No te enamores de él

By iam_less

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Annabelle Morgan siempre se ha definido como una persona normal: guapa pero no exagerada, inteligente pero no... More

°° Introducción °°
° Nota + Personajes 1/2 °
°° Capítulo 01 ° Primer día °°
°° Capítulo 02 ° La Clase de Cálculo °°
°° Capítulo 03 °° Patrick °°

°° Prólogo °°

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By iam_less

Mamá nos da un beso en la frente a mi hermano y a mí antes de entregarnos a la profesora que está en la puerta, que, al vernos, nos saluda a ambos con una amplia sonrisa en su rostro antes de hacernos entrar al gigantesco patio del colegio. Apenas mamá se marcha, los nervios invaden por completo mi cuerpo, incluso las manos comienzan a sudarme. Inhalo profundo mientras veo a todos los niños con los mismos uniformes corriendo de un lado a otro, lo que me hace recordar uno de mis temores más grandes. Tengo más de un mes que acabo de entrar al preescolar, y nadie, con excepción de la rubia de ojos azules que me sigue a todos lados como si fuera su modelo a seguir, me habla, y de verdad eso me hace sentir mal porque es muy probable que no le caiga bien a nadie de ellos.

—Vamos Belle—escucho que mi hermano me habla, empujándome ligeramente con su codo hacia el frente—Así jamás llegarás al salón.

—En realidad no quiero ir—me quejo, encogiéndome de hombros, haciendo que mi hermano me mire con evidente sorpresa—No me gusta estar aquí Jeremy.

—Deja de ser miedosa y vamos—alega, esta vez jalándome por el brazo en la dirección en la cual queda mi salón.

—No quiero Jeremy, no me gusta sentarme sola a la hora del descanso—expreso con una mueca—Y en el salón, nadie me habla—murmuro por lo bajo, viendo mis zapatos— Eso me hace sentir mal.

Jeremy para en seco apenas me escucha, deteniéndose frente a mí. Sus ojos idénticos a los míos me observan con atención hasta que al final niega con la cabeza.

—¿Qué hay de esa rubia parlanchina que siempre te está siguiendo?—agrega—Esa niña siempre está hablando contigo y está pegada a ti como abeja a la miel. Pensé que era tú amiga.

—Por supuesto que no es mi amiga Jeremy—refunfuño—Siempre habla demasiado y gracias a ella siempre nos regañan.

Jeremy suelta una fuerte carcajada, dejándome entrever el espacio vacío que hay por culpa de la caída de sus dientes, haciendo que luzca gracioso, y más porque su pelo está aplastado a su cabeza en un feo peinado. No entiendo como a mi hermano le gusta tanto esa plasta de gel sobre su pelo.

—Así que crees que es demasiado habladora para ti—agrega, atrayendo mi atención.

—Si—admito—Darren no habla tanto como lo hace ella.

—Pero Darren es diferente, él es un niño Annabelle—espeta con obviedad—Los niños no somos tan molestos como las niñas.

Hago un mohín con la boca apenas escucho sus palabras, haciendo que mi hermano ruede sus ojos de mala gana. Lo que acaba de decir es grosero y discriminativo porque no todas las niñas somos así.

—Sólo te diré que deberías de hablar un poco más con las demás personas que se encuentran a tú alrededor. Te sorprenderías de ver lo que puedes conseguir.

—Lo sé—murmuro por lo bajo, escuchando como la campana suena. Como odio ese sonido—Debo irme.

—Te veo en el receso—agrega mi hermano antes de correr por las escaleras y dejarme sola. Suerte que él ya está en primaria y no tiene que padecer del hecho de que no conozca a nadie como lo hago yo.

Camino con lentitud hacia el salón y después de tomar asiento en mi lugar, espero a que ocurra lo mismo de siempre, niños que entran corriendo, niños que se caen por no traer las agujetas de sus zapatos bien amarradas, niñas que lloran cuando los niños les quitan sus muñecas favoritas, y al final, la rubia que como siempre, entra corriendo justo detrás de la maestra. Ella me lanza una sonrisa y como todos los días, corre a sentarse a mi lado.

—Hola.

—Hola—contesto, encogiéndome de hombros. La rubia deja caer sus cosas sobre la mesita y después de acomodarse el gafete que contiene su nombre, se quita los mechones mojados que se le pegan a la cara—He llegado justo a tiempo, ¿no crees?

Asiento con la cabeza sin saber que más decir. Chelsey, que es así como la niña se llama, siempre lleva su pelo rubio mojado y suelto, adornado con llamativos moños, siempre luce zapatos de charol, y calcetas blancas con adornos florales, sin mencionar que su mochila de unicornio resalta al lugar al que vaya. Ella es lo opuesto a mí, algo que por desgracia no es nada bueno, porque sé que como nunca seremos iguales, jamás podremos ser amigas.

—¿Tienes un lápiz que me prestes?—pregunta de pronto, interrumpiendo mi atención que hasta hace unos segundos estaba concentrada en la clase. Como siempre, resoplo de mala gana y de mi cajita rosa saco otro lápiz que mamá me compró y se lo paso. Además de hablar demasiado, siempre llegar tarde, y ser muy energética, siempre olvida sus cosas.

—Gracias—objeta, tomando mi lápiz para empezar a hacer las planas que la maestra acaba de dejar.

Así es como las clases transcurren rápido, haciendo planas, dibujando y escuchando la aburrida charla sobre el gato que Chelsey perdió. Menos mal que la charla es sobre su gato Bigotes y no sobre los nombres que le puso a su colección de muñecas, porque no toleraría otro día más con esa absurda conversación. Cuando por fin ella deja de hablar sobre su gato, el receso comienza, así que mentalmente doy gracias al cielo por acabar con esta tortura. Tomo mi almuerzo, y como todos, salgo del salón, caminando por el patio que está repleto de niños, con la única esperanza de encontrar a una nueva amiga.

Camino un poco más, cuando veo que la rubia me sigue de cerca, como es su costumbre.

—Annabelle...

Me detengo con pesar apenas la escucho llamarme por mi nombre. ¿Es qué esta niña jamás me va a dejar en paz?

—¿Sí?

—¿Quieres una galleta?

Me detengo cuando escucho sus palabras y la observo, viendo cómo me ofrece una galleta de chocolate. Menos mal que me ofreció una de chocolate y no una de nuez.

—No es necesario...

—Por favor—insiste—Me gustaría compartirlas contigo. Le pedí a mamá que hiciera más para poder traerte.

No sé si es su tono de voz o su manera de verme lo que hace que de mala gana ceda y acceda a tomarle una galleta, admitiendo dentro de mí que Chelsey de verdad es una persona muy insistente cuando se lo propone.

Le doy una media sonrisa cuando veo como un niño de pelo castaño oscuro y ojos verdes observa la bolsa de galletas que Chelsey trae con curiosidad, de modo que le quita el jugo a otro niño para después acercarse a nosotras con paso firme. Jamás he hablado con él dentro del salón, pero su compañero de pupitre siempre se queja de él y de sus maldades, así que no ha de ser un buen augurio si viene hacia nosotras con demasiado interés.

—¿Para mí no hay galletas?

—Para ti no hay nada Peter—la rubia refunfuña, dando un paso hacia atrás—No se me olvida que manchaste mi suéter de pintura verde.

—Eres demasiado sentida con las cosas Chelsey. Vamos, dame una.

—No.

—Entonces tomaré las de tú amiga—alega, viéndome con malicia mientras acerca su mano para quitarme la galleta que tengo, a lo que respondo alejándola de su camino. Él solo me ve feo antes de dar dos pasos hacia mí, haciendo que me encoja de hombros sin saber que hacer. Peter es un niño flacucho, pero muy problemático, y de verdad que yo no quiero tener problemas con nadie, mucho menos con él.

—Vete de aquí Peter.

—No quiero, así que será mejor que presencies cómo le quito la galleta a tú amiga que parece muda—anuncia, antes de tomarme por la muñeca para evitar que aleje de nuevo la galleta de su alcance.

Cuando creo que Peter va a ganar y me va a quitar la galleta de la mano, Chelsey se acerca a él, y tomando vuelo, le suelta una patada en la pierna, haciendo que el castaño chille del dolor, también haciendo que me suelte, y de paso, alejándose de nosotras.

—Te vuelves a acercar a Annabelle, y te acuso con la maestra.

Es ahí cuando el castaño, que quiere agregar algo más, cierra su boca de golpe, y después de sobarse la pierna con insistencia, tras la fuerte patada de la rubia, mira a Chelsey con lo que detecto como resentimiento.

—Me las vas a pagar Chelsey.

—Como si me importara—espeta, cruzándose de brazos en señal de clara indiferencia. Tal parece que ella no es como yo pensaba que era.

Peter nos da una última mirada antes de marcharse lejos de nosotras, supongo que a molestar a otros chicos, dejándonos a nosotras dos solas, y de paso, admitiéndome internamente que el día de hoy estoy feliz de que la rubia me haya seguido como es su costumbre.

—Ya no es tan valiente cuando lo piensas acusar con su mamá—murmura.

—¿Peter es hijo de la maestra Helena?—pregunto sorprendida. No sabía que ese monstruo era hijo de una persona tan buena como lo es la maestra, de hecho, jamás se me habría ocurrido.

—Si—contesta como si nada hubiera pasado—Ese niño tan odioso es para mí desgracia, mi primo.

Me quedo boquiabierta viendo a Chelsey, que es una rubia de rostro pálido, mejillas sonrosadas y ojos de un color azul tan claro que hipnotizan, que no puedo evitar sorprenderme de que la figura flacucha, con mata de cabello oscura, y ojos verdes que son la pesadilla de todos los niños del salón, tengan entre sí, la misma sangre.

—Eso es...

—Sorprendente—me corta ella—Lo sé, la gente no suele creer que el terror de la escuela sea mi familia, pero lo es. Igual eso no importa, ¿tú estás bien?

—Gracias a ti lo estoy.

—Me alegro de haber sido de ayuda—expresa, encogiéndose de hombros—No iba a permitir que Peter te quitara lo que es tuyo.

Sus últimas palabras son lo que me hacen pensar en una pregunta, una que sin pensarlo dos veces digo en voz alta.

—¿Por qué eres tan amable conmigo Chelsey?

Ella me observa con sus ojos azules sorprendida, luego baja la mirada hacia sus limpios y bonitos zapatos de charol.

—Porque eres la única persona que realmente me escucha—admite, sonrojándose más de lo que ya estaba—Siempre eres muy callada en clase, y siempre te meto en problemas, y sin embargo aún no me dejas de hablar. Por eso quiero que seamos amigas.

Me encojo de hombros sintiéndome mal por aquello que Chelsey acaba de decir. Siempre he pensado que ella es una niña problemas que no quiero tener como amiga, pero al escuchar sus palabras me siento mal por haberla juzgado y rechazado de un modo cruel. Chelsey jamás ha sido grosera conmigo y después de todo es la única niña que en todo el preescolar me habla. Creo que debería de ser más agradecida con la vida por al fin tener a una amiga en mi vida, aunque ésta sea un imán andante de problemas.

—Mamá me ha mandado dos sándwiches por si tenía hambre, pero en realidad lo que deseo es compartirlos contigo. Claro, si quieres—agrego, cuando veo que la rubia me mira a la espera de mi respuesta. Supongo que compartir almuerzos es señal de una nueva amistad, porque cuando me escucha hablar, la pequeña rubia eleva una amplia sonrisa asintiendo con la cabeza mientras sus ojos brillan de la emoción cuando ve como le entrego el emparedado envuelto en papel, así que ella hace su intercambio y me da sus cuatro galletas que están en la bolsa.

Ambas nos sentamos cerca de la fuente y mientras comemos, hablamos sobre las cosas que nos gustan, dándome cuenta de que ésta es la primera conversación que mantengo con alguien que no sea Darren, y debo admitir que después de todo, me gusta mucho la compañía de Chelsey. Y pensar que yo la quería evitar a toda costa.

Cuando la campana suena, ambas regresamos al salón, y justo cuando estamos a punto de entrar, un niño pasa corriendo, empujándome y haciéndome caer.

—¡Oye!

Chelsey le grita, pero el niño no se detiene, sólo voltea a vernos. Sus ojos grises se clavan en mí antes de darme una media sonrisa y entrar a su salón con prisa. Apenas el niño de pelo oscuro y ojos grises sale de mi vista, me pongo de pie, sacudiéndome la falda mientras Chelsey me observa con atención.

—¿Estás bien?

—Si, sólo fue un tropezón.

—Vi como ese niño te empujó y ni siquiera se disculpó.

—También lo vi—agrego, recordando el color de sus ojos. No recuerdo haber conocido jamás a una persona que tuviera ojos grises.

—Pero que niño tan desagradable

—Si—balbuceo por lo bajo, viendo en la dirección en la que el niño se fue.

—¿Qué hacen paradas allá afuera niñas?, Ya es hora de entrar al salón.

La maestra nos llama a ambas cuando nos ve afuera de la puerta, sin entrar, así que ambas le damos una sonrisa ladeada y entramos sin decir ni una sola palabra, tomando nuestros respectivos asientos.

Toda la clase se pasó normal, jugando con plastilina en compañía de Chelsey, que ya estaba hablando de nuevo, sólo que esta vez sobre su fiesta de cinco años que piensa organizar en su casa, aunque realmente no le presto mucha atención, y no porque no me interese, sino porque sigo pensando en el niño de ojos grises. El niño era realmente lindo, aunque supongo que jamás lo volveré a ver.

—¿Me estás escuchando Annabelle?—de pronto, escucho la queja de Chelsey, y sin saber que más hacer me encojo de hombros, sintiéndome mal por realmente no haberle puesto atención cuando me hablaba.

—Si, globos rosas y vestido de princesa—balbuceo sin saber si realmente me estaba hablando de eso.

Chelsey me da una mirada de soslayo, aunque no agrega nada más sobre la situación, lo que agradezco demasiado. Ella sigue charlando y yo pensando.

¿Cuántas posibilidades hay de que vuelva a ver a ese niño después de hoy?, Supongo que ninguna, y eso es una lástima porque realmente lucía como una persona agradable.

Espero que después lo vuelva a ver, o, aunque sea pueda saber su nombre, porque me gustaría verlo de nuevo.

¿Qué podría pasar por verlo una vez más?


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