Crónicas del circo de la muer...

By TatianaMAlonzo

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Elena Novak mal vive en un reino gobernado por Eleanor Abularach, una reina sanguinaria que castiga a los tra... More

Prólogo
1. Acepto que no soy una persona del todo honorable
2. Una marioneta salva mi culo
3. Esto es lo que en realidad soy
5. No es burdel de prostitutas, es un burdel de telas
6. Gio está enamorado del hijo de la reina... pero Shhh, guardémosle el secreto
7. Reginam: el circo de la muerte en asiento VIP
8. Vino de sangre que no es sangre
9. La leyenda del sol y la luna
10. Máquina de helado
11. La Carreta
12. Prisionera
13. El león que asusta a las ratas
14. La princesa Isobel
15. Entre el cielo y el infierno
16. Nido de Serpientes
17. Entre hermanos
18. Piedad, Majestad
19. Exhibición de petulancia
20. Las ideas de Sasha
21. El dolor de cabeza de Eleanor
22. El Monje Rebelde
23. Kire se va a casar con un cerdo
24. Duardo Garay
25. Me piden cargar al Conde de Abastoa
26. Demostración de lealtad
27. Gio tiene nuevo asistente
28. El cumpleaños de Isobel
29. Duelo de vergas, en palabras de Sasha
30. Su nombre es Elena
31. Termino en una iglesia con el príncipe Gavrel
32. Decisiones
33. Ahora soy la aprendiz de Moria
34. El novio rebelde de Marta
35. La realeza también necesita de las putas
36. Las historias de Adre
37. Sasha por fin descubre a Gio y de paso me lleva al infierno con él
38. Protejan a la reina de los traidores
39. Hombre muerto
40. La merienda
41. El pozo de la corrupción
42. El Monasterio
43. Un narciso blanco
44. Campos de maíz
45. El taller del maestre Adnan
46. A lo mejor la vida de Isobel se complicó más que la mía, o tal vez no
47. La reina del circo
48. Se deberían de poner de acuerdo el corazón y la razón
49. Farrah también puede ser perra
50. Una visita inesperada
51. Payasos y Prostitutas
52. Van de la mano
53. Pierdo lo que más me importa
54. Contemplando lo ridículo
55. Sentenciada a muerte
56. Adiós, Gio
57. Aguijones en mi garganta
58. El mundo se viene abajo y yo sin calzones
58.5 Documentos perdidos: Carta al obispo
59. El Cenicero
60. La Rosa
61. En primera fila
62. Glotoncito
63. Voy a morir como una heroína
64. La Filia
65. El Príncipe Negro
66. El juicio final

4. El Heraldo

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By TatianaMAlonzo


HEDDA

La melodía del arpa me hace bostezar. Tengo sueño.

Con sólo oprimir un botón mando a dormir a todo aquel que no viva en Gran la isla, pero yo todavía no puedo irme a casa, Macabeos está escribiendo un informe para Eleanor y me pidió que lo apoye.

El control central del Heraldo está escondido dentro de una cúpula de la iglesia situada detrás del castillo gris. Desde aquí nos enlazamos con los altavoces y radios en toda Bitania. Pero debemos estar escondidos para que continúe siendo un mito de "dónde vienen las voces", y no corramos el riesgo de que rebeldes quieran tomar nuestras instalaciones.

—Ella piensa que no necesitamos dormir.

—Desde hace mucho tiempo la que no duerme es ella.

Eleanor está preocupada de que La H esté ganando terreno desinformado a los campesinos y demás adeptos a los rebeldes y, por ende, ridiculice más al Heraldo. El Heraldo es la payasada, perdón... la Secretaría de comunicación social del reino, y Macabeos y yo estamos a cargo de todo. Nosotros somos El Heraldo...Pero también somos La H.

Mi trabajo solía ser banal antes de volverme insurrecta: sesiones de fotos para publicidad engañosa; cobertura mediática (únicamente radio) de cumpleaños, bodas, convenios, mensajes gubernativos; y un poco menos aburrido: Reginam. Pero Macabeos me llevó un día a caminar "por ahí" y me confió la ubicación de una desusada y olvidada estación de radio e instalamos allí La H. Por así decirlo, nosotros venimos a ser nuestra propia competencia, y por eso nadie sospecha nada... o eso queremos creer Macabeos y yo.

—¿Cuándo la veremos otra vez?

—Mañana temprano. Dice que tiene ideas nuevas para Reginam.

—¿Va a hacer que una horda de pequineses hambrientos vestidos con tutus devoren a un Filio?

—No le des ideas.

La verdad nada me sorprendería de ella.

Macabeos podría ser mi abuelo, pero es mejor que eso, es mi maestro. Cada cana en su cabello es un laurel de sabiduría, mientras yo, Hedda, estoy prácticamente calva. No lo digo a broma, lo juro. Un día decidí cortar mi cabello y dejarlo más corto, incluso, que el cabello de un hombre; y empecé a vestirme como uno. Me gusta usar pantalones. Mi madre cayó desmayada, a Macabeos le afloraron más canas y dijo que cuando Eleanor me viera me enviaría al cepo. Pero por alguna razón no me importó. Conté con el apoyo de mis hijos y sólo eso bastó. El día en el que por fin acompañé a Macabeos al Salón del trono, Eleanor, contrario a lo que todos creían, se destornillo de la risa al verme, y dijo De alguien tenemos que reírnos. Y es así desde entonces. Algunos se ríen de mí. Otros me insultan. Algunos incluso piensan que estoy loca, pero no me importa. Y tal vez estoy loca... pero me siento cómoda.

—Estás muy pensativa hoy, Hedda.

—¿Te preocupa?

—Me preocupa, sí.

Sonrío con malicia. —Haces bien.

Estoy jugando con una moneda que tiene grabado el rostro de Eleanor Abularach, la miro y pienso ¿Cómo llegamos a esto?

Somos un reino irónicamente primitivo porqué si contamos con tecnología electrónica. Pero todo está debajo de esta torre, oxidándose. El padre de Eleanor, el anticuado rey Fabio, prohibió su uso durante su reinado y únicamente hemos logrado que Eleanor acepte de nuevo la cámara fotográfica y la radio. ¿Por qué? Porque Fabio no era estúpido. Él sabía que los medios de comunicación no sólo son un soporte, sino que también facilitan la divulgación de información que puede ser contraproducente a los intereses de los privilegiados y, ergo, poner en peligro el culo de la realeza. Una radio o una televisión en manos enemigas, como las mías, son un riesgo para la corona. Por eso razón, en un sótano, prácticamente en un búnker, tenemos escondidas cámaras de vídeo, luminiscencias, televisores, ordenadores y mierda y media más, que temo Macabeos olvide un día cómo utilizar. Todo está escondido, salvo el equipo de radio que nos auto robamos para La H.

Bitania está atrapada en una línea de tiempo que amalgama al presente con el pasado. Y no podemos caminar hacia adelante, sin dar dos pasos hacia atrás, si sólo dos o tres intentamos progresar. 

El futuro es sólo un espejismo si continuamos bajo las faldas de Eleanor.

¡Qué frustración!

Quisiera entregar un televisor a cada campesino que vive en el Callado para que mire en qué gasta la nobleza las monedas que les restan de los impuestos. Quisiera. Pero...

Tal vez sí...—¡Tengo una idea, Macabeos!

—Oh, no. Otra vez no —Macabeos masajea sus ojos, sabe que le espera un nuevo dolor de cabeza.

—Ganemos más terreno —suplico—. Podemos proponer a Eleanor colocar pantallas gigantes en la Rota.

Él me mira horrorizado: —¿Qué? No. Olvida eso.

—¿Quiere ideas nuevas? El público amará eso. Más de la mitad no habían nacido cuando Fabio prohibió todo.

—No.

Como si él no supiera que insistiré: —Date cuenta, Macabeos. Han repetido números últimamente. Las ideas se agotan. Necesitan algo nuevo para no aburrir.

—Hedda...

—Por favor. Pregúntale a Eleanor. Yo no puedo porque eres el jefe. Dile que podemos hacerlo, dile que has dado mantenimiento activo todo estos años y que tenemos allá abajo cuatro pantallas gigantes que todavía funcionan. Podemos colocar dos en la Rota.

—Ay, Hedda.

—Vamos —sigo intentando—. Reginam es el domingo y veremos a Eleanor mañana a primera hora. Si los soldados de la Guardia nos ayudan a trasladar todo...

—¿No te basta la radio?

No. Yo era una niña cuando un soldado de la Guardia me quitó mi televisor. Aún sueño con él, con el televisor, no con el soldado.

—Por más que diga algo cien veces por radio —digo—, si las personas no ven con sus propios ojos la injusticia, y no se dan cuenta de que han sido engañadas, no les perforaré las entrañas —Tengo que convencerlo—. Imagina poder mostrar a los campesinos las orgías y circo que montan esos cínicos en el castillo gris.

—Creo que voy a vomitar.

—Tú me metiste en esto, Macabeos. Piénsalo. Pasado mañana serán las pantallas gigantes en la Rota, después colocaremos una en la plaza de la reina. Después televisores para todos. Y cuando se nos presente la primera oportunidad...

—¿No te da miedo?

No.

—Lo supera el hastío de ver todo en silencio. La H no es muda, Macabeos.

Macabeos sonríe orgulloso: —Los detractores de Eleanor ya pintarrajean Bitania con mensajes que escucharon en La H.

—Pero no es suficiente —sonrío esperanzada—. Vamos. Piénsalo. Los hemos despertado, pero continúan aletargados. Necesitan verlo todo con sus propios ojos.

—Si Eleanor dice que no...

—No insistiré, lo prometo.

Al menos no durante un tiempo.


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¿Qué les parece todo hasta ahora? La historia de Reginam la comparo con una montaña rusa. De momento vamos en subida :O ♥

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