la chica del maíz; camren

By milanolivar

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TODAS LAS HISTORIAS ESTÁN SUJETAS A COPYRIGHT Y HABRÁ DENUNCIA SI SE ADAPTA O PLAGIA. Camila vuelve a casa d... More

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epílogo
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By milanolivar

           

Camila's POV

Los días cada vez se hacían más cortos, el tiempo cada vez pasaba más rápido y, lo que yo pensaba que sería un verano largo, se me estaba haciendo fugaz. Quedaban unas tres semanas para que me fuese, y mi mente no dejaba de dar tumbos. Por las noches apenas podía dormir, y es que en poco tendría que separarme de la chica que tenía en frente, medio sumergida en el lago.

—No pienses tanto. —Dijo al verme en silencio, y me abracé a ella, acariciando su nuca. Besó mi hombro, y caminó conmigo por el agua, rompiendo el abrazo para besarme lentamente. —Mañana hay partido de béisbol, ¿vas a venir a verme o ya no quieres?

—Claro que quiero ir a verte. —Siguió los besos rápidos y cortos en mi boca, haciéndome reír.

—Me hubiese gustado que me vieras en competiciones de natación, ¿sabes? —Me apartó el pelo de la cara, mordiéndose el labio inferior.

—Estoy segura de que eras la mejor. —Hizo una mueca para quitarle importancia, pero Lauren sabía que lo era.

—Deberías ver la estantería de mi habitación en Chicago. —Volvimos a besarnos, y me alcé un poco para quedar por encima de ella, besándola lentamente apretando su nuca, disfrutando de su lengua en la mía, succionándola. Y justo cando mi lengua estaba entre sus labios, en el punto más sucio, húmedo y excitante del beso, escuchamos una voz.

—Lauren. —Ambas nos separamos, y había una mujer detrás de ella.

—No sabía que llegaríais tan pronto. —Dijo Lauren. Yo la miraba sin entender nada, y ella reaccionó. —Oh, mamá, esta es Camila. Camila, esta es mi madre.

—Me lo imaginaba, encantada. —Dijo su madre con una sonrisa. Yo sólo quería que la tierra me tragase, y sonreí. —¿Quieres quedarte a cenar?

—Uhm... Sí, claro. —No quería darle mala impresión a aquella mujer, que se fue de la terraza con una sonrisa. —¿¡Por qué no me has avisado!? —Comencé a pegarle en el hombro a Lauren, que me tomó por las muñecas.

—Porque no lo sabía.

—¿No te afecta que te pillen comiéndome la lengua casi de forma literal? —Susurré caminando detrás de ella hasta la escalerilla.

—Me pillaron follando una vez, así que esto no es nada.

—¿Pero no decías que acababas de salir del armario? —Lauren se paró en seco y se giró hacia mí.

—Con un chico. —Hice una mueca de asco.

—Eso es bizarro, grotesco y asqueroso. —Repliqué sacudiendo la cabeza.

—Lo sé. A mí también me lo pareció.

Subimos las escalerillas, y vi mi tanga tirado en el suelo. Comencé a pegarle a Lauren en el hombro, del que se dolió.

—¿¡Quieres dejar de pegarme!? —Susurró en alto, frotándose el brazo.

—¡No! ¡Tu madre ha visto mi ropa interior!

—Cállate, vamos a ducharnos, cenamos y nos vamos. —Susurró mientras cogía su toalla y se la ponía alrededor del pecho.

—¿Y dónde quieres ir? —Pregunté cogiendo la bolsa donde llevaba la ropa para cambiarme al día siguiente, subiendo unas escaleras externas que llegaban hasta la segunda planta, suponía que su habitación.

—No sé, a cualquier sitio que no sea aquí, ¿o quieres que mi madre entre por la mañana y te vea a ti desnuda y al strap on en el suelo? —Susurró abriendo la puerta, que daba a un pasillo largo, donde había dos puertas; una el baño y la otra su habitación.

—Sí, sería dramático. —Lauren abrió la puerta de su habitación, donde tenía una estantería llena de cómics, libros, un portátil y una taza.

—Ve a ducharte, yo mientras te busco algo de ropa, ¿vale? —Asentí rápidamente y entré en el baño.

No tardé más de cinco minutos en ducharme, y cuando salí, Lauren me tenía preparada una camisa de cuadros blanca y rosa, y unos shorts de tela vaquera en color blanco, a los que les añadí mis vans del mismo color. Me recogí el pelo al estar algo mojado, y me quedé en su habitación. La cama tenía sábanas grises, estaba todo estrictamente ordenado, y denoté que había algunos libros de derecho en la estantería. Además, tenía enrollado lo que creí que era un póster de los Sharks, el club de natación al que ella pertenecía. Lauren era así en realidad, esa era la faceta que yo desconocía y que me encantaría conocer; la Lauren abogada, Lauren correcta y metódica, Lauren estricta.

Cuando volvió, yo estaba sentada en la cama, viéndola cambiarse delante de mí. Se puso una camisa azul remangada hasta los codos, igual que yo, y unos jeans largos negros.

—Me gusta tu habitación. —Dije mientras se abrochaba el pantalón.

—¿Por qué?

—Porque es tuya. —Salté de la cama y salí con ella de la habitación,  bajando a su lado. Denoté el olor a su desodorante, no había cambiado aunque ahora viviese con sus padres.

—Madre mía, Lauren, ¿esta es tu novia? —En cuanto dijo eso, las dos nos echamos a reír.

—No. —Dijimos a la vez. Nos miramos con el ceño fruncido. —No, no. —Repitió ella, sacudiendo la cabeza.

Nos sentamos a cenar, y habían preparado cerdo asado con patatas asadas. Yo comía con timidez al lado de Lauren, que engullía como si no fuese mañana.

—¿Cuánto tiempo vas a quedarte en el pueblo, Camila? —Preguntó su padre, llevándose el tenedor a la boca. —A Lauren ya le hacía falta alguien como tú aquí.

—Mmh... Me voy en dos semanas. —Dije en un tono algo más bajo, viendo a Lauren beber de su vaso para tragar. —Empiezo a trabajar en Vancouver, así que...

—Oh... Eso es...

—¡Maravilloso! —Cortó su madre, echándole una mirada asesina al padre de Lauren. —Madre mía, en estos tiempos tener trabajo es algo muy complicado. ¿Y en qué exactamente?

—Museo de Arte Nacional de Vancouver. —Respondí algo orgullosa, pero aún con el resquemor de que me iba, y no podía impedirlo.

—Madre mía, a nosotros nos encanta el arte. ¿Verdad, Lauren? —Lauren asintió con un trozo de cerdo en la boca, mirándome con una débil sonrisa. —Fuimos al Louvre cuando tenía cuatro años, creo que te gustó.

—Papá, tenía cuatro años. —Respondió riéndose.

La cena se hizo menos pesada cuando comenzamos a hablar de arte, pero Lauren simplemente me miraba con una sonrisa y la cabeza apoyada en su mano, mientras por debajo de la mesa me acariciaba la rodilla.

Nos despedimos, creo que le di buena impresión a sus padres, y me gustaron; nos pasamos toda la noche hablando de arte. Eso fue algo que Lauren jamás me contó, y es que yo no sabía muchas cosas de ella. Pero, ¿por qué me preguntaba esto? Sólo nos acostábamos y ya está, ¿no? No podía... No podía pillarme por ella ahora, no. Eso eran chiquilladas de niñas de quince años y yo sólo quería pasar un buen rato con ella.

—Bueno, ¿dónde vamos a ir? —Pregunté mientras caminábamos hasta su coche.

—Eso me pregunto yo. Porque en tu casa están tus abuelos, ¿no? —Asentí alzando una ceja, y me crucé de brazos. —Espera, espera, espera... Tengo una idea.

—A ver, sorpréndeme. —Ella se echó a reír, poniendo sus manos alrededor de mi cintura.

—Podríamos... No sé, alejarnos de todo esto unos días. Solas tú y yo. Cogemos el coche y nos vamos a un pueblecito en la playa, a Beaufort, por ejemplo. Sin amigas, sin tus abuelos, sin mis padres, sin tener que estar buscando un momento o un lugar para estar a solas, sin que nadie nos interrumpa.

—¿A qué hora dices que llegamos?

*

Lauren's POV

Eran las doce de la noche cuando llegamos a Beaufort, y desde el hotel se podía escuchar el sonido de las olas, y ver el mar romper en la orilla. Camila estaba colocando su ropa, y yo miré por la ventana. ¿Qué estábamos haciendo? Aquello iba a llegar demasiado lejos, ya había llegado. No podía pasar ni un segundo sin ella, sin que se sentase en mi regazo, sin que me besase, me abrazase, o simplemente verla. Quería parar el tiempo en esas dos semanas, y que todo se quedase así. Ella conmigo, lo demás luego se vería.

—¿Tú que dices, que este sujetador va con este tanga o que no? —Me giré en cuanto escuché su voz, y la vi en mitad de la habitación, mirándose de espaldas en el espejo.

—Son un conjunto, ¿no? —Dije caminando hacia ella, y puse las manos en su cintura, quedando pegada a ella. Camila asintió. —¿Y te lo has comprado para mí?

—Bueno... —Pasó sus brazos por mi cuello, acariciando mi nuca con los dedos.. —Sí. ¿Sabes que Amazon también hace envíos a Knoxtenville? Es increíble.

—Ay, Mila... —Bajé las manos hasta sus muslos, apretándolos un poco, y ella sonrió justo antes de besarme lentamente. —Quiero hablar contigo.

—Eso no suena muy bien. —Dijo al separarse, y solté una leve risa.

—No, quiero que me cuentes cosas de ti que yo no sepa. —Camila se separó con los ojos cerrados y una risa, encogiéndose de hombros. —Venga, mmh... A mí me gusta el vino. Me gusta mucho el vino, ¿qué te gusta a ti? —Ella tomó una camiseta de la cama y se la puso por encima.

—Las rosas rojas. —Asentí y me senté en la cama, quedando con ella de pie frente a mí, y sus manos en mis hombros.

—¿No te gusta nada más? —Comenzó a jugar con el pelo de mi nuca, y di un beso en su abdomen, apoyando la barbilla en él para mirarla.

—El vino, el queso, escuchar música en casa, con las luces apagadas y quizás unas cuantas velas, viajar, adoro viajar. Me gusta... Leer, los libros de historias de amor, ficción y fantasía, incluso clásicos, cualquiera, no sé. También... Los pequeños detalles, es decir, no me gusta la gente excesivamente romántica, odio las cajas de bombones o toda la casa llena de pétalos de rosa, sólo... Por ejemplo, si vinieses a recogerme al trabajo, o... Que me comprases la lencería que a ti te gusta, ya sabes. —Enmudecí al escucharla, y lo único que me salió decirle fue:

—¿Yo? —A media voz, y Camila se separó de mí, pero volví a cogerla de las piernas.

—Olvídalo, no hablaba de ti, hablaba de...

—Ya sé de lo que hablabas. —Tiré de su brazo e hice que se sentase en mi regazo, dándole un beso en la mejilla. —¿Te parece si vamos a dormir?

—Sí, mejor.

*

Noté su cuerpo pegado al mío, sus pechos chocando contra los míos ya sin sujetador. Se había olvidado de quitárselo y, supongo que en mitad de la noche lo habría hecho.  Sentí un mordisco en la mandíbula, y otro en el lóbulo de la oreja.

—Vamos, despierta... —Comenzó a darme besos en los labios que yo no contestaba, porque estaba demasiado dormida.

—No me quiero levantar... —Musité contra su boca, recibiendo más besos de su boca. —No... —Me mordió el labio, que culminó con un beso tosco. Abrí los ojos lentamente y me costó enfocarla, pero la vi. Tenía el pelo revuelto, los labios rosados e hinchados, y una sonrisa en el rostro.

—Por fin. Buenos días... —Se puso encima de mí con una pierna a cada lado de mi cuerpo, y sus antebrazos en la almohada, acariciándome el pelo mientras me volvía a besar. Esta vez fue profundo, lento, llevándose mi lengua entre sus labios y terminando aquello que mi madre había interrumpido el día anterior. Juré para mis adentros que podría levantarme así todos los días.

—Me encanta Cuba... —Dije pasando las manos por sus muslos, y la escuché reír en mi boca. Se separó y quedó sentada en mi regazo, con las manos en mi abdomen. Al hacer eso, sus pechos se juntaron, y mi mirada no se separó de ellos. —No puedes hacerme esto...

—Vaaale. —Se levantó y cogió el sujetador del suelo, señalándome mientras caminaba hacia el baño. —Voy a darme una ducha, y luego vamos a la playa, ¿vale?

—Luego vamos donde tú quieras.

Pedimos el desayuno para llevar y lo metimos en el bolso de Camila, que gracias a Dios era bastante grande. Había un par de sándwiches y zumos, que me comí nada más que me senté en la toalla, mientras veía a Camila caminar hasta el mar y mojarse las manos. Wow, sí, era enorme. Su culo era enorme.

Yo me tumbé boca abajo, y ella hizo lo mismo, pegándose a mí en la toalla.

—Tienes que aprovechar el verano. —Le dije pasándole un brazo por encima de la espalda, quedando a centímetros de su cara.

—Sí, porque en Canadá hará frío hasta en Julio... —Sonreí un poco, pegando mi frente a la suya.

—Te irá bien, lo sé. —Murmuré, acariciándole la espalda con la mano.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque te lo mereces.

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