Cierro mis ojos fuertemente.
Todo sonido de vidrio golpeando la mesa me estremece me recuerda a esa casa, odio esos sonidos.

Jamás había extrañado tanto el silencio como ahora. No sé dónde estoy y el miedo me consumé, como el fuego consume el papel.

Cada vez que creo que he avanzado, retrocedo mil pasos. No puedo vivir así toda mi vida, no puedo esperar que alguien más abra las puertas si yo misma no deseo abrirlas. Me consume el dolor, me consume la vida misma.

No deseo vivir más así. Quisiera volar tan alta como las mariposas, escaparme de las manos de mi agresor, de mi odio hacia mi persona. Solo quisiera volar tan alto, como si nadie pudiese atraparme, como las mariposas ella son libres sin importar cuantas gotas de lluvia las quieran ahogar.

Quiero ser como ellas, volar tan alto y no bajar nunca más.

—aún estás en el consultorio Kalyn, habla conmigo no importa lo que tengas que decir.—la voz de él doctor Williams me hace sentir diminutiva.—la única manera de sanar es permitiendo que se aplique alcohol en la herida, para que ella sane y no te lastime más.

Abro mis ojos, su mirada por primera vez está cargada de dolor. Él quiere luchar contra mis dolores, mis recuerdos, pero simplemente no puedo, siempre está esa vocecita dispuesta a decirme que sin importar a quien lo diga, ellos sentirán siempre lástima, después de todo solo soy una niña abusada.

El secreto de la Chica  Pentecostal © [Verdades no Dichas #2] Where stories live. Discover now