Tears of Love

بواسطة AkireSanchez

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Basada en el dorama coreano Boys Before Flowers. Arthur es un chico de una familia pobre, pero debido a la re... المزيد

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 34
Capítulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capítulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Capitulo 41
Capitulo 42
Capitulo 43
Capitulo 44
Capítulo 46
Capitulo 47
Capitulo 48
Capitulo 49
Capítulo 50

Capitulo 45

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بواسطة AkireSanchez

Watchet 

Una suave brisa marina envolvió su cuerpo al bajar del ferri que lo había llevado a su destino después de varios días y horas de navegación. Los ojos esmeraldas se cerraron momentáneamente ante el fuerte sol, al momento que acurrucaba a su hijo en el pecho y jalaba consigo su equipaje hasta salir del puerto. Podía ver a su alrededor varias casas pequeñas y una naturaleza vasta y hermosa, definitivamente era un lugar maravilloso. ¿Cuánto tiempo había pasado hasta llegar allí? Ya había perdido la cuenta, pero era siquiera más de un mes. Después de llegar a Londres paso un tiempo trabajando para poder reunir dinero e ir a su destino final, el único lugar al que podía huir, y sentirse tranquilo. Un lugar donde nadie lo encontraría, donde definitivamente se borraría de la vida de esas personas que había dejado atrás... ahora, al fin había llegado.

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- ¡Les digo que es cierto! - un grito resonó por todo el mercado, siendo ignorado por muchos, excepto un grupo de 6 mujeres de apariencia mal cuidada. Una de ellas, bajita, pero con sobrepeso notable, que vestía con un viejo calentador y encima un delantal soltó una risotada.

- ¿Tu hijo? ¿En BW? No me hagas reír- se burló mirando a la menuda mujer de largos y bien cuidados cabellos rubios, y un vestido algo mal gastado, sin embargo, lucia hermoso en ella.

-Es verdad... mi hijo va a esa academia- reto inflando las mejillas infantilmente, cansada de lo poco que le creían sus compañeras. - además salía con el hijo de la presidenta- saco la lengua provocando envidia en las demás mujeres.

-Sí, ¿y por eso es que estas aquí? - rio otra de ellas, delgada, pero con una apariencia muy descuidada, que la hacía parecer anciana a pesar de estar en los 45 años. La mujer rubia guardo silencio ante esas palabras, eran un tanto hirientes.

-Si entonces lo que dices es verdad, pídele a tu yerno que pague las deudas que tienes- se burló otra, mirándola con arrogancia. Iban a continuar de no ser que un hombre llego al lugar.

-Deme uno de esos- señalo uno de los pescados que la rubia vendía, tenía un acento extraño. La mujer lo miro algo extrañada. Era un hombre bien vestido, con traje elegante y ropa que parecía ser cara, sin embargo, su apariencia era descuidada, su cabello rubio estaba enredado, y bajo sus ojos miel tenía unas grandes ojeras. Sacudió un poco la cabeza saliendo de sus pensamientos y se apresuró en ponerse sus guantes para coger uno de los pescados y vendérselos al señor frente a ella. Vio como el hombre fruncía el entrecejo y se iba de allí luego de pagarle sin siquiera contar los billetes que le daba, ante la mirada extrañada de todas las demás que la rodeaban.

-Qué extraño...- susurro mirando de reojo al hombre que poco a poco se alejaba de allí. Las señoras nuevamente se acercaron- ¿Quién es él? - les pregunto algo curiosa, definitivamente ese hombre le había pagado 10 libras más de lo que costaba lo que le vendió.

-El llego aquí hace un año, dicen que era el dueño de una compañía. Hmm no me acuerdo como se llamaba, pero era de Estados Unidos- suspiro frustrada la mujer delgada con delantal floreado - se volvió pobre por culpa del gobierno.

-Dicen que su esposa se divorció y se llevó a sus hijos... lo dejo en la calle, ahora es un don nadie- término narrando otra.

-También se dice que ha vivido así durante mucho tiempo, y que huye de a los que debe- interrumpió la gorda señora cruzándose de brazos y frunciendo ligeramente el ceño.

-Eso es muy triste- bajo la cabeza apenada por el señor que acababa de comprarle.

-Creo que tú estás en una peor situación como para preocuparte por otros- la regaño la mujer delgada de delantal floreado.

-Well... creo que tienes razón- soltó una pequeña risa, al igual que las demás, para volver a trabajar como de costumbre, para poder ganar algo de dinero para la comida del día. El hombre mencionado anteriormente caminaba taciturno por las calles repletas de gente. Se le hacía difícil caminar, además de que estaba de mal humor, con solo escuchar la conversación de aquellas mujeres. Sabia de quien hablaban.

-Auch...- se había chocado contra alguien. Lo supo al escuchar el sonido de dolor que hizo aquel hombre que tan solo le daba en el pecho, era muy bajito.

-Ten cuidado por donde caminas- gruño enfadado, pero sus ojos se endulzaron un poco al ver al bebe que aquel hombre cargaba. Chasqueo la lengua algo molesto al recordar la familia que había perdido por culpa de esas personas que tanto odiaba, ese apellido...

-Perdón... no estaba poniendo atención- se disculpó frunciendo un poco el ceño por la descortés actitud del hombre con el que choco momentos atrás. Continuo su camino, buscando a su madre con la mirada, de vez en cuando mirando de reojo a Adam asegurándose de que este bien.

-Ese es... ¿Arthur? - murmuro a lo lejos la mujer atónita al ver una figura parecida a la de su hijo recorrer por todo el mercado junto a un bebe, su nieto. No podía creerlo. No los había visto en mucho tiempo. Sonrió feliz y grito llamando el nombre de su hijo y su nieto, haciendo señas para que la miraran. Arthur volteo a ver, y por fin, sus ojos se encontraron con los de la persona que buscaba.

-Madre...- sonrió algo cansado acercándose a la mujer y la abrazándola con delicadeza.

- 'any - esa dulce e infantil voz el saco de sus pensamientos y enseguida beso la frente de su nieto enternecida. El pequeño era cargado en brazos de su mami, aunque se notaba la evidente fatiga que sentía el británico.

-Arthur, Adam ¿Qué hacen aquí? - sonrió emocionada al ver a su hijo después de tanto tiempo, ya casi 9 meses habían pasado desde que se fue a Watchet y había dejado a Arthur y Adam en Estados Unidos. Parpadeo seguidamente dándose cuenta que tras ella las mujeres con las que antes discutía la veían extrañadas. Una risa burlona salió de sus finos labios y comenzó a rebuscar la maleta de su hijo, encontrando lo que buscaba dentro de poco. El uniforme de BW.

- ¡Miren! No les estaba mintiendo- sonrió de lado a lado mostrándoles el uniforme de la prestigiosa institución todas las mujeres que antes la tachaban de mentirosa.

-Es verdad- sonrió una mirando a Arthur con admiración, el inglés no sabía ni siquiera que era lo que estaba pasando.

-Entonces... ¿él es tu hijo? - sonrió con los ojos brillosos una de las mujeres mirando al rubio de pies a cabeza, y acercándose a el fascinada

-Si- respondió mostrando su lengua infantilmente, para después escuchar una risa de parte de Adam

- ¿Y él? ¿Es tu nieto? - pregunto la mujer gorda enternecida al ver al pequeño que reía en brazos de Arthur, la madre del inglés asintió rápidamente con alegría

- ¿Él es hijo de...- no pudo terminar su pregunta, ya que fue interrumpida

- ¡Si, es hijo del próximo presidente de los Estados Unidos, Alfred F. Jones!

- ¡Madre! - la reprendió algo enojado de que diga ese tipo de cosas a aquellas mujeres que él ni siquiera conocía. Además, el solo mencionar lejanamente a Alfred aun le dolía. No podía olvidar lo que paso en su último encuentro.

-Lo siento dear, me imagino que deben estar cansados... vamos a casa- sonrió amablemente la mujer abrazando a su nieto y cargándolo con cuidado para ayudar un poco a su hijo, se veía notablemente cansado.

-No te preocupes por tu puesto, nosotras lo cuidamos- sonrieron las mujeres que antes se burlaban de ella, ahora la miraban como si fuese una celebridad, al igual que a su hijo y su nieto. Suspiro un poco y luego esbozo una sonrisa, tomando la mano de Arthur, fueron directo a su casa.

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Luego de algunos minutos caminando pararon frente a un pequeño muelle. Arthur simplemente miraba de reojo a su madre mientras disfrutaba de la brisa marina. El silencio entre ambos a pesar de ser madre e hijo y no haberse visto en mucho tiempo, era tenso. Adam se había quedado dormido en los brazos de su abuela luego del cansado viaje, así que ambos estaban prácticamente solos en aquel lugar.

-Dime... ¿Por qué viniste? - fue la pregunta que salió de su madre, en un tono serio, mirando a un punto lejano en el mar. Lo sabía, tenía una muy buena intuición.

-Vine a visitarlos... los extrañaba... a ti, a papa y a Peter- soltó en un suspiro, en parte eso era verdad así que no estaba mintiendo... no completamente.

-Te conozco Arthur... dime la verdad- sus ojos se posaron con seriedad en los de su hijo mayor. El británico sintió una pequeña opresión en su pecho, en verdad no quería decirle el verdadero motivo a su madre... ni a ella ni a nadie.

-Lo que dije fue la verdad- respondió intentando sonar creíble y que su voz no temblara, pero era difícil.

-Mentiroso... debiste haberte quedado en Estados Unidos, graduarte y después casarte con Alfred- le reclamo de manera risueña, pero en parte Arthur sabía que no bromeaba con eso.

- ¡Mom! – se quejó algo avergonzado y triste. La parte del casarse ahora le parecía lejana y dolorosa, más que nunca.

-Esa era nuestra esperanza ¿Sabes? Eso nos hubiese salvado...- nuevamente su voz volvía a ser seria, al igual que su mirada. Su madre a veces podía llegar a ser muy bipolar.

- ¿Dónde está papa? - cambio de tema rápidamente. Le inquietaba y tenía un pequeño mal presentimiento al no verlo junto a su mama.

-Tuvo que ir al mar... ya va varios días allá- suspiro pesadamente fijando su mirada en los barcos pesqueros que estaban a kilómetros de allí, viéndose tan pequeños como un insecto.

- ¿Por qué? ¿¡Porque está allá!?- pidió una explicación algo alterado, había confirmado su mal presentimiento. Mandar a un hombre al mar, era como mandarlo a la guerra, no regresaría hasta conseguir su objetivo de ida y el mar en esa parte de Inglaterra no era para nada calmado.

-No teníamos dinero... teníamos que trabajar cada vez más, pagar deudas y mandar a Peter a la escuela- explico la situación con tristeza. Su labio inferior comenzó a temblar ligeramente. No quería revelarle a su hijo todo lo que había pasado en ese tiempo que estuvieron alejados.

- ¡Debiste avisarme! ¡Hubiese salido del colegio y conseguido más trabajos para ayudarlos! -grito enfadado, todo ese tiempo habían necesitado de su ayuda y el no había eco nada.

-Sabía qué harías eso, por eso no te avise- también grito por la terquedad de su hijo, ya sabía cómo reaccionaría, lo conocía a la perfección.

-Pero...- trato de seguir la discusión que tenía con su madre, pero esta le interrumpió

- ¿Acaso te olvidas que ya tienes alguien a quien mantener? - pregunto enojada, sus ojos se posaron en el pequeño que vivía ajeno a todos los problemas que lo rodeaban- Él debe ser tu prioridad. - su voz tembló al decir esas palabras, recordaba que cuando ella era joven su situación era parecida a la de su hijo, por eso no quería dejar que el cometiera los mismos errores que ella y termine como ahora están.

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Washington DC

Cuatro hombres se encontraban reunidos en la gigantesca sala de una elegante mansión ubicada en las afueras de la ciudad. Cada uno sentado en largos sillones de cuero obscuro y una mesa en medio donde se encontraban varias tazas de humeante té.

- ¿Alguien ha sabido algo sobre Arthur? - hablo el que había invocado a la reunión, un albino de ojos carmesí, que en sus piernas tenia dormido a su pequeño bebe de apenas 6 meses, Frederick Beilschdmit Endlestein.

-No... desapareció sin dejar rastro- suspiro Antonio con seriedad reflejada en sus ojos- no dijo a donde se iba ni por qué.

-Ya ha pasado mucho tiempo desde su desaparición- murmuro Ludwig algo pensativo, sin quererlo, su hermano mayor lo había involucrado en ese problema, haciendo que mande a algunos de sus hombres a buscar al inglés. Pero fue una búsqueda sin resultado alguno.

-Ya pasaron 2 meses...- susurro el albino rascándose la barbilla, pensativo.

-Alfred... está arruinándose cada vez más- el ambiente se puso pesado al nombrar al estadounidense. Todos bajaron la cabeza por la tensión que se había creado.

-No recuerdo haberlo visto tan mal... ni siquiera cuando estaba en Quebec- masculló Antonio apretando los puños por el enojo que lo invadía al recordar cómo había estado su amigo los últimos días.

-Tienes razón, parece una bomba a punto de explotar- chasqueo la lengua con molestia el de ojos rojizos.

-Creo que Francis esta igual que Alfred...- suspiro profundamente el de ojos verdes. Todos voltearon a verlo y asintieron, lo que decía era verdad. -El siempre pasaba tocando algún instrumento, cocinando o viajando por la ciudad, pero ahora parece que se ha hundido en el trabajo por completo, se está desahogando trasnochándose con la excusa de que está trabajando.

-Ja... Arthur es increíble... ha convertido al BF4 en un lio total...

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Watchet

Arthur se sentó en la pequeña mesa de madera algo desgastada de la pequeña casa en la que vivían. No era muy grande, tenía dos habitaciones, un baño, una pequeña sala y el comedor que estaba cercano a la pequeña cocina. Pero pese a que la casa no era grande, era suficiente para su familia. Peter jugaba él bebe que minutos atrás había despertado y ahora parecía más energético que su tío.

-Perdón...esto es lo único que tenemos- puso en la mesa tres tazas de chocolate caliente y unos 3 panes. No era mucho, pero suficiente para quitar el hambre de manera satisfactoria.

-No importa... el solo estar con ustedes esta bien- sonrió tenuemente mientras bebía un poco del chocolate, sintiendo como el frio se iba de su cuerpo poco a poco.

- ¿Cuándo tienes que regresar? Ojalá no sea pronto... Adam es una ternurita, creció mucho desde la última vez que lo vi- rio mientras jugaba con el bebe. Arthur sonrió al ver lo bien que ambos se llevaban.

-Me quedare con ustedes- respondió casi en un murmuro, pero todos pudieron escucharlo. Los ojos de su madre se abrieron como platos ante sus palabras

-No, debes regresar. No te preocupes por nosotros, solo preocúpate por Adam y por tus tareas, debes ir a la institución- gruño cruzándose de brazos algo molesta por la palabra anteriormente dicha por su hijo.

-Mom, estamos en febrero, se supone que me graduaba en diciembre, así que ya no tiene sentido ir a la institución- se encogió de hombros para después soltar un suspiro, así quisiera regresar, ya era muy tarde, le tocaría repetir todo un año para graduarse nuevamente.

- ¿¡Me estás diciendo que viniste acá antes de graduarte!? Arthur Kirkland tu...- Iba a continuar regañándolo, pero el sonido de alguien golpear la puerta los distrajo. Su madre suspiro y se dirigió a abrir la puerta, encontrándose allí con un montón de mujeres que traían ofrendas y regalos en sus manos. Las mujeres lo veían como si fuese una celebridad, diciendo cosas como "De verdad parece alguien de la realeza" o "definitivamente será el esposo de un millonario" "de seguro tiene muchos amigos ricos" "su hijo va a ser el heredero de toda esa fortuna" y cosas por el estilo mientras ibas dejando los regalos que habían traído.

-Por cierto, el dinero que nos debes lo puedes pagar cuando quieras- sonrió una de la mujer con alegría.

- ¿En serio? - las miro algo sorprendida, no esperaba que vinieran a su casa a dejar comida y regalos y encima que le dijeran que no se preocupara en pagar rápido sus deudas, pero una pequeña sonrisa se formó en su rostro. Tal vez podría sacar algo bueno de esa situación. 

Por otra parte, Arthur veía todo con los ojos en blanco, definitivamente si pensó que allí iba a vivir en paz... se equivocaba.

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El alto volumen de la música y todo el ruido del lugar eran ensordecedor. En la pista del primer piso, todos bailaban, mientras que en el bar que estaba subiendo las elegantes gradas decoradas con una alfombra roja, en una de las mesas se encontraba aquel que un día había sido llamado como el hombre más deseado y perfecto de todo el país. En la mesa estaban varias botellas de licor vacías, dejando rastro de todo lo que había tomado. Estaba rodeado de varias mujeres, como todo un casanova, las mujeres lo rodeaban y coqueteaban con él, sin embargo, el chico de ojos azules sin brillo alguno se mantenía serio, sumido en sus recuerdos, recuerdos dolorosos que lo habían hecho recurrir a ese montón de alcohol que ya se había agotado. Se levantó algo mareado, empujando a las mujeres que estaban cerca para poder pasar y bajar las gradas tambaleándose un poco. Sus puños se cerraron fuertemente, mostrando sus nidillos blancos cuando un doloroso recuerdo llego a su mente.

"- ¿Porque no dices que me amas? - pregunto en un susurro, uniendo su frente con la del otro- desde que me fui a Quebec, no me lo has dicho ni una sola vez- hizo un puchero algo triste.

- ¿Es necesario que te lo diga en palabras? -pregunto sonrojándose un poco al ver como el mayor asentía ante su pregunta

-Quiero escucharte decirlo- Arthur suspiro profundamente y luego clavo sus obres jade en los zafiros del americano. Debía decirlo... era verdad que desde que Alfred había regresado de Quebec no le había dicho ni una sola vez esas palabras, no se sentía seguro de decirlas por lo que había pasado en Canadá, no quería volver a sufrir por decir esas dos palabras que tenían un profundo significado, pero ahora no era así. Tal vez debía decirlo, por última vez... antes de que la tormenta se desate seria sincero una vez más.

-Te quiero...- soltó con voz segura y determinada, cogiendo la cálida mano del mayor- No importa cuanto haya intentado no hacerlo... nunca pude borrar estos sentimientos... te amo Alfred- lo beso. Cogió la camisa del mayor y lo jalo para besarlo dulcemente. El estadounidense abrió los ojos como platos, nunca se esperó aquello, pero lo disfrutaría. Rodeo la cadera británica con su brazo e intensifico más aquel delicado beso, convirtiéndolo en uno apasionado que demostrara todos sus sentimientos, porque lo amaba, lo amaba más que a su vida."

-Yo lo amaba...- susurro con frías lagrimas cayendo por sus mejillas. - yo lo amo...pero alguien me lo robo- rio cínicamente mientras caminaba entre la multitud que bailaba al ritmo de la música de la discoteca- Tu... por tu culpa él se fue- se acercó caminando cabizbajo a uno de los chicos del lugar, ojos esmeraldas que le recordaba a ese hombre que tanto amaba, pero facciones totalmente diferentes. El muchacho no lo tomo en cuenta y siguió conversando con un grupo de amigos.

"-Alfred...- alzo a ver al mayor con sus penetrantes ojos esmeralda. -Ya no voy a verte más-

- ¿Qué? - murmuro perplejo, pensando que se debía tratar de una broma. Aun no podía digerir bien aquellas palabras que habían salido de manera tan fría de aquel del que nunca lo había esperado. Sus ojos buscaban con desesperación una respuesta de esa persona que ahora evadía su mirada.

-Hoy fue nuestro último día juntos... en familia- soltar esas palabras dolía más de lo que pensaba que lo haría.

-Oye, Arthur ¿Estas molesto porque hoy todavía no hemos peleado? - rio nervioso, no sabía que era toda esa tensión en el ambiente -Te diré que tienes mal gusto para las bromas, espero que Adam no lo herede- sonrió estirando una mano para acariciar la cabecita de su hijo, pero Arthur lo detuvo, apartando su mano y lanzándole una mirada amenazante para detener su avance.

-No estoy bromeando Alfred- soltó seriamente, su ceño fruncido. Alfred sintió una punzada en el corazón y mordió su labio inferior. ¿Qué era lo que estaba pasando? ¿Por qué tan de repente...?

- ¿Por qué... porque te vas? ¿La bruja les hizo algo de nuevo? -sus ojos brillaron con furia, mirando al menor en busca de una confirmación de sus dudas, acercándose a él y tomándolo por los hombros para verlo a los ojos. Arthur evito el dar un pequeño respingo ante el repentino agarre y miro al otro igualmente de desafiante, no podía bajar su guardia a ningún momento... si tenía que herirlo, lo haría.

-No, he tomado una decisión- lo miro con determinación frunciendo ligeramente el ceño, debía hacerlo, por el bien de todos- Sacarte de mi vida...de nuestra vida- hablo con un tono de voz cortante."

La furia lo invadió y lo golpeo. Golpeo la cara de aquel chico hasta lanzarlo al piso para después seguir, desahogando su furia en aquel inocente que lo veía con terror mientras sus amigos trataban de hacer algo, pero no podían, Alfred no se los permitía. Entonces llego la única opción que les quedaba. La policía llego a detenerlo.

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Se sentía vacío. No le importaba que pasara a su alrededor. Tenía un peso en el pecho que lo hacía sentirse vacío. Las lágrimas caían por sus ojos sin vida, mientras su rostro se mantenía serio sin mostrar ninguna mueca de dolor o de tristeza. Simplemente parecía estar muerto.

"-Tu dijiste que me amabas ¿es este todo tu amor? ¿Decirme que me quieres y después terminar así tan fácilmente? - escupió enojado, frunciendo su ceño y apretando la mandíbula con fuerza. ¿Por qué? ¿Por qué Arthur se esforzaba tanto por esta farsa?

-Quizás eso era lo máximo que podía decir, o solo estuve fingiendo. No importa cuánto te quiera, esto es todo lo que puedo soportar. Solamente hasta aquí- termino casi en un murmullo, pero Alfred lo pudo escuchar, sus palabras salían como siseos.

-Dime... aparte de ser el heredero a presidente, ¿alguna vez me viste como un chico normal? -Arthur abrió sus ojos sorprendido ante esa pregunta, volteándose a verlo, pero no podía retroceder. Si quería hacer que Alfred no lo volviera a buscar, debía hacer que lo odie, por mucho que doliera.

-No. Siempre te vi como Alfred Jones, el heredero a presidente, nada más. Ni un solo segundo, puedo dejar de pensar en ti de esa forma, como un niño rico mimado y egoísta- Esas palabras dolieron como nunca se imaginó. Fue como una daga clavándose directamente a su corazón."

¡Alfred! - Elizabetha miraba atónita a su hermanastro. Estaba sentado dentro de la celda en aquella prisión a la que lo habían llegado. Parecía muerto... no tenía ninguna expresión, no parecía sentir nada. Una sensación amarga y un mal presentimiento la invadieron.

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-Ya es hora de dormir- aviso la mujer de largos cabellos rubios a todos los hombres de la casa. Peter ya estaba puesto su pijama y leía un poco mientras permanecía recostado en el sofá de la mini sala de la casa. Arthur termino de cambiar a Adam en silencio, mientras aun los recuerdos de la última vez que había visto a Alfred.

-Mum... ¡no! - las palabras de su hijo y el verlo agitar sus piernas y brazos inquieto le hicieron darse cuenta de aquella silenciosa lagrima que caía por sus mejillas.

-N-no es nada dear, solo se me metió algo al ojo- si... era una excusa barata, pero funcionaria con su pequeño, o eso creía.

-¿Dada?... no cry mum- abrió sus ojos con sorpresa cuando sintió que el pequeño lo abrazaba por el cuello con ternura. Una pequeña sonrisa se formó en sus labios y tomo a su hijo en brazos, revolviéndole un poco el cabello.

-Eres un buen niño...- sonrió orgulloso de su bebe- vamos a dormir, ya es tarde- camino con el pequeño hasta el cuarto donde ya Peter había ido a dormir y su mama estaba acostada.

-Es el único lugar que tenemos para dormir- dijo palmeando el largo colchón donde cabían perfectamente 4 personas. Arthur no dijo nada. Se acomodó en la cama y abrazo a su hijo para que se durmiera más rápido. Las luces estaban apagadas y no se podía ver nada. Al pasar 5 minutos supo que el menor ya se había dormido, pues había dejado de aferrarse tanto a su ropa y su respiración era tranquila. Sonrió ligeramente y deposito un pequeño beso en la frente de su hijo... se parecía mucho a Alfred... en verdad.

Lanzo un pequeño suspiro mirando con aburrimiento al techo. No podía dormir. Tenía una sensación inquietante en el pecho que no se lo permitía. Adam dormía a su lado acurrucado y abrazando su brazo.

- ¿Hay algo que te preocupe? - aquella voz hizo que una ligera corriente pasara por su columna vertebral, erizando su piel. Su mama estaba despierta.

- ¿No puedes dormir? – pregunto intentando evitar el tema y la pregunta de la mujer.

-Arthur...no trates de engañarme- replico volteándose en la cama para mirarlo a los ojos, exigiéndole a su hijo una explicación.

-No me pasa nada... yo solo quiero vivir aquí con ustedes y poder darle una vida tranquila a mi hijo aquí- confeso con una sonrisa algo forzada, desviando su mirada nuevamente a su bebe.

- ¿Qué? - pregunto exaltada, sentándose sobre el colchón donde dormían los cuatro. - ¿y qué pasa con Alfred? – reclamo.

-Ya te lo había dicho... ya no hay nada entre Alfred y yo- su voz se quebró un poco al decir esas palabras. Aun dolía... un poco.

-Pero tu debías...- iba a reclamarle algo más a su hijo, pero fue interrumpida.

-Madre... ya es suficiente... las cosas no siempre salen como queremos- suspiro profundamente con algo de tristeza al ya saber lo que su madre le iba a decir anteriormente. No quería escuchar más sobre Alfred.

- ¿Entonces prefieres quedarte en este pueblo donde trabajo vendiendo pescado todo el día para en la noche solo tener pan y leche para comer? - reclamo enojada, pero sin gritar para no despertar a Peter o a Adam.

- ¿Qué tiene de malo? - contesto algo enojado por el pesimismo de su madre.

-Aquí nunca tendrás un buen futuro, ni para ti, ni para tu hijo, aquí nunca vas a vivir bien Arthur- su tono fue serio y cortante. Sus palabras eran frías, y sin querer, habían causado una opresión aún más grande en el pecho de su primogénito. Un nudo se estaba formando en su garganta. Lo sabía... sabía muy bien las consecuencias de sus actos, pero no quería que nada les pase a sus amigos y seres queridos por su culpa.

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Washington DC

Se sostuvo con fuerza de una de las mesas del restaurante para no caer. Su bebe había pateado muy fuerte, últimamente había aumentado su fuerza y se movía mucho, era muy incómodo. Empezó a respirar agitadamente al sentir otra patadita de su bebe que le quito el aliento. Sadiq al verlo suspiro profundamente y se acercó al italiano.

-Lovino, ya no trabajes más, te vas a hacer daño- lo obligo a sentarse en una de las sillas. El menor soltó un pequeño bufido e intento calmar su respiración para luego cruzarse de brazos sobre su abultado vientre. Parecía ballena de lo gordo que estaba, y la idea del embarazo ya no le estaba agradando mucho, bueno, sinceramente nunca le agradó. - no hay clientes a esta hora, así que descansa, yo voy a seguir cocinando- sonrió como solo él sabía antes de retirarse nuevamente a la cocina.

-Qué más da...- murmuro molesto, haciendo caso al consejo del turco. Comenzó a acariciar su vientre con suavidad, relajándose un poco al sentir a su bebe tranquila, todo hasta que la campana de la puerta sonó avisando que había un nuevo cliente. Ahí acabo se descansó. Chasqueo la lengua alzando la cabeza para ver quién era, pero se quedó helado al distinguirlo. Antonio Fernández Carriedo.

Con todo el problema de la desaparición de Arthur y los problemas familiares del español, se habían distanciado aún más, casi nunca hablaban entre ellos. En especial después de la pequeña pelea o discusión que habían tenido meses atrás.

-Hola Lovi- sonrió alegremente, aunque Lovino podía notar perfectamente que esa sonrisa era fingida. Una corriente eléctrica paso por su columna y enseguida sintió a su bebe de ya más de 8 meses pateando con fuerza, como siempre lo hacía cada vez que Antonio estaba cerca.

-Bastardo... ¿Q-qué te trae por a-aquí? - pregunto titubeando un poco al momento que se levantaba con un poco de dificultad, le dolía la espalda.

-Quiero hablar contigo... ¿Qué te parece si vamos a otro lugar? - el italiano asintió con algo de duda, pero no podía negarse, había algo que le impedía hacerlo. Ambos salieron de la tienda al momento que Lovino le dejaba un mensaje a Sadiq avisándole que saldría un momento. Luego de algunos minutos caminando, minutos infernales para Lovino, entraron a una pequeña cafetería que quedaba en una zona tranquila de la ciudad, para conversar más cómodamente. El español ordeno un café con pie de manzana y un tiramisú con un jugo de naranja para el italiano.

-Gracias- murmuro cuando le sirvieron la comida, sintiéndose incomodo al estar frente Antonio y el silencio entre ellos le estaba matando de igual manera. Con algo de pesadez probó un poco del tiramisú, estaba delicioso.

- ¿Has sabido algo sobre Arthur? - la pregunta del mayor lo saco de sus pensamientos y un suspiro nostálgico salió de su boca.

-No... su teléfono está apagado, ni siquiera suena, y él no me dijo a donde iba ni por qué... solo desapareció- respondió un poco desanimado. Sin darse cuenta, esos días se había sentido mal sin la compañía de ese otro tsundere con el cual nunca pensó llevarse bien, pero termino haciéndolo.

-El estará bien.... es Arthur Kirkland después de todo- soltó una pequeña risa que contagio al otro por unos segundos. Ambos sabían que el británico era un hombre fuerte, tanto mental como físicamente. El silencio entre ellos después de eso se hizo algo tenso, no sabían que decir.

- ¿Alfred...como esta? - pregunto con curiosidad, notando como Antonio fruncía ligeramente el ceño.

-Hecho pedazos... pareciera que pasa todo el día borracho, ha estado en la cárcel 3 veces desde que Arthur desapareció y quién sabe si no tiene algunas amantes que lo remplacen- suspiro profundamente al recordar el estado de su amigo

-Ese bastardo se atreve a engañar a Arthur...- murmuro para sí mismo apretando los puños con deseo de matar a Alfred.

-Lovi...- la voz sonaba seria. El italiano salió de sus pensamientos y lo miro expectante- ¿no te parece que deberíamos hablar de nosotros?

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Caminaban por un pequeño parque lleno de árboles que provocaban un ambiente relajado. Ninguno decía nada ni cruzaban miradas, cada uno estaba metido en sus propios pensamientos. ¿Cómo habían terminado de esa manera si antes estaban tan bien? Pues la respuesta es simple. La personalidad yandere de Antonio.

Flashback. -

Justo ese día, después de salir del doctor, la mama de Antonio había llamado. No escucho nada de la conversación, pero supo que era algo malo al ver la expresión llena de ira del mayor. Después se eso se despidieron y Antonio se fue a su casa. Lovino fue a visitarlo un poco más tarde, y escucho como algunas vasijas de cerámica se hacían pedazos. Preocupado corrió a ver qué era lo que pasaba y encontró al español rodeado de miles de pedazos de arcilla rotos en el suelo, y algunos jarrones que estaban en la habitación parecían ir a tener el mismo futuro si no lo detenía, pero antes de que pudiera decir algo Antonio hablo.  

-Las odio... ¡Odio las mujeres! - eso había gritado al momento que rompía otra de sus esculturas con furia, haciendo que de un pequeño respingo y retroceda un poco hasta quedar en el umbral de la puerta- ¿Por qué? ¿Por qué tenía que ser mujer? - en ese momento supo perfectamente a que se refería. Abrazo su vientre con tristeza, pero entendía por qué el español decía aquello...

-Perdón por haberme embarazado de una niña- gruño molesto cruzándose de brazos, intentando evitar el nudo que se empezaba a formar en su garganta. Antonio volteo a verlo sorprendido, no esperaba encontrarle ahí, en ese momento.

-No es eso...- no lo dejo continuar, simplemente se fue de allí lo más rápido que sus piernas le permitían. Antonio no salió a detenerlo ni decirle nada. Desde aquel día, las cosas habían cambiado.

Fin del Flashback. -

-Lovi...- llamo la atención del menor que se detuvo también, mirándolo de reojo - yo...- intento seguir hablando, pero fue interrumpido.

-Me iré primero- susurro en un tono algo tranquilo, como si estuviese suspirando rendido. -no es necesario que finjas que estas bien con esto... tampoco que estés conmigo- lo miro, miro esos obres oliva que tanto amaba. –lo entiendo muy bien y sé que no te gusta estar comprometido con algo o tener responsabilidades y todo eso- una sonrisa algo dolida se formó en su rostro. Debía seguir el consejo que le dio Isabela. -Así que, no te voy a obligar a que estés con nosotros... pero si quieres puedes venir a verla de vez en cuando, yo cuidare a mi hija solo si tengo que hacerlo...

-Lovino- lo miro sorprendido de sus palabras. El italiano sintió que un nudo en su garganta se formaba y justo en ese momento la bebe comenzó a patear, muy fuerte, pero intento ignorar el dolor.

-Isa me dijo que ella lo dio todo por su relación, y que por eso no tenía remordimientos- soltó un pequeño quejido sosteniendo su vientre. Le dolía, dolía horrores. Justo en el peor momento.

- ¡Lovi! - se acercó asustado al verlo caer al piso dando otro grito de dolor.

-Mierda... justo ahora tenía que pasar- mascullo algo avergonzado cuando el mayor lo ayudo a levantarse, mirándolo con preocupación y un millón de preguntas en su cabeza. -Antonio... gracias por permitirme la oportunidad de querer dártelo todo... aunque no haya sido suficiente- sonrió con esfuerzo.

-Idiota, no digas esas cosas -lo abrazo sorprendiendo al menor que se permitió relajarse en el abrazo hasta que otra contracción le nublo la vista, demonios, dolía horrores- debemos ir al hospital. – se apresuró a cargarlo al notar el dolor en el que estaba, dándose cuenta enseguida de que la fuente se había roto, estaban a contratiempo.

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Llegaron al hospital con las justas. Lovino había empezado a jadear y gritar por el dolor que parecía ser insoportable. Al entrar a la sala de emergencias enseguida subieron al italiano a una camilla para llevarlo a la sala de partos de emergencia, pero cuando intento seguirlo lo detuvieron. No lo dejaron entrar.

-Yo soy el papa del bebe, deben dejarme pasar- rogo con desesperación, Lovino se veía en mal estado, y no quería que nada le pasara porque si algo sucedía entonces no podría vivir en paz consigo mismo, todo era su culpa.

La espera era como una de las peores torturas. Ya iba allí más de dos horas y no recibía ninguna noticia. No podía escuchar nada al otro lado de esa gruesa puerta que lo separaba del italiano. Se arrepentía de haber dicho ese día aquellas palabras que arruinaron por completo su relación con Lovino que poco a poco se había ido mejorando, pero la noticia de su madre le había enfurecido por completo. El sonido de la puerta abriéndose lo saco de sus pensamientos de inmediato.

-Señor Antonio Fernández Carriedo- lo llamo el medico mirándolo de reojo y dando un pequeño suspiro, se veía agotado y eso le preocupo aún más. - pase... él lo está esperando- Antonio se levantó enseguida y entro a la blanca habitación al mismo tiempo que el doctor y las enfermeras salían para darles algo de privacidad. En una esquina del cuarto sobre una cama cerca de la ventana estaba recostado el italiano, con un bultito entre sus brazos, sabía perfectamente quien era. Su hija había nacido.

-Es una niña... tal como temías- lo miro de reojo. Antonio se acercó hasta estar cerca de la persona que más amaba en el mundo y se fijó en el bultito en sus brazos, estaba dormida. Con cuidado se metió en la cama junto al menor para estar a su lado, después de todo, había espacio como para que 3 personas entren allí así que no se preocupó mucho por eso. Con una de sus manos acaricio la mejilla de su amor y beso su frente aun sudada por el esfuerzo del parto, pero muy poco le importo eso-Antonio...

- ¿P-puedo...? - presunto con una súplica en sus ojos que el otro no pudo negar. Con cuidado en sus movimientos puso a la recién nacida en brazos del castaño y poco a poco la pequeña fue despertando hasta abrir por completo sus ojitos y dar un largo bostezo que robo una risita de sus dos padres. Ambos pudieron notar enseguida las facciones en su delicado rostro, su piel pálida y lechosa como la de Lovino, sus ojos verdes, idénticos a los Antonio, en su cabecita poseía un escaso cabello rojizo y el rulo tan singular del italiano -Es hermosa... sin duda es mi hija- sonrió radiante, esta vez, no era una sonrisa falsa, Lovino lo noto, estaba sorprendido. -no me importa si es niño o niña, lo que dije fue porque estaba enojado, ese día mi madre me había llamado para darme una noticia que no me agrado nada...- acaricio la tersa mejilla de la bebe que se aferraba a su camisa, cerrando sus ojitos verdes con cansancio mientras balbuceaba cosas sin sentido entre sueños- ella quería terminar con su vida... igual que mi hermana, eso me molesto mucho- confeso. Lovino abrió los ojos como platos ante la sorpresa de aquella noticia, y como el lo decía como si no fuese nada del otro mundo. - te amo...en verdad te amo- sintió los labios del español sobre los suyos y enseguida se relajó correspondiendo sin duda aluna, subiendo sus manos a acariciar el rostro del hombre que más amaba en su vida.  

-Antonio...- sonrió ligeramente sin moverse, sentía que todo el cuerpo le dolía, acababa de dar a luz, y sin cesárea, sus músculos estaban amortiguados y todo su cuerpo se sentía de plomo. - me duele todo el maldito cuerpo, idiota- se quejó cuando el mayor lo apretó un poco más.

-Jajá, lo siento Lovi- nuevamente volvía a su actitud infantil, pero no era fingida, era sincera- quiero crear una familia contigo Lovi... aun no es muy tarde. - sonrió acariciando la mejilla del italiano tiernamente- una familia que no sea como la mía fue alguna vez... creemos un buen hogar para nuestra hija- sin darse cuenta las lágrimas habían comenzado a brotar. Maldijo las hormonas que a pesar de que ya no estaba embarazado parecían seguir existiendo las muy malditas y sonrió.

-Está bien... pero más te vale ser un buen padre- ambos se unieron en un casto beso lleno de amor, el amor que ambos a pesar de querer ocultarlo y todas las dificultades que pasaron, aun se tenían. En ese instante se escuchó una pequeña risita infantil y ambos se separaron para mirar a la pequeña pelirroja que acababa de reír por primera vez en su vida, contagiando el buen humor a sus padres y ganándose pequeños besitos de ambos que la hicieron reír aún más. Ambos adultos reían contagiados de la risita de su bebe hasta terminar a escasos centímetros del rostro del otro, topado sus narices en un esto cálido.

-Seré un buen padre y un buen esposo- sonrió para depositar un pequeño beso en la frente y nariz del italiano, mirándolo con profunda devoción.

-Perdón que los interrumpa...- sonrió algo nerviosa una enfermera que entraba a la habitación, haciendo que el menor se sonroje violentamente al darse cuenta de que no estaban solos - ¿ya han decidido el nombre para la bebe? - ambos hombres cayeron en cuenta de ese pequeño detalle. Nunca habían pensado en cómo llamar a su hija, pero para Antonio era claro quién debía hacer esa decisión. Sus ojos verdes se clavaron en el menor, esperando a que decidiera el nombre que le pondrían a su bebe.

-Isa...Isabella- decidió un poco pensativo, pero seguro de su decisión. El español abrió los ojos con sorpresa ante ese nombre.

- ¿Po-porque? - murmuro asombrado por tal elección.

-Me gusta ese nombre... además de que fue tu primer amor ¿verdad? Y ella fue la que me hizo decidir dar todo por nuestra relación- una pequeña sonrisa se formó en el rostro del italiano y miro a su bebe que jugaba con sus propias manos entretenida en los brazos de su papa. De seguro traería alegría y buenos recuerdos a su vida, ahora podía saber cómo se sentía ser padre... o madre. Estaba feliz, verdaderamente feliz.

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Subió las largas escaleras de caracol con prisa. A lo lejos pudo divisar claramente la puerta del cuarto de su hermano. Ahí, nuevamente las sirvientas salían con las bandejas de comida sin tocar. Alfred no había comido nada. Se mordió el labio con fuerza y se acercó dispuesta a entrar, pero en el último momento cuando iba a tocar la puerta sintió una opresión en el pecho, quería verlo, hablar con él, pero al mismo tiempo, no quería ver el estado en el que se encontrara su hermano dentro de esa habitación. Retrocedió dispuesta a irse, pero se topó con el mayordomo de Alfred, una persona que la podría apoyar. Ambos se dirigieron al estudio de la castaña y entraron. Elizabetha se sentó en uno de los sillones con frustración.

- ¿Qué haremos? Ver en este estado a Alfred, totalmente destrozado, me tiene preocupada- soltó con frustración, preocupación y tristeza. Sentía ganas de llorar y un fuerte nudo en su garganta. Antes todo había estado bien, y en un abrir y cerrar de ojos, vio a su hermanastro totalmente destrozado.

-Señorita, no puede estar así también- se preocupó el mayordomo, por lo menos una persona en esa familia debía mantenerse fuerte y estable, ser un apoyo para su amo.

-No... esta vez, tengo un muy mal presentimiento sobre esto- apretó sus puños con fuerza, nunca antes había sentido esa sensación tan amarga en su garganta. La culpabilidad invadió a aquel hombre parado cerca de ella. En ese momento se decidió. Ya no ocultaría nunca más aquella mentira que había inventado la presidenta para amarrar a su amo a sus obligaciones innecesarias, no podía seguir ocultando a esa persona que sabía que tanto Alfred como Elizabetha necesitaban en sus vidas.

-Señorita...-

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Abrió las puertas con cuidado, dejando que el aroma invadiera el ambiente de la blanca habitación. En uno de los veladores estaba un ramo de rojas rosas adornando una vieja foto familiar. La chica paso con lentitud, observando todo con curiosidad, pero sus ojos verdes se detuvieron en un punto en específico, la cama, en el cuerpo allí que se mantenía vivo mediante tubos y cables, su corazón se detuvo. A pesar de su pálida apariencia y de verse más delgado y viejo lo reconocía perfectamente, reconocía a ese hombre. Un nudo se empezó a formar en su garganta mientras que su corazón se aceleraba de una manera que le dejaba sin aliento.

-P-pa...- fue lo único que avanzo a articular antes de que un sollozo saliese de su garganta. No pudo aguantarlo más. Sentía una fuerte opresión en el corazón al verlo, así, en ese estado. Tan solo verlo. Las lágrimas habían comenzado a caer y se convirtieron en un llanto imparable. Cayo al suelo mientras lloraba, ya no le importaba que alguien la escuchara, solo necesitaba desahogarse.

ººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººº

Entro azotando la puerta con furia, en ese momento no le importaba, solo necesitaba aclarar las cosas y exigir una explicación. Miro a su madrastra con profundo desprecio e ira.

- ¿Cómo pudiste haber hecho algo así? - apretó los puños con fuerza acercándose al escritorio donde la mujer estaba firmando varios documentos. Ella la miro con aburrimiento por unos segundos antes de regresar su vista a los documentos.

- ¿Por qué siempre eres tan ruidosa? - gruño sin tomarle importancia, sin embargo, la mirada de la húngara le decía que iba en serio, nunca había visto a esa mocosa tan enfadada en su vida.

- ¿Cómo pudiste?... ¿Cómo puede una persona hacer algo hasta ese extremo? - su voz se quebró repentinamente mientras apretaba la mandíbula y los puños aún más, haciendo que sus nidillos se vieran blancos.

- ¿De qué diablos hablas? - mascullo cansada de todo eso, no entendía de qué rayos estaba hablando su hijastra en ese momento.

- ¡Decías que mi padre estaba muerto cuando en realidad está vivo! ¿¡Cómo pudiste!?- grito. Grito con fuerza y furia, enfrentando a aquella mujer. En ese instante, no se fijó de la persona que estaba cerca de la habitación. Él lo había escuchado todo.

- ¿Es cierto? - esa voz hizo que ambas mujeres se tensaran. Era fría, llena de odio. Alfred entro empujando a su hermana para hacerle frente a aquella víbora que se hacía llamar su madre. La noticia le había caído como miles de dagas. Quería una explicación. No... quería más que eso.

-Alfred... te lo puedo explicar- titubeo, su hijo enojado era como un demonio. Y ahora la noticia que tanto había ocultado se había dado a conocer a las personas que menos quería que se enteraran.

- ¡¡TE ESTOY PREUNTANDO SI ES CIERTO!! - grito furioso, golpeando la mesa de roble con tal fuerza que ambas mujeres dieron un respingo y retrocedieron. Una grieta se había hecho en la fina madera. Si, Alfred estaba verdaderamente enojado.

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Entro a la aromática habitación teñida de blanco casi azotando las puertas tras él. No se fijó en los detalles, simplemente su mirada se dirigió hacia lo que buscaba desde un principio. Su corazón se detuvo y un nudo se formó en su garganta. Sus ojos se abrieron como platos. Lo reconocía. Lo reconocía perfectamente, era su padre. Definitivamente era su padre. Estaba vivo. Los recuerdos empezaron a retumbar estruendosamente en su cabeza.

"- ¿Estas satisfecha ahora? -mascullo temblando de furia- ¿¡La gran Christine Jones está contenta ahora que todo va como ella quiere!?- grito fuera de sí.

-Mmm...pues algo no me deja tranquila...no es agradable para mi hablar sobre ese niño- dijo en un suspiro refiriéndose a Arthur, Alfred apretó los puños tratando de contener su ira.

-Él no es solo un niño...Yo...tu hijo...ese chico, es la primera persona a la que he amado en toda mi vida...- hablo con la voz quebrada, sintiendo sus lágrimas caer. Su madre suspiro algo incomoda y frunció el ceño.

- ¿Y qué vas a hacer? ¿Correr hacia él y formar una asquerosa familia dejando atrás a tus empleados y a todas las personas que trabajan para el gobierno, tu futuro? Bien, hazlo... pero ¿alguna vez pensaste en tu padre? - dijo viendo a su hijo seriamente, dando en el punto débil del estadounidense.

-Detente...- susurro Alfred, no quería tratar sobre ese tema, aun le dolía mucho hablar de su padre.

-Tal vez no te importe terminar con todo Estados Unidos en un parpadeo, pero solo recuerda que tu padre y tu abuelo dieron hasta su sangre por su país, para que ahora tú lo abandones solo por un tonto amor infantil- hablo mirándolo con superioridad, Alfred sintió que nuevamente una vieja herida en su corazón se volvía a abrir ante las palabras de su madre.

-Cállate ya...- mascullo en un tono un poco más fuerte, sintiendo que todo el aire se le iba de los pulmones.

- ¿Qué hay de tu padre? El hasta su muerte lucho por el país ¿piensas abandonarlo a él también por ese chico? -"

Sentía que las rodillas le fallaban, de no ser porque su mayordomo lo sostuvo en aquel momento, de seguro hubiese caído al piso. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Todo ese tiempo, aquellas palabras que tanto peso habían tenido en él, aquel evento que había marcado su vida por completo, no era más que una mentira de su madre. Apretó los puños con fuerza, sintiéndose inútil. Había sido engañado, todo ese tiempo. En ese momento las palabras de su padre cuando era pequeño había comenzado a sonar en su cabeza.

"-Mira Alfred, es el nuevo avión que he comprado para ti- descubrió los ojos del pequeño, y un brillante y grande avión estaba frente a ellos.

-Es genial Daddy- sus ojos brillaron con emoción por subir a aquel nuevo avión que era un regalo de su amado padre.

- ¿Verdad que sí? ¿Sabes porque te lo he comprado? - rio felizmente y luego se agacho hasta estar a la altura de Alfred.

-No... ¿Por qué papa? - pregunto mirando a su padre algo extrañado.

-Porque eres un héroe hijo, y los héroes necesitan un transporte para salvar al mundo. - sonrió mientras subía al pequeño avión junto al pequeño Alfred.

- ¿Aquí poder ir a salvar al mundo? - Pregunto inocentemente

-Por supuesto hijo- sonrió acariciando los cabellos del pequeño- Ahora dime mi Hero ¿Qué harás cuando papa ya no este contigo?

-Cuidare de Mama y de mi hermana y de mi país- sonrió alegremente al ver que su padre también lo hacía.

-Ese es mi pequeño héroe- dijo dándole un pequeño beso en la frente y luego revolviendo sus cabellos mientras reía."

Esas palabras le dolían, recordar dolía mucho. Después de todo lo que había pasado, su padre estaba vivo.

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