Midnight

By wickedwitch_

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¿Una chica caminando sola por la ciudad a altas horas de la madrugada? Listo. ¿Un callejón oscuro... More

☽ | Prólogo
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☽ | Chapter 30. [02]
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☽ | Chapter 38.
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☽ | Chapter 40. [02]
☽ | Chapter 41.
☽ | Chapter 41. [02]
☽ | Chapter 42.
| SEGUNDA PARTE |
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☽ | Chapter 46.
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☽ | Chapter 48.
☽ | Chapter 48. [02]
☽ | Chapter 48. [03]
☽ | Chapter 49.
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☽ | Chapter 51.
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☽ | Chapter 55.
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☽ | Chapter 57.
☽ | Chapter 58.
☽ | Chapter 59.
☽ | Chapter 60. [01]
☽ | Chapter 60. [02]
☽ | Chapter 61.
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☽ | Chapter 63.
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☽ | Chapter 75. [01]
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☽ | Chapter 76. [03]
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☽ | Chapter 79.
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☽ | Chapter 89.
☽ | Chapter 90.
☽ | Chapter 91.
☽ | Chapter 92.
☽ | Chapter 93.
☽ | Chapter 94.
☽ | Chapter 95. [01]
☽ | Chapter 95. [02]
☽ | Chapter 95. [03]
☽ | Chapter 96. [01]
☽ | Chapter 96. [02]
☽ | Chapter 96. [03]
☽ | EXTRA 01.
☽ | EXTRA 02.
☽ | EXTRA 03.
☽ | EXTRA 04.

☽ | Epílogo.

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By wickedwitch_

          

Y VIVIERON FELICES...

Contemplé a Derek desde la cómoda posición del colchón de su cama. Él estaba concentrado en su propio reflejo, mirándose desde todos los ángulos posibles con el ceño fruncido; habían pasado ya varios días desde que habíamos sufrido aquel ataque a gran escala y aún teníamos trabajo pendiente por hacer. Unos pocos cadáveres se nos acumulaban en los jardines traseros, un tema bastante urgente que debíamos solucionar lo más pronto posible.

Ladeé la cabeza con una sonrisa mientras seguía con la mirada al vampiro. No me había separado de su lado desde que había creído firmemente que nos habíamos convertido en una versión gótica de Romeo y Julieta; aquella reunión sería la primera ocasión en la que tendría que estar un tiempo sin la constante presencia de Derek.

Al contrario que las escalofriantes imágenes que había usado en mi contra Calígula, Derek no había sufrido ningún daño; había formado parte de un nutrido grupo que se había encargado de eliminar las líneas más osadas que trataban de entrar en la mansión. En mi caso... lo cierto es que había algo en mi historia que no terminaba de cuajar del todo: mi última imagen antes de desmayarme era en el bosque; Derek se había puesto frenético cuando le llegó el turno de explicarme lo que había sucedido en mi ausencia. El horror se transformó en un nudo en mi estómago al decirme que se había encontrado conmigo en uno de los salones que habían tomado prestado para atender a los heridos que necesitaban urgentemente sangre humana para acelerar o activar el proceso de curación que poseíamos los vampiros; mis ojos se abrieron de par en par cuando Derek afirmó que creía que me había perdido... que estaba muerta. Después de alcanzar ese punto en concreto de su relato estuve tentada de suplicarle que no continuara hablando; era evidente que la creencia de mi muerte había terminado por descontrolar al vampiro y él me había explicado a continuación que Hunter y Rátz habían conspirado en su contra para que una vampira le administrara un potente calmante que lo había dejado fuera de juego.

Lo que nos llevaba al mismo punto: otro vacío de mis recuerdos. Y los únicos que habían estado junto a mí en todo ese período de tiempo habían sido Rátz y Hunter; a quienes no había tenido el placer de ver por la mansión desde aquella noche.

-Si sigues mirándome de esa forma no podré ir a la reunión –la voz de Derek me distrajo por completo de mis pensamientos.

Parpadeé para despejarme y esbocé una media sonrisa.

-¿De qué forma te estoy mirando? –le pregunté.

Por el reflejo del espejo vi que tenía sus ojos azules clavados en mí. También estaba sonriendo... una sonrisa oscura y demasiado sexy.

-De una forma que me está haciendo pensar en cosas que nos harían perder mucho tiempo –contestó.

Apoyé mi cabeza sobre el colchón, haciendo más amplia y juguetona mi sonrisa.

-Eres insaciable.

En un simple parpadeo tenía a Derek sobre mí, con sus dientes mordisqueándome el lóbulo de la oreja que me producían pequeños escalofríos.

-Vas a llegar tarde –le dije.

La mano de Derek intentó colarse por debajo de mi camiseta.

-Diré que surgieron un par de imprevistos –contestó de manera distraída-. Que mi prometida no se encontraba del todo bien; quizá podría alegar un ataque de pánico del que me he tenido que ocupar... personalmente.

Me eché a reír ante las excusas que estaba barajando Derek para alegar delante de los vampiros que habían venido a la mansión, arrancándole una sonrisa al vampiro; cuando Derek me dijo que debíamos empezar por algo más sencillo, formalizando su petición de que nos comprometiéramos... debo decir que no sentí el mismo pánico que cuando valoré la posibilidad en el pasado. Por eso mismo acepté con varias condiciones: que no hiciéramos público el compromiso y que tuviéramos una relación lo más normal posible; eso se traducía a que Derek tendría que currarse nuestras próximas citas (pues había exigido que saliéramos de la mansión, ahora que las cosas parecían haberse calmado y las aguas habían vuelto a su cauce) y que eso le supondría que nuestro contacto con el mundo humano se viera incrementado.

Además, iríamos paso a paso; no nos apresuraríamos... aunque técnicamente nos habíamos comprometido, saltándonos un par de años de relación.

Los dedos de Derek lograron alcanzar uno de los puntos de mi cuerpo en los que tenía más sensibilidad, haciendo que me retorciera de risa.

-Derek, la reunión es importante –intenté apelar a su sentido responsable.

Escuché que suspiraba y que me besaba en la mejilla, levantándose de la cama para regresar al espejo.

-Es posible que mi padre vuelva a ofrecerme el puesto de líder de manera definitiva –comentó y su tono había perdido todo rastro de diversión.

Ferenc Vanczák había decidido intervenir en la batalla en vez de esconderse con el resto de líderes y Morticia. Sin embargo, la edad que llevaba inactivo le había pasado factura y se recuperaba lentamente de sus heridas; Derek había ido a verlo a su dormitorio para comprobar que todo fuera bien, aunque yo no me había atrevido a acompañarlo.

Mientras su padre estuviera en reposo, Derek se había hecho cargo del aquelarre... como en el pasado.

Alcé la mirada de golpe hacia su reflejo, con el corazón en un puño. ¿Aceptaría Derek la proposición? El largo tiempo que estuvo en el poder se había esforzado para conducir al aquelarre en la buena dirección, pero las circunstancias y la presión al final habían podido con él.

Y que se repitiera la historia era un miedo que se mantenía agazapado y oculto en lo más profundo de mí.

-No voy a aceptarlo –finalizó con aplomo.

Me sentí terriblemente egoísta cuando suspiré en mi fuero interno. Que Derek rechazara la oferta de su padre significaba que no quería volver a cometer los mismos errores en el pasado; que nuestra relación se encontraba por encima de ello y quería que funcionara, que fuera en la buena dirección.

-Además –añadió de manera distraída-, volver a ser líder de quitaría mucho de mi tiempo libre y creo recordar que tenemos una boda que planificar.

Cogí uno de los almohadones que había cerca de donde me encontraba recostada y se lo lancé a la cabeza. Derek lo esquivó con una facilidad insultante, dedicándome por el reflejo una sonrisa cargada de superioridad.

Le mostré mi mano y agité los dedos.

-Creo recordar que dijimos tomarnos las cosas con calma –repuse-. Además, no hay anillo que pueda inculparme.

El vampiro se giró hasta que dar frente a mí.

-Puedo conseguir un anillo si es ese uno de los problemas.

Salté de la cama para acudir a su lado. Su rostro parecía haberse ensombrecido ante mi broma de que no había aún anillo para anunciar nuestro compromiso; yo le había pedido que no lo hiciéramos todavía, que pasearme por la mansión con un anillo en el dedo anular levantaría las alarmas y sospechas de todos los miembros, especialmente los del género femenino.

-Derek, no necesito ningún maldito anillo –le dije, tomándole el rostro entre mis manos-. Y no necesitamos preocuparnos por planear la boda tan rápido... Te recuerdo que aún tienes pendiente una cita conmigo.

Tras unos instantes, el vampiro terminó por esbozar una media sonrisa. Besó mi frente mientras yo me apartaba, permitiéndole que se echara un último vistazo al espejo para darse el visto bueno; le acompañé en silencio fuera del dormitorio, donde ya nos esperaba Bala. Enarqué una ceja al observar su traje, alejado de los habituales uniformes de color negro que solía usar.

-Me recuerdas a la primera noche que nos conocimos –le dije, arrancándole una mueca a nuestro amigo-. Te quedan bien los trajes, Bala.

El vampiro se quitó una pelusa inexistente de la manga izquierda de su chaqueta y esbozó una pícara sonrisa.

-De no estar Derek presente te propondría un pase privado para ver cómo me lo quito.

Tanto su amigo como yo nos echamos a reír.

-¿Están todos abajo? –preguntó Derek, el primero en frenar las carcajadas y colocándose de nuevo la máscara de líder.

Bala se aclaró la garganta, irguiéndose y adoptando un aire mucho más serio. Más acorde con las circunstancias que se nos presentaban.

-Esperando en el despacho, a la espera de que lleguemos –anunció el vampiro.

Derek se giró hacia mí para despedirse con un rápido beso; Bala hizo un simple movimiento de cabeza a modo de despedida y ambos echaron a andar hacia la escalera. Me hubiera gustado acompañarles, pero sabía que iban a tocarse temas en aquella reunión que podrían agitarme; por eso mismo no le había pedido a Derek que me dejara estar en ella. Además, no quería que mi presencia pudiera condicionar de algún modo al vampiro.

Esperé a que ambos hubieran desaparecido por las escaleras en dirección al vestíbulo. Sabía que la reunión podía alargarse, pero no tenía ni idea de qué podía hacer para matar el tiempo; Deirdre y Attila habían decidido hacer una pequeña escapada a Londres. El resto de miembros seguramente estarían encerrados en sus respectivos dormitorios, recuperando fuerzas.

Decidí que podría ser una buena opción estar en el invernadero, una zona que nadie solía frecuentar y en la que podría distraerme; el jardín aún tenía rastros de la batalla que había tenido lugar, y yo no tenía ninguna intención de sacar a flote esos recuerdos.

Tan concentrada estaba en mis planes que no fui consciente de que había alcanzado el vestíbulo... y que allí se encontraba Anna. Rodeada de multitud de cajas y maletas.

Pestañeé con sorpresa de toparme con ella.

Sabía por boca de Derek de que su padre había decidido comunicarle la noticia de su expulsión del aquelarre a Anna un par de días después de la batalla. Era evidente que Ferenc la quería fuera de allí lo más rápido posible, ahora que no podía considerarse una potencial amenaza en manos de nuestros enemigos.

Supe que no podía escabullirme de aquel incómodo momento porque tenía la mirada de Anna clavada en mí.

Contuve un suspiro de indignación y decidí adoptar una postura diplomática. Me recordé que no debía haber sido fácil para Anna afrontar esa terrible situación de no saber a dónde ir.

-Hola, Anna –saludé con cautela.

Observé la multitud de cosas que rodeaban a la vampira. El servicio se encontraba trabajando duro para sacarlas hacia un enorme camión que aguardaba en la entrada; los ojos de ella relampaguearon de furia al verme. Podía palparse el odio que sentía hacia mí.

-¿Has venido a regodearte de tu victoria? –fue el saludo que recibí por su parte.

Mis ganas de estrangularla aparecieron, aunque logré contenerlas a duras penas. Mi relación con Anna había dado un cambio radical cuando la vampira me catalogó como una amenaza en su relación con Derek; por aquel entonces yo ni siquiera sabía lo deteriorada que se encontraba, pero intenté comportarme correctamente. Pero no fue suficiente para Anna, quien se había acostumbrado a salirse siempre con la suya: Derek abrió los ojos respecto a su tóxica relación y todo entre ellos cambió.

Ahora me había convertido en su enemiga número uno y nunca perdía la oportunidad de malmeter contra mí. Lo que suponía una auténtica prueba de paciencia de manera continua.

Como en aquellos precisos segundos.

-Anna, sé que no vas a creerme, pero intenté convencer a Derek de que no lo hiciera –dije.

Ella me fulminó con la mirada.

-Tienes razón, Galatea: no te creo ni una sola palabra –replicó con acidez-. Eres un ser despreciable y envidioso que no podía soportar mi presencia; sé que me ves como una amenaza en tu relación con Derek y que esto te viene muy bien para tus retorcidos planes de futuro.

Miré a Anna de hito en hito, incapaz de procesar lo que acababa de decir. Lo que había insinuado sobre mí.

Pero era el odio y el rencor que recubrían su corazón lo que impedían que Anna pudiera ver la realidad. Para ella yo era su mayor enemigo, un obstáculo.

Me erguí ante la vampira, intentando aparentar indiferencia ante sus inquinas palabras.

-¿Sabes qué, Anna? De no ser por Derek, ahora mismo tendrías tu bonita cara estampada en la pared –dije y ella me miró con sorpresa-. Te he respetado y aguantado tus continuos ataques. He tenido que soportar cómo intentabas humillarme, cómo intentabas separarme de Derek mediante tus malditas mentiras. Quiero que tengas claro algo de ahora en adelante, Anna Médici: mi relación con Derek nada tiene que ver con la que tuvisteis en el pasado. No somos iguales y jamás lo seremos. Los sentimientos de Derek hacia mí son reales.

»Lamento mucho que tu bonita historia de amor no fuera tal y como tú habías soñado, pero yo no tengo la culpa de que Derek se diera cuenta de que no te amaba; tampoco soy culpable de todas esas ocasiones en que estaba con otras mujeres mientras tú fingías que no sucedía nada. Lamento que todo el daño que os causasteis Derek y tú te haya convertido en la persona que eres ahora. Pero tienes que pasar página, Anna; no puedes seguir buscando señales donde ya no existen.

»Esto no es sano. Y ambos os merecéis ser felices.

Mi improvisado discurso pareció hacer mella en la vampira. Sus ojos ya no me contemplaban con la misma aversión que momentos antes y parecían estar humedeciéndoseles; mi parte escéptica dudaba que aquella reacción fuera auténtica por parte de Anna, sabiendo lo incrustado que se encontraba el odio dentro de ella.

Con el paso del tiempo, la vampira se había creado un mundo ideal en el que Derek siempre volvía a su lado. En el que mantenía su autoridad sobre él mediante el uso del chantaje.

Y eso era lo que impedía a ambos que pudieran avanzar. Derek siempre se culparía del daño que le había causado a Anna al transformarla en vampiro, aunque hubiera sido ella misma quien hubiera dado su consentimiento.

Anna apartó la mirada de golpe y le gritó a uno de los humanos que se encargaba de llevar su numeroso equipaje que se diera más prisa. La contemplé con un ramalazo de lástima.

-Buena suerte, la vas a necesitar –fueron sus últimas palabras antes de salir para vigilar de cerca todo el proceso.

Me quedé unos segundos en el vestíbulo, rodeada de las cosas de Anna. Había creído que firmaríamos una tregua o, al menos, que le arrancaría alguna buena palabra a la vampira; sin embargo, no parecía haber logrado ningún avance respecto a ella.

Tampoco podía hacer nada más, lo había intentado por nuestro bien, para no seguir arrastrando ese pequeño peso dentro de mi pecho, pero Anna no parecía querer aceptar nada de mí; ni siquiera un consejo.

DEREK

Mantuve la reunión bajo control. Con Bala y Étienne a mi lado para supervisar que todo saliera bien, me sentí seguro de mí mismo; no había olvidado ni por un solo instante el declive personal que había sufrido al final de mi carrera como líder del aquelarre Vanczák, motivo que había empujado a mi padre a cambiar de decisión y obligarme a que abandonara el puesto, regresando el poder a sus manos.

Sin embargo, ahora que se encontraba recuperándose y yo era el elegido para sustituirle en este tipo de cuestiones, se esperaba de mí la misma dedicación y entereza que había mostrado en el pasado; escuché pacientemente a los líderes de los aquelarres menores que se habían presentado en la mansión con dudas sobre qué sería de ellos de ahora en adelante.

Los otros tres aquelarres mayores se encontraban en la misma situación que nosotros, aunque el aquelarre Poirier y Herz habían sido los que más peor parados habían salido del enfrentamiento; el propio Ryan, marido de Yolanda, me había comunicado con la voz sobrecogida el fallecimiento de la vampira y un par de miembros de su aquelarre. En el caso de los Herz, fue la propia Galatea quien se encargó de recibir las malas noticias para transmitírmelas. Su rostro no mostró ningún tipo de emoción cuando me dijo que Helga y Bergamota habían muerto; yo no quise presionarlo para que habláramos del tema, pero le ofrecí la posibilidad de que hablara con alguno de los gemelos que Kovac se quedara con nosotros algunos períodos de tiempo.

Observé los rostros de los vampiros, quienes temían que pudieran pagar las consecuencias de aquellos que se habían vuelto contra nosotros.

-Aún debo reunirme con los líderes de los otros aquelarres –anuncié, dando por finalizada la reunión-. Sin embargo, tengo intención de proponer al Consejo de los Cuatro la creación de un consejo menor formado por algunos líderes de los aquelarres menos numerosos; es evidente que nuestro sistema actual se está quedando un tanto obsoleto y necesitamos una solución.

Los ojos de todos mis invitados se abrieron de par en par ante mi idea. En el fondo de muchas de sus miradas pude ver una breve chispa de esperanza, lo que me dijo que estaba yendo por el buen camino; aún no había hablado con mi padre sobre lo que acababa de anunciar, pero suponía que estuviera de acuerdo o que al menos se lo pensaría.

Nos pusimos en pie y me encargué personalmente de despacharlos hasta que nos quedamos Bala, Étienne y yo en el despacho. Observé con atención a mis dos amigos, que parecían encontrarse algo desorientados después de haber finalizado la reunión con aquella idea sobre la formación de un nuevo consejo.

-Eso ha sido impresionante –habló Bala-. Pensé que algunos de ellos iban a mojar los pantalones de la emoción.

Étienne esbozó una media sonrisa de satisfacción mientras yo me encogía de hombros, restándole importancia al asunto.

-Fue idea de Galatea –puntualicé-. Creyó que la revolución ideada por Calígula y Eneas era debido al poco peso que tenían dentro de la comunidad de los vampiros. Por eso mismo necesitamos un incentivo que evite que esto mismo vuelva a repetirse.

Y por eso mismo habíamos llegado a la conclusión de que una posibilidad para evitar futuros desastres como el que habían empujado las rebeliones de algunos aquelarres menores eran darles lo que buscaban: notoriedad. La idea de Galatea era ambiciosa y nos beneficiaba a todos: crear un consejo donde los aquelarres menores pudieran tener su propia legitimidad y pudieran acudir al Consejo de los Cuatro en representación de sus compañeros.

Los cuatro aquelarres más poderosos de Londres seguiríamos teniendo la potestad en última instancia, pero ese pequeño consejo podría ayudar a que se empezaran a limar asperezas.

Bala sonrió y sacudió la cabeza, casi regañándose a sí mismo por no haber caído en la cuenta de dónde procedía semejante idea.

-Tu padre querrá saber cómo ha ido todo –intervino Étienne.

Asentí y me despedí de ambos mientras me encaminaba hacia el tercer piso. Visitaría brevemente a mi padre para tranquilizarle sobre la reunión y saldría a buscar a Galatea; nuestro compromiso secreto, y sin anillo, había traído consigo una serie de condiciones por parte de ella que me habían hecho sonreír. Sabía perfectamente que aún tardaríamos bastante tiempo en empezar a planificar algo.

Por eso mismo ahora tenía que conformarme con planificar citas sorpresa para intentar darle a Galatea una relación lo más humana posible.

Tendría que pedir consejo a Bala y enfrentarme a sus continuas burlas... o quizá tendría que recurrir al maravilloso mundo que se escondía tras Google.

Llamé a la puerta del dormitorio de mi padre, y que compartía con su pareja, y aguardé hasta que Morticia apareció al otro lado de ella. Me fijé en su aspecto desmejorado y en la mirada cansada que tenía; a pesar de que no era de mi agrado por múltiples motivos, no me alegré de verla tan consumida.

-Derek –me saludó con educación.

-He venido a informarle sobre la reunión.

Ella se hizo a un lado para que entrara en la habitación; luego, silenciosa como una serpiente, salió de ella para brindarnos algo de intimidad a mi padre y a mí. Respiré hondo antes de acercarme hasta donde Ferenc Vanczák reposaba, logrando que el miedo empezara a reptar por mi cuerpo.

-Padre –dije en voz alta.

Sus ojos me contemplaron en silencio mientras yo terminaba de recorrer la distancia que nos separaba. Mi padre siguió sin pronunciar palabra alguna, a la espera de que fuera yo el primero en iniciar la conversación.

-Todo ha salido según lo previsto –anuncié-. Lo sucedido con aquellos aquelarres que osaron enfrentarse a nuestro poder ha servido de disuasorio para futuros alborotadores. Podemos estar tranquilos.

-Pero ¿por cuánto tiempo, Derek? –preguntó mi padre, frunciendo el ceño-. Wolfgang Herz fue la chispa que necesitaban para que se prendiera todo. Que hayamos aplastado de ese modo a los insurrectos nos proporciona un breve tiempo de paz, siempre habrá otros que opinen igual que Calígula y Eneas.

Alcé la barbilla, pues había estado esperando que llegáramos a ese punto, aunque yo creía que tardaríamos más tiempo en alcanzarlo; mi padre se recolocó con una mueca de molestia entre los almohadones mientras el gotero que llevaba en el brazo se encargaba de proporcionarle la sangre que necesitaba para eliminar la pequeña cantidad de plata que había en sus heridas y que, afortunadamente, no se había extendido por toda su sangre. Randall había decidido utilizar el mismo método que aplicó en Galatea y parecía estar dando resultado.

-Por eso mismo he creído que sería una buena idea que se formara un consejo menor –anuncié, armándome de valor para explicárselo-. Formado por algunos vampiros que pudieran representar a los distintos rebaños, este consejo se encargaría de hacernos llegar los posibles problemas surgidos en la sociedad de los vampiros. Les proporcionaríamos un poco de poder, el suficiente para sofocar las posibles repercusiones alimentadas por la locura que extendieron Calígula y Eneas.

Contemplé a mi padre con atención mientras pensaba en lo que había dicho. Esperaba que no decidiera desechar mi idea, que le diera una oportunidad que podría brindarnos mucho más que un breve período de paz.

-Para ello tendrías que contar con el apoyo de los cuatro aquelarres más importantes de Londres –señaló de manera intencionada, recordándome de ese modo que no era el líder.

Asentí.

-Quiero exponerlo cuando las cosas se tranquilicen –le aseguré.

Mi padre suspiró hondo, dándome a entender que la conversación no se alargaría mucho más; ya se encontraba tranquilo frente a la reunión a la que yo había tenido que asistir en representación suya, no necesitaba nada más de mí.

Sin embargo, había algo que siempre había querido preguntarle... pero que nunca había hecho por no haber reunido el valor suficiente.

-¿Por qué me elegiste a mí? –le pregunté de golpe.

La mirada de mi padre se tornó confundida.

-Sabías que Axel llevaba preparándose desde niño para ser líder –especifiqué con un nudo en la garganta-. Él era tu primogénito. Era a Axel quien le correspondía ocupar el puesto de líder dentro del aquelarre, no a mí.

Y por eso mismo mi hermano me había odiado: por haberle arrebatado algo que le pertenecía por nacimiento. Algo que yo nunca había pedido.

Había perdido a Axel en el mismo momento que mi padre había anunciado que sería yo el futuro líder del aquelarre Vanczák.

Había perdido a mi hermano en ese instante. El Axel que murió en el bosque lo hizo odiándome, convencido de que yo le había robado el puesto.

Mi padre dejó escapar un prolongado suspiro.

-Sé que desde niños tu hermano solía competir contigo, Derek; no era ciego y veía cómo cada simple momento que compartía con ambos para Axel se trataba de una prueba. Una prueba en la que demostrar que era el mejor de los dos –empezó con un tono cansado y decepcionado-. Nunca quise hacerle creer a Axel que intentaba ponerle a prueba para ver si estaba capacitado para ser líder, Derek. Nunca quise que mi hijo fuera así...

Entrecerré los ojos.

-Eso no explica por qué decidiste pasarme a mí el liderazgo.

-Porque tú, Derek, siempre actuabas a favor de los intereses de otras personas, de los otros miembros; Axel siempre se movió por su propio interés, envenenado por el poder que le proporcionaba quién era –respondió-. Y esto quedo demostrado en multitud de ocasiones, siendo la última vez la noche que te topaste con Galatea...

El estómago se me encogió al echar la vista atrás. Hacia ese callejón de Camden donde nos encontramos con una chica recién convertida, sola en aquel mundo de la noche y sin nadie que cuidara de ella.

Mi padre sonrió con nostalgia.

-¿Qué crees que hubiera hecho Axel en tu lugar, Derek? –me preguntó con suavidad.

-No habría tenido piedad con ella.

Sin dudas y haciendo alarde de su sangre fría, a Axel no le hubiera temblado el pulso a la hora de ordenar que ejecutaran a Galatea en aquel mismo callejón; no se habría molestado siquiera en intentar averiguar quién era, se habría centrado en sí mismo y en eliminar cualquier posible obstáculo que pudiera presentársele.

-Eso es lo que os diferenciaría como líderes, Derek: que tú muestras tu compasión, hijo mío. Axel hubiera convertido el aquelarre en algo completamente distinto; en algo oscuro.

»Hice lo mejor para el aquelarre.

Cerré los ojos con fuerza, tratando de ignorar la punzada de dolor de recordar los métodos de mi hermano. Cómo había disfrutado intentando minar mi autoridad.

En lo mucho que había disfrutado de verme humillado.

-Quizá debí hacer las cosas de otra manera, pero sé que elegí bien.

-Axel me odiaba...

-A mí también, hijo mío. Y eso es algo que yo jamás podré perdonarme a mí mismo; es horrible saber que tu hijo murió odiándote con tanta fuerza. Es horrible saber que odiaba a personas que le amaban y buscaban lo mejor para él.

Pensé en Galatea y en el doloroso dilema que se le presentó, en cómo Axel aprovechó su debilidad para manipularla y convencerla de que cediera a sus órdenes; fruncí el ceño cuando recordé la conversación que habían mantenido Galatea y Axel.

-Siempre estaré en deuda con Galatea por lo que hizo –suspiró mi padre y pareció envejecer-. Se ganó un puesto en el aquelarre, a pesar de los intentos de Herz por ponernos en su contra...

Me echó un vistazo antes de sonreír con tristeza.

-Pero, como siempre, tú te nos adelantaste –continuó-. La sacaste de nuestro radar antes siquiera de que estallara la bomba. Intentaste protegerla aunque albergaras dudas sobre su fidelidad al aquelarre.

Nos quedamos en silencio, cada uno sumidos en sus respectivos pensamientos.

-No necesito niñeras, Derek –me distrajo la voz de mi padre-. Puedes marcharte; estoy seguro de que estás deseoso de volver al lado de Galatea.

Y no se equivocaba. Me despedí de mi padre con una extraña incomodidad que antes no había existido entre ambos y salí de la habitación, rumiando la conversación que habíamos mantenido y que me había servido para despejar algunas dudas que me habían acompañado mucho tiempo; en el pasillo miré a ambos lados, intentando adivinar en qué rincón de la mansión se habría refugiado Galatea mientras yo había estado ocupado en aquella reunión.

La encontré en el invernadero, escondida entre la vegetación y con un libro en el regazo. Tenía la mirada perdida en algún punto frente a ella y sostenía su teléfono móvil en la mano izquierda, aferrado con fuerza; la intuición no me fallaba al avisarme que su actitud debía haber sido provocada por una llamada de teléfono. Y tenía la sospecha de quién había provocado que Galatea se encontrara de ese modo.

Me aclaré la garganta y ella tardó unos segundos en darse cuenta de mi presencia allí, en aquel rincón tan rebuscado para que nadie pudiera encontrarla. Antes de despedirnos ella había estado animada y sonriente, nada que ver con lo que veía ahora; su rostro estaba serio y tenía los labios fruncidos.

-¿Va todo bien? –pregunté mientras tomaba asiento a su lado.

Galatea bajó la mirada hacia el teléfono que sostenía en su mano y comenzó a darle vueltas, como si estuviera preparándose su respuesta.

Que tardara en responder no podía significar nada bueno... y eso me preocupó. Wolfgang Herz había jugado su última baza en su testamento y había unido la vida de Galatea a su aquelarre al disponer que ella podría hacer uso de su herencia si aceptaba cambiar de apellido; Galatea se había convertido en una Herz... y también en una de las líderes del aquelarre Herz.

-Lyle me ha llamado –confesó con la vista gacha-. Las cosas en el aquelarre no van del todo bien. Tiberius está sobrepasado tras haber perdido a su esposa y a su madre que es incapaz de pensar con claridad... Lyle tiene miedo de lo que pueda suceder con el aquelarre –se mordió el labio inferior con fuerza.

El estómago me dio un violento vuelco al escuchar las últimas noticias sobre el aquelarre Herz. Lyle nunca había sido santo de mi devoción, y había quedado más que patente que entre nosotros las cosas jamás se arreglarían, pero sabía lo importante que era para el vampiro su familia y aquelarre; que hubiera decidido recurrir a Galatea significaba que las cosas estaban peor de lo que imaginábamos.

Y también significaba que era muy posible que Galatea tuviera que marcharse para poner orden junto a Lyle.

Desvié la mirada del rostro de Galatea, temiendo que ella pudiera ver el temor que me provocaba esa decisión por su parte.

El dolor que me causaba la posible separación.

-¿Cuándo te marchas? –pregunté, aparentando indiferencia.

Galatea me aferró por el brazo, sobresaltándome. Al mirarla de frente vi que sus ojos estaban cargados de desconcierto.

-¿Marcharme? –preguntó con un deje de encontrarse perdida-. No voy a irme a ningún lado, Derek.

Su seguridad al decirme que no tenía pensado regresar junto a los Herz me insufló la energía que había perdido al creer que sí. Ella se movió hasta quedar sentada a horcajadas sobre mí, acariciando mi cuello mientras fruncía el ceño. Mi pregunta había conseguido incomodarla, pues ambos habíamos pensado en lo mismo: la despedida tan abrupta que tuvimos casi dos años atrás, cuando ella se marchó de la mansión porque no se encontraba segura.

-No voy a irme –repitió Galatea-. Este es mi hogar y vosotros mi aquelarre.

La miré fijamente, enternecido de sus palabras. En el pasado, cuando decidí sacarla de las calles de Londres y traérmela a la mansión, ella había hecho lo imposible por huir del aquelarre; incluso no había perdido la oportunidad de recordarnos que nunca sería una de nosotros.

-Entonces, ¿qué vas a hacer?

Galatea me miró unos segundos con actitud pensativa, luego soltó un suspiro; ella tampoco se encontraba en una buena posición. No era fácil para Galatea tener que enfrentarse al resquebrajamiento del aquelarre Herz.

-He llegado a la conclusión de que lo mejor será que le venda mi parte del aquelarre a Lyle –respondió al final-. Es algo que llevaba valorando desde hace tiempo y creo que es la mejor decisión que puedo tomar. Es posible que lleve el apellido Herz, pero desde hace tiempo que me siento como si fuera una Vanczák.

Sonreí sin poder evitarlo cuando sus mejillas se tiñeron de un encantador tono plateado, mostrando lo incómoda que se sentía al hablar de sus sentimientos más profundos; ella me golpeó en el hombro al ver que mi sonrisa burlona era debido a lo que había afirmado momentos antes sobre dónde quería estar.

-Existe una forma de que seas realmente Galatea Vanczák –repuse con una maliciosa risa-. Simplemente tienes que casarte conmigo.

Galatea echó la cabeza hacia atrás para dejar escapar una alegre risa, demostrando que la conversación con Lyle, que tanto le había afectado, había quedado muy atrás. Después apoyó su cabeza contra mi hombro.

-Y lo haremos –me prometió-. Pero todavía no, Derek.

Le aparté algunos mechones de la cara y sus ojos azules me observaron con atención.

-Me queda el consuelo de saber que tenemos toda la eternidad por delante hasta que decidas que ha llegado el momento de aceptar mi proposición –bromeé.

Galatea soltó una risita y me golpeó con suavidad en el estómago.

Su silencio me hizo sospechar que su mente había decidido centrarse en algún otro tema que parecía preocuparla. A pesar de su intención de cortar vínculos profundos con el aquelarre Herz, sabía que aún había uno todavía más poderoso que no era fácil.

-¿Quién se encargará de Kovac ahora que Bergamota...? –dejé el final de la pregunta en el aire.

-Lyle me ha dicho que el matrimonio está haciéndose cargo de él...

No sonó segura y eso me hizo sospechar que el tema del bebé de Jana seguía dando vueltas en su cabeza. Había evitado forzar a Galatea a que hablara conmigo sobre el asunto, pero sospechaba que no era sencillo para ella ver al pequeño Herz en una situación tan... desvalida. Su madre había muerto al darle a luz; su padre se había puesto frenético y había achacado lo sucedido a su nacimiento; su abuela también había muerto, dejándolo sin ese pequeño pilar con el que había contado.

Y eso era lo que preocupaba a Galatea: que no hubiera nadie que pudiera asegurarse del bebé.

-Quizá haya llegado el momento de exponerle a Lyle que tiene que encontrar una solución que beneficie al niño –dije de manera reflexiva.

Pude sentir la agitación de Galatea a pesar de no estar mirándola.

-¿Una... solución? –repitió casi para sí misma.

-Es evidente que la mansión Herz no es segura por el momento –le expuse con cuidado, intentando sonar lo más cauteloso posible-. Pero ésta sí que lo es; tenemos dormitorios vacíos suficientes para acomodar uno de ellos para que sea suyo.

Galatea se removió en mi regazo hasta que nuestras miradas se encontraron. Sus ojos eran incapaces de ocultar la emoción que despertaba en ella la posibilidad de que Kovac estuviera con nosotros hasta que las cosas se calmaran... o de manera definitiva.

-¿Estás seguro? –preguntó en un susurro.

Me incliné hacia ella para besar la punta de su nariz.

-Nos dará una excusa estupenda para que le busquemos compañía –susurré en su oído al mismo tiempo que intentaba colar una mano por debajo de su camiseta-. No podemos permitir que se quede solo, Gala.

Ella entrelazó sus brazos por mi cuello, acercando su cuerpo más al mío mientras se mordía el labio inferior.

-Eres perverso, Derek Vanczák. Quizá por eso me encuentre tan perdidamente enamorada de ti.

-Yo también te amo, Galatea Herz.

¡FIN! Dios, debo reconocer que en algunas partes me puse a llorar a moco tendido y que he tenido que reescribir el epílogo tres veces antes de que dijera: "Este. Quiero este." (ha sonado como si estuviera comprando en una carnicería, oye. "Póngame ese jamoncito, guapo. Me ha hecho ojo.")

Ahora es cuando me pongo en plan sentimental y doy las gracias mil veces, y mil más, por haber compartido conmigo este bíblico (y sufrido) amor entre nuestros queridos amiwis que, para sorpresa y alivio de mucha gente, han tenido su happy ending juntos y no como Romeo y Julieta (confieso que valoré la posibilidad; confieso que tengo un fragmento guardado de semejante debacle). Sé que en algunos momentos han dado ganas de cometer asesinato en alguno de ellos, o en los dos a la vez... pero ya sabemos como son nuestros bebés y que tienen que empezar poquito a poco.

De todos modos jamás habría permitido que esta pareja hubiera terminado separada (a no ser que estemos hablando de la muerte y ahí sale mi vena dramática hard)

Pero, eh, que esto no se ha acabado del todo (guiño, guiño) No habrá tercera parte, sorry not sorry, pero sí que quiero hacer algunos Extras (me siento como una maldita directora con su película) porque hay cosas que me hubiera gustado poner pero que no ha sido posible...

Tengo pensado dos (uno triste y otro no tanto), pero quiero hacer un total de 5 y necesito ideas.

Aviso que no sé cuándo los subiré, los dejaré ahí en el aire y quizá algún día os llevéis una sorpresa (o decepción, diciendo: "Pero qué pesada, coño. Basta de tanto capítulo, parfavar") con una actualización *_*

Gracias, gracias, gracias por todos los comentarios (que he leído todos, que conste y no es por alardear) y lamento (pero poquito, si no estaría haciéndole daño al niño Jesús con mis mentiras) los posibles mini infartos que os haya podido causar.

Ah, y también lamento (tampoco mucho) el drama que ha habido durante el 95% del libro (el otro 5% es sepso y hay algunas escenas que no he incluido, ups.)

Eternamente agradecida por todo, WW (alias Drama Queen; lo siento, Derek, tendremos que compartir el puesto)

PD: me gustaría confesar algo sobre el libro, una especie de guiño que hice, cuando Lyle se acercó a Galatea y le habló de los amores imposibles: no estaba refiriéndose a sí mismo, sino a Étienne.
El joven francés, está enamorado de Derek. Pero es un amor platónico: entiende que su amigo jamás podría corresponderle con sus sentimientos.

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