- ¿Crees en la eternidad? - preguntó Helena tranquila mientras miraba el patrón de la sabana que los cubría de aquella tarde gélida que parecía querer devorarle los pies.
-Creo que el tiempo es algo que no entenderemos jamás, tal vez ya estamos siendo eternos y ni cuenta nos damos - Contestó Hugo con voz tranquila, tratando de resistir el sueño que lo invadía. Era muy dormilón.
-Pues si - ¿Qué más podía contestar? Cerró los ojos y sintió la respiración de Hugo en su cabeza, el corazón de su compañero latía tranquilo y constante, así como él.
Helena no era de muchas palabras cuando de sentimientos se trataba, ella se callaba muchas cosas, buenas y malas, se las callaba. Hugo era palabras andantes, hablaba hasta por los codos cuando a expresar su sentir se trataba. Nunca supieron bien como se pudieron entender, como solucionaban sus problemas, pero tampoco lo pensaban mucho.
Cuando Helena tenía 15 años soñaba con ser de esas mujeres que salen en las revistas, pero sus 20 y tantos kilos de más le mataban los sueños. No era niña de estudios, nunca fue aplicada y perdía mucho tiempo en cualquier otra cosa con tal de tener un pretexto para hablar, era perica por naturaleza cuando de diversión y risas se trataba, Helena era la graciosita de su grupo.
Cuando Hugo tenía 15 años no soñaba nada, no quería ser nada y no le gustaba pensar en el futuro. Era muy estudioso y sus calificaciones siempre eran las mas altas, se la pasaba estudiando con tal de tener un pretexto de no hablar, era callado cuando de socializar se trataba, era tímido y nadie en su grupo le conocía bien.
Que diferentes parecían.
¿Qué los juntó?
¿Qué los hizo encontrarse?
¿Cuál fue el milagro que llevó a dos almas con matices tan distintos estar en una sola sintonía y llevarse tan bien? Eran como arte.