Rojo Athenea

By CarolineBeuss

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Eri es una joven huérfana que trabaja para poder sustentarse. Los últimos tiempos le han sido difíciles pues... More

Capítulo 1: "Encuentro"
Capítulo 2: "Apariencia"
Capítulo 4: "Diferencia"
Capítulo 5: "Misión"
Capítulo 6: "Explorando"
Capítulo 7: "Intermediario"
Capítulo 8: "Especial"
Capítulo 9: "Diferencia"
~Intermedio~ El Diario de Paris Beuss
Capítulo 10: "Talento"
~Intermedio~ El Diario de Eri Scarlet
Capítulo 11: "Antifaz"
~Intermedio~ El Diario de Victor Schwarz
Capítulo 12: "Rojo Athenea"
~Descenlace~ El Diario de Eri y Victor

Capítulo 3: "Actitud"

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By CarolineBeuss

Caroline Beuss

Rojo Athenea

Capítulo III

Actitud

Durante varios días, Eri había asistido a la biblioteca. A pesar que en ocasiones se aburría, pues leer representaba cierto esfuerzo por su parte, considerando que no lo tenía como hábito, le hacía sentía bien consigo misma notar que con cada visita aprendía algo nuevo. El pasar tantos meses sin estudiar, le hacía sentir poco inteligente hasta el punto de olvidar cosas básicas de la cultura general.

Era una persona bastante inocente, ya que se impresionaba con facilidad. Sentía que descubría cosas cada vez que tomaba un libro y leía sus palabras. En todos los días que iba para la biblioteca se encontraba con Víctor. El primer día, éste se debía retirar, cuando ella llegaba. Pero luego los dos visitaban el lugar a la misma hora. No cruzaban más palabras que sus saludos. Casi siempre era la misma gente la que visitaba el recinto: una joven poetiza que leía y escribía, un joven pelirrojo que pasaba más tiempo durmiendo que estudiando, una estudiante de física que hace pasantías en el laboratorio que está cerca del parque y otros.

-    ¿Cuando pensará en hablarme? –Se preguntaba Eri.

Tras una semana de estar siempre en el mismo lugar, sucedió algo muy esperado por la chica: Víctor se sentó a leer en la misma mesa que ella. A pesar que los nervios se apoderaban de su cuerpo, hizo lo posible por parecer indiferente y concentrarse en su labor.

-    Admiré el amanecer del parque –Comentó Víctor.

-    ¿Per-perdón? –Preguntó Eri, sorprendida.

-    Es hermoso. Se ve distinto a todos los que he visto. Imagino que es debido al color de las algas marinas en el lago.

-    Oh… -Dijo Eri, sin saber que responder.

-    Lo pintaré –Expresó, decididamente.

-    ¿Quieres decir que estarás a horas de la madrugada esperando a que sea hora de pintarlo?

-    Si. Me inspiraré en el prodigioso pintor Monet.

-    ¿Monet es quien pintó una iglesia a diferentes horas del día?

-    Eso es correcto –Asintió con distinción- Pienso tomar varias fotografías y hacer un rápido boceto. Lo haré dentro de dos noches.

-    ¿Y por qué esperas tanto?

-    Tengo que comprarme un bastidor nuevo –Dijo encogiéndose de hombros- El anterior se rompió por haber golpeado aquel maleante.

-    Lo siento. Se rompió por mi culpa.

-    No. Yo decidí ayudarle –Dijo mostrando mucha satisfacción por su acción.

-    Si quieres te acompaño.

-    Todo Por amor al arte –Citó, finamente.

-    Nunca lo he visto. Sería bueno acompañarte para verle –Dijo, pensando una excusa para estar con él- Se de ello porque me lo comentaron, pero no lo he contemplado aún.

-    Es una excelente idea –Respondió y siguió leyendo.

Era algo extraña la actitud del joven pintor, sin embargo Eri quería seguir hablando con él.

-    Disculpa… -Dijo, tímidamente.

Él le miró con sus penetrantes ojos azules y preguntó:

-    ¿Desea algo?

Por unos segundos Eri se quedó callada, ya que se distrajo observando el fuerte mentón de Víctor y sus aparentemente suaves labios. ¿Sería Víctor una persona que besa sin sentir algo por la persona? Pensó Eri.

-    ¿Te molesta si ese día llevo bocadillos? Es que cuando madrugo me da mucha hambre.

-    No me molesta en lo absoluto. Me parece una agradable idea.

La joven se levantó inmediatamente y acudió a buscar un libro de cocina. Ésta encontró de todo tipo, pero nada que fuese específicamente a lo que buscaba. Mientras ella revisaba en el segundo piso, miraba por el balcón al joven artista. Cuando halló algo que podía llegar a servirle, lo tomó y bajo las escaleras, miró a la mesa donde estaba y el joven se había ido.

-    No debí haberlo dejado solo. Tal vez se molestó… o simplemente tenía algún compromiso. Parece que siempre tiene algo importante que hacer –Pensó ella.

Ésta se acercó a la mesa donde estaban los libros que anteriormente estaba leyendo, los movió haciéndolos sonar contra la mesa de madera, haciendo un seco sonido de golpe y notó una pequeña guía titulada “Cocina: Especial de Tentempiés”. Eri se sorprendió.

-    Fue él –Se dijo Eri a sí misma.

Linda hizo un ademán para que la chica hiciese silencio. Eri corrió hasta donde estaba ella y entregó todos los libros que llevaba, excepto el de cocina. Luego, andaba muy feliz por la calle, sosteniendo el pequeño libro. Apenas llegó a su casa, se dedicó a ver las recomendaciones.

La emoción invadía el cuerpo de Eri, como si un hormigueo recorriera desde sus pies hasta la cabeza. Pero fue detenida por una razón que resolvería prontamente: falta de ingredientes.

El día siguiente fue de muchas preguntas, como una pequeña que quería descubrir un nuevo mundo. Ella se sentía diferente, pues había tomado la iniciativa. Jacques al notar su interés le aseguró poder trabajar en la cocina como asistente si mejoraba sus habilidades y aconsejó los mejores lugares para conseguir lo que necesitaba. Luego ella sale de la cocina y acude al mostrador. Eleonor le había estado observando y notó el cambio que tenía en su actitud.

-    Eri, ¿estás bien? Parece que algo trascendental sucedió y te cambió –Comentó Eleonor.

-    Para nada, sigo siendo la misma.

-    No lo creo. El pedirme que te ayude con el maquillaje, tu afán por leer en la biblioteca, tus comentarios sobre ir al gimnasio ¿y ahora quieres cocinar? Eso está sospechoso.

-    Sentí que era tiempo de cambiar la rutina –Dijo, justificándose.

-    A mi no me engañas. Te conozco. Tú eras una persona que pensaba que si debías aprender a cocinar era solo porque te estabas muriendo de hambre. Si te maquillabas era porque te pagarían por hacerlo. Si hacías ejercicio era porque te lo estaba pagando alguien y por ello ni pensarías en hacerlo. Y además, no te gusta leer y si lo haces es porque tienes que estudiar para un examen o algo.

-    E-eh… -Dijo, sin saber que decir.

-    ¡Dímelo!... –Y preguntó con voz baja- ¿Te gusta un chico?

Eri se puso a temblar. Sus mejillas estaban ruborizadas y sus ojos inquietos, buscando mirar cualquier cosa que no fuese el rostro de su amiga.

-    ¿Yo? ¡No!, ¡para nada! –Y rió por el nerviosismo.

-    No seas mentirosa. Me da la impresión que te gusta el joven que leía libros de arte ¿Has estado viéndole sin decirme?

La chica se resignó a que debía decirlo.

-    Si… -Dijo con un gran suspiro- Disculpa si no te lo dije pero no quiero que nadie se entere.

-    ¿Crees que porque me lo digas a mi se enterarán los demás? ¡Qué mala amiga eres! Además, si tienes problemas con eso debiste haberme dicho para ayudarte.

-    Es que… me da mucha pena –Dijo ruborizada, acariciándose la cabeza.

-    No te avergüences –Razonó y preguntó- La comida que deseas preparar… ¿es para él?

-    Si. Es que el desea pintar la salida del sol desde el parque y le dije que le acompañaría porque no lo he visto.

-    Una excusa muy falsa, pero creíble –Comentó, y le susurró- Te ayudaré con eso.

Nuevamente, Eri asistió a la biblioteca después de trabajar. Cuando ella llegaba, Víctor se retiraba.

-    ¡Víctor!, espera –Dijo Eri.

-    Buenas tarde señorita ¿Sucede algo?

-    E-eh, si. Con lo de ir al parque… ¿a que hora estarás allá?

-    A las 5 AM exactas –Respondió.

-    Nos veremos a esa hora.

-    Es peligroso que una señorita esté en la calle cuando está tan oscuro. Le iré a buscar a su casa.

-    ¿E-En serio?

-    Es lo menos que puedo hacer, ya que desea acompañarme. Estaré en la puerta de su casa a las 4:45 AM.

-    Te lo agradezco –Respondió Eri, con mucho nerviosismo.

El joven se retiró y ésta, muy ansiosa fue a su casa. No había ido a la biblioteca para estudiar, sino para encontrarse con Víctor. Para poder acudir al encuentro debería trabajar fuertemente durante un día para tener libre el siguiente. Estando en su habitación, abrió su closet y observó toda la ropa que tenía.

-    ¿Qué me pondré? –Pensó.

Estaba realmente indecisa. Quería lucir lo mejor posible, pero no sabía como vestir.

-    ¿Uso la franelilla blanca con el pantalón deportivo negro? –Pensó- No, mejor no. Me veo muy deportiva con esa ropa… ¿Y si uso la falda floreada con la blusa color durazno? –Y se respondió a sí misma, nuevamente- Es demasiado formal… y estaré mostrando mis piernas y tal vez Víctor pensará que le estoy coqueteando.

La sola idea le hizo poner nerviosa. Ésta se acostó bruscamente en su cama y mirando el techo pensó: ¿Por qué?

-    ¿Por qué me da miedo ser coqueta? ¿Por qué me da miedo mostrar interés por otra persona? ¿Por qué me tiene que gustar alguien? ¿Por qué él no me habla casi? ¿Será que tengo que convertirme en una modelo para gustarle? Él debe de haber dibujado a mujeres hermosas en su vida y de seguro no soy tan atractiva como aquellas… pero si es una persona inteligente, ¿se fijará en solo en la belleza de las mujeres? O ¿buscara una chica inteligente también? Tal vez me hace falta ser más carismática, expresar lo que pienso y siento, aprender más palabras para tener un lenguaje más culto.

Ésta mira nuevamente su closet y sigue pensando.

-    ¿Importará lo que lleve? ¿O importará más demostrar que estoy segura de mí misma? ¿Creerá que soy muy niña para él? ¿Le gustarán más las chicas de Universidad? ¿Existe alguna forma de verme bien sin necesariamente ser perfecta?

Retomó su labor de seleccionar una vestimenta y eligió algo que no había considerado desde un principio.

En un pequeño departamento de la ciudad, entra silenciosamente Víctor. Acomoda su gabardina color castaño en el perchero que está en la entrada y se asoma por la ventana mirando hacia la torre del reloj, el lugar en donde vive Eri.

La torre parecía un lugar algo tenebroso y de seguro los cimientos estaban algo gastados.

El joven sonrió al mirar el lugar y fue a acomodar unos libros que había traído de la biblioteca. Uno de ellos llevaba una nota puesta que decía: “Espero podamos salir la semana que viene. Starr”.

-    Me pregunto que se traerán estas dos jovencitas –Se preguntó.

Luego de ordenar las cosas que tenía se dedicó a fumar frente a la ventana del departamento. Miraba la pequeña ciudad, absorto en sus pensamientos. Una pequeña mariposa se posó en la baranda de la terraza.

-    Schönen guten Nachmittag Schmetterling. Lange nicht gesehen (Buenas tardes Mariposa, tenía tiempo sin verte) –Saludó cortésmente hablando en alemán, su lengua nativa y observando su cigarrillo, preguntó- Denkst du, ich sollte aufhören zu rauchen? (¿Crees que debería dejar de fumar?).

La mariposa siguió allí y agitó muy suavemente sus alas.

- Ja. Du hast recht (Si, tienes razón) –Y luego de unos segundos apagó su cigarrillo presionándolo contra el cenicero- Es ist dumm (Es estúpido).

Era el quinto cigarrillo que se fumaba y decidió parar lo que estaba haciendo. Tomó la caja casi llena y la desechó en una papelera.

-    El cambio comienza por aquí –Se dijo a sí mismo- Ahora que lo pienso es patético ser dependiente a esto.

Al día siguiente Eri estaba muy nerviosa pensando en la salida con el joven. Era medio día y Eleonor notaba lo distraída de su compañera.

-    La madrugada que viene es lo del parque con V-vic…

-    Lo sé, pero deberías prestar atención –Reprendió sonriente- Además, es probable que coma aquí hoy.

-    Eso espero –Dijo Eri en voz baja.

-    ¡Deja de temblar y tartamudear como una adolescente! –Regañó en tono bromista.

-    L-lo siento –Disculpó.

Starr llega al restaurante hablando por teléfono móvil.

-    ¿Si? Me dijeron que te gustan las pinturas y mi padre compró unas maravillosas obras que podría mostrarte, están en La Mansión Throne. Por cierto, te he visto en varias ocasiones entrar a comer en Jacque’s y casualmente en estos momentos estoy allí ¿Te gustaría venir a almorzar?

Eri se puso alerta.

-    ¿Pintura? –Pensó- ¿Podrá ser?

-¡Perfecto! –Dijo Starr, en voz alta- Te estoy esperando.

Eleonor se acercó a Starr y le susurró al oído.

-    ¿Crees que sea…?

-    No lo sé. Tal vez –Respondió Eleonor- No hay mucha gente apasionada al arte en esta ciudad.

Starr se sentó en una mesa y pedantemente pidió servicio. Eleonor procuró calmar a Eri y acercó a la comensal.

-    Quiero una pizza para dos personas, que tenga de todo.

-    Si, señorita –Fueron las palabras con las que respondió la joven.

Tan solo pasaron unos minutos cuando Víctor hizo acto de presencia en el lugar.

-    ¡Víctor! –Pensó Eri, muy sorprendida.

Éste se acercó a la mesa de Starr y se sentó frente a ésta.

-    Disculpe la tardanza, no acostumbro a aceptar este tipo de invitaciones, señorita –Excusó Víctor.

-    No te preocupes. Wow, eres todo un caballero –Halagó, Starr.

-    Agradezco su elogio, con mucha sinceridad –Respondió el joven.

-    No tienes por qué ser tan formal conmigo.

-    Trato de hacer todo con la mayor elegancia posible, es por ello que antes de confiar en una persona le hablo con todo respeto.

-    Oh, que galán –Dijo riendo escandalosamente.

Eri sentía que todo lo que había estado pensando se derrumbaba.

-    ¿Cómo pude no pensarlo? –Pensó- ¡Era obvio que tenía que gustarle Starr! Ella es millonaria, se arregla mucho y… y… sabe más de la vida que yo.

Eleonor notó su rostro de angustia.

-    Amiga, tranquila –Susurró.

La joven no dijo nada, sino que simplemente entró a toda velocidad a la cocina. Su compañera le siguió, para sacar el mandado de la joven millonaria. Solo tardó unos segundos en tomar la gran pizza y llevarla a donde estaban los jóvenes charlando.

-    Era lógico que se fijaría en ella antes que en mí –Pensó pesimistamente.

Su amiga entró a la cocina nuevamente y tomó a Eri del brazo, llevándola hasta la habitación de descanso de los empleados.

-    ¿Por qué estás así?

-    Es que… él…

-    ¿El qué? ¿Te pones así porque está charlando con Starr?

-    Él… está…

-    Eri, tu no tienes ningún tipo de compromiso con él, así que no tiene por qué salir solo contigo. Además, ¿no ves que sigue tratándola de usted? ¡No anticipes tus pensamientos pesimistas ante los hechos! Sólo observa, se indiferente y piensa las cosas con la mente clara.

-    Dígame señorita, ¿a qué se debe esta improvisada invitación?

-    Me agrada mucho conocer gente –Respondió sonriente- Pareces una persona interesante e inteligente.

-    Agradezco su cumplido.

Eleonor la sacó de la habitación y la llevó nuevamente al mostrador. La chica estaba muy asustada y confundida.

Starr y Víctor pasaron alrededor de treinta minutos charlando.

-    Fíjate que no rompe la barrera de educación y en ningún momento le da confianza. No le invita a algo tal y como lo hizo contigo –Dijo Eleonor.

-    Señorita, traiga la cuenta –Dijo Starr en voz alta.

Eleonor se acerca y servicialmente entrega la cuenta. Víctor la observa y esta le sonríe. Él también lo hace pero con menos entusiasmo y más educación.

-    Oh, pagaré la cuenta –Dice Starr.

-    Lo siento señorita, pero no puedo permitirlo.

-    No te preocupes, tengo dinero como para comprar hasta el restaurante.

-    Como caballero, no puedo permitir que una dama pague por mí.

-    Oh, que galán eres –Dijo la joven, sin disimular su encanto por el artista.

El joven miró a Eleonor y observando el mostrador, le hizo entender que podía irse. La chica se retira y sienta al lado de su amiga. Víctor se acercó al mostrador para pagar y observó el triste rostro de Eri.

-    Nos veremos por la madrugada ¿no es así?

La joven se impresionó al ver que le había hablado. “¡Qué descaro!”, pensó.

-    E-eh… no lo sé, creo que tengo que trabajar mañana.

-    ¿Cómo dijo? –Preguntó tratando de disimular su sorpresa.

-    E-eh, si. Tengo mucho trabajo mañana –Excusó con falsedad.

Eleonor notó la mentira de la chica y por ello le pisó.

-    Está bien… esperaré otra ocasión para que charlemos –Dijo mostrando tranquilidad.

El joven se retiró junto a Starr. La amiga de la confundida joven corre hasta afuera detrás de la pareja de jóvenes.

-    N-no se merece que lo acompañe, después que me hizo esto –Se dijo Eri a sí misma.

Minutos después Eleonor entró. Muy molesta empezó a regañar a su amiga.

-    ¿Por qué hiciste eso? –Preguntó su compañera muy irritada.

-    No merece que lo acompañe –Respondió Eri, evadiendo mirarle a los ojos.

-    ¿Por qué?

-    Porque salió con Starr.

-    Ella lo invitó y el cordialmente aceptó ¿No te fijaste que quien coqueteaba era ella y no él? –Razonó Eleonor.

-    Igual él aceptó.

-    ¡Eso no significa nada!

-    Además yo le había dicho para acompañarle, él no me había invitado.

-    ¿Has llegado a pensar que lógicamente te dijo lo de ir a pintar el ocaso para que lo acompañaras?

-    ¿Cómo podría ser?

-    ¿Por qué otra razón te lo diría? –Razonó.

-    Para impresionarme tal vez –Respondió pesimistamente.

-    No creo que lo haya hecho para impresionarte, y en tal caso si fue para eso, pregúntate ¿por qué querría impresionarte? ¿Dónde está tu sentido común?

La chica solo bajó la mirada.

-    Quien sabe si le interesas a ese joven, pero al menos puedes estar segura de que quiere ser tu amigo.

Nada respondió Eri.

-    ¿Podrías ser más segura de ti misma y darle menos importancia a cosas como esa? Cualquiera te podría invitar a ti y tú podrías aceptar si quieres, y no necesariamente estás comprometiéndote con esa persona.

Eleonor se molestó al ver que la chica seguía sin comentar nada al respecto. Entonces se sentó y quedaron calladas por el resto del día.

Durante los tiempos de preadolescencia Eleonor se parecía mucho a Eri. Pero al fallecer su madre debió mejorar sus relaciones con las demás personas para poder así abrirse camino entre las facilidades que podía obtener por parte de sus conocidos. Había pasado unos pocos años de que se convirtió en huérfana y aunque la herida no dejaba de dolerle, las personas que le apreciaban lograban sanarla un poco.

En la noche Eri se retiraba y Eleonor la miraba fijamente. Sin decir nada, la joven se fue a su hogar. Durante el camino se lamentaba de lo que había hecho pero sus pensamientos fueron nublados por la música que salía de una bella casa de playa en la que se llevaba a cabo una fiesta.

-    ¿Qué tan difícil es aceptar una invitación de una persona que te interesa? –Se preguntó a si misma al ver a varios jóvenes salir de la casa, pues una fiesta había concluido.

Uno de ellos se le quedó mirando al ver que ésta los observaba, así que ésta se retiró. En la oscuridad de la noche salió un joven de cabello muy largo, quien se quedó con una joven dentro de la casa mientras que el resto de personas se retiraron. Pero Eri no vio esto.

Al entrar a su habitación observó la vestimenta que tenía planeada usar para la salida con Víctor, la cual estaba apartada del resto de las indumentarias.

Ésta se acostó de golpe en su cama y durmió tras pasar varios minutos pensando y llorando por su arrepentimiento e inseguridad. Era difícil para una persona tan conservadora, admitir que las cosas no eran como ella pensaba.

La luna se encontraba en cuarto creciente y bañaba con su luz al joven de largo cabello de la casa en la playa, que en su desnudez observaba desde su habitación el oscuro cielo que le envolvía. Detallaba los brillantes puntos que eran las estrellas sobre el firmamento. Éste miró su cama donde se hallaba dormida la joven que estaba a su lado al finalizar la fiesta y nuevamente miró el cielo. Suspiró, apoyando su mano en la ventana y sobre ésta su frente. Cerró sus ojos, pensó y apretando sus labios suspiró nuevamente, pero ésta vez lentamente.

A mediados del año pasado, él había superado su record de la cantidad de amores en verano. Había estado con tantas chicas que ni él mismo sabía el número. Solo recordaba que todas eran bien parecidas y fáciles. Él no se veía en la necesidad de buscarlas pues ellas solas le llegaban a diario. No siempre tuvo esta suerte pues de niño alejaba un poco a las niñas por su indisciplina. Pero al cabo de los años entró en la adolescencia y su carácter rebelde resultó atrayente para sus compañeros de estudio, chicos y chicas por igual, pues se había convertido en el ejemplo de lo que querían ser sus conocidos. Al ingresar en la universidad, las mujeres le coqueteaban muy a menudo, sobretodo porque conocieron su singular simpatía y alegría. Su atractivo se hizo conocer en toda la casa de estudio hasta encontrarse en el punto en el que estaba en este instante en que contempló la luna. Se sentía cansado de ser sólo un trozo de carne para las seductoras fieras. Quería conocer a alguien que lo apreciara por lo que era y no por como lucía. Una persona transparente y que no estuviese añorando el momento para acostarse con él y aprovecharse de su alto estatus social.

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