Cuando habla el Corazón 2 (ch...

By Saku_Mayu

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Después de haber creido que lo había perdido todo, Julian comprende que algunas veces seguir con vida, aferra... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36

Capitulo 27

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By Saku_Mayu

Rykou salió corriendo al interior de la estación y Julian lo siguió todo lo cerca posible, perdiéndolo de vista cuando las personas de dentro comenzaron a salir precipitadamente de la estación, demasiado alarmados y creando un estado de pánico que hizo que Julian deseara apartarlos bruscamente y poder acceder al interior y averiguar qué estaba ocurriendo, pero tardó en conseguir llegar a la puerta y por un momento sintió miedo.

La estación estaba completamente vacía o eso pensó al principio, pero un movimiento en una sección a la derecha y varios disparos hizo que se lanzara corriendo a esa dirección, inmovilizándose cuando reconoció a varios de los compañeros de Kei. Sintió alivio al ver a dos de los chicos con los que había estado atado y arrodillado en aquel almacén.

Dos. Sólo dos. Julian apretó los dientes.

—¡Tenemos que irnos! ¡Muévete!

Uno de los hombres tiró de él pero sólo consiguió moverlo un momento antes de que Julian se soltara.

—¿Dónde está Kei? —gritó preocupado.

—¡Moveos!

Otro grupo los empujó hacia delante y Julian se resistió, mirando los andenes vacíos con aprensión y echó a correr, internándose, y sólo se detuvo un segundo cuando escuchó una nueva sesión de disparos y sintió un escalofrío al escuchar un grito. No lo pensó. Comenzó a correr de nuevo, mucho más rápido y dejó escapar un suspiro de alivio cuando vio a Rykou junto a Kei quien tenía aún el arma en la mano, levantada hacia un acceso cerrado herméticamente. Tenía la forma de varios disparos pero ninguna de las balas había llegado a penetrar en la especie de puerta.

—Tenemos que irnos, Kei, lo sabes.

—Maldita sea.

Julian vio como la mano de Kei apretaba con mucha fuerza la pistola hasta que los nudillos se le pusieron completamente blancos.

—Si te quedas aquí no le ayudarás. Sabían lo que hacían cuando te atrajeron hasta aquí.

Rykou intentó poner una mano sobre su hombro pero Kei lo apartó bruscamente y el japonés no lo intentó de nuevo, aceptando el espacio que el chico rubio exigía, pero sólo lo vio cuando se giró con la misma rudeza, clavando sus oscuros ojos en él y Julian se encogió inconscientemente, cohibido.

—¿Qué hace él aquí?

Nadie respondió y Julian tampoco lo hizo. Ni siquiera él sabía qué hacía allí. Hasta ahora sólo había sido un inútil. Dejó que Kei pasara por su lado, manteniendo la cabeza gacha y la mirada fija en el suelo, apretando con fuerza los dedos en la tela del pantalón y casi dio un bote cuando unos pasos se acercaron a toda prisa desde la derecha y Julian distinguió a varios hombres de Kei.

—No lo hemos logrado —se disculpó uno, muy serio —. Han metido a Nathan en un coche antes de que llegásemos hasta ellos. Lo siento.

—¿Nathan?

Julian miró el perfil del chico rubio. Kei había apretado los puños, incluso podía notar la presión que ejercían los dedos en el mismo arma que aún seguía en su mano.

—Me da igual cómo —lo escuchó decir, muy serio, con un brillo peligroso en sus ojos —. Pero entraremos en la residencia principal de Alexander.

—¡Eso es imposible! —negó Rykou, alarmado —. ¡Y menos en tu estado!

—Cierra la boca de una vez, Rykou. Sé que Nathan sigue vivo, sé dónde Alexander lo tiene y sé lo que le está haciendo —Kei hizo una pausa pero Julian notó la fuerte atmósfera que invadía alrededor del chico rubio —. Aunque tenga que entrar únicamente a matar a Nathan si no puedo sacarlo de allí. En quince días quiero que esté todo preparado. Haced un maldito agujero en su defensa donde pueda entrar.

Todos respondieron a la misma vez, sin volver a protestar, sin intentar convencerlo para lo contrario y Julian sólo los siguió cuando se perdieron de su vista, girando un momento el cuello para mirar la puerta agujereada por las balas y salió fuera, mirando con cierta aprensión el coche donde Kei subía en ese momento, junto a Rykou y caminó lentamente hasta allí, no muy seguro de si el coche arrancaría sin importarle si él iba o no.

—Si vas a subir, hazlo de una vez —dijo uno de los hombres que se sentaban delante.

Julian miró con timidez a Kei, pero el chico rubio se frotaba los ojos, cansado, sin prestarle atención y sintió como se le oprimía un poco más el pecho, dejándose caer al lado en el asiento todo lo silencioso posible, manteniendo las distancias con ellos para no mancharles con su ropa.

Nadie prestó atención al sonido de sirenas que se escucharon mientras los vehículos se alejaban y Julian mantuvo la espalda encorvada, con la mirada fija en la tapicería del asiento, incapaz de levantar la mirada por miedo a encontrarse con los ojos de Kei cargados de odio.

—¿Oshi está vivo?

Julian notó como se encogía aún más al escuchar la pregunta de Rykou. Era la primera vez que la oía en voz tan baja, apagada, como si no tuviera energías para hablar más alto.

—¿Vivo? —La voz de Kei, en cambio, estaba cargada de furia contenida —. ¡Muévete! —Prácticamente lo sacó arrastras del coche, agarrándole por la parte de atrás del cuello de la cazadora y le soltó cuando Kei se enderezó completamente, dentro de algún tipo de garaje provisional en algún punto de la fortaleza de Kei. Julian vio con amargura como se limpiaba la mano que lo había tocado y se agachó para esperar impaciente a que Rykou saliera también—. Ven.

Kei fue quien presidió la marcha, conduciéndoles a un enorme ascensor industrial. Julian los siguió, manteniéndose pegado a una esquina en el otro extremo del ascensor, con las manos fuertemente pegadas a la ropa y la mirada en la pared de enfrente. Nadie habló y el tenso ambiente comenzaba a tener un matiz sólido, asfixiante. Él había visto a Oshi vivo. De eso estaba seguro, pero la rabia de Kei era sincera y Julian dio un respingo, asustado, cuando el ascensor se detuvo con un fuerte movimiento y Kei se adelantó hacia las puertas que se abrían pesadamente. Julian vio de refilón como Rykou dudaba antes de seguir a su amigo y Julian esperó a que salieran los dos chicos para seguirlos, mirando con sorpresa el largo pasillo azulejado con una sobria decoración típica de lo que él conocía de los hospitales. Incluso había camillas e instrumental médico en los pasillos, fuera de las puertas generalmente cerradas de un tono amarillento y de lo que presumiblemente alguna vez fueron pintadas toscamente con una mano de pintura blanca.

—¡Kei!

Julian levantó la cabeza para ver a Sakuya correr hacia Kei con una expresión preocupada en la cara. Los dos se comunicaron en silencio y la mujer le agarró unos instantes de la mano antes de soltársela y señalar una puerta al fondo del pasillo.

Kei caminó más despacio hacia donde Sakuya le había dicho y se detuvo un segundo antes de levantar la mano y empujar la puerta, abriéndola.

Julian contuvo la respiración, impresionado, abriendo mucho los ojos y necesitó apoyar una mano en la pared para sostenerse. Oshi se encontraba en la única cama que había dentro de la habitación tenuemente iluminada. Varios cables salían de sus brazos y de algunos puntos debajo de la manta que cubría su cuerpo hasta el cuello. Una mascarilla de oxígeno le cubría la boca y la nariz y Julian no necesitó verlo para saber que bajo la ropa, varias vías cubrían el cuerpo de su amigo, conectándole a todas las maquinas que presidían la cama. Dos enfermeros los miraron fijamente pero no se movieron de la habitación ni cuando vieron a Kei.

—Vivo —repitió Kei con un tono de voz más duro, más frío, obligando a Julian a girar la cabeza para ver el dolor en la expresión siempre serena e inexpresiva de Rykou mientras miraba horrorizado el estado de Oshi —. Cuando quieras que muera, dímelo —siguió Kei, apartándose de la cama—. Sólo tengo que desconectar un enchufe.

Julian miró conteniendo mal las lágrimas como Kei se daba la vuelta y regresaba por el mismo camino hasta el ascensor, pero como si de pronto se acordara de algo, se dio la vuelta y Julian bajó la cabeza rápidamente para no encontrarse con su mirada, pero se sorprendió cuando las manos del chico rubio lo agarraron por el pelo y tiraron de él con fuerza, arrastrándolo con él hasta el ascensor.

Julian se llevó una mano a la cabeza, tratando de suavizar sin mucho interés la presión de los dedos de Kei sobre la piel de su nuca, caminando torpemente por la postura y Kei lo soltó, empujándolo a un extremo del ascensor. Julian se quedó completamente inmóvil, con la frente prácticamente pegada en la pared, notando como los ojos se le humedecían y comenzaba a ver borroso. Se llevó un puño al pecho, dándose discretos y débiles golpecitos al pecho, pero algo así no conseguía aliviar la quemazón del pecho.

—No es culpa mía —susurró, sorprendiéndose de oír su propia voz y tomó aire, tratando de apartar las lágrimas. ¡No iba a llorar! No podía llorar...

—No, no es tu culpa —Julian abrió exageradamente los ojos, levantando bruscamente la cabeza pero no tuvo el valor de girarse. La voz de Kei seguía igual de fría, incluso sorprendentemente más dura y Julian escuchó como se abrían las puertas una vez más —. Aunque resulte increíble, esto no es culpa tuya. Vámonos.

Julian se atrevió a mirar a Kei mientras salía del ascensor, sin esperarle y aparto rápidamente los ojos de su espalda cuando vio a Kevin al otro lado del ascensor, en una zona de la fortaleza que ya conocía. Era la residencia, donde él mismo había estado compartiendo habitación con Kevin.

—Hazte cargo de él —ordenó Kei a Kevin, pasando también por su lado, también sin mirarlo —. Llévalo abajo. Que al menos intente ser de utilidad.

Julian se apresuró a salir del ascensor y trató de seguir a Kei, sintiendo un dolor desgarrador en el pecho, negándose a dejarlo solo. Sabía que era imposible que simplemente estuviera bien después de lo que acababan de ver con Oshi y de alguna manera, Julian sabía que él también era responsable de aquello. Todo lo que sucedía en ese momento era una consecuencia de lo que él había hecho en el pasado.

—Julian, no.

Julian notó la mano de Kevin, agarrándole el brazo y se giró para mirarlo, incapaz de expresar en palabras lo que sentía, lo que sabía que Kei estaba sintiendo en ese momento. No podía dejarlo solo.

—Kevin, Kei... Oshi...

Kevin sacudió la cabeza, apretando con más fuerza los dedos en su brazo cuando intentó liberarse.

—Créeme que no es tu compañía lo que le ayudaría.

Julian miró espantado a Kevin y lo miró con aprensión pero dejó de intentar soltarse y giró una última vez la cabeza hacia Kei, antes de que el chico rubio se perdiera de vista. Era verdad. Él era la causa de todo el dolor que Kei sentía en ese momento. No era a él a quien le correspondía estar a su lado. Julian asintió despacio y bajó la cabeza, dejando que las lágrimas se deslizaran por sus mejillas y permitió que la mano de Kevin le condujera de nuevo hacia el ascensor.

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