Crónicas del circo de la muer...

By TatianaMAlonzo

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Elena Novak mal vive en un reino gobernado por Eleanor Abularach, una reina sanguinaria que castiga a los tra... More

Prólogo
1. Acepto que no soy una persona del todo honorable
2. Una marioneta salva mi culo
3. Esto es lo que en realidad soy
4. El Heraldo
5. No es burdel de prostitutas, es un burdel de telas
6. Gio está enamorado del hijo de la reina... pero Shhh, guardémosle el secreto
7. Reginam: el circo de la muerte en asiento VIP
8. Vino de sangre que no es sangre
9. La leyenda del sol y la luna
10. Máquina de helado
11. La Carreta
12. Prisionera
13. El león que asusta a las ratas
14. La princesa Isobel
15. Entre el cielo y el infierno
16. Nido de Serpientes
17. Entre hermanos
18. Piedad, Majestad
19. Exhibición de petulancia
20. Las ideas de Sasha
21. El dolor de cabeza de Eleanor
22. El Monje Rebelde
23. Kire se va a casar con un cerdo
24. Duardo Garay
26. Demostración de lealtad
27. Gio tiene nuevo asistente
28. El cumpleaños de Isobel
29. Duelo de vergas, en palabras de Sasha
30. Su nombre es Elena
31. Termino en una iglesia con el príncipe Gavrel
32. Decisiones
33. Ahora soy la aprendiz de Moria
34. El novio rebelde de Marta
35. La realeza también necesita de las putas
36. Las historias de Adre
37. Sasha por fin descubre a Gio y de paso me lleva al infierno con él
38. Protejan a la reina de los traidores
39. Hombre muerto
40. La merienda
41. El pozo de la corrupción
42. El Monasterio
43. Un narciso blanco
44. Campos de maíz
45. El taller del maestre Adnan
46. A lo mejor la vida de Isobel se complicó más que la mía, o tal vez no
47. La reina del circo
48. Se deberían de poner de acuerdo el corazón y la razón
49. Farrah también puede ser perra
50. Una visita inesperada
51. Payasos y Prostitutas
52. Van de la mano
53. Pierdo lo que más me importa
54. Contemplando lo ridículo
55. Sentenciada a muerte
56. Adiós, Gio
57. Aguijones en mi garganta
58. El mundo se viene abajo y yo sin calzones
58.5 Documentos perdidos: Carta al obispo
59. El Cenicero
60. La Rosa
61. En primera fila
62. Glotoncito
63. Voy a morir como una heroína
64. La Filia
65. El Príncipe Negro
66. El juicio final

25. Me piden cargar al Conde de Abastoa

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By TatianaMAlonzo

—¡Elena! —escucho que me llama una alegre voz.

Me vuelvo para ver quién.

Es Gio y está con Nastia, Isobel y Farrah.
Gio y Nastia traen consigo al menos cinco vestidos.

Isobel suelta el brazo de Farrah para coger el mío. —Ven, Elena. Acompáñanos a mi habitación. ¿Sabías que el jueves es mi cumpleaños? —pregunta. Asiento—. Gio trajo vestidos para que escojamos uno.

—¿Escojamos?

—¿No vas a asistir a mi cumpleaños? Será aquí mismo en el castillo, en el Salón de banquetes.

—¿Podré bajar? —pregunto, asombrada.

—Te estoy invitando a que lo hagas. No soy muy popular entre mis propios invitados y tú tampoco conoces a nadie. Podemos hacernos compañía.

Pero...

—Les recuerdo que yo también estaré —interviene Gio.

—Pero prefieres la compañía de tía Mina a la nuestra.

—Es cierto —convengo.

Cuando llegamos a la habitación de Isobel, Nastia se apresura a acomodar los vestidos sobre la cama para que podamos verlos.

—Farrah, tú también puedes acompañarnos durante la fiesta —propone la princesa, pero Farrah no parece interesada.

—No seas tonta, Isobel, ella acompañará a Gavrel —replica Gio, como si fuera lo más obvio.

—Dudo que eso suceda —dice Farrah.

—¿Gavrel no va a asistir al cumpleaños de su propia hermana?

—Giordano, no hables como si no supieras qué pasa —critica la otra, aunque sin perder la calma. Una calma que da miedo.

Gio tiene la decencia de mostrarse un poco avergonzado. —Sólo decía.

—Escoge un vestido, Elena —me pide Isobel, intentando cambiar de tema.

¿Un vestido con corsé?

—Alteza, Gio me regaló algunos vestidos cuando vine aquí. Puedo usar alguno de esos.

—De ninguna manera. En la fiesta serás mi invitada, no otra sirvienta. Anda, elige uno.

Dudo hasta que Gio me persuade lo suficiente para decir que si. —Pero Lady Farrah y usted deben escoger primero —pido.

A veces Isobel hace cosas que me exigen hacerle preguntas. ¿Yo, su compañía?
Ella y Farrah dan un vistazo a los corsé y faldas de seda sobre la cama.

—Da igual cuál escoja, ninguno me favorecerá —dice la princesa.

—No subestimes a mis diseños, querida —se queja Gio.

—Farrah, escoge tu primero.

—Tampoco me favorecerá alguno.

Ambas son indecisas.

Isobel toma la iniciativa y coge entre sus manos un vestido azul.

—Anímate con este. El color favorito de Gavrel es el azul.

Farrah coge tímidamente el vestido de las manos de Isobel. —¿El azul?

—Sí. Se te verá hermoso. También puedo peinar tu cabello con un moño.

—El azul se verá bien en un usted, señora —digo, para animarla—. Ese color... —Piensa en algo, Elena— contrasta bien con su cabello.

—¿Te gusta mi cabello? —me pregunta Farrah, luciendo tímida.

El cabello de Farrah es de un color rojizo más oscuro que el de Gio. Un rojizo vivo.

—Sí, señora. No he visto a otra doncella que lo tenga igual. Usted destaca entre todas —digo. Farrah sonríe más animosa e Isobel me da una mirada de agradecimiento.

Sigue haciendo puntos, Novak.

—Me probaré el azul —acepta finalmente y se esconde detrás del vestidor.

—Cerraré con pestillo la puerta por si a Gavrel y a Sasha se les ocurre venir —dice Isobel.

—Yo no estaría preocupada —dice Farrah desde el vestidor—. Si saben que yo estoy aquí no vendrán.

Isobel, Gio y yo nos miramos el uno al otro sin saber qué responder a eso. Esto es incómodo.

—¿Por qué es así? —le pregunta Gio a Isobel en voz baja.

—Nadie ha sido muy amable con ella desde que llegó. Incluyéndote, Giordano.

—Ouch. 

Los cuatro esperamos.

Cuando Farrah sale del vestidor  gira sobre sus pies para que veamos cómo le queda el vestido. —No lo lleno demasiado, ¿cierto?

Cierto.

—Es porque no tienes curvas —opina Gio, sin el más mínimo cuidado.

Isobel le da un pellizco.

—Ouch —se queja él, frotando su antebrazo .

—Puedo arreglarlo —intervengo. Farrah me mira escéptica—. Si usted acepta que el resto de la tarde no trabaje en el vestido de bodas yo... Yo puedo ajustar ese.

—No te preocupes demasiado por el vestido de bodas —responde Farrah, fingiendo indiferencia—. Nadie aquí lo hace, en realidad.

Isobel y Gio se miran entre sí, pero tampoco dicen nada. Tú sigue haciendo puntos, Elena.

—Entonces, ¿puedo? —insisto.

Farrah me entrega el vestido. —Sí. Gracias por tu amabilidad.

No sé con exactitud por qué estoy siendo amable con Farrah. Será que me da pena  porque en el fondo sé que es tan victima de los Abularach como lo soy yo. Y seamos francos, quizá necesite alguna vez un favor.

—¿Tienes novio? —me pregunta, sorprendiéndome.

¿Qué?

Isobel me anima a responder. ¿Por qué quiere saber eso?

—Sí, algo así —digo, porque si digo que no cortaré la conversación, por lo que intento ser creativa.

—¿Algo así?

—Está este chico que es amigo de mi hermano —Aquí va otra mentira—. Se llama Vadir.

—Oh —Farrah se muestra genuinamente interesada.

—Pero todavía no le pide permiso a mi papá para salir conmigo.

—¿Cómo es él? —pregunta—. Debe ser apuesto. Tú eres muy linda.

—Es cierto —está de acuerdo Isobel.

Siento que me sonrojo. —Supongo que sí es apuesto. Sabe trabajar y... —Piensa en algo más, Elena— tiene su propio caballo.

¿Acaso dijiste "Tiene su propio caballo" como un elogio?, me regaño. Que idiota eres.

—Es la peor descripción que he escuchado de un hombre  —resopla Gio.

—Es que... —¡Piensa en otra cosa!— yo me fijo más en... los sentimientos. Sí, eso. Los sentimientos.

¿Los sentimientos?

—Que adorable —Farrah se conmueve—. ¿Te ha besado?

—Oh, sí, muchas veces.

Si lo intenta lo mato...

—¿Van a casarse?

Eso quisiera mi madre. Isobel también quiere saber.

—No lo creo —Escuchar eso los desilusiona—. Él se marchó hace un tiempo y ni siquiera me ha escrito.

—¿A dónde fue?

Oh, verán, él es parte del partido rebelde, ¿Han oído hablar del PRR? Los miembros se hacen llamar Serpientes y quieren sacarles del poder a ustedes.

—Fue a visitar a una tía —miento.

—Pero ¿volverá? —Isobel no quiere un final triste—. ¿Lo vas a esperar?

—No lo sé. Alejarnos me está ayudando a... pensar.

—Muy sabio de tu parte —opina Farrah—. Estoy segura de que esa es una de las razones por las que Vadir te ama.

Y porque le gustan mis tetas, eso le dijo a Kire.

—Y todavía no hemos averiguado qué trama Baron —Isobel me guiña un ojo.

—Interroguémoslo —opina Gio.

—No  —intervengo. Qué vergüenza—. Por favor, no.

—Lo interrogaré sin despertar sospechas —intenta tranquilizarme Isobel.

No es eso.

—Mejor sigamos escogiendo vestidos —digo.

—Bien —se resigna ella—. Ahora es mi turno de probarme uno —Ella intenta escoger—. ¿Blanco, amarillo, verde o celeste?

—Verde —opina Gio—, y me niego a que escojas otro. Ese tiene pedrería de primera.

—Bien. Ese será entonces.

Para mi sorpresa, Farrah intenta entablar otra conversación conmigo en lo que Gio ayuda a Isobel a ceñirse el vestido color verde.

—¿Dónde vives, Elena?

—El Callado.

Ella suspira. —Visité el lugar el otro día. Me avergüenza decir que no soporté demasiado. Casi caigo desmayada por insolación.

Típico de la realeza.

—Lo lamento —digo, cínica.

—No. Yo lo lamento —Me sorprende aún más cuando dice eso—. ¿Cómo es posible que pretenda ser la futura reina de Bitania si no puedo soportar las condiciones en las que trabaja su gente? —recrimina a sí misma.

¿Qué?

—Usted no estará en el campo, señora. Estará aquí... —Limando sus uñas o bebiendo té—, haciendo alguna otra cosa.

Farrah insiste en mostrarse avergonzada. Quizá me vi demasiado impertinente.

—Otra vez lo lamento —me disculpo—. No debí...

—Si debiste —afirma, tajante—. ¿Por qué te disculpas por decir la verdad?

—No debo faltarle al respeto.

—¿Faltarme al respeto? ¿En verdad piensas eso? —Ella me mira compasiva—. No te culpo por pensar así, Elena. Eres lo que los Abularach han hecho de ti. No les miras con respeto. Les tienes miedo. ¿A que si?

¿Qué?

.

—Yo... —Intenta no verla a los ojos.

—En Beavan todo tan es diferente. Mi tío ni siquiera obliga a los plebeyos a inclinarse ante él —La miro, boquiabierta. Ella suspira—. Es por eso que nunca encajaré aquí. Los Abularach son tan... bestiales. Tan... perversos. Tan injustos. Desde que llegué he tenido que soportarles, y... Y a veces siento que... que no puedo.

Menuda confesión. —No sé qué decirle, señora.

—La verdad, Elena. Siempre dime la verdad por más dura que sea.

Asiento. —Entonces le diré que... —respiro hondo para coger valor— usted tiene razón, señora.

Farrah sonríe agradecida. —Gracias y creo que siempre sí aceptaré el ofrecimiento de Isobel de acompañarles el día de su cumpleaños. No me agrada su compañía pero si disfruto de la tuya.

Oh...

No me esperaba tal actitud por parte de Farrah. Desde que llegué, tanto Eleanor como Gio, Isobel, Sasha... todos; la han pintado como a una niña malcriada. Sin embargo, si lo pienso bien, que Farrah de Vavan no sea del agrado de ellos, debería indicarme que quizá puedo confiar en ella.
Lo pensaré.

Regreso a la biblioteca llevando en mis manos el vestido azul que Farrah usará en la fiesta. Me pidieron quedarme a beber el té con ellos, pero me negué. Si quiero que Isobel continue confiando en mi y me siga dando permiso para salir, no debo abusar de su hospitalidad. Además, me regalaron el vestido que yo usaré en la fiesta. Es amarillo y tiene corsé. Bufo. Primera vez que usaré un corsé.

...

Me aburro y frustro la mar cuando estoy encerrada en la biblioteca, sin embargo Gio me paga bien y sé que si me lo propongo puedo conseguir información valiosa para las Serpientes. Información de la que Garay no se burle.
Miro de reojo el escritorio donde están los mapas. Tal vez pueda echar un vistazo.
Decidida a acercarme, me pongo de pie. Sólo un vistazo. Sé que estoy arriesgándome porque no puedo saber si alguien está a punto de entrar a la biblioteca, pero... los mapas están tan cerca. ¡No, no me puedo arriesgar!
Sintiéndome tonta, me vuelvo a sentar en el taburete y continúo trabajando en el vestido azul para Farrah.

Necesito un cómplice si quiero tener en mis manos esos mapas. Pensé en convencer a Garay de ayudarme, pero sólo perderé mi tiempo. Lo conozco bien. Él no aceptará sin estar seguro de que el riesgo de entrar al castillo vale la pena. Lo he pensado. ¿Y si los mapas no indican nada importante? ¿Por qué estarían a la vista de cualquier persona si en realidad fuesen importantes?
Me siento inútil. Sé que es ventajoso para el Partido que yo esté dentro del castillo, no obstante, aquí, encerrada, sólo he conseguido agujerar mis dedos con piquetes de aguja y entumecer mi culo.

Quizá Marta pueda ayudarme a ver los mapas...
No.
No me atreveré a pedirle que se arriesgue por mí. Aún me duelen las palabras de Kire acusándome de utilizarla. Además, Marta haría demasiadas preguntas y ella no deja de repetir que es leal a la familia real.

Ah, Madre luna, ayúdame.

¿En dónde más hay información que puede ser importante para el Partido? ¿Quién la tiene? Malule y Baron, por supuesto. ¿Y para quién trabajan ellos? El rey Jorge no, porque él no es tan importante como aparenta ser. Él siempre pierde cuando se enfrenta a Gavrel, y a Eleanor sólo la mantienen informada. Eso hasta mi padre lo sabe. Ella no prepara las tácticas de guerra de la Guardia real. Isobel tampoco es importante y Sasha es un desastre.

Gavrel.

Siempre llego a la misma conclusión. Gavrel es el que tiene la información importante. Bien, iré a tocar la puerta de su habitación para pedirle que me informe.

Buenas noches, Alteza, ¿podría informarme de qué manera atacará a mi gente los días próximos?

Me río sola.

¡Ah, me siento tan estúpida e inútil ahora!

Justo estoy pensado en eso cuando Helen abre la puerta de la biblioteca y me pide seguirla al Salón del trono.

¿Eleanor o la condesa enviaron por mí? Tal vez se toparon con Gio y quieren ver el vestido.

Quiero saber si me van a preguntar sobre el vestido, si debo llevarlo conmigo o si también es requerida la presencia de Gio, pero Helen me dice que sólo le pidieron venir por mí.

¿Por qué?

¿Quién?

En cualquier caso, Helen no dice más y la sigo sitiéndome nerviosa. ¿Por qué me mandaron a llamar? ¿Hice algo malo? Tal vez Eleanor está molesta porque hoy salí del castillo. Tal vez me pidan devolver a Regalo.

Cuando por fin llego a la puerta del Salón del trono, me repito a mí misma que no debo sentir miedo. No he hecho nada malo, ¿o sí? No me preguntará nada sobre los rebeldes.

Tranquila, Elena. Nadie aquí sabe mucho de mí. Sólo quieren saber del vestido.

Entro al salón del trono. Sin embargo, para mi sorpresa, no me está esperando la reina, Farrah, Isobel o la condesa. Son Sasha y Gavrel.

A Gavrel le sorprende verme, y, de inmediato, observa inquisitivo a su hermano. Está molesto.

Yo trato de aparentar calma, o al menos lo intento.

—Sólo quiero estar seguro de algo —dice Sasha a Gavrel con una risita.

¿Qué demonios?

Sasha está sentado en el trono. Sospecho que no tiene permitido hacer eso, pero no parece importarle. Tiene con él a sus dos caniches, a uno lo sostiene en sus manos y el otro está en sus pies. Todo él parece una burda imitación de Eleanor y dos sus fieras.

—Majestad. Alteza —presento mis respetos a Sasha y a Gavrel.

Sasha se echa a reír. —¡Ves cómo ella si me sigue el juego!

Gavrel se gira hasta darnos la espalda a ambos. Está molesto. Y yo me acabo de dar cuenta de que erré. Sasha no es rey. También debí decirle Alteza, no Majestad. Ay no. ¡Concéntrate, Elena!

—Elena Novak —prorrumpe Sasha, tal y como lo hubiese hecho su madre. Se está burlando de ella, creo... y también de mí—. ¿Es cierto que su presencia en el castillo abruma al futuro rey de Bitania que, al verle, es invadido por deseos pecaminosos? —Me quedo de piedra. Estoy tratando de digerir sus palabras—. Ahora tienes que responder Si, Majestad —ríe Sasha, mirándome como si yo fuera un bufón.

—Suficiente —interviene Gavrel.

—Escúchate, Gavrel, ya hasta hablas igual que Eleanor.

—¡Lo digo en serio!

Sasha pone los ojos en blanco y coge al perro que tiene a sus pies para mimarle tanto como al otro. —Yo también hablo en serio.

—Puede retirarse, señorita —me indica Gavrel, aunque sin verme a los ojos.

Aunque sigo sin entender qué pasa, no me lo tiene que pedir dos veces y, torpemente, me vuelvo hacia la puerta.

—¡Un momento! —me detiene Sasha.

Giro sobre mis pies y me vuelvo hacia Sasha una vez más. Gavrel hace lo mismo, pero la mirada que él dirige a su hermano es de advertencia.

—Antes de irte —dice Sasha, dirigiéndose a mí—, quiero que cojas al conde de Abastoa y se lo lleves a Gavrel.

¿Quién?

Miro hacia todos lados buscando al conde.

—Se refiere al perro —me aclara Gavrel, apretando el puente de su nariz. Luce irritado.

Yo estoy temblando.

—No te refieras al conde de Abastoa como perro, Gavrel —le reprocha Sasha con un mohín—, que si tú no eres capaz de dar a Bitania un heredero, el conde será rey —indica, sosteniendo ceremoniosamente al pequeño perro color blanco.

Me acerco al trono para coger al animal. Sasha me mira... curioso. Una vez tengo al perro en mis manos, se lo llevo a Gavrel, que no lo conserva demasiado tiempo con él.

Ahora el conde de Abastoa deambula por el salón del trono buscando dónde orinar. 

No me atrevo a mirar a nadie más a los ojos. Simplemente quiero irme de aquí. Ya. Ahora.

Sasha prorrumpe sonoras carcajadas. Incluso aplaude como si yo fuera un juglar y no una sirvienta. Una vez más, Gavrel lo censura con su mirada y me indica que puedo irme.

—¿Te divertiste? —escucho que le reprocha a Sasha, cuando estoy por salir.

—Admítelo, Gavrel —sigue riendo el otro.

Pero la puerta se cierra detrás de mí y ya no escucho qué tiene que admitir el príncipe.

Encuentro a Gio dando vueltas de un lado al otro afuera de la biblioteca. La última vez que lo vi tan preocupado fue cuando Eleanor lo mandó a llamar.

—Gio —saludo, aunque sigo temblando.

Él enloquece cuando me ve. —¡Elena! ¿Estás bien? ¿Hay algún problema?

—¿Si?, ¿No? —pregunto, porque no lo sé. 

Entramos a la biblioteca.

—Cuando me disponía a irme escuché que te mandaron a llamar al Salón del trono ¿Todo bien? —pregunta, asustado.

—Sí —digo, aunque estoy dudando.

—¿Pero qué pasó?

No tengo idea.

Le platico a Gio todo lo que sucedió dentro del salón del trono y por primera vez no lo veo más interesado en los ojos angelicales de Sasha que en la actitud de Gavrel.

—¿Ha venido el príncipe Gavrel a la biblioteca? —pregunta, serio.

—Pasa las tardes aquí —digo, intentando recordar. Gio se muestra sorprendido—. Sasha ha tenido que venir a buscarlo. Pero Isobel dijo que él siempre frecuenta la biblioteca... y que le gusta quedarse a leer.

Gio luce tan enredado como el hilo del vestido de Farrah que tiene en sus manos. Sé que está intentando decirme algo.

—Dime una cosa, Elena —pregunta, todavía serio—. ¿Te atrae Gavrel?

Necesito aire. —¿Es una maldita broma? ¡Es el heredero al trono!

—Y también es hombre, joder.

La puerta se abre y Marta entra. También parece asustada. ¿Todo el castillo se enteró de lo que pasó?

—No seas tímida, Marta. Gio es mi amigo —la ánimo e ignoro lo que me dijo Gio.

No quiero pensar en eso ahora. No puedo pensar en eso en este momento.

—Excelencia —saluda Marta a Gio.

—Dime Gio, linda. Está de más agradecerte acompañar a Elena cuando yo me voy —Él me dedica una sonrisita—. Lo que haré en este momento porque no tengo una excusa para estar aquí —se despide—. Piensa en lo que te dije —me pide, antes de irse.

No, no quiero pensar en eso. Necesito sentarme. Lo hago.

Marta vino por el mismo motivo que Gio. Escuchó a Eloisa decir a Raquel que Sasha me mandó a llamar. Y ahora está aquí para saber qué pasó.
Confío en Marta pero no me atrevo a contarle la verdad sobre lo que sucedió en el Salón del trono. Todavía no. No obstante, trato de volver a enfocarme y utilizo la situación a mi favor.

—Entonces, ¿el príncipe Sasha te preguntó qué tipo libros saca el príncipe Gavrel de la biblioteca?

—Sí, estaba muy interesado en saber si yo estaba al tanto de eso.

—¿Por qué?

—No tengo idea.

No hay excusa más estúpida que esa, lo sé. Pero de momento no puedo pensar en algo mejor.

—¿Y viste, Elena? ¿Has visto qué libros se lleva el príncipe?

—Siempre los trae de vuelta el mismo día —Miro con interés las estanterías a nuestro alrededor—. Sé cuáles libros son. Si tan sólo pudiera verlos más de cerca...

—Dime cuáles son para traértelos —dice Marta, viendo con curiosidad las estanterías.

La tengo.

No está bien utilizar a Marta de esta manera, pero me prometo recompensarla.

—Es demasiado riesgoso, Marta —le sigo el juego—. Alguien puede entrar y ver que estamos fisgoneando.

Ella empieza a caminar de un lado al otro pensando qué hacer. No digo nada. Dejaré que ella advierta qué tipo de ayuda necesito.

—Yo puedo esperar afuera y tocar si alguien viene.

—¿Estás segura?

¡Sí!

—Sí. Quiero saber qué libros son —exclama, emocionada.

Y Garay dice que soy estúpida.

Cuando Marta está afuera, busco lo que necesito. Sobre el escritorio hay mapas, libros y decretos de impuestos. Reconozco la información útil cuando la veo. Uno de los mapas, en particular, está más pintarrajeado que el resto. Gavrel trazó una línea irregular sobre un boscaje, señalando una ruta sinuosa desde Bitania a Teruel.
¿Teruel es un reino aliado de Bitania? No puede ser, Teruel no confía en nadie. Aún así, esto es lo que tengo.

Sé leer mapas gracias a Garay y mi padre, así que cojo papel y tiza y trato de copiar todo sobre un pedazo de pergamino lo más rápido que puedo. Tres cruces... La Cerra... Ojo de agua...  Sólo había escuchado hablar de las Tres cruces.
Afortunadamente Marta es una mujer paciente.

Cuando termino de dibujar, guardo mi replica del mapa en mi escote y acomodo todo otra vez en el escritorio.

Antes de abrirle la puerta a Marta ojeo las estanterías y leo los títulos de algunos de los libros que Gavrel ha visto.

—¿Qué ha leído? —me pregunta Marta cuando le permito entrar.

—Sobre guerra... y también algunos libros de poemas.

Marta parece conmovida. Incluso suspira. —No sabía que el príncipe fuese romántico.

También estoy sorprendida.

—No, ese tipo de poesía no —miento—. Ha leído sonetos tristes sobre tiranos y guerras.

—Oh —exclama ella, triste—. Por un momento lo imaginé en un jardín declarando su amor a Lady Farrah.

—Sí, eso hubiera sido...

La imagen en mi mente es un tanto ridícula.

—Pero ni siquiera la visita.

Olvidaba que Marta está al tanto de todo lo que sucede aquí. —Lady Farrah suele enfermar.

—Siempre está enferma. Es una lástima porque me agrada.

—¿Es amable, cierto? —convengo, recordando mi último encuentro con Farrah.

Y los demás sirvientes opinan lo mismo que nosotras dos.
En opinión de Isobel, el problema con Farrah está en depender demasiado de su madre y no hacerse cargo de si misma.
Ojalá yo pudiera darme ese lujo.

De regreso en mi habitación, busco recostarme y cierro mis ojos. Pero no puedo dormir. No puedo dejar de pensar en lo que sucedió en el Salón del trono.
¿A qué juegan esos dos?

"Quiero que cojas al conde de Abastoa y se lo lleves a Gavrel".

Bufo. Ojalá Eleanor se haya enojado mucho al darse cuenta de que "el Conde" se cagó sobre su alfombra.

...

Usualmente se rinde honor a alguien guardando por ese alguien un minuto de silencio, pero nosotros ya nos hemos callado demasiado. Hablemos. Gritemos. Porque yo sé que Gerlac aborrecía el silencio. Por eso desafío a, lo que sabemos, es la posición que toma la iglesia durante una revolución: Ver, oír... y callar.

Hoy te callaron, Gerlac, te callaron porque los afrontaste.

Soy La H y hasta aquí mi reporte hoy.

------------------------
Y claro, concluímos con Hedda xD
Un capítulo tenso, ¿no?

¿Qué opinan de Farrah? ¿La imaginaban diferente?

¿Qué creen que pase ahora?

Gracias por leer, votar y comentar c:

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