Le Styliste (L.R.H) COMPLETA...

By hoodnestly

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Alyssia Bouvier es una de las diseñadoras más codiciada en Italia. Antipática, detallista y fría caracterizan... More

Sinossi
Reparto
[01]
[02]
[03]
[04]
[05]
[06]
[07]
[08]
[10]
[11]
[12]
[13]
[14]
[15]
[16]
[17]
[18]
[19]
[20]
[21]
[22]
Epílogo

[09]

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By hoodnestly



Capitolo nove.

Mis esferas marrones escudriñan el sitio, buscando una banca de madera en la que reposar mi trasero. A pesar de que tenía en cuenta la gran cantidad de gérmenes y personas de clase baja que se han sentado ahí, en este momento no me interesaba porque necesitaba donde acomodarme.

Existen días malos, otros muy malos pero hoy ¡era un día terriblemente malo!

Puedo comenzar contándote que, hoy estuve haciendo una sesión fotográfica para la revista Vanity Fair. Se supone que debía estar allí desde las ocho en punto hasta las diez de la mañana, pero se cortó la luz en el estudio durante una hora y el trabajo se atrasó, por lo que me quede un buen tiempo con extravagantes accesorios, un maquillaje pesado y vestidos ceñidos hasta las doce del mediodía. Después tuve que ir a la empresa Bouvier, omitamos el hecho de que llegué atrasada y recibí un pesado regaño por parte de Grace, para terminar unos diseños y enviárselos a una importante tienda de marca, pero Tiffany no fue ese día por lo que me encargué del trabajo yo.

Dos trabajadores quedaron sin empleos.

Cuando finalmente terminé, más tarde de lo habitual, quise ir por un café en la cafetería privada de la empresa.  Sin embargo, mi escasa paciencia estalla en cuanto me entero que la máquina de café esta averiada y no hay personal que pueda ir a comprarlo.

Una persona más quedo despedida.

Tuve que poner mis pies en marcha a la plaza más cerca, solo encontré la Piazza de La Scala. Ashton está ocupado para llevarme y Michael se enfermó, así que supondrás que camine dos cuadras bajo el calor del sol, las gotas de sudor se adherían a mi cuerpo y me dejan con el cabello calado y pegajosa.

En este momento, solo necesitaba sentarme.

Pero para rematar, el sitio estaba congestionado por una gran masa de personas. Claro, hoy es día de semana y a esta hora todos quieren descansar.

Diviso una banca particular, estrecha y de madera con una persona dejando un espacio de más. Sé que vine para tomar un café, pero también hay una larga fila de personas para comprar, por lo que mi necesidad ahora es descansar.

Me echo en la banca, con gracia y tomando mi espacio personal. Mis piernas descubiertas por el corto vestido sienten el frío del asiento y un ligero viento sopla en mi dirección.

El chico a mi lado no se percata de mi presencia o por lo menos, me ignora. Está absorto en un una conversación telefónica, sólo puedo escudriñar su espeso cabello dorado y un tono pálido reviste su piel. Mis ojos se esfuerzan en enfocarlo un poco más. ¡Ese es Luke!

—Hey —menciono, llamando su atención. Él me permite ver sus ojos oceánicos, luce sorprendido de mi presencia pero entonces transforma sus sonrosados labios en una sonrisa, dirigiendo ciertas palabras a través de la línea y finalmente cuelga.

—¿Parece que has adquirido la costumbre de seguirme, huh? —guarda el aparato móvil, bromeando. Debo admitir que, los rayos de oro destellando en sus facciones lo hacen lucir realmente bien.

—¿Te lesionaste el cráneo? —me río, en un matiz sarcástico —. Ni siquiera entrarías en la lista de las últimas personas a las que me importaría seguir.

Debo cuidar más mis palabras, porque en un futuro las mismas pueden ser usadas en mi contra.

Él alza las rubias cejas en mi dirección, apretando sus labios.

—Hum, ya se me hace tarde —hace un ademán para levantarse, puedo observar su ropa cuando se levanta: un jean negro hace excelente combinación con su franela azabachada, con una fina chaqueta también oscura. Todo negro. Excelente combinación de tonos, ¿no?

—Oye —frunzo mis facciones, tomándolo por el brazo —, apenas te vi.

El inequívoco uso de palabras trae un fugaz aire incómodo, lo puedo observar en su rostro recientemente arrugado. Aprieto mi labio inferior, echándome ligeramente hacia atrás con gracia y reitero, esta vez más prudente:

—Quiero decir, ¿por qué tanta prisa?

Sus esferas celestes me aprecian, dejando a un lado la confusión.

—No sé si recuerdes a Calum, pero quedé en verme con él en media hora.

—No es cierto. ¿Estás huyendo de mí? —mi cuerpo se yergue, quedando una cabeza más baja que él cuando veo que no tiene intenciones de volver a la banca de madera.

—¿Por qué estás insistiendo tanto? —se ríe, en su particular carisma.

No voy a mentir, el hecho de que Luke sea diferente me atrae ligeramente. Tiene una cálida forma de ser, no tiene que intentar la carisma porque ya está revestido en ella, tiene gracia al hablar y la simpatía siempre sale a relucir no importa qué circunstancia sea, y hace una colisión con mi carácter caprichoso, desviste mi vanidad y quiebra la superficialidad.

—No puedes...irte. Todos quieren estar conmigo.

—No. Las personas solo son agradables y hospitalarias contigo, y tú solo has sido vanidosa y sarcástica —la diferencia de estatura es notable. Tanto, que su cabeza se inclina ligeramente para poder hablarme.

Él alude a mi comportamiento anterior, ¿estás viendo el intenso choque entre ambas personalidades?

—Eso no tiene nada que ver —manoteo, absorta en mi burbuja narcisista —. Tuve un día pesado. Además, tuve que caminar dos cuadras para llegar hasta aquí.

Al mencionarlo como si fuera la catástrofe del mundo, él niega con la cabeza y puedo ver un hoyuelo asomarse.

―Tienes piernas, Alyssia.

―Mi mejor atractivo, según dicen ―le guiño un ojo, con un sonrisa vulgar entre mis labios.

―¿Sabes? ―digo, retomando el tema sobre las personas alrededor de mí adheridas como chicles ―. Hoy estuve en una sesión fotográfica para ser la protagonista de la portada de Vanity Fair, ¡todos querían estar conmigo!

—Siempre están las excepciones, ¿o no?

—No para mí —aclaro. Estamos caminando por la plaza, pisando el asfalto y ligándonos entre una espesa masa de personas —. De todas maneras, ¿qué haces aquí?

Eso es suficiente para que reafirme su posición, y apriete sus labios titubeando.

—Hum, solo vine a pasar el rato aquí —esconde las manos en el bolsillo de sus jeans, y me sorprende que encaje porque las manos de Luke son gruesas. Inclina sus esferas celestes. Esta nervioso —. Además, me gusta salir temprano. Aprecias mejor el atardecer, el cielo se encuentra en una perfecta mezcla de matices y hay más personas entre las calles.

Se me hizo imposible no compararlo con Ashton.

—¿Solo? —enarco una de mis depiladas cejas.

Asiente.

Me permito estudiar sus expresiones corporales, segundos después los bolsillos de su jean están desocupados pero el movimiento que hace revela una hoja perfectamente doblada sobresaliendo de estos. Evito de manera sobrenatural mi curiosidad.

—Hey, mira —uno de los famosos canales de Milán se conecta con esta plaza, por lo que se podía ver las cristalinas aguas correr paulatinas con las góndolas chispeando el espacio —. ¿Te has subido a una?

—¿Realmente estás bien del cráneo? —hago una mueca, no me gustan.

Él capta mis palabras, entonces se ríe. Se está riendo de mí.

—¿Vives en Italia y nunca te has subido a una? —eso parece un chiste para él, porque hasta ahora sigue mostrándome sus perlas blancas ―. ¿Qué clase de italiana eres?

Hace un largo tiempo atrás solía venir mucho a estos lugares acompañada de mis padres y hermano, pero nunca tuve el valor de subirme a una góndola a recorrer los canales así que Sebastián se quedaba haciéndome compañía, mientras Grace y Cole disfrutaban del recorrido. Mi miedo recae en que siempre he pensado que accidentalmente puedo caerme al agua, y yo no tenía experiencia en el nado.

—Me gusta más cuando mis pies tocan el asfalto, y no están sobre una superficie líquida que titubea para hacerte caer —expreso. Luke me mira, elevando una ceja en mi dirección y hace notar sus hoyuelos. Torno mis ojos en blanco, ¿por qué es tan insistente? —. Me dan miedo, ¿feliz?

—Te da miedo caer —aclara.

—Bueno, es lo mismo.

—El miedo es un estado mental —se dirige hasta mí, y los rayos de sol destellan en su rostro resaltando sus facciones. He de admitir que es lindo ―. Siempre debes hacer lo que te asusta.

—¿Me estás desafiando? ―arrugo mi nariz, mis facciones se tornan sorprendidas. No me gusta el hecho de que Luke, a diferencia de las demás personas, sepa jugar el mismo juego que yo. Sabe como contradecir mi propia actitud.

—Tómalo como quieras. Tú no escuchas lo que dice el resto, solo haces lo que tú quieres.

En primer lugar, si no hubiese insinuado que no puedo responder a una incitación no habría subido a la góndola. Pero lo hice. Una vez que estoy adentro, sé que no hay marcha atrás. Corroboro que todo se encuentra perfectamente, y le doy una mirada recelosa al muchacho encargado de cinglar(1) la góndola, estabámos sentados frente a una pareja americana quienes se emocionaron al verme porque, según ellos, conocieron a la hija de la familia Bouvier. Las facciones confusas en mi rostro y el de Luke merecían ser fotografiadas. El muchacho se veía confiable, aún así, le advierto: más le vale que tenga experiencia en esto.

—No seas paranoica, todo está bien —me acomodo, por tercera vez, en la lámina de madera vieja enganchado mis manos a ellas. Luke se ríe ―. Aunque dicen que siempre hay una primera vez para todo, ¿no?

Me levanto con exabrupto, con decisión a bajarme, logrando estremecer las aguas. El muchacho rubio, al notar el alboroto, ciñe sus manos a mi cintura y me devuelve a la banca.

—Es una broma, relájate.

Me quedo serena junto a Luke, porque el toque de sus manos me ha dejado estática y con una sensación que estremece el área donde se ciñeron. Ni siquiera Ashton lograba hacerme sentir de esta forma, incluso cuando siempre estaba haciendo ligeras demostraciones de cariño. Me quedo meditando en esto, con mis esferas marrones sobre las cristalinas aguas cerca de nosotros, tan límpidas que el reflejo del crepuscular cielo destellan sobre ellas. Luke está tomando fotos durante cierto tiempo, hasta que el flash centellea en mis facciones.

Frunco mi rostro, a diferencia de la última vez, no me quejo.

—Sé que debí salir muy bien pero podrías avisar.

Él se ríe, pero antes de responder la pareja frente a nosotros, que habíamos omitido hasta ahora, le quita la palabra.

—È il tuo nuovo fidanzato? Fanno una coppia molto carina ―la muchacha castaña, que parecía haber observado nuestros movimientos, muestra una sonrisa pura ―. Il ragazzo accanto a me non potrebbe mai.

—Perche non sei così carina ―se apresura a decir, burlando a su pareja. La morena achica sus ojos pardos cubiertos por una gruesa capa de pestañas ―. Che fortunato.

Levanto ligeramente una de mis cejas en su dirección y les doy una sonrisa mezquina con los labios sellados.

—Grazie mille.

—¿Qué dijeron? —Luke no tarda en hablar, curioso, lo que me hace desviar mi vista hacia su rostro.

Entonces, astutamente cambio el tema de conversación.

—Espera, ¿te mudaste a Italia y no entiendes el italiano? ―presiono, en un matiz burlón.

—Me mudé hace dos semanas ―recuerda.

—Está bien, te puedo enseñar ―guiño un ojo en su dirección.

Durante el trayecto, me tomé el tiempo de enseñarle las palabras básicas en mi idioma natal, sin descuidar el fino acento, pero cuando trataba de pronunciarlas su acento australiano tomaba primero la palabra, haciendo un enrredo de palabras y provocaba mi risa. Estuvimos unos cinco minutos en aquella situación, hasta que en un descuido me percato de que la hoja marfil flexionada ennel bolsillo de jean azabache sobresale de estos, una vez más.

Estoy por decirle, pero un fugaz viento resopla logrando que se termine de caer.

Casi. Porque soy lo suficientemente veloz para atraparla.

—Se te cayó... —me interrumpo a mi misma en medio de la oración, cuando involuntariamente observo el contenido de aquel insignificante papel. A pesar de eso, no soy lo suficiente astuta porque él ya ha volteado a verme —¿Tú escribes canciones?

Él parece ponerse en alerta, y yo evito una histérica risa.

—¡Dios mío! —chillo, una sonrisa brota de mis labios, entonces me acerco más a el ciñendo mis manos en sus fornidos hombros —. ¿Para quién es?

—¿Por qué supones que es para una persona?

—Por la manera en la que escribes sobre ella —he de admitir que la letra me ha dejado levemente aturdida —. Porque es un ella ¿cierto?

« Ella dice que nunca tiene miedo,

Realmente no le gusta esperar,

No le gusta titubear,

Quiero seguirla a donde vaya »

Vaya letra.

Una risa atruena en mis oídos. Se está riendo de mi ingenuidad.

—Mientras más interesante te parezca la letra de una canción más lo es la persona que la inspiro a escribir.

Eso no respondía mis dudas, las elevaba de una manera extraordinaria.

—¿Desde hace cuanto escribes?

—No lo cuento. Desde hace unos, ¿dos, tres años?

Primero lo encontraba absorto en un libro y ahora esto. ¡Increíble! No sé si te has leído las clichés historias donde la chica se enamora del chico malo, bueno, en esta Luke es el chico bueno.

—Eres tan...raro ―expreso, más para mí misma que para él. Entonces sus esferas oceánicas se anclan a las mías ―. La mayoría de los chicos están absortos en estar con chicas, de tantas maneras y todas diferentes y crueles, buscando cualquier vía para hacer notar su presencia y ser prestigiosos, tienen una dulzura engañosa y solo se importan a sí mismos pero...tú no.

Él parece analizar mis palabras, porque se queda un momento pasmado pensando para sí mismo. Entonces habla:

—Hay un mundo lleno de más personas fuera de tu burbuja narcisista.

—¿Crees que no lo sé? —me echo hacia atrás, frunciendo mi nariz ―. Sí las tomo en cuenta, pero las omito. No las necesito.

—Dios mío, si alguna vez te escucho diciendo algo que no sea noventa y nueve por ciento egoísta, sería una razón suficiente para morirme de la impresión.

—No es egoísmo ―lo miro directamente, para enfrentarlo pero no me percaté de que los ojos de Luke son grandes y azules, me parecieron incluso más límpidos y hermosos que el agua el agua cristalina que corre por los canales. Entonces, aquellas esferas oceánicas fueron un filo para quebrar mi capa de superficialidad ―. Estoy rodeada de personas hipócritas. Incluso mis padres piensan en sí mismos antes que en preguntarme cómo me siento. Todos quieren estar conmigo, pero no todos planean quedarse, ¿puedes entender eso? Están fascinados de la imagen de mí, no de lo que soy. Aman a la chica porque pueden apreciar su rostro en las revistas, porque se pasea entre extensas alfombras rojas, viste ropa de marcas costosas y conoce a personas de clase alta, pero lo más importante para ellos, es una diseñadora famosa. ¿Crees que se interesan en conocerme, más allá de mis caprichos, el carácter narcisista y podrían líder con lo fría y calculadora que puedo llegar a ser? No, no lo harán. Por eso las omito, y me quedo con las pocas personas que cuento.

—Lo que estás haciendo es cavar tu propia tumba ―presiona. He de admitir que me gusta la manera en la que me contradice y no me sigue la corriente, como el resto ―. ¿Cómo esperas a que se queden junto a ti si solo has sido vanidosa, sarcástica y antipática? Hay personas que sí ven algo en ti, pero las empujas a un lado.

Después de aquel momento de debilidad, me aseguro de no mirar los azulados ojos de Luke. Entonces fingo que estoy disfrutando del sitio, cuando en realidad estoy llena de miedo. Mis facciones se tornan arrogantes, cambio a una posición refinada y apreto ligeramente mis labios carmesí.

Pensarás que no tenía una respuesta para aquella inteligente afirmación de Luke, pero sí, la tenía, porque yo soy mucho más astuta.

—Solo las estoy probando, si pueden ver un poco más allá de mi superficialidad, entonces me abro a ellas.

A pesar de eso, su siguiente respuesta fue suficiente para matarme.

—¿Y cómo sabes cuando debes demostrarles tu confianza y cuando no? Las personas suelen disfrazar tan bien las malas intenciones.

Mis labios se obligan a esconder una sonrisa, no se trataba de una sonrisa arrogante, forzada o mezquina sino una que de verda siento. Me sorprendía el hecho de que él insistiera tanto en mí, a pesar de ver mi comportamiento narcicista y vanidoso. Es diferente a Ashton, porque mi novio solo soportaba mi actitud y hacía cualquier cosa para que yo estuviera feliz, en cambio Luke quería meterse entre mis entrañas y saber el por qué, cambiar la perspectiva.

—Pruébame ―sonrío, en un matiz arrogante.

Después de ese momento (bastante icónico, debo resaltar) seguimos contemplando las vías italianas, por lo menos por parte de los demás, porque yo aún conservo cierto miedo. El cielo oscureció un tono más, los matices carmesí y ámbar se unen creando un caótico color en el firmamento, las calles se empezaro a enfríar y traen consigo un atérido viento. Le explico a Luke historias milanas cuando miramos la plaza y su evocadora decoración, en ocasiones menciono palabras en italiano solo para confundirlo, porque frunce sus facciones, uniendo sus doradas cejas y entrecierra sus párpados escondiendo los azules ojos. Tomamos fotos también, mientras él cuenta chistes y yo me burlo porque no son graciosos, en ocasiones lanzo comentarios arrogantes.

Finalmente, nuestro paseo termina.

―No pasó nada, ¿ves? ―una sonrisa se perfila en sus facciones. Mis ojos se tornan blancos, no me gusta cuando me demuestran que estoy equivocada. Aún así, él tiene un punto a su favor, no me caí, tampoco mojé mi costoso vestido o arruiné mi maquillaje debido al agua.

Extiende su mano hasta mí, la distancia entre la canoa de madera y el espacio donde se puede tocar el asfalto es ligeramente espaciosa, por lo que ciño mi mano de porcelana a la suya. Pongo con confianza un pie primero para luego subir el otro, pero la plataforma de mis tacones blancos es compleja y débil, por lo que por un puntapié en falso hace que mi cuerpo se desplome en el agua.

El agua cálida me recibe, mi vestido ámbar absorve el líquido por lo que hace más pesada la necesidad de subir a superficie, mi vista está completamente nublada. No sé nadar, y debí tomar las clases de natación a las que me obligaron a ir, porque probablemente muera ahogada.

Entonces toman mi cuerpo entre dos gruesas manos, sacándome a la superficie y sé que es Luke porque tomé su mano con tal vehemencia(2) que lo arrastré conmigo. Ciño mis piernas a su cintura y mis manos se aferran a sus hombros. Siento el destello de unas luces blancas, párpadeo unas cuantas veces y finalmente me vuelvo adaptar al sitio. Lo primero que puedo observar son las facciones de Luke, los cabellos rubios caen en flequillo por su rostro, las pestañan relucen más gruesas debido a la húmedad, el matiz de sus ojos luce más intenso, y sus labios sonrosados están cerca, peligrosamente cerca. Entonces una carcajada sale de los mismos.

Él se está riendo. ¡Se está riendo!

Pensé que fue por la ironía de la situación, pero también recuerdo que no sé si el maquillaje que apliqué esta mañana es a prueba de agua, entonces tendría también sentido su risa.

―¿Qué te parece gracioso? ―arrugo mi rostro perfilado. Al contrario, yo estoy avergonzada y molesta. Me mantengo aferrada a él (porque no sé nadar) sintiendo su cuerpo vibrar debido a las carcajadas que brotan de él.

―Es que, incluso el destino cumple tus caprichos. No te querías subir por miedo a caerte y al final te pasó ―explica, como si tuviera gracia ―. Y deberías ver tu rostro.

Eso aflora mi indignación.

―¿Por qué mejor no te sumerges en el agua y cuentas hasta mil?

Estoy dispuesta a alejarme, sin poder soportar un minuto más a su lado. Entonces veo como las personas en el exterior forman un bululú para observarnos. Claro, porque no todos los días ves a Alyssia Bouvier sin su particular glamour, aferrada a un muchacho australiano. Cuando siento la cámara sobre nosotros, sé que estoy en problemas.

En graves problemas.

n/a:

(1) cinglar: Mover una embarcación con un remo colocado a popa.

(2) vehemencia: Que posee mucha energía, pujanza, ímpetu o ardor.

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