—Agh, me aburro.—Me quejé mientras Freddy estudiaba.
—¿Tú crees que yo no? Odio estudiar.
—Si tanto lo odias ¿Por qué lo haces?
—Porque tú ya sabes cómo se pone mi madre si suspendo.
—Ya, esa mujer es incluso peor que yo cuando se enfada.
—Ahora tú no eres tan malo.—Se rió.—Cambiaste de un día para otro sin razón.
—No fui el único, ahora tienes total confianza en mí. Eso es raro.
—Digamos que te comprendo, ese lugar es muy fúnebre y te sentías solo, por eso querías salir. ¿Cierto?—Es demasiado bueno, demasiado.
—Tienes razón.—En parte...
—Creo que por tomarme un descanso por un día no pasará nada.—Dijo mientras guardaba los libros.
—Uy, que rebelde.—Me burlé.
—Cállate.—Se rió.
Se tumbó en la cama mirando al techo fijamente.
—Dentro de unas horas toca ir de nuevo al Insti.—Suspiró.
—Al principio dijiste que ibas a ser el cantante, eso me sorprendió.
—Lo dije sin pensar, yo no canto, cantas tú. Y bueno, pensé que te gustaría salir y cantar en una banda.
—Bueno, ahora está el niño pijo.
—Insisto con lo del dueto, sería genial que los dos c-..—Su madre entró en la habitación.
—Freddy... ¿Con quién hablas? ¿Te has tomado las pastillas?...
—Eh.. estaba hablando por teléfono mamá...—Alzó su móvil.—Y sí, me las he tomado.
—Que susto...—Suspiró.—Bueno, perdón por interrumpir.—Dice en voz alta para que la supuesta persona con la que hablaba por teléfono Freddy, la escuche.—Me voy al trabajo, te he dejado la cena en la nevera.
—Vale mamá.—Su madre salió.—Bueno, ahora tenemos la casa para nosotros solos.—Sonrió.—Que mal ha sonado eso.
—Uy Freddy, primero invítame a cenar, no vayas tan deprisa.—Me burlé.
—Pues según todo lo que me ha dicho Abby tú serías el seme.—Pone morritos.—Que falso.
—Sí claro, falso, sabes perfectamente que yo lo sería.
—Mejor cambiemos de tema que esto se está volviendo raro.—Se rió.
—Como usted diga damisela, por cierto, es hora de irnos a tocar con la banda.
—¡Cierto!—Cogió su bajo.—Acabo de tener una fantástica idea... Para que en la calle no me miren raro por hablar solo... Podría coger el móvil, simulando que hablo por él.
—Guau, un aplauso, por una vez has dicho algo inteligente.
—Ja-ja-ja, y eso que íbamos a ser amigos.
—Anda si lo decía de broma, hay que tener sentido del humor.
—Sí, sí, lo que tú digas.—Agarra el teléfono.—Ala, listo.
De camino a la escuela me rondó en la mente una pregunta que siempre quise hacerle.
—¿Tú crees que soy una enfermedad?
—Eeh... ¿a que viene eso?
—Contesta.—Quería saberlo, no sé porque ahora justamente.
—Aunque todo el mundo me lo diga yo pienso que eres bastante real... No creo que una enfermedad sea así...—Esto me ha consolado...
—Gracias...
—¿Tú crees que alguna vez podrás salir y tener tu propio cuerpo?
—.... Mi propio cuerpo.... No creo...
—.... Mira el lado bueno... estaremos juntos por siempre.—Sonrió, es demasiado kawaii para este mundo.
—Sí, el lado bueno...—Estar cada segundo con un amor imposible... ¿Esto será una maldición?
—Ahora ya no podré hablarte... Ya sabes, cuando entre al instituto.—Estábamos en las puertas.
—No pasa nada, puedes escucharme al menos.