Sol Durmiente.

By AlbenisLS

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PRIMERA PARTE DE LA TRILOGÍA 'ROSA INMORTAL' Rosa Arismendi, una chica recién graduada de periodista consigue... More

Provincia de Río Negro, Argentina. 1978.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34: Necromancia en San Antonio.

Capítulo 21.

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By AlbenisLS

-¿Fraternidad? Disculpe Alaysa pero ¿De qué clase de fraternidad habla?- pregunté, totalmente confundida. Eso obviamente era todo menos una fraternidad, si estaba en lo correcto, esa escena más bien parecía una especie de ritual, o una reunión de personas tanto o más excéntricas que Sonia.

-No hay tiempo para explicaciones, mujer.- replicó la mujer alta en un tono algo severo, haciendome retroceder un poco. La 'reina' Alaysa, como la llamaban todas las personas a su alrededor, era realmente alguien intimidante. No solo por su tamaño descomunal, sino por su actitud prepotente y soberbia. 

Mi amiga me sonrió abiertamente, pero difícilmente podía devolverle el gesto. El lugar en dónde me encontraba no se parecía en nada a la pulcra villa de color blanco calcáreo a la que estaba comenzando a acostumbrarme. Los cientos de frutas y plantas de diversos colores y olores llenaban todo lo que era el vestíbulo de la casa, y las velas parecían no agotar su cera, más bien parecían relumbrar más con cada minuto que pasaba. 

El calor que habñia era asfixiante, como si hubiese entrado a una dimensión desconocida en la que la temperatura del exterior era totalmente independiente a la del interior de la casa. En ses momento deseé con todas mis fuerzas que Cristóbal estuviese aquí, tratando de explicarme qué demonios estaba sucediendo con Sonia, Alaysa y las otras personas que se encontraban.

La mujer alta posó su enorme mano sobre el hombro de la Rubia, quién subió la mirada hasta su rostro, lleno de una sobriedad solemne. La cara de Alaysa parecía indicar que algo importante estaba por suceder, un acontecimiento que cambiaría todo, y yo lo ignoraba.

-Ha llegado la hora.- dijo de repente, alando la voz, para que las otras personas lograran escucharla- Vamos al patio.-

En seguida, todas las personas entraron como en una especie de trance, pues las que estaban sentadas con sus guitarras enormes y sus tambores se pusieron de pie al mismo tiempo, de manera algo escalofriante. Los que estaban de pie se giraron en dirección al patio también a la vez, dándome la sensación de que algo extraño estaba por pasar. Cómo si no fuese suficiente la cantidad de cosas extrañas que había vivido en tan solo tres días.

-Sonia, ¿En qué te metiste?- le pregunté a mi amiga, quién había cerrado los ojos nuevamente y se dirigía sin ver hacia el patio. Caminaba con una especie de baile extraño, confundiendome aún más. 

No quise preguntarle de nuevo a la tal Alaysa, por temor a que me reprendiera otra vez, o peor, que me sacara a la fuerza de la casa. Luego de que la enorme mujer fue al patio, decidí seguirla. Quería saber qué era lo que estaba pasando, y a qué se refería con 'iniciación a la Fraternidad'.

El patio de la casa de Sonia, era un lugar bastante grande, con una vista de la montaña que te dejaba sin aliento. Era precioso, y los cientos de velas que estaban puestas sobre cosas similares a taburetes de distintos tamaños le daban un aspecto mágico.

Magia. La idea pasó por mi cabeza como una estrella fugaz. ¿Acaso era posible? ¿Sonia me había dicho la verdad acerca de los orígenes de su familia? Todas estas personas eran tan extrañas como Sonia, y tenían la misma mirada radiante que lograba ponerte de buen humor; bueno, todos menos la 'reina' Alaysa, que en ese momento tenía en sus manos algo parecido a un saco, de color tan oscuro como el cielo particularmente despejado que hacía en el pueblo. Las estrellas iluminaban el patio de la casa de manera armoniosa.

-Hermana, acércate.- dijo la mujer alta, haciendo con la mano un gesto para que Sonia se acercara. Yo estaba en el umbral de la puerta, esperando que algún momento alguien dijera algo que me indicara si lo que había pensado era lo correcto.

La rubia se acercó lenta pero grácilmente hacia conde estaba Alaysa, quien la abrazó amistosamente y le besó la mejilla, como dandole la bienvenida a algo. A su Fraternidad extraña. 

Luego, todas las personas que estaban reunidas alrededor del patio caminaron hacia la montaña, sólo para arrancar algunas ramas de los árboles. Lo extraño de ese momento era que las personas parecían pedirle permiso y perdón a los árboles, como si ellos lo pudieran escuchar. Eso me recordó a la primera vez que vi a Sonia, cuando arrancó varios cabellos de mi cabeza para poder dejarme entrar a la casa, un casa que ahora era mi refugio contra seres malignos, era mi protección mientras Cristóbal se hallase lejos de mi.

Las personas se acercaron a un árbol que sobresalía del resto, un árbol bastante alto y frondoso que estaba casi dentro del patio de Sonia. Luego, las personas colocaron las ramitas que habían arrancado con bastante cuidado en el suelo, de manera que formaron una especie de madera para hoguera.

Mierda. Hogueras, magia, frutas, árboles, velas, túnicas. Todo tenía sentido. Me sobresalté al darme cuenta de lo que estaba sucediendo, y di varios pasos hacia adelante, aunque temerosa de que algo malo le sucediera a mi amiga por mi culpa.

Los hombres y mujeres vestidos con túnicas blancas y negras se pusieron en círculo alrededor de Sonia y Alaysa, y luego se sentaron en el césped, que esta noche se veía más verde de lo que alguna vez fue.

-Hermanos y hermanas.- comenzó a hablar Alaysa, alzando las manos mientras hablaba a manera de discurso -Una nueva estrella ha decidido aparecer en el firmamento, mostrándonos a la persona que voluntariamente ha aceptado ser parte de nuestra Fraternidad.-

Todo el mundo, incluyéndome, escuchaban absortos a la mujer mientras hablaba. Ahora si parecía como una reina, pues todos guardaban absoluto silencio.

-Sonia Deville, eres y serás siempre bienvenida a nuestra Fraternidad, y te lo preguntaré de nuevo: ¿Está dispuesta un alma pura como la tuya a dejar este plano material e impuro, para ascender a un nivel superior, lleno de paz y digno de personas limpias como nosotros?- dijo Alaysa, posando sus enormes ojos negros sobre los verdiazules de Sonia.

Podía ver absolutamente todo lo que sucedía, El lugar en el que me encontraba, cada vez más cerca del círculo que formaban las personas, me proporcionaba una excelente perspectiva.

-Por supuesto que estoy dispuesta.- asintió Sonia, sonriendo hacia la mujer, y luego hacia mi. Esta vez, traté de sonreir, pero solo logré hacer una mueca con los labios. El no saber con exactitud lo que sucedía me frustraba enormemente. Me crucé de brazos, esperando que algo mñas sucediera, cuando la mujer enorme miró en mi dirección de la manera más fría posible.

-Ni se te ocurra cruzarte de brazos si quieres presenciar este acto tan lleno de magia.- dijo la mujer, haciendome temblar de abajo hacia arriba.

En seguida descrucé los brazos y los pegué a mi cuerpo, de manera tan rígida como una piedra.

¿Acaso había dicho magia? Entonces, pude ver la luz. Todas esas personas eran brujas, brujas de verdad; la mujer enorme era su líder, la reina Alaysa; y Sonia iba a convertirse en su nueva integrante en su 'Fraternidad'. El discernimiento me hizo abrir ligeramente la boca y los ojos, estaba sorprendida de que estuviera presenciando una iniciación a un aquelarre de brujas de verdad.

La mujer asintió hacia mi, relajando su cara por primera vez. Luego miró de nuevo a Sonia, que se veía totalmente brillante en su túnica blanca adornada con joyas y con su cabello rubio suelto.

De repente, la mujer enorme hizo algo que me asustó. Rasgó la túnica de Sonia, haciendola pedazos. El trozo de tela delgada cayó a través del cuerpo de la rubia, dejándola totalmente desnuda. El cuerpo blanco de la mujer estaba libre de ropa, y pude ver como no mostraba signos de pudor, más bien parecía encantada con lo que sucedía.

En seguida, las personas se pusieron de pie y tambié se arrancaron la ropa, quedando desnudos junto con la rubia. Los abdómenes perfectamente esculpidos de muchos hombres y las cinturas delgadas y firmes de algunas chicas quedaron al descubierto, y por supuesto muchos genitales y senos. Quise entrar de nuevo a la casa, pero una energía extraña me hacía quedarme en el lugar.

Luego, Alaysa, la única de las personas extrañas que aún seguía vestida, colocó en el suelo el saco negro, y luego procedió a quitarse también sus ropajes, haciendo que su cuerpo blancuzco reluciera luego de ver la negrura de su ropa.

-Lo que falta es que ahora yo me quite la ropa.- pensé, divertida, pero luego noté que todas las personas, hasta Sonia, me miraban fijamente.

-No, yo no voy a hacerlo, lo siento.- dije, disculpandome falsamente. Por ningún motivo iba a desnudarme frente a esas personas desconocidas totalmente. Es más, ni siquiera frente a desconocidosme había quitado la ropa. Sería revelarme mis intimidades a las personas, algo que tenía planeado sólo para el hombre que sería mi esposo.

-Por favor Rosa, debes hacerlo.- dijo Sonia, en tono de súplica. Sus ojos verdiazules estaban brillando intensamente, como si fuese a llorar.

-No lo haré Sonia, no pueden obligarme. Además, yo no quiero ser parte de su... Mundo.- dije, completamente seria. Estaban locos si pensaban que accedería, cuando de repente, algo sucedió.

Mi cuerpo perdió el control de sí mismo, y comenzó a desabrocharme los pantalones.

-¡Mierda! ¿Qué pasa? ¿Quién está haciendo esto?- grité aterrada. Mis manos no respondían a mis órdenes.

Todos me miraban fijamente, hasta la rubia. No podía saber si eran ellos, o si alguna otra cosa me estaba haciando desnudar, pero al final estuve tan desnuda como todos. Estaba temblando de frío, pues el patio poseía la misma temperatura templada del pueblo.

Unas lágrimas de ira brotaron de mis ojos. ¿Cómo se habían atrevido a hacerme esto? Estaba desnuda frente a otras personas, era lo más extraño que había hecho a pesar de que no había sido expresamente yo. Quería que se fueran y me dejaran vestirme, pero mi cuerpo estaba rígido. Ni siquiera me permitían cubrirme los senos con los brazos, y eso me enojaba aún más.

-No debes llorar, querida.- dijo Alaysa, mirándome de manera maternal. Estaba asqueada por la forma en la que me hablaba. La odiaba como a nadie- Tuve que hacerlo, es necesario para que tu amiga pueda ascender y protegerte de esa oscuridad a tu alrededor, porque hay algo maligno detrás de ti, ¿o me equivoco?-

¿Cómo pudo saber eso? Alaysa había revelado que algo estaba detrás de mi, ansioso por matarme. Unos escalofríos recorrieron mi espalda desnuda al escuchar sus palabras. La rubia abrió sus ojos como platos por la sorpresa y me miró.

-¿Es cierto eso Rosa? ¿Qué hay detrás de ti?- preguntó ansiosa.

No sabía que responderle, aunque posiblemente si le contaba la verdad me creería cada palabra. Prefería quedarme en silencio, esperando que volvieran a su iniciación. Ya extrañamente no me sentía apenada por estar desnuda, de todas formas todos lo estaban. En ese momento, sentí que la energía que me había hecho desnudar se desprendía de mi, dejándome libre de mover los brazos.

Al parecer, ya nada me sorprendía con respecto a cosas sobrenaturales, estaba actuando naturalmente ante lo que me acababa de suceder.

-Gracias.- dije en voz baja, y Alaysa asintió.

-Volvamos a la ceremonia.- dijo la mujer, y en seguida, la rubia se metió dentro del saco, cubriéndola completamente.

-¡Mierda!- grité, asustada. ¿Qué se supone que hacía ella metiendose en un saco?

-Tranquila Rosa. Es la iniciación.- explicó Alaysa, mientras un hombre bastante atractivo le acercaba una cuerda, la cual ató alrededor de la abertura del saco. 

Luego, varias personas se acercaron al saco con Sonia adentro y la cargaron hacia el árbol que sobresalía del resto, y una mujer lanzó la cuerda de un extremo de una rama al otro, levantando el saco como una especie de piñata. Luego, acomodaron el saco de manera que daba exactamente debajo de las ramas apiladas ¿Qué iban a hacerle a Sonia?

La luna brillaba intensamente junto a las velas, que estaban en su punto máximo de luminosidad. Era un escenario completamente mágico, y por algún motivo ya no me sentía asustada, estaba en paz conmigo misma. Alaysa caminó hacia el saco, y pronunció una palabra en un idioma totalmente desconocido para mi, haciendo que de la nada unas llamas aparecieran justo en las ramas, avivandola hasta arder en una fogata.

-Eso es para el contacto con el fuego del alma.- dijo Alaysa, mirando en mi dirección. Quizás había decidido explicarme lo que podía acerca de las iniciaciones de las brujas para que yo no perdiera el control.

Luego de esta escena casi increíble, las personas señalaron el saco con sus dedos índice y comenzaron a caminar en círculos, mientras decían palabras extrañas, posiblemente en el mismo idioma que el que acababa de usar Alaysa. Estaba impresionada, pues mientras las personas caminaban en círculo, el saco giraba al mismo tiempo.

Luego, aceleraron el paso, haciendo girar el saco colgado sobre el árbol más rápido. Era como si lo controlaran con sus dedos, con su magia. Los tambores pequeños y las guitarras enormes comenzaron a sonar, haciendo una melodía que ya no era desconocida para mi, era la misma que había oído tararear a Sonia dos veces.

Era increíble que estuviera involucrada con criaturas de cuentos desde que llegué a este lugar, era como si siempre hubiese estado destinada a encontrarme con seres de este tipo, como Cristóbal y sus hermanos, como Sonia y sus camaradas de su fraternidad, como el monstruo que deseaba locamente beber toda mi sangre.

Habían pasado unos minutos mientras el saco y las personas hacían sus giros extraños, cuando un brillo sutil llenó el cielo: El sol había salido. Un sol radiante, distinto al de un día normal en el pueblo anunciaba un nuevo día.

De repente, un rayo de sol tocó el saco donde se encontraba Sonia, y al instante el saco cayó al suelo, apagando la fogata que yacía sobre él. Las personas dejaron de caminar en círculos, que más bien parecía una especie de baile sobrenatural. Era irracional que una pequeña hoguera hubiese ardido hasta el amanecer, y aún más que el sol hubiera salido antes de lo normal.

-Si estuvimos solo unos minutos, ¿Cómo es posible que el sol haya salido?- pregunté al mismo hombre atractivo, que se hallaba a mi lado. Sus brazos y su torso desnudo me hacían mirarlo, pro el pudor me obligaba a mirar hacia el saco.

-No estuvimos unos minutos. Hemos estado bailando toda la noche.- me respondió el hombre, con una voz similar a la de Cristóbal, profunda, como de galán de películas antiguas.

-Increíble.- dije, con mi boca abierta por la sorpresa.

-Ya nada es increíble, querida.- dijo una mujer, que se acercaba a mi al verme hablar con el hombre. Posiblemente era su esposa.

Nos quedamos en silencio por unos instantes, cuando vimos salir a Sonia del saco, completamente desnuda, pero con un halo de luz que la llenaba. A pesar de que la conocía, se veía como alguien totalmente distinto al de siempre. Había ascendido.

-¡Bienvenida hermana Sonia a la Fraternidad de Brujas!- exclamó Alaysa, y las personas alrededor comenzaron a aplaudir y a vitorear.

Ahora Sonia era parte de ellos. Sonia se había convertido en bruja.

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