Volver a ti ©

By LillyHaggard

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Volver al pasado. Volver al presente. ¿Volver a qué? Tras sufrir un accidente automovilístico Verónica ol... More

Nota de contenido
Personajes
Volver...
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Epílogo
Mis otras novelas
Alas de cuervo, disponible en Amazon

Capítulo 3

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By LillyHaggard

Canción: We Got Used To Us - Riverside




Desde que despertara escuchando una conversación entre Carlos y una mujer ya no había podido volver a dormir. Además, se sentía muy descansada a pesar de la incomodidad que le causaba la cama.

Tenía muchas ganas de ya irse a casa.

Iba a comenzar su lista de pensamientos negativos y quejas por no poder comunicarse con su familia, pero escuchó la voz (más bien los gritos) de su hermana preguntando por Verónica.

Sonrió y se acomodó en su cama esperando la llegada de Josi.

—Dijo que era la del fondo. ¿Por qué tan lejos? ¡Qué horror!

Verónica intentó poner atención a la voz de Josi, las demás voces y ruidos no le permitían escuchar a su interlocutor. ¿Venía con su mamá?

No. No era su mamá. Esos pasos jamás podría olvidarlos. Elegante, silente, grácil. Ese era su padre.

Los tacones de su hermana fueron los primeros en recibirla. Josi primero se asomó, desconfiada. Su padre vio a Verónica en la camilla del fondo y correspondió con una sonrisa al saludo. Ella seguía siendo la única en la habitación. Hizo una seña a la despistada Josi y ésta gritó de gusto al verla.

—¡Vero!

Su hermana tenía un aspecto desaliñado, vestía chamarra de piel desabrochada, blusa suelta de tela ligera, jeans azules y botas de piel. Se había cambiado el peinado, ahora lo llevaba muy corto, como de niño, estaba en capas y enmarcaba su bonito rostro ovalado. Se veía más delgada, más femenina. Se lanzó a abrazarla.

—Josi, la asfixias. Déjala respirar —mencionó el señor Vicens mientras se arreglaba su saco elegante.

Josi se separó de su hermana aún sonriendo. Era una sonrisa auténtica, de alivio. Se enjugó la cara, que por cierto estaba limpia de maquillaje.

—Vero. Estaba tan preocupada.

—Se nota —la regañó Verónica—. Llevo aquí más de una semana y nadie sabía sobre ti.

—Exacto. Nadie me dijo dónde estabas. —La voz de Josi temblaba, aunque ya sin llanto—. Nunca supe dónde estabas ni tampoco si estabas bien.

—Nos acaban de decir, cariño —continuó el señor Vicens—, que tuviste un accidente que te provocó amnesia.

Verónica asintió con tristeza.

—¿Sabes cuál es tu último recuerdo?

—Lo último que recuerdo es la fiesta de Josi, sus dieciocho. Aunque no recuerdo... gran cosa.

—¡Mis dieciocho años! Uf, nena. Estás muy mal.

—Creo que sí —admitió Verónica y perfiló una sonrisa triste.

—¿No recuerdas nada después de esa fiesta? —preguntó el señor Vicens.

—Nada. De hecho, cuando desperté, pensé que había sido el día siguiente.

Josi la abrazó, compungida. El señor Vicens le pidió que tuviera cuidado de no lastimarla. Los tres guardaron silencio por un momento.

Verónica miró a su hermana una vez más. Se le notaba cierta madurez en la mirada, pero seguía siendo la misma chica tímida y callada. Debía tener veintitrés entonces. Enredó un dedo en el poco cabello de Josi y esta sonrió.

—Lo sé. No te gusta.

—No es así, me encanta. Te ves bien.

—Cuando me lo corté me regañaste mucho.

—¿En serio?

—Tal vez sea mejor llevarte a casa, cariño —interrumpió su padre.

—Sí —convino Josi—. Vas a tener una enfermera y todo lo que sea necesario.

—Ya la he contratado, no vas a tener que hacer nada más que descansar y recuperarte.

Verónica advirtió un tono apremiante en la voz de su padre. Su postura parecía tranquila, no así su mirada, que era intensa. Sus ojos ambarinos siempre tenían un extraño brillo hipnótico que obligaba a verle a la cara, hasta que no se podía soportar. La gente siempre lo miraba y terminaba bajando el rostro en una postura sumisa, de manera automática. Su padre tenía ese poder.

—¿La has contratado sin preguntarme primero?

Ciertamente Verónica era la única persona (en el mundo, tal vez) capaz de plantarle cara de esa manera, su padre tenía un talento especial para hacerla enojar así.

—Por supuesto. Tu salud me preocupa. Tu habitación está disponible para que la ocupes. Solamente iré a firmar tu salida y...

—Papá.

Él se tensó, endureció la mirada y habló como con furia contenida. Sin compasión.

—No aceptaré ningún pero, Verónica. Es por tu bien. Vas a regresar a casa y te recuperarás allí.

❀ ❀ ❀

CARLOS ESCUCHÓ DESDE la entrada. No podía creer que Josi se había presentado con su padre sin pensárselo siquiera. De haber llegado tarde no habría podido hacer nada por evitar que se la llevara. Y él lo miraba con tal desprecio que casi logró hacerlo flaquear y huir despavorido. Lo vio agacharse para murmurar algo al oído de Josi quien se acercó a él con odio.

—¿Cómo te atreves a venir aquí? —le dijo ella. Carlos se quedó aturdido y no contestó—. Debería darte vergüenza. ¿Sabes por lo que tuvimos que pasar?

—¿Qué dices?

—Tuvimos que preguntar en casi todos los hospitales para saber en dónde estaba.

—Josi. ¿Qué demonios?

—Yo la escuché —dijo, ahora sollozaba—. Escuché el... estábamos platicando por teléfono cuando pasó. ¡Y tú ni siquiera nos dijiste!

—Te hablé.

—¿Sabes qué? No mereces estar aquí. Será mejor que te vayas.

Carlos no podía salir del asombro. Josi nunca le había hablado así, con tanto desprecio. Era como si su padre la hubiera trasformado en zombie con solo murmurar a su oído. Tal vez era eso. Y, sin más, Josi le atrancó la puerta en la cara. Carlos caminó hacia atrás con brusquedad y dejó caer la mochila donde llevaba la ropa de Verónica.

❀ ❀ ❀

Verónica miró con sorpresa a su hermana preguntándose por qué había hecho eso. ¿No se suponía que él era su esposo? Se suponía que Josi lo conocía, ¿o no? Sin embargo, su hermana regresó sonriendo y se sentó a su lado con aire de suficiencia. Verónica la miraba indignada así que no era a ella a quien dedicaba tal satisfacción. Antes de que Verónica pudiera decir algo el señor Vicens se sentó en la orilla de la cama. Compuso su postura antes de hablar.

—Cariño, tienes qué regresar a casa para que te recuperes más rápido.

—Conocen a ese hombre, ¿no?

—Es Carlos —respondió Josi—, tu...

—Nadie —interrumpió él abruptamente. Ambas mujeres se sobresaltaron—. No es nadie.

—Dijo que era mi esposo. ¿Por qué lo han tratado así?

—Cariño, cualquiera puede decir eso. Cualquier persona puede aprovecharse de tu situación.

—¿Cómo puede ser así? —Verónica estaba perdiendo la paciencia. Su padre siempre le hablaba como si ella fuera una niña y eso la desquiciaba. Apretó los puños para no soltarle lo que en verdad deseaba decir.

—Voy a hablar con tu doctor —continuó el señor Vicens, con severidad— y a firmar tu salida. Tienes que venir a casa conmigo.

Suficiente, pensó Verónica. Era suficiente. Antes de que pudiera alejarse ella le detuvo del brazo. La efervescente ira estaba a punto de desbordarse, así que respiró hondo antes de hablarle.

—Papá, ¿por qué no ha venido mamá?

Josi la miró horrorizada, asustándola. Se volvió luego hacia su padre. Él estaba perfectamente sereno.

—Vero —dijo Josi sollozando—, ¿no recuerdas eso tampoco?

—¿Qué? —Verónica miró a uno y otro consecutivamente.

—Mamá está muerta.

—Fue un accidente, cariño —le informó su padre. Josi lo miró sorprendida. Él continuó impasible—. Sucedió hace cinco años. Será mejor que vaya por tu doctor. Te llevaré a casa.

—No puede llevarse a Verónica —dijo Carlos, entrando de súbito y respirando agitadamente.

—Es mi hija. —El señor Vicens no hacía nada por ocultar su desagrado—. Por supuesto que puedo.

—¡Papá!

—Vero, la doctora ya te firmó tu alta —comunicó Carlos, todavía sin poder respirar bien—. Puedes... ir a casa con... conmigo. Todavía tienes que volver para más estudios y...

—¿Quién te dio permiso para firmar algo que no te corresponde? Tú no tienes nada que ver aquí.

—Mi vida —continuó Carlos—, sé que ahora te sientes confundida, pero la doctora dijo que tienes que volver a tu rutina. Y yo creo que es mejor que vayamos a casa.

—¡Ya es suficiente! ¡Sal ahora mismo de esta habitación!

—Papá, basta.

—Guarda silencio, Verónica.

—No, papá. Acabo de despertar de un maldito coma y ya estás dándome órdenes. Necesito hablar con él. Necesito saber qué ha sucedido en estos cinco años.

—No necesitas hablar con él.

—¡Claro que sí!

—¡Verónica, no me levantes la voz!

Josi prefirió alejarse de ambos. Le perturbaba escucharlos gritar. Carlos miró atento sin perder detalle, estaba preparado para ayudar a Verónica.

—Me iré con él.

—¿Estás loca? No lo conoces.

—Él me conoce. Es suficiente para mi.

—No. No Verónica. Mira, es mejor que no se decida ahora. Además todavía no te recuperas lo suficiente. Será mejor que te quedes aquí hasta que puedas salir.

—Papá, la doctora ya firmó mi salida. Me iré con Carlos.

Carlos aprovechó ese momento para acercarse a ella y entregarle la mochila con ropa. El señor Vicens lo miró con altivez y desprecio sin lograr amedrentarlo. Tomó la mano de Josi y la jaloneó para salir de la habitación.

Verónica miró a su padre. Fue Josi quien le devolvió la mirada, de manera fugaz logró expresarle cuánto sentía no haber logrado ayudarla.

Una vez que ya no pudo escucharlos se recargó en la sábana y se echó a llorar.

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