Crónicas del circo de la muer...

By TatianaMAlonzo

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Elena Novak mal vive en un reino gobernado por Eleanor Abularach, una reina sanguinaria que castiga a los tra... More

Prólogo
1. Acepto que no soy una persona del todo honorable
2. Una marioneta salva mi culo
3. Esto es lo que en realidad soy
4. El Heraldo
5. No es burdel de prostitutas, es un burdel de telas
6. Gio está enamorado del hijo de la reina... pero Shhh, guardémosle el secreto
7. Reginam: el circo de la muerte en asiento VIP
8. Vino de sangre que no es sangre
9. La leyenda del sol y la luna
10. Máquina de helado
11. La Carreta
12. Prisionera
13. El león que asusta a las ratas
14. La princesa Isobel
15. Entre el cielo y el infierno
16. Nido de Serpientes
17. Entre hermanos
18. Piedad, Majestad
19. Exhibición de petulancia
20. Las ideas de Sasha
21. El dolor de cabeza de Eleanor
22. El Monje Rebelde
23. Kire se va a casar con un cerdo
24. Duardo Garay
25. Me piden cargar al Conde de Abastoa
26. Demostración de lealtad
27. Gio tiene nuevo asistente
28. El cumpleaños de Isobel
29. Duelo de vergas, en palabras de Sasha
30. Su nombre es Elena
31. Termino en una iglesia con el príncipe Gavrel
32. Decisiones
33. Ahora soy la aprendiz de Moria
34. El novio rebelde de Marta
35. La realeza también necesita de las putas
36. Las historias de Adre
37. Sasha por fin descubre a Gio y de paso me lleva al infierno con él
38. Protejan a la reina de los traidores
39. Hombre muerto
40. La merienda
41. El pozo de la corrupción
42. El Monasterio
43. Un narciso blanco
44. Campos de maíz
45. El taller del maestre Adnan
46. A lo mejor la vida de Isobel se complicó más que la mía, o tal vez no
47. La reina del circo
48. Se deberían de poner de acuerdo el corazón y la razón
49. Farrah también puede ser perra
50. Una visita inesperada
51. Payasos y Prostitutas
52. Van de la mano
53. Pierdo lo que más me importa
54. Contemplando lo ridículo
55. Sentenciada a muerte
56. Adiós, Gio
57. Aguijones en mi garganta
58. El mundo se viene abajo y yo sin calzones
58.5 Documentos perdidos: Carta al obispo
59. El Cenicero
61. En primera fila
62. Glotoncito
63. Voy a morir como una heroína
64. La Filia
65. El Príncipe Negro
66. El juicio final

60. La Rosa

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By TatianaMAlonzo

Este es uno de mis capítulos favoritos ♥

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Wes huye de mí al día siguiente, por lo que cuando no paso mi tiempo llorando por Thiago, platico y juego cartas con Alan, Dekan, Mael y Claudio. Aún así, quiero saber quién es el hijo de Wes y por qué me acusa de haberle roto el corazón.

En el Cenicero hay tres puertas, una lleva hacia el perímetro de las celdas, otra al servicio sanitario y la última al palomar, dónde también están las jaulas de algunas fieras que exhiben durante Reginam. Camino hacia esta y finalmente consigo acorralar a Wes en una jaula.

-No deberías estar aquí -me advierte-. Los animales no te conocen.

-¿A ti sí?

-A la mayoría le he visto nacer, crecer, sufrir... incluso morir. Me reconocen.

Echo un vistazo a las jaulas cerca mío, en estas duermen plácidamente animales que vi en Reginam.

-¿Eres el encargado de los animales?

-No oficialmente, pero si no soy yo, ¿quién ve por ellos? Mas no tengo privilegios... También soy prisionero.

Wes entra a la jaula de una de leona mientras yo le espero fuera.

Tampoco soy tan valiente.

-Siéntete dichosa de presenciar el milagro de la vida -dice, haciéndome una seña con la mano para que me acerque. La leona está pariendo una cría-. Hermoso, ¿no?

En realidad, sí. Por vivir en el campo he visto parir a vacas, yeguas y más. Pero una leona es inusual.

-Aunque... estos animales dan miedo -digo, mirando de reojo las jaulas junto a la de la leona. En la que está frente a esta, hay un león.

-Ellos también te temen -dice Wes-. Por lo mismo, si invades su espacio se defenderán. Te pido que no los veas con odio, porque todos ellos -Señala una por una las jaulas- también son víctimas de Eleanor.

Comprendo eso. Recuerdo que Gio comentó que narcotizan a los animales para que enloquezcan a la hora de salir a la Arena de la Rota.

-El que está detrás de ti es mi favorito -continua Wes, sonriendo con ternura y sigo la dirección de su mirada-. A ese león lo cuidé desde que era bebé. Lo bauticé: Glotoncito.

Glotoncito.

Giro sobre mis pies para observar mejor al león. Impresionante. Estoy segura de que es el mismo león que vi en la Rota, aunque hoy no luce tan feroz. Incluso está moviendo su cola. Glotoncito. Sonrío.

Pero no vine a hablar de animales o juicios morales.

-¿Quién es tu hijo, Wes? -pregunto, sin preámbulos.

-¿Quién es? ¿Pues a cuántos les has roto el corazón, niña?

Vadir. Garay. Baron. Gavrel... quizá. A ellos que yo sepa. Intento hacer un listado en mi mente pese a que me ofende que Wes piense que soy algo así como una mujer fatal.

-Es que no estoy segura de si hablamos o no de la misma persona..

Y tengo curiosidad.

-Mmm... -Wes lo piensa un poco sin dejar de mirarme-. ¿Qué tan buena eres escuchando historias? -quiere saber.

¿A qué viene eso?

-Mi abuelo y mi padre me narraban leyendas todo el tiempo.

-¿Qué tipo de leyendas?

-Sobre la Madre luna, el Príncipe Negro...

-¿El Príncipe Negro? -Wes sonríe de oreja a oreja-. ¿Qué sabes del Príncipe Negro?

Trato de hacer memoria. -Que trepaba torres altas para poder visitar a su amada.

-¿Qué más?

-Era romántico, valiente y luchó por defender a los desafortunados.

Wes asiente con la cabeza. -¿De dónde vino?

-No lo sé.

-Entonces no sabes nada del Príncipe Negro.

No quiera venir a decirle eso a quien escuchó leyendas desde niña.

-Oye, sé que era...

-¿Era? ¿Quién te dijo que está muerto?

Es cierto.

-Pues nadie lo ha visto otra vez. Desapareció...

-Está encerrado -dice Wes, sonando seguro. Él está visitando una por una las jaulas para alimentar a las fieras con palomas que cazó desde el enrrejado de el Cenicero-. Por cierto, ahora se dedica a cuidar bestias.

¿Perdón?

-Oye, tú no eres el Príncipe Negro.

Wes suelta una risa seca. -¿Por qué no puedo serlo?

-En las leyendas él es joven... -De acuerdo, me siento tonta diciendo esto-. Tiene una armadura negra...

-¿Con un peto que tiene grabada una rosa en el centro?

Asiento con la cabeza.

-El príncipe envejeció, Elena, lo que queda de él... es lo que ves.

Me cuesta creerlo. -No puede ser...

Crecí escuchando cientos de historias sobre el Príncipe Negro, historias que me narraron mi padre y mi abuelo. Para los rebeldes el Príncipe Negro es un estandarte, otro símbolo de la revolución. No puede ser Wes. Simplemente... no puede ser.

-Te lo preguntaré otra vez, ¿qué tan buena eres escuchando historias?

Wes me guía lejos de las jaulas y nos sentamos en una esquina del palomar situado debajo del enrrejado que da techo al Cenicero Tengo que escucharle porque me es difícil creer que diga la verdad.

-La rosa Príncipe Negro, por su rareza, no es fácil de cultivar, es una rosa fiel -empieza-. Aún cuando te empeñes en cultivarla, si no eres hijo de Teruel, se negará a florecer ¿La has visto? -Niego con la cabeza-. Es una rosa color rojo sangre, casi negra, con un perfume muy profundo. Y es el símbolo de mi hogar. Teruel.

-Pero Teruel fue saqueado y destruido hasta los cimientos. Eso cantan los bardos.

-Rima mejor reino en llamas con amenaza, que reino levantado y prosperado.

-¿Cómo?

-Mi tía se llamó Hilda de Abastoa. ¿La has escuchado nombrar antes?

-Sí. Sé que la Gran Mancomunidad le dio la espalda y permitieron que Cadamosti la saqueara. Por eso cayó Teruel.

-Bien. Después de morir mi tía mi padre quedó a cargo del reino. Pero estaba deprimido. No quería hacer nada por nadie hasta que admiró con deleite que nuestro vivero de rosas Príncipe negro no sufrió ningún daño después del saqueo. Eso lo animó. Reorganizó a la corte, vendió lo poco que nos quedó e invirtió en arte. Pagó a poetas, bardos y pintores para burlarnos de la caída de nuestro propio reino. Los otros reyes estaban maravillados con la poesía y las novelas que inspiramos y con eso salimos adelante... Nos vendimos. No fue fácil, pero volvimos a levantar cada pared y llenamos otra vez con agua nuestros cantaros.

-¿Cómo llegaste a Bitania, Wes?

Él gruñe. -Te saltaste un buen pedazo de la historia. Pero bueno. Te diré que me enfermé de amor. Con los años, Teruel, al llenarse de poetas, juglares y demás señores del arte, me volvió un romántico y un soñador.

Los bardos iban y venían, trayendo siempre noticias, como que una hija del rey de Bitania no quería casarse. Cantaban que ella se negaba a abrir la ventana de su balcón a quien intentara visitarla y decía que moriría soltera. Lo tomé como un reto y vine a galope a Bitania a probar suerte.

-¿Te recibieron bien?

Wes me guiña un ojo. -No me presenté ante el rey. Quise ser diferente a los otros príncipes que también trajeron dádivas a las princesas... Porque eran tres las princesas, pero yo vine por la más vanidosa de las tres. Así que investigué, burlé a la Guardia y escalé una torre hasta llegar a su balcón.

Princesas. Tienen que ser Imelda, Eleanor y Hermelinda. ¿A quién de las tres visitó Wes?

-Eras un romántico... y también un idiota.

-No tienes idea -ríe él-. Aún lo soy un poco. La princesa tenía algunas flores plantadas en ése balcón. Lo primero que hice fue arrancarlas.

-Olvídalo. Nada de romántico, sólo eres un idiota.

Wes se echa a reír más alto. -No he terminado de contar la historia. Ella me atrapó haciendo eso y me dijo lo mismo que tú: Eres un idiota. Le respondí que una princesa merecía algo mejor que geranios, narcisos o margaritas, pero eso fue todo. Me dejó hablando solo.

-Bien merecido te lo tenías.

-Sí, pero no -Wes sonríe pícaro-. Esa noche planté Príncipes Negros en su balcón. Lo malo es que tuve que esperar a que florecieran.

-¿Y qué hiciste el tiempo que estuviste esperando?

-Tú lo has dicho. Me convertí en leyenda. Las calles de Bitania no eran justas con los pobres. Alimenté hambrientos y me batí en duelo por costales de papa o heno seco. Pero lo más importante es que me gané el respeto de todos, y cuando digo todos me refiero a los campesinos, eh... Porque los nobles me odian.

-¿Por qué? Tú eres uno de ellos.

-Jamás -Wes saca el pecho-. Ellos traicionaron a Teruel. Por su culpa sé qué se siente ir a la cama sin nada el estómago. No olvides que a mi padre le llevó años levantar el reino. Por lo mismo alimenté a tantos hambrientos... Sé lo que es pasar hambre, Elena. Sin embargo, volví al balcón de mi princesa la noche en la que brotó el primer botón Príncipe Negro. No tuve que decir nada, ella me entregó sola todo su amor.

-Entonces sí resultó.

-Sí y aquí viene la mejor parte de la historia: Mi caída.

-¿Esa es la mejor parte?

Wes asiente. -El rey no estaba feliz, quería casar a su hija y ella se negaba a aceptar un esposo. Vinieron príncipes de Orisol, de Cadamosti y de Godreche, pero ella se negó a recibirlos a todos. Por lo mismo, Fabio empezó a sospechar que algo pasaba... Una noche abrió de golpe la puerta de la habitación de mi rosa y nos encontró desnudos en la cama.

Mi quijada acaba de caer al suelo. ¿Imelda, Eleanor o Hermelinda?

-¿En serio?

-A ella la castigó y la obligó a casarse con un imbécil -Wes suspira-... Teniendo a mi hijo en su vientre.

-¿Estaba embarazada?

Claro, idiota, él dijo que tiene un hijo.

-Sí. Fabio trató de ocultarlo, pero...

¡Es Mina! Wes no habla de Imelda o Eleanor, habla de Mina. Tiene sentido porque a Baron le rompí el corazón. Él debe haberme esperado aquella noche para huir a... Teruel. ¡Baron dijo que tiene un amigo en Teruel! ¡No lo puedo creer! ¡Baron es hijo del Príncipe Negro!

-¡Ella cayó en desgracia, Wes! -digo, disculpando a Mina.

-Sí. No pude hacer más por ellos -lamenta Wes-. La muerte de Fabio terminó de condenarlos.

-¿Qué pasó contigo? -pregunto, mordiendo un poco mis uñas. No puedo creer que Baron sea hijo del Príncipe Negro.

-Esa parte quizá ya la sabes: Fui uno de los primeros forasteros en ser enviados a La Rota; pero mi rosa rogó a su padre no matarme a cambio de aceptar desposarse.

-¿Intervino por ti?

-Sí -Él suspira-. Creo que es la única vez que un forastero ha salido vivo de la Rota.

-¿Tú padre no intentó enviar por ti?

-Me mandó a decir que solo vine y que solo debo regresar. Murió hace algunos años...

-Eres un príncipe, Wes -le recuerdo.

-En realidad soy rey.

-¡¿Qué?!

-¿A que no termino de sorprenderte? -sonríe, pícaro-. Ningún príncipe, Elena. Yo soy el primogénito. A mí me corresponde ocupar el trono de Teruel.

Estoy boquiabierta. -Eres rey.

-Y sé que mi hermano me entregaría la corona si volviera a mi tierra.

-¿No has intentado escapar?

-¿Crees que Bitania dejaría ir fácil a un rey encabronado con ellos? Además, aquí está mi hijo.

Baron, el bastardo.

-Lo conozco, Wes. A tu hijo.

-También me ha hablado de ti -Él me mira significativamente-. Le rompiste el corazón, ¿recuerdas?

-Es un buen hombre y también conozco a Mina.

-¿Mina? -pregunta, con extrañeza.

-Tu rosa. Hermelinda -digo, sonriente de conocer al gran amor de Mina. El amor prohibido que rompió su corazón.

Wes abre su boca en una perfecta O y ladea hacia un lado su cabeza.

-Elena...

-Ella sufre, Wes.

-¿Sí?

-Se emborracha, come sin dominio y sufre en silencio. Se siente sola. Eleanor la odia.

Wes arruga su frente. -No me sorprende que Eleanor odie a alguien.

-Baron es su bastón. No sabía por qué soportaba los malos tratos de Gavrel... pero ahora lo tengo claro.

-¿Malos tratos de Gavrel?

-Sí, y lo hace por ti. Baron no quiere alejarse de ti. Porque si deja la Guardia te deja a merced de los Abularach.

Ahora todo tiene sentido.

-Baron -Wes dice en voz baja el nombre-. Pero... él es un Abularach.

-Pero lo desprecian por ser tu bastardo.

Wes se distrae un momento observando el palomar.

-¿A ver si entiendo. La conclusión que sacaste después de todo lo que te conté es que... mi hijo es Baron?

-Sí -afirmo, con total seguridad-. ¿Por qué?

Wes se encoge de hombros. -No, no por nada. Es que mi hijo me encargó no decirte nada... aunque supongo que...

-Crecí escuchando historias sobre el Príncipe Negro -aclaro-, pero no sabía que se había enamorado de una princesa de Bitania.

-Ni que estaba encerrado -me recuerda-. Mi hijo todavía guarda mi armadura, sabes. La armadura negra con un peto que tiene grabada una rosa en el centro.

-¿Ves seguido a Baron? -pregunto.

Wes rasca su cabeza. -Eh... sí -dice, dudoso-. Oye, ya me hubiera ido. Hace años pude haber intentado fugarme, pero mi hijo es mi corazón... Me pidió que te ayude -repite.

-Es que me debe un favor.

Wes me observa con extrañeza.

-Y no puedo negarle a mi hijo lo único que me ha pedido en años -dice, ignorándome-. ¿Vas a dejar que te ayude?

¿Ayudarme?

-¿Qué tipo de ayuda quieren darme?

-Te ayudaremos a salir con vida de la Rota, Elena.

¿Qué?

Wes me acompaña de regreso a mi celda, aún no me perdona que le haya roto el corazón a Baron, sin embargo insiste en que acepte su ayuda. Le dije que lo voy a pensar. Porque la verdad no sé si quiero seguir viviendo.

-Es una buena historia, Wes -lo elogio.

-Lo sé... La cuento para que alguien se digne a escribir un libro.

Observo con tristeza mi celda.

-Sin embargo, no comprendo por qué tu hijo no te ayuda a escapar de aquí. Podrías en la Gran isla con una identidad falsa.

-En verdad eres buena en esto de las tranzas, ¿no? -ríe, pues también le conté un poco sobre mí y mi pasado.

Me sonrojo un poco. -Te estoy dando ideas.

-Te dije que estoy bien aquí. Puedo estar cerca de mi hijo y también puedo cuidar de Glotoncito y el resto de animales.

-¿Volverías con ella?

-¿Con mi Rosa? -pregunta y asiento-. Es poco probable, Elena.

Se le escucha triste.

-Pero ella todavía te ama.

-¿Ah sí?

Wes luce incrédulo.

-La vida no le ha venido fácil. Ya te dije que es alcohólica.

-Oh.

-Es que no la has visto en mucho tiempo. Pero yo te puedo jurar que Mina sigue siendo una mujer buena.

Wes sonríe. -Sí. Hermelinda desde joven es una gran persona. Un poco débil de espíritu, pero su gran corazón lo compensa.

-¿Ves? Incluso está dispuesta a ayudarme.

-¿Ah sí?

-Dices que Baron te pidió ayudarme.

Wes rasca su cabeza. -Elena...

-Sé que juraste guardarle el secreto -recuerdo-, pero yo sé que es él. Verás, Baron está agradecido conmigo desde que ayudé a Mina.

-¿Ah sí?

-Dale las gracias de mi parte, ¿quieres?

-¿A Baron? Si... en cuanto lo vea se lo diré.

Dudo que Baron pueda sacarme con vida de la Rota. Mi suerte está echada, no obstante quiero agradecerle el esfuerzo.

Quiero morir, Baron. Ya no quiero sufrir.

-Gracias, Wes.

-No tienes nada con él, ¿cierto? Con Baron...

Resoplo. -Con el único que he tenido algo es con el príncipe Gavrel.

Me gusta sincerarme con Wes. Hablar de otras cosas hace más llevadero el dolor por la muerte de Thiago.

-¿Ah sí? Es un muchacho afortunado, entonces... Y supongo que tú también lo eres. Malo o no, es un príncipe.

-No. Yo soy una tonta y él un cobarde -gruño, cruzando mis brazos sobre mi pecho.

Wes tuerce su boca. -¿Un cobarde?

-Anoche escuché decir a los soldados que se marchará a Orisol antes del siguiente Reginam.

Wes abre mucho sus ojos. -¿Te va a abandonar?

-Su amigo Jakob dijo que él no quiere verme morir en la Rota. Supongo que piensa que ya cumplió al ofrecerme un indulto de su madre. Un indulto que rechacé.

-Estoy seguro de que no haría eso por cualquier persona... Los Abularach, en general, no harían algo así por cualquier persona. Excepto, quizá, Imelda y su descendencia.

-Y si lo vuelvo a ver le daré las gracias.

Wes saca el pecho. -Así que si estuviste con Gavrel.

-Sólo fui su ramera.

Wes me mira molesto. -No te llames así.

-Es lo que fui para él, Wes. Es lo que él me hizo sentir que era.

...

He hecho buena amistad con los muchachos, sobre todo con Alan y Dekan, que a veces se arrepiente de haber terminado en este lugar y lastimar por ello a Marta. Por otro lado, también dice sentir que nació para luchar por una causa, por lo que no teme morir. Al menos la mayor parte del tiempo no teme morir.

Alan intenta enseñarme a tocar la armónica pese a que le platiqué que siempre he sido cabeza dura con los instrumentos. Los otros muchachos nos molestan por intercambiar un objeto que tocó los labios de ambos... Y eso es todo, no tenemos mayor entretenimiento en el Cenicero.

-¿Quién dijo que podías quedártela? -reclama Mael a Alan, señalándome, pero en su voz hay humor.

-Yo me presenté con ella primero.

-Tengo una idea, hagamos un duelo -decide Mael, incorporándose.

Ay no, otro duelo de "vergas", no.

-Yo sólo quiero aprender a tocar la armónica -digo, mirando suplicante a Alan.

-Soy mejor maestro -asegura Mael.

-Está bien, decidámoslo en un duelo -ríe Alan.

Estamos en eso cuando nos vemos interrumpidos por un viejo amigo mío.

-Hola, Filius -saluda Xavier, arrogante.

Es el tipo que quería subastar a Regalo y lo acompañan tres soldados.

-Ya te hemos dicho que no nos llames así -le gruñe Mael.

Xavier lo ve sobre el hombro. -Yo puedo llamarles como quiera.

-Elena, él es Xavier -me explica Alan, sin dejar de ver al instruso-. El imbécil que prepara a los Filius para morir en la Rota.

Sí, ya había escuchado hablar de Xavier.

-Te tengo noticias, Alan -sonríe Xavier, altanero.

-¿Gavrel ya se está preparando para ser hombre al menos una vez en su vida? -pregunta con molestia Alan.

¿Qué pasa con Gavrel?

-El príncipe no tiene porque rebajarse a tu nivel -le responde Xavier, arqueando una ceja-. Él no tiene que demostrar nada a nadie.

Alan se pone de pie, luciendo molesto -¿No va a pelear? -Xavier niega con la cabeza-. ¡Es un cobarde! -ruge-. ¡Tiene miedo de que lo mate!

¿Qué?

-Piensa lo que quieras -sentencia Xavier-. Mis noticias son que pelearás con Mael -Alan y Mael se miran e indignan en seguida-. De nada les servirá quejarse, si no pelean la reina castigará a sus familias.

-Yo soy huérfano -sonríe Mael, triunfal.

-Pero Alan tiene a... -Xavier prosigue a leer un pergamino-. Lion. Erika. Patricia...

Alan baja su mirada. -Mis primos. Mi abuela.

Así que de esta forma funciona el sistema, si no entramos de buena gana a la Rota nuestras familias resultarán afectadas. Es solo chantaje.

Mael cede por mantener a salvo a la familia de Alan.

-No será cualquier pelea -dice orgulloso de si mismo Xavier-. Utilizarán espadas en llamas.

-Ustedes me dan asco -dice Claudio a Xavier y a los soldados que lo acompañan.

-También sabemos dónde vive tu familia, Claudio -amenaza Xavier, viendo de Claudio a Dekan-. Y tu madre y tu prometida, Dekan -agrega. No, Marta, no por favor-. A ustedes dos les tengo preparada una sorpresa -ríe y Dekan promete entregarse fácil si nadie hace daño a su familia y a su prometida-. Enhorabuena. A partir de mañana empezaré a trabajar contigo, Elena. Estos cuatro no necesitan prepararse, pero tú serás el plato principal del espectáculo -sonríe, malévolo y no le dejo ver que tengo miedo-. Como para el siguiente Reginam sólo contamos con cinco Filius, cada número deberá ser espectacular. ¿Me oyeron? Espectacular. Ya lo saben. Así que pongan de su parte y nadie más saldrá afectado.

Después de esa amenaza Xavier se marcha.

¿Con quién pueden amenazarme si me niego a participar? Sigrid... Igual decido no pensar demasiado en ello. Casi todo da lo mismo ahora.

...

-Mi hijo vino a visitarme anoche -me informa Wes al día siguiente-. Él ya sabe en qué tipo de número te obligarán a participar en la Rota.

Otra vez estamos en el palomar, venimos aquí cada que queremos hablar. A Wes le entretiene cazar palomas para dárselas a comer a sus mascotas y no quiere que nadie más que yo lo escuche.

-Así que, ¿me dirás cómo voy a morir?

-Contigo usarán a Glotoncito.

Voy a morir en las fauces de un león. La idea me aterra un poco, pero al mismo tiempo me alivia saber que el dolor por la muerte de mi hermanito cesará pronto.

Perdóname, papá, por rendirme ya, pero me gusta pensar que lo que hice avivó la emoción por la revolución. Sin embargo, no quiero hacer más nada.

Mi actitud ahora es de indiferencia, quiero morir ya.

-Es una lástima que sólo pueda ofrecerle huesos a tu león -bromeo, mientras juego con mis dedos-. Nada de carne, sólo huesos.

-Te dije que mi hijo y yo vamos a ayudarte -replica Wes-. Lo primero será ganarte la confianza de Glotoncito.

-¿Para qué no me maté?

-Algo de eso hay.

-¿No me dirás al dedillo qué piensan hacer tú y tu hijo?

-El plan no resultará si para ti no es una sorpresa.

Suspiro. -Mejoré mi opinión de Baron desde que te conocí, sabes -cambio de tema, pues ya no quiero hablar de mi muerte-. Me da gusto saber que te visita y que, en cierta forma, se siente orgulloso de saber quién fue su padre.

-Mi hijo es un buen hombre -se limita a decir Wes.

-¿Conociste a Imelda, Wes?

Quisiera saber más de ella.

-¿Qué si conocí a Imelda? -Por algún motivo le divierte mi pregunta-. A nadie en Bitania conocí mejor que a Imelda, Elena.

Un momento... -Pero tu rosa es Hermelinda.

-Sí, esa conclusión sacaste.

Pero la historia de Adre no concuerda con... Garay. ¿Le rompí el corazón a Garay? Sí. La última vez que nos vimos peleamos y hace algunos años intentó liarse conmigo.

-Escalaste las paredes del castillo para visitar a tu rosa -digo, recordando.

-Sí -dice Wes, mirándome con extrañeza.

A ver. Garay visitaba de igual forma a Isobel. Garay es hijo de Imelda. En la historia que me contó Adre dijo no saber que fue del esposo de Imelda.

-¿Tu rosa es Imelda, Wes?

Los ojos de Wes brillan con humor. -Primero Hermelinda y ahora Imelda. Sólo te falta preguntarme si mi rosa es Eleanor.

Me echo a reír como no había reído hace días. -Claro, Eleanor. Sólo falta que me digas que tu hijo es Gavrel.

Wes ríe conmigo. -El heredero al trono de Bitania hijo del Príncipe Negro. ¿Te imaginas qué escándalo? ¡Cuantas canciones compondrían en nuestro honor los bardos!

-Eleanor no tiene corazón, Wes. No podrías haberte enamorado de una arpía como ella -digo, todavía riendo-. Tu rosa es Imelda o es Hermelinda.

-Esta historia tiene muchas versiones, Elena -se limita a contestar él.

----------------------------

¿Impresiones? c:

Les quiero compartir algunas bellezas.

1. Dibujo de Elena Novak vestida de dorado -como asistió al cumpleaños de Isobel ♥- publicado en el grupo de Facebook Tatiana M. Alonzo - Libros por Ninoska Palacios Pilu

2. Dibujo de Elena en el Cenicero publicado también en el grupo de Facebook por Monce Sarabia

Si quieren dibujar o hacer edits de los personajes o lugares de Reginam, bienvenidos sean para ser publicados aquí y en mis redes sociales ♥. Los invito a dejarlos en el grupo de Facebook.

Por último les dejo una imagen de la rosa Príncipe Negro, porque existe, eh. Es la rosa favorita de mi papá c: Crecí rodeada de ella.


¡GRACIAS POR DEJAR TU VOTO! ♥

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