Cuando habla el Corazón 2 (ch...

By Saku_Mayu

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Después de haber creido que lo había perdido todo, Julian comprende que algunas veces seguir con vida, aferra... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36

Capitulo 24

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By Saku_Mayu

—¡No lo sé! —gritó Julian una vez más.

Ya había perdido la cuenta de las veces que le habían hecho esa pregunta, las mismas veces que le habían golpeado y cada vez que lo hacían y él respondía lo mismo, el miedo a que mataran a uno de ellos le corroía al punto de creer que terminaría desplomándose en el suelo. La ansiedad y el miedo lo estaban destrozando. No veía ninguna salida... no... sólo había una: la muerte y por la manera que los demás callaban, soportando los golpes sin decir nada, ni siquiera sin tratar de mentir, imaginaba que lo que deseaban eran terminar rápido con aquello como su compañero muerto en el suelo.

—¿Y si no lo sabe realmente? —sugirió uno de los hombres, sin acercarse a ellos—. No parece alguien con mucho aguante. Lo hubiera dicho.

—No por él —razonó el hombre que no había participado en ningún momento, que había estado observando hasta ese momento del espectáculo—. Está sufriendo por el destino de esos tres —El hombre caminó hacia ellos y Julian se encogió al percibir como se agachaba frente a él y le agarraba la cabeza, levantándosela—, ¿Verdad, pequeño?

Julian no respondió, pero notó la mirada de uno de los amigos de Kei fija en él.

—No lo sé —repitió con voz débil, demasiado cansada—, pero aunque lo supiera no te lo diría —se envalentonó, notando como la expresión sin emoción del hombre se transformaba en una mueca burlona.

—De acuerdo, lo que tú digas —lo soltó y Julian miró como apoyaba una mano en el hombre que les había estado golpeando—. Mata al de la izquierda.

El hombre sacó de nuevo la pistola y Julian miró como a cámara lenta, como giraba el brazo con el arma y apuntaba a la nuca.

—¡No! —pidió Julian desesperado, haciendo que todos lo miraran.

—¿Nos lo dirás?

—No... no lo sé —sollozó espantado, al límite de la desesperación y encorvó la espalda hasta tocar el suelo—. ¡No lo sé! ¡No lo sé! Ya vale... por favor...

Si todos morían Kei tendría que cargar con más muertes sobre sus hombros, ¿por qué? ¿por qué? ¿Por qué no podía hacer nada? ¿Por qué una vez más no podía ayudarlo?

Julian abrió de nuevo la boca, notando el sabor dulce de la sangre entre sus dientes para comenzar a suplicar pero no tuvo ocasión de hacerlo, dos hombres entraron en la habitación, bastante alterados y comenzaron a hablar en ruso, haciendo que todos perdieran el interés en ellos.

—¿Y el Kazahara? —preguntó uno de ellos, haciendo que el corazón de Julian volviera a palpitar con fuerza.

—No lo sé —dijo uno de los chicos, bastante ansioso—. Pero hay al menos unos treinta coches en la puerta y con la zona destruida no creo que tarden mucho en dar con nosotros.

El hombre pareció pensativo, sin la misma prisa que el revuelo que se creó en la estancia, sacando las armas y sin dejar de hablar en su idioma, pero Julian sólo se concentró en la única cosa importante para él.

Kei.

No podía haber ido. Desde el principio había sido una trampa para él y si ahora aparecía....

—Nos vamos —aceptó el hombre, haciendo que Julian sólo notara un instante de alivio antes de que los ojos del hombre se clavaran en él—. Haremos que él nos traiga a Kei Kazahara.

Julian abrió los ojos desmesuradamente, lentamente, sin darse cuenta de que lo hacía y empezó a negar con la cabeza. Nunca en su vida había estado más seguro de algo.

—No.

Ni siquiera le interesaba saber lo que tenían en mente, ni siquiera trató de entender algo en sus expresiones o señas de lo que decían en ruso, simplemente no lo iba a hacer, le daba igual lo que hicieran con él, incluso sólo trató de apartarse de ellos débilmente, sin demasiada energía, cuando lo levantaron a la fuerza y comenzaron a levantarle el jersey y la camiseta, echándole un extraño liquido pegajoso por el pecho.

—Sí que lo harás. En realidad ahora mismo nosotros no tenemos mucha opciones. No podemos volver sin Kei Kazahara. Digamos que lo hemos prometido y no estamos en condiciones de romper esa promesa y tú tienes cuatro cosas importantes por las que nos lo traerás. Y nos lo llevarás a la estación de Leningradsky

—Ey, ¿Te has vuelto loco? —gritó uno de los hombres, acercándose a ellos—. Sólo harás que nos maten a todos. ¿De verdad crees que aparecerá solo? ¡Usa la cabeza Ivanoh! Traerá a todo su ejército. ¡Y en la estación de Leningradsky! ¿No podía ser un lugar menos publico? ¡Sólo hace falta que llames a la policía también y así todo completo! No puedes hablar en serio...

—Usaremos eso —soltó Ivanoh sin alterarse, restándole importancia al asunto como si estuviera convencido de que "eso" de lo que había hablado le garantizaría la captura de Kei.

—¿Eso? —El hombre seguía contrariado—. A Alexander no le hará mucha gracia.

—Créeme que no le importará perderlo si a cambio tiene a su preciado Kazahara.

El otro hombre bufó y se apartó, aún no muy convencido del plan. Julian prestaba atención a medias al hombre, pasando de intentar entender sus palabras mientras estudiaba el extraño aparato que estaban ajustando en su pecho, a la altura del corazón. Había intentado un par de veces soltarse, pero en ese momento la urgencia por liberar las cuerdas que se apretaban dolorosamente a sus muñecas era primordial.

—No lo haré —repitió una vez más, sin conseguir que el hombre se irritara. Le daba igual qué era eso que tenían planeado para atrapar a Kei. Nunca lo llevaría hasta ellos. Jamás lo haría—. No lo haré.

—Puedes hacerlo o no —aceptó el hombre—. Si nos lo traes, todos ganamos. Nosotros le entregaremos su preciado tesoro a Alexander, vivo y en perfecto estado para su uso —La forma que sonrió hizo que Julian volviera a sentir ganas de vomitar y se zarandeó con más fuerza, ganándose un nuevo golpe que lo hubiera tumbado si no lo hubieran mantenido sujeto—, y tú ganas la vida de esos tres hombres y tu propia vida ¿Ves eso? —Julian no bajó la cabeza hacia el aparato que había comenzado a hacer un extraño sonidito, como un pitido muy suave que al bajarle la camiseta y el jersey prácticamente dejó de escuchar—. Es una bomba conectada a los latidos del corazón con un radio de un metro de acción. Y en dos horas explotará si no has aparecido en la estación con Kei Kazahara al igual que lo harán esos tres hombres.

Julian lo miró fijamente, sin saber exactamente qué debía sentir en ese momento. Le costaba mantenerse en pie y las nauseas volvían a asomarse a su garganta.

—¡Ivanoh, tenemos que irnos!

—De acuerdo.

El hombre volvió a mirarlo y Julian le devolvió la mirada, seguro de que comenzaría a vomitar en cualquier momento, sin atreverse a girarse hacia los tres hombres que seguían arrodillados, incapaz de encontrar la manera de respirar regularmente, comenzando a ahogarse.

—No —dijo Julian en un hilo de voz—. Aún así no lo haré.

En la mirada del hombre bailó una sonrisa e hizo un gesto con la cabeza a su espalda y Julian se giró bruscamente, justo para ver como uno de ellos disparaba con un arma a una de las piernas de los hombres. Julian se tambaleó y apartó rápidamente la cabeza, dando un bote cuando sintió la mano de Ivanoh en su hombro, inclinándose hacia él.

—Claro que lo harás —aseguró—. Tú no tienes esos cojones.

Dio una nueva orden con la cabeza y Julian vio como agarraban a los amigos de Kei y los arrastraban hacia un paso lateral que había en esa misma habitación, cerrándola a su paso y escuchó como la soldaban, dejándolo completamente solo, con la mirada vacía. De manera lejana podía escuchar los latidos de su corazón resonando en su cabeza, la manera que su pecho bajaba y subía, desesperado por encontrar un poco de aire para respirar, incluso un aire lleno del hedor de los cadáveres que había a su espalda.

No podía hacerlo...

Las rodillas cedieron finalmente y Julian se desplomó en el suelo, ahogando un grito de angustia y se llevó una mano al pecho, tocando el pequeño aparato que sobresalía y tiró de él, con furia pretendiendo que explotase.

—¡Eh! ¡Aquí hay uno! ¡Dios mío!

Julian apartó rápidamente la mano, sorprendido de que varios hombres vestidos con el mismo uniforme que llevaba él entraran en la habitación. Uno de ellos se agachó a su lado, intentando averiguar la gravedad de sus heridas.

—¿Qué ha pasado? ¿Te encuentras bien? ¿Puedes levantarte?

—Este lugar es un puto cementerio.

—Es Danniel.

Julian no se atrevió a mirar hacia atrás, sabiendo que habían encontrado al hombre que habían matado y cerró con fuerza los puños.

—¡Eh! —Julian sintió como alguien le agarraba del brazo para que le prestara atención—. ¿Había alguien más?

Julian no respondió, sólo lo miró con los ojos muy abiertos, retrocediendo.

—¡Aquí hay algo! —gritó uno de ellos, tanteando con los dedos el lugar donde Ivanoh y los demás habían salido. Todos corrieron hacia allí y en menos de cinco minutos consiguieron abrir la salida y sin pensárselo dos veces, se lanzaron al interior.

—Ven, ¿puedes caminar?

—Yo... —Julian se obligó a buscar las palabras para hablar—. Yo me quedo...

—¿Aquí? Eso es imposible. Tenemos que salir de aquí cuanto antes. Puede haber alguna bomba en esta parte también.

Julian se encogió al escuchar eso y se dejó arrastrar por el pasillo. No podía hacerlo... no podía hacerlo...

—¡Julian! —Julian levantó bruscamente la cabeza cuando reconoció la voz de Kevin y dejó que el hombre lo soltara, tambaleándose hasta conseguir mantener el equilibrio— ¿Qué haces aquí?

Julian abrió la boca para responder pero no consiguió decir nada. Sus ojos se desviaron hasta la figura de Kei, de pie, mirando los cuerpos que habían sacado sin vida. Dos. Otros los estaban trasladando en los coches, con urgencia y Julian buscó con la mirada a Oshi y Rykou y sintió como se le paraba el corazón cuando vio su cuerpo prácticamente inerte en los brazos de dos hombres.

—No... —musitó, pero no se movió junto a Kevin cuando su amigo corrió hacia ellos, ayudándolos a moverlo y lo dejaron dentro de uno de los coches. Alguien le puso oxigeno y Julian dio un paso hacia allí, aliviado, pero se detuvo cuando Kei se acercó al coche y aseguró las constantes vitales de su amigo con el ceño fruncido y una desgarradora expresión de preocupación. Después dio varia instrucciones y ordenó que se fueran.

—Hay zonas que no podemos acceder —protestó uno de los chicos, saliendo del interior del edificio, ayudando a un demacrado Rykou. Se sujetaba un brazo con una mano y sus ojos recorrían a todos, tal vez comprobando quienes habían conseguido salir y Julian retrocedió impresionado cuando vio como Kei subía hasta alcanzar a su amigo y lo agarraba por el jersey, furioso.

—¿Se puede saber qué es lo que has hecho? —rugió.

Julian creyó que Kei lo golpearía pero Rykou no mostró un ápice de culpabilidad y le tendió al chico rubio algo.

—Era lo que buscabas, ¿no? Era una trampa como suponíamos pero no esperábamos la bomba. Elegimos nuestro sacrificio por el tuyo. Daba igual quien muriera. Estoy cansado de ver como provocas a Alexander desde que hemos regresado a Rusia. ¿Crees que los demás no sufrimos cada vez que arriesgas tu vida?

Rykou lo empujó para apartarlo y Kei lo soltó. Seguía furioso pero parecía que su mirada controlaba mucho mejor la rabia que lo consumía en ese momento. Julian dio un paso atrás. Sabía lo que querían hacer desde el principio. Lo habían protegido.

—Di una orden, Rykou.

—Pues lo siento —respondió Rykou igual de solemne que siempre, reparando en los dos cadáveres del suelo y el tercero que traían cubierto y quien Julian imagino que era el tal Danniel—, pero decidimos no acatarla. Estoy harto de ver como con tus heridas insistes en ir y hacerlo tú todo. ¿Para qué crees que seguimos a tu lado? —Rykou también estaba enfadado y volvió a llevarse una mano al brazo, mirando a su alrededor de nuevo y Julian dio otro paso hacia atrás. Eso era lo que significaba dar la vida por alguien, incluso sacrificar la vida de alguien más. Giró un momento la cabeza hacia Rykou quien había vuelto a clavar la mirada en los cuerpos cubiertos en el suelo—. ¿Dónde está Oshi?

Kei no se dio prisa en responder.

—Está muerto.

Julian abrió mucho los ojos y miró a Kei fijamente, incrédulo, negando con la cabeza y vio como Kevin también miraba al chico rubio, sin ninguna emoción y desviaba la cabeza hacia la expresión descompuesta de Rykou.

—¿Qué?

Por un momento Rykou se tambaleó pero mantuvo la compostura rápidamente, clavando la mirada en el suelo.

—Esos son los sacrificios a los que te referías, ¿verdad? —escupió Kei fríamente.

Julian dio otro paso hacia atrás. Era imposible... Él había visto como ponían oxigeno a Oshi... Estaba vivo... tenía que estarlo.... Se llevó una mano al pecho, cerrando los ojos un momento y se dio la vuelta. No podía quedarse allí. Ya no importaba lo que le había pasado realmente a Oshi. Por un segundo las imágenes de los tres hombres heridos, postrados de rodillas en el suelo le vinieron fugazmente a la cabeza y Julian sintió un espasmo de culpabilidad, obligándose a abrir los ojos para no ver tan nítidamente sus rostros.

—Lo siento —susurró...

Realmente lo sentía, pero no podía entregar a Kei... No iba a hacerlo. Se dio la vuelta y comenzó a caminar, alejándose de Kei y los demás.

—Julian, ¿qué haces?

Julian se detuvo y tardó unos segundos en girarse para mirar a Kevin que ya se acercaba a él. De reojo vio con aprensión como los ojos de Kei también se habían girado hacia él y por un momento vio la sorpresa en ellos, algo que desapareció con la misma rapidez con la que había aparecido, dejando un rastro de amargura y rabia.

—¿Qué hace él aquí?

—Yo lo traje —dijo Rykou sin energías, apretando con más fuerza su brazo herido.

—¿A dónde vas? —intervino Kevin, levantando una mano para tocarle y Julian se apartó espantado.

—Es... —musitó—. No puedo seguir aquí —murmuró, buscando algo que decir—. No esperaba que esto fuera así, no puedo con ello. Rykou dijo que podía volver a casa —dijo rápidamente haciendo que el japonés mirase hacia su dirección pero Julian se negó a mirar de nuevo a los ojos a Kei. No quería ver por última vez en su vida esa expresión de odio y dolor dirigida a él—. No quiero quedarme, no quiero seguir aquí.

—Vale —aceptó Kevin sin tratar de convencerlo—, al menos deja que te curen las heridas.

—Estoy bien. —No tenía tiempo para eso—. Son superficiales —añadió, notando un ligero temblor en la voz.

—Pero te alcanzaremos al aeropuerto, al menos —insistió—. Al menos a la ciudad.

Julian quiso reír pero no consiguió ni siquiera hacer una mueca parecida a una sonrisa. Sí, no estaba pensando en otra cosa que ir a un lugar lleno de gente a quien arrastrar en la explosión con él.

—No. No quiero seguir con vosotros —soltó con toda la determinación y aspereza que logró reunir aunque no sonó mejor que una voz chillona—. Me las arreglaré solo. Déjame en paz.

Se dio la vuelta y comenzó a caminar todo lo erguido que pudo, sin prestar atención al pie que más bien sólo lo arrastraba, incapaz de levantarlo completamente, y al dolor que seguía martilleándole la cabeza y la espalda; Julian caminó sin mirar atrás, notando como las lagrimas lo traicionaban comenzando a humedecer sus ojos.

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Ya dije ayer en facebook que lo subía hoy ^_^ Y paar quienes no se enteraron, Por siempre está momentaneamente pausada (aunque espero que por poco tiempo ^^). Todo lo expliqué en facebook (que vaga me he vuelto para repetir las cosas xD)

Gracias por leer, votos y comentarios :)

https://www.facebook.com/pages/Mayura/294130544045735

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