la chica del maíz; camren

By milanolivar

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TODAS LAS HISTORIAS ESTÁN SUJETAS A COPYRIGHT Y HABRÁ DENUNCIA SI SE ADAPTA O PLAGIA. Camila vuelve a casa d... More

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epílogo
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By milanolivar

Camila's POV

—Aún no me habéis dicho dónde vamos. —Pregunté mientras caminábamos juntas por un sendero de albero, entre árboles altos que bordeaban el lago.

—Hay un partido de béisbol. Va a ir todo el mundo, es divertido. —Dijo Ally apretándome el brazo del que me llevaba agarrada.

—Vaya. —Dije sorprendida, abriendo los ojos para mirar a la mayor. —No me esperaba eso en este pueblo.

—¿El qué? —Normani se dio la vuelta con el ceño fruncido mientras llegábamos al campo de béisbol.

—Que hubiese tanta vida. —Se echó a reír encogiéndose de hombros.

—Intentamos hacer cosas todos juntos para no aburrirnos, y al final, lo pasamos realmente bien.

Atravesamos los árboles hasta llegar a un llano de albero, arena amarilla, con algunas gradas algo viejas alrededor, con una valla que separaba las gradas del campo. Eran bancas de metal sin más, había algunas sillas blancas sucias, pero nadie se sentaba en ellas.

Cuando vi a Lauren con aquella camisa de béisbol blanca con detalles rojos y azules, juré que si algún día me acostaba con ella le pediría que se dejase esa camisa puesta. La tenía medio abierta, con esa camiseta de tirantes blanca debajo, unos pantalones azules ajustados y el pelo recogido.

Lauren giró la cabeza un momento mientras bebía agua y me miró a mí, esbozando sonrisa de medio lado. Comenzó a caminar hacia nosotras con una bolsa pequeña de deporte en la mano, hasta que llegó a nuestra altura.

—Hey, chicas. —Las miró a ellas y luego a mí. —No pensaba que vendríais.

—Bueno, hemos pensado que un poco de béisbol no está mal para pasar la mañana. —Sus ojos no se separaban de los míos, y alargó su mano para quitarme algo de la pestaña. Cerré los ojos y lo retiró con cuidado, echándolo luego a un lado.

—¿Y a quién vais a apoyar? —Miró hacia atrás para echarle un vistazo al otro equipo, y luego volvió a nosotras. —¿A los del pueblo de al lado o a nosotros?

—A ti. —Respondimos todas a la vez. Nos miramos entre nosotras casi confundidas por la sincronización, pero es que Lauren imponía tanto que no podía responderle otra cosa que no fuese eso. Ella soltó una suave risa, humedeciéndose el labio.

—Está bien. —Se quedó mirándome a mí, y las chicas comenzaron a separarse.

—Camila, vamos a coger sitio. —Asentí cuando se iban, y me quedé asolas con Lauren. Sonreí arrugando la nariz.

—¿Puedes guardarme esto? —Levantó la bolsa de deporte y frunciendo el ceño. —Todos llevan a sus novias pero... —Soltamos una risa a la vez. —No pesa mucho, sólo lleva una botella de agua, una toalla y mi móvil.

—Claro, dame. —Tomé su bolsa y me la colgué al hombro, mordisqueándome el labio inferior.

—Gracias. —Estiró su mano y me acarició la mejilla, dejando un suave pellizco. —Te veo luego, Mila.

Mila. Salió corriendo hacia el campo, y yo me quedé unos segundos intentando reaccionar o algo. Al final me fui a las gradas, al lado de las chicas.

—¿Qué te ha dicho? —Preguntó Dinah, haciendo que las otras tres se girasen hacia mí.

—Que si podía guardarle la bolsa, y que me ve luego. —Puse la bolsa a mis pies, y todas me miraron con una sonrisita.

—Al final tú y Lauren... —Normani alzó su ceja con una sonrisa pícara.

—¿Al final Lauren y yo qué? Ya os lo dije, quiero acostarme con ella. —Nos pusimos de pie porque el partido empezaba.

—Oh, venga ya, ese tonteo no es para acostarse. A ti te gusta Lauren. —Rodé los ojos y negué.

—Cállate, Normani, sólo llevo unas semanas aquí. —Se humedeció los labios y alzó los hombros. Ninguna dijo nada más.

El partido empezó, y Lauren todavía no había bateado, pero creo que me dijeron que iban empatando. Yo no lo sabía, no entendía nada de béisbol. Alejandro, el novio de mi madre, sí que veía béisbol. Béisbol, fútbol, soccer, rugby, baloncesto, balonmano... Le encantaban los deportes; eso sí, practicarlos no tanto.

Lauren salió con el bate de béisbol, dio unos cuantos golpes en la base y se puso en posición. Flexionó las rodillas, los codos, miró al lanzador y golpeó la pelota fuerte, corriendo hacia la siguiente base.

—¡Vamos, Lauren! ¡Vamos! ¡Corre! —Gritaba yo alzando los brazos, hasta que llegó a la primera base.

—Oye, ¿no crees que con ese escote distraes a Lauren? —Comentó Dinah señalándome las tetas, y comenzamos a reírnos tan fuerte que se nos escuchó en todo el campo.

—Eres tonta, Lauren no me mira las tetas.

—Nooo, qué va. Es santa y puritana. —Nos reímos aún más, pero la verdad era que yo no había pillado a Lauren mirándome los pechos.

Lauren llegó a segunda base, y creía, según me dijeron, que era la última jugada y decidía el partido. El bateador golpeó la bola, Lauren corrió todo lo que podía, nosotras saltábamos y animábamos, gritábamos y Lauren se deslizó por el suelo levantando una polvareda de arena, tocando la última base.

—¡Fuera! —Gritaron, y el equipo contrario levantó los brazos en señal de victoria. Unos gritaban, otros, como Lauren, se reía negando, dándole la mano a los del equipo contrario.

Salimos de las gradas, y las chicas se despidieron de mí, porque iban a comer con algunos chicos que habían jugado. Según me contaron, ganase quién ganase, cada semana después del partido iban a comer perritos calientes todos juntos.

—Oooh, lo siento mucho, Lauren. —Dije cuando Lauren estuvo frente a mí. Sonrió con las manos en la cintura y se encogió de hombros.

—Así es el juego. —Le tendí su bolsa y la cogió, abriendo la cremallera para sacar la botella de agua. Sus brazos estaban tensos, musculosos, con la piel tostada y brillante. Tras beber, volvió a meterla en la bolsa, y me puso su gorra en mi cabeza.

—¿Me queda bien? —Pregunté ajustándome la gorra un poco mejor.

—Perfecta. —Sonrió girando la cabeza para mirar a los chicos que se iban. —Oye, ¿quieres venir a comer con nosotros? Son sólo perritos, pero nos lo pasamos bien.

—Sí, claro. —En ese momento mi móvil comenzó a sonar, y miré el número en la pantalla. Era mi madre. —Ahora voy, mi madre me llama.

—Por supuesto, allí te veo. —Con el dedo, bajó un poco la visera de la gorra, haciéndome sonreír y girarme para coger el móvil.

Era mi madre, llamaba tooodos los días una o dos veces. Era muy pesada, si sabía que estaba con mis abuelos, que comía muy bien, y que me lo estaba pasando genial. Pero bueno, cosas de madres. Creía que se sentía un poco mal por haberme dejado en Knoxtenville, pero volver allí había sido una de las mejores cosas que podían haberme pasado.

El lugar era un pequeño local pintado de blanco y rojo en la carretera a la salida del pueblo. El techo era de uralita, acanalado, y había mesas de metal con bancos por todo el espacio cubierto. En una de las mesas estaban Lauren, las chicas, y unos cuantos chicos más. Su mesa estaba pegada a la pared.

—¿Puedo sentarme? —Dije poniendo una mano en el hombro de Lauren, observando que no quedaba ningún sitio. Todos miraron a sus lados para ver si podían hacerme un hueco, menos Lauren.

—Siéntate aquí. —Lauren me tomó del brazo y me acercó a ella, haciendo que me sentase en su regazo.

—Mucho mejor. —Apreté las mejillas de Lauren, sacándole la lengua.

—Te hemos pedido un perrito normal. No sabíamos qué te gustaba. —Ally sonrió con su perrito entre las manos, dándole un bocado.

—Está genial así. —Miré mi perrito y tenía un mordisco dado, así que entrecerré los ojos y miré a Lauren, que se comía el suyo. Había sido ella por la forma en que sonreía, y mientras los demás hablaban, moví su mano para que el perrito impactase en su cara, manchándola entera de kétchup y mostaza.

—Ohhhhh... —Dijeron todos al ver aquello.

—Te voy a matar. —Comenzó a hacerme cosquillas y me retorcí en su regazo. —¡Lauren no! ¡Lauren para! —Dije riéndome, con las mejillas encendidas y las lágrimas a punto de caer de mis ojos. —¡Por favor Lauren! —Seguí riéndome, resbalándome de su regazo hasta el suelo. Paró y me cogió de los brazos, volviendo a sentarme encima de ella.

—Paro, pero tienes que limpiarme la cara. —Cogí un par de servilletas girándome hacia ella sobre su regazo, comenzando a retirar con cuidado el kétchup de sus labios.

—Camila, ¿vas a venir a la fiesta del 4 de Julio? —Noté la mano de Lauren colocarse sobre mi rodilla mientras Dinah hablaba, y asentí.

—Sí, ¿qué soléis hacer por aquí? —La mirada de Lauren se clavó en la mía mientras pasaba la servilleta por su mejilla, y aunque Dinah me contestó, yo no la escuché. Terminé de retirar todo lo que yo había manchado, y asentí a lo que me dijo sin más.

—Vas a venir a la fiesta del 4 de Julio, ¿verdad? —Preguntó Lauren de forma más seria. Era una pregunta, pero casi lo sentí como una orden. La forma de comportarse de Lauren era tan posesiva y autoritaria, que me flaqueaban las rodillas con tan solo escucharla. Quizás Lauren lo preguntaba porque quería que fuese con ella, lo preguntaba de una forma más suave e inocente, pero a mí me sonaba como si debiese ir, porque si iba, algo pasaría.

—Sí. —Respondí sin más. Elevó la comisura de su labio y yo solté las servilletas encima de la mesa.

—Mira, así puedes sentarte mejor. —Abrió sus piernas y me senté entre ellas, quedando más baja, con mi espalda contra su pecho y delante de mi perrito.

—Wow, así es como se sienta a comer la gente normal. Esto es otro mundo. —Le di un mordisco al perrito, sintiendo los brazos de Lauren al lado de los míos, que se apoyaba en la mesa.

—Este año además de los fuegos artificiales, habrá fiesta en el lago, y una feria que durará toda la semana.

—Adoro este pueblo. —Dije comiendo, sintiendo la risa de Lauren cerca de mi oído. —Oye, ¿quién ha pagado mi perrito?

—Yo. —Dijo Lauren, estirando la mano para coger su vaso de refresco y darle un sorbo.

—¿Y cuánto ha sido? —No respondió, sólo cogió su otro perrito y comenzó a comérselo. —Lauren... Venga.

—Te he invitado. Guarda el dinero. —Me cogió las manos para que no pudiese coger mi cartera, y eché la cabeza hacia atrás con un suspiro.

—Ahora puedo hacer que te toques las tetas.

—Ahora puedo darte un guantazo que no olvidas en tres días. —Giré la cabeza hacia ella. Justo en ese movimiento, en esa posición, me vino a la nariz ese olor de colonia que sólo había olido en chicos. Esa que usaba mi padre, que usaron mis ex novios, que usa Alejandro, y que, sí, lo admito, me derretía.

*

Esa noche sentí unas ganas repentinas de dibujar, así que, por primera vez desde que estaba en el pueblo, me quedé despierta hasta tarde. Mi cuaderno había cobrado vida después de mucho tiempo, después de terminar la carrera y no saber qué hacer con mi vida.

La luz de una de las habitaciones de la casa de los Jauregui se encendió, y Lauren estaba en ella. Se quitó la camiseta echándola sobre la cama, quedándose en sujetador. Su espalda era ancha, musculosa, pero no algo exagerado. Se soltó el pelo y comenzó a quitarse el sujetador, así que agaché la cabeza para mirar al cuaderno.

Cuando volví a mirar, tenía una camiseta gris puesta y unos pantalones cortos negros. Se tiró en la cama y cogió un comic de su mesita de noche, empezando a leerlo. Si afinaba bien la vista, creía que era de Superman, o quizás Supergirl, no podía precisar tanto.

C: ¿No duermes?

Lauren se incorporó en la cama al escuchar el móvil y lo cogió de su mesita de noche, viendo el mensaje. Levantó la cabeza y miró por la ventana, me vio. Sonrió y miró el móvil.

L: ¿Y tú qué? ¿Qué estás haciendo a estas horas despierta?

C: Dibujar. ¿Supergirl o Superman?

L: Superman. Me has visto desnuda, ¿verdad?

Al ver la pregunta levanté la mirada hacia ella, que me estaba observando y negué con el ceño fruncido.

L: Ya, seguro que sí.

C: Seguro que tú me has visto a mí dormir, eso es muy raro.

L: Yo no soy la que se levantaba por las mañanas para espiar a una extraña.

C: ... Te odio. Imbécil.

L: Pero qué guapa estás enfadada.

C: Soy guapa siempre.

L: Eso es cierto. Ya me voy. ¿Me das las buenas noches?

Reí un poco arrugando la nariz, y me acerqué a la ventana, apoyando las manos en el alféizar. Ella también se asomó, abriendo primero las ventanas.

—Buenas noches, Lauren.

—Hasta mañana, Camila.


Nota: GRACIAS.  

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