Escape - enfrentar la realida...

By Bxxpsxx

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Es común que en el proceso de convertirnos en adultos no sepamos quiénes somos, ni que debemos hacer. Al igua... More

Introducción
Prólogo
Capítulo 2 - El arcoiris durante la lluvia
Capítulo 3 - ...Y el sol después de la tormenta
Capítulo 4 - Despertar, y que la pesadilla continúe

Capítulo 1 - El detonador llega a cero

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By Bxxpsxx

A propósito... ¿era realmente gay? Bueno, no lo sabía. De seguro no le gustaban las mujeres. Eso era algo que había descubierto en un campamento de verano, a los doce años.

Era esa época en que los niños se ponen curiosos por el sexo opuesto, casi convirtiéndose en pubertos, y unos amigos lo invitaron a la cabaña de unas niñas. Decidieron jugar a la botella, y allí le tocó dar su primer beso a una linda niña de cabello castaño y rizos.

Yyyy, no sintió nada. Absolutamente, más que la humedad de sus labios. En realidad, no sabía si debía sentir algo, pero era un indicio. Y lo que lo confirmó fue la reputación de casanova que se ganó, al cansarse de cada chica con la que salía, y dejarla por otra nueva. No es que le gustara hacerlo, pero cada vez que dejaba una, otras siempre iban a buscarlo. Era un ciclo sin fin, que continuó hasta el corriente año, cuando decidió por fin no salir con ninguna chica más, porque era en vano. Lo que fue una gran decepción para la parte femenina no sólo de su salón, sino de toda la escuela.

Pero la declaración de hoy lo había sorprendido – creía que todas ya se habían dado por vencidas, y la chica más linda de su salón ciertamente nunca había salido con él.

Aún así, tenía más efecto ver las mojadas espaldas de sus compañeros en los vestidores del gimnasio, que besar y toquetearse con una mujer. Pero... ¿le gustaban? Nunca había sentido nada por alguien de su mismo sexo, de hecho, así que no lo sabía.

Estaba muy confundido, aunque... ya qué, no se preocuparía por eso a esas alturas, lo mejor es dejarlo ser. La vida eventualmente decidiría que hacer. Soltó un cansado y largo bostezo, y se metió dentro de su cama.

Pero lo que no sabía, era que ese aspecto de su personalidad era lo que lo enterraría socialmente al día siguiente.

El arrivo a la escuela fue totalmente normal. Para él era un día más, hasta el momento en que escuchó la primera risa. La cual hubiese pasado totalmente desapercibida, a no ser porque pudo darse cuenta que iba dirigida hacia él.

Quizá es mi imaginación... Pensó, extrañado.

Mientras seguía su camino por el patio frontal de la escuela, entre los grupos de alumnos que se encontraban esparcidos por allí, pudo notar que, de hecho, mucha más gente estaba dedicándole atención.

Unos miembros del club de fútbol comenzaron a tirarle besos extremadamente sonoros, mientras se destartalaban de la risa. Los observó realmente sorprendido, girando el cuello como una lechuza todo lo que alcanzó, pero siguió caminando.

"No puedo creerlo, yo he salido con él..." Ladeó la cabeza una chica que se encontraba con sus amigas, la cual él reconoció, y todas lo observaron con reprobación.

Empezó a molestarse un poco en lo que abría la puerta para entrar en la institución.

Por suerte para su alivio, allí estaba su grupo de amigos.

"Hola," los saludó. “¿tienen idea de lo que está pasando? Porqu– “ No pudo terminar su oración al ver la expresión de los chicos al frente suyo – disgusto y molestia. ¿Era por su presencia? ¿Qué demonios había hecho?

Owen, un chico rubio y atlético fue el primero en hablar, sin siquiera moverse de su lugar.

"¿Desde cuándo, hermano?" La acusación estuvo acompañada de un ceño fruncido.

"¿A qué te refieres...?" Cómo si el día no hubiese sido lo suficientemente extraño, Sean, el chico más alegre y divertido que conocía lo enfrentó con la expresión más seria que jamás le hubiese visto.

"¿Por qué no nos dijiste? ¿Somos tus amigos.... o no?"

¿De qué demonios hablaban?

"Yo n-no..."

Genuinamente no sabía de que le estaban hablando, se suponía que nadie sabía de ningún secreto suyo. Bueno, nadie excepto... oh, no.

"De todas las cosas... ¿marica? No lo entiendo. ¡Puedes tener a cualquier chica que desees!" Henry, un joven bronceado y de cabello castaño le reprochó. Su mejor amigo, diciéndole eso... Su corazón se detuvo.

"Supongo que ahora tiene sentido por qué no salías más con nadie..." Rex, el pelirrojo, soltó una risa amarga. La cual fue seguida por una risa escandalosa, pero ésta venía acercándose desde la derecha.

"¡Miren a la señorita que salió del clóset!" Se burló de él Fritz, un brabucón de vocación. Él siempre le había envidiado el éxito con las chicas, pero ahora era el blanco perfecto.

Su respiración se aceleró, y miró en dirección de los chicos a su lado, quiénes pretendían no conocerlo, sin defenderlo, o siquiera hacer nada. Esos que eran sus supuestos 'amigos' de toda la secundaria.

"¿¡Por qué no te metes en tus asuntos, idiota!?" Explotó. De alguna manera no sólo estaba dirigiéndose al bravucón, sino también a todos los demás en la escuela.

"¡Ohh, escuchen a la histérica! 'Idiotaaa'" lo imitó muy afeminadamente, y las personas que habían empezado a reunirse alrededor como espectadores rieron con él.

Sus piernas fueron más rápidas que él, impulsándolo fuera de esa pesadilla, y allí fue cuando comenzó a correr.

Lo próximo que sabía era que se encontraba dentro de un cubículo, en el baño, llorándose la vida - como lo encontramos al comienzo del relato.

De pronto, escuchó la puerta del baño abrirse, y también el cubículo a su lado. Se quedó lo más quieto que pudo, con una expresión de terror en el rostro. Lo último que necesitaba era enfrentarse al enfermo de Fritz y muchísimo menos si traía a su pandilla con él. ¿Qué no escucharon que había tocado el timbre? Pero la persona que había entrado parecía haber venido sola.

¡Demonios! Había olvidado que sentado en el suelo, podía verse el final de su cuerpo por el espacio que quedaba entre la puerta y éste, incluso desde los cubículos limítrofes. Si se quedaba así, lo descubriría quien sea que hubiera entrado.

"¿Hmh?" Se oyó del cubículo de al lado, después del fluír del agua de un retrete. "E-ey, ¿te encuentras bien?"

Esa voz... no la reconocía. De cualquier manera, el tipo debía creer que era un drogadicto con sobredosis, o un depresivo teniendo una recaída, porque todo lo que veía debían ser sus piernas desparramadas por el suelo, y sus brazos colgando a los costados.

"Sí, estoy... bien." Decidió contestarle, así con suerte lo dejaría en paz. Su voz sonó bastante tapada de haber llorado, y se limpió la cara con la manga de su sudadera.

Sintió unos pies caminar, seguidos de más ruido, y unos golpes en su puerta.

"No suenas así. ¿Por qué no sales y te refrescas un poco con agua?" Propuso la voz desde afuera, suavemente.

Lo dudó. Ya no cería que hubiesen personas amables que se preocuparan por los demás. Bueno, al menos en el buen sentido. Pero algún día tendría que salir de allí de todos modos.

Así que suspiró, pensando que quizás sería otra de las cosas en la lista de arrepentimientos, y se levantó, quitando el seguro de la puerta. Al salir se encontró con alguien que le pareció nunca haber visto antes – un chico de casi su misma altura y tez muy blanca. No. Su cara no le parecía... conocida. Tenía unos labios pálidos, finos pero largos. Nariz también larga y respingada. Ojos– ¿Heterocromía? Sólo había leído sobre eso en internet, pero nunca había visto a alguien así: un ojo muy oscuro, casi negro, y el otro... ¿púrpura? Definitivamente nunca había visto alguien con ojos púrpuras, y menos, con uno solo. Pero la forma de sus ojos también era muy bonita, aunque los colores se llevaran toda la atención – eran rasgados, pero profundos. Y su cabello... A éste tipo le gustaba jugar con su imagen, era notorio. Tenía el cabello blanco y negro, llamando la atención quizá tanto como sus ojos. Vestía una camiseta negra con el logo de una banda, y unos jeans gastados.

¿Cómo no notar una presencia cómo esa?

Quizá iba a un curso superior... Bueno, sí, parecía un poco mayor, pero no hay que fiarse por las apariencias, eso él lo sabía muy bien.

El misterioso joven le hizo un ademán, indicándole que debería usar el lavabo con el ceño ligeramente fruncido. ¿Tan mal se veía? Se aferró del mármol, y levantó la vista. Lo que vio en el espejo le confirmó que sí, de hecho se veía muy mal. Éste le reflejaba la imagen de un chico de cabello negro, desordenado como si hubiese estado de atrapado de tripulante dentro de algún famoso huracán; de ojos azules que parecían rojos de haber llorado, rodeados por oscuras ojeras y bolsas debajo de ellos; la nariz igual de rojiza y húmeda; con los labios secos y la sudadera un poco mojada.

Carajo, maldijo en voz baja, y procedió a abrir el grifo del agua fría.

Vio por el espejo que el otro chico vacilaba, llevándose una mano a la cabeza, metiendo sus dedos entre cabello monocromático, y la otra posada sobre su muslo izquierdo sobre jeans viejos.

"Eh... ¿Necesitas... alguna cosa?" Preguntó cómo si estuviese enfermo o fuese inválido.

El de ojos azules se tomó su propio brazo, apretándoselo suavemente, sin voltearse.

"Estoy bien, gracias." Le mintió. Demasiada humillación por un día.

"No te oyes ni ves bien. ¿Puedo saber qué te ocurrió?" Demandó el desconocido con mucho más tacto que mucha gente que sí conocía. Sintió que se acercó un paso, como tratando de ser más cercano. Su presencia de algún modo lo había calmado... como si pudiese... No. No había manera de que pudiese confiar, y menos en un desconocido, fuese tan amable como fuese. Ya ve uno como le va confiando en los demás. Há. Doble há.

"Yo– " comenzó suavemente, pero volvió a recordar que nadie había sido suave con él. "Mira, gracias por... preocuparte. Pero no es nada de tu incumbencia". Contestó secamente. Si el otro joven no se había enterado que todos lo acusaban de ser un maricón, no iba a seguir promoviendo la noticia. Dándose la vuelta, apuntando hacia la salida, se preparó para dar un paso, cuando una mano lo detuvo por el pecho.

Dio un respingo, y miró sorprendido la firme mano posada en su cuerpo, para rápidamente mirar al individuo directo a los dispares ojos.

"¿Q-qué demonios crees que haces...?" Se quejó, y llevó una de sus manos al antebrazo del otro para tratar de liberarse, el cuál fue más rápido y lo tomó por la muñeca antes de poder hacer nada.

"Ey, veo que te encuentras un poco mejor," dijo, mientras llevaba el brazo del chico a donde pertenecía. "pero no creo que tengas la fuerza como para pelearte conmigo ahora, ¿no te parece?" Lo reprendió como a un niño que no hace caso.

La azul mirada lo desafió por unos momentos, pero eventualmente se desvió hacia la izquierda, en dirección al lavabo.

"No entiendo por qué te interesa... Ni siquiera me conoces." susurró resignado, girando la cabeza, de manera que mechones de cabello azabache le caían sobre la frente, tapándole el rostro.

"El dolor es Universal, no necesitas conocer a alguien para saber que está sufriendo. Y el sólo hecho de contarle a alguien lo que te ocurre, ayuda. Es liberador, y es un paso menos."

El ceño del chico con la cabeza gacha se frunció levemente, y espió en el espejo por su ojo izquierdo. Ver el reflejo de ambos allí estuvo a punto de convencerlo, aunque decidió seguir firme con su decisión.

"E-en serio aprecio eso, pero yo no..."

El de ojos diferentes suspiró, dándose por vencido.

"Veo que no estás dispuesto a contarme nada, no voy a presionarte..." dijo mientras retiraba su mano del cuerpo del otro, y volteaba. "Pero si necesitas decírselo a alguien, Ian Jacobson, 3ero B." Finalizó, y en lo que salía por la puerta, el otro, quién había levantado su cabeza y quedó mirándolo quieto, reaccionó.

"G-gracias... Soy... Tyler White." Murmuró, mientras también salía por la puerta.

El mayor lo saludó con la mano, llevando una pequeña sonrisa en su rostro.

El otro chico lo vio alejarse por el pasillo, en dirección a las escaleras. No estaba seguro de que fuese directamente a la clase que le tocaba. Aunque parecía lo suficientemente honesto, no parecía tan idiota de correr el riesgo de un castigo por llegar tarde. Seguro se las arreglaría para saltarse su primer clase, escondiéndose en algún lugar. Pero él, en cambio, se apresuró a la puerta principal, y se escabulló sin ser visto, afortunadamente. No había manera de que se quedara en ese infierno.

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